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DÍA 3: LUNA NUEVA
Un resplandor rosado iluminó entre la oscuridad que inundaba el bosque. La flecha de Kagome golpeó su objetivo con eficacia. El demonio que se había acercado amenazante, aún después de la advertencia de la sacerdotisa, había terminado desintegrado en pocos instantes.
Con una sonrisa animada, Kagome volvió a entrar a la cueva que custodiaba. Adentrándose pocos metros se encontraba Inuyasha sentado frente a una calidad fogata.
—Buena puntería —exclamó Inuyasha sonriendo a su amada.
—La práctica hace a la maestra —dijo ella acercándose a él.
Kagome pasó ligeramente su mano sobre la frente de Inuyasha, asegurándose que no se hubiera resfriado, ya que la tempestad que estaba en el exterior no era para menos, y en esos momentos, el cuerpo humano de Inuyasha no era muy cooperativo.
Inuyasha recibió la caricia con gusto, disfrutando el tibio toque de la mano de su amada sobre él. Cerro los ojos complacido, mientras ella acariciaba todo su rostro.
—Estoy bien—dijo tranquilo, ya que era verdad—. Tu estás más empapada que yo— murmuró abriendo los ojos, mirando cómo las pesadas ropas de sacerdotisa se pegaban al cuerpo de Kagome.
Ella sonrió, pasó su mano por un lado del rostro de Inuyasha y peinó los cabellos detrás de las orejas humanas que ahora poseía Inuyasha.
—Tienes que quitarte las prendas mojadas— dijo Inuyasha colocando su mano sobre la de Kagome, tomando suavemente sus dedos entre los suyos. Giró el rostro y besó con delicadeza la palma de Kagome —. Vamos—susurró estirando su mano, para que ella se agachara un poco a su rostro y dejar un pequeño beso sobre sus labios.
Kagome lo beso suavemente, antes de sonreír arrogante.
—No puedo hacerlo—dijo enderezándose de su lugar—. Tengo que cuidar de ti esta noche. No puedo distraerme con estas cosas.
—¿Estas cosas? —preguntó con tono ofendido y en broma —Como quieras.
Inuyasha se levantó de dónde se encontraba y comenzó a desvestirse poco a poco. Frente a la mirada encantada de Kagome. Pero solamente se quitó su haori, colocándolo sobre su hombro.
—Ven—le dijo tomándola de la mano y acercándola a él—. No seas necia.
Con suma experiencia, Inuyasha comenzó a desabrochar el kosode y el obi que se abrazaba a la cintura de su pareja. Sin tratar de darle un sentido sexual, pero no evitando las miradas con coquetería, Inuyasha la despojó de sus prendas húmedas. Acercó el cuerpo de Kagome un poco al fuego intentando que su cuerpo se secara un poco, para después colocarle su haori de ratas de fuego encima.
—Como en los viejos tiempos—le dijo besando la punta de la nariz de Kagome —. Listo, continúa cuidándome.
Le dio media vuelta a la joven y con un golpecito en la espalda la guio a seguir su misión.
Ella giró para verlo sentarse nuevamente, confiando por completo en que ella lo protegería esa noche de luna nueva, y todas las siguientes.
A fin de cuentas, el la cuidaba el resto del año.
Quiero que disfruten de mis historias como yo lo hago con muchas de las de ustedes.
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