Ni la historia ni los personajes me pertenecen.

5

Kiba

Maldición, esa cosa era larga.

Volví a mirar la trinchera que cavamos en el lado sur del incendio y lo examiné buscando puntos débiles. Elegimos el único lugar factible para cavar, e intentamos limpiar la mayor cantidad de combustible posible.

—¿Estás bien? —preguntó Neji, deslizando su motosierra en el estuche.

—Sí, terminé.

El sudor corría en riachuelos a lo largo de mi rostro. No podía esperar a bajar de esta colina y sacarme el casco.

El incendio era pequeño comparado con el último, pero me llamaron poco después de que Ino se fuera de mi casa y respondí. Siempre respondería. Pensaba en ello como mi último trabajo con el equipo Sol de Medianoche.

También maldije como un jodido marinero.

Este incendio, tan pequeño como era, me costó cuatro días con Ino. Quizás en el esquema más amplio de las cosas, cuatro días no significaban mucho. Pero cuando solamente tenía garantizado un par de semanas con ella, cuatro días era una eternidad.

—Vamos a salir de aquí —dijo Neji, acomodando su motosierra encima de su hombro.

Le di una última mirada a la colina. ¿Sería ésta la última vez que me llamaban a la tierra salvaje de Alaska? Era un pensamiento agridulce. Para esta época, el próximo año, estaría con el equipo de Konoha, siempre y cuando pudiéramos recaudar los números que el consejo quería.

—¿Kiba? —comentó Neji a medida que el equipo empezaba a bajar la montaña.

—Sí, ya voy —dije, volviéndome para unirme a la fila de chicos.

Si bajamos en las próximas dos horas, tenía una oportunidad de regresar a tiempo para ver a Ino esta noche.

—¿Estás listo para ir a casa? —preguntó Neji cuando lo alcancé.

—¿A cuál? —pregunté.

—Ambas, supongo.

—Estoy listo para ver a Ino.

Una sonrisa se extendió por su rostro.

—Entonces ahora es así, ¿eh?

—Para ser sincero, realmente no sé cómo es. Estuvo de acuerdo en pasar el fin de semana en Colorado, de manera que lo aprovecharé.

—¿Y qué más tiene para ofrecer? —Me dio un guiño.

—Aceptaré cualquier cosa que esté dispuesta a darme —contesté con suavidad.

Como ninguno hablaba de lo que sentía, la mandíbula de Neji se tensó. Su boca se abrió y cerró un par de veces, hasta que fue dolorosamente difícil de mirar.

—De una puta vez, solo dilo. Sea lo que sea.

—¿Quieres reconsiderar lo del equipo de Konoha? Tienes una vida aquí, una casa, un gran equipo y una chica linda. No pensaría menos de ti si no quisieras irte.

Pensé en ello, en el simple hecho de quedarme. Me encantaba Sol de Medianoche, mi casa, el paisaje... Infiernos, incluso en las horas de locura de sol empezaba a gustarme. Quedarme me daba la oportunidad de seguir con Ino, viendo en qué podíamos convertirnos. Si tener una relación era tan fácil como ser su mejor amigo, entonces sabía que podíamos ser extraordinarios. Pero por muy seguro que estaba de lo perfectos que seríamos, también sabía que las posibilidades reales de que se mudara conmigo eran increíblemente pequeñas. Nunca dejaría a su padre, y él nunca estaría de acuerdo en mudarse. Pero si no me iba, Konoha no tendría de vuelta a su equipo Hotshot, y perdería el último pedazo de mi padre. Al igual que Neji y los demás chicos de Konoha.

De manera que me encontraba bastante jodido de cualquier manera.

—¿Kiba? —preguntó Neji nuevamente mientras seguíamos bajando.

—Lo siento, es solo que tengo muchas cosas en que pensar. No he cambiado de opinión sobre el equipo. Solo espero que visitar Colorado sea suficiente para que Ino quiera venir conmigo.

Neji silbó.

—Eso es pedirle mucho a una chica con la que has estado saliendo por una semana.

¿Estábamos saliendo? No conversamos sobre "qué somos".

—Es una medida desesperada. Todo lo es con ella, pero no podría simplemente irme y no intentarlo.

—Estás enamorado de ella.

Mi agarre se tensó sobre el mango del hacha.

—¿Cuánto tiempo hace que lo sabes?

Se encogió de hombros, moviendo la motosierra.

—Desde el primer año que estuvimos aquí. Supuse que arreglarían lo de ustedes más tarde que temprano.

—Prácticamente es el último momento posible.

—Sí, bueno, no recordamos los juegos fácilmente ganados, ¿verdad? Las victorias que recordamos son aquellas en las que el resultado llegó hasta el último minuto, en el tiempo extra.

—Medidas desesperada —dije.

Me dio una palmada en la espalda.

—Medidas desesperadas.

El bar estaba lleno para ser un martes, pero era La noche de mujeres, la cual atraía a las mujeres por las bebidas, y a los hombres por las mujeres.

Me abrí paso a través de la muchedumbre y encontré una mesa alta en la parte de atrás, sentándome aquí así podría ver a Ino en la barra. Maldición, ella era hermosa. Su cabello estaba en una cola de caballo, moviéndose con cada movimiento mientras servía bebidas.

—Entonces Ino y tú, ¿eh? —dijo Jessie, agarrando la silla vacía a mi derecha.

—¿Cómo lo supiste? —pregunté, con los ojos fijos en Ino.

Se puso de puntillas para alcanzar una botella de la estantería, dándome una vista perfecta de su culo, y suspiré reflexivamente. Estábamos en una habitación con al menos treinta de nuestros vecinos. El sentido común me dijo que este no era el lugar para comérmela con los ojos, y mucho menos fantasear sobre alzarla sobre la barra y deslizar sus vaqueros por sus muslos para poder probarla. Nunca había tenido problemas para controlarme cerca de Ino. Claro, mi cuerpo siempre reaccionaba al verla, pero ahora que probé su sabor y sabía que ella quería lo mismo... bueno, mi cuerpo intentaba anular mi sentido común.

Y la barra tenía la altura perfecta.

—Por favor. ¿Como si pudieras guardar un secreto en esta ciudad? Casi todo el mundo ha visto la forma en que ustedes se han estado mirando en los últimos años. Estábamos esperando que Ino encontrara el coraje para decir algo y que tú dejes de follar por todo Fairbanks con universitarias.

—¿La forma en que nos miramos? —repetí, concentrándome en Ino.

Pude ver cómo había sido obvio. Diablos, no podía quitar mis ojos de ella si nos encontrábamos en la misma habitación, de ahí mi ciclo de rupturas, pero Ino nunca insinuó que quería más de lo que teníamos. Si hubiera suspirado en mi dirección, habría saltado antes de decirlo en voz alta. Pero ella nunca me dio señales. Quizás esa era una de las razones por las que toda esta situación era aterradora. ¿Me besaba porque no quería perder a su mejor amigo? ¿La presionaba por algo que realmente no quería?

Sentirme inseguro era un concepto raro y malditamente inconveniente ya que tenía menos de una semana en Colorado para convencerla de dejar toda su vida por mí.

—Por favor —bufó Jessie, jugando con su botella de cerveza— La miras como si estuvieras listo para comerla viva.

—Valoración justa —admití, ocultando cómo me sentía por ella. Tragué, mi garganta de repente apretada—. ¿Y ella?

—¿En serio?

Arqueó una ceja hacia mí.

—En serio.

—Te mira como si fueras todo lo que siempre deseó sumergido en chocolate y lista para un sabroso bocado. Siempre lo ha hecho.

Aparté la mirada de Ino para mirar a Jessie. Asintió lentamente a la vez que se reía.

—Deberías ver tu cara ahora mismo. Si pudieras abrir más la boca, tu mandíbula estaría golpeando el suelo.

Mi mirada iba y venía entre las dos mujeres.

¿Ino me miraba? ¿Por qué diablos no me había dado cuenta? ¿Era ciego? ¿O era demasiado buena para ocultar sus sentimientos?

—Nunca pensé que vería el día en que Kiba Hyuga perdería la capacidad para hablar.

—Primera vez para todo —dije suavemente.

Tal vez esto funcionaría. Quizás, me quería lo suficiente para irse. Mi mente dio vueltas con diferentes escenarios mientras abría mi teléfono. Podría quedarse durante el año escolar si Nat necesitaba tanto tiempo, o simplemente darle a su papá unos meses más para venir y estar en Colorado en verano. Tendría la casa preparada para ese entonces, y podrían quedarse conmigo hasta que supieran lo que querían hacer.

O quizás Ino nunca se mudaría. Tal vez mi casa se convertiría en nuestra casa.

Mi pecho se tensó hasta el punto de dolor mientras ella le sonreía a Maud. No podía presionarla demasiado, solo porque había estado enamorado de ella durante los últimos siete años, no significaba que era recíproco. Pero no tenía otra opción con la fecha límite para el equipo de Konoha.

Por mucho que me encantaba mirarla, tampoco podía esperar otro minuto para abrazarla.

Kiba: ¿Qué estás haciendo?

Presioné enviar y observé en tanto sacaba su teléfono celular, sonriendo mientras movía sus pulgares sobre el pequeño dispositivo.

Ino: Trabajando. ¿Tú? ¿Y el incendio?

Kiba: El fuego está cien por ciento controlado. Estoy pensando en sacar a una rubia muy sexy.

Frunció el ceño y su expresión decayó.

Kiba: Definitivamente la cinta verde en su cabello me ha excitado.

Levantó la mirada, con los ojos bien abiertos y emocionados al observar el bar, moviendo la cinta al sacudir la cola de caballo.

Saltó en cuanto me vio, apresurándose alrededor del extremo de la barra. Apenas me alejé de la mesa y me puse de pie cuando estaba entre mis brazos, oliendo dulce y suave.

—Hola, nena —dije contra su cabello mientras la sostenía, levantándola contra mi pecho.

Envolvió esas increíbles piernas alrededor de mi cintura y metió la cara en el hueco de mi cuello.

—Kiba —Musitó mi nombre como una plegaria— ¿Por qué no me dijiste que habías vuelto?

—Quería sorprenderte —indiqué, sosteniendo fácilmente su peso y amando la sensación de ella presionada contra mí.

Sus brazos se apretaron alrededor de mí, y sus dedos se movieron a través de mi cabello, ligeramente arañando mi cuero cabelludo.

—Estaba muy preocupada.

Maldita sea, la amaba.

—Estuvo bien. Lo prometo. Lamento que estuviéramos fuera de servicio, pero fue fácil.

—Bien. No sabía si volverías a casa antes de que nos fuéramos.

La aparté y me miró a los ojos.

—Nada me impedirá llevarte a Colorado este fin de semana.

Nada. Ni su padre, ni siquiera Nat, tanto como la adoraba. Este fin de semana era para nosotros.

Sus ojos se posaron sobre mis labios y quise besarla, más intenso que cualquier otro momento en que alguna vez regresé a casa de un incendio.

—Sigue mirándome así y te besaré delante de toda esta gente. Nunca me han importado los chismes, pero puede que a ti sí.

Sacó la lengua para humedecer su labio inferior.

—No me importa.

Mierda.

Enredé mis dedos en la base de su cola de caballo, aplastando su boca contra la mía. Traté de recordar dónde estábamos, porque no podía desnudarla en medio de un bar lleno de gente. Intenté mantener el beso corto, lo suficiente para satisfacer el ansia que tenía por su boca desde que me llamaron.

Fallé.

Su lengua se movió contra la mía y me rendí. Me hundí en ella, reclinando su cabeza para poder encontrar un ángulo más profundo, más dulce, y olvidé dónde estábamos. Diablos, olvidé que había alguien más en el planeta además de nosotros. Su trasero empujó contra mi mano en tanto se arqueaba, sus pechos robando mi aliento a la vez que los presionaba contra mí. Hizo ese ruidito sexy en el fondo de su garganta, y me hallaba listo para sacarla cargando y llevarla en mi maldita camioneta si eso significaba que el latido en mi pene se aliviaría aunque sea un poco.

Alguien se aclaró la garganta cerca de nosotros, y me recordé que estábamos, de hecho, lo opuesto a estar solos. Me aparté, pero Ino sostuvo mi labio con una succión suave, sus dientes mordisqueándolo ligeramente hasta que finalmente me soltó.

Santa. Jodida. Mierda.

Mi respiración se hallaba acelerada, demasiado incontrolada, y estaba demasiado excitado como para estar en público en este momento.

—Bienvenido a casa —susurró, aquellos ojos azules llenos de pasión y felicidad.

—Me encanta el sonido de eso —admití, bajándola. Cada una de sus curvas se frotaba contra mí. Cada. Centímetro— Me estás matando.

—El sentimiento es mutuo.

—¡Ya era hora, carajo! —gritó alguien.

Le siguió una ronda de aplausos que hizo que Ino enterrara su bello rostro enrojecido en mi camisa.

—Sí, sí —dije a medida que disminuían los aplausos.

—Oh, Dios mío —murmuró.

Levanté su mentón y besé su nariz fruncida.

—Será mejor que salga de aquí y empaque para mañana.

—Casi llegas tarde.

—Sí, bueno, me conoces. Tengo que dejarlo todo para último momento.

Como decirte que te quiero.

Sonrió y me besó rápidamente.

—¿Me recoges por la mañana?

—Sin falta.

Le di un beso de despedida solo porque podía, luego me dirigí a la puerta antes de terminar besándola de nuevo. Agitó su mano, como diciendo adiós, cuando miré hacia atrás y de repente, las ocho o más horas que tenía que esperar para besarla de nuevo, parecían una eternidad. Ella fue lo único en lo que pensaba a medida que empacaba una maleta pequeña, y mientras trataba de dormir un par de horas. Tras los últimos siete años, era difícil de creer que todo se reducía a los próximos días.

Tenía que encontrar una manera de convencerla de que sería feliz en Colorado, que valía la pena correr el riesgo. No era algo pequeño lo que pedía.

Infiernos, no quería que arrancara de raíz toda su vida y que se mudara a miles de kilómetros, todo porque sabía que era la única manera de que saldríamos adelante juntos… Pero, ¿y si su papá no venía? ¿Y si no lo dejaba?

El reloj hacía tic tac de manera constante en la mesita de noche, recordándome que tenían que ser cuestión de horas, pero eso no impedía que mi cerebro, o las repugnantes náuseas, me recordaran que sin importar lo mucho que la amaba, nunca abandonaría a su familia.

No podía dejar que el equipo de mi padre muriera antes de que tuviera la oportunidad de resucitar, pero también sabía que sería un caparazón de quién era si Ino se quedaba en Alaska.

Tenía que hacer de los próximos días los más perfectos posible.