Ni la historia ni los personajes me pertenecen.
9
Kiba
Tracé las letras en la lápida, el dolor envolviéndose alrededor de mi corazón, indiferente ante el hecho de que pasaron ocho años desde que la perdimos.
—Hombre, te extraño —le dije antes de levantar la mirada hacia donde se encontraba Ino, con flores en los brazos—. Te hubiera amado.
—Soy un completo desastre.
—Eres mi completo desastre —la corregí.
Después del par de veces que la tomé en las últimas doce horas, estaba bastante seguro de que le resultaría difícil discutir que no era mía.
Puso las flores en la tumba de mamá mientras me ponía de pie, luego se metió entre mis brazos cuando los abrí para sostenerla. El cementerio se hallaba en silencio, pacífico.
—Lamento que los hayas perdido a ambos.
—Me alegra que se hayan ido uno cerca del otro. Perder a papá en el incendio, eso fue brutal, pero cuando el cáncer se la llevó un par de años después… —Sacudí la cabeza— Por un largo tiempo me pregunté si no estaba maldito. Si se suponía que no debería tener nada bueno.
—Te mereces lo mejor —dijo, con voz suave.
—Todo cambió cuando te vi. Frustrada y con la cola de caballo hecha un desastre, luchando con el hierro del neumático y las tuercas oxidadas.
—Ugh. Estuve al costado de la carretera por media hora.
Le quité el cabello del rostro, amando que lo llevara suelto y libre.
—Eras hermosa, y me enamoré de ti en ese momento.
Separó los labios.
—¿Debido a que no pude cambiar un neumático? —susurró.
—Porque no te rendiste. No había oportunidad de que pudieras quitar esos tornillos, pero no te rendías. Cuando me di cuenta que criabas a Addy, te ocupabas de tu padre… no había fuerza en este mundo que pudiera evitar que te amara.
—¿Por qué no dijiste nada?
—No estabas lista y yo tenía miedo. Perdí todo lo que amé excepto a Neji. Cuando el incendio forestal llegó, cuando papá murió, hubo una parte de mí que se marchitó, que comenzó a esperar la angustia. No podía mostrarlo, por supuesto. Toda la ciudad se encontraba de luto, y dieciséis nos quedamos sin padres. TenTen se quedó sin mamá. En nuestro dolor colectivo, no se nos permitía colapsar, no cuando había tantos ojos sobre nosotros.
—Kiba… —susurró, sosteniéndome con fuerza, apoyándome.
—Entonces comenzó la reconstrucción, y mamá se enfermó. Murió en el verano de mi penúltimo año de preparatoria, y reabrimos la escuela para mi último año.
—Luego Neji y tú se mudaron a Alaska.
Apoyé la barbilla en la cima de su cabeza, amando lo bien que encajaba conmigo.
—Y ya conoces el resto.
—Me gustaría saber cómo termina.
Mi corazón se hundió, sabiendo tanto como amaba fingir que ella aún no lo decidía en realidad. Porque tan feroz como era mi amor por este equipo y mi familia, el suyo era igual de intenso por la suya, y no iba a dejar a su padre.
En un lugar que siempre me trajo tanta pérdida, no podía evitar preguntarme si el mayor dolor estaba por venir.
—A mí también, cariño.
La ceremonia fue sombría. Neji y yo tomamos la guirnalda por nuestro padre, y luego la ubicamos en el nuevo monumento con las otras diecisiete.
Diez años después, todavía lo extrañaba muchísimo.
Fue de proporciones épicas, una fuerza de la naturaleza. En tantas formas Neji era igual que él, pero años de criarme lo endurecieron en formas que a papá no. Donde papá era optimista, Neji veía los obstáculos de todo. Donde papá amó a mamá con la misma intensidad que yo sentía por Ino, Neji se alejaba de todos los que podían dejarlo.
Echando un vistazo a los otros chicos de Konoha, los que crecieron sin su padre o madre, me di cuenta que las bajas de ese día fueron mucho más lejos que los bomberos que descansaban en el cementerio Aspen. Toda la ciudad perdió. Casas, negocios y recuerdos eran cenizas para el momento en que el incendio acabó con nosotros, pero siempre se sintió como si nosotros hubiéramos perdido un poco más. Tomamos nuestros asientos, y sonaron las campanas: una por cada pérdida, cada sacrificio, cada elección que fue tomada ese día que se dirigieron a las Montañas Konoha con las probabilidades y el clima en contra de ellos.
Ino me tomó la mano, estabilizándome como siempre. Me concentré en la sensación de sus dedos con los míos e intenté mantener los recuerdos a raya. Pero los que eran más difíciles de pelear: la orden de evacuación, la forma en que nos abrazó, en que besó a mamá. La forma en la que le dijo a Neji que me mantuviera fuera de problemas si él no estaba.
Mi determinación se agudizó con cada campanada. El concejo podría estar asustado de la responsabilidad de tener otro equipo Hotshot. Podían negarnos el nombre Konoha, y podían alegar que era para salvar el suave corazón de esta ciudad. Pero el equipo de Konoha fue una familia, y maldita sea, íbamos a recuperarlo.
Mientras la ceremonia se despejaba, nosotros, los dieciséis, nos pusimos en una línea, de cara al monumento, desde la más joven, Violet, que nunca conoció a su padre, al mayor, Shane Winston, quien se encontraba en la universidad cuando ocurrió. Aquellos que no se nos iban a unir al equipo —los que eran muy jóvenes o los que no tenían interés en ser bomberos— se fueron, hasta que solo éramos los que nos uniríamos.
—¿Están seguros de eso? —preguntó Sasuke, Sakura a su lado. El tiempo cambió al imprudente chico de pelo oscuro en un hombre más que testarudo.
Miré alrededor mientras todos asentíamos.
—Van a combatirnos con uñas y dientes —advirtió— No quieren esto. Están aterrados de lo que podría suceder.
Miró significativamente a nuestro miembro más joven, que no podía tener más de veinte años.
—Estamos contigo, Sasuke —respondió Neji a mi lado— No nos van a quitar esto.
—Estamos contigo —concordamos todos.
La suave sonrisa de Ino era forzada cuando bajé la mirada hacia ella, y recé fervientemente para que se quedara, porque en ese momento supe que no había forma de que pudiera irme.
