Ni la historia ni los personajes me pertenecen.
10
Ino
—¿Quién es ese? —pregunto a Temari mientras miramos la casa club abarrotada.
El equipo de Konoha había conseguido el número que necesitaba y el consejo aprobó a regañadientes al equipo después de que Kakashi, el único sobreviviente del equipo original, apareciera y accediera a liderarlos.
—Es Naruto —respondió Temari—. Mi hermano.
—Claro —dije tratando de recordar nombres y caras— Y al lado de Kiba, se encuentra Sasuke.
—Sí, Sasuke Uchiha, pero todos lo llaman Sasuke desde pequeño. Y Sakura es la pelirrosa de pie a su lado. Es mi mejor amiga.
—Demasiados nombres —murmuré.
Se rió y tomó un sorbo de su cerveza.
—Lo aprenderás. No te preocupes. El equipo es una familia gigantesca. Estamos juntos mucho, aprenderás.
Si permanezco aquí.
Cuanto más tiempo estuvimos aquí, más quería, más lo necesitaba. Me encantaba todo sobre la pequeña ciudad, la gente, la tripulación y Kiba. Todo lo que tenía que hacer era convencer a papá de que viniera, que tal vez el cambio sería bueno para él también. Kiba era más o menos un santo para ofrecerle a papá que viviera con nosotros, pero tal vez llegaría a un lugar donde podría vivir por su cuenta. y yo podría tener mi propia vida.
Los mensajes que Nat me había enviado decían que todo estaba bajo control, así que tal vez era posible.
Sí. Podría hacerlo. Tal vez
—¿Qué sucede, Ino? —preguntó Neji mientras se acercaba.
—¿Podemos dar un paseo? —pregunté, necesitando un consejo que no viniera de Kiba.
Frunció el ceño.
—Por supuesto.
Me ayudó a levantarme y salimos por la puerta lateral de la casa club. Inhalé hondo, agradecida por la tranquilidad que teníamos afuera. Me ardían los pulmones, pero me estaba ajustando a la altitud. Más o menos.
—¿Qué vas hacer? —preguntó sin rodeos.
—No lo sé —contesté.
—¿Qué quieres? —preguntó— No pienses en lo que quiere Kiba o tu padre, ¿qué quieres tú?
Pensé acerca de estos dos últimos días. La paz, libertad, felicidad pura que sentí de la posibilidad de un nuevo comienzo con Kiba.
—Quiero estar aquí.
—Ahí tienes tu respuesta.
Me burlé.
—Lo que quiero y lo que es posible casi nunca es lo mismo.
—Ino, si te encuentras dispuesta a dejar todo, mudarte de Alaska y construir algo nuevo, entonces ya has cruzado la primera barrera. Bueno, eso y arriesgar tu vida con la comida de Kiba.
Sonreí.
—De acuerdo, eso es algo. ¿De verdad crees que puedo convencer a mi padre para que venga? Natsu está de acuerdo, pero no estoy sola en esta decisión. No puedo dejarlos más de lo que tú dejarías a Kiba.
Su cara se endureció.
—Sabes que Kiba es un hombre hecho y derecho. Si no quisiera venir aquí, lo habría dejado en Alaska. Toma sus propias decisiones. Claro que me siento feliz de que esté aquí conmigo. Si va a ser un bombero, entonces lo quiero en mi escuadrón. Merece su propia vida, tú también.
—¿Y qué si vengo aquí y las cosas no funcionan con Kiba? —pregunté, el miedo de mi voz cada vez es más grande— ¿Qué si dejo todo lo conozco atrás, y vengo aquí, tenemos una horrorosa ruptura y lo pierdo de todas formas?
Sujetó mis hombros y se inclinó para mirar mis ojos.
—Ese es un riesgo que tendrás que tomar. Nada está garantizado en la vida, y claro que tampoco en el amor. Pero puedo decirte que te ha amado desde que te conoció. No hay nada que no te daría, nada que no haría para hacer que esto funcione. Ese tipo de amor, aquel que está arraigado en una amistad tan profunda como la que tienen ustedes dos, no es fácil de encontrar. Vale la pena la pelea. Te diré lo mismo que le dije. Ustedes valen el riesgo.
—Gracias —dije suavemente.
—No me agradezcas. Tienes un gran camino por delante. Solo desearía poder estar ahí para ayudarte con ello.
—¿No vas a regresar con nosotros?
Mi estómago cayó.
—Nah. Empaqué mis cosas antes de irme. Kiba va a vender mi camioneta y enviar mis cosas con las suyas. Sasuke necesita mi ayuda aquí. Tenemos mucha recolección que hacer, y no hay mucho allá para mí, de todos modos.
—Supongo que pensé que cuando dijeron que podrías tener hasta la primavera…
Mi voz se desvaneció porque ambos sabíamos adónde iba. Cuando Sasuke obtuvo la aprobación para que el equipo estuviera unido para la primavera, me imaginé que nos dieron un indulto. Otros meses para resolverlo todo. Era hora de convencer a mi padre. Hora de coordinar.
—Kiba podría soportarlo —dijo Neji— Tomamos nuestras propias decisiones. Si decide permanecer durante el invierno en Alaska, entonces lo apoyaré. No tiene que estar de regreso hasta abril.
—Solo necesito tiempo.
—Lo sé, y él también lo sabe. Es solo que ese tiempo podría no ser algo que nos sobra.
La puerta se abrió detrás de nosotros y Kiba salió.
—Oye, ¿te estás robando a mi chica o qué?
Neji le dio a mis hombros un último apretón.
—No. Es toda tuya. —Se dirigió a la puerta pero se volteó antes de salir—. Recuerda lo que dije, Ino. Su forma de cocinar realmente te matará.
Le sonrió a Kiba y se fue adentro, dejándonos solos.
—Idiota —murmuró Kiba.
—¿Vas a tomar el tiempo? —pregunté— ¿Vas a permanecer en Alaska hasta la primavera o te vas a mudar?
Sus cejas se levantaron.
—Bueno, supongo que es eso de lo que ustedes dos hablaban.
—Responde, por favor. Porque estoy enloqueciendo.
Dio dos pasos, y me envolvió en sus brazos, acercándome. Descansé mi cabeza en su pecho, dejando que su esencia familiar y el latido de su corazón me envuelva.
—Haré lo que necesites —dijo, descansando su barbilla en la cima de mi cabeza—. Si quieres mudarte ahora, iremos por Nat y tu papá, y nos mudaremos. Si quieres esperar hasta la primavera, tendré que volver algunas veces, pero podemos hacer que funcione.
—¿Me esperarías a que resuelva todo?
Sus brazos se apretaron alrededor de mí.
—Si sé que vas a venir aquí, a hacer tu vida conmigo, esperaría por siempre.
Respiré, sabiendo que lo que iba a decir lo cambiaría todo. Entonces lo miré, encontrando sus ojos oscuros a la luz de la luna.
—Quiero venir. Quiero vivir aquí contigo. Bueno aquí no, pero en nuestra casa. Quiero hacer que esto funcione. Lo haré.
Decir las palabras liberó mi corazón de una forma que nunca había conocido. Cada posibilidad para mi futuro era tan clara, tan vibrante que podía saborearla, y entonces Kiba era todo lo que podía saborear cuando me besó.
Esto era lo que quería para mi vida. Los besos de Kiba, sus brazos a mi alrededor, su amor. Lo quería todo.
Su beso fue apasionado, reclamando, y encontré mi espalda contra el edificio mientras me clavaba entre él y la pared. No importaba que ya lo hubiera besado docenas de veces en la última semana. Cada beso se sentía nuevo, y al mismo tiempo como volver a casa.
—Esto es tuyo —dijo, sus labios rozando mi oreja mientras algo frío y de metal se presionó en mi palma.
—¿Una llave? —pregunté, examinándola bajo la luz pálida.
Su sonrisa pudría haber iluminado el mundo.
—Acabo de firmar el contrato de la casa. Esta es tu casa. Sin presiones. Es solo una llave.
No era solo una llave.
—Me encanta —dije, cerrando mi mano tan fuerte que las crestas se clavaron en mi piel.
—Te amo —dijo.
Mi corazón se elevó, estalló, como si al decir lo que quería, finalmente soltara las cadenas con las que me había atado fuertemente.
—Kiba —susurré, tirándolo hacia atrás para poder mirar sus ojos cuando lo dijera—: Te…
Mi teléfono sonó con el tono de llamada de Nat. Llamar no estaba en su naturaleza, era más bien una chica de mensajes de texto, así que tenía que ser urgente.
—Ugh —suspiré, tomando el celular de mi bolsillo—. Un segundo. —Agarré el teléfono y contesté— ¿Qué pasa?
—¿Ino? —sollozó.
Mi estómago cayó y mi mundo se redujo a la vocecita al otro lado de la línea.
—¿Qué pasa? —pregunté.
—Es papá. Él… —Llegó otro sollozo, y forcé oxígeno a través de mis pulmones—. La tía Dawn no movió los medicamentos y los encontró.
—Oh Dios. —Me habría caído si los brazos de Kiba no me hubieran atrapado, manteniéndome erguido—. Nat, ¿está…?
—Tuvo una sobredosis. Lo tienen con respirador y no saben… —Su voz se desvaneció entre sollozos entrecortados—. ¿Puedes venir a casa?
Miré a los ojos de Kiba y me di cuenta de que la había oído a través del teléfono cuando asintió. La tierra se movió bajo mis pies; la realidad de la que había estado tan segura hace unos minutos desapareció cuando una nueva tomó su lugar.
—Voy en camino.
