Personajes: James, Teddy, Lorcan, Louis, Rose, Scorpius, Albus
Odiaba el día de San Valentín, lo odiaba con todas sus fuerzas, pero ese año parecía que era el único en rechazar las estúpidas tradiciones románticas.
Empezó por la mañana, en el desayuno. Una lechuza oscura, de ojos muy amarillos, entró planeando hacia la mesa de Gryffindor, hasta posarse en el hombro de su hermano. James sonrió muy ampliamente, los dos sabían que esa era la lechuza de Teddy Lupin. Vio a su hermano soltar la carta y desenrollar el pergamino sin que la sonrisa estúpida se borrara de su cara. Y no pudo evitar que sus ojos buscaran a Scorpius. El estómago se le retorció al darse cuenta de que la mirada de su mejor amigo estaba fija en la mesa de los leones, específicamente en una alborotada melena castaña con reflejos rojizos.
Las clases de la mañana transcurrieron entre risitas, sonrojos y personas que bloqueaban los pasillos entregando tarjetas de San Valentín. Bufó tantas veces que al llegar a la hora de la comida Scorpius se mantuvo ligeramente alejado, evitando su mal humor.
Sentado a la mesa, la crema de verduras empezó a caerle mal cuando vio a su primo Louis levantarse de la mesa y caminar con aparente seguridad hacia la de Ravenclaw. Desde su mesa sin embargo podía sentir su nerviosismo, el encanto veela salía de él a oleadas, dejando un rastro de personas idiotizadas a su paso.
Louis se plantó delante de Lorcan y se hizo un silencio. Todo el mundo sabía que eran amigos, los primos Weasley habían adoptado en su círculo a los gemelos Scamander desde el primer día de escuela. Pero lo que pasó en ese momento dejó a la escuela entera con la boca abierta: Louis Weasley, conocido por seguir la tradición gamberra de la familia, se sacó un paquete adornado con un lazo del bolsillo de la túnica y lo colocó delante del plato de su amigo.
Lorcan, completamente ruborizado, cogió el paquete y lo abrió, desde su mesa Albus no pudo ver lo que contenía, imaginó que esas gominolas de frutas que le gustaban al ahijado de su padre. Pero sí pudo ver que sonreía tan estúpidamente como James cuando se puso de pie, agarró a Louis de la pechera de la túnica y lo besó, haciendo estallar a toda la escuela en aplausos.
Menos a Albus, que volvió a buscar con la mirada a Scorpius. Esta vez no estaba mirando a su prima, sino que iba rodeando las otras mesas tratando de pasar desapercibido, hasta llegar a ella y susurrarle algo al oído. Algo que hizo que Rose asintiera con la cabeza y le siguiera fuera del comedor.
Se quedó sentado a su mesa, con la mirada clavada en su plato y el labio atrapado entre los dientes. Le sacó de sus pensamientos el sabor metálico de la sangre brotando del mordisco. Se puso de pie de golpe, consiguiendo llamar la atención de sus compañeros de Slytherin, y salió caminando a pisotones.
No tuvo que buscar mucho, Scorpius y Rose estaban sentados en el banco que había en el vestíbulo, cerca de la puerta, y hablaban bajito con las cabezas muy juntas. No lo pensó siquiera antes de plantarse delante de ellos.
— ¡No lo hagas!
La pareja lo miró, sorprendida por su repentina aparición.
— Albus... —le interrumpió su mejor amigo.
— Ya sé que ella te gusta, lo sé desde hace meses, Scorpius, pero por favor...
— Primo, esto no...
— ¡Tú! —La señaló Albus con el índice y la barbilla temblorosa de ira— Tú lo sabías, me hiciste sincerarme aquella noche en casa de los abuelos, y aún así has seguido con tus sonrisitas. ¿Crees que no me he dado cuenta de cómo lo miras?
Scorpius se puso de pie y trató de sujetarlo por el hombro para alejarlo de Rose, pero Albus se revolvió con brusquedad para soltarse.
— ¡No la defiendas! ¿Os habéis reído los dos de mí todo este tiempo?
— Estás metiendo la pata, Albus —le contestó su prima, con calma.
— Metí la pata el día que confié en ti.
— Basta, Albus —exclamó Scorpius, serio, y volvió a sujetarlo del hombro y consiguió apartarlo unos metros—. Rose tiene razón, estás metiendo la pata. No sé qué película te has montado en tu cabeza, pero estás completamente equivocado.
— Llevas todo el día mirándola —le contestó con los dientes y los puños apretados—. Todo el puto San Valentín. ¿Me vas a negar que ibas a declararte?
— No.
Albus cerró los ojos y respiró hondo, porque estaba a punto de echarse a llorar de frustración. La mano de Scorpius en su hombro pasó de sujetarle a acariciarle y escuchó los pasos prudentes de Rose alejándose.
— Le pedí a Rosie ayuda para declararme, pero a ti, Albus —le dijo con suavidad.
Los ojos verdes se abrieron muchísimo y Scorpius limpió con su índice el rastro de una lágrima traidora en la mejilla ruborizada.
— Le pregunté si creía que podía tener una posibilidad contigo. Ella es leal a ti, no me contó nada de lo que habíais hablado, pero me instó a intentarlo. Yo... no sabía como hacerlo y desde luego no esperaba que fuera así, en medio del vestíbulo y contigo de esta manera.
— Scorp, yo... lo siento, esto... se me ha ido de las manos.
— Le debes una disculpa a tu prima. Y a mí una respuesta.
— ¿Una respuesta? —preguntó con voz ahogada.
— ¿Te gustaría una cita? pasado mañana, en la salida a Hogsmeade.
El joven Potter parpadeó dos veces y se pasó la mano por el pelo mientras boqueaba como un pez.
— ¿Albus? —insistió Scorpius, buscando sus ojos.
— Sí. Sií después del ridículo que acabo de hacer aún quieres salir conmigo, por supuesto que sí.
Scorpius sonrió, de esa manera suave y contagiosa que le había conquistado meses atrás, así que no pudo evitarlo, lo sujetó por la túnica, tal y como había hecho Lorcan unos minutos atrás, y le plantó su primer beso, sin creerse todavía lo afortunado que era.
Que no puedo dejar yo a los chicos, ays. Confieso que aún planeo uno más, veremos como se da la cosa, esto tiene vida propia. ¡Hasta mañana!
