Jerarquía

Remus Lupin/Ron Weasley


—Quieto, Ronald o realmente lo lamentarás —gruñó Remus mordiendo el cuello del joven lobo.

Sabía que había sido provocado por el cachorro de Malfoy, pero no era la primera vez que Remus le advertía sobre las reglas de su manada.

Draco parecía herido, y eso era algo inadmisible, el lobo entre sus brazos quería continuar y destrozarlo.

Remus había sido avisado, en otra ocasión hubiera mandado a sus betas, pero Ron necesitaba controlar su temperamento o acabaría expulsado.

—Cálmate —le dijo con su voz de alfa, y el cuerpo del más joven se tensó quedándose quieto, pero el imbécil de Draco Malfoy hizo un gesto que volvió a activar la rabia de Ron.

—Sirius, ocúpate de ese maldito lobo, apártalo de mi vista.

Sirius agarró a Draco por el cuello y lo apartó de sus amigos, el rostro de pánico del rubio aportó algo de tranquilidad al ambiente, pero Ron solo quería correr tras él y destrozarlo con sus propias manos.

Un fuerte brazo de Remus le abarcó completamente el abdomen, y el otro comenzó a apretar con fuerza su cuello. Iba a desmallarse, era la única solución que le estaba dando a Remus antes de comenzar una lucha en la que el más joven perdería y sería expulsado.

Las viejas tradiciones decían que debía derribarlo y montarlo, como los animales que llevaban dentro. Marcar su autoridad con su olor y su semen, independientemente de quien se tratara.

De hecho, la manada estaba esperando la reacción agresiva de Remus. Su pene estaba erecto, biología pura, el alfa en él pedía su presa, pero Remus llevaba su mandato muy diferente a como lo hizo el viejo Fenrir.

Ron tenía que estar sintiéndolo perfectamente en su trasero, era casi tan alto como él, pero aún era demasiado joven para ser una amenaza para Remus.

Los ojos de su manada pedían un espectáculo obsoleto, Remus se cruzó con la mirada preocupada de Molly, ella era una buena loba leal, y a su lado una pequeña lobezna lloraba, estaba empapada en algo viscoso, y Remus supo porqué Ron estaba tan fuera de sí.

Este estaba tratando de hablar, pero aquello solo empeoraría las cosas. No podía quedarse así, así que lo arrastró hasta su cabaña, al borde de la inconsciencia.

—James, ocúpate del resto —bramó antes de arrojar al lobo pelirrojo al interior.

James asintió, y se dirigió a la multitud, esta comenzó a disolverse.

Remus miró al lobo que trataba de recobrar el aliento en su cabaña, era su espacio personal, no su sala de reuniones, y eso aplacaría los ánimos. Solo había un motivo para llevar a otro lobo a tu dormitorio.

Ron le miraba con los ojos fieros pero aceptando lo que iba a ocurrir, él se había criado en las viejas tradiciones.

Aún recordaba a Fenrir someter a un Bill demasiado joven, no, eso no iba a ocurrir, las cosas habían cambiado, estaban cambiando.

—Él comenzó —dijo Ron— insultó a mi hermana, la humilló.

—Y tú decidiste que eras el indicado para ponerlo en su sitio, ¿no? —dijo Remus enfadado.

Ron al menos tuvo el detalle de esquivarle la mirada, no era su cometido, era Remus el que debía encargarse de eso, pero entonces le miró de nuevo y ese era el problema que tenía entre las manos, Ron no claudicaba.

—¿Y qué hubieras hecho tú si a tu hermana la rocían con almíbar? —dijo Ron casi cansado— Ya le has dejado ir demasiadas ocasiones, se siente impune, él y sus amigos acosan a los más pequeños.

Remus sabía que el joven de los Malfoy necesitaba más mano dura, y era algo de lo que iba a ocuparse. Pero ahora tenía a un lobo que le había retado delante de todos, y lo que saliera de esa cabaña iba a marcar en destino de toda la manada.

Por Remus no se hubiera encargado de dirigirla, pero era el único alfa de rango suficiente para hacerle frente al viejo y cruel alfa y derrotarlo.

Había heredado una manada complicada, con demasiadas heridas abiertas.

—Los dos sabemos que me has traído aquí porque no eres capaz de hacer lo que tienes que hacer —Ron estaba recobrando sus fuerzas, su rabia— Ellos lo saben, por eso van a seguir haciendo lo que les de la gana.

Remus le enseñó los dientes, una cosa es que no creyera en las viejas tradiciones, otra que un lobo, casi un chachorro que ni había llegado a beta le insultara.

Estaba sobre él antes de que Ron pudiera decir nada, salivando sobre su rostro por la rabia que sentía.

—No aprecias tu vida, cachorro, no aprecias que no te he violado delante de toda nuestra manada como Fenrir hizo con tu hermano; no valoras que aún sigas en esta manada cuando aún sabes que este ya no es tu lugar.

Ron lo miraba queriendo permanecer fiero, pero le gustara el método de Remus o no, era un alfa, su alfa, y su naturaleza le hacía claudicar ante él.

El pene de Remus estaba duro y pulsante, su alfa sabía lo que tenía que hacer, incluso el lobo de Ron sabía lo que tenía que hacer.

—Si no lo haces, me obligarás a retarte —le dijo Ron, por primera vez vio el miedo en sus ojos.

—No voy a matarte —era algo que Remus dijo, más para sí mismo que para Ron.

Y Ron le ofreció su cuello, Remus lo lamió tomándolo como una señal de su rendición. Era largo, Ron sería un gran beta, solo necesitaba encontrar su sitio en su manada.

Lo apretó más contra sí, mientras lamía su cuello arrastrando sus colmillos contra la piel hasta que la mordió dejando su marca.

Ron gimió de dolor, pero se mantuvo quieto entre sus brazos. Hasta que de un fuerte tirón Remus los arrojó contra la cama forzándolo a permanecer bocabajo, solo que Ron había dejado de forcejear desde hacía mucho.

Remus sintió el trasero de Ron frotarse contra su erección.

Remus tenía que marcarle, no solo con sus dientes, y Ron le estaba pidiendo que lo hiciera.

La mano de Remus bajó de un tirón el pantalón del pelirrojo, mostrando la blanca piel que él arañó. Lo apretó y abrió, ni siquiera fue consciente de apartar su propia ropa, pero su polla lubricaba la entrada apretada de Ron.

Quería meterse dentro de él, quería abrirlo de una sola embestida, pero solo se frotaba entre sus dos nalgas. Clavó sus dientes en su nuca haciéndolo lloriquear.

Y entonces Remus introdujo su polla entre las piernas apretadas de Ron, sintiendo como el pelirrojo también estaba duro.

—Apriétalas con fuerza. —Ron obedeció, apretó sus piernas contras las que Remus se molió hasta que lo sintió en la base de su pene, su nudo iba a salir y se erigió sobre Ron que parecía desecho, su marca en el cuello y en la nuca, sus piernas empapadas de su líquido presemeninal.

Remus abrió con su mano libre la piel apretada de su trasero, una visión borrosa de su ano sobre el que Remus se corrió con un fuerte rugido.

Ron desmadejado sobre su cama apestaba a él.

Remus se apartó mientras se subía los pantalones, y aunque liberado había algo incorrecto en todo aquello.

Un movimiento en la cama le decía que Ron se estaba levantando y subiéndose sus propios pantalones, en el momento en que saliera de su cabaña todos lo sabrían.

—¿Harás algo con Malfoy? —preguntó Ron cuando se estaba dirigiendo a la puerta, su caminar era aún algo tambaleante, si hubiera llegado hasta el final, Remus tenía claro que Ron no podría caminar al menos por unas horas.

Remus le miró, y asintió. El escarmiento de Ron estaba hecho, todos le olerían, todos sabrían que se había replegado ante Remus, pero Draco debía tener también su castigo.

Antes de marcharse Ron le miró, Remus no estaba orgulloso, pero el joven lobo asintió antes de irse.

Cuando volvió a su cama, bajo lo que había sido el cuerpo de Ron, una línea húmeda con su esperma se dibujaba diciéndole a Remus que Ron había explotado bajo su cuerpo. Y se sintió un poco mejor, aunque no lo suficiente.

Lucius estaba gritando a la mañana siguiente en su despacho.

—No puedes denigrar a mi hijo así —le gritó, y él mismo se dio cuenta de que aquello era un error, así que aligeró su tono—. Es una humillación, Remus.

—Considéralo una oportunidad de enmienda, le daré solo una. —Remus le miró con sus ojos amarillentos, y Lucius sabía que no debería insistir, desde que el joven de los Weasley salió cojeando y oliendo tan fuertemente a él, las cosas cambiaron en su manada.

—Pero él fracasará —admitió Lucius.

—Confías poco en tu hijo, Lucius, deberías haberle educado mejor. —Remus miró al rubio, su hijo había sido rebajado en su puesto en la manada, y ahora trabajaba bajo las órdenes de Harry, el hijo omega de James— Las cocinas le harán valorar nuestros recursos y a no usarlos contra pequeñas lobeznas indefensas.

Lucius se fue, sabiendo que el futuro de su hijo estaba solo en sus propias manos.

Tras un largo consejo, Remus se alegró de tener con él a sus tres betas, Peter acababa de llegar de realizar las negociaciones con la manada vecina; James mantenía a los suyos controlados, y Sirius ejecutaba las órdenes más duras de Remus.

Eran un buen equipo, las cosas empezaban a ir bien por primera vez.

Salvo porque una parte de él aún sabía lo que había hecho con Ron Weasley en su cama, como lo había mordido, como lo había marcado, como lo había querido abrir y meterse dentro de su cuerpo.

Como cada día olía menos a él.

El día había sido largo, y el siguiente no sería mucho mejor, la visita de Riddle, el alfa de otra manada, iba a ser cuanto menos tenso.

En la puerta de su cabaña había alguien, aunque sabía quién era antes de verle bien.

Remus abrió la puerta y Ron entró.

—Malfoy está haciendo un desastre en la cocina —le informó el pelirrojo, pero sonreía como hacía tiempo que no le veía hacerlo.

—¿Cómo está tu hermana? —preguntó quitándose las capas de abrigo.

—Contenta —dijo Ron acercándose—. Harry no para de mandarle hacer cosas repugnantes a Malfoy, las cocinas ahora son muy entretenidas.

Remus sonrió, no quería perder lobos, realmente esperaba que Malfoy aprendiera.

—¿Por qué estás aquí, Ron? —Su cabaña era su único lugar privado.

—Casi ya no huelo a ti. —Las pecas de su rostro parecieron unirse entre ellas.

Remus gruñó bajo, acercándolo a él, lo olió de cerca. Ron peleaba, pero ahora solo lo miraba, la marca de su cuello parecía solo un recuerdo lejano sobre su piel.

—No tienes que seguir oliendo a mí, todo el mundo lo ha entendido.

—¿Y si quiero seguir oliendo a ti? —le retó Ron— ¿Y si quiero apestar a ti, y no solo sobre mi piel, sino también dentro de mí?

Remus le miró, estaba excitado, estaba muy excitado, y su alfa lo quería, quería tomarlo allí mismo como el primer día.

Ron al día siguiente no pudo abandonar la cama de Remus, ni siquiera se había podido levantar, pero había obtenido lo que había querido, apestaba tanto a Remus, que era mareante.

—Volveré más tarde —dijo Remus, Ron asintió perezoso, y saber que cuando volviera estaría allí le hizo afrontar esa jornada de mejor humor.

Sirius le olió y sonrió, que un alfa dejara que otro lobo lo marcara con su olor era casi como declararlo su pareja oficial. James solo asintió y Peter aunque sorprendido y esperando que le contaran la historia completa, hizo las presentaciones oficiales entre Tom Riddle y Remus.

Remus no creía en las viejas tradiciones, pero sí en crear unas nuevas con su propio pueblo.


¡Qué me gustan estos dos juntos!

Y el omegaverse es una tentación constante, ¿os pasa también?

Hasta mañana.

Besos

Shimi