Harry Potter, pertenece a J.K. Rowling.
Cazadores de Sombras, pertenece a Cassandra Clare.
40: Belleza de Oriente Medio.
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Sala Común de Ravenclaw.
— ¡PUTO HUEVO DE MIERDA! —Rugió Janeth, cerrándolo rápidamente, para así, ya no tener que seguir escuchando la voz chirriante e inentendible. —Y putos sean todos, los organizadores de este torneo —gruñó, cada vez más enfadada. Se lo quedó mirando. — ¿Cuál es tu secreto? —entonces, pensó en algo y sacó su varita mágica. —Revelio. —Esperó un segundo, antes de fruncir el ceño. —Nada.
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Sala Común de Gryffindor.
— ¡POTTER, YA CIERRA ESE PUTO HUEVO! —Gritó Ron Weasley, mientras que su EX-amigo, le hacía caso, y el sonido que perforaba los oídos de todos, dejaba de escucharse.
— ¿Cómo se supone, que funciona este huevo? —se preguntó Alex, frustrado, y pasándose las manos por el cabello, mientras miraba el huevo fijamente, intentando sonsacarle sus secretos de ese modo. —Janeth ya debe de haber intentado alguna magia de un Cazador de Sombras, o alguna cosa, para abrirlo y descubrir lo que dice.
— ¡Alex! —el aludido, miró hacia arriba, encontrándose con unos enfadados Hermione y Ron. Quien había hablado, era Hermione. —Ya basta de esto, Alex.
—Pues lo lamento por ti, pero soy yo, quien tiene que conseguir la información de este huevo, de porquería —le gruñó él, mientras agarraba su varita firmemente, y abría el huevo. — ¡SILENCIO! —pero el hechizo, no hizo nada. Sabía de lo que querían hablar ellos. Pero él, no tenía ningún deseo de hablarlo con ellos. Lo habían abandonado, para enfrentarse él solo a un dragón. Y solo después de verlo enfrentarse a aquel dragón, querían que él aceptara sus disculpas, como si todo fuera su culpa.
Recuerdo
Alex vio entrar a su hermana, en la carpa. Personalmente, él estaba blanco. Pero ella, estaba fresca y calmada.
— ¡Alex, has estado genial! —le dijo Hermione con voz chillona. Tenía marcas de uñas en la cara, donde se había apretado del miedo—. ¡Alucinante! ¡De verdad!
Pero Alex miraba a Ron, que estaba muy blanco y miraba a su vez a Alex. El heredero Potter, lo miraba con rencor. —Alex —dijo Ron muy pálido—, quienquiera que pusiera tu nombre en el cáliz de fuego, creo que quería matarte. —Fue como si las últimas semanas no hubieran existido, como si Harry viera a Ron por primera vez después de haber sido elegido campeón.
—Lo has comprendido, ¿eh? —contestó Alex fríamente—. Te ha costado trabajo. —Ron se sonrojó, y abrió la boca, intentando arreglar su desastre.
Entonces, una mano fue colocada en el hombro del pelirrojo de ojos avellana, quien se giró, encontrándose con el profesor Dumbledore. —Alex, son tus amigos... debes de aprender a perdonar... —una mano le agarró la muñeca, y le sacó la mano, del hombro del heredero Potter.
El profesor Dumbledore, hizo una mueca de dolor, ante el potente agarre en su muñeca. Todos vieron a Janeth, quien parecía estar apretando cada vez más, la muñeca del hombre, quien comenzó a hacer muecas de dolor. —Siendo únicamente, el director de la escuela a la cual asistimos, usted no debería de intentar decirle a un alumno, que carece de cualquier vínculo consanguíneo o un vínculo de tutor; de qué forma llevar su vida personal... profesor Dumbledore.
Hermione estaba entre ellos, nerviosa, paseando la mirada de Alex a Ron, sin prestar atención, al intercambio entre el Profesor Dumbledore y Janeth Fairblue. Ron abrió la boca con aire vacilante. Alex no quería su disculpa y comprendió que no necesitaba oír las excusas de su ex – amigo. — ¡Muy bien todos! —dijo Ludo Bagman, entrando en la tienda con su andar saltarín y tan encantado como si él mismo hubiera burlado a un dragón—. Ahora, sólo unas palabras. Tenéis un buen período de descanso antes de la segunda prueba, que tendrá lugar a las nueve y media de la mañana del veinticuatro de febrero. ¡Pero mientras tanto os vamos a dar algo en que pensar! Si os fijáis en los huevos que estáis sujetando, veréis que se pueden abrir... ¿Veis las bisagras? Tenéis que resolver el enigma que contiene el huevo porque os indicará en qué consiste la segunda prueba, y de esa forma podréis prepararos para ella. ¿Está claro?, ¿seguro? ¡Bien, entonces pueden irse!
Fin del Recuerdo
— ¡Era como alguien a quien estuvieran torturando! —opinó Neville, que se había puesto muy blanco y había dejado caer los hojaldres rellenos de salchicha—. ¡Vas a tener que luchar contra la maldición Cruciatus!
—No seas tonto, Neville, eso es ilegal —observó George, enfadado. —Nunca utilizarían la maldición Cruciatus contra los campeones. Yo creo que se parecía más bien a Percy cantando... A lo mejor tienes que atacarlo cuando esté en la ducha, Alex. —Todos rieron ante eso.
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El comienzo del mes de diciembre llevó a Hogwarts vientos y tormentas de aguanieve. Aunque el castillo siempre resultaba frío en invierno por las abundantes corrientes de aire, a Harry le alegraba encontrar las chimeneas encendidas y los gruesos muros cada vez que volvía del lago, donde el viento hacía cabecear el barco de Durmstrang e inflaba las velas negras contra la oscuridad del cielo. Imaginó que el carruaje de Beauxbatons también debía de resultar bastante frío. Notó que Hagrid mantenía los caballos de Madame Maxime bien provistos de su bebida preferida: whisky de malta sin rebajar. Los efluvios que emanaban del bebedero, situado en un rincón del potrero, bastaban para que la clase entera de Cuidado de Criaturas Mágicas se mareara. Esto resultaba inconveniente, dado que seguían cuidando de los horribles escregutos y necesitaban tener la cabeza despejada. —No estoy seguro de si hibernan o no —dijo Hagrid a sus alumnos, que temblaban de frío, en la siguiente clase, en la huerta de las calabazas—. Lo que vamos a hacer es probar si les apetece echarse un sueñecito... Los pondremos en estas cajas.
—Eso suena bastante, al Gato de Schrödinger —opinó Janeth sonriente, y solo dos o tres, lo entendieron.
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Pero no tardó en resultar evidente que los Escregutos no hibernaban y que no se mostraban agradecidos de que los obligaran a meterse en cajas con almohadas y mantas, y los dejaran allí encerrados. Hagrid enseguida empezó a gritar: «¡No os asustéis, no os asustéis!», mientras los Escregutos se desmadraban por el huerto de las calabazas tras dejarlo sembrado de los restos de las cajas, que ardían sin llama. La mayor parte de la clase (con Malfoy, Crabbe y Goyle a la cabeza) se había refugiado en la cabaña de Hagrid y se había atrincherado allí dentro. Harry, Ron y Hermione, sin embargo, estaban entre los que se habían quedado fuera para ayudar a Hagrid. Entre todos consiguieron sujetar y atar a nueve Escregutos, aunque a costa de numerosas quemaduras y heridas.
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— ¡Potter!, ¡Weasley!, ¿quieren atender? La irritada voz de la profesora McGonagall restalló como un látigo en la clase de Transformaciones del jueves, y tanto Alex como Ron se sobresaltaron. La clase estaba acabando. Habían terminado el trabajo: las gallinas de Guinea que habían estado transformando en conejillos de Indias estaban guardadas en una jaula grande colocada sobre la mesa de la profesora McGonagall (el conejillo de Neville todavía tenía plumas), y habían copiado de la pizarra el enunciado de sus deberes («Describe, poniendo varios ejemplos, en qué deben modificarse los encantamientos transformadores al llevar a cabo cambios en especies híbridas»). La campana iba a sonar de un momento a otro. Cuando Alex y Ron, que habían estado luchando con dos de las varitas de pega de Fred y George a modo de espadas, levantaron la vista, Ron sujetaba un loro de hojalata, y Alex, una merluza de goma. —Ahora que Potter y Weasley tendrán la amabilidad de comportarse de acuerdo con su edad —dijo la profesora McGonagall dirigiéndoles a los dos una mirada de enfado cuando la cabeza de la merluza de Alex cayó al suelo (súbitamente cortada por el pico del loro de hojalata de Ron) —, tengo que decirles algo a todos ustedes: Se acerca el baile de Navidad: constituye una parte tradicional del Torneo de los Tres Magos y es al mismo tiempo una buena oportunidad para relacionarnos con nuestros invitados extranjeros. Al baile sólo irán los alumnos de cuarto en adelante, aunque si lo deseáis podéis invitar a un estudiante más joven... —Lavender Brown dejó escapar una risita estridente. Parvati Patil le dio un codazo en las costillas, haciendo un duro esfuerzo por no reírse también, y las dos miraron a Alex. La profesora McGonagall no les hizo caso, lo cual le pareció injusto a Alex, ya que a Ron y a él sí que los había regañado. —Será obligatoria la túnica de gala —prosiguió la profesora McGonagall—. El baile tendrá lugar en el Gran Comedor, comenzará a las ocho en punto del día de Navidad y terminará a medianoche. Ahora bien... —La profesora McGonagall recorrió la clase muy despacio con la mirada—. El baile de Navidad es por supuesto una oportunidad para que todos echemos una cana al aire —dijo, en tono de desaprobación. —Pero eso no quiere decir —prosiguió la profesora McGonagall— que vayamos a exigir menos del comportamiento que esperamos de los alumnos de Hogwarts. Me disgustaré muy seriamente si algún alumno de Gryffindor deja en mal lugar al colegio. Sonó la campana, y se formó el habitual revuelo mientras recogían las cosas y se echaban las mochilas al hombro. —Potter, por favor, quiero hablar contigo. —Dando por supuesto que aquello tenía algo que ver con su merluza de goma descabezada, Alex se acercó a la mesa de la profesora con expresión sombría. La profesora McGonagall esperó a que se hubiera ido el resto de la clase, y luego le dijo: —Potter, los campeones y sus parejas...
— ¿Qué parejas? —preguntó Alex, desconcertado.
La profesora McGonagall lo miró recelosa, como si pensara que intentaba tomarle el pelo. —Vuestras parejas para el baile de Navidad, Potter —dijo con frialdad—. Vuestras parejas de baile.
Alex sintió que se le encogían las tripas. —¿Parejas de baile? —Notó cómo se ponía rojo—. Yo no bailo —se apresuró a decir.
—Sí, claro que bailas —replicó algo irritada la profesora McGonagall—. Eso era lo que quería decirte. Es tradición que los campeones y sus parejas abran el baile.
—Yo no bailo —insistió. Sabía que haría un desastre y sería el hazmerreír de todos.
—Es la tradición —declaró con firmeza la profesora McGonagall—. Tú eres campeón de Hogwarts, y harás lo que se espera de ti como representante del colegio. Así que encárgate de encontrar pareja, Potter.
—Pero... yo no...
—Ya me has oído, Potter —dijo la profesora McGonagall en un tono que no admitía réplicas.
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Una semana antes, Alex habría pensado que encontrar una pareja de baile era pan comido comparado con enfrentarse a un Colacuerno húngaro. Pero, habiendo ya pasado esto último, y teniendo que afrontar la perspectiva de pedirle a una chica que bailara con él, le parecía que era preferible volver a pasar por lo del Colacuerno.
Pronto, Janeth y Daphne, estaban reunidas con él, haciéndolo sonrojar. —Depende, querido hermano. Si buscas a una chica guapa, busca a Delacour, o si buscas una chica lista, busca en Ravenclaw.
—Sabes... como he sido, ¿no? —dijo él, con una sonrisa melancólica. —He sido un idiota. He dicho ser el Niño Que Vivió, y he sido arrogante, y bastante grosero. —negó con la cabeza. —Quiero... desearía... a una chica, que pueda verme, ¿sabes? Quiero... intento cambiar mi forma de ser. Que otros lo noten. No ser solo, ese cascarón del Alex Potter, que se creía lo máximo. Que se creía "El-Niño-Que-Vivió", —pronunció con burla —mamá y papá están vivos, tú estás viva.
—Además de su trabajo duro, los Hufflepuff suelen ser amables —aconsejó Janeth, con una suave sonrisa. Casualmente, pasaron junto a ellos, un grupo de Hufflepuff de quinto año, y Janeth no pudo evitar reírse, cuando su hermano, se quedó embobado, mirando a una de las chicas, mientras entraban a clases. —Hey, Alex —pero él no contestó, lo cual llevó, a que se riera de él, nuevamente. —Alex —lo zarandeó, y él pareció volver en sí. —Miren nada más: el león, enamorado del tejón —pronto, la piel del pelirrojo, le hizo juego con su color de cabello.
— ¿Sabes si Nayla Jalal, tiene novio? —preguntó él, sonrojado.
—No que yo sepa —dijo ella, para inmediatamente pensar, que no podía dejar pasar la oportunidad, de burlarse de él. — ¡Aww!, tus ojitos se iluminaron de esperanza, Niño Mágico. —Él se sonrojó. — ¿Estás enamorado de una chica de quince? —ella comenzó, a subir y bajar sus cejas rápidamente.
—Claro que no —dijo él, sonrojado y abochornado. —Solo es bonita.
—Practiquemos, entonces —dijo ella, ignorando el sonrojo de su hermano. Él retrocedió y se sonrojó, cuando su hermana usó su Metamorfomagia, para transformarse en Nayla Jalal. —Mírame a los ojos, y pídeme ir al baile contigo.
—Na... Nayla, irías al b...
—No dejes NUNCA, de mirarme a los ojos —le interrumpió ella.
—Na... Nayla, irías al b...
—Mis ojos están aquí arriba, Alex —le interrumpió, mientras le daba una cachetada, por estarle mirando los pechos.
— ¡Auch! —se quejó él, por el golpe en su mejilla.
Volvió a intentarlo. —Na... Nayla, irías al b... —Él se dio cuenta, de que estaba desviando la mirada. Estaba nervioso. Y se obligó a mirarla a los ojos.
—Esto va para largo —pensó Janeth, poniendo los ojos en blanco.
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Y sí. No se equivocaba.
Cuando tenían clases, obviamente lo dejaban. Alex estuvo sentándose con los Ravenclaw, Janeth colocaba varias salas de privacidad para ellos, y un potente Glamour, para que nadie la viera usar su Metamorfomagia, ni como corregía cariñosamente a su hermano, cuando le miraba los pechos o desviaba la mirada o algo así.
Alex veía a Janeth y a Daphne bailar. Luego, Janeth se transformaba en Nayla, para bailar con Alex, pero él siempre se desmayaba.
Así que bailaban como era realmente Janeth, físicamente.
—Olvídalo —gruñó Alex. —Estoy exhausto mentalmente... ¡Y ya no siento la mejilla derecha! —Dijo él, luego del tercer día de ensayo y error, mientras se encontraban en un pasillo, y Janeth, también exhausta, ahora sin magia para usar su Metamorfomagia o el Glamur, dejaba caer la ilusión. — ¡JAMÁS PODRÉ PEDIRLE A NAYLA JALAL, QUE VENGA AL BAILE CONMIGO, O QUE SEA MI NOVIA! —Gritó a todo pulmón, exhausto y con lágrimas corriéndole por los ojos. —Voy a morir con más arrugas que el profesor Dumbledore, calvo y con diez gatos. —Decidió.
—Aww, ¿realmente, yo te gusto tanto, Alex? —preguntó una voz suave, con un muy ligero tono del medio oriente, causando que Alex se paralizara. Janeth no pudo evitar reírse de su hermanito, y lo hizo girarse, para encarar a su amor platónico.
Allí estaba. Piel ligeramente oscura, como el café con leche... cabello negro encrespado mágicamente, ojos tan negros, como el carbón, pero llenos de vida; incluso su uniforme de Hogwarts, se veía como una diosa. —Sí. Supongo que sí, puedo ir contigo al Baile de Navidad, y después... bueno: ya veremos, como sale todo.
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Alex pasó dos horas, en el hospital, pues se había desmayado.
Al despertar, bailó con Nayla y luego con su hermana.
Nayla estuvo hablándole sobre ella y lo que le gustaba. Increíblemente, Alex pudo escucharla atentamente, y no irrespetarla de ninguna forma. Él le habló sobre la comida que le gustaba y lo que le gustaba (como leer Comics o jugar Quidditch)
