Los personajes son de SM, la trama es completamente mía. NO AL PLAGIO.

Una dama de burdel

Lazos de sangre y de corazón

Angielizz (Anbeth Coro)

Agradecimientos especiales a: Adriu, Sol.43, Catita1999, Narraly, Lore562, NarMaVeg, Twilight-love1694, Indii93, Viridianaconticruz, Noriitha, Wenday14, Lilibeth2013, miop, LauryD, Rosiichiita, Ori-cullen-swan, Vane, Guest

Él

Domingo, 12:02

Angel by the wings - Sia

Llegamos hace dos días.

El jueves visitamos un par de tiendas de electrónica hasta que Bella eligió la computadora portátil para su hermano, y una mesa de escritorio pequeña y sencilla. Por suerte, no tuvimos esa innecesaria conversación sobre quién iba a pagar. Ella no tenía el dinero para hacerlo y era algo que yo quería hacer, no sólo porque era parte de la historia que le inventamos a la anciana, sino porque realmente quería hacerlo. Charlie posiblemente estaba limitado y era imposible suponer el alcance de las mentiras de la mujer sobre él.

Estuvimos toda la tarde de ese jueves en la playa, Bella consiguió una pelota de voleibol para jugar unos días antes y eso nos entretuvo por casi una hora. Para cuando terminamos estábamos los tres lo suficiente exhaustos y sudados para que el agua fría del mar no fuese un problema. No lo expresamos, pero sabíamos que el jueves sería el último día que veríamos a su hermano, nuestro vuelo salía a mediodía al día siguiente y Charlie estaría en la escuela para cuando nos marcháramos.

Así que el jueves las pocas horas con Charlie fueron haciendo lentamente efecto en Bella. Charlie ni siquiera deparaba en esos detalles, pero yo tenía toda mi atención en ella así que lo noté. Cuando ella pensaba que él no la veía sus emociones eran tan claras como el agua, había tristeza y culpa en su rostro al mirarlo. Pero en cuanto él la miraba a ella, Bella sonreía y alejaba a las lágrimas de sus ojos, creando una barrera emocional por él.

Lo entendí con claridad entonces: Charlie era el impulso de Bella. Era todo para ella. Lo único que la ataba a la familia que perdió, al hogar del que fue expulsada. Su hermano era su único motivante sin importar lo complicada que pudiera ser la situación, incluso si había pasado tantos meses sin volver a su casa. Bella se aferraba a su única esperanza: recuperarlo.

Le envíe el mismo día las fotografías del testamento a James, yo poco sabía de términos legales y menos aún de leyes, así que no tenía intenciones de sacrificar mi tiempo de esa manera, además James a lo largo de los años había demostrado ser más que sólo bueno en su trabajo. Cualquier alternativa que James nos sugiriera posiblemente terminaríamos acatándola, incluso aunque no fuese de mi agrado.

Y ahora había una pequeña complicación: Bella. O más bien su pasado.

Entre mi grupo de amigos había una frasesilla que usábamos de mofa pero que en realidad estaba bañada de realidad: James nunca se equivoca. Su maldito sexto sentido es detectar problemas, al parecer, como si tuviera un foco en su cabeza que se enciende cuando intuye que podría haber algún inconveniente, pero también se enciende cuando detecta mentiras en las personas, por ejemplo, cuando se hace cargo de revelar una infidelidad, como ocurrió con Heidi. James dijo antes que esos ocho meses de Bella antes de encontrarnos darían problemas y parece que lo harán.

Aunque aun no entiendo el porqué.

Lo único que sé es que Bella cree que eso será un impedimento para conseguir la custodia si esa mujer se entera, también sé que es tal vez, o tal vez no, algo ilegal. ¿Drogas? ¿Consumía drogas?, ¿vendía drogas? Lo primero es legal, lo segundo no. Aunque no la imagino en ninguna de esas dos situaciones.

Tampoco me puedo imaginar la vida de Bella antes de encontrarnos. Las fotografías que había en las cajas de la cochera de su casa muestran una familia unida y feliz. Había muchas fotos de Bella desde niña hasta su adolescencia, las fotografías más recientes enmarcadas parecían de la preparatoria. Lo que entiendo, mamá dejó de colgar fotos nuevas en las paredes cuando llegamos a la universidad, las fotos más recientes eran de cenas familiares importantes como cumpleaños o navidad.

Bella dijo que no estaba lista para hablar de su pasado. Lo que podría significar que realmente es algo oscuro y no está preparada para admitirlo o… que está exagerando como siempre la situación y siendo innecesariamente negativa. Y tal vez deseo que sea la segunda opción.

¿Y si no se refiere a que hizo algo malo? ¿Sino a que le ocurrió algo malo?

Vivía en una zona peligrosa y… No.

Sólo es Bella exagerando.

Tiene que serlo.

¿O no?

No lo sé. Y tengo el tiempo en contra porque en algún momento ella no soportará estar lejos de su hermano sabiendo todo lo que sabe, confío que ella será sincera y me contará sobre eso. Pero preferiría descubrirlo antes, así podré estar preparado para ella y cuando me lo cuente no me tomará por sorpresa, tendré soluciones a cambio y sabré darle palabras de apoyo. También tendré tiempo de asimilarlo.

¿Y si fueran drogas?

O peor.

¿Y si ella asaltaba personas?

¿O robo?

¿O vandalismo?

¿O…

Necesito descartar las opciones para encontrar la respuesta.

Atraer el primer recuerdo que tengo de Bella siempre es más difícil que la vez anterior. No pienso mucho en eso porque me hace sentir culpable. Con qué facilidad estaba decidido a devolverla a esa vida con tal de quitarme su peso de responsabilidades de encima.

¿Pude hacer más por ella?

Tal vez si no hubiera estado tan tomado habría actuado diferente, le habría ofrecido mi brazo para llorar y ella se habría sentido en paz conmigo y me lo habría contado todo desde el principio.

Pero cuando lo recuerdo entiendo que si ella no me lo dijo todo entonces también se debió a mí. Le ofrecí pedirle un taxi o quedarse en la habitación de invitados. No ofrecí pagar el taxi. Solo pedirlo y ella lo entendió así, estoy seguro de eso. Pensaba que ella era una complicación más a mi ya complicada vida, a la que asumía una complicada vida. Puedo verlo ahora. Bella no tenía dinero, ¿cómo habría pagado el taxi? Ella no habría podido elegir esa opción. Y recuerdo que pidió la dirección en la nos encontrábamos y después aceptó quedarse a dormir. ¿Por la distancia a su edificio? ¿Por la cuota del taxi entre tanta distancia? No lo hizo porque se sintiera tranquila conmigo, lo hizo porque no le di otra opción.

No debían ser ni las cinco de la mañana cuando la encontré. El idiota de James me llevó a un bar que resultó ser un prostíbulo. Lo dejé tirado ahí y me marché molesto, borracho y molesto. Y entonces sólo un minuto más tarde pude verla siendo jalada al vehiculo, gritando y pateando intentando soltarse.

Recuerdo haber pensado, cuando me encontré a su lado y su casi secuestrador se fue, que ella no habría tenido ninguna oportunidad contra él. Era tan pequeña, pensé. Y la llevé a mi apartamento. No porque fuera lo más seguro, ni para calmar su llanto o tranquilizarla. Lo hice egoístamente, porque no quería seguir ahí tan cerca de donde estaba James, quería ir a mi casa y terminar con mis reservas de botellas de whisky, era ya domingo y tenía el día libre para sacarme a fuerza de tragos de alcohol a Heidi.

Era todo en lo que podía pensar cuando subí a Bella a mi automóvil.

No contaba con que Bella estaba en medio de una crisis nerviosa, no pensaba en ella, ni en lo que eso había significado para ella, no volví a pensar en que estuvieron a punto de secuestrarla, violarla y a saber cuánto más. No pensaba en la extraña que lloraba sin darme una dirección para dejarla. Sólo pensé en mí. Y cuando revisé la identificación de Bella me encontré con una dirección vieja de otra ciudad, no le presté atención tampoco, aunque estoy seguro que si reviso su identificación ahora descubriré que dice el nombre de la ciudad en la que pasamos una semana de vacaciones, podría asegurar que la dirección será la casa de Charlie.

La llevé a mi apartamento porque no era un desalmado para dejarla a mitad de la calle después de lo que había ocurrido, pero también la llevé porque era lo más sencillo.

¿Y si me hubiese mostrado más preocupado? ¿Ella me lo habría contado todo?

Mi madre se tardó menos de media hora en conseguir parte de la historia. Pero Esme siempre parece preocupada y entregada a ayudar a las personas, es algo que trasmite: confianza. ¿Cómo iba a confiar Bella en el hombre que apestaba a alcohol y que le daba como opción pedirle un taxi?

Así que cuando pienso en nuestro primer encuentro la culpa siempre aparece. No me siento heroico ni satisfecho con mis decisiones.

Si pudiera devolver el tiempo habría roto con esa distancia y la habría envuelto en un abrazo dejándola llorar cuanto quisiera. En su lugar estaba desesperado por no poder conseguir una maldita dirección para seguir con mi patético plan de rompimiento que se resumía a meterme más alcohol en el cuerpo.

No me va a gustar su pasado.

Lo sé.

Cualquier cosa que ella haya hecho que la dejara en el estado en el que ella se encontraba no va a gustarme. ¿Qué tipo de vida se requiere para terminar como ella? Estaba muriendo de hambre, recuerdo, se moría de hambre frente a mis ojos mientras yo me entretenía preguntándome cuánto podría comer y a qué velocidad con ese cuerpo tan pequeño. Y sabiendo que ella sufría de hambre me atreví a devolverla a ese espantoso edificio.

Sin ofrecerle nada, ni dinero, ni comida, ni ayuda, ni siquiera un empleo cuando sospeché que ella estuvo a punto de pedirme trabajo. En su lugar me intenté convencer que dejarla ahí era lo correcto, esa era su vida.

Y ella se veía tan miserable, tan hambrienta, tan débil, tan asustada y triste. Y tuvo que estar nuevamente en peligro para que al fin reaccionara sin pensar en mí. ¿Pero si ese drogadicto no la hubiera molestado yo habría seguido con mi vida? ¿Habría vuelto después?

Bella tiene un secreto, ¿podrían ser drogas?

No, lo habría sabido. La abstinencia la habría delatado.

Y entonces pasó a vivir conmigo. Pero no fui amistoso con ella, fui tan frío como pude serlo, dándole apenas llegó una lista de reglas absurdas, una lista de cosas que esperaba ella hiciera mal para yo deshacerme de Bella, sin sentir culpa.

Al primer error, estás fuera.

Y esa idea me calmó. Saber que si ella se iba sería su culpa, sería yo libre de sentirme culpable por ella. Esperaba que lo hiciera, que se equivocara. Fue por eso que le di a Dolores la tarea de darme las actividades detalladas de Bella.

Lo único que notaba de Bella era que su hambre iba desapareciendo. Y ella se comportaba ejemplar persiguiendo a Dolores a todas partes y queriendo ser útil. ¿Tan asustada debió estar de ser echada?

De nuevo.

De ser echada de nuevo. Asustada de ser lanzada a la calle por tercera vez. Como lo hizo la tía de su padrastro, como lo hizo su exnovio.

Y mientras ella se comportaba ejemplar siguiendo mis estúpidas reglas, yo estaba atrapado en la oficina sin querer volver temprano porque no quería enfrentarme a la desconocida que vivía en mi apartamento, porque sabía que Bella tenía una historia triste y no quería escucharla. No quería hacer preguntas para no sentir más empatía por ella.

Pude hacerlo, pero no quise. No pregunté por su vida, por sus padres, por su pasado, ni siquiera por su apellido. Me bastaba saber que había una joven desconocida viviendo conmigo y que yo estaba alimentándola sin pedir nada a cambio.

¿Por qué iba a decirme su pasado triste? ¿Para qué darme herramientas para echarla de aquí?

Lo comprendo.

Bella oculta algo y no va a gustarme. Por eso no me lo dijo entonces y no lo ha hecho aún.

Dijo que necesitaba estar lista.

¿Lista por si la saco de mi vida? O ¿lista para enfrentar a sus propios monstruos?

Necesito encontrar antes las respuestas.

¿Y si no es lo que hizo? ¿Si es acerca de algo que le pasó?

Parto por lo que sé. Bella vivía con la mujer y después viajó aquí para vivir con su entonces novio, el que le fue infiel con una amiga. Eso es lo que sé. ¿Y si él es el verdadero problema? Porque debe serlo. ¿Y si él le hizo algo a ella?

Aprieto los puños mientras sigo con mi tarea, jalo el plástico con fuerza.

Así que después de mucho analizarlo el día anterior llamé a la única persona que podría entenderla en caso de ser así.

—¿Edward? —sonó sorprendida por mi llamada.

—Hola. ¿Estás ocupada?

—No en realidad. ¿Llamas para agendarme con tu pequeña artista?

—Para eso y algo más.

—Te escucho.

Así que le conté a Rose del descabellado plan. Me convencí mientras hablaba con ella que lo que estaba haciendo no era romper con la confianza de Bella, además si había que darle un atributo a Rose es su prudencia y discreción. Solo quería saber si Bella tiene un problema en confiar en mí por algo que le pudo haber pasado. ¿Qué sabía yo del exnovio de Bella? Que le había sido infiel y la dejó a su suerte. ¿Y si hay más? ¿Y si él es uno de esos inconvenientes de los que me habló Bella?

En alguna parte tengo que empezar.

Jalo con fuerza de nuevo, pero el plástico está atorado en alguna parte del maldito colchón.

Y también por algún lado debo ir descartando opciones. ¿No? Bella debe estar lista para contármelo, pero tal vez yo quiero estar listo para escucharlo.

—¿Qué haces, germen fóbico? —interrumpe mis pensamientos una voz divertida a mis espaldas. Sacudo mi cabeza para alejar los demonios y la culpa de mí.

—Podrías ayudarme en lugar de estar ahí burlándote de mí, ¿sabes?

—¿Y perderme la diversión de verte ser ridículo?

Levanto la vista como un resorte y me encuentro con Bella recargada al lado de la puerta cubriéndose la boca con una mano.

—¿Me acabas de llamar ridículo?

Sacude la cabeza en negación.

—¿No? —miente con tono de pregunta.

—No suenas convencida.

—¿Lo siento? —se encoge de hombros y sonríe detrás de su mano.

—Y tampoco suenas arrepentida.

—Podría empezar tu lista de defectos —levanto una ceja.

—¿Así que ahora te burlas de mí y haces listas de defectos? —se cubre esta vez la cara con ambas manos no por vergüenza, sino para ocultar su risa de mí. Dejo la bolsa de plástico y camino hacia ella. Antes de agarrarla me quito los guantes de látex de las manos dejándolos caer al suelo, descubro su rostro que sigue sonriente.

—¿Si digo que eres adorable siendo ridículo lo compensaría? —levanto ahora ambas cejas.

—Llamarme adorable es ofensivo. Así que no.

Señala a mis espaldas y vuelve a reírse.

—Entonces sólo ridículo.

—¿Ser ridículo es un defecto entonces?

—No… un poco. Pero me gusta. Aunque debes admitir que estás exagerando un poco —me levanta una ceja exigiendo que le dé la razón, pero me resisto a eso.

—Creo que estás pasándotelo en grande viéndome hacer esto.

—Te dije que podía ayudarte y dijiste que lo harías solo.

—Sin una ayudante que se riera de mí, eso dije —porque eso ha hecho desde que empecé con esto.

—Parece la escena de un crimen. ¿Y para qué quieres los guantes?

—Cuando tu hermano llegue a la universidad usaras guantes para entrar a su habitación —abre la boca y me apunta con su dedo.

—Eres desagradable.

Sonrío.

—¿Lo añadiste a la lista, preciosa?

—Eso no. Además, yo dormí aquí durante semanas, no debería haber cosas raras porque —se interrumpe y sus ojos se abren en grande, mi sonrisa crece— ¿o sí? —me encojo de hombros, desde que me enteré del uso que le dio mi hermana a este colchón me juré que iba a sacarlo. Alice es Alice y no quiero correr riesgos. Aunque me temo que ya he corrido riesgos. Yo también estuve en esta cama en las últimas semanas gracias a Bella.

—Y no es alergia a los gérmenes. Por cierto.

—Tapizaste mi habitación en plástico, y no hablemos de la mueca en tu cara que le has puesto al pobre colchón desde que lo tocaste.

—No lo toqué —señalo los guantes del suelo, aprieta su sonrisa con sus labios para no reír, lo que es una pena porque realmente me gusta su risa.

—¿Y cuándo vendrán por los muebles?

—Mañana por la mañana. Quiero sacarlos al pasillo para poner el plástico en el suelo, aunque podría conseguir lona o instalar un —Bella me interrumpe.

—¿Cómo una escena de crimen? —lo vuelve a intentar con la misma broma. Sonrío para tenerla satisfecha con su mal chiste, su sonrisa crece aún más burlona que antes.

—Tu habitación tiene alfombra y no es que yo sepa mucho de pintura, pero algo me dice que esas dos cosas no son amigas.

Hace una mueca con sus labios moviéndolos de un lado a otro en un mohín y sé que he dado de nuevo en el blanco.

—Puedo seguir dibujando a lápiz.

Cuando Charlie estuvo en el apartamento dijo que lo de Bella era pintar en óleo, ella es buena dibujando a lápiz, incluso con carboncillos, pero si algo bueno tuvieron los días en la que fue la casa de sus padres fue descubrir esa colección de pinturas de Bella. Ella era realmente impresionante.

Y yo no iba a seguir siendo un impedimento para que ella alcanzara a explotar ese talento. En lo que Bella catalogó como nuestra primera cita oficial, para mí lo era ese desayuno en Mcdonalds con su hermano, ella confesó que lo que la alejaba de ser pintora era básicamente el dinero. Y yo -no es que estuviera forrado en dinero y billetes con muchos ceros- tenía la manera de facilitarle eso.

Además, lo que le compré de pintura y accesorios no era más de lo que Alice llegaba a gastar por mí cuando usaba de pretexto el cambio de clima para añadir más prendas a mi armario. Imposible no era. Lo complicado en realidad fue hacer que Bella cediera hasta el punto de renunciar a la cafetería y aceptar que mi plan era mejor que el suyo.

—Tus cuadros llegan en dos días —le recuerdo cuando se queda en silencio viendo la habitación, solo necesito terminar de meter el colchón en esa gigante bolsa de plástico diseñada para eso y podremos continuar arreglando este lugar.

—Estás demasiado emocionado y tal vez Rose sea mi única cliente. ¿Qué si resulto ser la peor inversión de tu vida? —vuelve a intentar hacerme cambiar de opinión.

—Estás siendo negativa de nuevo, y eso sí entraría en tu lista de defectos.

Me saca la lengua infantil en lugar de ofenderse o mostrarse más negativa, no hay atisbos de sus antiguas reacciones, en lugar de eso sonríe.

—Conozco de alguien que pagaría mucho por un retrato —le digo fingiendo un tono tranquilo, me agacho para tomar los guantes del suelo y camino de regreso al colchón, jalo el borde del plástico, solo me falta la mitad y estará dentro por completo.

—¿Un retrato de él? —pica el anzuelo.

—No. Más bien como un auto-retrato de la artista, pero me gustaría un desnudo.

La miro y sonríe con sus mejillas sonrojadas.

—No —responde cortante mientras se cruza de brazos.

—¿No?

—No. ¿Tienes idea de lo que me costó dibujar mi rostro? Ni en un millón de años podría hacer algo así.

—No perdía nada con intentarlo —respondo encogiéndome de hombros.

Bella se acerca y me ayuda a dar los últimos tirones del plástico.

—Iugh. Tocaste los gérmenes del colchón —bromeo, casi, ella sonríe traviesa antes de querer agarrar mi rostro con su mano, la sostengo de la muñeca— ni lo sueñes.

—¿No dijiste que no eras fóbico a…

—Dije que no —le levanto una ceja poniendo una expresión seria, pero eso no parece importarle.

—Es una pena, porque yo podría tocarte con esta mano —sacude su mano derecha que tengo atrapada de la muñeca entre nosotros— en todo tu cuerpo. Tendrá que ser en el mío.

—¿Cómo puedes decirme cosas así después de llamarme ridículo?

—Porque sigues siendo muy guapo —estira sus dedos para acercarse a mí y alejo mi cara.

Empujo el colchón con una mano para que caiga al suelo.

—Déjame mostrarte lo guapo que puedo ser —sonríe y la hago caminar hacia la ducha. Estoy bañado en sudor y ella sí tocó el colchón. Se ríe cuando entiende mis intenciones, pero no pone resistencia y como buena víctima se deja llevar a la ducha de lo que será su estudio de pintura.

Ella

Viernes, 13:15

Había pasado una semana desde que regresamos. En pocos días me acostumbré a la nueva rutina, en lugar de ir a la cafetería pasaba toda la mañana y parte de mi tarde trabajando en mis pinturas. Rose agendó para la siguiente semana, para que Emmet tuviera descanso laboral. Así que aproveché estos días para pintar a libertad.

Edward mandó traer mis cuadros de pinturas junto con las cajas de ropa con mi nombre a su apartamento. El resto de cajas las dejó en una habitación con seguro en su casa de playa. Así que ahora tenía mis zapatos y mucha más ropa, aunque la mayoría de ésta no era precisamente mi ropa preferida, esa ropa la vendí hace tiempo. Pero no importaba porque -aunque la mayoría de la ropa que llegó en la caja era ropa vieja- podría utilizarla como mi ropa para pintar.

Los zapatos sí que eran de mi agrado, tenía botas, zapatos, zapatillas, botines, sandalias y tenis deportivos. Cuando empaqué me llevé mis converses blancos como única elección de calzado pensando que podría volver después por lo otro cuando me asentara con Eric.

Así que ahora tenía una docena de zapatos extra. Por suerte el vestidor de Edward tenía el suficiente espacio libre en el área de calzado para que mis zapatos entraran. La ropa en cambio la colgué en la que fue mi habitación y que se convirtió en mi estudio.

También llegó una caja con material de pintura que había sido de mamá. Y ya que Charlie no tenía permitido pintar por culpa de esa bruja, decidí traerla conmigo en el mismo viaje que nosotros.

Pasaba mucho tiempo en ese espacio del apartamento, me dolían los dedos y los brazos de tanto pintar, ya me acostumbraría, pero por ahora disfrutaba de la sensación del entumecimiento. Era como mi pequeño lugar, Edward lo adecuó para que no estropeara la alfombra del piso o el tapiz de la pared. Era una exageración, tal vez, pero posiblemente se debía a que el lugar estaba en venta y era más sencillo remover plástico y lona que pintura seca.

—Quédate quieto —advierto levantando el pincel en su dirección fingiendo ser amenazante, sonríe.

—Cuando termines titúlalo "Tortura a un hombre que ve a una hermosa joven a la que quiere desnudar sin poder moverse"

Sacudo mi cabeza.

—Estás distrayéndome. Necesito practicar antes de pintar a Rose y su esposo. Y prometiste que me ayudarías.

—Con dinero. Cuando dijiste que necesitabas ayuda para ese cuadro yo pensé que hablabas de dinero —sonrío.

—No, no hablaba de dinero. Y tú prometiste que me ayudarías, así que no te muevas.

—¿Cómo se supone que obligaras a Emmet a quedarse quieto? ÉL no conoce la paciencia, y honestamente yo creo que agotaste toda la que me quedaba en mi cuerpo —me río y sigo haciendo trazos y él por suerte deja de moverse.

—Dije que iba a compensártelo.

—¿Ah sí? —levanto mi vista del lienzo a él.

—Sí —le doy una sonrisa que dice más y él lo comprende porque sus hombros se relajan.

—¿Y qué tal estuvo tu día? —la mejor parte de pintar a Edward era que podíamos platicar y sólo platicar, los dos metros de distancia que nos separaban evitaban que terminara cayendo a sus encantos o con invitaciones irresistibles de sexo.

—Productivo, terminé la pintura de ayer. Estaba pensando en volver a pintar el cuadro de las montañas —trabajo con el cabello del Edward de la pintura, una mezcla de cabellos castaños y oscuros.

—No. No quiero eso —sigo pintando sin animarme a levantar la mirada. He aprendido a reconocer cuando Edward usa su tono de broma con falsa seriedad y el tono serio real, y este es el real.

—¿Por qué?

—No me gustaba.

Aprieto los labios y bajo la mirada a la pintura para hacer una nueva mezcla de colores.

—¿Por qué? —insisto una segunda vez.

—Eres muy curiosa últimamente —evade darme una respuesta.

—Te dejaré ver tu retrato si me lo dices —intento con el chantaje, levanta una ceja.

—Curiosa y ahora intentas sobornarme, ¿qué has hecho con mi Bella?

Sonrío. Su Bella.

—Cuando le contaste a Esme y Alice lo que Charlie le hizo al cuadro estaban sorprendidas, ¿seguro que no era una reliquia familiar?

—No, no lo era —su voz es firme y tensa.

—De acuerdo —digo sin sonar convincente. Me aseguro con el pincel más delgado de dejar trazos firmes. Miro a Edward y a la pintura—. Te moviste.

Me levanto del banquillo frente al bastidor y camino a donde Edward está sentado en una silla del comedor. Acomodo su camisa y vuelvo a poner su codo en la rodilla derecha mientras su mentón se recarga en su puño cerrado.

—¿No pudiste escoger una pose más incómoda? —finge un reclamo, acomodo el cabello de Edward sin responder a su pregunta, en realidad, él escogió esa pose y lo sabe—. Oye —lo miro finalmente a los ojos azules.

—Podría intentar imitarla, me saldrá casi igual si tuvieras una foto.

—No quiero que lo hagas.

Ruedo los ojos.

—¿No confías en mis habilidades pintorescas?

Sonríe al tiempo que pone sus manos en mis caderas para detenerme frente a él, abandonando por completo su pose. Es un terrible modelo.

—Fue un regalo de Heidi.

Oh.

Por eso su madre y hermana estaban al tanto de esa pintura. Y por eso prefirió que mi hermanito de entonces siete años le arruinara el cuadro. Él no quiere que la pinte y yo tampoco quiero hacerlo.

—Espero que le haya costado una fortuna —se ríe.

—Me costó una fortuna —admite. Mis ojos se abren en grande.

—¿Qué clase de regalo es ese?

—Está en la lista de los peores regalos que he recibido y pagado—dice girando sus ojos.

—¿Hay más?

No responde esta vez. En lugar de seguirle exigiendo respuestas, le doy una que no ha pedido.

—Cuando era niña, mamá me regaló un hornito de Barbie. No sé qué pasó, pero ese mismo día por la tarde, estaba descompuesto —Edward sonríe dejando un beso en el dorso de mi mano.

—Creo que yo sí sé qué pasó. Intentaste usarlo —le entrecierro los ojos jugando y continuó mi historia ignorando su comentario.

—El punto es que fue mi última navidad de santa, me confesaron el secreto de la navidad a los diez años y fuimos a hacer uso de la garantía. Pero yo no elegí mi segundo regalo de navidad, papá lo hizo. Dijo que si sería mi último regalo de santa entonces él quería elegirlo y lo dejé hacerlo.

—¿Peor que un horno de microondas?

—Mucho peor. Me compró una casa de muñecas. Gigante. Mamá me dio un apretón en el brazo y yo tuve que fingir estar muy emocionada. Ni siquiera jugaba a las muñecas para entonces.

—Al menos había una buena intención detrás.

—Eso me repetí un largo tiempo.

—¿Y cuánto tiempo guardaste esa casa?

—Demasiado. Tuve que accidentalmente tirarle un bote de pintura encima para no herir los sentimientos de papá. Donó la casita e insistió en que podía comprarme otra si era lo que quería. Yo tenía quince años. ¿Entiendes lo que digo? Quince años. Pero como mamá estaba embarazada, creo que sólo intentaba consentirme por mis últimos días de hija única. Él no era muy bueno en los regalos —mi voz se pierde al final. Edward pasa su pulgar por mi mejilla para borrar la lágrima que salió sin permiso de mis ojos.

—Fue un buen papá.

Parpadeo para luchar contra las lágrimas. Edward empuja mis caderas hacia él y termino sentada con las piernas a los lados de la suya, sentada en su regazo mirando hacia él. Recargo mi cabeza contra su pecho escuchando los latidos de su corazón para calmarme mientras las manos de él pasean por mi cuerpo.

—Lo fue, lo fueron… y aún así ella quiere que Charlie olvide a mamá.

—No lo hará, tú te aseguraras de eso.

—¿Cómo?

—Tengo algo para ti.

Me levanto para permitirlo que saque algo del bolsillo de su pantalón, su celular, levanto una ceja sin entender de qué va esto.

—Me compré un celular nuevo, así que este es tuyo ahora. Ya borré todo lo que había en la memoria.

Miro el celular que se encuentra en perfecto estado.

—No te compré uno —añade ante mi falta de respuesta.

Paso mis brazos alrededor de su cuello en lugar de tomar el teléfono, sentándome en su regazo y dejando mi nariz contra la suya.

—Gracias.

—Agradece a la compañía de celulares que renuevan modelos cada tres meses.

Niego con mi cabeza sin que lo haya comprendido y paso mis dedos entre su cabello.

—Por aparecer en mi vida.

Pone su mano en mi mejilla con dulzura antes de volver a hablar, sus ojos se quedan fijos en los míos.

—Si pudiera volver el tiempo, lo haría mejor esta vez.

¿Mejor? Lo único que podría mejorar mi pasado sería que apareciera ocho meses antes en mi vida.

—No podría ser mejor —digo en su lugar antes de besarlo.

Sábado, 10:40

Ese día me quedé en el apartamento sola, Edward tenía reuniones y entregas de proyectos importantes, al parecer salir de la ciudad sin aviso y por tantos días iba a costarle con horas extras en la oficina. Estaba intentando recrear un paisaje a óleo cuando escuché la puerta de la entrada abrirse por Edward.

¿Tan pronto? Sonreí, Jasper iba a matarlo. Cuando dijo esta mañana que encontraría una excusa para escaparse antes no pensé que hablara en serio.

Caminé sonriente a la entrada principal, pero en lugar de encontrarme con él, me encontré con un rostro desconocido.

—¿Dónde está la señora de la limpieza? —preguntó el hombre tambaleándose y dejándose caer en el sillón de la sala. Estaba borracho.

No era ni mediodía y estaba borracho.

—¿Puedo ayudarle? —pregunté sintiendo piquetes en mi estómago. El hombre me miró a mí entrecerrando sus ojos, quizás demasiado mareado para pensar en nada más.

—¿Dónde está Edward? —exigió una respuesta. El hombre llevaba un pantalón de vestir y una camisa de manga larga con los botones abiertos por completo mostrando una camiseta blanca por debajo, o al menos que debió ser blanca y que estaba manchada por alcohol y cigarrillo.

—Tomando un baño —mentí. Asintió manteniendo su mirada en la puerta principal. Con pasos lentos me acerqué a la cocina y tomé el teléfono de la casa de la pared. Mi celular estaba en el estudio de pintura. Llamé al número de Edward con velocidad, ocultando el teléfono detrás de la barra de la cocina.

—Quiero bourbon —ordenó. Un vaso de whisky, ¿dónde están los vasos de whisky?

—Claro, en un momento —le di la espalda llevando el teléfono a mi oreja con mis pulsaciones golpeando con fuerza contra mi pecho. Contesta, contesta, contesta.

—Hola, preciosa. Estoy a punto de ir a una reunión ¿te puedo devolver la llamada en un minuto?

—Hay alguien aquí —hablé con voz baja mirando sobre mi hombro al borracho del sillón.

—No lo entiendo.

—Un incendio —las palabras salieron entre mis dientes sin atreverme a hablar más alto que el sonido que se escapaba de ese modo.

—¿Bella? —y obviamente Edward seguía sin comprender ninguna palabra.

—Un incendio —esta vez fui mas clara.

—¿Estás bien? —su tono cambio a preocupado.

—¡Mi whisky! —gritó el hombre y yo brinqué en mi sitio.

¿Dónde estaban las botellas?

—¿Está borracho? —preguntó Edward, así que él sabía quién era esta persona.

—Sí.

—Ve al cuarto y pon el seguro.

—¿Vendrás?

—Iré. Quédate al teléfono.

El hombre se había levantado y llegado al otro lado de la barra.

—¿Dónde está mi whisky? —sujeté con fuerza el teléfono en la mano contra mi oído. Sonríe Bella, solo sonríe. Sonreí.

—Estoy en eso —mentí.

—No te veo moviendo ese trasero, niña.

—Bella, ve a la habitación —escuchaba la voz de Edward, aunque era incapaz de seguir sus órdenes.

—Yo…

—Eres la del video —me dio una mirada amarga.

—Bella, ve a la habitación.

—¿Qué haces aquí? —insistió el hombre por respuestas atropellando las palabras al hablar.

—Bella —la voz enojada de Edward salía desde el celular, pero no podía enfocarme en las indicaciones sino en el extraño frente a mí.

—Vivo aquí.

Mi corazón comenzó a bombear con fuerza contra mi pecho.

—Las rameras cazafortunas son la especialidad de Edward. Supongo que lo heredó de mí.

—¡Bella! —la voz de Edward gruñe, pero sigo inmovilizada.

Oh mierda.

—Sal de ahí.

Yo también quisiera poder salir de aquí, pero estoy congelada en mi sitio.

—El bourbon, ¿qué estás esperando, linda? —da un par de pasos hacia mí y por fin reacciono, retrocedo.

—Yo…

—Bella. Ve. A. La. Habitación.

Respiro hondo.

—¿Con hie-lo?

—Y agua mineral.

—A la recamara, ahora.

Salgo caminando despacio de la cocina sin atreverme a darle la espalda y después corro hacia la habitación. Me encierro y segundos después lo tengo del otro lado de la puerta golpeando con fuerza. Intenta abrir la manija, pero el seguro lo impide. Empujo el sillón ocasional de la esquina frente a la puerta sentándome encima de éste

—¿Sigues ahí? —pregunto al teléfono.

—¿Cómo entró?

—Tiene llaves.

—No tiene llaves.

—No lo sé. Sólo entró.

—¡Mi whisky! —vuelve a gritar el hombre desde el otro lado, salto en mi lugar.

Me quedo escuchando la respiración de Edward, ninguno de los dos decía nada, yo no quería ser escuchada por el hombre y él parecía muy entretenido maldiciendo y haciendo sonar su claxon para llegar antes.

—Estoy llegando.

—Señor, Edward. Se ha puesto agresivo y decidimos dejarlo subir para no llamar a la policía y crear un escandalo —reconozco la voz del portero.

—La próxima vez, llama a la policía.

—Pero…

—Llama a la policía.

Unos golpes contra la puerta.

—¿Dónde está el whisky, pequeña?

Cuelgo el teléfono, Edward estará aquí en cuestión de minutos, respiro hondo y abro la puerta. Había pasado meses lidiando con hombres como él, podía hacer esto.

—En la sala.

—¿Eres la nueva puta de mi hijo?

Él era el padre de Edward.

Miro detrás de mi espalda.

—¿Dijiste que estaba aquí, no?

—Viene subiendo ahora mismo. Regresa a la sala —dije con voz firme.

—Pequeña mentirosa. Sé que él no vendrá. No está interesado en hacer negocios con su padre, pero sí tiene tiempo para follarse a cualquiera que se lo permita. No aprendió nada de mí. El esposo de Esme le ha metido tanta mierda en el cerebro que no quiere verlo.

—Regresa a la sala —repetí aunque mi voz había perdido toda su firmeza.

—No va a venir —se queja tambaleandose a punto de caer al suelo y en lugar de dejar que lo haga, lo sostengo para evitarlo, lo que es un error y lo entiendo un segundo después, sus manos se agarran con fuerza a mis brazos imponiendo su fuerza, intento separarme, pero su agarre es firme.

—Suéltame.

—Todo lo que he hecho para él y sólo ha sabido darme la espalda cuando más lo necesito —me zarandea mientras habla.

—Él está por llegar.

—Esme, tú, Heidi, todas son un impedimento para nosotros. Mi hijo no quiere verlo.

Comienza a caminar conmigo a pesar de la resistencia de mis piernas, me empuja hacia la cama y caigo al colchón. Por suerte yo estoy sobria y él demasiado borracho así que puedo rodar sobre mi misma antes de que él también caiga al colchón a mi lado. Me arrakstro hasta la orilla de la cama y corro fuera de la habitación con mi corazón dando brincos erráticos contra mi pecho.

En mis prisas no me doy cuenta que llevo las agujetas sueltas y las piso cayendo al suelo, apenas puedo meter mis brazos para no estampar mi cara contra el piso, estoy intentando ponerme de pie cuando una mano jala mi brazo para levantarme, y sé por el modo en que se entierran sus dedos y aprieta con fuerza mi piel que no es Edward.

—Iré por el whisky —intento volver a calmarlo, pero su mirada es furiosa.

—Todas son unas zorras mentirosas —sus ojos me recorren como si estuviera calculándome y a mí se me encoje el estómago de miedo y asco—. Te pagaré lo que pidas si te alejas de mi hijo. ¿Cuánto vale desaparecer?

—Suéltame.

Sonríe con ironía.

—Venga, niña, pon un precio —jalo de mi brazo con fuerza intentando liberarme.

—Edward viene en camino.

—Dame una cantidad.

Puede que esté borracho, pero sigue siendo más grande y más fuerte que yo, así que cuando me jala hacía sí, mi cuerpo no puede poner la suficiente resistencia para evitarlo.

—Que me sueltes.

Reacciono antes que pensar, pero cuando menos me doy cuenta mi rodilla se estrella con fuerza contra su entrepierna consiguiendo tres acciones en cadena. La primera de ellas es que me suelta, la segunda es que el hombre termina arrodillado en el suelo llevándose ambas manos a esa parte de su cuerpo y la tercera es la voz enfurecida de Edward a mis espaldas.

—¿Qué crees que estás haciendo?

Miro de Edward a su padre que sigue agachado en el suelo. Oh cielos ¿qué es lo que acabo de hacer? Le di un rodillazo a su padre. Todo esto se habría evitado si me hubiese quedado en la habitación como Edward me pidió, pero tenía que fingir saber cómo ponerlo en control y demostrarle ser más valiente que él.

—Quiero que salgas de mi apartamento.

Abro y cierro la boca en busca de una respuesta mientras miro al hombre retorcerse de dolor en el suelo, pero no tengo ninguna manera de defenderme. He golpeado a su padre. No sólo eso, le hice una promesa a Edward. No me iría de aquí hasta que tuviera la manera de hacerlo y sobrevivir, o hasta que él lo dijera explícitamente. Y aquí está, diciéndomelo con cada una de sus letras.

—Ahora.

Mi piel pica y mis piernas de pronto me parecen demasiado débiles, solo tenía que quedarme en la habitación a esperar a Edward y esa rebeldía me ha vuelto a poner en dirección a la calle. Respiro lento y hondo intentando controlar mis emociones.

—No me hagas llamar a la policía.

Puedo sentir la ira en cada una de las sílabas, aquí y ahora. Pero no puedo concentrarme, muerdo con fuerza mis labios y parpadeo con rapidez. ¿Tendré tiempo para tomar mi ropa e irme? Por lo menos el dinero que está debajo del colchón, no puedo irme de aquí sin

—Hablo en serio.

¿Qué hare sin ropa ni dinero? Miro al hombre que está intentando aun ponerse de pie. Solo lo he golpeado porque necesitaba defenderme, no es como que lo hubiese matado a golpes ni dado una brutal paliza. Ha sido algo simple de defensa personal.

—¿No me has oído antes?

Claro que lo he oído antes, llevo más de dos meses oyéndolo con atención. Así que no voy a dejar que me saque de aquí por un malentendido. No me voy a ir. No esta vez.

—No voy a irme —digo cruzándome de brazos y encarando a Edward. Me mira con sorpresa, posiblemente no está acostumbrado a que me rebele contra sus ideas, pero no planeo volver a la calle por una tontería, no sólo eso, no voy a perderlo a él. Ahora no me basta con que me lo diga de frente, necesita tener una razón de verdad importante para que decida romper conmigo y sacarme de aquí—. No voy a irme —le repito cuando veo que no va a decir nada.

—Así son todas las mujeres. Compras la casa tú, y ella se la queda.

Edward le da una mirada molesta hacia el suelo donde aun sigue su padre, cuadro mis hombros y levanto el mentón. Respiro hondo.

—Y tú no vas a dejarme.

A excepción que realmente quiera dejarme. No, no quiere. Por supuesto que no. Él me quiere a mí. Edward camina hacia mí y mi voluntad flaquea porque me encojo en mi lugar, ¿va a sacarme a la fuerza? No, él no lo haría. ¿O sí? No. Sostengo el aire para no permitir que la bola de púas siga inflándose dentro de mí. Él me ama, él no podría sacarme por un malentendido.

—Ve a nuestra habitación —habla Edward poniendo su mano en mi mejilla y tardo unos segundos en comprender sus palabras. ¿Me está dando tiempo para tomar mis cosas?

—No voy a irme —mi voz no suena tan firme, apenas es más alta que un susurro, pero mi decisión se sostiene. No voy a irme.

Esta mañana al despertar dijo que cada día era más difícil salir de la cama sabiendo que podría quedarse conmigo todo el día. Y yo sonreí con los ojos cerrados sintiendo su respiración en mi oído y su cuerpo en mi espalda apretándose contra mí. Le dije que se tomara el día libre y él se rio diciendo que Jasper vendría por él si no aparecía en la reunión de ese día.

La reunión en la que debería de estar ahora mismo en lugar de estar aquí. Pero esto no es mi culpa, yo también debía estar aquí; su padre -que después de tantas semanas apenas se aparece con todo ese alcohol encima- no debería estar aquí. Agarro la mano que Edward tiene en mi mejilla.

—Fue un accidente.

—No, no lo fue —dice Edward con voz dura contradiciendo mis palabras, ¿le cree? ¿Le cree? Por supuesto que le cree, es su padre.

—Me atacó —dice el hombre que está poniéndose tambaleante de pie.

Aprieto la mano de Edward, como si necesitara sostenerme de él, no va a dejarme. No puede hacerlo. No lo haría. Él me quiere a mí.

—Ve a la habitación —me repite.

—¿Dónde está el whisky? —camina el padre de Edward hacia la cocina y se detiene a final del pasillo en espera de una respuesta.

—Alice tiró las botellas —le dice Edward sin dejar de mirarme, no puedo moverme.

—Mi niña metiendo en problemas a su padre siempre.

Mis ojos no pueden evitar desviarse de Edward al borracho al que le ha cambiado la voz a una dulce. Por lo que sé su relación con Alice es inexistente, desapareció al nacer ella y ahora parece conmovido por algo que debería tenerlo molesto al quedarse sin alcohol.

—Bella —la voz de Edward es de nuevo tranquila—, ve al cuarto. Iré contigo después.

—Yo no voy a

—Por supuesto que no —su pulgar acaricia despacio mi mejilla—, no te quiero cerca de él, quédate en nuestra habitación.

Y cuando al fin mis piernas reaccionan y camino hacia ahí como me indica, me acuesto en la cama, no sin antes poner el seguro y la silla frente a la puerta, no puedo evitar preguntarme quién es el desconocido que se hace llamar el padre de Edward.

Chan chan. ¿Qué te ha parecido el capítulo? ¿Valió la pena la espera? Cada vez Bella está más cerca de ser la persona que sería sin su pasado atormentandola, ¿Qué te pareció ese repaso de Edward con una perspectiva diferente de sí mismo con los sentimientos que tiene por ella de sus primeros días juntos? (Las veces que me leí esos capítulos para no dejar detalles, uff!). ¿Y qué tal la aparición de Aro, el padre de Edward?

No sé si lo saben pero estrené nueva historia: Una madre sin esposo. Esa es la historia en la saga que cuenta la historia de los padres de Edward y Alice, pero como estoy adaptando la historia a FF decidí adaptarla con la pareja de Edward y Bella, se leen completamente independientes las historias entre sí así que no hay ningun problema en comprenderla.

NOTITA:

Ya sé que dije que ya lo tenía, y así era, en realidad lo amplié como dos mil palabras más unicamente a lo que ya tenía pero cómo me costaron esas escenas, plus la vida y la migraña haciendo de las suyas para detenerme a escribir, pues me tomó días extras. En fin.

Muchas gracias por los comentarios, realmente son la inspiración y la energía para hacerlo, estas ultimas semanas volvieron mis ataques de ansiedad por las noches así que al despertar estoy como zombie por lo poco que duermo y lo mucho que sufro mientras se me pasan esos ataques, y es realmente un poco corta inspiración eso. Y como no he estado escribiendo por lo mismo, me quedo sin la escritura que es mi método para lidiar con la depresión -sólo me falta estrés para tener el combo emocional.

Creeme no hay nadie más interesado en llegar al final de esta historia que yo, porque está (palabra eliminada para evitar spoilers), sin embargo hay varios capítulos a los que no les escribí algunas escenas en el primer borrador de esta historia y que sólo tengo como "AQUI OCURRIRÁ ESTO", pensando que mi yo del futuro lidiaría con esos capítulos, y mi yo del futuro resulta que soy la yo del presente que ya tiene que lidiar con ellos. Así que si me atraso es porque algunos están casi terminados, y por casi me refiero a un empujoncito y se escriben, pero el empujón a veces topa con la pared de la depresión, de la ansiedad, de mi vida laboral, de mi vida personal y se vuelve más difícil de lo que parece.

Y he andado muy corta de inspiración para Una dama de burdel, para estos específicos capítulos, los últimos cinco capítulos ya están esperando por publicarse. Y agradezco mucho a los que me leen en silencio, el mero hecho de prestarle un minuto de su tiempo a esta historia lo agradezco.

Y alguien podría sugerir pues ya parale de publicar tantas historias a la vez, pero si me bloqueo con una historia esas otras historias son las que me mantienen pensando todo el día en posibles escenas, finales, acciones de los personajes y me alejan de esas otras ideas deprimentes y suicidas que se cuelan cuando no estoy pensando en historias ficticias, así que no es una opción para mí.

La literatura me mantiene viva de un modo muy literal. A lo que voy es que agredezco mucho que me leas, mucho, pero no tienes una idea de cuánto me ayudan los comentarios porque esos son los que a veces despiertan un foquito de inspiración, son esos los que me empujan a veces a continuar una idea que no había notado que podía explotar en la historia o sencillamente me ayudan a tener una diferente interpretación. Sin el chantaje emocional que esto pueda parecer, agradecería mucho un comentario de vez en cuando.

Muchas gracias por leer.

Subiré adelanto de esta historia mañana en mi cuenta de Instagram, si quieres recibirlo por aquí, porque no tienes Instagram, también puedes pedirlo.

Cuenta de Instagram: Anbeth Coro