Disclaimer: el mundo mágico y sus personajes no me pertenecen, tampoco gano dinero escribiendo esto, solo dolor y sufrimiento.
Advertencias: Relación ChicoxChico. Slow Burn. Angst. Enemies to Lovers. Hurt/Comfort. Uso de drogas en menores. Homofobia, mucha homofobia. Un mundo mágico lgbtfóbico. Mención de suicidio. Depresión. Albus Potter es un mal amigo. Si cualquiera de estos temas te incomoda, te invito a buscar otra historia. En esta se va a sufrir mucho...
Pareja: Es un slow burn, así que esto pasará muuuuucho después, pero pongo de inmediato que la pareja es James Sirius Potter con Scorpius Malfoy
Nota de la autora: Acá les traigo el capítulo adelantado, estoy tan llena de cosas que solo pensé en fanfics jajaj :')
¡Disfruten la lectura!
Capítulo 25: Fiesta de fin de año
Cuando mamá enfermó ya no podía salir tanto como antes. Ella me pidió que cada vez que volviera de alguna actividad le contara con muchos detalles las cosas que había hecho. Como era un pedido de mi madre, me esforcé en conseguir las historias más grandiosas, así que trabajé en superar mis miedos y nunca rechacé una invitación.
Volví de la casa de los Potter muy temprano. Al desayuno, mi padre no mostró señales de haberse enterado de mi fuga, lo que me tranquilizó un poco. Pero la ansiedad respecto al tema no se esfumó hasta que Lupin regresó a pasar el resto de vacaciones con nosotros. No supe si Potter le había dicho algo, pero su expresión y palabras daban cuenta de que ignoraba por completo la visita que le hice al Gryffindor.
Pasé los siguientes días ocupado entre mis parientes y mandando notas de agradecimiento por los regalos que me habían dado. Sentí algo de culpa cuando vi entre ellos un libro muggle con una pequeña dedicatoria en la primera hoja. El chico del tren me había regalado una antología de cuentos muggle y, aunque yo también le había preparado un regalo que sé que había recibido, no tuve el valor para escribirle.
Había pensado que los siguientes días serían aburridos, pero Potter me escribió una carta diciéndome que sus amigos muggles harían una fiesta para fin de año y que si quería asistir solo tenía que confirmarle e ir a Grimmauld Places. Escaparme justo en esa fecha sonaba riesgoso, mi padre, la tía Andromeda y Lupin se quedarían esperando hasta las 12 y probablemente no podría usar la chimenea para moverme. De todas formas, acepté. Aún tenía que entregarle su regalo a Potter.
La cena del 31 fue grandiosa, mi padre había ordenado a los elfos hacer varios platillos y un montón de postres. La tía Andromeda trajo un vino que, según ella, llevaba guardando desde hace diez años, y se puso a beber desde el almuerzo. Lupin nos divertía haciendo imitaciones mientras mi padre había preparado unos fuegos artificiales. A medida que las horas pasaban, la tía Andromeda se dedicó a molestar a papá para que aceptara la invitación a la fiesta de los Zabini, parecía deseosa de que saliera de la casa y, finalmente, mi progenitor aceptó irse luego de que dieran las 12. Luego de que recibiéramos el nuevo año, Lupin avisó que también se iría.
—¿Seguro que estarás bien, Scorpius? —me preguntó por cuarta vez mi padre.
—Deja al chico tranquilo, Draco —rió la tía Andromeda—. Yo estaré con él, tú vete a divertirte.
Le tomó media hora lograr convencerlo y cuando nos quedamos solos, la bruja se levantó y se despidió.
—¿Tienes sueño, tía?
—No soy tonta, Scorpius. Un chico de tu edad querrá divertirse —ella me sonrió—. Me iré a dormir y no sabré si estás aquí o no. Cuídate y no hagas que me arrepienta.
Me tomó un poco darme cuenta que me estaba dejando la vía libre y solo pude sonreír. No estaba seguro qué creía ella que yo haría, pero entendía que no debía decir nada. Le mandé una lechuza a Potter y me fui a alistar, traté de buscar las prendas más muggles que tenía y no le di importancia a verme formal, al fin y al cabo, se celebraba el fin de año. Pasada la una de la madrugada tomé la red flu para ir a la antigua mansión de los Black.
—Al fin llegas.
Había algo más de luz que en mi anterior visita, pero seguía siendo insuficiente para la habitación. Potter estaba con su cine portátil en la mano y me miró con una ceja alzada.
—Pensé que vendrías con mi polerón.
—¿Querías que lo trajera?
Había olvidado por completo que debía devolver la prenda. Había estado escondida desde el verano hasta navidad y esa vez había quedado llena de mocos y lágrimas.
—No, lo digo para verte más muggle.
—¿Esto está mal? —me miré—. Lo siento, el polerón está sucio, aún no le pedí a los elfos que…
—¡Shh! ¡Shh!
Potter guardó su cine portátil en su bolsillo luego de hacerme callar y me hizo una seña para que le siguiera. Vestía por completo de negro y aunque su atuendo seguía pareciendo algo que se usaría para hacer deporte, sí se veía más arreglado que otras veces. Pensé que había sacado el tema de la sudadera únicamente para molestarme. Lo seguí en silencio hasta que salimos a la calle, había nieve acumulada y hacía frío, pero el cielo estaba despejado. Recién allí recordé el regalo de navidad que le había traído.
—Ehm… ¿Potter? Este es el regalo que no te había dado.
Saqué del bolsillo del abrigo un pequeño paquete. Potter se giró y tomó el regalo, le indiqué que lo abriera y esperé ansioso su reacción.
—Como en el verano dijiste que querías ser auror, pensé que te podría ser útil. Quizás ya tienes una funda para la varita, si no te gusta lo puedes regalar a otra persona o botarlo, no voy a ofenderme —solté rápidamente.
—No tenía uno. Gracias, Malfoy —Potter colocó la pequeña funda en el cinturón y luego metió la varita, así no le molestaría al moverse ni sería visto por los muggles—. ¿Tú viste mi regalo?
Potter me había enviado un set para el cuidado de la escoba. Tampoco le había escrito una nota de agradecimiento, pero había sido porque quería darle el regalo primero.
—Sí, será muy útil. En especial ahora que Pucey quiere que ganemos por puntos la copa.
—Pobrecita, aún no se da cuenta de la realidad. Gryffindor va a ganar la copa, otra vez —me sonrió y se arregló la bufanda—. Venga, vamos, esta vez estamos cerca.
Potter me agarró la diestra y cuando notó que no llevaba guantes, me obligó a meter la mano en el bolsillo de su chaqueta. Guardé la otra en mi abrigo y observé a mi alrededor. Aunque era tarde, las calles estaban llenas de actividad, grupos de gente moviéndose de un lado a otro. Me apegué al Gryffindor para no perderme, admirando las luces navideñas que aún había en las tiendas.
Caminamos un par de cuadras y Potter me hizo entrar a un viejo edificio que por dentro se veía mucho más moderno. Había música alta y jóvenes salían y entraban con vasos en sus manos. El Gryffindor saludó a un par de personas a medida que me llevaba hasta el segundo piso, allí había varias habitaciones desde donde podía ver a parejas besándose o manoseándose. Desvié la mirada de inmediato.
—¡JAMES! —alguien se tiró encima del cazador—. ¡Pensé que no vendrías!
Una chica con el cabello rosa chicle me observó. Su maquillaje cargado, sus accesorios extraños y su llamativa ropa me dieron la pista de su identidad.
—¿Marina?
—¡ESTRELLITA! —gritó al mismo tiempo.
Se soltó de Potter y me abrazó, obligándome a retroceder. El chico aún me tenía agarrado de la mano, así que no me caí, pero sentí un horrible tirón en el hombro.
—¡Vengan! ¡Dejen sus cosas! Ya saben, están en su casa.
La chica se metió en una de las habitaciones. Era un dormitorio para dos personas, una de las camas estaba llena de abrigos y bolsos. Potter me soltó, se sacó la chaqueta y la bufanda, y las dejó junto a toda la ropa. Yo lo imité y luego lo observé, sin saber qué hacer.
—¿Es tu cuarto? —pregunté a la chica.
—No, no —ella sonrió—. Aquí vive una amiga, no es una residencia lgbtfriendly, pero hacen buenas fiestas.
—Mi cuota y la de Scorpius ya está pagada —habló Potter.
Lo miré, sin saber de qué hablaba. Marina sonrió y sacó del escritorio dos vasos grandes de plástico rojo y un plumón negro con el cual escribió nuestros nombres.
—No lo pierdan, no hay más —dijo ella.
Potter tomó los dos vasos, luego me agarró la mano y me hizo salir del dormitorio. La chica nos siguió, sentía sus ojos analizándome.
—¿Acaso ustedes…?
—Scorpius salió del clóset con el que le gusta —cortó Potter a lo que sea que ella iba a preguntar—. Voy a impedir que ahogue sus penas en alcohol.
—¿Uh? ¿Salió mal?
—Huyó antes de escuchar una respuesta. Pero irá bien una vez que volvamos al internado.
Estaba perdido en la conversación, así que no participé. Potter reanudó la marcha y siguió hablando con Marina, sin embargo, el bullicio me impidió seguir escuchando. Bajamos al primer piso y fuimos hasta lo que parecía ser la cocina. Potter sirvió algo en los dos vasos y luego me llevó al único sitio donde había un asiento libre.
—Por nada del mundo aceptes algo que te dé un extraño —me habló cerca de la oreja—. Y no te vayas si no me voy contigo.
Asentí y tomé mi vaso para dar un sorbo, se trataba de cerveza. Varias personas se acercaron a saludar a Potter y él respondió sin moverse de mi lado. Algunas de ellas también me saludaron y el Gryffindor tuvo que susurrarme que habían estado en la fiesta del verano. Como siempre, la gente gravitó alrededor de Potter, algunas chicas se le acercaban riendo y coqueteando, pero él las despachaba rápido.
—¿Quieres más? —Marina señaló mi vaso vacío.
—¿Puedo?
—Claro, la cuota está pagada.
Miré a Potter, que estaba saludando efusivamente a alguien. Volví a prestarle atención a Marina y asentí. Ella me llevó al otro lado de la cocina mientras me contaba sobre cosas que no entendía de la universidad y de su vida. Cuando llegamos a donde estaban las bebidas, me sirvió varias cosas en el vaso.
—Es un nuevo año, debes probar esto.
—¿Qué es?
—Algo dulce, te gustará.
La bebida me raspó la garganta, pero de inmediato olvidé el horrible sabor cuando sentí el dulzor. Tomé un poco más y escuché la risa de alguien demasiado cerca de mí.
—¿Y de dónde has salido? —una chica morena y menuda con una sonrisa ebria se apoyó contra mí—. Soy Claire, un gusto.
—Scorpius —respondí.
—¿Es tu nombre real?
—Viene de una comunidad —explicó Marina—. No lo molestes, Claire.
—¿Uhm? —ella hizo un puchero y luego se inclinó hacia mi vaso—. ¿Qué bebes?
Me encogí de hombros y miré a Marina, pero justo llegó un nuevo grupo que arrebató su atención. Claire apoyó su mano en mi brazo y yo volví a mirarla. Ella me quitó el vaso y le dio un sorbo.
—¿Te lo ha dado Marina? —asentí—. Cariño, con eso te vas a emborrachar rápido.
Aunque dijo aquello, dio un nuevo trago. Después me miró sonriente y me lo devolvió.
—No estudias con ella, ¿verdad?
—¿Qué?
—Que te has colado como yo, vas a la escuela, ¿no?
Asentí. Ella rió de nuevo, no entendía qué era lo que le causaba tanta gracia, pero decidí no preguntar.
Cuando la chica me arrastró hacia la otra habitación la seguí sin dudar. Claire tomó su propio vaso que había dejado sobre una mesa y lo alzó en un brindis. Seguimos bebiendo y hablando, o, más bien, ella parloteaba y yo fingía escuchar. Debido a que no quería responder sobre cosas que no entendía, seguía dando sorbos a mi vaso, al punto que lo tuve que rellenar dos veces más. No me sentía cómodo, pero al menos aquella chica llenaba el silencio por los dos y no parecía molestarle aquello. Al cabo de un rato la muchacha me convenció de unirme a un juego con un grupo de chicos que estaba por allí. Era muy malo y lento, por lo que perdí varias rondas y terminé bebiendo una y otra vez. Incluso perdí la cantidad de veces que alguien me había servido más trago. Estaba yendo contra todas las indicaciones que Potter me había dado, pero de momento las cosas iban bien, así que no me iba a preocupar.
—Ven, ven, ¿te cuento algo?
Claire me miró con una gran sonrisa y me obligó a seguirla. Se detuvo en medio de la improvisada pista, la música sonaba más fuerte y había varios cuerpos a nuestro alrededor moviéndose al ritmo de esta. Se suponía que nosotros también bailábamos, pero estábamos lejos de tener la suficiente sincronía como para considerarlo un baile. Con todo el movimiento, la cantidad de gente y el alcohol que habíamos consumido, poco a poco nos habíamos ido deshaciendo de las prendas, acalorados. Claire apenas se cubría con su minifalda y una blusa demasiado escotada y apretada, yo había perdido mi suéter en alguna parte, tenía los primeros botones de la camisa desabrochados y las mangas subidas tanto como me permitía la prenda.
—¿Qué…? —pregunté arrastrando las palabras, soltando una carcajada casi enseguida.
—En septiembre seré estudiante de aquí, podré estar en mis fiestas y no colándome —no sabía a qué se refería, así que solo asentí—. ¿Tú qué quieres estudiar?
—No sé… ¿Historia?
—Wow, eres un ñoño, me gustan los ñoños.
Ella rió y yo lo hice contagiado. Luego de un par de canciones, la chica tomó mi mano libre y me llevó fuera de la pista, siguió hablando de sus sueños y proyectos, ni siquiera necesitaba que le dijera algo, solo que asintiera. Los rostros que veía se distorsionaban y me di cuenta que había bebido mucho en poco tiempo. Estaba mareado.
—¿Scorpius? —el nombre sonó como un trabalenguas—. ¿Crees que soy bonita?
Habíamos subido las escaleras por algún motivo que ya había olvidado y aunque la música seguía sonando fuerte, había menos gente. Eso había disminuido un poco la desagradable sensación que me había generado la pista de baile, por lo que me sentí mejor.
—Eres muy bonita.
La chica sonrió y volvió a caminar. Me hizo entrar en una habitación y se giró a besarme. No reaccioné de inmediato, mi cerebro apenas procesaba lo que estaba ocurriendo o el por qué. Claire me guió hasta la cama y me hizo sentarme, pude notar que el mundo giraba muy rápido y tuve que cerrar los ojos. Quizás aquello le dio una señal equivocada a la muchacha, porque se subió encima mío y reanudó el beso, poniéndole ganas. Yo sabía que había tomado mucho y que mi cuerpo estaba respondiéndome más lento de lo usual, pero de todas formas me sentí frustrado cuando quise empujarla, pero lo único que logré fue tirar mi vaso y apoyar mis manos en sus brazos.
—Lo haré —murmuró ella, apenas y podía modular bien.
Pensé que ella había entendido que yo no quería seguir con ese beso y sentí un gran alivio cuando se apartó de mí. Pero la miré confundido cuando se arrodilló en el suelo frente a mí y me hizo separar las piernas. De nuevo no hice nada, demasiado borracho como para darle una orden a mi cuerpo.
—Oye… Claire… —logré recordar su nombre.
Ella pareció no escucharme, me acarició los muslos y una desagradable sensación se instaló en mi estómago. Para estar borracha, la chica fue rápida en desabrocharme el pantalón. Una parte de mí se llenó de angustia, pero la otra aún no comprendía que estaba a punto de hacer algo muy íntimo con una completa desconocida.
—¿Tienes condón?
—No… —ni siquiera sabía qué era eso.
Traté de organizar de nuevo mis ideas y obligar a mi cuerpo a obedecerme. Pero mi mente se apagó por completo cuando su mano me tocó directamente. Cuando bajé la cabeza para mirarla y averiguar qué estaba ocurriendo, me di cuenta que no iba a poder detenerla. Solo pensarlo me provocó un revoltijo y sentí la bilis subir por mi garganta. Claire había empezado a usar la boca, una sensación que nunca antes había experimentado me llegó, sin embargo, estaba lejos de sentirse placentero. Me tapé el rostro con ambas manos, totalmente avergonzado y aún sintiendo algo subir por mi garganta.
—¿Cuál es el problema? —preguntó arrastrando mucho las sílabas.
—¡Scorpius!
La puerta se abrió de golpe y yo salté hacia atrás mientras que la chica cayó al suelo. A contraluz pude ver unas cuantas siluetas, pero no podía decir quiénes eran. De repente hubo mucho ruido que me sobre estimuló y me puso más mal de lo que ya estaba. Una de las siluetas entró a la habitación y se me acercó rápido. Preguntó algo que no entendí del todo y cuando quise pedirle que repitiera la pregunta la sensación que había estado subiendo desde mi estómago se reflejó en un vómito que me salpicó a mí y a la otra persona.
—Lo siento… —murmuré.
—¡Claire! ¡Válgame Dios! ¿Cuánto tomaste, chica? —gritó alguien.
Levanté un poco la mirada y alcancé ver un cabello rosa, mi mente me dijo que eso era conocido, pero solo llegué hasta allí. La persona frente a mí, por otra parte, estaba maldiciendo por lo bajo, se quitó la sudadera y le ordenó algo a alguien. Solo cuando me tomó el rostro y me hizo mirarle me di cuenta de que se trataba de Potter.
—¿Estás consciente?
—Si… Perdón… No quise vomitar…
Mientras seguía murmurando disculpas, el mayor me arregló el pantalón y me quitó la camisa vomitada. Se puso de pie y me obligó a levantarme, pero cuando perdí el equilibrio, pareció cambiar de estrategia y con la ayuda de dos personas más lograron que me subiera a la espalda del Gryffindor. En todo ese rato yo seguía pidiendo disculpas.
—¿Seguro que no quieres quedarte, James? Quizás sea mejor si duerme —dijo una voz masculina.
—Está bien, no tengo que ir tan lejos. ¿Lo cubres con el abrigo?
Mi propia espalda adquirió calor cuando una prenda fue puesta. No presté mucha atención cuando Potter bajó las escaleras y salió a la calle. El frío hizo que me retorciera y que buscara calor, mi única opción era apegarme más al Gryffindor. No sé cuánto caminó, pero sentí que me iba quedando dormido en el trayecto.
—¿Scorpius? —preguntó.
—¿Qué? No voy a vomitar —me quejé.
—Aguanta la respiración, nos vamos a aparecer.
No tuve tiempo de prepararme cuando llegó la horrible sensación. Apenas todo se detuvo, volví a vomitar, manchando el hombro de Potter y mi abrigo.
—¡Por los calzones de Merlín! ¿¡Cuánto tomaste!?
—Lo siento… —medio lloriqueé.
Sin soltarme, Potter volvió a caminar y nos metió en una pequeña habitación muy iluminada. Me dejó sentado en lo que descubrí era una taza de baño y luego de quitarme los zapatos y los pantalones, me cargó para dejarme dentro de una bañera. Se metió conmigo, cerró la cortina alrededor de la tina y encendió el agua. No hice nada mientras me lavaba y me limpiaba, incluso comencé a dormirme, apoyado contra los azulejos. No sabía qué tanto había vomitado, pero me sentía mucho mejor después de haber devuelto lo que contenía mi estómago. El vapor del agua caliente era otro factor que generaba la sensación de adormecimiento.
Después de lo que me pareció horas, Potter cerró el agua y me cubrió con una toalla. El Gryffindor trató de que yo saliera por mi propio pie, pero como no logré levantarme, se rindió. Al final, pasó un brazo bajo mis rodillas y el otro por mi espalda para así cargame. Me acurruqué contra su pecho y lo escuché suspirar. Al parecer hizo algo con la varita, porque empezó a susurrar cosas inentendibles y se tomó un poco de tiempo antes de salir del baño y llevarme a otro cuarto donde me dejó sentado sobre una cama. Mientras se apartaba a hacer quién sabe qué, di un vistazo al lugar, intentando ubicarme. Me di cuenta que el sitio me parecía familiar.
—¿Estoy en tu casa?
—¿Sigues vivo? —regresó a mi lado y con la ayuda de la toalla y la varita me secó el cuerpo y el cabello—. No puedes volver en este estado a tu casa, por eso vinimos a la mía.
—Oh.
Potter intentó vestirme, pero yo no ayudé mucho, ni siquiera obedecía a sus pequeñas órdenes de estirar un brazo o levantar una pierna. Ya que estaba en una cama, solo pensaba en lo mucho que quería utilizarla. En cuanto el mayor me dejó en paz, yo me arrastré hasta colarme bajo las mantas y me cubrí con ellas hasta la cabeza. El Gryffindor casi de inmediato me obligó a moverme a la orilla y colocarme de lado, murmuré alguna estupidez antes de quedarme dormido.
Me desperté con la boca seca, un fuerte dolor de cabeza y el estómago revuelto. Quejándome, me removí y giré sobre mí mismo, tratando de evitar la luz que llegaba desde algún lado. Debido al movimiento que hice al rodar, me di cuenta que a mi lado y abrazándome estaba un durmiente Potter, nunca lo había visto durmiendo. Analicé su rostro tranquilo y casi de inmediato noté que estaba desnudo de la cintura hacia arriba, no había comprobado si hacia abajo llevaba algo, pero cuando me di cuenta que lo único que yo vestía era una camiseta grande, me aterró el averiguar qué tan desnudo estaba Potter.
—¿Qué pasa? ¿Quieres vomitar? —susurró Potter con la voz ronca.
Lo observé, él seguía con los ojos cerrados.
—¿Qué hora es? —pregunté ansioso.
El mayor abrió los ojos y yo me puse boca arriba, un tanto avergonzado de seguir viendo su piel desnuda. El Gryffindor se movió lentamente hasta que se sentó, solo ahí noté que llevaba boxers. Pasó un brazo por encima mío hacia la mesita de noche y tomó el cine portátil para revisarlo.
—Van a ser las 8 de la mañana…. —bostezó—. ¿Crees que puedes volver a tu casa ahora?
—¿Nosotros…? —él me miró confundido y yo desvié la mirada—. ¿Por qué estoy aquí?
—¿Qué es lo último que recuerdas? —preguntó, de reojo noté que tenía el ceño fruncido.
—Yo…
De golpe me llegó el recuerdo de la fiesta, la chica borracha, un muy inútil intento de hacer algo con ella, de Potter yendo a buscarme, de haber vomitado encima de él y del baño.
—¡Lo siento! ¡No quería vomitarte encima!
—Ya… —suspiró, encogió los hombros y se peinó el cabello hacia atrás—. Hiciste un desastre. Por suerte nadie estaba en casa, no sé qué habríamos hecho si no.
—Lo siento.
—Ya, ya, cállate, ya pasó.
Potter bostezó de nuevo y se estiró. Aparte de la gran cantidad de piel desnuda, había algo diferente en él. Solo cuando me fijé en sus brazos me di cuenta que no llevaba las muñequeras de siempre y que las marcas de sol hacían más evidente la falta de ellas.
—¿Quieres comer algo? ¿O solo agua? —me miró luego de preguntar—. Tu abrigo pasó a mejor vida, imposible quitarle el vómito… El resto de tu ropa quizás se salva.
—Perdón.
—Bien, levanta, te pasaré algo para que te pongas.
Salí de la cama y tironeé de la camisa para cubrir mis piernas. Me preguntaba por qué llevaba solo una prenda de Potter, pero me hacía una idea de lo difícil que debió ser intentar vestirme cuando yo solo me hundía bajo un montón de mantas. Sentí como el mayor me estudiaba con la mirada antes de ir al armario. Quizás sí había ocurrido algo entre nosotros y yo no lo recordaba. Me mordí el labio inferior, esforzándome por unir los recuerdos que tenía. Sabía que cuando bebía hacía cosas estúpidas, la probabilidad de haber hecho algo estúpido con Potter era alta. Como no sentía nada extraño en mi cuerpo, solo quedaba que yo le hubiese hecho algo al Gryffindor. Mientras se movía buscando prendas, lo analicé, buscando chupones, rasguños o cualquier marca que me diera una pista.
—Sé que estoy más bueno que el pan, pero me vas a desgastar si me sigues mirando —dijo, todavía dándome la espalda.
—¡Disculpa! —me giré y observé por la ventana.
—Si no lo recuerdas… Fuimos a la fiesta y te perdí de vista un segundo. Empezaste a beber con una chica, te fuiste a un cuarto con esta chica, supongo que se besaron, no lo sé, pero cuando llegué ella intentaba chupártela, no estaba yendo bien. Me vomitaste encima y te vomitaste. Caminé contigo por Londres muggle buscando un sitio despejado y nos aparecí en mi casa. Volviste a vomitar. Te metí en la ducha y te limpié. Solo te puse la camiseta porque no me dejaste colocarte otra cosa. Me acosté a tu lado y dormimos… Eso fue lo que pasó.
Pensé que vomitaría de nuevo. Potter apareció a mi lado y me entregó todo un conjunto que olía a ropa limpia. Él se había puesto un pantalón y una camiseta, y parecía estar buscando sus muñequeras. La cicatriz era notoria.
—Lo siento —murmuré.
Me vestí rápido. Absolutamente todo era de Potter, incluso la ropa interior. Eso me hizo sentir avergonzado. El Gryffindor agitó su varita y una bolsa de plástico transparente mostraba todas mis prendas vomitadas.
—No sé si las quieres o prefieres botarlas.
—No creo poder lavarlas…
Potter asintió e hizo desaparecer la bolsa.
—¿Listo para ir a casa?
Entre que me seguía disculpando con Potter y que mi estómago se revolvía me tomó una hora estar listo. Cuando llegué a casa por la chimenea, me apresuré en ir a mi cuarto y sin siquiera pensar que vestía la ropa de Potter, me tiré a mi cama a dormir.
Unas dos horas después apareció mi padre. Él se sentó sobre mi cama y me preguntó si todo había estado bien en su ausencia, por lo que entendí, había vuelto hace apenas unos minutos. Al principio quise levantarme, pero recordé lo que llevaba puesto y me mantuve cubierto. Mi padre, creyendo que estaba cansado, hizo más corto su informe sobre la fiesta de los Zabini y otras cosas cotidianas. Me dijo que almorzaríamos algo más tarde de lo usual y se retiró. No parecía que se hubiese dado cuenta de mi resaca. El almuerzo fue liviano debido a que la tía Andromeda, papá y Lupin, que había vuelto para comer con nosotros, estaban pagando las consecuencias de beber en exceso.
Agradecí enormemente que los adultos de mi familia hubiesen decidido beber y que estuviesen más ocupados soportando las incomodidad de la resaca que en fijarse en mi extraño comportamiento. Puede que el auror Lupin hubiese notado algo, porque me dejó cerca una poción para la resaca, aunque no comentó nada. Al mirar hacia atrás, no puedo evitar agradecerle a Potter todas las cosas que hizo por mí. Probablemente debí haberme dado cuenta que aquel chico siempre iba a estar pendiente de mi bienestar, incluso cuando yo creía que se ponía pesado o era exagerado. Siempre fue sobreprotector a la hora de cuidarme y yo solo vi los peligros de los que quería protegerme cuando ya era demasiado tarde.
Muchas gracias por leer!
Nos vemos en el próximo capítulo: El chico del tren
