Aquí aparezco, una semana más, con la actividad #escrito_activo_semanal de la página de Facebook Inuyasha Fanfics. Había que idear tres frases y elegir una para desarrollar la historia. Aquí os dejo mis ideas locas y lo que ha acabado saliendo.
Premisa: "X" se pasó buscando "Y" porque "Z" (Me ha recordado a mi época de instituto xD)
Espero que lo disfrutéis.
Sango se pasó buscando su hirakotsu después de que el monje lo utilizara como cama improvisada para sus encuentros maritales en el bosque.
Sesshomaru se pasó buscando su dignidad después de que Jaken encontrara ropa interior femenina entre sus pertenencias.
Ayame se pasó buscando los fragmentos que le robó a Kōga cuando consiguió bañarlo.
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Estoico. Con toda probabilidad ese habría sido su nombre si su madre hubiera conocido su carácter nada más nacer. Sin mover ni un solo músculo, más que la ceja que parecía padecer un leve temblor, el lord de las tierras de Occidente observaba como su sirviente le enseñaba aquella prenda enrollada en la cara del viejo tallada en su báculo.
Un maldito hadajuban.
Nunca creyó que eso pudiera pasarle a él. Por lo general, solía ser cuidadoso con esas cosas. ¡Por más de mil años nadie había llegado a pensar que él tenía ese tipo de encuentros! ¿Por qué? Porque era cuidadoso, joder.
Jaken lo miraba con ojos más desorbitado si podía.
Rin lo observaba con sus ojos inocentes, preguntándole con la mirada.
Mierda.
—¿Por qué el señor Jaken ha encontrado esa ropa interior entre sus pertenencias? ¿El señor Sesshomaru también utiliza ese tipo de ropa?
—¡Niña! ¡No seas insolente!
—Si no es así… ¿Por qué lo tendría? —preguntó girándose hacia él.
Mierda.
Mierda y más mierda.
¿Cómo de mal estaría aceptar que utilizaba ropa de mujer antes de decir que era de alguien con quien había pasado la noche? No es que sintiera vergüenza, él no sabía que significaba aquella palabra, pero no sentía la necesidad de enfrentarse a ello delante de una niña humana que, con toda seguridad, no entendía de aquellos temas.
—¡Esta prenda apesta a hembra! —espetó Jaken girándose hacia la niña— ¿Cómo quieres que el amo Sesshomaru apeste a un ser tan inferior como esa bruja del viento?
El ligero tic de su ceja pasó a ser un espasmo muscular en toda su cara.
Lo había pospuesto durante muchos años y más ahora, porque la niña parecía tenerle un cariño especial al sapo.
Pero estaba decidido.
Jaken debía morir.
—¿La señorita Kagura ha pasado por aquí? Podríamos devolvérselo la próxima vez que la veamos.
El sapo intentó hablar, abriendo su boca para chillarle a la niña.
Sesshomaru le pateó la cabeza contra el suelo.
El demonio se agachó y cogió la prenda del báculo, doblándola sin muchos miramientos y escondiéndola entre las mangas de su traje. Se colocó el mokomoko sobre su hombro derecho y se ajustó la hombrera de púas, ante la atenta mirada de la niña, que lo observaba con una sonrisa pícara.
¿Sabría qué habría pasado?
No, aquello era imposible. Ambos habían sido cuidadosos, sabían a lo que se enfrentaban si eran descubiertos. Ella podía morir a manos de su creador y él…
Bueno, él no quería que ella muriera a manos de su creador.
Meses atrás, después de que la domadora de los vientos le gritara que era un cobarde, la encontró por sorpresa limpiándose unas heridas recientes. Heridas que no eran hechas por su medio hermano. Olía a los tentáculos de Naraku.
Lejos de estar triste o avergonzada ante él, la muy insolente volvió a recordarle sus palabras, acusándolo de cobarde y de poco hombre. Puede que fuera la luna llena, la sensación extraña de que alguien tuviera el valor de desafiarlo o que la mujer estaba medio desnuda, pero aquella noche la disfrutó como hacía años que no pasaba.
A partir de aquel momento, sus encuentros eran carnales. La mayoría de las veces. Sin embargo, de vez en cuando hablaban de cosas banas, como si no hubiera un peligro inminente apuntando hacia su dirección.
El problema de aquella última vez fue que el estúpido de Inuyasha había olido a Naraku en ella. ¡El maldito hanyō no podía diferenciar un simple olor! Dejaron la faena a medio hacer y se vistieron a toda prisa, desapareciendo por lados opuestos.
Pero no se fijó en que su ropa interior se había reliado con su estola.
Tendría que devolvérsela, estaba claro.
Pero siempre podían acabar lo que habían empezado.
Mierda.
Agradecía en su mente que el traje fuera holgado y su obi ancho.
—¿Por qué no vuelve al lago? —la pregunta de Rin lo desconcertó. Bajó la vista hacia ella y observó su sonrisa, mucho más traviesa de lo que recordaba —el señor Jaken y yo nos podemos quedar aquí. Ah-Un nos protegerá.
—¡Eres una bocazas niña! ¡No le des órdenes al señor…? —el dragón de dos cabezas aplastó al sapo sin miramientos. Casi le sonríe por la lealtad de aquel dragón. Casi.
Se giró, aceptando la premisa de la niña y con la excusa de devolverle aquella parte de su vestimenta, el gran lord de las tierras occidentales alzó el vuelo, dirección al lago.
—Además, desde aquí no se escucharán los gemidos —agregó la niña en susurros.
Aunque no lo suficiente bajo como para que el demonio no lo escuchara y tuviera el tercer espasmo del día, golpeándose casi con la rama de un árbol.
Tendrían que ser más cuidadosos.
Esperaba que su madre apreciara su estoicidad, porque su dignidad había desaparecido por completo.
Fin.
Vale, puede que haya hecho un poco de trampa… ya sé que la dignidad no es un objeto… pero no he podido resistirme. Ha salido así y, teniendo la debilidad que tengo por esos dos, no he podido evitarlo (aunque reconozco que la de Sango he estado muy tentada… pero al final me ha ganado Sesshomaru). ¡En fin, espero que os guste!
¡Nos vemos la semana que viene!
