El resto ya se lo saben…
Los personajes no me pertenecen son creación de Rumiko Takahashi
Agradezco la invitación al #Sextember3 organizado por la página de Facebook "Fanfics y Fanarts Ranma Latino" Espero que esta historia de género Romance Oscuro de Fantasía se encuentre a la altura de la convocatoria.
IMPORTANTE: Por favor tomar en cuenta que este mini fic puede contener o hablar sobre temas sensibles para cierta audiencia por lo que se recomienda leer a discreción. Los personajes pueden caer en OoC para fines de la historia. La historia es de mi invención, por favor no repostear o copiar de forma parcial o en su totalidad sin previo consentimiento.
—. —. —. —. —. — —. —. —. —. —. — —. —. —. —. —. —
—Los monstruos—
Mi hermana entonces se convirtió en una furia deseosa de venganza.
El dolor de nuestra perdida le había bloqueado los sentidos y la cordura, y durante meses planeó una serie de cacerías como jamás se habían visto antes.
Unas que incluso a mí me retorcían las entrañas de lo despiadadas y frías que se planteaban. Hombres, mujeres o cachorros acabarían con el mismo destino. Y es que tal parecía que quería aniquilar a todos nuestros llamados enemigos de este mundo.
Quería comprenderlo, me obligué a comprender pues sobre todas las cosas ella era la reina.
Ante el resto de nuestro pueblo justificó los nuevos asedios con la urgencia de más materia prima para nuestras armaduras. Comenzó sus discursos con palabras sobre el honor, la gloria, sobre los cánticos que se escucharían de nosotras, Caperuzas.
—Es por beneficio de las nuevas generaciones, Akane. Cuando ya no esté yo ¿qué los protegerá?—me dijo la única vez que en privado me armé de valor suficiente para cuestionarla.
Y luego me nombró líder de una cacería especialmente trascendental que nos llevaría al corazón del reino enemigo, sin duda fue el castigo por mi atrevimiento.
Kasumi no siempre fue así.
Cuando niñas ella había sido la más pacífica y de espíritu conciliador de nosotras tres. Quería creer la posibilidad de una cierta forma de paz para el futuro de nuestro pueblo, para sus futuros hijos y las futuras generaciones después de estos. Sus argumentos aunque siempre cuestionables por lo utópicos que sonaban me habían hecho pensar que sería una reina digna para una nueva era. Que ella lograría lo que nuestra madre no había intentado con mucho ahínco.
Suspiro con fuerza cuando a mi mente llega el recuerdo de la imagen del rostro pálido de Kasumi. La arruga que se formó en su entrecejo en el segundo que tomó la determinación de lo que haría.
El dolor del corazón suele mandar sobre los buenos deseos cuando se busca una clase de paz inmediata que apague el fuego en las entrañas provocado por la ira y la tristeza.
Yo también sentí dolor, aunque justo ahora es uno de otra clase uno constante como una gota que cae y retumba en un estanque de agua lo que me obliga a tener que estar de nuevo consciente.
Abre los ojos, Akane. Pienso.
Los abro de golpe, dejando salir el aire abruptamente como si acabaran de golpearme el estómago. Asustada solo veo la próxima oscuridad gris del cercano anochecer. Las asombrosas ramificaciones infinitas atiborradas de hojas congeladas por la nieve y algunas todavía vistiendo colores del otoño de los altos árboles que me rodean.
Hojas por encima de mí.
Se siente como estar sepultada en este bosque lobuno.
Agudizo mis sentidos, acto reflejo de mi formación como cazadora, buscando la amenaza.
Por debajo de mi cuerpo la suave nieve se ha filtrado ya hacia mi piel, signo de que debo llevar un largo rato aquí pues el grosor de mi ropa es más que suficiente para el invierno y la protección de mi capa encantada deberían evitarme el frío helado que parece una parte permanente del medio ambiente en esta región.
Intento moverme, aunque levantarme sería lo ideal.
El terror se apodera de mi conciencia cuando nada en mi cuerpo reacciona, ninguna de mis extremidades está dispuesta a cooperar conmigo.
Y es hasta que logro reunir todas mis fuerzas y consigo mover un poco mis brazos que escucho el primer aullido.
Un mensaje para alguien.
Me llevo la mano instantáneamente a la cadera buscando mi hacha, sin embargo el sitio donde debería reposar está vacío. Debí perderla cuando algo me arrojó lejos de mi lugar de vigilancia en la orilla de la montaña cercana.
—Maldición —murmuro por lo bajo con los dientes apretados.
Decido que ahora mucho más que antes es apremiante levantarme cuando un segundo aullido, completamente diferente, se escucha en respuesta al primero. Solo que este se escucha a menor distancia de donde me encuentro.
Debo levantarme, debo encontrar mi arma y…
—¡Aja! Te dije que no había caído tan lejos.
Una voz risueña y satisfecha me obliga a mover mis ojos tratando de encontrar el origen por encima de mi cabeza.
Pisadas firmes perforan la blanda nieve e inspiro tratando de hacer que mi corazón de caperuza se relaje. Ellos huelen el miedo, pero sobre todo lo disfrutan.
Muevo mis manos tentando todo a mi alrededor con la finalidad de remover con ellas la nieve. Buscando un poco de tierra lo suficientemente seca por debajo de la misma con la idea de tener algo que poder arrojarles a los ojos a mis posibles atacantes como una última defensa.
En su lugar me topo escondida bajo la blanca superficie a la altura de mi cintura una roca afilada que cabe perfectamente en la palma de la mano.
Tiene que ser más que suficiente para defenderme.
—Una de… ¿cuántas? —pregunta otra voz diferente a la anterior en un tono de evidente fastidio.
—Una es mejor que nada, Shinnosuke —responde el primero.
Sé que están ya demasiado cerca cuando percibo el aroma de sus pieles. Nieve y madera quemada mezclado con algo que nunca he logrado definir pero que sé es el olor de la magia que habita en su sangre.
Me concentro en lo importante, en defenderme. Parpadeo una o dos veces enfocando mejor la visión y al tercer movimiento de mis párpados ya hay un par de hocicos de lobo gris, fabricados en algún metal que desconozco, observándome curiosos desde arriba.
Uno de ellos se remueve con cuidado su máscara lobuna colocándola por encima de su cabeza, pero yo no distingo nada desde donde me encuentro más que un rostro protegido por la oscuridad de su armadura.
Chasquea la lengua decepcionado —Creo que se encuentra en muy mal estado.
En cuanto habla me doy cuenta que es la voz del primer hombre, así que el otro debe ser Shinnosuke.
Reconozco el nombre en cuanto mi memoria lo archiva, es de la familia real de los Lobos. Mi corazón da un golpeteo más apresurado e intento disimular el ajetreo inspirando con fuerza.
—Dijiste que una era mejor que nada.
No voy a ser la prisionera de nadie, pienso. Me reservo mis ganas de hablar y amenazarlos ya que desde donde estoy tirada en el piso soy igual de útil que muerta.
Debo ser paciente, esto es como una cacería, pues en cuanto me carguen para llevarme le clavaré al menos a uno de ellos la roca que sigue en mi mano aun si me lastima de muerte su acompañante en el proceso ya que tengo por seguro que usarán sus colmillos y garras para defenderse.
Shinnosuke se retira entonces también la máscara y aunque la manera como la casi nula iluminación difumina sus rasgos de un modo diferente al otro lobo y descubro que estos se perciben un poco más nítidos solo distingo al completo el brillo de sus ojos azules, los ojos de la familia real —Estoy muy seguro por la sangre que hay a un costado de ella que está lastimada de gravedad, además no creo que pueda moverse.
Sus ojos parecen buscar el origen de mis heridas, las aletas de su nariz olfatean a la par en su escaneo y luego me ignora de una forma fría e indiferente —Definitivamente no puede moverse.
—Mucha más fácil —sonríe con malicia divertida el primero—. ¿Qué esperas para ayudarme a cargarla?
El rostro de Shinnosuke se mueve de lado, me está analizando de otro modo esta vez. Algo más íntimo. ¿Me habrá reconocido al fin? Nuestras miradas entre chocan y le sostengo la vista hasta que alcanzo a notar una de las comisuras de su boca alzarse sutilmente.
—No. Arrástrala tú mismo —. Sentencia girándose para ignorar las posibles protestas de su acompañante.
—¿Seguro?
—Seguro, Taro. ¿Acaso no ves que está armada? Esconde algo en uno de sus puños, sus dedos no están igual de cerrados sobre su palma en esta mano que en la otra. —Habla pisando con la punta de su bota mi muñeca derecha.
¡Maldición! Que descuidada he sido, me reprendo en silencio.
Taro se agacha para estar más cerca de mí y ahora es cuando noto mejor sus rasgos, de perfil marcado y rostro alargado, pero apuesto como la mayoría de los lobos. Distingo en su mirada entrecerrada que el color de sus ojos es verde.
—A pesar de estar mal herida serás un incordio ¿no es así? —sonríe emocionado mostrándome al mismo tiempo sus colmillos lobunos. Como no hago más que observarlo con odio su boca estalla en una carcajada que me molesta —. No, no lo serás.
Cuando lo dice se pone de pie y pisa mi mano derecha con tanta fuerza que mi insistencia por permanecer callada se vuelve una tarea imposible.
Así que grito. Feroz y decidida de hacerme escuchar.
Tan fuerte que la garganta me duele por el frío repentino que se cuela a raudales a través de mi boca abierta.
Ambos lobos se tapan los oídos con evidente molestia de mi voz. Muecas de dolor se proyectan en sus rostros por lo que mi grito les provoca y con determinación Taro me propicia una rápida patada en el costado.
—Eres un hijo de… —pero no soy capaz de terminar la frase cuando deja caer todo su peso sobre mi muñeca, ahora con ambos pies encima.
—Suelta lo que sea que estas sosteniendo o te prometo que terminaras con más huesos destrozados —advierte Shinnosuke con la frente arrugada y las cejas unidas al centro en un gesto de autoridad lobuna. Y aunque me muerdo los labios para no seguir dejando que Taro disfrute con mi dolor hago caso de las palabras del primo del rey.
Mis dedos se abren solo un poco revelando la piedra envuelta todavía de tierra y nieve.
—Así está mejor —Taro da un paso atrás liberando mi brazo, luego se agacha por la mitad para tomar la piedra y antes de que se mueva le escupo en la cara.
Tal vez sea el cansancio o el frío pero juraría haber escuchado un atisbo de risa proveniente de Shinnosuke.
El primer lobo me sujeta del nudo al frente de mi capa y me alza unos cuantos centímetros por encima del suelo. El dolor por el movimiento me deja darme cuenta que mi herida es mucho peor de lo que consideraba.
—¡Te voy a matar aquí mismo! —En su furia tanto su aliento como su saliva golpean mi cara. Su aroma ahora es tan poco humano y más cercano del monstruo que es.
—¡Basta, Taro! —grita con autoridad Shinnosuke y el hombre que me sujeta me aferra más alto y con más violencia sin dejar de mirarme—. Eres el peor de los lobos sin duda, esta mujer es la hermana menor de la reina Kasumi.
Así que… sí me ha reconocido.
Taro me suelta de golpe y ni siquiera la nieve logra amortiguar en algo el impacto en mi espalda.
—Sería mejor para ustedes matarme aquí y ahora —les amenazo con los dientes apretados mientras hablo para no evidenciar el dolor que recorre mi cuerpo—. En cuanto pueda moverme yo misma los mataré con mis propias manos.
Shinnosuke camina más cerca, con la punta de su bota abre un poco mi capa dejando ver el espacio vacío donde debería estar mi arma. Con lentitud observa mi rostro, no detecto sarcasmo en su mirada sino algo parecido a la compasión, cosa que me enfurece aún más.
—Nada disfrutaría más que verlo, princesa de las caperuzas —inspira antes de continuar ¿Es mi aroma lo que está olfateando? ¿Busca mi miedo?—. Pero por lo que se refiere al ahora dudo mucho que seas capaz siquiera de levantarte tu sola. Y tu único otro truco ya se ha desperdiciado ¿no es así?
Me muerdo los labios al recordar como el grito que lancé fue totalmente involuntario, la reacción más primigenia de mi naturaleza. El verdadero infortunio para una cazadora.
Da media vuelta y mientras se aleja da ordenes a Taro para amarrar mis manos y mis pies.
Puede que no tenga armas y puede que por ahora esté lastimada de forma suficiente para estar inmovilizada… pero con mi capa todavía puesta en algunas horas debería estar totalmente curada.
Y ya no seré un simple incordio, sino una pesadilla.
—.—.—.—.—.—
Cumpliendo con la sugerencia obligatoria de Shinnosuke el lobo de nombre Taro me lleva a rastras sujetándome por los pies a una distancia prudente.
Aunque el terreno bajo mi cuerpo deja de molestarme cuando mi espalda por fin se queda adormecida por el frío. Capa puesta o no el frío no se puede evitar en este punto de mi situación, mucho menos sus consecuencias.
—Para no tener la intención de matarme —digo con la voz quebrada y tiritando por el engorroso clima —hacen muy mal trabajo.
—Yo creo que te estoy dando una bienvenida digna de la realeza. —Responde Shinnosuke sin siquiera molestarse en voltear —te advierto que los calabozos son mucho más fríos que el exterior.
—¿Por qué no simplemente me quitas la capa y me matas?
No hay respuesta hablada de ninguno de los dos.
Pero hay tensión en sus hombros.
—Porque sé que te molesta mi vestimenta.
Silencio.
Solo la respiración trabajosa de Taro y el ruido de mi cuerpo al romper la nieve mientras avanzamos.
—Te molesta porque…
En menos de un segundo la fuerza de Shinnosuke me levanta del suelo como lo ha hecho antes Taro. Sin embargo él tiene cuidado de no tocar mi capa roja.
—¿Qué quieres? —su cabeza está de lado, su máscara de lobo reposando en la línea de su frente, sus ojos furiosos y brillantes —¿De verdad tantas ansias te provoca morir?
—No quiero ser tu prisionera —respondo con esfuerzo—. No he venido para estar en una celda.
—Acepta tu destino, intenta sobrevivir. ¿No es algo que acostumbran las caperuzas? ¿Adaptarse a las circunstancias o adaptar las circunstancias a su beneficio?
Su boca se abre en una sonrisa socarrona mostrando los colmillos —No, es verdad. Ustedes por lo general prefieren huir.
Lo miro con odio y me quedo callada antes de que me suelte sin cuidado sobre el suelo y Taro comience a tirar de nuevo de mí.
Unos pasos más adelante Taro empieza a silbar. Reconozco la melodía. Es la canción de los lobos que habla sobre lo terroríficas y monstruosas que somos las caperuzas.
"Roja como la sangre,
En silencio te escuchará.
Caperuza, caperuza,
La garganta te cortará.
Aunque corras tras ella muy deprisa,
Ella siempre te encontrará.
Caperuza, caperuza,
Su venganza se cobrará."
Mi espalda comienza a picarme, signo de que a pesar del maltrato que mi cuerpo está sufriendo la herida que me fue hecha por alguno de estos dos lobos ya está sanando.
Da igual.
Las mujeres bajo mi dirección, de quienes me alejé durante el reconocimiento del terreno para el asedio que empezábamos a elaborar, no me buscarán.
No solo porque no sabrían que me han herido sino porque aunque lo supieran es nuestra ley.
Y es que ni siquiera luego de lo sucedido con nuestra hermana la reina quiso cambiar las reglas que rigen nuestra sociedad.
—Nada importa más que una misión, nadie vale tanto que una misión —fueron las duras palabras que repitió Kasumi cuando le llevaron a la mansión el cuerpo ya deforme de Nabiki tras semanas de haber desaparecido.
Pensar en Nabiki me hace darme cuenta de que si quiero salir de esto tendré que apegarme a mi plan.
Suspiro pensando en lo retorcido que se ha vuelto tan repentinamente. ¿Qué esperaba? ¿Una comitiva de bienvenida?
Tengo que apegarme. A. Mi. Plan.
Así como Kasumi tuvo en respuesta a nuestra tragedia más muerte y más odio y más sangre derramada yo quiero lo opuesto y mi poco ortodoxa solución es lo único que tengo para conseguirlo.
Un aullido lejano me regresa al presente y entonces ahí lo veo. La montaña con el castillo incrustado en ella, Jusenkyo.
—Todavía no te llevaré ante el rey, —explica Shinnosuke como si percibiera mi incomodidad y yo me esfuerzo por alzarme lo suficiente al escucharlo —primero necesito saber qué hacías tú sola tan cerca de nuestro territorio.
La risa ahogada escapa de mi garganta sin poder evitarlo —Creo que lo sabes.
—No sé que es lo que se supone que realmente sé y qué lo que debería saber, para eso te necesito.
—¿Planeas torturarme? —Alzo una ceja.
—Planeo que me ayudes. Mis espías dicen que…
Lo miro atenta.
Se limpia el rostro con una mano cuando calla, un momento de reflexión antes de decidirse que más contarme para que yo me crea que puede tener algo contra mí y que sea lo suficientemente poderoso para hacerme hablar.
—¿Qué dicen tus espías?
Solo me mira por encima de su hombro al escuchar mi burla. Y la severidad en sus movimientos provoca una incertidumbre que se anida en mi estómago como una serpiente ponzoñosa.
Es cierto que guardo secretos y además uno tan grave como para preferir la muerte llegados a este punto.
Traidora.
De repente la nieve termina, cambia por un camino de piedra adoquinado y antes de que mi espalda también lo recorra una serie de guardias con máscaras lobunas corren hasta donde nos encontramos.
—Tengan cuidado con ella, es la princesa Akane y está mal herida.
Mientras unos cuatro hombres me rodean Taro se acerca con una sonrisa petulante y una mordaza en mano que coloca con facilidad alrededor de mi rostro para evitarme abrir la boca.
—Puede ser que los colmillos sean algo nuestro, alteza, pero nada me asegura que no intentes imitarnos para buscar liberarte.
—Espera —Shinnosuke lo detiene cuando la manera brusca de Taro al colocar la mordaza me causa un respingo.
Entornando la mirada lo noto indeciso un segundo antes de volver a hablarme —Te rompiste la espalda con la caída y el golpe que te di con mis garras te abrió un costado de la cadera —explica mirándome a los ojos. Su mandíbula se tensa antes de continuar—. Te dejé la capa durante el trayecto porque, como ya te lo dije antes, te necesito viva.
Lo miro estupefacta ante su confesión y tantas preguntas se agolpan en mi mente buscando un escape pero antes de que pueda enhebrar una sola lo siguiente que ocurre es que con la ayuda de los cuatro guardias me quita la prenda.
Su rostro queda tan cerca del mío luego de dejarme sin mi protección que puedo sentir el calor de su piel sobre la mía, su aliento roza mi mejilla cuando habla tan bajo que creo que lo hace solo para mí —Es suficiente de que sigas robando la sangre de nuestro pueblo para tu beneficio. No confío en ti.
En el segundo que se retira de mi lado siento un vacío inexplicable, casi doloroso.
Debe ser porque se lleva mi capa, mi única verdadera seguridad.
No tengo más tiempo para analizar lo que sucede cuando los guardias me alzan de forma repentina por encima de sus hombros. Soy como un cadáver en procesión a través de su villa camino a la boca del castillo, la que siempre he pensado que más parece la entrada a una cueva oscura en lugar de a un palacio.
Este plan no va a funcionar.
—.—.—.—.—.—.—.—.—.—.— —.—.—.—.—.—.—.—.—.—.—
Quiero decirles que me siento totalmente honrada por todas sus muestras de cariño y buenos deseos. Este tiempo lejos ha sido muy complicado y escribir para mí siempre fue una especie de terapia.
Así que mil, mil, mil gracias por su enorme consideración. De verdad espero que la historia siga siendo tan bien recibida por todos ustedes que me leen.
Abrazos enormes y gordos!
