Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen, son propiedad de Masami Kurumada y toda su pandilla.
Parte 2: El inspector
El inspector de salubridad era un hombre alto, imponente. Había vivido su juventud ochentera como cualquier chico de la época, peinados extravagantes y exceso de laca para el cabello; ahora, a sus casi cincuenta, vivía las consecuencias de esa juventud: el que alguna vez fuera un glorioso y bien nutrido cabello se había caído poco a poco, hasta su completa liquidación. Era una tragedia, casi tanta como que él desarrollarse un aversión a todos los jóvenes con largas y abundantes cabelleras; el hombre había dejado de ir a su tienda favorita solo porque en las mañanas había un chico peliazul de larga cabellera rebelde, en la biblioteca de la ciudad de vez en cuando se reunía un grupo de chicos y entre ellos había un pelinegro, un rubio y un peliverde, todos adolescentes, de cabello largo o aspirando a tenerlo, incluso las consultas en el hospital se habían vuelto una tortura, uno de los estudiantes que hacía su práctica en el lugar tenía un largo y lacio cabello que lo hacía más que notable.
Con esos antecedentes, su visita más pesada y difícil era a uno de los restaurantes más famosos del centro de Atenas. No era que lo trataran mal, sólo que el jefe, el dueño del lugar, Izō, tenía el cabello largo, atado con una cinta que no permitía que ningún cabello, a excepción del flequillo, estuviera en desorden. Era estresante tener que ver a ese hombre con su larga y bien cuidada cabellera, y ya ni hablar de algunos empleados.
Debido a eso siempre era muy cuidadoso con sus visitas, cualquier falla, por más minúscula que fuera, sería suficiente para que él mandara a clausurar el lugar.
Al llegar vió a un chico de cabello castaño corto que lo recibió con amabilidad. Era un buen inicio, el cabello del chico tenía el corte adecuado y parecía muy profesional en su trabajo. Su labor empezaba desde el primer momento en el que pasaba el umbral de la entrada, mientras esperaba a que Izō apareciera sacó su tabla de apoyo ya preparada para hacer anotaciones y su bolígrafo tinta roja, el bolígrafo que utilizaba cuando iba a hacer que cerraran un local.
—¿Cuánto tiempo llevas trabajando aquí, chico? —le preguntó al joven, notando que no llevaba un gafete.
Aioros borró su expresión tranquila, desconociendo si debía o no decir que sólo llevaba nueve horas trabajando en ese lugar o decir una mentira piadosa.
—Soy nuevo.
—¿Qué ocurrió con el otro chico?
—... Está de vacaciones —Aioros desvió la mirada, si por vacaciones se refería a un momento de descanso dónde uno aprovechaba para atender la fiebre, dolores de estómago y temblores extremos, entonces sí, eran vacaciones.
El inspector tuvo que esperar un par de minutos más hasta que vió al sobrino de Izō, Shura, acercarse a él con una expresión de disculpa. Shura le agradaba, usaba el cabello corto, tal vez algo largo en las puntas, pero como todo iba para arriba no había problema.
Shura se disculpó por su tardanza y explicó rápidamente la falta de su tío. Él estaba a cargo por ese momento, provocando que el inspector pensara que tal vez las cosas cambiarían para bien, el hostess era un chico de cabello corto, y apenas entró al restaurante vio que había una chica atendiendo a la gente, una chica castaña de cabello también corto. Mientras el inspector asentía, Shura se alejó momentáneamente de él para acercarse a Erda, que acababa de recoger la orden de una mesa.
—¿Dónde están los demás?
—Salieron huyendo cuando dijiste que el inspector había llegado…
—¿Incluso Camus? —preguntó Shura, extrañado porque su amigo nunca le huía a un examen, inspección o cosas parecidas.
—Todos se fueron en bolita, creo que Kyoko fue quien lo jaló a él —Erda entrecerró los ojos y miró hacia dónde estaba el vestidor—, probablemente aprovechó para manosearlo.
En el vestidor, Kyoko y Kanon miraban por la puerta entreabierta al inspector hablar momentáneamente con Celintha y Lithos, mientras Afrodita, Mū, Dysnomia y Camus se mantenían en el interior, el último sosteniendo un botella de vino con el sacacorchos clavado.
—Camus, es muy temprano para empezar a beber —dijo Afrodita, provocando que el francés rodara los ojos.
—Bueno, ya son las cuatro —razonó Dysnomia—, ya que estoy trabajando aquí, sin paga, todo el día, ¿al menos me van a llevar a casa?, ¿puedo comer algo de lo que preparan?, ¿puedo beberme la mitad del vino de Camus?
—Estaba sirviendo una mesa, ¿quieren decirme qué estamos haciendo aquí? —Camus cruzó los brazos, alejando la botella de Dysnomia.
—Debo asegurarme de que sepan todo lo que se supone que debemos de saber para la inspección —Kanon se alejó de la puerta y miró a sus compañeros con expresión seria—Lawless, ¿método de lavado de manos?
Dysnomia hizo un saludo militar y después comenzó a mover las manos como si se las estuviera lavando, fingió que tallaba entre los dedos, el dorso, la palma y el pulgar, tomándose su tiempo.
—¿Lo está haciendo bien, Mū? Y nada de favoritismos.
Kanon miró a su amigo esperando una respuesta sincera, al final el aludido sólo asintió en silencio, no tenía nada que decir, horas atrás la había visto lavarse las manos de verdad, ella lo hacía como si estuviera a punto de entrar a un quirófano.
—Bien, Camus, ¿cuál es la regla principal de este lugar?
—La mayoría de las veces el cliente es un idiota —mientras Kanon rodaba los ojos, Kyoko a su lado intentó ocultar su risa.
—Tú —Kanon de inmediato tomó a Kyoko de los hombros—, dime tres reglas de limpieza.
—El empleado debe evitar tocar los alimentos del cliente, lavarse las manos constantemente, de preferencia antes y después de servir los alimentos…
Kyoko fue interrumpida por el sonido de la puerta siendo tocada. Todos se apresuraron a fingir que estaban ocupados, algunos abriendo los casilleros y otros fingiendo que se estaban arreglando el uniforme; Afrodita fue el único que se acercó a la puerta, incluso Camus se había puesto a buscar un lugar en dónde ocultar su botella de vino.
—Shura, ¿a qué debo el honor de tu visita? —preguntó el botánico cuando abrió la puerta y miró a su amigo-jefe temporal, al otro lado del umbral.
—El momento ha llegado, Shaka imprimió sus gafetes.
—No sabía que Shaka estaba aquí —Camus alzó una ceja y se apresuró a tomar su gafete y salir del lugar, no fuera a ser que Shura se fuera y lo dejaran a él solo con sus amigos, haciéndole preguntas tontas.
El inspector se entretuvo un buen rato en la oficina de Izō, asegurándose de que el papeleo estuviera en orden, a lado de un chico que le aseguró que era un trabajador temporal, sólo por ese día, un chico de cabello corto que era un experto contador, entre otras cosas. Por un momento creyó que todo estaría en orden, incluso las jóvenes que limpiaban las mesas tenían el cabello corto, y entonces todo empeoró.
Cuando salió de la oficina estaba preparado para la verdadera inspección, con su hoja de anotaciones y su bolígrafo rojo, tentado a sacar el negro. Sólo tentado, la tentación desapareció cuando lo primero que vió fue a un mesero, con un largo y bien cuidado cabello en tono turquesa sujeto con una liga. Era un cabello hermoso, casi tanto como el del chico de expresiones refinadas y cabello azul claro, teñido de rubio en las puntas.
Al hombre casi le da un infarto. Además de ellos había otros dos, uno muy parecido al amable doctor que le revisaba la presión cada mes, y uno de expresión seria pero bastante atractivo… y dos chicas de cabello no tan impresionante, pero sí largo.
Eso iba en contra de las leyes naturales, ¿por qué los hombres tenían un cabello más largo y mejor cuidado que el de las mujeres? ¿quién les dejó utilizar el cabello largo? ¿dónde estaban los padres?
El hombre miró con expresión seria a los meseros y después a Shura, que se había parado a su lado para comenzar oficialmente la inspección.
—¿Nuevo personal? —preguntó el hombre, viendo con ojo crítico a Mū, por si la liga que mantenía ordenado su cabello se soltaba.
—Es temporal —Shura también vió a sus amigos con ojo crítico, era la prueba más importante, la razón por la que estaban ahí, no podían arruinarlo.
Mientras el inspector se concentró en revisar las paredes, en caso de que existiera algo sospechoso, como filtraciones o cuarteaduras, Kyoko se acercó a Mū, aprovechando que ambos estaban entregando sus órdenes en la cocina.
—El inspector te está mirando mucho, creo que le gustas —dijo con sencillez, provocando que Mū la mirara sonrojado.
—Eso no es… —Mū negó con la cabeza, pocas veces había intercambiado palabras con Kyoko en el pasado, y se alegraba de no haberlo hecho hasta ese estricto y necesario momento— Creo que lo conozco…
—Uhh, chisme… ¿dónde lo conociste? ¿en la tienda? ¿tienen un pasado conflictivo? ¿Saliste con su hija…?
—En el hospital… creo, a veces reviso a muchas personas, es complicado saber pero estoy casi seguro de que lo he atendido —Mū miró de reojo al hombre—. Y no sólo me mira a mí, también está mirando a Camus, Afrodita y Kanon.
De hecho, había agarrado a Kanon como el sujeto de pruebas. Le preguntó por el reglamento, las leyes sanitarias y por qué no estaba usando una cofia para proteger la comida de los comensales de sus largos y envidiados cabellos. Kanon había respondido correctamente gracias a la fortuna de tener buena vista y amigos dispuestos a hacer trampa con él; justo frente a ellos, apartados del centro del restaurante para no molestar a la clientela, estaba Shaka, en su propia mesa, dándoles la espalda y con el menú a un lado, sosteniendo el sagrado libro de reglas de Izō, señalando cada respuesta a las preguntas mientras levantaba el libro de forma que Kanon pudiera verlo también.
En defensa de Kanon, no tuvo el suficiente tiempo para estudiar lo más básico, entre crear su tabla de competencia con Afrodita y vigilar a Camus y Katya, tenía suerte de haber memorizado el menú temporal del día. Kanon miró a Shaka cerrar las reglas y levantar los hombros, era el momento de improvisar.
—Somos muy cuidadosos con ese tipo de cosas, inspector, además de que la imagen también es importante, mire este lugar, está operando al máximo de su capacidad.
Kanon señaló el restaurante, mostrando su punto. Incluso Shura, que se había mantenido en silencio, asintió ante esa afirmación, entre el atractivo natural de Aioros en la entrada y Camus provocando risitas femeninas por su apariencia, el lugar estaba lleno, con una fila afuera y espera de media hora.
—Y justamente porque la presentación es importante creo que debería cortarse ese cabello —el hombre sostuvo sus notas y su bolígrafo con fuerza, dispuesto a mandar a cerrar el restaurante por exceso de melenas en el personal.
—¡No! ¡Espere! — gritaron Shura y Kanon, el primero dispuesto a decir que de una vez los clausurara, no iba a cortarle el cabello a ninguno de sus amigos y el segundo pensando en una alternativa sana para todos. Kanon puso una mano en el hombro de Shura y continúo— ¿Y qué tal si nos amarramos el cabello como los chicos de cocina?
—¿Cocina?
El inspector se congeló en su lugar, todavía no revisaba ese espacio. Siempre lo dejaba al final, debía ser sumamente cuidadoso con el personal de cocina, por eso le sorprendió escuchar la afirmación de ese mesero. Rápidamente sostuvo sus notas bajo el brazo y caminó decidido hacia la cocina, con Shura detrás de él. Kanon sólo los miró marcharse, después se acercó a Shaka y se recargó contra el respaldo.
—Buena estrategia, distraerlo con los demás —reconoció Shaka, tomando el menú.
—¿No deberías estar limpiando con Celintha y Lithos? ¿O lavando trastes con Regulus? O… no sé, haciendo cualquier otra cosa relacionada con la funcionalidad de este lugar.
—Podría estar en la administración, o cobrando, pero no tengo talento para eso así que hice lo que Shijima siempre hace: contraté a alguien para que lo hiciera por mi.
Kanon bufó, en parte porque esa era una pobre excusa y en parte porque eso no se le había ocurrido, estaba seguro de que Baian iría a cubrir a Io sin nada a cambio, más que la gratificación de saber que su amado amigo no tendría que preocuparse del trabajo.
El inspector miró sin expresión a todos en la cocina, que se habían congelado al escuchar la puerta de entrada azotarse. Aldebarán seguía preparando su platillo especial, Deathmask estaba adornando un platillo, Aioria estaba a mitad de un regaño hacia Regulus, que no había tirado correctamente las sobras de comida, Katya estaba tratando de no morir de vergüenza debido a que Saga le estaba ayudando a servir un platillo muy sencillo de servir y Shoko se había ocultado de miradas indiscretas detrás de Milo. Todos estaban y no estaban ocupados en sus tareas, la presencia del inspector sólo agravó su muy precaria atención.
—Inspector de sanidad —se presentó el hombre, mostrando su credencial—. ¿Quién está a cargo?
Saga soltó el rayador de queso y se alejó de Katya, quien finalmente sintió que podía respirar. El inspector tragó saliva, ese hombre era igual al mesero de segundos antes, pero ligeramente más alto, imponente, serio, y aterrador.
—Shura, obvio —dijo el hombre, con tono monótono y voz grave.
Shura levantó el pulgar, le alegraba ser reconocido como el jefe, el líder de ese grupo de inexpertos y tarados. Para su suerte, sólo había dos hombres en la cocina con el cabello largo. Shura nunca había entendido por qué ese inspector tenía un problema con los chicos de cabello largo, sólo los hombres, era una fijación muy extraña que su tío había desechado, no debería de tener importancia si el resto de su trabajo era excelente.
El inspector miró a Saga intentando no parecer intimidado, y después comenzó con su trabajo, siendo en extremo cuidadoso. Miró a Milo fijamente, esperando a que cometiera un error y por su propia seguridad evitó fijarse en Saga, a pesar de haber casi torturado a su hermano gemelo minutos atrás, la expresión seria de Saga era de temer.
Necesitaba tener una excusa, por más pequeña que fuera, para cerrar el lugar, la evidencia de que una rata se ocultaba entre las paredes, un insecto caminando sobre la comida, el congelador mal calibrado o una mala manipulación de los alimentos. Necesitaba cualquier cosa, lo que fuera.
Pero a pesar de buscarlo casi con una obsesiva compulsión, no logró encontrar nada. Los cocineros parecían no ser expertos, pero eran cuidadosos en sus tareas y eran demasiado buenos en fingir que no los ponía nerviosos su mirada juzgadora.
Para el final del día, después de una segunda revisión en caso de que algo se hubiera olvidado, el inspector sólo pudo suspirar frustrado. No había nada, absolutamente nada, y todos los presentes lo sabían.
—¿A qué hora va a irse ese sujeto? Comienzo a sentirme incómoda.
Le dijo Erda a Afrodita, quien asintió en conformidad.
—¿Tú estás incómoda? Camus tiene la impresión de que ese sujeto en cualquier momento va a agarrar unas tijeras y cortarle el cabello —Afrodita tuvo un escalofrío—. Mientras sea a él y no a mi.
Erda alzó una ceja; después de meses hablando con Deathmask, una de las cosas que había aprendido de él con respecto a sus amigos era que cualquiera vendería a uno de los suyos a cambio de que nadie tocara su cabello. Cruel, pero real, ella reaccionaría de la misma forma si alguien intentaba tocar sus pesas.
—Por cierto, ¿qué es eso de la pregunta al final del ticket?
—Fue idea de Kanon, ya sabes cómo son los abogados, sin evidencias no creen en nada de lo que les asegures.
—¿Su competencia de popularidad? —Erda rodó los ojos, la primera vez que escuchó de eso se sintió tentada a golpearlos. Era tonto concentrarse en esas cosas cuando lo importante debía ser el servicio al cliente.
El inspector rellenó sus documentos con sumo cuidado, cualquier ruido proveniente de la cocina o la parte frontal lo hacía alejarse de sus papeles y mirar en esa dirección, esperando encontrar algo, por mínimo que fuera. Cuando puso el punto final en su reporte, se levantó con un gran pesar y le entregó los papeles correspondientes a Shura, que intentaba no ser tan obvio en su sonrisa de triunfo.
—Dile a Izō que lo veré en seis meses.
Murmuró para, acto seguido, salir del lugar, escuchando el amable "vuelva pronto", de Aioros en la entrada; el inspector ni siquiera podía decir que la atención al cliente era mala.
Apenas lo vieron salir del restaurante y cruzar la esquina, con sus papeles en la mano y su sombrero cubriendo su calvicie del poderoso Sol, Kanon y Saga sostuvieron a Shura de los hombros.
—¿Está hecho? —preguntaron a la vez.
—Logramos pasar la prueba —Shura de inmediato los abrazó a ambos, feliz— ¡Postre gratis para todos!
—Ya escuchaste Saga, ponte a trabajar.
Saga rodó los ojos, al ver que Afrodita pasaba cerca de ellos, sostuvo a su amigo y se intercambió con él, dejando que el botánico se integrara al abrazo grupal sin problemas, Afrodita nunca había tenido problemas con el contacto físico, al menos no con sus amigos.
Mū y Camus miraron la escena a la distancia, y antes de que Saga pudiera regresar a la cocina, ambos se asomaron por la pequeña ventana que daba a la cocina y dieron las buenas noticias.
—¡El inspector se ha ido! —anunció Mū, con una sonrisa alegre.
—Shura ofreció postre gratis para todos —dijo Camus antes de que todos comenzaran a celebrar.
—Estoy feliz por pasar la prueba y enojado por tener que trabajar más.
Aioria tenía los brazos extendidos hacia arriba, a punto de saltar de alegría, acción que fue interrumpida ante el anuncio de Camus. Que no pudiera dar su grito de júbilo no evitó que notara que todavía sobraba algo de una salsa que había preparado Shoko para complementar uno de sus platillos, a su mente rápidamente le llegó una idea.
Frente a él, Shoko sólo aplaudió un par de veces para celebrar, después notó que Aioria miraba su salsa, después a ella, y al final a Milo, que hablaba con Katya. Podría no conocerlos demasiado, pero ella conocía esa mirada, era una invitación a hacer algo malvado. Shoko negó algo insegura, no era correcto, pero entonces Deathmask se acercó a Aioria y recargó su brazo sobre el hombro de su amigo; ambos la miraron, después su salsa, y después a Milo, quien parecía concentrado en su charla con Katya. Shoko volvió a negar, no era correcto, pero las miradas de ellos eran insistentes y tentadoras, tanto que al final sólo terminó asintiendo, aceptando sólo para sí que ella también quería molestar un poco a sus amigos, en especial a Milo, después de un largo y agotador día de trabajo sin paga. Se lo merecía.
Apenas Aioria y Deathmask actuaron, Milo no tardó en responder, en parte molesto y en parte divertido. Llevaba todo el día esperando a que alguien hiciera algo como eso, además, el inspector acababa de irse y ellos habían pasado la prueba, divertirse un poco no tenía nada de malo, al menos no hasta que Shura entrara a la cocina y les ordenara regresar al trabajo.
Y pusiera a Rgulus y Mei a limpiar el desastre.
