Ranma ½ no me pertenece.

.

.

.

.

Fantasy Fiction Estudios

presenta

.

.

.

.

Libro de sangre

.

.

.

.

Akane corría a toda velocidad. Saltó a uno de los muros que bordeaban su manzana y continuó corriendo.

—Ese hombre está loco —se dijo mientras seguía avanzando.

Llegó a su edificio. Vivía en un apartamento en la planta baja, así que dio la vuelta por el jardín y se deslizó por la ventana de la cocina. Bajó por el fregadero y se quitó el bolso que llevaba cruzado en el cuerpo. Se quitó los zapatos deportivos y esperó. Sabía que él la seguiría, aunque si alguien le preguntaba cómo o por qué, no podría haber respondido. Así como sabía que iba a llover mucho antes de que empezaran a caer las gotas, o de la misma manera en que sabía quién la estaba llamando antes de atender el teléfono o quién había llegado antes de abrir la puerta, lo sabía. Simplemente lo sabía.

—¿Nunca te has sentido diferente?

Eso es lo que le había dicho él esa tarde en la pastelería. No parecía un cliente habitual, Akane estaba segura de que no lo había visto nunca y, sin embargo, le resultó familiar, íntimamente familiar.

—¿No me reconoces? Sé que sentiste algo en cuanto me viste.

Así había insistido cuando ella terminó su turno y salió. Había tenido un estremecimiento de miedo al verlo en la salida de la estación. Pero, si era sincera consigo misma, también una chispa de interés, y una anticipación que rayaba en la excitación, lo que la asustó todavía más. ¿Quién era él? Hubiera deseado preguntarle, pero eso hubiera sido lo mismo que alentarlo. Akane sabía muy bien cómo pensaban los chicos, lo sabía desde la secundaria.

Encendió la luz al salir de la cocina hacia la sala, y alzó el rostro. Le pareció ver una sombra que cruzaba por la puerta ventana que daba al diminuto patio interior; pero era imposible, la había cerrado bien antes de irse a trabajar.

Cuando se dio la vuelta lo encontró a su espalda y estuvo a punto de dar un grito alto y agudo, pero él le tapó la boca. Sus ojos azules brillaban con intensidad a la suave luz de lámpara, la trenza se deslizó por su hombro cuando se inclinó un poco hacia adelante.

—No voy a hacerte daño, Akane —le susurró suavemente. Y a ella le pareció que hablaba en serio—. Sabes que no lo haré. Mi nombre es Ranma, Ranma Saotome. ¿No me recuerdas? Realmente, después de tantos siglos, ¿no te resulto ni un poco familiar?

Akane despegó los labios contra su palma. Cuando él aflojó el agarre, alzó una rodilla y lo golpeó en la entrepierna. Él soltó una maldición y mientras se doblaba adolorido, Akane corrió hacia un rincón de la sala y tomó su boken de madera.

—¡No me importa quién seas! ¡Lárgate de mi casa! —le ordenó en un grito, amenazándolo con el arma—. ¿Acaso no entiendes un «no»?

Él se puso de pie nuevamente y se sacudió el elegante traje negro.

—Sigues siendo la misma —dijo con una sonrisa—. Recuerdo cómo te ponías cuando te llamaba gorda y te decía que eras fea.

—¿Fea? —Ella reaccionó por instinto a la pulla y Ranma sonrió todavía más, con arrogancia.

—Claro que eso lo decía cuando era un crío estúpido, nunca lo pensé realmente… Todo este tiempo he intentado…

—¡No me interesa! ¡Vete! —lo interrumpió Akane—. O llamaré a la policía.

Él la miró atentamente y metió las manos en los bolsillos del pantalón.

—Ah, ¿sí?

—¡Sí!

—Pues adelante, hazlo.

Akane frunció el ceño y le sostuvo la mirada.

—Lo haré —aseguró.

—Estoy esperando, Akane.

Ella tomó el boken con más fuerza, haciendo crujir la madera, pero no se movió.

—No puedes hacerlo, ¿cierto? —inquirió Ranma con tranquilidad—. Tenemos una conexión especial, Akane, sé que lo sentiste esta tarde cuando nos vimos por primera vez. Esa conexión impide que nos hagamos daño.

Akane se echó hacia adelante y lo golpeó con el boken en el hombro. Giró y volvió a golpearlo, pero Ranma la esquivó. Ella se lanzó al ataque otra vez, con un grito de guerra entre los dientes apretados. Ranma sonrió y se movió con agilidad. Danzaron en una sincronización perfecta, mientras Akane atacaba y él esquivaba sus movimientos.

Ranma saltó hacia atrás casi sin esfuerzo, de una manera que a Akane le pareció casi inhumana. Ella se detuvo, agitada y sorprendida.

—¡Está bien si es así como lo quieres, Akane! —dijo él casi alegre—. Solían gustarte mucho nuestras prácticas, y debo confesar que a mí también.

Akane no habló, apretó los dientes y se enderezó para lanzarse al ataque. Avanzó con el boken por delante cubriendo su rostro. Ranma iba a esquivarla, pero ella lanzó el boken por el aire y giró, para lanzarle una patada por el costado. Él se había distraído con el boken, y el golpe le dio de lleno. Akane volvió a golpearlo, esta vez adelantando el puño para darle en la cara; él la esquivó, pero recibió una patada corta en la espinilla.

Ranma contraatacó alzando la pierna. Golpeó a Akane en el estómago, pero ella lo percibió casi como un roce. Parecía verdad que no quería lastimarla, y que se había tomado aquello como un juego, o una especie de entrenamiento. A ella, que hacía tanto que no entrenaba con alguien, aquel ejercicio le llenó el cuerpo de adrenalina y de algo parecido al gozo.

Se movieron por la sala en una especie de danza ensayada. Derribaron un jarrón y una estantería con libros, golpearon la mesa pequeña en el centro, que cayó tirando al suelo el juego de té japonés. Destruyeron adornos y tiraron más muebles. De a poco, a Akane le pareció que aquellos movimientos se le hacían conocidos, como si volviera a recordar las primeras lecciones que le había dado su padre en el dojo.

Ranma saltó de nuevo hacia atrás esquivándola y Akane se detuvo, resollando por aire. El sudor le pegaba la blusa a la espalda y las piernas le quemaban por el calor que le daban los vaqueros; sin embargo, él parecía estar bien, como si estuviera en ropa de ejercicio y no en ese traje caro y hecho a medida. A Akane le parecía un hombre cada vez más extraño y sorprendente.

—¿Hace cuánto —le preguntó— que practicas este estilo de combate libre?

Parecía que él no iba a contestar. Al final se acomodó los puños de la camisa y dijo:

—Podría decirse que se siente como si fueran siglos.

Ella frunció el ceño y se movió para atacarlo otra vez.

—Ese estilo… es el hasunohana, el estilo de combate de mi familia —dijo mientras lanzaba un puñetazo.

Ranma se echó hacia atrás para esquivarla, su trenza bailó en el aire. Dio una patada, pero Akane se movió a tiempo fuera de su alcance.

—Lo sé —dijo él—. Yo lo inventé.

—¡Eso es imposible!

—No si tienes más de 300 años.

—¿Qué?

Akane se quedó quieta. Él no sonrió, la miró largamente, con los ojos de un color azul como el mar embravecido.

En ese momento golpearon la puerta con fuerza y Ranma volteó el rostro hacia la fuente del sonido. Akane aprovechó su distracción, se lanzó hacia él y lo derribó, sentándose encima de inmediato, sosteniéndolo en el piso entre sus muslos. Estiró el brazo para tomar el boken y apretarlo contra su garganta. Ranma la miró con el rostro desencajado por la sorpresa. Los ojos le ardieron con una luz rojiza.

—¡Señorita Tendo! —exclamó con indignación la mujer al otro lado de la puerta—. Señorita Tendo, le he pedido muchas veces que deje de hacer tanto ruido… ¡Señorita Tendo! Ya sé que está en casa, esta es la hora en la que vuelve del trabajo.

Akane puso los ojos en blanco y se aclaró la garganta.

—Señora Fumihiko, lo lamento —dijo con voz dulce y arrepentida—, lo lamento mucho.

—¿Qué está pasando ahí dentro, señorita Tendo?... Si está haciendo una fiesta, ¡le recuerdo que eso está terminantemente prohibido! Hablaré con el administrador.

—No, no, señora Fumihiko. No hace falta.

Akane observó a Ranma que, a pesar de estar echado en el suelo con un palo de madera contra la garganta, sonreía divertido y parecía disfrutar toda la conversación.

—Es… es Sisi —dijo Akane después, hablándole a la puerta—. Disculpe las molestias, señora Fumihiko, le juro que no se volverá a repetir.

—¡Que sea la última vez, señorita Tendo! —La mujer se alejó arrastrando los pies y murmurando—. Ah, no sé por qué permiten que vengan aquí con animales. Los jóvenes de ahora no respetan a los vecinos, en mi época…

Akane suspiró con cansancio y aflojó un poco el agarre sobre Ranma. Lo miró a los ojos.

—Te lo voy a pedir una última vez —le dijo—. Déjame en paz y vete.

—Ahora mismo, Akane, no dejaría esta posición ni por todo el dinero del mundo —dijo él alzando una ceja.

Ella se dio cuenta de que estaba encima de él de una forma descarada, con sus muslos apretando su costado y casi echada sobre su pecho. Se sonrojó de súbito, peor no se apartó, en cambio, apretó de nuevo la garganta de Ranma con el boken.

—¡No estoy jugando! Yo… yo…

Pero no sabía qué decir. Había algo que la atraía hacia él, que le provocaba terror y excitación a apartes iguales, aunque no estaba dispuesta a confesárselo. De alguna manera, tener que darle la razón la hacía enojar. Retiró lentamente el boken y se movió a un lado, apartándose de él, hasta quedarse sentada en el suelo.

—Vete, por favor, solo vete.

—Está bien —accedió él incorporándose—, pero prométeme que al menos leerás esto.

—¿Esto?

Él chasqueó los dedos y un pesado libro cayó en medio de la sala, como si alguien lo hubiera lanzado desde el techo. Se abrió por el centro desprendiendo polvo y mostrando unas páginas amarillentas y frágiles. Akane se lo quedó mirando con la boca abierta, y después volvió el rostro hacia Ranma con verdadero pánico. Se arrastró hacia atrás cuanto pudo, hasta que su espalda tocó la pared.

—¿Qu-Quien… quién eres? —tartamudeó—. O mejor dicho… ¿qué eres?

Ranma estiró el brazo para tocarla, pero Akane se pegó más a la pared, así que él desistió.

—Ya perdí la cuenta de las veces que te he dicho esto —murmuró con la voz teñida de pesar—, pero lo diré una vez más. Soy el hombre que estás destinada a amar, Akane, nos une un lazo de sangre. Solo yo puedo salvarte, y solo tú puedes salvarme a mí.

Ella se lo quedó mirando como si estuviera loco. Ranma intentó acercarse otra vez, pero se echó atrás de pronto como si lo hubiera atacado una bestia salvaje. Akane estaba segura de que lo había escuchado gruñir, como gruñiría un animal que había visto a su enemigo. Los ojos se le volvieron completamente rojos y se levantó de un salto para alejarse hacia la ventana que daba al patio.

Asombrada, Akane observó el lugar que él miraba con tanto aborrecimiento y solo vio a Sisi, su pequeña gata blanca y peluda, que se había sentado en el suelo junto a ella e inclinaba la cabeza y movía las orejas mirando a Ranma.

—Miaaauuu.

Ranma dio un paso atrás. Akane tomó a Sisi en brazos y la acurrucó contra su pecho.

—Por favor… prométeme que leerás el libro —dijo él—. Por favor.

Akane pestañeó y Sisi se debatió en sus brazos para bajarse. Ranma dio otro paso atrás en el instante en que la gatita se liberó.

—Volveré pronto —prometió.

Sisi corrió tras él, pero Ranma desapareció de pronto en la oscuridad del patio, cuando Akane salió a mirar, ya no estaba. Sisi maulló y se paseó entre sus piernas, enroscándole la cola en la pantorrilla, como si quisiera tranquilizarla.

.

.

.

Ranma estaba sentado en el techo del alto edificio observando la interminable carrera de los autos en la avenida y las luces cambiantes de los semáforos. El ruido de los bocinazos y el murmullo constante de las conversaciones le llenaba los oídos.

Ryoga se apareció a su lado, chupando un caramelo de limón.

—Y, ¿cómo fue? —le preguntó mientras se sentaba.

—¿Qué no tienes nada que hacer con tu tiempo? —le dijo Ranma de mal humor.

—Por lo que veo, las cosas no salieron muy bien, ¿eh?

Ranma no dijo nada. Los sacos de ambos se agitaron con el viento de las alturas. La trenza de Ranma bailó a su espalda. Al final dijo, a regañadientes:

—Ella tiene un gato.

Ryoga lo miró un instante y después estalló en una sonora carcajada.

.

.

.

.

FIN

.

.

.

.

Nota de autora: La palabra que Noham me dio hoy fue «libro» y la verdad es que todavía seguía pensando un poco en el universo que creé ayer, así que me imaginé en seguida una especie de libro mágico que caía al piso. Y me imaginé a Ranma y Akane teniendo un enfrentamiento, además de que quería que Akane se luciera un poco y pudiera hacerle frente a Ranma, cambiando lo que pasa en el principio del manga. Por cierto, a este Ranma demonio me lo imagino distinto, porque (según mi canon XD), él era como lo conocemos, pero después de siglos y de todo lo que le ocurrió con el amor de su vida se ha convertido en el hombre (¿demonio?) que vemos ahora. ¿Y qué es todo lo que le ocurrió?, se preguntarán. Pues son cosas que me imagino, pero que no alcancé a decir en este corto, pero que me sirven si sigo la historia más adelante :) Otra cosa que me imagino es que Ranma y Ryoga no fueron amigos desde un principio, pero con el tiempo han aprendido a llevarse bien y hasta a ser compinches. Cosas raras de la vida eterna, supongo XD.

Muchas gracias a todos los que leen, en especial a Gatopicaro, Arianne, Sol, Hcoronadogandara, Rowen, Psicggg y Noham.