Disclaimer: Los personajes de Naruto son propiedad de Kishimoto. La historia es de El Reino.
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Virtud del código Bushido: Autocontrol
Sasuke odiaba lo húmedo que era el almacén. Frío y húmedo, este era un lugar terrible para almacenar artículos como explosivos y metales susceptibles a oxidarse. Perdió la cuenta del número de artículos que etiqueto para ser destruidos. Pero esto era culpa de algún Hokage muerto y Sasuke solo estaba aquí para perder el tiempo hasta que terminara su castigo.
Hablando de objetos vulnerables al agua, Sasuke frunció el ceño ante la caja de pergaminos frente a él. Le llegó el olor a papel viejo y arrugó la nariz con asco. Esperaba que ninguno estuviera mohoso, porque necesitaba revisar cada pergamino. Si fuesen valiosos, tendría que apartarlos para que un archivero los restaurara o reescribiera.
La mayoría de los pergaminos eran inofensivos. Contenían instrucciones básicas que Sasuke aprendió de genin. Cómo preparar trampas de alambre. Posturas de taijustu para principiantes. Diagramas de chakra.
Pero uno de ellos, el que estaba en el centro, llamó su atención. Sus sentidos se estremecieron en advertencia cuando cerró la mano en torno a él. El rollo tenía la misma apariencia que el resto de los que había visto hasta el momento, pero este no presentaba daños. Aunque las apariencias podían ser engañosa, por lo que sacrificando algo de chakra, utilizó su Sharingan para comprobar si tenía un genjutsu.
Su corazonada resultó ser correcta cuando el genjutsu se disipó. Pudo deshacerlo fácilmente, pero el hecho de que alguien se hubiera tomado la molestia de disfrazar el pergamino lo hacía sospechoso. El rollo tenía un simple sello de cera que se desprendió sin problema bajo la uña del pulgar de Sasuke. Ahora estaba curioso, desenrolló con cuidado una sección y echó un vistazo al contenido.
Sus cejas se fruncieron mientras leía.
Fūinjutsu.
El arte del sellado requiere paciencia y un cuidadoso control de chakra. Este jutsu puede sellar objetos, chakra, seres vivos y prácticamente cualquier cosa que uno pueda imaginar. Este texto explorará las aplicaciones, las limitaciones y las técnicas necesarias para llegar a dominar el Fūinjutsu.
Parecía un libro de texto común. Entonces, ¿por qué estaba oculto bajo un genjutsu? ¿Y por qué no había ningún diseño en el sello? Reflexionó Sasuke. El papel era de muy buena calidad. Debió pertenecer a una familia prestigiosa o a una biblioteca.
Sasuke volvió a enrollar el pergamino. Golpeó el extremo del mismo sobre la mesa mientras pensaba. El misterio de todo esto era intrigante. Y su Rinnegan sería capaz de ver cualquier patrón o código oculto.
Decidido, guardó el pergamino en su capa. Nadie lo echaría de menos.
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Sasuke no recordaba la última vez que quiso ver a alguien tanto como para buscarlo intencionalmente. Sin embargo, eso es lo que se encontró haciendo a la mañana siguiente. La noche anterior dejó el pergamino olvidado. Quería trabajar en la construcción de su nueva casa y necesitaba terminar de leer los libros pertinentes antes de poder hacerlo.
Durante su desayuno con Jūgo, había mirado la pequeña cocina y pensado en Hinata. Y en lo que Jūgo había dicho. Sobre su incorporación al clan.
Eso le atraía. Aunque ella no le hubiera jurado devoción eterna como Jūgo, era una buena luchadora. Y estaba buscando su lugar en la aldea, al igual que Sasuke y Jūgo. Ella tenía cosas que ofrecerles. Con sus conocimientos sobre chakra, podría ayudar a regular a Sasuke hasta que le quitaran el brazalete. Tal vez incluso podría enseñarle a Jūgo lo que ocurría con su chakra cuando entraba en cólera.
Sin alguien que tuviera sus hijos, Sasuke tendría que hacer crecer su clan por adopción mientras tanto.
¿Cómo lo abordaría con ella? Jūgo le había pedido unirse.
Sasuke necesitaría un plan. Lo primero que debía hacer era reunir información. También necesitaba el té regulador de chakra si quería pasar tiempo con ese pergamino.
Con esa excusa en mente, se dirigió al bosque de los Nara. Era una mañana agobiantemente calurosa, pero cuando se adentró en los árboles, la sombra y la brisa hicieron que la temperatura fuera agradable. Aspiró profundamente el olor de la tierra. Le gustaba estar en las afueras de la ciudad. Aquí era más salvaje.
Atravesó los árboles como un espectro silencioso hasta llegar a la casa de Hinata. Y allí se detuvo. Porque Hinata estaba en el porche, arrodillada frente a una pequeña mesa y no estaba sola.
Al otro lado de la mesa, fumando perezosamente con ojos somnolientos, estaba el heredero del clan Nara, Shikamaru.
Sasuke se detuvo, sorprendido. Sabía que Hinata era amiga de Tenten y Jūgo, así que tenía sentido que conociera a otras personas en la aldea. Más aún a los dueños de la propiedad Nara. Incluso podría decirse que Naruto le había pedido a Shikamaru que vigilara a Hinata.
Pero el puño de Sasuke se cerró mientras una repentina ira lo recorría. La intensidad de la misma era impactante, pero se permitió sentirla.
Hinata era responsabilidad de Sasuke. De nadie más. Si no dejaba que los Hyūga se la llevaran, menos lo haría el clan Nara.
Acercándose al porche, esperó a que los dos lo reconocieran. Hinata se fijó en él en cuanto entró en el claro que rodeaba su casa. Su suave sonrisa creció mientras inclinaba el rostro hacia él.
—Hola —lo saludó en voz baja.
—Hn —respondió Sasuke.
Shikamaru levantó perezosamente una mano en señal de saludo y luego extendió la misma mano hacia la mesa. Sasuke se dio cuenta de que había un tablero shogi sobre ella. Shikamaru movió una pieza.
—Shikamaru ha sido mi compañero de shogi desde que me mude aquí —explicó Hinata alegremente—. No soy rival para él, pero yo solía jugar cuando estaba en la corte de Mifune.
—Tch —Shikamaru giró la cabeza para poder exhalar el humo de su cigarrillo—. Nunca había visto tus técnicas. Mifune debe haberte enseñado algunos trucos.
Hinata ahogó una risita en su manga. Sasuke volvió a mirarla y se dio cuenta de que llevaba un kimono. Solo la había visto llevarlos para las reuniones importantes. Y su velo le cubría todo el rostro, el velo estaba hecho de fino encaje y por debajo llevaba el oscuro antifaz que le cubría los ojos. Con él, ella siempre usaba ropa sin forma o de hombre. ¿Estaba tratando de impresionar a Shikamaru con ropa femenina?
Sasuke sintió que un dolor de cabeza florecía. A diferencia del Uchiha, Shikamaru iba a dirigir un gran clan. Y era un consejero de Naruto. En cierto sentido, Shikamaru tenía mucho más que ofrecerle a Hinata que Sasuke.
¿Y qué tenía Sasuke? Un clan de dos y el odio de la mitad de la aldea. Y podía arrasar la aldea, con brazalete o sin él.
Estaba en desventaja y odiaba darse cuenta de ello.
Apartando esos pensamientos, escupió la única respuesta que se le ocurrió.
—¿Cómo reconoces cuáles piezas son tuyas?
Hinata sonrió y cogió una pieza cercana. Era blanca.
—Todas mis piezas tienen un poco de mi chakra incrustado en ellas. Y un grabado en la parte inferior. Shikamaru tiene su chakra en las suyas.
Cogió la pieza que le ofrecía. Pasó el pulgar por el kanji de que decía "blanco".
—Y el propio tablero está grabado para que pueda sentir los espacios. Y Shikamaru-san tiene la amabilidad de avisarme cuando pongo algo fuera de lugar —se volvió para sonreírle al hombre en cuestión.
Este se encogió de hombros.
—Hacer trampa no es interesante.
Sasuke cogió la mano de Hinata, pero se aseguró de que su agarre fuera suave mientras colocaba la fría pieza de juego en la palma de su mano.
—Bueno. Ya que estás ocupada, volveré después —se aseguró de que su tono fuera normal, incluso desinteresado.
—Oh —ella jadeó—. Lo siento, ¿era algo importante? ¿Necesitas algo?
«—Sí.»
—No —dijo él—. Volveré luego —respondió más para Shikamaru que para Hinata.
Giró bruscamente sobre sus talones y se desvaneció de nuevo en el bosque. Se había olvidado del té.
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La ira retumbaba en Sasuke junto a los latidos de su corazón. Sus ojos se sentían como si tuviera arena detrás de los párpados. Necesitaba hacer algo. Sasuke estaba que echaba humo. Desde antes de unirse a Orochimaru que Sasuke no se sentía tan superado. El Uchiha tenía un poder sin igual y aun así podía perder a Hinata frente a alguien que tenía dinero y prestigio.
Había estado en la guerra y lucho contra la primera usuaria de chakra de la historia y ahora estaba atascado con un entrenamiento inútil. No tenía ningún propósito. No le importaba la pérdida de su poder tanto como este sentimiento de inutilidad. Naruto no lo necesitaba y ahora, parecía que Hinata tampoco. Sin Jūgo, ¿qué sentido tenía estar en esta aldea y sufrir la indignidad de estar encadenado?
Siseó una vez antes caminar hacia el esqueleto de una casa que había caído en desgracia hacía tiempo. Sasuke no sentía que los fantasmas de su familia rondaran la propiedad. Sabía que habían seguido adelante, que se habían ido para continuar con el ciclo de la reencarnación y esta vez con suerte, vivir sus vidas plenamente.
La mayoría de las casas no se habían podido salvar y el Hokage había decidido derribarlas en lugar de mantenerlas como recuerdo. Las que podía salvarse, se quedaron. Tal vez con la esperanza de que algún día hubiera gente para llenarlas.
Pero se habían dejado pudrir cuando Sasuke abandonó la aldea. Y cuando regresó, solo la casa de su familia había sido algo parecido a habitable una vez que desalojó a todas las pequeñas criaturas e insectos que se habían instalado en ella.
Jūgo se acercó, probablemente atraído por la intención asesina que Sasuke no se preocupaba en reprimir.
—¿Sasuke?
—Quiero quemar algo.
Jūgo se acercó a Sasuke mientras miraban especulativamente el edificio que tenían delante.
—El concreto llego hoy —Jūgo murmuró pensativo—. Tenemos que despejar el espacio para los nuevos cimientos. He estado trabajando en algunos planos —señaló un arbolito que crecía a través de un agujero en el porche—. Pero quiero conservar esa planta.
—Pues tómala —le ordenó Sasuke, acechando la casa. Encontró un cubo oxidado en la parte trasera y lo trajo.
Jūgo sonrió.
—Solo un segundo.
Sasuke resopló. Su paciencia disminuía mientras su dolor de cabeza aumentaba.
—Empezaré por ahí. Y no creas que te vas a librar de no ayudarme.
Jūgo se detuvo, de camino a un cobertizo cercano, para buscar una pala.
—¿Jefe?
Sasuke lo miró por debajo de su flequillo.
—Sé que Tsunade hizo algo para que tu rabia fuera controlable. Pero sé que eso no ha hecho que dejes de estar enfadado.
El rostro de Jūgo cambió y, en ese momento, era un hombre diferente. Sus ojos estaban distantes mientras miraba los restos del complejo Uchiha.
—Cuando destruí la aldea, tenía este aspecto cuando terminé.
—Pero esta vez no hay nadie a quien herir —dijo Sasuke con firmeza.
Jūgo desvió su mirada hacia Sasuke y lo fulminó con la mirada.
Sasuke sonrió.
—No puedes hacerme daño.
La intención asesina de Jūgo se disparó antes de reducirse.
—¿Puedo destrozar esto?
—Sí.
Jūgo luchó visiblemente consigo mismo durante un momento antes de fijar la mirada en Sasuke.
—¿Y luego lo reconstruiremos? —Jūgo nunca había sonado tan vulnerable.
Sasuke se dio cuenta en ese segundo de que Jūgo necesitaba lo mismo que Sasuke. Un propósito.
—Y luego construiremos un hogar —Sasuke sintió un breve destello de compasión, su ira se desvanecía por la necesidad de ayudar al único miembro de su clan—. Y plantaremos tu árbol delante de la casa.
Jūgo sonrió.
—Gracias, Uchiha-sama.
Sasuke puso los ojos en blanco. Un poco más ligero, se dirigió al primer edificio. Y, sabiendo que iba a atraer a la mitad de los ANBU de la zona, modificó los sellos de su mano y respiró profundamente.
—¡Katon! Gokakyu no Jutsu!
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Inmensamente más tranquilo y también un poco cansado, Sasuke se encaminó por el sendero del bosque. Se duchó para quitarse el olor a humo y ceniza, su cabello aún estaba húmedo. Después de estar todo el día bajo el sol, el frescor del atardecer era agradable. La puesta del sol estaba a su espalda y proyectaba largas sombras en el suelo, bañando su entorno con un brillo anaranjado.
La rabia de la mañana se había reducido a una leve irritación. Pero sabía lo que quería hacer. Necesitaba saber qué pasaba con los ojos de Hinata, saber sobre su sello, saber todo sobre ella. Si iba a negociar su ingreso en su clan, necesitaba la información sobre lo que hacía débil a Hinata.
Ya sabía lo que la hacía fuerte.
Ella lo esperaba en la puerta principal. Todavía llevaba puesto su kimono. Era de color lavanda con flores rosas, flores que Sasuke no sabía el nombre. Su velo había desaparecido. El grueso e impenetrable antifaz que le cubría los ojos estaba allí como siempre. Su cabello estaba suelto y caía en cascada por su espalda.
Hinata lo saludó con una suave sonrisa.
—Sasuke-san.
Sasuke se sintió codicioso. Piso el porche para enfrentarse a ella y la miró de arriba abajo.
—Hinata.
—Entra —le indicó ella y cerró la puerta tras él—. He hecho té. ¿Has cenado ya?
—No tengo hambre —él la tomo del codo y ella se giró para mirarlo—. Tengo preguntas.
Si estaba sorprendida, su lenguaje corporal y sus labios no lo mostraron.
—¿Sobre qué?
—Sobre tus ojos.
Esta vez los labios de ella se apretaron e intento apartarse de él. Sasuke no la sujetaba con mucha fuerza, pero tampoco la soltó.
—Me lo debes después de cómo te ayudé con los Hyūga —exigió, acercándose un poco más—. Cuéntame —así puedo ayudarte—. Para saber a qué nos enfrentamos.
Sus hombros se desplomaron en señal de derrota.
—Honraré lo que hiciste por mí —murmuró ella—. Al menos vamos a salir del pasillo.
En lugar de llevarlo a la cocina como hacía normalmente, le llevó al salón.
Había un pequeño brasero en la esquina. Era la única luz en la habitación. La puerta del porche estaba abierta para la ventilación, pero Hinata la cerró en silencio. Incluso en el bosque, no se podía esperar intimidad, ya que estaban en una aldea ninja.
Se arrodilló junto a ella en la mesa baja. El ambiente se tornó solemne. Tenía sentido. Cubrir sus ojos había sido una cuestión de supervivencia, no de vanidad. Al revelarlos, estaba haciendo algo que en el pasado podría haber puesto en riesgo su vida.
Sasuke pensó en las veces que las mujeres ninjas habían arriesgado su seguridad por una oportunidad de acercarse a él. Sakura. Karin. Otras. Algo que él nunca pidió.
Pero esta vez, Sasuke instigo a Hinata en esto. Ella no era un ninja, sino un samurai. Ella no hizo esto para ganar su afecto, sino para conservar lo que ya poseía. Su dignidad. Esto no era algo que ella estaba haciendo por confianza, los marginados no confiaban fácilmente.
A pesar de la rabia y los celos que lo atormentaron durante todo el día, estuvo tentado a cancelar todo el asunto. Lo que le detuvo fue la idea de que probablemente ella se sentiría ofendida.
La suave sonrisa de Hinata tembló un poco. Sasuke se maldijo mentalmente. Esto ya no era divertido. No hubo triunfo cuando ella se llevó la mano detrás de la cabeza y debajo del cabello y desató los nudos de su antifaz.
Este se deslizó por su rostro y ella lo atrapó en el aire. Cuando se lo quitó, por fin vio lo que había deseado ver durante tanto tiempo.
Tenía los ojos cerrados, pero su Byakugan estaba obviamente activado. Las venas alrededor de sus ojos no estaban tan distendidas como él esperaba. En su lugar, eran más finas y menos pronunciadas, pero seguían palpitando con chakra al ritmo de los latidos de su corazón. Unas gruesas pestañas negras descansaban sobre sus mejillas.
Experimentó el inexplicable impulso de acercarse, de trazar las venas. Ni su ego ni su decoro se lo permitieron, así que se quedó sentado, inmóvil.
—¿Eres capaz de abrir los ojos? —preguntó finalmente.
Ella dudó.
—Lo soy, pero... Es demasiado brillante cuando lo hago.
Arriesgándose, Sasuke activó cuidadosamente su Rinnegan. De este modo, pudo seguir el camino de su chakra a través de los tenketsu. Pudo ver la espesa concentración de chakra alrededor de sus ojos. Su Byakugan estaba siempre activado. Sasuke no sabía cuánto chakra requería normalmente el Byakugan, pero debía de ser agotador mantenerlo en funcionamiento durante tanto tiempo. Sasuke desactivó su propio dōjutsu mientras su propia energía se agotaba.
¿Qué clase de vida había llevado Hinata todo este tiempo?
—Si quieres puedes volver a ponerte el antifaz —ofreció Sasuke—. Ya he visto suficiente.
—Está bien —murmuró ella—. Quería que alguien lo supiera. Me alegro de que fueses tú.
Aturdido, no respondió.
Tras esa pausa, le tocó a ella hacer una pregunta. Ella también se permitió lo que él no hizo. Levantó la mano y la extendió hacia delante. Las puntas de sus dedos, casi, casi tocaron la piel debajo de su ojo. Fue una caricia fantasmal y, a pesar de todo, se estremeció.
—¿De qué color son los tuyos? —Hinata inhalo audiblemente—. Aún recuerdo los colores.
El calor lo inundó y se sintió valiente. Tomando su mano, obligó a sus dedos a hacer contacto con su rostro.
—Negros —movió la mano de ella hacia el otro ojo—. Este es el Rinnegan. Es púrpura con tomoes negros.
Ella siguió sus acciones. Pasando ligeramente el dedo índice por su ceja, apartándole con cuidado el cabello del rostro, lo inspeccionó con el tacto. Sasuke se enderezó mientras un rayo recorría su columna vertebral. Obligándose a permanecer quieto, le resultaba difícil hacerlo cuando su corazón latía con tanta fuerza.
Y entonces ella sonrió y Sasuke comprendió de repente a qué se refería con lo de que todo era demasiado brillante. Apretó los dientes mientras sus ojos se cerraban con desesperación. Su cuerpo intentó moverse para estar más cerca de ella y le costó toda su fuerza de voluntad detenerlo.
—¿Pasa algo, Sasuke-san?
No se atrevió a responder. Su aliento salió sibilante desde detrás de sus dientes en señal de debilidad.
—Oh —murmuró Hinata—. Ya veo —se inclinó, pero se tomó un momento—. Hazme saber si me estoy sobrepasando.
Sasuke casi se rio ante la inversión de roles. Nunca se ofendería si ella se tomaba esa libertad con él. No necesitaba ser protegido de ella.
Sus labios se apretaron contra los de él. El contacto fue ligero, pero su significado, lo hizo temblar hasta los huesos. Él apenas correspondió y la mano de Hinata se deslizó hasta la parte posterior de su cabeza, anclándolo. Ella se apartó y con cuidado pasó su nariz por el costado de la de él. La suavidad y el calor que desprendía lo hicieron estremecerse.
—Hinata... —exhaló.
El pulgar de su otra mano se acercó para tocar su barbilla. Se deslizó hacia su boca para tocar su labio inferior.
Él cayó hacia delante y su frente se apoyó en el hombro de ella. Apretó las manos en el kimono de ella, justo por encima de las rodillas. Después de tanto tiempo de estar solo, el mero hecho de tocar a otra persona era abrumador.
Ella tarareó, guiando su cabeza para que él pudiera presionar sus húmedos ojos contra la base de su cuello. No sintió que ella lo juzgara por sus debilidades ni que quisiera usarlas más tarde.
Sus extremidades se sentían desconectadas de su cuerpo. No estaba seguro de cómo proceder, así que solo intentó hacer lo que se sentía bien. Sasuke levantó su pesado brazo y la rodeó. Apoyó tímidamente la mano en la espalda de ella. No quería dejarla ir.
Un dilema surgió nuevamente en su mente. Se permitió imaginar cómo sería tenerla como una Uchiha. No tendría que verla salir de casa al final del día ni pertenecer a otra persona. ¿Y si su hakama tuviera bordada el abanico de su clan? Su mano se apretó involuntariamente a su obi.
Los Hyūga no la quería. Él sí. Jūgo la quería, aunque quizá no de la misma manera. Los Nara, los Hyūga, no podía quererla tanto como el Uchiha. ¿Por qué Naruto hizo a Sasuke responsable de su bienestar si se suponía que ella se uniría al clan de otro?
Abrumado por estas nuevas emociones, el pánico empezó a crecer en él.
Irónicamente, mientras él se congelaba, Hinata relajó su eternamente rígida postura. Las curvas de su cuerpo se apretaron contra él y rozó tiernamente su mejilla.
—Sasuke —jadeó ella—. Nunca he pertenecido a nadie... Yo... —su voz se entrecortó—. Por favor, no me dejes.
Como por arte de magia, esas palabras disiparon los pensamientos negativos y las dudas que lo rodeaban. No podía hacer que ella lo eligiera, pero en este momento, ella lo estaba eligiendo. La energía se apoderó de él y la acercó.
—No lo haré —le prometió—. No lo haré.
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Dos noches más tarde, Sasuke se encontraba estudiando el pergamino que había robado. Era tarde, más tarde, de lo que pretendía estar despierto, pero no podía dejar de lado este rompecabezas. Había leído la primera mitad unas cincuenta veces. Y tener una primera mitad significaba a que había una segunda parte, tal vez incluso más. Este pergamino era una introducción a algo que Sasuke consideraba importante.
Pero el texto era aburrido. Y por lo que pudo ver, no había ningún truco o código oculto. Esto era directo y tedioso. La única parte interesante fue cuando se hacía referencia a las otras piezas.
Sin embargo, Sasuke tenía buenos instintos. Y le decían que este pergamino, esta parte, escondía algo intrigante. Tal vez alguien en la aldea lo supiere.
¿Qué había dicho Naruto? No había maestros de sello en Konoha. Ni siquiera Kakashi, con sus amplios conocimientos, podía considerarse un maestro.
Sasuke tamborileó distraídamente los dedos sobre su escritorio mientras pensaba. El ruido fue suficiente como para tapar el sonido de raspado que venía de detrás de él.
Se giró y un kunai voló antes de que terminara el giro. Una pálida mano lo apartó torpemente. La figura que estaba en el alféizar de la ventana se desplomó en la habitación y cayó de rodillas en el suelo. Sasuke pudo sentir cómo su Sharingan cobraba vida, pero no funcionaba bien por su débil chakra, además, el intruso no se era alguien con intenciones hostiles.
Sus fosas nasales se ensancharon al oler el tinte cobrizo de la sangre. La figura levantó su rostro hacia él y fue iluminado por la lámpara del escritorio.
Hinata se enfrentó a él. Un corte en la mejilla lastimo un par de venas distendidas y él se dio cuenta de que le faltaba el antifaz. Sus ojos seguían cerrados y las lágrimas le corrían por las mejillas.
—Sasuke —susurró.
Él ya se había movido para arrodillarse frente a ella. Hinata se acunaba la pierna, él le apartó la mano y pudo verle un feo corte en el muslo. Tenía el cabello enmarañado y lleno de una sustancia desconocida. La ropa rasgada se le caía por los hombros.
Los pasos de Jūgo resonaron en el pasillo, antes de irrumpir en la habitación, estaba medio transformado en su yo maldito. Se detuvo al ver a Hinata.
—Sasuke —susurró ella y se inclinó hacia delante para poder apoyar la cabeza en su hombro—. Pensé que por fin estaba a salvo —ella estaba hipando.
Sasuke se quedó sin palabras. Fue Jūgo quien pudo hablar primero.
—¿Quién te ha hecho esto? —gruñó, aferrándose a la puerta con tanta fuerza que la madera crujió en señal de advertencia.
Ella negó con la cabeza.
—No lo sé. Ha pasado tanto tiempo desde... —olisqueó—. Creo que lo maté, pero no sé si el cuerpo sigue ahí. Estaba... Estaba durmiendo y me desperté... —se detuvo para estremecerse de dolor.
Sasuke volvió a su cuerpo y a la conciencia.
—Jūgo —siseó—. Necesito que me consigas material médico.
Jūgo asintió.
—¿Necesitas que traiga a los ANBU?
Sasuke negó. Si Hinata había conseguido colarse sin llamar su atención, eso era bueno. Si antes sus instintos eran fuertes, ahora prácticamente le gritaban. Tenía que proteger a Hinata. Tenía que mantenerla oculta. Y por la forma en que estaba inclinada, ni siquiera Jūgo era capaz de verle el rostro.
Ahora mismo, necesitaba limpiarla.
Jūgo asintió y desapareció en el oscuro pasillo.
Hinata levantó el rostro.
—Sasuke... —suplicó y Sasuke lo odió.
—Voy a ayudarte —le prometió.
Confiando en que Jūgo se diera cuenta de dónde iban, se adelantó. Envolviendo su brazo por la cintura de ella y por debajo de su muslo, en silencio le indicó que lo rodeara con sus brazos y las piernas, esa era la única forma de llevarla con seguridad al baño, ya que no podía hacer mucho con su muñón. El baño era pequeño y apenas había espacio suficiente para los dos. La sentó en el inodoro. Ella no quería soltarlo.
Se desplomó hacia delante y su cabello le cubrió el rostro cuando Jūgo le entregó las vendas. Sasuke dejó los suministros en el fregadero a falta de un lugar mejor para ponerlos y luego se agachó frente a ella. Hizo un esfuerzo por mirarla, aunque ella no pudiera verlo.
—Voy a hacer un trabajo de mierda vendándote —admitió en voz baja.
Ella resopló, pero esbozó una pequeña sonrisa.
—Yo... Puedo —sonaba agotada.
—Haré que Jūgo te traiga algo de ropa —dijo, sabiendo que Jūgo estaba escuchando junto a la puerta—. Y luego podrás descansar.
—No me dejes —ella se aferró a él, apretando el cuello de su camisa con la mano.
—No voy a dejarte ir, Hinata. Te di mi palabra. ¿Puedes meterte en la bañera?
Ella asintió. Y a pesar de la rabia incandescente que rugía en su pecho, fue capaz de ser amable. Le pasó una mano por el cabello en un movimiento tranquilizador, que sintió extraño, pero que le pareció correcto hacer. Ella vino a él. No con los Nara, no con Naruto. Con Sasuke.
Su agarre se relajó y él se movió para abrir la ducha. Ella se aferró a él mientras se ponía de pie con las piernas tambaleantes. Ni siquiera se le ocurrió decir que saldría. Simplemente, se limitó a sostenerla por los codos mientras ella entraba en el agua con ropa. Ella cerró la cortina y Sasuke aprovechó para tomar la ropa que Jūgo ya había ido a buscar.
Los ojos de Jūgo tenían una pregunta. Sasuke asintió. Los ojos de Jūgo brillaron mientras desaparecía en la oscuridad.
Sasuke se sentó en retrete. No escuchó a Hinata desvestirse y solo fue vagamente consciente de que ella estaba usando su jabón y shampoo para lavarse. Estaba demasiado ocupado extendiendo cuidadosamente su chakra a modo de búsqueda.
Fue Tenten la que se había dado sutras con sellos para colocarlos alrededor de su casa y recinto. Le avisarían si alguien con chakra negativo entraba en la propiedad. Por supuesto, no se habían activado con Hinata y quizá ese era el problema. Si alguien reprimía su intención asesina e intentaba colarse, Sasuke tendría que encontrarlo con sus otros sentidos.
Cerró los ojos y dejó de prestar atención a Hinata mientras escuchaba su entorno. El olor de su jabón apenas se percibía. Finalmente, Hinata cerró el grifo. Sasuke se levantó y tomo su toalla.
Solo cuando la envolvió con la toalla se dio cuenta de que ni siquiera habían encendido la luz. Al no ver ninguna razón para hacerlo, Sasuke la ayudó suavemente a bajar la ducha. A estas alturas, ella ni siquiera ponía peso en su pierna herida. Le entregó la venda y ella se apresuró a envolverla alrededor de su muslo.
Sabiendo que solo se interpondría en su camino, le tendió la mano a Hinata para que se equilibrara mientras se ponía de pie y se ponía uno de los haori de Sasuke. Jūgo había traído una hakama, pero Hinata solo suspiró ante y la dejó de lado.
—¿Necesitas ayuda...?
Hinata negó y apoyó su peso en él. Parecía exhausta y él podía sentirla temblar. Cosa que el archivo en su mente para después des. El haori era largo, le llegaba hasta medio muslo mientras estaba de pie, pero era lo suficientemente corto como para que Sasuke pudiera sentir su piel desnuda mientras la ayudaba a caminar. Esa fue otra cosa que marcó para rememorar más tarde.
La llevó a su habitación y se arrodilló para colocarla en su futón. Fue la única vez que lamentó no haber comprado una cama, ya que Hinata siseó cuando su pierna se dobló. Apartó la manta y la animó con un ligero empujón para que lo soltara y se acostara.
Ella hizo un ruido de protesta, pero su cabeza ya estaba ladeada.
—Estoy aquí, Hinata —dijo él—. Voy a quedarme aquí toda la noche.
Sus palabras fueron suficientes y ella se dejó recostar. Él la tapó con la manta y ella liberó un brazo para agarrarlo del pantalón. Él suspiró, pero ella ya estaba dormida.
Se apoyó en la pared y se acomodó. Por suerte, había tomado un poco de té antes. Aunque estaba un poco agotado, tenía suficiente chakra para mantener vigilia el resto de la noche.
Sasuke volvió a pensar en los sellos que rodeaban su casa, en el pergamino de su escritorio y se le ocurrió algo.
Hinata se había quedado dormida de espaldas. Se acercó y le apartó el flequillo de la frente.
La luz de su lámpara era tenue, pero era suficiente para ver con claridad. Ella tenía la frente limpia.
Sasuke se maldijo por no haber pensado en eso antes. Estuvo tan abrumado por Hinata esa noche que no se le ocurrió preguntar cuando tuvo la oportunidad.
Le habían quitado el sello del Pájaro Enjaulado en el País del Hierro, pero accidentalmente habían activado permanentemente su Byakugan. Era la única razón que se le ocurría para que su dōjutsu estuviera siempre activo.
¿Quién querría atacarla? Si los Hyūga querían que se fuera y no supieran que el sello había desaparecido, ¿por qué no activar el Sello Maldito para matarla? ¿Lo intentaron y no funcionó? Y si no fueron los Hyūga los que intentaron matarla, ¿quién más?
Sasuke volvió a maldecir.
Alguien pagaría. Pero eso sería más complicado de lo que él creía.
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Notas: ¡Hola! Sinceramente, no sé cuánto tiempo ha pasado desde que actualice, pero… Creo que no fue hace tanto. Y creo, que con esto ya me terminaría de poner al día con los capítulos que les estaba debiendo. Ahora hablando del capitulo de hoy, ¿qué les pareció? No se ustedes, pero a mi me encanta cuando Sasuke y Hinata comienzan a tener pequeñas interacciones románticas. Se me hacen más significativas y creíbles.
Ahora me despido, porque tengo que comenzar a trabajar en las cosas que corresponderían al próximo mes… Estoy tratando de adelantar todo lo que pueda, porque la próxima semana tengo que acompañar a mi hermana a comprarse su vestido para su graduación del colegio.
Saludos.
Naoko Ichigo
