Amo q los hombres lloren. A algunos le parece de afeminado, pero a mi me gusta, así que tal vez halla de esas partes.


- ¡¡¡SIRIUS!!! ¡¡¡ARABELLA!!! -Gritó, yendo a buscar la varita. Una cara somniolenta apareció por la puerta de una de las
habitaciones.
- ¿Qué quieres? -preguntó un poco enfadado Sirius. Bostezó y se despabiló un poco. -¿Cómo vas a gritar de esa manera a esta
hora?
Harry salió de su cuarto completamente vestido y con la varita en su mano- Simplemente mira por la ventana -dijo, muy
seguro.
- ¡SIRIUS! -se sintió que gritaba muy asustada, adelantándose a su esposo, que corría la cortina para ver de qué se asustaban
todos. El resplandor verde se reflejo en las caras de la pareja que miraban por la ventana como si se estuviera hundiendo el
mundo. El temor se percibía desde lejos. Los muggles salían extrañados de las casas, mientras que los magos de las zonas se
acercaban con la varitas. Se escuchaban los vehículos que el ministerio mandaba apresuradamente a lo lejos.
- ¿Vienen o no? -preguntó Harry desde abajo.
- Esperá un segundo, ya bajamos. -le contestó Arabella, poniéndoselos jeans más cercanos, unos azules con ondas violetas.
Sirius estaba terminando de vestirse, y agarrando la varita de la mesa de luz. Al bajar, vieron a Harry en la puerta con una
expresión que claramente decía ¿¿pueden apurarse??.
Llegaron a la vereda de enfrente, en donde magos del ministerio bajaba de los vehículos. Arabella y Sirius se abrieron
paso.
- ¡Déjenme pasar, soy un auror! -gritó Arabella a el grupo de magos que rodeaba la casa.
- ¡Arabella! -dijo Fletcher, que estaba dirigiendo a los magos que revisaban la casa.- No esperaba encontrarte aquí.
- Vivo allí enfrente. -le contestó, señalando la casa pintada de azul verdoso. -¿No sabes que pasó?
- Este... -en ese momento llegó Sirius.
- Hola Mundungus. ¿Qué pasó? -preguntó.
Harry se acercó, aunque se quedó a unos metros de distancia, donde claramente se podía escuchar lo que decían.
- Todavía no sabemos. Están registrando la casa, aunque lo más misterioso fue que no sabemos quién nos dio el soplo. Estábamos
trabajando en el ministerio cuando de pronto entró una gran lechuza tropical que llevaba una carta con la información de lo
que había pasado. ¡Ah! La tengo aquí. -Y les mostró una carta con una letra hacia la derecha.
Harry se acercó un poco. Al ver la carta, vio unas imágenes fugaces que lo marearon. Sintió como un vago recuerdo inundaba
su mente, aunque no se veía bien. De alguna forma, esa letra le traía alguna imagen del pasado. Confundido, se alejó de la
carta como espantado. Fueran los recuerdos que fueran, le trajeron un sentimiento de tristeza. No sólo porque no podía
reconocerlos, sino también porque la situación del recuerdo se producía en un aura triste.
- Harry, ¿qué pasa? -Arabella se acercó y lo tomó del brazo. Notó que estaba sudando un sudor frío y que casi temblaba.- ¿te
duele la cicatriz? ¿pasa algo?
- N-no... no es eso... Ara, si no te molesta me gustaría ir a casa... -cerró los ojos. Estaba muy mareado, y cada movimiento
lo hacía lentamente, porque le costaba mover los músculos. Era como si el mundo se hubiera paralizado, lo único que veía era
la cara de Arabella.
- ¿Te sientes bien? Me parece que no... ve, Sirius y yo vamos más tarde.
- Gra-gracias -tartamudeó. Su voz sonó lejana. Hizo un esfuerzo para moverse, y, sin saber cómo, de repente estaba entrando
a su casa.
Era una casa grande, con dos pisos y un altillo. El living y el comedor eran del estilo moderno, con sillones celestes,
que combinaban con las cortinas y con el decorado de las sillas. El empapelado de las paredes era celeste y beige. Tenía
retratos y cuadros mágicos, que estaba hechizados para congelarse ante la presencia de un muggle, así como todos los objetos
raros se volvían invisibles. La cocina era grande, con una mesa para uso diario. La paredes de cerámica eran blancas, y las
baldosas de linóleo del suelo hacían un lindo contraste en lila. Estaba muy bien equipada, y era lo suficientemente grande
como para tener un enorme mesada con infinitos armarios (hechizados para que entren más cosas) y un mármol reluciente. Al
jardín se accedía mediante unas puertas de vidrio ubicadas en el fondo del comedor. Las escaleras estaban en la sala, que
además accedían a el baño inferior y al estudio de Sirius y Arabella.
En la planta superior, había tres habitaciones, la de la pareja, la de Harry y una para invitados. Al altillo se entraba
mediante una trampa enfrente al baño.
Harry subió las escaleras y entró a su habitación. Se tiró en la cama, y le entraron ganas de llorar. ¿Por qué? se
preguntó. ¿Por qué llorar por una carta? Que me pasa.... Sin darse cuenta, brotaron lágrimas de sus ojos cerrados. La
angustia lo oprimió, aunque no supiera por qué.
Después de un rato, se levantó y se fue a lavar la cara, que tenía los ojos hinchados y rojos. Sintió ruidos en la planta
baja. Pensó que eran su padrino y la esposa, así que cerró la puerta para que no lo vieran.
- Harry... -dijo Arabella, tocando la puerta.- ¿Estás bien?
- Sí, sí, está todo bien. -le contestó, con la voz ronca de llorar. Aclaró la voz y dijo- No sé lo que me pasó ahí afuera,
pero no fue nada importante.- Mintió, esperando que Arabella se fuera a acostar para poder salir.
-Bueno... cualquier cosa avisanos. Me voy a dormir, mañana nos vamos temprano, así que te vas a quedar solo.
Al ver que la muchacha se iba, Harry salió, y se acostó. Por suerte pudo conciliar el sueño rápidamente.

A la mañana siguiente se despertó sintiendo un fuerte dolor en la oreja izquierda. Cuando se despabiló, se dio cuenta de
que Hedwig lo había despertado picoteándole la oreja.
-¡Para ya! -le gritó, dolorido. Hedwig se ofendió y se paró en el escritorio. -Perdona, es que me estabas lastimando.
Se levantó y vistió en 5 minutos, ansioso por leer la carta que su lechuza había traído.
La carta era de Cho y decía:

Harry:
Yo también te extraño. Sí, mis viejos me dejaron ir, ¿vienes mañana u hoy a la tarde?. Cuanto antes mejor.
He oído hablar de esos "cines" pero nunca visité ninguno. Mi hermano dice que están buenos, que uno va para observar
una pantalla en donde aparecen imágenes como en un cuadro, sólo que me emocionantes, ¿es cierto?
Leí en El Profeta Diario que apareció la marca tenebrosa en una casa vecina a la tuya, ¿qué pasó en realidad? En el
diario no dijeron mucho, y supongo que vos sabrás con todo detalle ya que vivís con dos aurores.
Al final no me contaste que te pareció el regalo que te hice, es útil, ¿no?
Bueno, espero que me contestes rápido, ya que no aguanto las ganas de verte.
Te ama,
Cho.



Al terminar de leerla la guardó en uno de sus cajones y empezó a escribir en un pergamino nuevo:

Bueno, te paso a buscar hoy. ¿Te parece quedarte toda la semana? Podemos divertirnos mucho...
Si, los cines no son tan divertidos como algunas cosas mágicas, pero están buenos. Lo de la marca tenebrosa te lo cuento
cuando vengas, no quiero hablar de eso por carta.
Voy hoy a las 15:00. Esperame, y... ¡no obstruyas la chimenea!
Besos, Harry.



Ató la carta a Hedwig y bajó a desayunar. Se dio cuenta que todavía seguía perturbado por lo de la noche anterior, y que
necesitaba contarlo. El problema es que no sabía a quién. Cualquiera que escuche el relato, se iba a preocupar demasiado, y
no era precisamente lo que necesitaba en ese momento.
Luego de poner los platos en el fregadero, se sentó en uno de los sillones a leer un libro que se había comprado hace poco.
Era un libro de historia egipcia. Harry disfrutaba mucho leyendo eso, porque le encantaban los misterios de los antiguos
magos de Egipto. Muy concentrado, lo escucho el timbre hasta que sonó por tercera vez. Intrigado, abrió la puerta y se encontró
con un gordo muchacho llamado Dudley Dursley.