POWERSLAVE
Wanted dead, not alive

8.- A todos los cerdos les llega su San Martín

En el momento en que ese terrible estruendo hendió el granero, Cho y Hajime comenzaron a correr por sus vidas e instantes después, el resto de los compañeros

Aoshi desenvainó sus kodachis con un gruñido silencioso mientras corría. La ametralladora de aquél psicópata traficante de opio arrebató las vidas a sus amigos, y ningún rubiales, policía o no, iba a volver a meterle en ese infierno.

"Misao, lánzale los kunais, vamos!!" Le gritó a la chica mientras corría en línea recta, en dirección al comisario Ichibana

"Shinomori, no lo hagas!!" Exclamó Sanosuke dándose cuenta de lo arriesgado de su carrera. Sabía en qué estaba pensando el ninja en esos momentos, pero era un suicidio! El luchador apretó los dientes y cambió su dirección hasta colocarse a la derecha de Aoshi. Al menos, pensaba, de esa forma podrían tener más posibilidades de que alguno tuviera éxito...

La okashira lanzó sus cuchillos ninja contra el segundo piso. La mayoría fueron a clavarse en la barandilla, pero uno consiguió herir al enemigo en una pierna. Ichibana rugió de dolor y cambió de objetivo; su intención, vengarse a toda costa.

La Gatling disparó ante los ojos aterrorizados de Misao. Aoshi y Sanosuke frenaron su carrera y miraron atrás, viendo casi en cámara lenta cómo los proyectiles se acercaban a la muchacha. Si alguno gritó algo, el resto sólo escuchó el ensordecedor sonido de la muerte pasando

De pronto, un ruido silbante se mezcló con el de la ametralladora, y la chica cerró los ojos por lo que pudiera pasar.

Cho agitó con fuerza su espada favorita, y la hoja flexible sirvió de pantalla contra las balas, que rebotaban contra ella sin tocar a Misao

Los dos hombres al comprender lo que sucedía reemprendieron su carrera mientras que Tokio usaba la confusión reinante para acercarse a los hombres de rojo, que estaban parapetados tras las cajas, temblando. Les amenazó con la kodachi hasta hacerles entender que lo que quería era que le enseñaran a usar un fusil

Saitou se acercó a su subordinado aprovechando que Ichibana estaba ocupado con los otros y cogió una de las katanas gemelas que llevaba en la espalda. El antiguo miembro de las tropas de Shishio dedujo que tenía algo en mente al verle correr hacia el pequeño soportal que formaba el segundo piso

"Maldita sea, cómo puede ser que no les de!!!" Gritó el oficial hecho una furia viendo cómo tanto Aoshi como Sanosuke se daban buena maña para esquivar las ráfagas que les lanzaba. Su mano paró de accionar la máquina cuando un disparo de fusil dio en la pared cerca de él. Dio un rápido barrido al lugar y vio a Tokio tomando otra arma para seguir disparándole, y también a Saitou acercándose rápido a los soportales katana en mano. Después de haber visto la fuerza con la que había atravesado a su hermana y cuán lejos la había lanzado comprendió que el inspector iba a golpear en las columnas para hacerle caer.

Apretó los dientes con furia, sintiendo una oleada de terror cuando Aoshi y Sanosuke subieron la escalera y le dejaba atrapado. Sus ojos marrones recorrieron todo el granero intentando desesperadamente buscar algo que le sirviera para escapar, y cuando lo encontró dio gracias a los españoles a los que tanto odiaba por haberle enseñado a colgarse de las velas de los barcos

Con un grito, Misao les avisó de que se escapaba por otro lado, y se quedó muda del asombro cuando vio al rubio sacarse el cinturón y saltar con él entre las manos hacia un gran cabo de la rudimentaria grúa que movía los sacos de un lado a otro

Ichibana se cruzó medio granero utilizando el cinturón como deslizador en la enorme soga. Cojeando ligeramente por la herida del kunai de la ninja, corrió hasta el agujero en la pared que mandara hacer su hermana, y desde allí sonrió fugazmente antes de sacar una pequeña pistola de su chaqueta y disparar repetidamente contra una de las cajas, que explotó con gran estruendo y prendió el resto.

Aunque le hubiera gustado quedarse a ver cómo sus enemigos morían, el comisario corrió hasta un caballo y tras calmarlo, se montó y salió al galope del lugar

"Estan llenas de pólvora!!" Gritó Tokio, y se protegió la cara con los brazos cuando otra caja estalló. Tras ésta se unieron varias más a la cadencia de explosiones

"Otra vez esto no!" Gruñó Sanosuke viendo cómo las llamas se extendían por el lugar mientras Aoshi y el bajaban a toda prisa las escaleras

"Aoshi-sama! Las bombas!!!" Gritó Misao con horror al recordar el motivo principal que les había llevado allí

El ninja apretó los dientes al recordatorio de la chica y les gritó a los policías que se dieran prisa. Entre todo el ruido de las explosiones Cho y Saitou realmente no le escucharon, pero tampoco les hizo falta para echar a correr lejos de allí

Correr entre las llamas se está volviendo una fea costumbre... Pensó el inspector mientras ladeaba la cabeza para esquivar un trozo de caja que había saltado por los aires. El grano y la paja eran excelentes conductores del fuego, y en poco tiempo todo era una gran hoguera

"Dónde estaban esas bombas?!" Preguntó Sanosuke tosiendo repetidas veces mientras se frotaba los ojos llorosos, pero no fue uno de sus amigos quien le contestó.

Una terrible explosión agitó todo el ala este del granero, lanzando pedazos hacia todos lados con fuerza antes de comenzar a colapsarse sobre sí mismo con gran eficacia

Aoshi agarró a Misao a tiempo para evitar que una gran viga la cayera encima, y cogiéndola en brazos y siempre al lado del otro luchador anduvo casi a ciegas entre el humo y el polvo buscando la salida más cercana; el famoso agujero

Mientras tanto, Cho se levantaba del suelo frotándose la cabeza un poco aturdido. La explosión les había lanzado volando, aunque gracias a Dios no acabaron en la paja ardiente "Jefe...?"

"Bájate de mi espalda, Cho!" Gruñó el otro policía intentando sacudírselo de encima como si fuese una pulga. De pronto sintieron que alguien les cogía de las manos, y vieron a una mujer morena con expresión seria de pie a su lado "Vamos niños, tenemos que salir de aquí..."

En el exterior, la gente de los alrededores se arremolinaba junto al granero suspirando y gimiendo al ver la cosecha de grano del año destruída por el incendio. Unos pocos pronto hicieron una cadena humana y comenzaron a lanzar cubos de agua sobre la estructura mientras que otros con palas y ramas intentaban sofocarlo también.

Uno de los parroquianos llegó al galope hasta el lugar seguido de los bomberos, que aquél día habían estado muy ajetreados. Al ver a los policías muertos en el suelo se asustaron un poco, pero entendieron que su deber estaba por encima de la bondad o maldad de los que estuvieran dentro. Al menos, la lluvia tan fuerte que había caído hacía un rato ayudaba a que el edificio tardara más en arder...

"Hay alguien ahí dentro??!" Gritaron varios bomberos entrando unos por el agujero y otros por la puerta principal

"Oigo voces, Shinomori! Tiene que ser por ahí!" Dijo Sano entre toses al escucharles. Los hombres debieron escucharle y siguieron gritando para indicarles el camino que debían de tomar. Cuando al fin llegaron junto a ellos les miraron con cara de asombro

"Ustedes no son los del incendio de esta mañana?" Preguntó uno aún sin creérselo

"Ya ve..." Se encogió de hombros Misao mientras disfrutaba del paseo en brazos del ninja

"Cualquiera diría que nos gusta rostizarnos..." Sopló el luchador respirando aire fresco

"Queda alguien dentro?"

"A que no se imagina quien?"

"El inspector?"

"Premio"

Tokio corría hasta la puerta con los hombres cogidos de sus manos para que no pudieran perderse en todo el humo. Todo estaba muy oscuro, pero podían escuchar a los bomberos de la puerta. De pronto se oyeron más voces allí. Eran otros bomberos que entraban en lo que quedaba del edificio para sofocar las llamas del fondo e intentar evitar que todo se colapsara

Saitou y Cho, más altos que la mujer, consiguieron ver de lejos la luz de la puerta gracias a que el humo que habían soltado las explosiones estaba situado en la parte de arriba del granero, por no contar que escapaba por la sección derrumbada del lugar

"Un sprint, jefe?"

El inspector asintió entre jadeos y pronto se halló corriendo con toda la fuerza de sus piernas con una incrédula Tokio apretada contra su pecho

Como si estuvieran dentro de una película dirigida por John Woo, en el momento en que el trío salía por la puerta la bomba colocada en el ala oeste hizo explosión, lanzándolos a ellos y a los bomberos que allí les esperaban, por los aires

Sanosuke se tapó los oídos frente al estruendo ensordecedor que la explosión y el derrumbamiento suponía, y Misao se abrazó al guerrero a su lado, buscando la protección que siempre encontraba cuando estaba con él

Cuando el polvo se asentó, los bomberos vieron con horror cómo el edificio se había desplomado con varios compañeros dentro, y el trío se miró, preguntándose qué habría sido de los otros tres...

Hubieron de pasar varios minutos para que Hajime despertara boca abajo en el duro y pelado suelo que había alrededor del granero. Lo primero que pensó fue que aquél no era su día. Lo segundo, que iba a matar a ese bastardo hijo de puta de la forma más horrible que supiera.

Escuchó gruñir a Cho a su izquierda, y él mismo no pudo sino hacer lo mismo al incorporarse. Sus ojos ambar examinaron el terreno a su alrededor hasta encontrar lo que buscaba, justo a su lado. Tendida cara al cielo que comenzaba a oscurecerse por la caída de la tarde estaba Tokio.

Gateó hasta su pálida forma en el suelo y tras quitarse un guante corrió una mano por su mejilla hasta bajar al cuello, donde comprobó su pulso, más irregular de lo que debería. Parcialmente oculta por un pliege de la tela, una mancha de sangre en el costado del kimono reveló el por qué de su situación.

Estaba apartando suavemente unos mechones de pelo negro de su cara cuando escuchó pasos tras él "Llévatela a la enfermería, yo voy a cazar a ese gilipollas"

Cho sopló frotándose el hombro izquierdo "Deja que lo haga yo, ella querrá estar contigo cuando despierte... vamos, digo yo"

"Ni hablar. Ichibana ha querido matarme, ha quemado mi casa y ha herido a mi mujer. Son razones más que suficientes como para que le parta por la mitad" Murmuró el hombre poniéndose en pie

"Vamos, jefe, si apenas te aguantas derecho... Si es por eso, sabes que conozco muchas formas malas de matar a alguien..."

"Vas a obedecer, Cho?" Siseó poniendo la mano en la empuñadura de la katana que él mismo le había dejado

"Está bien, maldita sea, tú mandas..." Regonzó el policía tomando a la mujer con cuidado entre sus brazos y andando hacia el jefe de bomberos con el que había estado hablando esa misma mañana.

Cuando de lejos Sano y los otro vieron a Cho con Tokio en brazos se acercaron allí rápidamente para ver qué es lo que había sucedido. Antes de que el luchador pudiera preguntar por la suerte del piscopoli, sintió la sangre arderle por dentro al verle subiéndose a un caballo

"Ese maldito desgraciado---!!!" Comenzó a despotricar pero el policía le calló de pronto al ponerle sobre los brazos a la mujer

"Cuídala, Chickenhead, por tu vida... --Y por la mía.... Pensó Cho mirando a Sanosuke muy serio-- Estaremos pronto en la enfermería..."

"Espera, Cho! Por qué no....?" Comenzó a preguntar, pero al ver que el otro corría sin hacerle caso desistió. Sus ojos castaños se volvieron hacia la mujer que tenía apoyada contra su pecho, y la percibió frágil e indefensa, muy diferente a cómo la había visto hasta entonces, a cómo era en carácter

"Sano... Deja de mirarla o la desgastarás! La chica está casada, recuerdas?" Le imprecó Misao dándole un ligero golpecito en un brazo

"Qué? No, no es por eso... -- murmuró el luchador-- Vamos, llevémosla a la enfermería y así de paso le contamos a Kenshin y a Jo-chan lo que ha sucedido"

Aoshi y Misao intercambiaron fugaces miradas y echaron a andar tras Sanosuke

El ayudante del inspector, sabiendo que había dejado a la mujer en buenas manos, tomó un caballo de los que habían llevado los policías rasos y tras montar de un salto salió al galope

No es que realmente supiera dónde tenía que buscar, pero tenía la vaga sensación de que si llegaba a tiempo a Comisaría podría contemplar un buen espectáculo.

El viento le mordía la piel tal y como a él le gustaba mientras el caballo corría a gran velocidad por las calles de Kyoto, imprecando a la gente para que se quitara del medio, empujando con el pie a los que no lo hacían a tiempo. Hacía mucho que no tenía una cabalgada como aquella y el policía estaba pletórico, totalmente en su salsa.

Miró los farolillos que colgaban de las entradas de la casa pasar como flashes a su lado. Normalmente los hubieran colocado más tarde, pero el hecho de que el cielo estuviera completamente encapotado en el avanzado atardecer ya los hacía necesarios.

Varios minutos más tarde divisó el edificio policial y se bajó de un salto del caballo sin esperar a que se hubiera detenido del todo. Al otro lado de la calle podía ver otros dos equinos con la insignia de la policía descansando.

Cho se sonrió ligeramente mientras entraba como una tromba. Si algo había aprendido en todos esos meses de trabajo junto a Saitou, era a razonar como él. Ichibana había sido descubierto y por esa razón tenía que marcharse cuanto antes de la ciudad. Pero por supuesto, no se iría sin más, no... Alguien que había trabajado tanto para llegar al puesto de Comisario querría asegurarse de que sus esfuerzos se veían recompensados

Al esuchar el frío corte de la voz de su superior en el despacho del Comisario supo que aún había llegado a tiempo

"Soy, yo, jefe" Se presentó mientras abría la puerta para no distraerle. El despacho, que siempre había lucido ordenado e impoluto, parecía un campo de guerra. Ichibana estaba en el fondo, detrás de su mesa, sus ojos marrones cargados de ira y sus dientes apretados en una mueca que rivalizaba con la de Saitou. A su alrededor, varios tacos de papeles, tampones y sellos con los que probablemente pensaba falsificar documentos oficiales para su propio bien. Cho sonrió de nuevo al ver a ese bastardo cogido, pero sobre todo porque tenía matrícula de honor en intuición.

"Por gente como tú este país sigue siendo una ratonera. Estoy harto de las malditas intrigas que mis superiores se traen siempre entre manos por lo que ellos llaman Bien del Estado, pero aún estoy más harto de que me metan a mí en ellas" Siseó el policía amenazándole con una de las katanas de Cho

"Fujita-san... Sé que es usted un hombre recto pero quizás es que no le han ofrecido lo suficiente..."

El ayudante agitó la cabeza a sabiendas de que Ichibana lo estaba terminando de arreglar con sus estúpidos intentos de comprarle

"Me da igual los problemas que tuvierais tu hermana y tú con los españoles, me da igual que intentarais matarme de cualquier manera. Pero que involucrarais a inocentes en todo esto es más de lo que puedo tolerar" Con esta última palabra dio dos sablazos en el aire que le cruzaron el pecho al oficial. El rubio, a pesar de llevar una espada en el cinto no la desenvainó a sabiendas de que nada ganaría con ello

"Pienso igualmente que la acción ruin de querer embaucar a la policía en esto no tiene perdón -- un golpe, y le cortó una oreja, haciéndole gritar como un condenado-- Y sabes qué? Me duele tener que enfrentarme con tipos tan patéticos como tú. Al menos tu hermana murió con honor luchando --y de nuevo la espada hendió el aire, y la otra oreja acabó en el suelo-- También me jodió enormemente que quemarás mi casa, no voy a negarlo -- A esta parte del monólogo, le dio un golpe vicioso con la parte plana de la espada en toda la cara que le tiró patas arriba y le partió la nariz-- Pero sabes qué es lo que más me jode de todo esto, Ichibana?"

Cho cambió de sitio para ver mejor la escena. El rubio temblaba desde el suelo como una hoja de otoño, su cara y manos totalmente ensangrentados. Sus ojos marrones estaban abiertos con terror mientras contemplaba a su verdugo y a la hoja manchada de su katana. Daría lo que fuera por tener una cámara de fotos para retratar ese momento....

Saitou se arrodilló al lado de Ichibana, una cruel sonrisa en sus labios que dejaba ver sus colmillos "Que con todas las formas que conozco para matar a una persona sólo puedo utilizar una...."

El rubio gritó de terror y e intentó escapar gateando. Por supuesto, una férrea garra le tomó por el uniforme y le mantuvo quieto contra pared. De un tirón desabrochó la parte alta de la chaqueta y colocó el filo de la espada contra su cuello, justo bajo la nuez del oficial, que podía sentir perfectamente el resoplar del lobo sobre él. Comenzó a ahogarse cuando el filo apretó traquea con fuerza, pero Cho sabía que su superior no se contentaría con asfixiarle a la manera tradicional. Diez a uno a que la katana acaba en su corazón

Pero se equivocaba. Saitou corrió la hoja unos centímetros, cortando la ahorta y luego continuó lentamente hacia el otro lado, sin preocuparse de la sangre que le salpicaba. Comenzó a manarle líquido rojo por la boca mientras la vida se escapaba por sus ojos "Espérame en el Infierno, capullo..."

"Cómo te gustan estas cosas, jefe..."

"Qué?"

"Sí, digo que te encanta montarles el numerito para verles morirse del susto antes de matarles tú... Éste en particular ha sido impactante, lástima que sólo nosotros lo hayamos visto"

"Después de todo lo que ha hecho este capullo no iba a matarle sin hacerle sufrir antes...--contestó llanamente levantándose y limpiando la hoja de la espada en el uniforme del cadáver-- Además, me apetecía desahogarme..."

"Si alguna vez se me ocurre cambiar de bando intentaré no cabrearte demasiado" Bromeó el ayudante cogiéndole la espada y guardándola en su funda. Tuvo que echarle un rápido brazo para evitar que se derrumbara sobre sus rodillas

"Vamos a la enfermería, jefe... Y esta vez quédate allí unos días, vale?"

Saitou se rió ligeramente y dejó que su compañero le ayudara a llegar a la salida de la Comisaría, donde los caballos aguardaban tranquilos. La noche había caído ya sobre la ciudad, y las nubes seguían amenazando tormenta

"Te acompaño?"

"Ya está bien, Cho, no soy ninguna cría para que me tengas que defender..." Se burló ligeramente recordando el episodio de Misao mientras se acercaba a un caballo y lo montaba. Antes de salir trotando calle abajo escuchó a su subordinado discutir con el subnormal de policía raso que hacía las veces de recepcionista y que no se había enterado de nada...

---0oooo0---




Kenshin y Sanosuke mantenían una queda conversación en el silencio de la noche sobre Aoshi y Misao, exponiendo cada uno la versión que tenía de su extraña relación mientras Kaoru dormía felizmente a su lado. El samurai defendía los buenos sentimientos del ninja para con la okashira, mientras que el muchacho le refería lo que había sucedido en el granero con la hermana de Ichibana

"Huh... Bueno, en eso tiene razón... Misao-dono aún no se ha formado como mujer...."

"Pero yo creo que hay otra cosa más importante que eso. A mí no me importaría esperar si estuviera enamorado de ella... Creo que Shinomori la ve como una hermana pequeña, una hija o algo así..."

Kenshin asintió ligeramente "Es cierto... nunca lo había pensado... Misao-dono me contó alguna vez que Aoshi la cuidó desde que era un bebé... Es normal que no pueda verla como otra cosa a pesar de haber pasado tanto tiempo separados..."

"Sí... De todas formas, Kenshin, no hacen buena pareja! Me refiero, Misao es una chica muy alegre, jovial, y Shinomori es el espíritu de la parsimonia...."

El samurai se rió suavemente al ver cuán atinado estaba aquella noche su amigo, y de pronto se tensó al escuchar un sonido extraño que aún estaba lejos de allí

"Crees que sea uno de los hombres de rojo?" Susurró el luchador

"No... Kaoru-dono y Yahiko despacharon los despacharon a todos..." Le contestó en el mismo tono bajo

Los pasos amortiguados sobre el tatami se fueron oyendo más y más cerca cada vez hasta que Saitou se detuvo frente a la puerta

"Dónde está Tokio?" Preguntó en voz baja con su usual voz fría

"Y a ti qué coño te importa!!" Exclamó Sanosuke mientras se levantaba y se encaraba con él

"Sanosuke...!" Le llamó Kenshin en parte como reproche y en parte sorprendido. Kaoru gimió suavemente y se estiró antes de abrir los ojos "Qué pasa...?" Preguntó un poco desorientada, pero al incorporarse y ver al policía allí se despejó casi al instante

"Dónde está, Himura?" Volvió a preguntar sin hacer caso al luchador. Sano apretó los dientes y le agarró fieramente del uniforme "Por qué no te vas por donde has venido, eh? Aquí no se te ha perdido nada, maldito bastardo"

Saitou se soltó de un manotazo "Es mi mujer, Chickenhead, te guste o no, y tengo derecho a saberlo"

"Ese derecho lo perdiste cuando yo la traje hasta aquí en brazos"

"Sanosuke, creo que--" Comenzó Kenshin, pero el antiguo Sekihou le cortó para seguir hablando

"Eres un cabronazo, te lo he dicho alguna vez, Saitou? Los doctores llevan horas con ella ahí dentro, no saben si podrán salvarle la vida. Pero a ti eso no te importa, verdad? No me lo digas, tenías otras cosas más importantes que hacer que estar con ella... Claro, siempre es la misma excusa de mierda... Todo es más importante que ellas, siempre hay algo que hacer..."

"Sano, ya es suficiente..." Dijo Kaoru suavemente intentando que no hubiera otra pelea allí mismo

"Déjalo, chica Kamiya, después de todo tiene razón..." Le dijo dejándola perpleja

"Claro que tengo razón... Y sabes qué? Eres un gilipollas por no darte cuenta de lo que tienes...." Terminó mirándole con ojos marrones tan duros como acero. Unos segundos más tarde ya volvía a ocupar su puesto sentado al lado de Kenshin.

Un silencio frío, tenso y espeso se hizo sentir entre los cuatro, donde ninguno se atrevía a mirar a otro a la cara hasta que al fin Saitou volvió a preguntar por el lugar. Tras unos segundos de dudas Kaoru le indicó el final del pasillo, puerta derecha

Aún después de que el policía se marchara el silencio seguía presente. Al menos hasta que la voz suave de Kenshin le preguntó a Sanosuke qué problema tenía con ellos

Sano se apoyó en la pared y miró al suelo "No penséis mal, ya se lo dije a Shinomori. Tokio-san es una mujer preciosa pero no me gusta... "

"Entonces...?"

"Me cabrea lo que hace con ella. Tokio-san es tan... Demonios, no se merece que la traten como a un perro! Entre todos los hombres del mundo tuvo que escogerle a él..."

"Pero ella le quiere, Sano"

El luchador gruñó enfadado y miró a otra parte "Ya he oído eso antes, y eso no le da derecho a tratarla así. Mi madre tabién quería a mi padre y él... Él era un bastardo, un cabrón que la pegaba cuando podía, que no se interesaba por ella mas que cuando tenía que hacerle la comida o lavarle la ropa. Sí.... le quería, y qué? Eso no implica nada..."

Kenshin sonrió débilmente y palmeó ligeramente la mano de su amigo. Sanosuke había aprendido a preocuparse por la gente a través de las vivencias de su pasado... Y eso le recordaba mucho a él.

Kaoru miró al pelirrojo y ambos entrecruzaron miradas, sonrisas y recuerdos de la noche anterior"Creo de todas formas que le importa más de lo que crees..."

Cuando Saitou llegó al final del pasillo, escuchó las voces de los médicos trabajando dentro de la habitación. No escuchaba lo que estaban diciendo, tan sólo podía intuir algo de sus formas a contraluz en la puerta. Frunció el ceño. Cuando la dejó no parecía estar tan mal... Claro que tal vez estaba demasiado pendiente de darse prisa y coger a Ichibana antes de que se le escapara...

Lentamente se quitó los guantes manchados de sangre y puso una mano sobre la corredera, sintiéndola fresca al tacto. Le encantaría entrar y desvelar el misterio de sombras que lanzaba la luz, pero no podía ser. Si hubiera llegado antes, quizás hubiera convencido a los médicos con sus métodos poco comunes de que le dejaran estar....

Sin darse cuenta se fue inclinando hasta que su frente, la brecha sobre su ceja producto de su lucha con Kenshin la noche anterior, tocó la puerta. La noche anterior... Parecía haber pasado al menos una semana desde entonces... Suspiró, y el cansancio que llevaba acumulado amenazó con vencerle, así que decidió sentarse en el suelo junto a ese lugar misterioso donde ella estaba.

Un amargo sentimiento de culpa corrió por delante de él haciendo mil piruetas como no hacía desde muchos años atrás. No era muy dado a sentir aquello, cuando hacía las cosas las hacía porque pensaban que así estaban bien hechas, y no había motivo de sentirse mal por ello. Pero aunque sabía que había hecho bien yendo a cazar a Ichibana para que no se le volviera a ocurrir intentar algo contra su casa en venganza, también sabía que Sano tenía razón, por mucho que le molestara admitirlo.

Volvió la cabeza al escuchar un sonido amortiguado lejos de él, y en las sombras del pasillo distinguió la silueta del luchador en la poca luz que salía de la habitación de Himura. Se estaba despidiendo de ellos, posiblemente se fuera a dormir a casa de Shinomori...

Cuando Kaoru tuvo la certeza de que Sano ya se había marchado de la clínica, se volvió hacia Kenshin y le preguntó qué pensaría de ella si fuera a ver al policía

El samurai parpadeó varias veces por lo extraño de su pregunta, y la chica continuó con voz suave mientras miraba al suelo "No es por nada en especial, ya sabes que no me cae nada bien, pero hace rato que se fue y no se oye nada ahí fuera... No ha parado en todo el día y..."

"Pensaría que es una buena persona, Kaoru-dono...." Sonrió el pelirrojo dulcemente mientras la miraba con suaves ojos malvas Por eso te quiero tanto... Pensó segundos después, su sonrisa más ámplia que antes

Kaoru se marchó del lado de su amor y comenzó a andar por el pasillo con paso lento No, no me cae nada bien... Pero creo que debo echar un vistazo. Al menos por Tokio, que ha cuidado de mí mientras estaba en su casa... Claro que de todas formas me habían secuestrado.... Pero Saitou lo hizo para que Kenshin no muriera sin honor... Y luego me salvó la vida... Aunque yo se la salvé antes... Pero no, no lo hice por él, lo hice para que Ken no volviera a ser un asesino... Bueno! De cualquier manera, no me cuesta nada...

Sabía de sobra que la había escuchado llegar aún a pesar de no haberse vuelto a mirarla. Tenía la cabeza un poco agachada, los brazos cruzados sobre el pecho. Incluso con los ojos cerrados, su expresión seguía tan mortalmente seria como de costumbre, rivalizando con la perpetua inexpresión de Aoshi

"Está bien, Saitou-san?" Preguntó suavemente en voz baja. Al no obtener nada como respuesta se agachó a su lado y se dio cuenta de que no es que no la había mirado antes por no haber querido, sino porque se había quedado dormido.

Kaoru echó un vistazo a la puerta cerrada a su lado y vio la silueta de los doctores de pie en la habitación. Posiblemente ya hubieran terminado y se estaban aseando... Decidió volver a su habitación. Después de todo, los médicos tendrían que pasar por ahí de todas maneras, y entonces aprovecharía para preguntarles.

Kenshin la preguntó nada más entrar, y ella se limitó a referirle lo que había pasado en pocas palabras. De pronto escucharon un fuerte golpe en el suelo, y la chica se asomó a la puerta asustada. Rápidamente se tapó la boca para evitar reírse en voz alta. Uno de los médicos, al salir de la habitación se había tropezado con las largas piernas del policía y había acabado en el suelo

"Pero qué demonios hace ahí sentado?!" Quiso gritar el hombre que casi se mata, pero se contentó con exclamarlo de malas maneras en voz baja para no despertar a los enfermos de la clínica

"Lo siento, me quedé dormido. Soy Fujita" Murmuró Saitou levantándose cuando el médico se le quitó de encima

"Fujita-san, tuvimos algunas complicaciones pero al final todo salió bien"

"Puedo quedarme dentro?"

El doctor frunció el ceño ligeramente, contrariado con el hecho de dejarle con un paciente recién operado, pero después decidió que sería mejor que entrara o alguien se acabaría matando al tropezarse con él...

El inspector entró en la habitación oscura y cerró la puerta tras él. La única luz venía del exterior, y era casi nula debido a las nubes que tapaban la luna. Se sentó a su lado, y reparó en que los doctores debían haberle recogido el pelo ellos mismos para que no les molestara, ya que estaba desastrosamente peinado. Quitó la pinza con la que tan toscamente le sujetaran el pelo y con sus propios dedos devolvió los cabellos a su forma natural. Ella era una total excéntrica en cuanto a su peinado se trataba, no soportaba tener el pelo revuelto o despeinado. Al menos así le ahorraba a los doctores tener que traerla un cepillo cuando se despertara...

Pasó la mano suavemente por su mejilla y revolvió lentamente el flequillo oscuro que siempre le caía sobre los ojos mientras la miraba dormir tranquila, tapada casi hasta el cuello por el edredón.

"Perdona por no llegar antes..." Murmuró antes de apoyarse en la pared tras él.



A la mañana siguiente, a eso de las 10 Cho se presentó en la enfermería y lo primero que hizo fue entrar en la habitación de Himura para contarle lo que había sucedido al final --claro que también ayudó la fenomenal persuasión de Misao y Sanosuke, que la emprendieron a empujones con él hasta meterle--

Aunque Aoshi no se pronuncio, ni las dos chicas, ni el samurai, ni Yahiko ni Sano aprobaron el final de Ichibana. Para ellos el antiguo sistema Tokugawa había pasado a la historia. En la actualidad, los delincuentes debían pagar por sus crímenes en la cárcel, no acabar degollados como corderos por los propios policías

"No cambiaréis nunca..." Suspiró Kenshin poniendo los brazos tras su cabeza

"Míralo de este modo, Himura, la ciudad está segura con nosotros..." Sonrió el ayudante cerrando uno de sus ojos mientras se levantaba para abandonar la charla

"Pues yo creo que no sois mejores que ellos" Murmuró Yahiko terminando de desayunar las provisiones que se habían traído desde el Aoiya

"Lo único que os diferencia es que lucháis en bandos contrarios" Continuó Sano mascando la espina de un pez

"C'est la vie... --se encogió de hombros Cho-- El caso es que hay un contrabandista menos suelto por Kyoto. Bueno, adios. Vosotros estaréis muy ociosos, pero los agentes de la ley tenemos que trabajar" Dijo con ironía saliendo de la habitación. Encaminó sus pasos hacia el final del corredor, donde uno de los médicos le había informado estaba su jefe, y una vez allí corrió la puerta con sumo cuidado para no hacer ruido.

Sus ojos marrones contemplaron el interior durante unos segundos, los suficientes para darse cuenta de que los dos dormían profundamente. Agitó la cabeza y cerró.

El jefe me mataría si le dijera a alguien que le he visto ser cariñoso con ella.... Pensó el policía recordando lo que había visto; Su jefe, el temible inspector de policía, Saitou Hajime, tenía entre sus manos la de su mujer

De todas formas, nadie me creería... Se dijo encogiéndose nuevamente de hombros y marchándose a realizar las tareas del día

Y Colorín Colorado...

volver a paranoias