POWERSLAVE
Wanted dead, not alive
8.- A todos los cerdos les
llega su San Martín
En el momento en que ese terrible estruendo
hendió el granero, Cho y Hajime comenzaron a correr por sus vidas
e instantes después, el resto de los compañeros
Aoshi desenvainó sus kodachis con
un gruñido silencioso mientras corría. La ametralladora de
aquél psicópata traficante de opio arrebató las vidas
a sus amigos, y ningún rubiales, policía o no, iba a volver
a meterle en ese infierno.
"Misao, lánzale los kunais, vamos!!"
Le gritó a la chica mientras corría en línea recta,
en dirección al comisario Ichibana
"Shinomori, no lo hagas!!" Exclamó
Sanosuke dándose cuenta de lo arriesgado de su carrera. Sabía
en qué estaba pensando el ninja en esos momentos, pero era un suicidio!
El luchador apretó los dientes y cambió su dirección
hasta colocarse a la derecha de Aoshi. Al menos, pensaba, de esa forma
podrían tener más posibilidades de que alguno tuviera éxito...
La okashira lanzó sus cuchillos
ninja contra el segundo piso. La mayoría fueron a clavarse en la
barandilla, pero uno consiguió herir al enemigo en una pierna. Ichibana
rugió de dolor y cambió de objetivo; su intención,
vengarse a toda costa.
La Gatling disparó ante los ojos
aterrorizados de Misao. Aoshi y Sanosuke frenaron su carrera y miraron
atrás, viendo casi en cámara lenta cómo los proyectiles
se acercaban a la muchacha. Si alguno gritó algo, el resto sólo
escuchó el ensordecedor sonido de la muerte pasando
De pronto, un ruido silbante se mezcló
con el de la ametralladora, y la chica cerró los ojos por lo que
pudiera pasar.
Cho agitó con fuerza su espada favorita,
y la hoja flexible sirvió de pantalla contra las balas, que rebotaban
contra ella sin tocar a Misao
Los dos hombres al comprender lo que sucedía
reemprendieron su carrera mientras que Tokio usaba la confusión
reinante para acercarse a los hombres de rojo, que estaban parapetados
tras las cajas, temblando. Les amenazó con la kodachi hasta hacerles
entender que lo que quería era que le enseñaran a usar un
fusil
Saitou se acercó a su subordinado
aprovechando que Ichibana estaba ocupado con los otros y cogió una
de las katanas gemelas que llevaba en la espalda. El antiguo miembro de
las tropas de Shishio dedujo que tenía algo en mente al verle correr
hacia el pequeño soportal que formaba el segundo piso
"Maldita sea, cómo puede ser que
no les de!!!" Gritó el oficial hecho una furia viendo cómo
tanto Aoshi como Sanosuke se daban buena maña para esquivar las
ráfagas que les lanzaba. Su mano paró de accionar la máquina
cuando un disparo de fusil dio en la pared cerca de él. Dio un rápido
barrido al lugar y vio a Tokio tomando otra arma para seguir disparándole,
y también a Saitou acercándose rápido a los soportales
katana en mano. Después de haber visto la fuerza con la que había
atravesado a su hermana y cuán lejos la había lanzado comprendió
que el inspector iba a golpear en las columnas para hacerle caer.
Apretó los dientes con furia, sintiendo
una oleada de terror cuando Aoshi y Sanosuke subieron la escalera y le
dejaba atrapado. Sus ojos marrones recorrieron todo el granero intentando
desesperadamente buscar algo que le sirviera para escapar, y cuando lo
encontró dio gracias a los españoles a los que tanto odiaba
por haberle enseñado a colgarse de las velas de los barcos
Con un grito, Misao les avisó de
que se escapaba por otro lado, y se quedó muda del asombro cuando
vio al rubio sacarse el cinturón y saltar con él entre las
manos hacia un gran cabo de la rudimentaria grúa que movía
los sacos de un lado a otro
Ichibana se cruzó medio granero
utilizando el cinturón como deslizador en la enorme soga. Cojeando
ligeramente por la herida del kunai de la ninja, corrió hasta el
agujero en la pared que mandara hacer su hermana, y desde allí sonrió
fugazmente antes de sacar una pequeña pistola de su chaqueta y disparar
repetidamente contra una de las cajas, que explotó con gran estruendo
y prendió el resto.
Aunque le hubiera gustado quedarse a ver
cómo sus enemigos morían, el comisario corrió hasta
un caballo y tras calmarlo, se montó y salió al galope del
lugar
"Estan llenas de pólvora!!" Gritó
Tokio, y se protegió la cara con los brazos cuando otra caja estalló.
Tras ésta se unieron varias más a la cadencia de explosiones
"Otra vez esto no!" Gruñó
Sanosuke viendo cómo las llamas se extendían por el lugar
mientras Aoshi y el bajaban a toda prisa las escaleras
"Aoshi-sama! Las bombas!!!" Gritó
Misao con horror al recordar el motivo principal que les había llevado
allí
El ninja apretó los dientes al recordatorio
de la chica y les gritó a los policías que se dieran prisa.
Entre todo el ruido de las explosiones Cho y Saitou realmente no le escucharon,
pero tampoco les hizo falta para echar a correr lejos de allí
Correr entre las llamas se está
volviendo una fea costumbre... Pensó el inspector mientras ladeaba
la cabeza para esquivar un trozo de caja que había saltado por los
aires. El grano y la paja eran excelentes conductores del fuego, y en poco
tiempo todo era una gran hoguera
"Dónde estaban esas bombas?!" Preguntó
Sanosuke tosiendo repetidas veces mientras se frotaba los ojos llorosos,
pero no fue uno de sus amigos quien le contestó.
Una terrible explosión agitó
todo el ala este del granero, lanzando pedazos hacia todos lados con fuerza
antes de comenzar a colapsarse sobre sí mismo con gran eficacia
Aoshi agarró a Misao a tiempo para
evitar que una gran viga la cayera encima, y cogiéndola en brazos
y siempre al lado del otro luchador anduvo casi a ciegas entre el humo
y el polvo buscando la salida más cercana; el famoso agujero
Mientras tanto, Cho se levantaba del suelo
frotándose la cabeza un poco aturdido. La explosión les había
lanzado volando, aunque gracias a Dios no acabaron en la paja ardiente
"Jefe...?"
"Bájate de mi espalda, Cho!" Gruñó
el otro policía intentando sacudírselo de encima como si
fuese una pulga. De pronto sintieron que alguien les cogía de las
manos, y vieron a una mujer morena con expresión seria de pie a
su lado "Vamos niños, tenemos que salir de aquí..."
En el exterior, la gente de los alrededores
se arremolinaba junto al granero suspirando y gimiendo al ver la cosecha
de grano del año destruída por el incendio. Unos pocos pronto
hicieron una cadena humana y comenzaron a lanzar cubos de agua sobre la
estructura mientras que otros con palas y ramas intentaban sofocarlo también.
Uno de los parroquianos llegó al
galope hasta el lugar seguido de los bomberos, que aquél día
habían estado muy ajetreados. Al ver a los policías muertos
en el suelo se asustaron un poco, pero entendieron que su deber estaba
por encima de la bondad o maldad de los que estuvieran dentro. Al menos,
la lluvia tan fuerte que había caído hacía un rato
ayudaba a que el edificio tardara más en arder...
"Hay alguien ahí dentro??!" Gritaron
varios bomberos entrando unos por el agujero y otros por la puerta principal
"Oigo voces, Shinomori! Tiene que ser por
ahí!" Dijo Sano entre toses al escucharles. Los hombres debieron
escucharle y siguieron gritando para indicarles el camino que debían
de tomar. Cuando al fin llegaron junto a ellos les miraron con cara de
asombro
"Ustedes no son los del incendio de esta
mañana?" Preguntó uno aún sin creérselo
"Ya ve..." Se encogió de hombros
Misao mientras disfrutaba del paseo en brazos del ninja
"Cualquiera diría que nos gusta
rostizarnos..." Sopló el luchador respirando aire fresco
"Queda alguien dentro?"
"A que no se imagina quien?"
"El inspector?"
"Premio"
Tokio corría hasta la puerta con
los hombres cogidos de sus manos para que no pudieran perderse en todo
el humo. Todo estaba muy oscuro, pero podían escuchar a los bomberos
de la puerta. De pronto se oyeron más voces allí. Eran otros
bomberos que entraban en lo que quedaba del edificio para sofocar las llamas
del fondo e intentar evitar que todo se colapsara
Saitou y Cho, más altos que la mujer,
consiguieron ver de lejos la luz de la puerta gracias a que el humo que
habían soltado las explosiones estaba situado en la parte de arriba
del granero, por no contar que escapaba por la sección derrumbada
del lugar
"Un sprint, jefe?"
El inspector asintió entre jadeos
y pronto se halló corriendo con toda la fuerza de sus piernas con
una incrédula Tokio apretada contra su pecho
Como si estuvieran dentro de una película
dirigida por John Woo, en el momento en que el trío salía
por la puerta la bomba colocada en el ala oeste hizo explosión,
lanzándolos a ellos y a los bomberos que allí les esperaban,
por los aires
Sanosuke se tapó los oídos
frente al estruendo ensordecedor que la explosión y el derrumbamiento
suponía, y Misao se abrazó al guerrero a su lado, buscando
la protección que siempre encontraba cuando estaba con él
Cuando el polvo se asentó, los bomberos
vieron con horror cómo el edificio se había desplomado con
varios compañeros dentro, y el trío se miró, preguntándose
qué habría sido de los otros tres...
Hubieron de pasar varios minutos para que
Hajime despertara boca abajo en el duro y pelado suelo que había
alrededor del granero. Lo primero que pensó fue que aquél
no era su día. Lo segundo, que iba a matar a ese bastardo hijo de
puta de la forma más horrible que supiera.
Escuchó gruñir a Cho a su
izquierda, y él mismo no pudo sino hacer lo mismo al incorporarse.
Sus ojos ambar examinaron el terreno a su alrededor hasta encontrar lo
que buscaba, justo a su lado. Tendida cara al cielo que comenzaba a oscurecerse
por la caída de la tarde estaba Tokio.
Gateó hasta su pálida forma
en el suelo y tras quitarse un guante corrió una mano por su mejilla
hasta bajar al cuello, donde comprobó su pulso, más irregular
de lo que debería. Parcialmente oculta por un pliege de la tela,
una mancha de sangre en el costado del kimono reveló el por qué
de su situación.
Estaba apartando suavemente unos mechones
de pelo negro de su cara cuando escuchó pasos tras él "Llévatela
a la enfermería, yo voy a cazar a ese gilipollas"
Cho sopló frotándose el hombro
izquierdo "Deja que lo haga yo, ella querrá estar contigo cuando
despierte... vamos, digo yo"
"Ni hablar. Ichibana ha querido matarme,
ha quemado mi casa y ha herido a mi mujer. Son razones más que suficientes
como para que le parta por la mitad" Murmuró el hombre poniéndose
en pie
"Vamos, jefe, si apenas te aguantas derecho...
Si es por eso, sabes que conozco muchas formas malas de matar a alguien..."
"Vas a obedecer, Cho?" Siseó poniendo
la mano en la empuñadura de la katana que él mismo le había
dejado
"Está bien, maldita sea, tú
mandas..." Regonzó el policía tomando a la mujer con cuidado
entre sus brazos y andando hacia el jefe de bomberos con el que había
estado hablando esa misma mañana.
Cuando de lejos Sano y los otro vieron
a Cho con Tokio en brazos se acercaron allí rápidamente para
ver qué es lo que había sucedido. Antes de que el luchador
pudiera preguntar por la suerte del piscopoli, sintió la sangre
arderle por dentro al verle subiéndose a un caballo
"Ese maldito desgraciado---!!!" Comenzó
a despotricar pero el policía le calló de pronto al ponerle
sobre los brazos a la mujer
"Cuídala, Chickenhead, por tu vida...
--Y por la mía.... Pensó Cho mirando a Sanosuke muy
serio-- Estaremos pronto en la enfermería..."
"Espera, Cho! Por qué no....?" Comenzó
a preguntar, pero al ver que el otro corría sin hacerle caso desistió.
Sus ojos castaños se volvieron hacia la mujer que tenía apoyada
contra su pecho, y la percibió frágil e indefensa, muy diferente
a cómo la había visto hasta entonces, a cómo era en
carácter
"Sano... Deja de mirarla o la desgastarás!
La chica está casada, recuerdas?" Le imprecó Misao dándole
un ligero golpecito en un brazo
"Qué? No, no es por eso... -- murmuró
el luchador-- Vamos, llevémosla a la enfermería y así
de paso le contamos a Kenshin y a Jo-chan lo que ha sucedido"
Aoshi y Misao intercambiaron fugaces miradas
y echaron a andar tras Sanosuke
El ayudante del inspector, sabiendo que
había dejado a la mujer en buenas manos, tomó un caballo
de los que habían llevado los policías rasos y tras montar
de un salto salió al galope
No es que realmente supiera dónde
tenía que buscar, pero tenía la vaga sensación de
que si llegaba a tiempo a Comisaría podría contemplar un
buen espectáculo.
El viento le mordía la piel tal
y como a él le gustaba mientras el caballo corría a gran
velocidad por las calles de Kyoto, imprecando a la gente para que se quitara
del medio, empujando con el pie a los que no lo hacían a tiempo.
Hacía mucho que no tenía una cabalgada como aquella y el
policía estaba pletórico, totalmente en su salsa.
Miró los farolillos que colgaban
de las entradas de la casa pasar como flashes a su lado. Normalmente los
hubieran colocado más tarde, pero el hecho de que el cielo estuviera
completamente encapotado en el avanzado atardecer ya los hacía necesarios.
Varios minutos más tarde divisó
el edificio policial y se bajó de un salto del caballo sin esperar
a que se hubiera detenido del todo. Al otro lado de la calle podía
ver otros dos equinos con la insignia de la policía descansando.
Cho se sonrió ligeramente mientras
entraba como una tromba. Si algo había aprendido en todos esos meses
de trabajo junto a Saitou, era a razonar como él. Ichibana había
sido descubierto y por esa razón tenía que marcharse cuanto
antes de la ciudad. Pero por supuesto, no se iría sin más,
no... Alguien que había trabajado tanto para llegar al puesto de
Comisario querría asegurarse de que sus esfuerzos se veían
recompensados
Al esuchar el frío corte de la voz
de su superior en el despacho del Comisario supo que aún había
llegado a tiempo
"Soy, yo, jefe" Se presentó mientras
abría la puerta para no distraerle. El despacho, que siempre había
lucido ordenado e impoluto, parecía un campo de guerra. Ichibana
estaba en el fondo, detrás de su mesa, sus ojos marrones cargados
de ira y sus dientes apretados en una mueca que rivalizaba con la de Saitou.
A su alrededor, varios tacos de papeles, tampones y sellos con los que
probablemente pensaba falsificar documentos oficiales para su propio bien.
Cho sonrió de nuevo al ver a ese bastardo cogido, pero sobre todo
porque tenía matrícula de honor en intuición.
"Por gente como tú este país
sigue siendo una ratonera. Estoy harto de las malditas intrigas que mis
superiores se traen siempre entre manos por lo que ellos llaman Bien del
Estado, pero aún estoy más harto de que me metan a mí
en ellas" Siseó el policía amenazándole con una de
las katanas de Cho
"Fujita-san... Sé que es usted un
hombre recto pero quizás es que no le han ofrecido lo suficiente..."
El ayudante agitó la cabeza a sabiendas
de que Ichibana lo estaba terminando de arreglar con sus estúpidos
intentos de comprarle
"Me da igual los problemas que tuvierais
tu hermana y tú con los españoles, me da igual que intentarais
matarme de cualquier manera. Pero que involucrarais a inocentes en todo
esto es más de lo que puedo tolerar" Con esta última palabra
dio dos sablazos en el aire que le cruzaron el pecho al oficial. El rubio,
a pesar de llevar una espada en el cinto no la desenvainó a sabiendas
de que nada ganaría con ello
"Pienso igualmente que la acción
ruin de querer embaucar a la policía en esto no tiene perdón
-- un golpe, y le cortó una oreja, haciéndole gritar como
un condenado-- Y sabes qué? Me duele tener que enfrentarme con tipos
tan patéticos como tú. Al menos tu hermana murió con
honor luchando --y de nuevo la espada hendió el aire, y la otra
oreja acabó en el suelo-- También me jodió enormemente
que quemarás mi casa, no voy a negarlo -- A esta parte del monólogo,
le dio un golpe vicioso con la parte plana de la espada en toda la cara
que le tiró patas arriba y le partió la nariz-- Pero sabes
qué es lo que más me jode de todo esto, Ichibana?"
Cho cambió de sitio para ver mejor
la escena. El rubio temblaba desde el suelo como una hoja de otoño,
su cara y manos totalmente ensangrentados. Sus ojos marrones estaban abiertos
con terror mientras contemplaba a su verdugo y a la hoja manchada de su
katana. Daría lo que fuera por tener una cámara de fotos
para retratar ese momento....
Saitou se arrodilló al lado de Ichibana,
una cruel sonrisa en sus labios que dejaba ver sus colmillos "Que con todas
las formas que conozco para matar a una persona sólo puedo utilizar
una...."
El rubio gritó de terror y e intentó
escapar gateando. Por supuesto, una férrea garra le tomó
por el uniforme y le mantuvo quieto contra pared. De un tirón desabrochó
la parte alta de la chaqueta y colocó el filo de la espada contra
su cuello, justo bajo la nuez del oficial, que podía sentir perfectamente
el resoplar del lobo sobre él. Comenzó a ahogarse cuando
el filo apretó traquea con fuerza, pero Cho sabía que su
superior no se contentaría con asfixiarle a la manera tradicional.
Diez a uno a que la katana acaba en su corazón
Pero se equivocaba. Saitou corrió
la hoja unos centímetros, cortando la ahorta y luego continuó
lentamente hacia el otro lado, sin preocuparse de la sangre que le salpicaba.
Comenzó a manarle líquido rojo por la boca mientras la vida
se escapaba por sus ojos "Espérame en el Infierno, capullo..."
"Cómo te gustan estas cosas, jefe..."
"Qué?"
"Sí, digo que te encanta montarles
el numerito para verles morirse del susto antes de matarles tú...
Éste en particular ha sido impactante, lástima que sólo
nosotros lo hayamos visto"
"Después de todo lo que ha hecho
este capullo no iba a matarle sin hacerle sufrir antes...--contestó
llanamente levantándose y limpiando la hoja de la espada en el uniforme
del cadáver-- Además, me apetecía desahogarme..."
"Si alguna vez se me ocurre cambiar de
bando intentaré no cabrearte demasiado" Bromeó el ayudante
cogiéndole la espada y guardándola en su funda. Tuvo que
echarle un rápido brazo para evitar que se derrumbara sobre sus
rodillas
"Vamos a la enfermería, jefe...
Y esta vez quédate allí unos días, vale?"
Saitou se rió ligeramente y dejó
que su compañero le ayudara a llegar a la salida de la Comisaría,
donde los caballos aguardaban tranquilos. La noche había caído
ya sobre la ciudad, y las nubes seguían amenazando tormenta
"Te acompaño?"
"Ya está bien, Cho, no soy ninguna
cría para que me tengas que defender..." Se burló ligeramente
recordando el episodio de Misao mientras se acercaba a un caballo y lo
montaba. Antes de salir trotando calle abajo escuchó a su subordinado
discutir con el subnormal de policía raso que hacía las veces
de recepcionista y que no se había enterado de nada...
---0oooo0---
Kenshin y Sanosuke mantenían una
queda conversación en el silencio de la noche sobre Aoshi y Misao,
exponiendo cada uno la versión que tenía de su extraña
relación mientras Kaoru dormía felizmente a su lado. El samurai
defendía los buenos sentimientos del ninja para con la okashira,
mientras que el muchacho le refería lo que había sucedido
en el granero con la hermana de Ichibana
"Huh... Bueno, en eso tiene razón...
Misao-dono aún no se ha formado como mujer...."
"Pero yo creo que hay otra cosa más
importante que eso. A mí no me importaría esperar si estuviera
enamorado de ella... Creo que Shinomori la ve como una hermana pequeña,
una hija o algo así..."
Kenshin asintió ligeramente "Es
cierto... nunca lo había pensado... Misao-dono me contó alguna
vez que Aoshi la cuidó desde que era un bebé... Es normal
que no pueda verla como otra cosa a pesar de haber pasado tanto tiempo
separados..."
"Sí... De todas formas, Kenshin,
no hacen buena pareja! Me refiero, Misao es una chica muy alegre, jovial,
y Shinomori es el espíritu de la parsimonia...."
El samurai se rió suavemente al
ver cuán atinado estaba aquella noche su amigo, y de pronto se tensó
al escuchar un sonido extraño que aún estaba lejos de allí
"Crees que sea uno de los hombres de rojo?"
Susurró el luchador
"No... Kaoru-dono y Yahiko despacharon
los despacharon a todos..." Le contestó en el mismo tono bajo
Los pasos amortiguados sobre el tatami
se fueron oyendo más y más cerca cada vez hasta que Saitou
se detuvo frente a la puerta
"Dónde está Tokio?" Preguntó
en voz baja con su usual voz fría
"Y a ti qué coño te importa!!"
Exclamó Sanosuke mientras se levantaba y se encaraba con él
"Sanosuke...!" Le llamó Kenshin
en parte como reproche y en parte sorprendido. Kaoru gimió suavemente
y se estiró antes de abrir los ojos "Qué pasa...?" Preguntó
un poco desorientada, pero al incorporarse y ver al policía allí
se despejó casi al instante
"Dónde está, Himura?" Volvió
a preguntar sin hacer caso al luchador. Sano apretó los dientes
y le agarró fieramente del uniforme "Por qué no te vas por
donde has venido, eh? Aquí no se te ha perdido nada, maldito bastardo"
Saitou se soltó de un manotazo "Es
mi mujer, Chickenhead, te guste o no, y tengo derecho a saberlo"
"Ese derecho lo perdiste cuando yo la traje
hasta aquí en brazos"
"Sanosuke, creo que--" Comenzó Kenshin,
pero el antiguo Sekihou le cortó para seguir hablando
"Eres un cabronazo, te lo he dicho alguna
vez, Saitou? Los doctores llevan horas con ella ahí dentro, no saben
si podrán salvarle la vida. Pero a ti eso no te importa, verdad?
No me lo digas, tenías otras cosas más importantes que hacer
que estar con ella... Claro, siempre es la misma excusa de mierda... Todo
es más importante que ellas, siempre hay algo que hacer..."
"Sano, ya es suficiente..." Dijo Kaoru
suavemente intentando que no hubiera otra pelea allí mismo
"Déjalo, chica Kamiya, después
de todo tiene razón..." Le dijo dejándola perpleja
"Claro que tengo razón... Y sabes
qué? Eres un gilipollas por no darte cuenta de lo que tienes...."
Terminó mirándole con ojos marrones tan duros como acero.
Unos segundos más tarde ya volvía a ocupar su puesto sentado
al lado de Kenshin.
Un silencio frío, tenso y espeso
se hizo sentir entre los cuatro, donde ninguno se atrevía a mirar
a otro a la cara hasta que al fin Saitou volvió a preguntar por
el lugar. Tras unos segundos de dudas Kaoru le indicó el final del
pasillo, puerta derecha
Aún después de que el policía
se marchara el silencio seguía presente. Al menos hasta que la voz
suave de Kenshin le preguntó a Sanosuke qué problema tenía
con ellos
Sano se apoyó en la pared y miró
al suelo "No penséis mal, ya se lo dije a Shinomori. Tokio-san es
una mujer preciosa pero no me gusta... "
"Entonces...?"
"Me cabrea lo que hace con ella. Tokio-san
es tan... Demonios, no se merece que la traten como a un perro! Entre todos
los hombres del mundo tuvo que escogerle a él..."
"Pero ella le quiere, Sano"
El luchador gruñó enfadado
y miró a otra parte "Ya he oído eso antes, y eso no le da
derecho a tratarla así. Mi madre tabién quería a mi
padre y él... Él era un bastardo, un cabrón que la
pegaba cuando podía, que no se interesaba por ella mas que cuando
tenía que hacerle la comida o lavarle la ropa. Sí.... le
quería, y qué? Eso no implica nada..."
Kenshin sonrió débilmente
y palmeó ligeramente la mano de su amigo. Sanosuke había
aprendido a preocuparse por la gente a través de las vivencias de
su pasado... Y eso le recordaba mucho a él.
Kaoru miró al pelirrojo y ambos
entrecruzaron miradas, sonrisas y recuerdos de la noche anterior"Creo de
todas formas que le importa más de lo que crees..."
Cuando Saitou llegó al final del
pasillo, escuchó las voces de los médicos trabajando dentro
de la habitación. No escuchaba lo que estaban diciendo, tan sólo
podía intuir algo de sus formas a contraluz en la puerta. Frunció
el ceño. Cuando la dejó no parecía estar tan mal...
Claro que tal vez estaba demasiado pendiente de darse prisa y coger a Ichibana
antes de que se le escapara...
Lentamente se quitó los guantes
manchados de sangre y puso una mano sobre la corredera, sintiéndola
fresca al tacto. Le encantaría entrar y desvelar el misterio de
sombras que lanzaba la luz, pero no podía ser. Si hubiera llegado
antes, quizás hubiera convencido a los médicos con sus métodos
poco comunes de que le dejaran estar....
Sin darse cuenta se fue inclinando hasta
que su frente, la brecha sobre su ceja producto de su lucha con Kenshin
la noche anterior, tocó la puerta. La noche anterior... Parecía
haber pasado al menos una semana desde entonces... Suspiró, y el
cansancio que llevaba acumulado amenazó con vencerle, así
que decidió sentarse en el suelo junto a ese lugar misterioso donde
ella estaba.
Un amargo sentimiento de culpa corrió
por delante de él haciendo mil piruetas como no hacía desde
muchos años atrás. No era muy dado a sentir aquello, cuando
hacía las cosas las hacía porque pensaban que así
estaban bien hechas, y no había motivo de sentirse mal por ello.
Pero aunque sabía que había hecho bien yendo a cazar a Ichibana
para que no se le volviera a ocurrir intentar algo contra su casa en venganza,
también sabía que Sano tenía razón, por mucho
que le molestara admitirlo.
Volvió la cabeza al escuchar un
sonido amortiguado lejos de él, y en las sombras del pasillo distinguió
la silueta del luchador en la poca luz que salía de la habitación
de Himura. Se estaba despidiendo de ellos, posiblemente se fuera a dormir
a casa de Shinomori...
Cuando Kaoru tuvo la certeza de que Sano
ya se había marchado de la clínica, se volvió hacia
Kenshin y le preguntó qué pensaría de ella si fuera
a ver al policía
El samurai parpadeó varias veces
por lo extraño de su pregunta, y la chica continuó con voz
suave mientras miraba al suelo "No es por nada en especial, ya sabes que
no me cae nada bien, pero hace rato que se fue y no se oye nada ahí
fuera... No ha parado en todo el día y..."
"Pensaría que es una buena persona,
Kaoru-dono...." Sonrió el pelirrojo dulcemente mientras la miraba
con suaves ojos malvas Por eso te quiero tanto... Pensó segundos
después, su sonrisa más ámplia que antes
Kaoru se marchó del lado de su amor
y comenzó a andar por el pasillo con paso lento No, no me cae
nada bien... Pero creo que debo echar un vistazo. Al menos por Tokio, que
ha cuidado de mí mientras estaba en su casa... Claro que de todas
formas me habían secuestrado.... Pero Saitou lo hizo para que Kenshin
no muriera sin honor... Y luego me salvó la vida... Aunque yo se
la salvé antes... Pero no, no lo hice por él, lo hice para
que Ken no volviera a ser un asesino... Bueno! De cualquier manera, no
me cuesta nada...
Sabía de sobra que la había
escuchado llegar aún a pesar de no haberse vuelto a mirarla. Tenía
la cabeza un poco agachada, los brazos cruzados sobre el pecho. Incluso
con los ojos cerrados, su expresión seguía tan mortalmente
seria como de costumbre, rivalizando con la perpetua inexpresión
de Aoshi
"Está bien, Saitou-san?" Preguntó
suavemente en voz baja. Al no obtener nada como respuesta se agachó
a su lado y se dio cuenta de que no es que no la había mirado antes
por no haber querido, sino porque se había quedado dormido.
Kaoru echó un vistazo a la puerta
cerrada a su lado y vio la silueta de los doctores de pie en la habitación.
Posiblemente ya hubieran terminado y se estaban aseando... Decidió
volver a su habitación. Después de todo, los médicos
tendrían que pasar por ahí de todas maneras, y entonces aprovecharía
para preguntarles.
Kenshin la preguntó nada más
entrar, y ella se limitó a referirle lo que había pasado
en pocas palabras. De pronto escucharon un fuerte golpe en el suelo, y
la chica se asomó a la puerta asustada. Rápidamente se tapó
la boca para evitar reírse en voz alta. Uno de los médicos,
al salir de la habitación se había tropezado con las largas
piernas del policía y había acabado en el suelo
"Pero qué demonios hace ahí
sentado?!" Quiso gritar el hombre que casi se mata, pero se contentó
con exclamarlo de malas maneras en voz baja para no despertar a los enfermos
de la clínica
"Lo siento, me quedé dormido. Soy
Fujita" Murmuró Saitou levantándose cuando el médico
se le quitó de encima
"Fujita-san, tuvimos algunas complicaciones
pero al final todo salió bien"
"Puedo quedarme dentro?"
El doctor frunció el ceño
ligeramente, contrariado con el hecho de dejarle con un paciente recién
operado, pero después decidió que sería mejor que
entrara o alguien se acabaría matando al tropezarse con él...
El inspector entró en la habitación
oscura y cerró la puerta tras él. La única luz venía
del exterior, y era casi nula debido a las nubes que tapaban la luna. Se
sentó a su lado, y reparó en que los doctores debían
haberle recogido el pelo ellos mismos para que no les molestara, ya que
estaba desastrosamente peinado. Quitó la pinza con la que tan toscamente
le sujetaran el pelo y con sus propios dedos devolvió los cabellos
a su forma natural. Ella era una total excéntrica en cuanto a su
peinado se trataba, no soportaba tener el pelo revuelto o despeinado. Al
menos así le ahorraba a los doctores tener que traerla un cepillo
cuando se despertara...
Pasó la mano suavemente por su mejilla
y revolvió lentamente el flequillo oscuro que siempre le caía
sobre los ojos mientras la miraba dormir tranquila, tapada casi hasta el
cuello por el edredón.
"Perdona por no llegar antes..." Murmuró
antes de apoyarse en la pared tras él.
A la mañana siguiente, a eso de
las 10 Cho se presentó en la enfermería y lo primero que
hizo fue entrar en la habitación de Himura para contarle lo que
había sucedido al final --claro que también ayudó
la fenomenal persuasión de Misao y Sanosuke, que la emprendieron
a empujones con él hasta meterle--
Aunque Aoshi no se pronuncio, ni las dos
chicas, ni el samurai, ni Yahiko ni Sano aprobaron el final de Ichibana.
Para ellos el antiguo sistema Tokugawa había pasado a la historia.
En la actualidad, los delincuentes debían pagar por sus crímenes
en la cárcel, no acabar degollados como corderos por los propios
policías
"No cambiaréis nunca..." Suspiró
Kenshin poniendo los brazos tras su cabeza
"Míralo de este modo, Himura, la
ciudad está segura con nosotros..." Sonrió el ayudante cerrando
uno de sus ojos mientras se levantaba para abandonar la charla
"Pues yo creo que no sois mejores que ellos"
Murmuró Yahiko terminando de desayunar las provisiones que se habían
traído desde el Aoiya
"Lo único que os diferencia es que
lucháis en bandos contrarios" Continuó Sano mascando la espina
de un pez
"C'est la vie... --se encogió de
hombros Cho-- El caso es que hay un contrabandista menos suelto por Kyoto.
Bueno, adios. Vosotros estaréis muy ociosos, pero los agentes de
la ley tenemos que trabajar" Dijo con ironía saliendo de la habitación.
Encaminó sus pasos hacia el final del corredor, donde uno de los
médicos le había informado estaba su jefe, y una vez allí
corrió la puerta con sumo cuidado para no hacer ruido.
Sus ojos marrones contemplaron el interior
durante unos segundos, los suficientes para darse cuenta de que los dos
dormían profundamente. Agitó la cabeza y cerró.
El jefe me mataría si le dijera
a alguien que le he visto ser cariñoso con ella.... Pensó
el policía recordando lo que había visto; Su jefe, el temible
inspector de policía, Saitou Hajime, tenía entre sus manos
la de su mujer
De todas formas, nadie me creería...
Se dijo encogiéndose nuevamente de hombros y marchándose
a realizar las tareas del día
Y Colorín Colorado...
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