Captain
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Mayo de 1864. La Primavera estaba en su más florido auge en la ciudad. La temperatura era como siempre agradable a pesar de que el sol ya comenzaba a dar bastante calor.
Las calles de Kyoto hervían de gente a todas horas. La ciudad era un lugar de tráfico permanente de comerciantes, y la gente aprovechaba para comprar desde comida hasta los más inverosímiles juguetes fabricados con todo el amor de un anciano artesano.
Aquellos días, todo era perfecto. Casi perfecto. Los patriotas se escondían aquí y allá, estaban donde menos lo esperaras. Era aún el principio de la guerra, y los partidarios de hacer una gran reforma en el país como único medio para que Japón floreciera eran anárquicos, su organización aún no se había formado
Por aquél entonces aún no eran demasiados, sus ideas revolucionarias no se habían extendido aún lo suficiente como para hacer un grupo sólido. Pero eso no significaba que no fueran activos...
La mañana de aquél día estuvo marcada por el enfrentamiento más violento que hasta la fecha habían tenido los anarquistas y los guardianes de Tokugawa, conocidos ya como Shinsengumi, aunque aún no tan famosos como se harían un año después.
Mientras unos pocos exaltados se enfrentaban a un grupo del Shinsengumi, otros patriotas sembraban el terror por las calles céntricas de la ciudad, ensañándose con las casas de los que ellos pensaban estaban a favor del Bakufu
Una casa, entonces, grande y hermosa en exterior les llamó la atención. No sabían quién podría ser el dueño, así que de malas maneras atravesaron el bello jardín que conducía a la puerta principal del edificio y la aporrearon fuertemente.
Una muchacha vestida con un bello kimono malva, largo pelo negro recogido en dos coletas y preciosos ojos verdes apareció bajo el dintel y les preguntó con las mejores maneras que se puede tener ante una marabunta como aquella qué es lo que querían
Ellos, al verla tan bien vestida y con una casa tan bonita supusieron que debían estar hablando con la hija de algún alto cargo del Gobierno, y por consiguiente, un enemigo de la revolución.
Cuando la chica les vio con tamañas intenciones pintadas en sus ojos y las katanas desenfundadas sedientas de sangre, echó de menos no llevar su kimono de practicar kendo y su kodachi para defenderse e intentar proteger también a su hermana pequeña, a la que había dejado en el interior de la casa.
Miró rápidamente a su alrededor intentando encontrar apoyo en sus vecinos, pero todos tenían sus casas cerradas a cal y canto
"Nosotros apoyamos a la revolución, oís? También somos patriotas!" Les gritó, pero como era de esperar, los anarquistas no la creyeron, pensaron que estaba intentando confundirles para que la dejaran en paz... Y se lanzaron contra ella.
La muchacha apenas tuvo tiempo de cerrar la puerta para que no se les metieran en casa. Corrió al interior, a su cuarto, tomó su kodachi y, tras asegurarle a su hermanita y a su cuidadora más de cien veces que no la sucedería nada volvió a la entrada, donde los hombres golpeaban fuertemente la puerta con la intención de tirarla abajo.
Se asomó a la ventana con cautela para comprobar qué cantidad de enemigos tenía que derrotar, y de pronto sus cejas se enarcaron sobre sus ojos verde esmeralda al ver a un hombre tras ellos, con una nihontou empuñada en su mano izquierda y un abrigo aguamarina con picos de color blanco en la parte de abajo.
No pudo escuchar lo que dijo, pero todos los anarquistas se dieron la vuelta al instante y le plantaron cara. Le resultaba una gran ironía que un Shinsengumi tuviera que defenderla de los hombres que compartían con ella ideología... Qué estará haciendo aquí ese hombre, de todas formas? El Shinsengumi siempre va en tropas... Cómo es que está solo? Ah... Quizás sea uno de aquellos que según Goemon-san estaban luchando calle arriba y ha bajado al ver todo este jaleo... Pero qué va a hacer contra tantos....?
Tragó aire al verle desenvolverse entre todos los enemigos. Su espada parecía un trueno que hacía llover sangre en su jardín, cortando, decapitando y empalando con increíble facilidad. Aquella arma parecía una prolongación de su brazo...
Tan admirada estaba que abrió la puerta y se asomó para verle combatir mejor. La expresión de sus rasgos era una mezcla de sadismo y júbilo; la muchacha podría jurar que estaba disfrutando con cada vida que arrebataban sus manos... Su coleta se agitaba en cada salto, y su curioso flequillo ondeaba de un lado a otro con la cadencia de su nihontou
De este modo, en unos minutos su jardín estaba sembrado con cadáveres brutalmente muertos que teñían la hierba con su savia rojiza. Echando una ojeada al personaje que la había salvado se dio cuenta que estaba terriblemente manchado con la sangre de sus enemigos, pero a él no parecía importarle para nada, tal era la calma con la que limpiaba la hoja de su espada con suave algodón.
Su coleta negra, alta en la cabeza, ondeó con la ligera brisa primaveral, y él levantó la vista al sentirse observado. Sus ojos dorados se cruzaron con los verdes de la chica, y entonces sonrió ligeramente
El retumbar de un disparo apenas se dejó oír, o al menos eso le pareció a ella. No pudo ver al tirador, pero contempló casi en cámara lenta cómo la nihontou escapaba de entre sus dedos hasta caer a la mullida hierba
El soldado se tambaleó mientras apretaba la mano derecha fuertemente en su hombro herido. Sus ojos se volvieron a cruzar durante fugaces instantes antes de que saliera corriendo por el jardín perseguido por los disparos enemigos que seguramente salían de alguna de las casas vecinas. La chica corrió también preocupada por su suerte, y de pronto le vio pararse en seco antes de salir a la calle de atrás. Con un salto casi felino se lanzó entre unos arbustos y se quedó allí quieto, escondido de algo que ella no había notado todavía.
Sólo tuvieron que pasar unos segundos para que otra pequeña marabunta de patriotas cruzara la calle. Ella corrió hasta allí al divisar al personaje que les conducía "Yamagata-san, espere!"
Yamagata volvió entonces la cabeza y se paró al ver a la señorita corriendo hacia él con paso grácil a pesar de su kimono "Yamagata-san, sus tropas han atacado mi casa!" Se quejó frunciendo el ceño sobre sus preciosos ojos verdes
"Lo siento mucho, Takagi-dono, no volverá a pasar. Difundiré entre los muchachos la ubicación de su casa para que nunca más les vuelvan a confundir. Dígame, le ha pasado algo?"
"No, gracias a un soldado del Shinsengumi que vino a salvarme al ver el escándalo que estaban montando ahí fuera. No deberían ser más discretos, Yamagata-san? Parecen ovejas descarriadas..."
El hombre castaño sonrió débilmente y decidió no sonar ofendido por sus palabras. Después de todo ella era la hija de un gran oficial... y por desgracia, tenía razón "Es cierto, Takagi-dono, pero denos tiempo.... Aún estamos empezando... Para eso es la reunión de mañana. Ande, vuelva a casa antes de que su hermana pequeña se asuste..."
"Moe! Me había olvidado...! Hasta la vista, Yamagata-san, y arregle este asunto o tendré que decírselo a mi padre!" Tan rápido como había venido, la chica corrió hasta su casa, se aseguró que tanto la pequeña Moe como su cuidadora estaban bien y volvió de nuevo al jardín, al lugar donde aquél soldado se había escondido.
Estaba segura de que se habría marchado en cuanto Yamagata-san y sus hombres hubieran desaparecido, pero tragó aire cuando al asomarse por encima de los arbustos le encontró tumbado boca abajo, sin moverse.
Apartó las ramas como pudo con sus manos para poder pasar hasta donde estaba él. Por suerte, el jardinero colocaba siempre las filas de plantas con separación entre ellas para crear los bellos dibujos que conseguía con sus ramas y flores.
Takagi-dono se agachó entonces a su lado y lentamente le dio la vuelta. Dio un respingo cuando una mano fuerte la tomó por la muñeca, y pronto se encontró mirando a unos ojos color ámbar que la observaban de arriba a abajo por si llevara alguna clase de arma
"Soy yo... la chica de antes... No se preocupe, no voy a hacerle nada..." Balbuceó ella un poco nerviosa y deseando escapar del férreo agarro de su mano. El soldado la soltó lentamente aunque no perdió ojo de cualquiera de sus movimientos
"Debería dejarme ver esa herida... --comentó suavemente señalando a la mancha rojiza que cubría parte de su hombro y de su pecho-- Venga, le entraré en casa y llamaré al doctor para que le cure"
"No... Tengo que irme..." Contestó él entre dientes con voz profunda y fría mientras se incorporaba
La muchacha apretó los labios "Lo ha escuchado, verdad? Es porque soy patriota... No se preocupe, con que se quite el abrigo de su tropa nadie le reconocerá... No es ninguna trampa, créame... Quiero ayudarle, usted me salvó la vida... --Takagi-dono sonrió ligeramente, y se encontró con que sus ojos ámbar eran como imanes que atraían a los suyos-- Déjeme ayudarle, vamos, rápido, antes de que llegue la policía..."
Con cuidado le quitó de encima el abrigo empapado en sangre tanto suya como de los enemigos y lo dobló tras darle la vuelta para que nadie pudiera reconocerlo. Luego se levantó, le tendió la mano y le ayudó a levantarse
A pesar del dolor, el soldado no pudo sino admirarse al ver la enorme casa donde vivía la muchacha. Estaba decorada con tan buen gusto que la fachada apenas le hacía justicia al interior. Sus ojos de pronto se encontraron con una niña de unos cinco años aproximadamente y con una mujer que rozaría el medio siglo sin problemas
"Tokio-dono, quién es este hombre? Por qué le lleva de la mano?" Preguntó casi escandalizada apretando a la pequeña contra sí
Tokio, que así se llamaba la muchacha, enrojeció ligeramente al darse cuenta de que en efecto le llevaba cogido de la mano, y al momento le soltó "Nos ha salvado la vida a las tres. Le hirieron y quería devolverle el favor, Minako"
"Ya veo... Entonces iré a buscar al doctor. Puedo confiar en que no harás nada malo, Tokio-dono?"
"Minako! Deja ya de decir tonterías y ve a buscarle, vamos!" Casi la gritó mirándola furiosa. La empleada se inclinó ligeramente y se marchó de la casa
"Lo siento. Venga por aquí señor..."
"Hajime. Hajime Saitou"
"Hajime-san --asintió ella ligeramente. Luego se dirigió a su hermana, que se les había quedado mirando con sus grandes ojos marrones -- Moe, cariño, toma, lleva esto a mi cuarto y déjalo en un rincón, quieres? Ten cuidado no te manches..." Le dijo dándole el abrigo doblado
"Pero tú te has manchado..."
Tokio arqueó las cejas y se miró, comprobando que efectivamente tenía machas de sangre en su kimono malva "No importa, ahora iré a cambiarme"
"Por aquí" El soldado se encontró siguiendo a su anfitriona Meiji por el interior de la casa, descubriendo nuevas habitaciones con cada paso. Cuando al fin llegaron a la apropiada, ambos se sentaron en el cálido tatami y se quedaron callados, mirando cada uno a un lado. La habitación no era muy grande y al estar destinada a alojar invitados tenía una decoración exquisita, con flores frescas delicadamente colocadas al estilo tradicional
La situación era bastante incómoda, ya que no sabían qué hacer ni qué decir. Cuando la muchacha estaba comenzando a pensar que había sido un error intentar ayudarle, el soldado rompió el silencio
"Puedo pedirle algo, Takagi-dono?" Le preguntó sin dejar de observar la habitación donde se encontraban
"Por favor, llámeme por mi nombre de pila... Y pídame lo que desee, es mi invitado y le satisfaré con gusto"
"Puede ir a buscar mi nihontou? Tiene la empuñadura negra con mi nombre grabado en la hoja"
"Por supuesto. Ahora mismo se la traeré..." Dijo con una pequeña inclinación. Antes de que pudiera salir de la habitación la pequeña Moe se presentó allí. Tokio se agachó y le habló al oído "Quédate con él y compórtate como una señorita, de acuerdo?"
De esta forma el soldado y la cría se quedaron solos en la habitación. Tras unos minutos de silencio en el que ambos se estudiaron con curiosidad la niña se pronunció con el encanto típico de su edad
"Cómo te llamas?"
"Hajime"
"Te quedarás con nosotras? Padre no está nunca en casa y estamos siempre muy solas..." Le preguntó con ojos brillantes.
Saitou arqueó las cejas ante tal proposición y se rió suavemente "No, tengo cosas que hacer. Me iré dentro de un rato"
"Venga, quédate, me caes bien...!" Se rió jovialmente la pequeña tomándole de una manga y sentándose más cerca de él
"Moe! No molestes a Hajime-san...! --la regañó Tokio entrando en ese momento por la puerta con la espada en sus manos. Había tardado un poco más en volver ya que había aprovechado el momento para cambiarse. Así, esta vez llevaba un kimono azul celeste con florecillas amarillas a conjunto con el obi-- Espero no haberme equivocado..."
Con un suave gesto se la tendió, y el soldado se encogió sobre sí mismo con un gemido cuando por costumbre intentó cogerla con su mano izquierda
"Hajime-san... Déjeme ver..." Murmuró preocupada arrodillándose a su lado y dejando la espada en el suelo, junto a su dueño. Separó con cuidado la solapa del kimono y observó la entrada de la bala con el ceño un poco fruncido. Con dos dedos finos hizo presión sobre la clavícula y su gesto de dolor confirmó sus sospechas
"Creo que le ha partido el hueso..." Comentó al final con un ligero soplido
"Y eso es malo?" Preguntó la niña con su voz fina mientras les miraba a los dos con grandes ojos
"Supongo que sí... Pero no sé cuánto... Tendremos que esperar a que vuelva Minako con el doctor... Puedo hacer algo por ayudarle mientras tanto?"
"No, gracias"
"Entonces le dejaremos solo" La muchacha hizo una reverencia y tomando a la pequeña de la mano salieron de la habitación, cerrando la corredera tras ellas
"Por qué estás tan contenta?" Le preguntó a su hermana, que más que andar junto a ella por el pasillo iba dando saltitos, con lo que su pelo oscuro recogido en una alta coleta saltaba de un lado a otro
"Es que no tendrás que casarte con ese tonto Kuro..." Le respondió jovialmente sin dejar de saltar
"Y cómo es eso...? No estarás diciendo que...! --se escandalizó la muchacha de ojos verdes-- Pero Moe, cómo piensas esas cosas! No es propio de tu edad!" Como era costumbre, su padre hacía tiempo que le tenía buscado un pretendiente, pero con aquello de la guerra inminente el muchacho llamado Kuro había tenido que partir a luchar. Eso la alegraba, ya que no le agradaba casarse con él...
Ella la miró con una gran sonrisa en el rostro "Me cae bien... Es majo...!"
"Bueno... --se encogió de hombros recordando su fiereza con la espada y echando un vistazo a su muñeca donde había dejado los dedos marcados-- De todas formas Padre nunca lo aprobaría. Por cierto, tenemos que limpiar su abrigo y esconderlo para que no lo vean. Quieres ayudarme?
"Claro!"
Las dos fueron entonces a la habitación de la mayor, pero cuando iban a ponerse manos a la obra escucharon la puerta abrirse. Minako y el doctor habían llegado. Con un suspiro Tokio dejó de nuevo el abrigo en el rincón donde su hermana lo dejara antes y salió a buscarles, dejando la tarea para más tarde.
El médico fue conducido a la habitación donde descansaba el soldado, y las tres mujeres esperaron sentadas tras la puerta el diagnóstico. La espera no fue demasiado larga, ya que a los siete minutos escasos la corredera se volvió a abrir. El anciano Toranaga salió llevando el daisho de Saitou entre sus manos (par de espadas típicas de los samurais), se las dio a Tokio y se mesó la barba unos instantes antes de hablar
"Tengo que sacarle la bala para que el hueso pueda cerrar bien. Pero necesito que alguna de las dos me asista..."
Tokio y Minako se miraron durante unos segundos, y la mujer mayor señaló a su ama "Sabes que no soporto esas cosas, Tokio-dono..."
"Así podrás estar con él, Nee-chan" Le susurró Moe al oído a la chica de ojos verdes
"Moe!!" Exclamó ella mirándola furibunda
"Muy bien, Takagi-dono, entre conmigo. Usted tráigame agua caliente y toallas limpias, vamos" Le ordenó a la asistenta. Moe frunció el ceño mirando al doctor al ver que no le decía nada a ella, y Tokio, para evitar que ardiera Troya, la dijo que fuera a su cuarto con las dos espadas y que cuidara muy bien de que nadie las tocara
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Poco a poco el mundo pareció volver a existir a su alrededor. La sensación de adormecimiento fue disminuyendo lentamente, y poco a poco fue tomando constancia de su situación. Estaba tumbado en un suave futón, tapado hasta la cintura, y sentía fuertes vendajes apretando su hombro y parte de su pecho. En aquellos momentos más que dolor lo que sentía era una persistente molestia, por lo que dedujo que debían haberle dado algún tipo de calmante o similar. En cuanto su mente se vio suficientemente lúcida para recordar todo lo sucedido abrió los ojos.
Lo primero que vio fue una sonrisa en los labios de Tokio, y luego sus ojos verde esmeralda. Tragó saliva cuando sintió su mano fría y fina en su frente
"No pasa nada, Hajime-san. Se va a poner bien... Es un hombre fuerte, ni siquiera tiene fiebre..." Comentó ella ligeramente sentándose de nuevo sobre sus talones. Ambos volvieron la mirada al escuchar la corredera abrirse. Un hombre de mediana edad y pelo castaño oscuro recogido en una coleta entró en la habitación.
Tokio se inclinó ligeramente a su llegada, y Saitou no pudo sino enarcar las cejas con sorpresa Claro...! Es la hija de Takagi Kojuurou! Pensó maldiciendo su suerte mil veces. Kojuurou era un oficial importante y patriota hasta la médula según los informadores del Shinsengumi... Si por alguna razón llegara a descubrir su identidad...
"Bienvenido a mi casa, Hajime-san. Le doy las gracias por salvar a mi familia de aquellos exaltados --Le dijo con voz grave inclinándose como reverencia-- Viendo la carnicería que hizo ahí fuera, usted debe de ser un excelente espadachín..."
"Es profesor de kendo, Padre" Le encubrió antes de que pudiera decir nada
"Cállate Tokio! Nadie te ha dado permiso para hablar" La reprendió secamente sin mirarla. Ella se encogió sobre sí misma y miró al suelo con expresión seria
"Así que profesor de kendo... Eso es fantástico. Cuando se encuentre mejor me encantará combatir con usted, Hajime-san. Veremos quién es mejor profesor de los dos" Comentó con una media sonrisa de esas que los adultos acostumbran a enseñar cuando se sienten superiores a los demás
"Con gusto, Takagi-san" Murmuró él después de aclararse la garganta con una ligera tos
"Bien, muchacho, en vista de lo que le debo se hospedará en mi casa hasta que se restablezca. Más tarde hablaremos de una recompensa. Mi hija se quedará con usted para ayudarle en lo que necesite" Con una leve inclinación, el hombre se marchó de la habitación y cerró la puerta, dejándolos solos
"Tengo que irme, Tokio-dono, mi tropa me está esperando" Le dijo intentando incorporarse
"Está demasiado débil, Hajime-san. De todos modos no tiene que preocuparse por mi padre, rara vez está en casa y no tiene por qué enterarse si escondemos bien su uniforme. Cuando se encuentre mejor se lo devolveré. Lo he limpiado y guardado junto con su daisho"
"Gracias, pero tengo que irme ahora. Su padre nos matará a los dos si se entera de esto y tengo una tropa a la que comandar mañana. Es necesario que desaparezca esta noche de su casa"
"Es usted capitán?-- le preguntó en voz baja por si las paredes tenían oídos -- Claro que no debería sorprenderme, después de todo debe llevar muchos años practicando con la espada..."
Saitou cerró los ojos en una sonrisa "No soy tan mayor, Tokio-dono. Tengo 20 años"
"De veras? Sólo 20? Parece mayor de lo que es... Yo tengo--"
"Diecisiete"
"Cómo lo ha sabido?" Le preguntó sorprendida
"Tengo buena intuición para ciertas cosas..." Contestó llanamente, y su gesto le arrancó a la muchacha una sonrisa
"Tiene familia? Se lo digo por escribir un mensaje para que no se preocupen por usted" Cambió de tema intentando saber más sobre la vida del soldado
"No... --dijo rápidamente, pero se enmendó-- Bueno, sí, una hermana, pero no puedo decirle dónde vive..."
"Claro... Es mayor que usted, verdad?"
"Sí... Dígame una cosa, por qué me protege si somos de bandos diferentes?" Le preguntó con un atisbo de curiosidad brillando en sus ojos ámbar
"Ya se lo dije, usted me salvó la vida, ayudarle era lo menos que podía hacer.... Puedo decirle algo? Tiene un flequillo muy gracioso..." Sonrió divertida
"En serio?"
"Sí --asintió tomándolo en su mano-- pero le queda muy bien... Oh! Perdone, no quería ser impertinente...." Se disculpó rápidamente con una honda inclinación. Le miró de soslayo y vio que sonreía de un modo más cálido que antes. Esa sonrisa no parecía posible viendo sus facciones duras, sus ojos pequeños con ese color ámbar tan extraño y tan llamativo... Menos aún habiéndole visto en acción despedazando a esos hombres con tanto sadismo, o limpiar su nihontou con tanta calma y seriedad después de estar empapado en sangre. No, realmente esa sonrisa suave no encajaba con lo que había visto de él...
Okita parpadeó varias veces y se arrebujó mejor en su edredón. Tokio había hecho un alto en el recorrido de su historia y miraba al suelo mientras ausentemente jugueteaba con el flequillo del capitán sobre ella tal y como había hecho varios años atrás
"Sabe? Cuando me encontré hace seis meses con Hajime-san... Me sorprendí. Él... ha cambiado mucho en cuatro años, sabe? Antes reía con más facilidad, y su sonrisa no era tan cínica como la de ahora... Es más frío, más duro... Supongo que cuatro años de constantes combates le han hecho así..." Le comentó en voz baja como si casi le diera vergüenza decirlo
El muchacho se mantuvo unos momentos en silencio, rumiando las palabras de la mujer antes de contestar "Han pasado muchas cosas en cuatro años, Tokio, la vida para nosotros no siempre ha sido fácil... Y menos de un tiempo a esta parte. Ya sabes, la división y eso, las tropas de Battousai que cada vez son más fuertes y nos tiran por tierra muchos planes, o batallas como Toba-Fushimi... Ahora mismo estamos pasando un momento bastante complicado, aunque eso ya lo sabes... De todas formas, yo siempre le he conocido como ahora... Serio, cínico, frío, calculador..." Se encogió de hombros ligeramente
"Ya... Entonces nunca le vi con sus hombres, pero... No sé, las dos semanas que estuvo en mi casa nunca fue así... Es cierto que era serio pero... Quizás es por lo que usted dice, ya que recuerdo que me dijo que hacía poco tiempo que estaba en el Shinsengumi..."
"Continúa, por favor, quiero saber qué pasó antes de que vengan el Comandante y los otros..."
"No irá a contarle esto a nadie, verdad Okita-san?"
"Claro que no --se rió entre dientes-- Tengo más apego a mi vida que todo eso..."
"Bueno... Esas dos semanas la verdad es que se pasaron volando o eso me pareció al menos... Nos pasamos largos ratos conversando.... Mejor dicho, era yo la que hablaba, él normalmente contestaba cosas puntuales, pocas veces me contaba algo de él, o su trabajo. Por otra parte eso era normal considerando que estábamos en bandos enemigos... Cuando estuvo más fuerte dábamos paseos por el jardín, hablando, o simplemente andando en silencio bajo los cerezos que hay plantados en mi casa... Recuerdo un día que cuando volví de casa del doctor Toranaga no le encontré donde todos los días, así que me puse a buscarle por toda la casa y por todo el jardín. Cuando ya pensaba que se había marchado sin decirme nada apareció andando calle abajo... Había ido a mandar un mensaje a su hermana para que supierais que estaba bien --Tokio se sonrió con tristeza-- Aquel día, cuando le vi regresar me sentí la mujer más feliz del mundo... Su presencia se había hecho imprescindible para mí..."
N del A: Otras pocas notillas....
--El daisho era el juego típico de espadas que llevaba un samurai en aquellos tiempos. Consistía en dos espadas, una más larga (katana o nihontou) y una más corta (wakizashi), aunque en realidad no sé por qué era así... Si alguien me lo sabe explicar se lo agradecería mucho...
--En realidad no tengo ni idea si el padre de Tokio era patriota o no. Con esto quiero decir que aunque me he intentado informar bien para hacer esta historia tengo muchas lagunas, y la de Takagi Kojuurou es una de ellas. En cualquier caso, en mi historia sí que lo será.... Por cierto, no sé cuál es su cargo, aunque sí se que era importante en Aizu. Por eso supuse que tendrían bastante dinero y una casa grande y hermosa...
--Moe llama a Tokio Nee-chan, que es como llaman Ayame y Suzume a Kaoru. Es una contracción cariñosa de "hermana mayor"
--Si habéis visto las OVAS conoceréis a Yamagata-san, y si no es el tipo aquél que aparece en la serie al principio, cuando los problemas con la policía armada... Era el jefe del Ishin Shinshi... O al menos uno de ellos
--En el manga, Kenshin comenta que eran 10 los capitanes del Shinsengumi. Es cierto, pero tras Toba-Fushimi solo quedaron cinco, Saitou, Okita, Sanosuke, Nakagura y Ogata además del comandante Kondou y el segundo al mando Toshizou
--El Bakufu es el nombre que se le daba al Gobierno de Tokugawa...
-- Para hacer a Moe me inspiré en un manga de la autora de Mermerlade Boy llamado Solamente Tú ^__^ Una cría así pegaba muy bien con la historia, y además me gustaba mucho su nombre.... Bueno, la verdad es que antes de conocer su carácter ya la había bautizado, supongo que luego sucedió solo....
