Captain
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Pasaron casi tres meses en los que casi a diario se sucedían altercados con los patriotas en Edo. El resto de Japón estaba atravesando la misma crisis interna en aquellos momentos, y la Guerra Civil Boshin parecía no tener fin. Tras la batalla de Toba-Fushimi, se habían dado grandes luchas entre los partidarios de la renovación del Emperador y los ejércitos de Tokugawa. Parecía increíble cómo se había dado la vuelta la situación de tal forma que el gobierno estaba ya en manos de los patriotas.
De ser una pandilla de anarquistas, los Meijis habían llegado a convertirse bajo el sabio mando de Yamagata en un gran ejército con una gran moral. A ello había que añadir que gran parte de los campesinos se habían vuelto contra el antiguo gobierno, cansados de ser de los peldaños más bajos en el estatus social y de tener que dar tanta parte de su cosecha a su señor feudal, el samurai que gobernaba sus tierras. El Sekihoutai estaba teniendo gran cantidad de adeptos entre ellos debido a las promesas del nuevo gobierno Meiji de bajar los impuestos y acabar con las clases sociales imperantes que tan mal les trataban.
Así pues, los soldados que eran fieles al Shogun Tokugawa eran cada vez menos numerosos en todo el país.
El único lugar que parecía aún resistir al influjo patriota era el feudo de Aizu, controlado casi todo por partidarios del Bakufu. En aquellos días estaban teniendo fuertes luchas en las que las calles acababan cubiertas de cuerpos, y no sólo de soldados, sino también de multitud de civiles que eran asesinados sin piedad por oponerse al nuevo gobierno
Por esa razón, debido a que Aizu era casi el último reducto de poder del antiguo Bakufu que existía, el kangun lo asediaba día y noche con la intención de hacerlo caer y tener una victoria completa
"Iremos a Aizu os guste o no, maldita sea! No pienso quedarme de brazos cruzados mientras esos jodidos patriotas arrasan lo último que nos queda!" Le gritó Shinpachi Nakagura, el capitán de la segunda unidad, al comandante Kondou tomándole del abrigo aguamarina.
El fornido oficial le miró con ojos asesinos antes de soltarse de un guantazo y poner la mano sobre la empuñadura de su nihontou "Si vamos ahora a Aizu nos matarán a todos y todo acabará para el antiguo régimen!"
"Eres tan estúpido que no puedes ver eso?" Preguntó Toshizou cruzándose de brazos con expresión arrogante y contemplando a Shinpachi tras su oscuro flequillo con fríos ojos azules
"Pero la gente de Aizu morirá si no vamos a ayudarles! Están luchando ellos solos contra todo un ejército de soldados armados y preparados, jamás podrán vencer!" Exclamó Sanosuke exaltado secundando al segundo capitán
"Esto es una guerra, Sanosuke, y te guste o no los civiles siempre pagan el precio. Que vayamos allí como corderos no evitará que ellos sigan muriendo" Las palabras frías del segundo al mando enfurecieron al lancero, que golpeó furiosamente el suelo con la parte roma de su arma
"Eres un maldito bastardo insensible, Hijikata!!" Rugió Nakagura desenvainando su nihontou contra ellos y preparándose para luchar
"Guarde su arma, Nakagura-san, no quisiera tener que matarle" Dijo una voz llana tras él en el momento en que el segundo capitán sintió la punta fría y afilada de una katana en su cuello
"Okita, te pones de lado de estos bastardos?!" Preguntó Sanosuke sin podérselo creer. Se dio la vuelta para contemplar al joven capitán que seguía siendo un gran espadachín a pesar de haber perdido gran parte de su vitalidad por la enfermedad que le carcomía por dentro
El muchacho cerró los ojos y sonrió "Kondou-san es el comandante y yo le seré leal hasta que me muera, Sanosuke-san" Ogata asintió ligeramente, dejando claro de este modo a qué bando apoyaba
"Sólo quedas tú, Saitou. Qué decides?" Preguntó Kondou mirando directo al tercer capitán.
Hajime, que había permanecido sentado y neutral a todo hecho, levantó la mirada ante la pregunta de su superior. Tenía una sonrisa cínica pintada en el rostro, como si le divirtiera todo aquél asunto "Estoy de acuerdo con Toshizou-san. Sería una total estupidez por nuestra parte ir a Aizu ahora porque estaríamos a total merced del enemigo. Tenemos que esperar una oportunidad propicia para atacar y hacernos fuertes en el castillo junto con el resto de nuestros soldados"
Shinpachi enfundó su katana de malas maneras, gruñendo y maldiciendo por lo bajo, y con un violento ademán se quitó del cuello la espada de Okita "Está bien, haced lo que os dé la gana, atajo de cobardes! Iré solo a Aizu si es preciso y moriré como lo manda el Bushido!" Bufó girando sobre sus talones y saliendo de la cabaña con un portazo
Harada Sanosuke miró a todos en el interior de la estancia, incluida Tokio, que estaba sentada en un rincón apartada de ellos y dudó. Sabía que debía hacer algo por todos aquellos que estaban muriendo en Aizu, pero también sabía que era un suicidio presentarse allí como Shinsengumi en medio del ejército Meiji...
Miró a los ojos marrones de su comandante durante unos segundos, luego a los fríos azules de Hijikata. Les presentó sus respetos con una ligera inclinación y se marchó siguiendo los pasos del que fuera capitán de la segunda unidad
Se abrieron ante ellos unos minutos de silencio agitado por toses de Okita. Al fin, Kondou se pronunció "Bien. Ahora que hemos aclarado este asunto de Aizu quiero deciros que vamos a marcharnos de aquí. Cualquiera sabe lo que pueden hacer esos dos, quizás los Meijis les hagan hablar y nos descubran. Dentro de un día, el 1º de abril, partiremos hacia Nagareyama"
"Disculpen, pero tienen en serio intención de ir a Aizu a luchar cuando las cosas sean favorables?" Preguntó la mujer con un poco de timidez por su interrupción
Los ojos de todos los capitanes se volvieron hacia ella y le hicieron bajar la cabeza avergonzada y deseando no haber dicho nada
"Sí, pero no podremos dejarte marchar. Tu padre es un hombre muy importante para los patriotas en Aizu y no podemos correr riesgos innecesarios" Comentó Toshizou seriamente
"No... Eso ya lo sé... Sólo quería que... Bueno... Mi hermana vive allí también y..."
"Ah, sí, la pequeña Moe --sonrió Okita, y Saitou le miró con fríos ojos ámbar. Para el muchacho aquella mirada no pasó desapercibida y sopló ligeramente. Tokio no le había llegado a contar qué pasó aquella noche, pero desde luego el tercer capitán no estaba demasiado amistoso con él desde entonces...-- Supongo que no habrá problemas en tener cuidado con ella, no? Si es que la llegamos a ver, claro"
"Es sólo una niña pequeña... Les pido por favor que no la maten si la encuentran. Se parece mucho a mí, aunque tiene los ojos marrones" Les dijo inclinándose profundamente hasta hacer que su frente tocara el suelo. Sabía que no tenía caso pedir por la vida de su padre, ya que como patriota oficial e importante no tendría salvación, pero su hermana Moe no tenía nada que ver con las guerras, ni con los fines políticos de estas. Sólo era una niña, y ella haría cualquier cosa que fuera posible para salvarla.
Hacía tanto que no la veía... Ya tendría nueve años, sería toda una mujercita... La habría cuidado bien su padre? Le golpearía ahora que ella no estaba en casa? La encantaría volver a verla algún día... Echaba de menos sus saltos continuos, su risa infantil cuando la perseguía por toda la casa...
Ojalá nunca se hubiera visto envuelta en esta guerra... Ella sólo quería una vida tranquila, feliz, con un marido que la quisiera y sus hijos corriendo por la casa. No quería saber nada de asesinatos, intrigas, espionajes y bandos... Por qué no podía ser como las demás mujeres...?
Pero esa pregunta tenía fácil respuesta. Su padre. Siempre su padre. Él la había obligado a convertirse en espía para ellos, decía que tenía la obligación de servir a su país tal y como él lo estaba haciendo aunque le costase la vida
Le encantaría ver su cara si la viera ahora. Ella, su hija patriota codo con codo con el Shinsengumi.... Seguramente la mataría a golpes por deshonrar su causa...
"Discutiremos sobre eso a su tiempo. Es hora de que nos marchemos, mañana nos espera un duro día de preparativos. Saitou y Ogata, mañana haréis ronda como siempre, Tokio y Okita, vosotros iréis a la ciudad de incógnito como si fuerais un matrimonio y compraréis víveres y lo que haga falta para el viaje. Nosotros traeremos los caballos para todos. Mañana por la noche no habrá reunión, en vez de eso estaremos con los soldados esperando en el valle a llegar todos y luego decidiremos. Está claro?"
Todos asintieron ligeramente, conformes con el plan. La mujer estaba sorprendida de que la hubieran encargado algo, ya que era la primera vez que sucedía algo así. Seguramente el comandante Kondou la utilizaba porque tenía pocos hombres y necesitaba que alguien fuera con Okita. Sí, esa podía ser la razón. El muchacho no estaba en la mejor forma física y por eso no le había mandado a patrullar, lo que habría sido más lógico, ya que su habilidad como kendoka era claramente superior a la de Ogata
No hizo falta que ninguno de los grupos quedara con antelación a una hora o en un lugar en especial. Después de todos los días que llevaban haciéndolo sabían perfectamente en qué esquina o calle debían encontrarse. Eso sucedía incluso con Tokio. Ella no salía de la cabaña casi nunca, pero sabía que debido a su disfraz, Okita vendría a buscarla aproximadamente a las diez de la mañana
"Te quedarás tú a dormir esta noche, Saitou" Ordenó Hijikata levantándose y colocándose el daisho derecho en la cintura. El capitán asintió y no se movió de su sitio junto a la pared de la cabaña. Los ojos marrones de Okita se posaron inconscientemente en Tokio, que al escuchar la noticia se había puesto casi pálida.
Lo normal era que los capitanes no tuvieran problemas en quedarse a dormir con la mujer, hasta a veces les era de su agrado, ya que podían conversar con ella de casi cualquier tema, pero tras el incidente ocurrido casi tres meses atrás los comandantes habían decidido separar un poco a esos dos con la intención de no echar más leña al fuego. Posiblemente el segundo al mando habría decidido que ya había pasado suficiente tiempo y que todo debía volver a la normalidad. Sabía que las luchas internas eran lo peor que podía suceder en un grupo, y estaba decidido a acabar con ellas de raíz, aunque tuviera que matarla para ello.
Aún después de que los otros hombres se hubieran marchado, el capitán mantuvo su situación junto a la pared de madera. Pasó lentamente la mano sobre la funda de sus espadas mientras veía a la mujer recoger los restos de la cena y limpiar a conciencia el lugar.
Se le daba bien hacer aquello, decidió. Parecía como si llevara años haciéndolo, y recordó que efectivamente en su casa también se veía obligada a ello. La fuerza de la práctica le había dado una forma ágil y graciosa de llevar a cabo la tarea, con firmes y gráciles movimientos dentro de su kimono. En todas las veces que la había observado recoger la mesa nunca se le había caído nada, y mucho menos se había manchado.
Sí, realmente se le daba bien, al igual que el resto de las tareas de la casa. Sus movimientos eran siempre graciosos, y su habilidad para servir se había pulido considerablemente en aquellos años que no la había visto. Posiblemente en aquella casa de té le hubieran enseñado. Después de todo, allí tenía que pasar como una de ellas... A pesar de estar borracho, el día que la encontraron no pudo sino asombrarse de la destreza y la belleza de que hacía gala la muchacha...
Estas habilidades además de su gusto por los críos y su inteligencia la hacían una mujer valiosa para cualquier hombre. No tendría ninguna dificultad para casarse... si es tenía la suerte de escapar viva de aquella guerra, claro.
Tokio frunció el ceño a su escrutinio. Le molestaba de sobremanera esa manía suya de mirar todo con sus ojos ámbar capaces de desnudar el alma más protegida, y era realmente incordiante trabajar con su continua mirada sobre su persona. Sus ojos verdes pasaron fugazmente sobre él y decidió darle un escarmiento.
Anduvo hasta cerca de donde estaba él para terminar de recoger esa parte y deliberadamente dejó caer a su lado un vaso con té verde que había sobrado. Para cuando el vaso de cerámica se estrelló contra el suelo haciéndose pedazos, el líquido del interior ya había mojado al hombre
"Lo siento" Dijo sin un atisbo de verdad en sus palabras marchándose a por un paño para secar el suelo y recoger los trozo de la porcelana. Saitou sopló y la tomó bruscamente de la muñeca para detenerla
"Hasta cuándo vas a seguir enfadada conmigo?" Le preguntó. Cierto que su voz era seria y fría como de costumbre, pero había una sombra de fastidio y casi de petición también
"Me haces daño, imbécil!" Le gritó ella como contestación, y utilizando su mano libre le abofeteó.
El cachete sonó y se sintió fuerte en su mejilla, y tras él los dos se miraron sin moverse. Los ojos verdes de Tokio estaban más abiertos de lo normal, sorprendida de haber reaccionado de esa manera tan violenta y tan poco femenina. El agarro en su muñeca se hizo más débil paulatinamente hasta que el capitán la soltó. Había una mirada grave en sus ojos ámbar cuando se tocó ligeramente la parte enrojecida de su cara
La mujer tragó aire y se dejó caer sobre sus rodillas para inclinarse profundamente "Lo siento, no debería haberlo hecho. Soy una estúpida, merezco un castigo" Se disculpó esta vez en serio. Sabía que no estaba nada bien lo que había hecho, golpear a un hombre, un soldado, en la cara, era una ofensa grave que se pagaba con la muerte instantánea
"No importa"
"Qué?" Preguntó ella incrédula atreviéndose a levantar un poco la cabeza para mirarle. Cerró los ojos con fuerza al ver su mano acercarse a ella, esperando un golpe que nunca llegó.
Dio un ligero respingo al sentir el roce de sus dedos encallecidos por el continuo uso de la espada en su mejilla "Siento lo del otro día. No debí decirte eso"
Él era un hombre reservado en cuanto a su vida y avatares se refería, y más aún habiendo mujeres de por medio. Quizás si se lo hubiera contado a otra mujer no le hubiera molestado tanto, pero hablar de el tiempo que pasaron juntos, aquellas dos semanas tan fantásticas con su compañero de tropa... Eso había sido demasiado para él.
Los ojos verdes se volvieron a abrir al escuchar sus palabras, y pronto se encontraron con los magnéticos de él. Esa mirada, esa expresión... Hacía mucho tiempo que no la veía, y se dio cuenta que seguramente de no haber estado sentada sus piernas habrían dejado de sostenerla
Con una sonrisa en los labios, Saitou miró a la mujer frente a él. Para qué lo iba a negar, le gustaban mucho sus ojos de esmeralda, y en aquellos tres meses los había echado de menos.
Cuando la miraba... era curioso, porque se sentía culpable de que su mirada verde no fuera tan limpia como cuando la conoció. De alguna forma había siempre una sombra que oscurecía sus ojos cuando le miraba y sabía perfectamente a qué se debía. Eso era lo que había sacado en claro al escucharla contar la historia.
Cuando despertó dos días después de su bronca nocturna, al abrir los ojos no se encontró con los suyos como siempre sucedía, sino que vio a Sanosuke y a Okita a su lado, charlando animadamente. No recordaba muy bien lo que había sucedido, aún estaba medio groggy, pero no lo suficiente como para no escuchar la conversación que había mantenido la mujer con el primer capitán
Ella había estado tan ruda, tan violenta cuando Okita le pidió que hiciera algo de comida para él...
Flashback
Los dos capitanes estaban hablando tranquilamente de sus batallas callejeras del día cuando Saitou despertó. Sus ojos se abrieron perezosamente y enfocaron a sus compañeros, que se habían vuelto hacia él
"Saitou-san! Por fin despierta!" Sonrió Okita frotando suavemente sus cabellos oscuros
"Después de dormir dos días enteros estarás mejor, no?" Preguntó Sanosuke con un atisbo de burla en sus palabras
"Dos... días? -- murmuró el soldado apenas sin creérselo-- Qué ha pasado desde entonces?"
"Bah, nada importante..." Se rió el más joven
"Cómo que nada importante! --exclamó el otro casi ofendido-- Hice la batalla de mi vida, y eso no es nada importante?!"
Okita se rió a carcajada limpia "Pero si casi se mata en aquél puente, qué tiene eso de maravilloso?"
Harada le dirigió una fiera mirada de ojos azules mientras se apartaba el tupido flequillo con un ademán "No le hagas caso, Saitou, en realidad fue una gloriosa batalla. Lo único malo fue que el puente se rompió con todos nosotros encima..." Terminó encogiéndose de hombros y dando una cariñosa palmada a su lanza, de la que se había servido para alcanzar la orilla al caer al río
"Menos mal que fue peor para los Meijis, si no a Kondou-san le hubiera dado algo... Voy a decirle a Tokio que le prepare algo de comer, tiene que ponerse fuerte pronto para salir a hacer ronda, me aburro mucho con Nakagura-san" Comentó el muchacho levantándose y yendo hasta donde estaba ella, en la otra punta de la habitación
Pensando en las palabras de Sanosuke, Saitou recordó sus batallas contra Battousai en los puentes de Kyoto, y se dijo que el otro capitán no había aprendido nada desde entonces si habían sido tan estúpidos de dejarles romper el puente con ellos encima
"Hey, Tokio, puedes prepararle algo de comer a Saitou-san?" Le preguntó jovialmente el muchacho llegando hasta ella
"Por qué no lo hace usted? Yo estoy ocupada" Le respondió secamente levantándose y metiéndose en su habitación
Okita parpadeó varias veces sorprendido y la siguió, llamando antes de entrar
"No seas así, Tokio, vamos, qué te cuesta?"
"Nada. Pero no me da la gana, ya se lo dije. Bastante he tenido ya con cuidarle los dos días mientras ustedes estaban fuera"
El joven soldado se sentó en el suelo de madera, a su lado "No es propio de ti comportarte así. Después de lo que me contaste actúas así por una bronca?"
"Usted no sabe nada, me oye? No es quién para decirme lo que tengo o no que hacer!"
El primer capitán dio un golpe seco en el suelo con su mano y Tokio dio un respingo sobresaltada al ver la expresión tan seria que tenía el muchacho en la cara "Vas a obedecer lo que te diga, te guste o no, oyes Tokio? Eres una mujer y por mis poderes de guerrero --dijo aludiendo a las espadas que pendían de su cinto-- te ordeno que le hagas algo de comida"
La mujer le miró perpleja unos segundos y luego se inclinó ante él como lo mandaba su educación de señorita "Haré lo que usted diga, pero quiero que quede claro que no es por gusto"
Flashback
Y con esos ánimos se habían sucedido casi noventa días. Tres meses sin sus sonrisas y su mirada verde. Apenas sí le había dirigido la palabra, y las pocas veces que se dignó a hablarle fue con frases cortantes, secas, muy extrañas cuando era de su boca de donde salían
En Osaka y luego después estuvo mucho tiempo añorando aquellas dos semanas de tranquilidad que había encontrado a su lado. Con ella se había sentido sereno, completo y feliz como hacía años que no se sentía. Con sus encantos había conseguido hacerle olvidar durante unos días su vida de soldado. Tokio tenía ese poder sobre él, y en aquellos tres meses se había dado cuenta de que lo echaba de menos
"Perdóname" Dijo suavemente inclinando su cabeza. Le hubiera gustado decírselo antes y acabar con la hostilidad, pero no había tenido la oportunidad de estar a solas con ella hasta la fecha
"Hajime... " Susurró ella sin poder creer lo que oía. Notó de pronto sus mejillas húmedas; sin darse cuenta se había echado a llorar. Tomó su cara entre sus manos y apoyó la frente en su cabeza "Yo fui la impertinente por contárselo y tú tenías razones para enfadarte. No debes disculparte" Susurró sintiendo el suave roce de su pelo negro contra su piel
Saitou cerró los ojos lentamente, acunado por las finas manos de ella y unos momentos después la tomó por la cintura y la obligó con delicadeza a sentarse a su lado. Tokio no opuso resistencia, ni él tampoco cuando apoyó su cabeza en su hombro
La mujer suspiró ligeramente y de pronto se incorporó con un respingo, mirándole con ojos juguetones "Puedo... quitarte un momento la coleta? Enseguida te la vuelvo a hacer..." Le pidió dejándole perplejo
"La coleta? Eh... bueno..." Se encogió de hombros sin entender las aficiones tan extrañas de Tokio
Pronto sus manos comenzaron a trabajar con la lazada que ataba la cinta verde oscuro, y en unos segundos una cascada de pelo negro liso cayó sobre los hombros de Saitou
"Satisfecha?"
Ella se rió tapándose la boca con un gesto gracioso "Es casi tan largo como el mío... Pero te queda mejor cogido arriba. Sabes? --le dijo comenzando la tarea de volverle a peinar como estaba-- Me molesta mucho estar despeinada, no lo puedo evitar... La verdad es que soy un poco maniática con eso..."
"Supongo que eres igual de maniática con el de los demás..." Comentó relajándose bajo las manos de la mujer. Si había algo que le encantaba además de su nihontou y de comer soba era que le tocaran el pelo con tanta suavidad...
"Sí... --sonrió terminando el lazo y cambiando de tema-- Me alegro de que todo se haya arreglado... No me gusta estar enfadada con la gente..."
"Quién lo diría..." Sopló el soldado cínico prendidos sus ojos en la lamparilla que iluminaba la estancia
"No seas malo, Hajime...!" Se quejó Tokio dándole un empujón en broma
"Por qué no me llamas por mi nombre? Eres la única que no lo hace" Comentó de manera casual Saitou evitando ese tema
"No sé... Pero si tú quieres lo haré a partir de ahora... Saitou" Sonrió suavemente
De pronto unos golpes en la puerta rebotaron en la estancia, poniendo a los dos alerta. Intercambiaron fugaces miradas mientras se ponían de pie. El capitán sacó la nihontou de su funda y le dio la espada corta a la mujer como precaución, diciéndola con señas que se pusiera al otro lado de la puerta
Descorrió los cerrojos y abrió lentamente la puerta, que se movió sin hacer prácticamente ruido. Su zurda apretada en la empuñadura se relajó ligeramente al ver al visitante. Era Harada Sanosuke
"Qué haces aquí?" Le preguntó con voz cortante mirando detrás del soldado por si acaso hubiera alguien más con él
"Me he dado cuenta de la locura que es ir a Aizu y vuelvo para aceptar el ir cuando al comandante le parezca bien" Le dijo encogiéndose sobre sí mismo cuando una ráfaga de aire frío se metió en su kimono
"Y por qué tengo que creerte, Sanosuke? Cómo sé que no es una encerrona de los Meijis?"
"Te lo juro sobre mi lanza" Dijo solemne golpeando el suelo con la parte roma para dar más fuerza a sus palabras
Saitou utilizó su famoso escrutinio sobre él y tras un breve encuentro con sus ojos azules aceptó dejarle entrar en la cabaña, no sin antes asegurarse de que no había nadie más en el exterior.
Cerró la puerta de nuevo y enfundó la espada, sentándose enfrente del capitán de la 10º tropa y reuniendo su daisho junto a él
"Quiere que le prepare algo, Harada-san? Un poco de té verde?" Se ofreció servicial la mujer para dejar a los hombres solos con sus conversaciones
"Sí, gracias" Asintió el hombre de ojos azules
"Para mí también, Tokio" Ella asintió también y se marchó hasta el fogoncillo con intención de satisfacerles lo mejor posible
"Qué ha sido de tu tropa?"
"Qué?"
"No te hagas el tonto conmigo. Nakagura y tú cogisteis a vuestros soldados, o no? Qué ha sido de los tuyos?"
"Se los di a él. Los necesitará"
"Imbécil. No tendrías que haber mandado a tu tropa a morir con ese estúpido descerebrado"
"No vuelvas a insultarme delante de una mujer" Replicó el hombre con hielo en su mirar
"No me des motivos para hacerlo" Se encogió de hombros sonriendo con sarcasmo
Harada apretó los dientes y lanzó un puñetazo contra esa cara sonriente que tanto le había sacado de quicio siempre, pensando para sí que ya iba siendo hora de que alguien le diera una lección a ese bastardo arrogante. Saitou deflectó el golpe con el brazo derecho, pero el otro hombre no tuvo la misma suerte.
Tokio se volvió sobresaltada al escuchar un golpe y vio a Sanosuke boca arriba en el suelo con una mano sobre su nariz, posiblemente partida con el puñetazo. Le vio apretar los dientes con furia y ponerse en pie de un salto para luego lanzarse contra Hajime, que le estaba esperando.
Hacía años que se conocían y desde el principio sus personalidades habían chocado hasta en lo más mínimo. Lo que a todos les había extrañado siempre es que no hubieran llegado a las manos aún...
Los dos comenzaron a lanzarse puñetazos ante la estupefacta mirada de Tokio, que no tenía idea de quién de los dos era mejor. Según tenía entendido, los Lobos de Mibu tenían a un oficial que les enseñaba a luchar por si se diera el caso de que se vieran desarmados, y siendo los dos capitanes debían controlar bastante bien aquella disciplina...
Después de ver varios directos y otros tantos ganchos que acabaron lanzándoles al suelo decidió que tenía que acabar con aquello. Entró en su habitación, tomó su kodachi y se presentó de nuevo en el lugar de la pelea sin que ninguno de los dos reparara en su presencia.
Cuando estaba discurriendo el modo más eficaz de utilizarla para que ambos dejaran de luchar, escuchó los vasos y la vajilla de cerámica repiquetear. No le hizo falta darse la vuelta para notar que todas las cosas de la casa se habían puesto a temblar al mismo tiempo
"Es un terremoto!!" Gritó para que los hombres lo notaran. Y vaya si se dieron cuenta.
Intercambiaron fugaces miradas, bajaron los puños, cogieron sus armas y corrieron al exterior, mucho más seguro que una casucha de madera. El seísmo aumentó paulatinamente su intensidad, y los tres acabaron de rodillas en el suelo, incapaces de mantenerse de pie.
El ruido a su alrededor era ensordecedor, los árboles se agitaban como simples ramas mecidas por el viento y dejaban caer sus hojas con violencia. Varias rocas se desprendieron con sonoros rebotes que repicaban en todo el valle debido al eco.
La mujer no pudo evitar gritar de terror al escuchar un rugido proveniente de la misma tierra al desgajarse junto a ellos. El suelo se abrió bajo las piernas de Harada, quien apenas pudo clavar su larga lanza en una de las paredes del cañón para no desaparecer en la negrura de las entrañas del planeta. Se agarró fuertemente a su arma con brazos y piernas, rogando porque su mejor amiga no le fallara en aquellos momentos, y esperó entre bamboleos a que el terremoto remitiera lo suficiente para intentar trepar y salir de allí.
No era la primera vez que se veía en un terremoto, y sabía que tan pronto como las fallas se abrían podían cerrarse.
Saitou dudó unos segundos mientras veía a su adversario colgar de la forma más deshonrosa de su lanza. No tenía ninguna razón para salvarle la vida, en realidad Sanosuke siempre había sido un ser incordiante en extremo
"Ayúdale, Saitou, vamos! --exclamó la mujer de rodillas en el suelo a pesar de que el temblor era ya minúsculo-- Es la única manera de que puedas acabar tu combate, vamos!" Su repentino cambio de estrategia pareció funcionar con el Miburo, que se echó en el suelo y estiró el brazo para que el otro se agarrara
Sanosuke vio el brazo que Hajime le tendía y tras agarrarlo bien fuerte sacó su lanza con la otra mano y la lanzó con excelente puntería sobre ellos dos, clavándola a salvo en tierra.
El hombre, que era bastante ágil se ayudó de los esfuerzos del otro capitán para ir escalando la pared con las piernas y su mano libre, llegando tras unos segundos de fuerte subida a la tan ansiada superficie.
Tokio se acercó a ellos, que jadeaban a causa de la adrenalina y del tremendo ejercicio, y comprobó que estaban bien. Bien, si no tenía en cuenta las magulladuras que ambos habían conseguido a puñetazos
Vio un resplandor del que no se había percatado antes, y se dio la vuelta. Con un suspiro vio la cabaña arder hasta los cimientos. El candil se debía de haber caído durante el seísmo y el aceite había prendido la madera vieja de la casa
"Gracias" Dijo el lancero humildemente con una ligera reverencia
"Si te hubiera dejado ahí abajo no hubiera podido darme el placer de matarte yo mismo" Le contestó secamente recordando las acertadas palabras de Tokio. Bien hubiera podido dejarle morir allá abajo, pero él gustaba de terminar las cosas a su manera, con sus manos o con su espada. Era parte de su filosofía, empezar y terminar un combate con honor.
"Qué tal si se siguen peleando en otro momento? Es tarde, y mañana tendremos un día largo..." Comentó la mujer con buen criterio levantándose y sacudiéndose la suciedad del kimono
Los dos hombres intercambiaron miradas fugaces y se levantaron del suelo. Sabían que Tokio tenía razón, y también que el terremoto había apagado el fuego de la pelea, al menos, por aquella noche
N del A:
-- Según la Historia, en Toba-Fushimi Tokugawa mantuvo negociaciones con los líderes Meijis y de esta forma cedieron el gobierno de Edo sin derramamiento de sangre. Creo que por eso 1868 es el primer año Meiji, pero no estoy muy segura
-- La división del Shinsengumi se produjo realmente con Harada y Shinpachi, aunque evidentemente no sé cuáles fueron los motivos... (O eso dice donde me informé....)
-- El Sekihoutai --si no he hecho mal las cuentas-- será traicionada en 1869, teniendo Sano 9 añitos... por eso los saco aquí, ya que debieron tener un papel bastante importante en el tema... Y por si alguien no lo tenía muy claro eran una especie de ejército auxiliar formado por campesinos y comerciantes que iban reclutando gente por todo el país dándoles la buena noticia de que el gobierno Meiji bajaría los impuestos... Lástima que al final Sagara Sozou acabara tan mal... Era majo, el chico ^__^
--El Bushido es el código por el que se regían los samurais, era como su carta magna...
-- Por cierto, lo de que Saitou y Sanosuke se lleven mal me lo inventé porque nuestro Sano está sacado del capitán del Shinsengumi y supuse que si se llevaba mal con uno lo haría también con el otro... ^__^
