captain7

Captain Ookami & The Beauty Lady Takagi

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Los últimos días de agosto se fueron consumiendo lentamente. El kangun no había atacado todavía porque para su desgracia no tenían cañones con los que derribar los muros. Aún así, la batalla era inminente para principios de septiembre, cuando llegarían con refuerzos.

En el interior del castillo, todo eran preparativos, carreras de aquí para allá y fuerte instrucción militar. El ambiente estaba tenso, los soldados saltaban a la mínima de cambio, pero sus capitanes los manejaban con mano de hierro y no permitían que estúpidas rencillas personales acabaran con la unidad de su ejército. Eso se lo aplicaban incluso entre ellos mismos, ya que Sanosuke y Saitou parecían haber pactado una tregua de no agresión...

Mientras tanto, los principales cargos de Aizu se rebullían inquietos por la batalla a pesar de creerse seguros en su castillo. El único que parecía sereno con todo aquello era sin duda Kojuurou a pesar de haber sido casi "secuestrado" por sus compañeros de gobierno. Todos ellos sabían que era patriota, y también que él conocía a la perfección los movimientos que el kangun hacía en Aizu. Por eso, por considerarle un traidor decidieron que si ellos tenían que soportar la guerra, Takagi-san la soportaría a su lado... Y quién sabe, en las guerras siempre muere gente, quizás él fuera una de las víctimas...

Aquél 24 de agosto, después de la promesa, Tokio fue acompañada por Saitou a presentarse ante su padre. Ella se opuso tajantemente a que fuera él quien la llevara porque sabía que su padre se pondría como una furia al ver que era del Shinsengumi, pero al comandante eso le dio bastante igual.

Takagi Kojuurou se quedó de una pieza al ver a su hija y al hombre al que había dado cobijo cuatro años atrás juntos en el mismo castillo.

El capitán le explicó entonces lo que había sucedido, y cómo al saber que su padre estaba allí también habían decidido dejarla en libertad.

Por supuesto, Kojuurou se enfureció al pensar que había tenido bajo su techo a un Tokugawa, y la idea de que fuera profesor de kendo le pareció entonces una falacia. Aquél hombre ya era un Shinsengumi cuando Tokio le encontró, y ella, que lo sabía perfectamente, le encubrió

Cuando iba a ejercer su derecho como padre engañado y traicionado, y antes de que Saitou pudiera intentar detenerle, un muchacho alto, de pelo castaño y ojos grises detuvo su mano y se inclinó profundamente como disculpa. Tokio miró entonces al personaje que había salido en su defensa y tragó aire al reconocer a su prometido Kuro, quien le dedicó una gran sonrisa

De todas las batallas, Tokio tenía que participar en la única donde su padre y Kuro luchaban también...

Sin más incidencias, la mujer fue de nuevo admitida en la familia Takagi, aunque las relaciones con su padre se habían enfriado más, si eso era posible. Moe estaba realmente contenta con la vuelta de su hermana y, aunque la veía un poco triste había algo en sus ojos que la llenaba de vida. No le hizo falta más que espiarla un día mientras se daba una vuelta por el castillo para darse cuenta que era debido a su amigo el capitán...

Aquellos días hasta el 4 de septiembre, día que comenzó la última batalla en Aizu, Tokio no tuvo nada que hacer. Su padre no la dejaba a penas libertad para moverse por el castillo, consciente por sus soldados patriotas de que había trabado buena amistad con los soldados que la habían mantenido retenida. Así, la mayor parte del tiempo la pasaba junto a él y a Moe, y eventualmente con Kuro. Ella entonces le pedía que salieran a dar una vuelta por el patio de armas y los jardines del castillo. Aprovechaba la condición de militar de su prometido para pedirle que le explicara un poco la instrucción de los soldados y así poder ver a su verdadero amor, que estaba realmente ocupado con sus muchachos.

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El día D amaneció bastante nublado, y hacía un calor bochornoso que, junto con el sol poco brillante que se veía entre las nubes, auguraba tormenta.

Nada más despuntar el sol, los soldados hicieron la instrucción bajo el férreo mando de sus capitanes, que estaban especialmente rabiosos e inquietos aquella mañana. Repasaron todas las estrategias de combate que realizarían para defender el castillo y los que lo habían defendido durante varios años hicieron muchas prácticas de tiro, la mayoría con arco, ya que apenas disponían de diez fusiles

Tokio estaba desayunando en la salita junto con Moe cuando escuchó a su padre hablar con Kuro y Minako. Planeaban lo que iban a hacer cuando el kangun atacase a media mañana.

La mujer dejó caer los palillos en su plato y sintió la ira crecer dentro de ella. Esos malditos sabían perfectamente cuántos y cuándo vendrían y no habían dicho nada!

Moe la miró sin comprender nada, y le pidió que le explicase por qué estaba tan furiosa de repente. La mujer no le contestó inmediatamente, y cuando lo hizo le dijo que se lo contaría cuando terminaran de desayunar.

Ni qué decir tiene que la pequeña se comió su ración lo más rápido posible...

Tras recoger su mesa y despedirse de los hombres con una inclinación, las dos anduvieron por el castillo hasta llegar a la habitación de la mayor. Allí se sentaron. Tokio tenía una cara muy seria, tanto que Moe estaba comenzando a asustarse.

"Moe, tienes que ayudarme" Le dijo por fin

"Qué pasa, Nee-chan? Qué te hace falta?"

"Padre y Kuro saben que el kangun atacará hoy a media mañana, pero no tienen intención de decírselo a los soldados"

"Quizás lo que quieren es que les pillen por sorpresa..."

Tokio asintió "Eso es. Y yo no puedo dejar que eso ocurra. Moe, tienes que buscar a Hajime y contárselo todo"

"Pero Padre se enfadará mucho si se entera!"

"Por favor, Moe! Si no fuera algo tan importante no te lo pediría! Yo no puedo ir, me vigilan constantemente, pero a ti te dejan corretear a tus anchas por el castillo... Tienes que ayudarnos, por favor..." La mujer la miró suplicante y acabó por inclinarse frente a su hermana pequeña

La niña revolvió sus manos nerviosa y luego jugueteó con su coleta, mordiendo la punta del pelo mientras analizaba la situación. Sabía que su hermana era amiga de los soldados del Shinsengumi, pero por otra parte, su padre era un gran patriota. A ella en realidad no le importaban los rollos de la política, aunque por afinidad era Meiji también... Claro que... Si la persona a quien más quería en el mundo le pedía ayuda para salvar a aquél capitán que le caía tan bien, cómo podía negarse?

"Entonces quieres que salga corriendo a buscar a Hajime y se lo explique de tu parte, no?"

"Sí, Moe, gracias! --Tokio apretó a su hermana contra ella, dándola un fuerte abrazo -- Te debo una. Cuando acabe todo esto podrás pedirme lo que quieras..."

"En serio? --dijo ella con los ojos brillantes -- Genial!" La niña dio un salto y se separó de la mayor. La miró unos momentos con una gran sonrisa y luego salió corriendo de la habitación

Tokio suspiró ligeramente y se asomó a la ventana. Desde el segundo piso se veía perfectamente el hermoso jardín del edificio, pero desgraciadamente no el patio de armas... Dio un pequeño respingo cuando alguien llamó a la puerta. Era Kuro

"Hola, Tokio, qué haces?" Preguntó con su voz musical mientras dejaba su daisho en el suelo

"Estoy mirando el jardín" Le contestó ella sin apartar la vista de la ventana

"Cuando nos casemos tendrás un jardín así de bonito en nuestra casa" Sonrió él acercándose y pasando una mano por su cintura. Ella apretó los labios a su contacto y lo más educadamente que pudo se soltó de su agarro

"No quiero que me toques, Kuro"

"Acaso no te gusto?"

"No"

El hombre levantó una ceja ante su sinceridad. Era un hombre guapo y apuesto, las mujeres siempre le andaban rondando...! Pero por alguna razón su prometida no era una de ellas "Por qué? Acaso te he hecho algo malo? Te he traído flores todas las mañanas desde que esos malditos Tokugawas te liberaron, y he satisfecho en la medida de lo posible todos tus deseos. Qué más quieres que haga?"

"Nada. Kuro, no es por ti ni por lo que hayas o no hecho, es que no me gustas, no puedes entenderlo?"

"Esos no son modales para una señorita!" Exclamó entonces el oficial lanzando su mano contra la cara de la mujer. La detuvo a escasos centímetros de su mejilla, pero ella ni parpadeó. Kuro sopló disgustado mientras bajaba el brazo

"Ya sé lo que te pasa. Es por ese Shinsengumi, verdad? --ella enarcó las cejas a su pregunta, pero no contestó-- Tu padre me lo contó todo... Apostaría a que no estuviste con ellos a disgusto. Me pregunto si la historia que nos contaste es cierta"

"Por supuesto que lo es, y ningún caballero se atrevería a cuestionar la palabra de una dama" Le respondió ella dándose la vuelta con desprecio

El hombre se rió ligeramente "No te pongas así, no quería ofenderte. En cualquier caso no creo que sobreviva a la batalla que se avecina... Y si así fuera yo mismo en persona acabaré con él"

"Eres un cerdo! --le espetó mirándole con fieros ojos verdes-- La persona más ruin y despreciable que ha pisado este mundo después de mi padre! Sabéis de sobra cuándo atacará el kangun y no se lo habéis dicho a los soldados cuando ellos lucharán para que podáis salvar el pellejo! Pero tranquilo, ellos lo saben todo, yo misma me he encargado de comunicarles que hoy a medio día tienen que estar preparados para el combate"

Kuro la golpeó fieramente, lanzándola al suelo de la bofetada "Eres una zorra tan lista como bonita... Creo que me están dando ganas de ir ahora mismo y matar a esa escoria antes de que otro me quite ese placer"

"He oído bien? Un gusano patriota está insultando a mi camarada Saitou?" Preguntó Sanosuke desde la puerta con una sonrisa ladina en el rostro

"Márchate de aquí! Esto no es de tu incumbencia!!" Le gritó el comandante Meiji. Fue a echar mano de sus espadas, pero apretó los dientes cuando recordó que las había dejado en el suelo.

Harada alargó su lanza hasta el daisho y lo apartó aún más de su dueño "Si la sigues maltratando de ese modo me temo que tendré que volverla a secuestrar, y te aseguro que tengo ahí abajo un ejército entero que estará encantado con su vuelta"

"No tienes ningún derecho a estar aquí!"

"Este es mi derecho-- le contestó dando un golpe con su arma en el suelo y arrastrando acto seguido las espadas hasta el pasillo-- Lárgate antes de que te saque con los pies por delante, capullo"

Kuro le miró con desafiantes ojos grises pero tuvo que tragarse su orgullo frente al capitán Shinsengumi y salir despotricando de la habitación jurando que se vengaría

Sanosuke agitó la cabeza ligeramente y cerró la corredera tras él, sentándose al momento frente a Tokio, quien se tocaba el golpe ausentemente con los ojos prendidos en el tatami

"Estás bien, Tokio?"

"Sí, no es nada. Gracias Harada-san... Qué... Qué es lo que ha escuchado en la puerta?"

El soldado agitó su flequillo castaño casualmente y se encogió de hombros "Llegué en lo más interesante, lo justo para confirmar mis sospechas sobre cierto asunto"

"Tarde o temprano, de un modo o de otro, todo el mundo se acaba enterando..." Suspiró ella, y deseó fervientemente que el oficial no fuera a decirle nada a Saitou por su propia seguridad

"Tu hermanita nos ha hecho llegar tus noticias. Te estamos muy agradecidos todos --le dijo con una ligera inclinación de cabeza cambiando de tema, ya que le parecía un poco violento el anterior-- Quieres volver con nosotros? Estoy seguro que ese prometido tuyo no te lo va a poner fácil, y según me han contado de tu padre... Bueno, después de todo, a quién le importará dentro de unas horas que hayamos causado un incidente con los patriotas del castillo?"

"Gracias por el ofrecimiento, capitán, pero no puedo aceptar. Hice una promesa y de he cumplir mi parte si quiero que cumpla la suya" Negó ella con un ligero ademán que hizo que sus coletas se agitaran levemente

Harada se encogió de hombros y sonrió ligeramente "Bueno, sea como quieres. De todas formas ese no era el motivo de mi visita. Después de todo lo que hemos pasado juntos y como es bastante posible que no nos volvamos a ver quería--"

"Por favor, no lo haga! No quiero que se despida de mí como si supiera que va a morir...! --exclamó ella compungida levantando sus ojos verdes-- Ya he perdido a demasiados amigos, Okita-san, Kondou-san, Shimpachi-san... No sé qué suerte habrá corrido Hijikata-san, y ahora usted..."

El capitán se rió de buena gana cerrando sus bellos ojos azules en la sonrisa "De acuerdo, Tokio --se frotó el pelo castaño-- Entonces quiero pedirte algo. Un abrazo de amigo"

La mujer se sorprendió de su petición pero aceptó su propuesta con una sonrisa "Será un honor ser su-- tu amiga, Sanosuke" Le dijo apretando sus brazos en el cuello del hombre y dejando que su cabeza descansara en su hombro. Era una rara concesión la que el capitán estaba haciendo considerando a una mujer que siempre les había servido como una amiga. Se acabó el trato distinguido, el llamarle de usted. Antes que él, sólo Okita se lo había pedido varias semanas antes de morir...

"Quieres que vayamos abajo, al patio?" Le preguntó Harada cuando se soltaron

"No sería apropiado, Sanosuke... Mi padre ya estará furioso, no quiero empeorar más la situación"

"Con que no quieres eh, pequeña zorra desagradecida?!" Gritó Kojuurou furioso entrando en la habitación como una furia seguido de Kuro, ambos con la mano en la nihontou. Sanosuke echó mano de su lanza, pero al ser tan larga no le serviría de nada sentado en el suelo

"Quién es ahora el que se va a largar, eh?!" Espetó Kuro con lengua afilada

"Tú?"

"Respuesta equivocada!" El comandante Meiji lanzó una patada contra el Shinsengumi, pero él la bloqueó perfectamente y tomándole del tobillo le desequilibró y le lanzó al suelo

"Basta ya los dos! Le pido que se marche de la habitación de mi hija, capitán" Dijo Kojuurou con voz seca y firme cruzando los brazos para darse mayor autoridad

"No me marcharé si no es porque ella me lo pida. Además, no me parece correcto dejar sola a una dama en peligro"

"Aquí nadie está en peligro salvo usted. Si no se marcha ordenaré a Kuro que rebane su cabeza"

"Eso será si yo le dejo intentarlo" Le espetó Sanosuke poniéndose en pie con una medio sonrisa arrogante en el rostro y la lanza en la mano

"Por favor, Sanosuke, obedece a mi padre. Está en su derecho y yo lo acepto" Dijo Tokio a media voz sin levantar los ojos del tatami

El Shinsengumi apretó los dientes, convirtiéndose en hielo su mirar, pero acabó cediendo. Se inclinó ligeramente ante ella como despedida y se marchó de la habitación, no sin antes dar un fuerte golpe con la base de la lanza en el suelo

Los dos hombres se sentaron en el suelo cuando se hubo marchado, pero fue el mayor quien tomó la palabra "Por qué tienes que ser tan rebelde, hija? Es que acaso no te he enseñado nada durante todos estos años?"

"Kuro me dio a entender antes que ser honesta no era forma de comportarse para una mujer, así que no le contestaré, Padre"

"No te consentiré esas impertinencias aún siendo mi propia hija, me oyes! --le gritó estampando un puño cerrado en el tatami-- Me has traicionado? Te has aliado con el enemigo? Contesta!"

Tokio tardó unos segundos en contestar, y cuando lo hizo le respondió lo mismo que le dijo al comandante Hijikata cuando se lo preguntó. La cara de su padre se ensombreció ligeramente, y en vez de caer presa de un ataque de ira como la mujer esperaba, tan solo se aclaró la voz antes de continuar

"De modo que consideras a esos... traidores al Emperador como tu familia más que a mí que soy tu padre"

"Con el debido respeto, Padre, usted hace mucho que dejó de comportarse como tal"

"Eres una insolente!" Gritó el otro hombre con intención de golpearla, pero el mayor le detuvo

"Sabes lo que estás diciendo, Tokio? Podría echarte de mi casa, repudiarte de la familia para siempre! Acaso eso no te importa?"

"Si así sucediera tampoco perdería demasiado, ya que Moe es de mi parecer. Hágalo si eso le place, y quédese también con esa sabandija despreciable que tiene al lado porque no pienso casarme con él"

"Y piensas que te daría permiso para casarte con el capitán Hajime?" Preguntó Kojuurou cuando se hubo repuesto de la sorpresa que la respuesta de su hija le había supuesto. Qué había pasado con su hija? Qué la habían hecho esos malditos Tokugawas para cambiarle el carácter de esa forma? Cierto que había heredado el carácter de su madre, pero nunca hasta entonces había sido tan lanzada...

"No pensaba pedírselo" Fue su escueta respuesta

Como había hecho tantas veces a lo largo de su vida, Takagi-san abofeteó a Tokio, cansado ya de tanta grosería como estaba diciendo "Me parece que voy a tener que volver a enseñarte a respetarme, Tokio" Le dijo con voz grave cruzándose de brazos

"No puedo respetar a alguien tan despreciable como usted o Kuro. Esta mañana me enteré de su traición al ejército que está ahí abajo y que va a luchar por defendernos. He cambiado mucho desde que hace cuatro años me mandara a espiar, Padre, y mucho más desde que me hice amiga del Shinsengumi. Aunque mis ideas sean Meijis, mi corazón siempre estará con ellos aunque pierdan hoy. En esa panda de soldados, de asesinos desalmados, encontré la camaradería que falta en el kangun y que es mucho más valiosa que cualquiera de sus fusiles y sus cañones"

"Si eso es lo que piensas entonces es que has madurado como persona. Y aunque no lo creas respeto tus ideas. Aún así, eres mi hija y me has traicionado. Por ello te ordeno quedarte en este castillo durante la batalla de hoy, conmigo. Pensaba dejarte marchar junto a tu hermana pero estoy convencido de que tú lo prefieres así. Verás conmigo la batalla desde un sitio privilegiado hasta que el kangun venga a buscarnos. Entonces podrás apreciar de cerca nuestra victoria, heh... Por muy buenos que sean tus amigos con la espada, no podrán contra la proporción de 1 a 20... Y cuando estemos en el patio uno por uno me dirás los nombres de esos soldados a los que tanto apreciabas mientras Kuro les va separando la cabeza del cuello para mostrarla como trofeo en la plaza de Aizu"

Tokio bajó los ojos y se estremeció involuntariamente a las palabras de su padre...

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Gracias al aviso que Tokio les había hecho llegar a través de su hermana, los soldados estaban perfectamente preparados para cuando otearon las banderas del kangun a las 11:30 de la mañana. Eran una enorme fila samurais armados precediendo a varios cañones y a una guarnición de fusileros diestros en su arte. A pesar de tener no habían traído a la caballería por considerar que era un recinto demasiado cerrado para que las monturas pudieran revolverse bien en la batalla.

Anduvieron confiadamente por las desiertas calles a Aizu hasta plantarse frente a las murallas del castillo. Su único aviso fue una salva de cañón al aire seguida de las detonaciones del resto, que impactaron contra las paredes de piedra, causando fuertes desperfectos pero sin llegar a derrumbarlas.

Entonces, para su sorpresa, las verjas del castillo se abrieron de par en par, y por ellas comenzaron a salir una gran cantidad de caballos al galope medio locos que no dudarían en aplastarlos si no conseguían pasar. Evidentemente, el desconcierto cundió en las filas enemigas, y aún más cuando comenzaron a llover flechas sobre ellos a una orden del capitán Iori

A voz en grito el comandante patriota comenzó a impartir órdenes a sus soldados de manera que pudieran entrar en el castillo antes de que hicieran una carnicería con las flechas. Pronto el conflicto estalló en el interior del patio.

Desde las ventanas del ático del castillo se podía apercibir perfectamente la batalla, e incluso ahí arriba se escuchaban los gritos y los aceros chocando, los disparos de los fusiles. Todos aquellos hombres parecían pequeños muñecos danzarines. Unos pocos llevaban su uniforme aguamarina, una gran multitud el reglamentario oscuro del ejército y el resto, la mayoría, vestían de calle con kimonos de todos los colores. Parecían una gran masa multicolor en perpetuo movimiento.

"Sólo es cuestión de tiempo" Declaró cabizbajo Yashiro-san marchándose de la ventana abrumado por lo que había contemplado. Los demás cargos asintieron levemente, pero no mediaron palabra.

Ishido, que había sido destinado a aquél salón junto con una decena de soldados, se acercó hasta la ventana donde Tokio estaba amarrada. Su padre le había obligado a presenciar la lucha le gustara o no, y ella hacía denodados esfuerzos por mirar al cielo y mantenerse serena. A pesar de ello rodaban lágrimas por sus mejillas por la sangre derramada bajo ella

El soldado murmuró su nombre suavemente y apretó una mano en su hombro para dar unos ánimos que no consiguió infundir. Kuro miró la escena casi con repulsión y se aseguró una vez más que no quería casarse con esa mujer. Era preciosa, la conocía desde hacía bastante tiempo, pero sabía que no lograría cambiar sus sentimientos hacia él. De cualquier forma, tampoco la amaba. Cuando Takagi-san se la ofreció la consideró como un premio y un bonito juguete que podría usar cuando le conviniera...

Kojuurou miró al comandante de los patriotas a su lado y sonrió. Pronto el muchacho de ojos grises entendió lo que eso significaba e hizo un gesto con una de sus manos.

El Shinsengumi estaba aún junto a la mujer cuando escuchó que se movían detrás de él. Sus diez hombres habían desenvainado la espada y le miraban desafiantes. Estaban del lado patriota.

Los ojos negros de Ishido se entrecerraron de rabia al ver que todo aquello había sido una gran encerrona, y pensó que si había más como aquellos hombres luchando ahí abajo sería cuestión de minutos que todos los Tokugawas cayeran asesinados

Desenvainó su nihontou y tras inclinarse frente a Tokio y sus líderes se lanzó a la carga. Mató a uno, hirió a dos, pero el resto le redujeron sin problemas, y el joven soldado cayó al suelo en un charco de sangre.

"Bien, señores, esto se acaba. Conozco perfectamente las órdenes del kangun y sé que cuando lleguen hasta aquí les harán prisioneros y tendrán que acabar colaborando con el nuevo gobierno Meiji. Pero eso es justo lo que no va a suceder. Lo siento por ustedes" Se encogió de hombros el patriota y, haciéndose a un lado junto con Kuro, dejó que los soldados hicieran su trabajo. Pronto el tapiz azul que cubría el suelo quedó teñido de morado

Ella giró la cabeza y miró a los hombres que quedaban en la estancia "Es un asesino, Padre" Le dijo sin inflexión en la voz, pero casi escupiendo las palabras

"La guerra es la guerra, Tokio --le respondió su aún prometido encogiéndose de hombros-- Sabes? Una vez escuché a uno de nuestros asesinos una frase muy acertada Sólo los fuertes sobreviven"

"Nunca hubiera creído a las comadrejas capaces de tal vileza por el gobierno de una provincia" Le contestó volviendo su mirada a los nubarrones del cielo, que se habían puesto a llover hacía poco tiempo, seguramente con la esperanza de lavar los restos de la matanza que se desarrollaba en la tierra

"Nunca esperes que una mujer entienda de política, Kuro. Son muy listas, sí, pero no saben ver más allá de sus faldas" Agitó Kojuurou la cabeza mientras se daba un pequeño paseo por lo que quedaba limpio en la estancia

Un piso más abajo, el capitán Hajime y una buena tropa de soldados defendían las escaleras al tercer piso como podían para impedir al kangun llegar hasta los dirigentes de Aizu. Gracias a los dioses sólo había una forma de subir, y eso les hacía el trabajo más fácil a pesar de que no hacían más que subir enemigos.

Si habían logrado llegar hasta allí arriba es que habían roto la línea defensiva del patio, llevada por Iori y también la de Sanosuke en el primer piso. Y eso no era bueno.

Tras deshacerse de dos cuerpos, Saitou pensó que habían perdido. Y esta vez no solo la batalla, sino la guerra entera. Los últimos dirigentes Tokugawas que quedaban vivos y no servían a los Meijis estaban en esos momentos sobre sus cabezas, y no habría forma alguna que él con su pandilla de muchachos pudieran contener a todo un ejército. Tarde o temprano se les ocurriría algo para matarles a todo y franquearse el paso...

Una bala pasó silbando junto a su cabeza y descargó un violento mandoble a un enemigo, que se partió por la mitad. Pensaba que tardarían más, pero desgraciadamente ya se les había ocurrido...

Los hombres que no fueron capaces de esconderse a tiempo cayeron presa de los balazos para el regocijo patriota, que con cada paso les hacían retroceder más y más

"Id a por los fusileros, vamos!!" Les gritó a varios de sus hombres, pero apenas dos lograron atravesar la cortina de balas vivos

Son demasiados --pensó atravesando el cráneo de un enemigo con la nihontou y limpiándose la cara de la sangre que le había salpicado-- Si no encuentro una forma de hacerles retroceder...

"Ese es uno de los jefes! Matadle, a qué esperáis!!" Gritó el comandante patriota, que era el mismo que había ejecutado a Kondou de camino a Nagareyama. Pronto la tropa Meiji dividió sus esfuerzos en dos; una parte en acabar con los hombres que habían sobrevivido a las balas y otra a acabar con el Miburo.

Saitou se sonrió ligeramente al ver la cantidad de soldados que se le echaban encima. Debían considerarle peligroso para mandar a tantos... Sacó la wakizashi de su funda y empuñó las dos espadas esperando casi impaciente a que llegaran. La pregunta era, podrá derrotar a tantos soldados, fusileros incluidos, en un espacio tan reducido sin ayuda?

Entró el la batalla de la mejor forma que sabía, con las katanas por delante, y comenzó a debatirse con la multitud de espadas que amenazaban con hacerle pedazos, siempre con la visión de que alguno de sus enemigos le sirviera de escudo frente a los posibles disparos.

A pesar de los soldados caían a sus pies, le hicieron recular un buen trecho, y cuando los fusileros vieron una brecha libre comenzaron a lanzar sus proyectiles. La sangre corrió fresca por su brazo cuando una de las balas le rozó un hombro y, viendo que si se quedaba ahí acabaría como un colador, de un salto se metió en una de las habitaciones, siempre seguido por los patriotas enemigos.

Allí continuaron las escaramuzas aunque esta vez el capitán había guardado la espada corta para usar la mano derecha para tirarles a sus asaltantes los libros que había en la sala. Al ser la puerta un espacio muy reducido era muy fácil defenderse allí, y pronto los enemigos se vieron recelosos a entrar.

Mucho cambió el asunto cuando el capitán escuchó a un patriota llamar a los fusileros. Si bien era fácil defender una habitación de un puñado de soldados, no lo era tanto esquivar las balas en un espacio tan reducido. Cuando los vio comenzando a colocarse en la puerta giró los ojos y se lanzó hacia la única forma de salvar la vida posible, la ventana.

Entre una lluvia de proyectiles Hajime saltó al vacío, confiando ciegamente en los árboles que sabía poblaban el jardín. Un balazo en una de sus piernas no le impidió agarrarse con la mano que le quedaba libre a una de las ramas de los enormes cerezos. Aunque no fue capaz de soportar su peso y el impulso, sí consiguió frenar una caída que podía haber sido fatal.

Los soldados se asomaron para comprobar la suerte que había corrido y, al verle inmóvil en el suelo y bajo la rama partida supusieron que había muerto y le dejaron a su suerte. Ahora lo importante era subir al tercer piso y completar su misión.

Kojuurou sonrió complacido cuando el kangun entró como una fiera en la sala tirando la puerta abajo. El comandante del ejército frunció el ceño al ver los cadáveres de los dirigentes asesinados, y Kuro le replicó que sus hombres habían actuado en defensa propia. Uno de los soldados se acercó hasta Tokio y la desató, librándola así de la condena de ver el patio regado de muertos. Desde allí no veía ningún cuerpo de mujer y eso le hacía mantener la esperanza sobre la vida de Minako y Moe, que habían partido castillo abajo cuando la confrontación hubo comenzado.

Dócilmente se dejó conducir por Kuro, quien la había tomado del brazo para evitar que tramara nada. Qué suerte habrían corrido Sanosuke y Saitou? Sabía lo buenos que eran luchando, pero no podrían vencer a todo ese ejército, tarde o temprano se cansarían y entonces los matarían. Diosa, no lo permitas, por favor....

Cuando llegaron al patio aún había grupos de soldados luchando bajo la lluvia. Los últimos Tokugawas se debatían como fieras heridas porque aún a sabiendas de lo inútil de su lucha tenían la ilusión de llevarse al Infierno a todos los patriotas posibles.

"Tranquila, Tokio, todavía no busques a tus amigos. Tendrás tiempo de enseñármelos más tarde..." Se sonrió Kuro malamente, con lo que se ganó una fabulosa mirada llena de rencor por parte de los ojos verdes de la mujer

Mientras Tokio y el resto salían del palacio sin ningún problema, Moe decidió que no podía seguir escondida siempre. Cuando el castillo pareció no tener demasiado jaleo la niña salió del jarrón donde se había metido al matar los soldados a Minako por error. Estaba despeinada y su kimono manchado de sangre y polvo, pero indemne por otro lado.

Con paso inseguro primero y corriendo después bajó las escaleras del primer piso, escondiéndose en las esquinas por si acaso. La puerta principal estaba llena de soldados muertos y la niña decidió salir por la puerta de atrás. No era la primera vez que veía cadáveres muertos por espada, pero realmente le horrorizaban y quería ahorrarse ver tantos...

Dribló a unos pocos soldados que descansaban apoyados en una pared y pronto estuvo fuera, teniendo que elegir si andar por el patio o por el jardín. Un breve vistazo a los dos le reveló el camino más agradable, ya que el patio era un gran cementerio por donde además aún se escuchaban disparos.

Se quitó las sandalias y se aflojó el obi para ir más cómoda, y salió corriendo bajo la lluvia por el interior del jardín pegada al muro del edificio. Realmente no sabía de qué tenía miedo, porque ella estaba con el bando vencedor... Pero no sabía cómo reaccionarían los soldados al ver a una niña en medio de un campo de batalla y no tenía ninguna gana de averiguarlo.

En medio de su carrera tropezó con algo que la hizo caer cuan larga era al suelo. Moe se levantó frotándose ligeramente la cabeza y, siendo muy valiente para no llorar y ver qué había pasado, se dio la vuelta.

Sus ojos marrones se abrieron de par en par al ver la causa de su tropezón, el cuerpo de un soldado del Shinsengumi al que conocía muy bien.

Siguiente capítulo

N del A:

-- Bueno! Esto se acaba! Creo que este capítulo me ha quedado un poco serio, pero bueno...

-- El final de Sanosuke lo dejo abierto a la duda, por dos razones. Porque no debió estar aquí y porque según dicen por ahí cuentan que se salvó de la batalla de Ueno y se volvió un mercenario legendario...