Captain Ookami & The Beauty Lady Takagi
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Moe gateó hasta él y le quitó la rama partida de encima para ver que tenía varios cortes y dos heridas de bala sangraban bastante. Mirándole se dio cuenta de que había algo que le parecía raro en él, pero no sabía a qué podía deberse... Casi con miedo le puso su pequeña mano encima. Al ver que nada sucedía le agitó ligeramente hasta que al final le dejó boca arriba.
Escuchó un ruido y miró asustada a su alrededor. Gracias a los dioses entre los setos y los árboles estaban suficientemente a cubierto como para que cualquier patrulla que no pasara buscando algo no les encontrara.
"Despierta, vamos, Hajime...!" Le susurró agitándole más fuerte al ver que respiraba con normalidad. Al fin, tras un dolorido quejido el hombre a su lado comenzó a volver en sí hasta abrir los ojos.
La niña sonrió y suspiró aliviada cuando le vio mirarla "Por un momento pensé que te habías muerto..."
"Qué... Qué demonios estás haciendo aquí?" Preguntó el soldado incorporándose lentamente con una mano en la cabeza. Había tenido que darse un buen guantazo para que el suelo se moviese de esa manera, además de que sentía el cuerpo como si le hubieran dado una paliza
Moe le refirió todo lo que le había pasado, y de paso le puso también en antecedentes de cómo los patriotas habían ganado y Tokio y el resto se habían marchado del castillo
"Iban también los otros hombres?" Le preguntó en voz baja mientras cogía su espada, que había terminado un poco alejada de él
"No... Pero hice como me dijo Tokio, y manteniendo las orejas bien abiertas escuché a mi padre y a Kuro hablar sobre ellos después de todo el jaleo y me parece que les ha debido matar"
Saitou frunció el ceño a las palabras de la niña. Le parecía extraño que el kangun les hubiera ejecutado; los políticos eran hombres valiosos, sin duda los Tokugawas le hacían falta al Nuevo Gobierno por su experiencia... No tendría sentido que los mataran a menos... a menos que no hubiera sido idea del Gobierno acabar con ellos, sino del propio Takagi. Después de todo, él sería el único en sobrevivir a la batalla, y por ese motivo tendría un inmenso valor a la hora de gobernar Aizu...
El capitán se guardó estas cavilaciones para sí, pero otra cuestión dejó sus labios "Qué jaleo?"
"Cómo? No te has enterado de lo que ha pasado esta mañana? Después de que yo hablara contigo ese idiota de Kuro fue a ver a mi hermana y discutieron, y luego apareció ese hombre tan guapo de la lanza y la salvó, pero luego llegó Padre ya no sé qué más pasó..."
"El hombre de la lanza como tú dices no me contó nada..." Murmuró, pero su pensamiento había vuelto al tema anterior. Tal y como Moe había dicho, habían perdido la batalla y si los hombres que tenían que proteger estaban muertos ya no tenía nada que hacer allí. Su misión ahora era otra; buscar a su asesino y cumplir el Aku Soku Zan
Tras asegurarse de que no había ningún soldado rondando por allí se incorporó no sin tener que apoyarse en el cerezo que le había salvado la vida antes al ralentizar su caída "A partir de ahora vas a obedecer todo lo que te diga sin preguntar, de acuerdo? Es muy importante que lo hagas o si no no podré llevarte a casa"
Estaba bien pensado; la llevaría a casa porque era la hermana de Tokio y no podía dejarla en medio de un campo de batalla, y de ese modo además averiguaría el paradero de Kojuurou. No sería demasiado difícil llegar hasta allí, aunque sí casi imposible salir con vida. Seguramente su casa estaría llena de soldados...
Los ojos marrones de la niña se tornaron preocupados "Pero cómo lo vamos a hacer? Además, estás herido..."
"Eso no importa" Le respondió secamente. Su mente estaba ya trazando planes de fuga. Lo único que podían hacer era saltar el muro porque intentar salir por la puerta principal sería un suicidio. El problema era que tenía que encontrar la forma de saltar tanto...
Pasando la mano por la superficie rugosa del tronco del cerezo se le ocurrió la idea; si saltaba desde allí llegaría justo para agarrarse al muro con las manos. Luego bastaría con trepar y caer al otro lado de la calle. Sólo había dos puntos flacos en el plan; uno, que no estaba demasiado seguro de poder saltar tanto con una pierna herida y una niña encima, y dos, que no tenía ni idea si el otro lado de la tapia estaría o no lleno de soldados. Al menos no lo parecía, porque no había ruido...
"Bien, cuanto antes lo hagamos mejor --dijo en voz alta más para él que para la niña-- Súbete a mi espalda, Moe"
"Sí, pero... tienes que agacharte, eres muy alto..." Gimió ella intentando en vano llegar a su cuello saltando. El capitán sopló ligeramente e hizo lo que la cría le pedía.
Una vez arreglado este asunto, Hajime miró hacia arriba para ver a qué rama podía agarrarse, y una vez situado se colgó de ella de un salto para luego subir a pulso. Gracias a los dioses esta vez la rama aguantó.
Moe enterró la cara en su kimono cuando vio la distancia que tenían que sortear. Prefería no verlo, tenía la esperanza que de ese modo le doliera menos la caída...
El soldado flexionó las piernas sin hacer caso a las protestas de los músculos, se concentró en su destino y saltó.... yendo a agarrarse con las manos a la tapia como había previsto.
"Sube... Moe... vamos...!" La urgió sintiendo cómo sus dedos se escurrían en la tapia empapada. La niña, un poco temerosa soltó su férreo agarro en el cuello del capitán y se encaramó al muro como un gatito. Ya libre del peso de la cría, Saitou se subió también y se dejó caer rápidamente al otro lado, consciente de que allí arriba eran fáciles de descubrir. Ella entonces se tiró a sus brazos, y pronto los dos estuvieron corriendo por las calles de Aizu como alma que lleva el Diablo.
Quiso la mala suerte que al doblar una esquina se encontraran con parte del ejercito, que salió en su persecución al ver su abrigo aguamarina. De nuevo Moe acabó en los brazos del Miburo, que a pesar de estar herido corría mucho más rápido que ella. Pero su papel era muy importante de todos modos; ella conocía la ciudad mejor que él y además tenía que guiarle hasta su casa.... Pero antes era necesario que despistaran al kangun que corría tras ellos
Aprovechando que les llevaba ventaja la niña le indicó una calle que tenía muchas salidas, y Hajime se metió por una de ellas que daba a un callejón tras una casa. Allí, tras unos grandes cajones y otros tantos sacos de trigo se escondieron hasta que pasara el enemigo. La dejó en el suelo indicándola que no hiciera ruido mientras se ocupaba de intentar normalizar sus jadeos alocados. Con gesto cansado se sentó junto a su forma agachada y comprobó la herida un poco más arriba de su tobillo.
Escucharon a la marabunta de Meijis correr armando jaleo por las calles vecinas, y algunos entraron en la que estaban ellos, pero acabaron desistiendo. Después de todo no les darían paga especial por la cabeza de un roñoso Tokugawa...
Los ojos de Moe se abrieron de par en par cuando después de haber pasado todo ese tiempo en silencio observando a su compañero descubrió qué era lo que se le hacía tan raro "Hajime! Y tu coleta?"
Saitou se llevó inconscientemente una mano a la cabeza para recordar el mandoble de un patriota que no había conseguido esquivar del todo "Me la cortaron" Respondió simplemente tocando el nudo de la bandana y procediendo a desanudarla. La utilizaría a modo de torniquete para que no sangrara tanto su pierna
Se pasó una mano por la cara para quitar el agua que le chorreaba desde el pelo y finalmente se levantó "Tenemos que irnos"
A paso ligero, escondiéndose en las esquinas donde podían haber guardias, los dos fueron recorriendo las calles semidesiertas de Aizu. Si algún vecino vio su abrigo, ninguno dijo nada.
De este modo y bajo la constante guía de Moe la pareja llegó hasta la preciosa casa donde habitaba la familia Takagi. En contra de su pronóstico no había soldados en la puerta, ni en ninguna otra parte. Eso le hizo pensar que o bien estaban todos dentro o bien Kojuurou estaba completamente confiado de su victoria. Claro, cómo iba a suponer que alguno de los soldados enemigos sobreviviría e iría contra él?
Moe se puso muy contenta al ver su casa y tuvo la intención de salir corriendo hasta la puerta, pero se detuvo antes de empezar con una mirada casi de incomprensión en sus ojos marrones "Pero Hajime... No puedes quedarte en mi casa... Padre---"
"Shh. No pasará nada. Vamos" Le cortó casi con suavidad animándola a seguir adelante con un ligero empujoncito.
Cabe decir que la niña no estaba muy conforme cuando llamó a la puerta, pero todos sus temores se disiparon cuando Tokio abrió la puerta. La mujer abrió los ojos con sorpresa y quiso gritar de alegría y saltar sobre él para abrazarle, pero cerró los ojos unos momentos, respiró profundo y se contuvo. Aún así le dedicó una enorme sonrisa a la que él correspondió con una suave inclinación de cabeza
"Quién es, Tokio?!" Gritó el padre desde dentro de la casa
"Es Moe! --le gritó también-- Ha venido sola y está bien!" Luego se dirigió a él y le dijo en un susurro que tenía que marcharse porque su padre y Kuro le matarían si le encontraban allí.
El Lobo de Mibu agitó la cabeza y entonces la mujer se fijó en que no había nada ondeando por detrás "Tu pelo..." Murmuró casi con sorpresa pasando la mano por la parte de atrás de su cabeza. Entre sus dedos se colaron cortos mechones de pelo negro empapado, unos más largos que otros
"Tengo que entrar para cumplir el Aku Soku Zan" Le dijo en el mismo tono disfrutando como siempre de sus manos
"Es por lo de los otros, verdad?" Le preguntó. Después de todo ese tiempo sabía cómo funcionaban las leyes del Shinsengumi, y también sabía que si le dejaba entrar en su casa habría otra carnicería. De todos modos, tampoco podía impedir que lo hiciera...
"Moe, entra corriendo y ve a saludar a Padre. Nosotros estaremos en la cocina unos segundos hasta que vuelvas. Luego te quedarás allí y prométeme que no saldrás"
La cría asintió agitando la alta coleta en su cabeza y fue a cumplir órdenes como llevaba haciendo de un tiempo a esta parte. Siguiendo el plan los entraron y Tokio se aseguró de hacer suficiente ruido cerrando como para que ninguno sospechara nada.
Entraron en el impoluto recinto que era la cocina, y ella, a pesar de que el hombre estaba empapado, no pudo esperar más para echarse sobre él. Así estuvieron, uno en brazos del otro, todo el tiempo que Moe tardó en cumplir lo mandado. A pesar de que se soltaron inmediatamente, nada la llenó más de felicidad que verles así cuando entró.
"Ya me debes dos, Nee-chan..." Se rió entre dientes la cría dando un ligero golpecito a su hermana mientras el capitán arqueaba una ceja sin entender nada
"Me toca a mí" Dijo al final poniendo la mano en la empuñadura de su espada
"Voy contigo. Sin discusión --le dijo ella, y Saitou decidió entonces darle su espada corta como medida de precaución-- Moe, recuerda lo prometido"
Kuro y Kojuurou estaban sentados en una de las salas más grandes de la casa, la que estaba preparada y decorada para las reuniones. Estaban brindando con sake por la victoria mientras hablaban.
Escucharon ruido de pisadas acercarse y se volvieron entonces hacia la puerta "Qué quieres ahora?" Preguntó el muchacho con voz ruda
"Tienen visita, Padre" Tokio descorrió la puerta y ambos entraron en el lugar. Los dos hombres palidecieron al ver al alto Miburo en su territorio y prestos pusieron la mano en sus espadas
"Pero si es el capitán Saitou... Qué sorpresa. No pensaba que alguien como usted desertara de las batallas..." Sonrió ladino el mayor
"Desgraciadamente alguien tenía que traer a Moe a casa. Y de todos modos os debía una visita" Le contestó Saitou con fríos ojos ámbar mientras desenfundaba la nihontou. Kuro se levantó entonces presto para el combate, y le entró la risa al ver a la mujer en un lateral llevando la pareja del daisho del capitán
"Vaya, así que Tokio se ha prestado a ayudarte... Qué tierno... Quizás os dejemos morir juntos después de todo"
El Lobo sonrió ladino a su amenaza "Quizás nos planteemos esa cuestión. Pero por el momento sois vosotros los que vais a morir juntos por cometer crímenes contra el Gobierno Tokugawa"
"Por favor...! --se rió el de los ojos grises mirando al techo-- Qué Gobierno? Si eran una panda de viejos decrépitos que no sabrían llevar ni una vecindad! Créeme, estaremos mucho mejor sin ellos"
"Esos viejos decrépitos estaban bajo la protección del Shinsengumi y el que unos patriotas sedientos de poder les asesinara viola todas nuestras leyes. Como comprenderéis no tengo más remedio que mataros, aunque en este caso debo decir que me quedaré realmente a gusto cumpliendo con mi trabajo"
"Venga! Peleemos! Llevo teniéndote ganas desde que te conocí!" Rugió el comandante Meiji preparándose para el combate
Saitou se colocó en la postura de la estocada horizontal y calculó perfectamente el ángulo de la hoja y la trayectoria para atravesarle el corazón de un solo golpe. A pesar de que Kuro era un espadachín experto no pudo hacer nada contra la rapidez y la fuerza destructiva de un golpe como aquél
Con un hábil movimiento se libró del cadáver empalado, que cayó empapado en su propia sangre. Agitó la nihontou y la savia salpicó el tatami cerca del padre de Tokio "Envidioso..." Murmuró plantando un pie sobre su pecho y mirando desafiante a su próxima víctima
Takagi Kojuurou se levantó incluso con gesto cansino "Creo que me debe una pelea para ver quién es mejor profesor de kendo..." Dijo irónico el hombre desenvainando la nihontou y lanzando la funda lejos para que no le estorbara
"Espero que no se ofenda si me lo tomo un poco más en serio que todo eso" Le contestó igualmente irónico colocándose en su famosa postura.
Tokio se alejó de ellos para dejarles más margen de acción y se sentó sobre sus talones, apretando nerviosamente la wakizashi en sus manos. Estaba asustada, no podía negarlo, porque su padre era un excelente espadachín. No en vano había sido el maestro de muchos soldados del kangun antes de venir a ejercer la política a Aizu además de el suyo propio. Sabía de lo que era capaz con la espada, y también sabía como luchaba Saitou. Y tenía miedo por él.
Con un rugido el capitán se lanzó contra Kojuurou. El hombre se sorprendió de nuevo al ver la tremenda velocidad del ataque, pero se las apañó para echarse a un lado y esquivarlo. Al ir a contraatacar notó el cambió de dirección de la hoja enemiga, y esta vez no fue capaz de contrarrestarlo. La nihontou del Miburo cruzó su pecho fieramente y le hizo retroceder con un gesto de dolor pintado en su cara.
Pero Takagi-san no desfalleció. Había luchado en demasiados combates como para rendirse ahora, así que salió corriendo hacia él con la intención de romper su distancia vital, muy larga al tratarse de un estilo de lucha basado en ataques en horizontal.
Viendo esto, Saitou no tuvo más remedio que cambiar de táctica y de momento comenzar a para los mandobles del enemigo. De pronto cesó de atacar y dio un salto atrás, lo que le desconcertó. Enarcó una ceja y afianzó su espada cuando le vio correr hacia él de nuevo, esta vez muy agachado y llevando la espada con el brazo extendido a la derecha. Hajime intentó cortar su carrera trazando un arco con su nihontou, pero el mayor lo esquivó y entonces atacó.
Su brazo derecho se movió diagonalmente hacia arriba mientras que el la mano izquierda se unía a la otra muñeca para darle mayor empuje. Varias gotas de sangre le salpicaron a él y al suelo cuando cortó su carne con tal violencia
El Miburo rugió de dolor y tuvo que apoyar una rodilla en el suelo para no caerse. Entonces miró hacia arriba. Kojuurou había saltado alto y bajaba hacia el con total intención de clavarle en el suelo. Su mano se crispó en la empuñadura y como un resorte saltó usando el Gatotsu Sanshiki, el movimiento en el aire.
Resultado: otro baño de sangre, pero esta vez para el bando contrario. La katana se hundió profunda en el hombro derecho del mayor y la punta asomó por la espalda. Los dos cayeron al suelo y el capitán se apresuró a sacar su arma del enemigo para tenerle totalmente a su merced una vez que ya estaba desarmado
Se puso en pie, tambaleándose ligeramente y apoyó la punta de la hoja en el cuello del hombre en el suelo "Acabemos de una vez" Dijo con voz seca escupiendo a un lateral
"Espera... No le mates, Hajime. No se ha derramado suficiente sangre ya? --dijo Tokio acercándose a ellos dos. Antes de que ninguno pudiera decir nada continuó-- No es porque sea mi padre, lo sabéis los dos, pero he visto morir a demasiados hombres buenos en esta maldita guerra por culpa de estúpidos odios y sed de poder... Y no quiero ver más. Baja la espada, por favor" Le dijo poniendo sus manos sobre su zurda, que empuñaba el arma
Kojuurou miró a su hija con sus ojos marrones y sintió la hoja apartarse de su cuello lentamente. Le habían perdonado la vida
...He visto morir a demasiados hombres buenos en esta maldita guerra por culpa de estúpidos odios y sed de poder... Y no quiero ver más...
Saitou enfundó su katana de malas maneras "La próxima vez no tendrás tanta suerte" Le dijo con voz de acero dándose la vuelta. Tokio le tomó de un brazo y le susurró un lo siento seguido de un gracias
"Lo siento, pero me juré que no quedaría ningún Shinsengumi vivo!" Exclamó Takagi-san empuñando la nihontou con la izquierda. Antes de que Hajime pudiera siquiera darse la vuelta, la hoja hendió el aire.
Con un rasgado sonido el abrigo aguamarina con picos blancos se rajó por la espalda y cayó inerte en dos pedazos al suelo de tatami. El capitán sacó la espada dispuesto a acabarle cuando le detuvieron sus palabras
"Y ya lo he cumplido... Porque a parte de mi hija sólo veo a un profesor de kendo" El hombre se dejó caer hacia atrás de nuevo y sonrió contento como hacía nueve años que no estaba, sin importarle para nada que se estuviera desangrando por la terrible herida de su brazo. Lo más seguro era que no pudiera volver a empuñar la katana como lo hacía antes, pero eso tampoco le importaba ya, porque Tokio, una civil que se había visto obligada a convivir y a amar a dos bandos diferentes, le había abierto los ojos como su madre hizo una vez antes que ella.
Tokio sonrió ligeramente y miró al alto soldado a su lado "Será mejor que llame a un médico..."
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El 22 de septiembre Aizu se rindió al Gobierno Meiji y de ese modo todo el Japón quedó unificado bajo un mismo mando. A todo el mundo le extrañó que después de lo que había luchado por sus ideas Takagi Kojuurou, no aceptara el puesto de gobernador de la provincia de Aizu. A pesar de que le pidieron varias veces que lo hiciera, ya que necesitaban a un hombre fuerte y que conociera el terreno, el patriota se negó, no aceptando más que el puesto de consejero.
Nadie entendió su postura, pero tampoco lo hubieran hecho de haber conocido sus motivos. No comprenderían lo que sintió al escuchar las palabras de su hija. Le dijo "hombre bueno" a pesar de que hacía muchos años que había dejado de serlo. Cuando murió su esposa se rindió a lo fácil, la ira, el rencor, y se entregó por entero a su trabajo, dejando así de ser el hombre honorable y honrado que fue para convertirse en un político de lengua venenosa y actos innombrables
Escuchó en sus palabras la voz de todos los civiles del país, hartos de luchas y sangres, de muertes inútiles y de odios y rencores. Él había contribuido a crear todo aquello y la mejor forma de compensarles que se le ocurrió fue renunciar a lo que hacía años quería conseguir, de manera que a través de sus consejos pudiera ayudar a reconstruir el pueblo.
Si bien su carácter no cambió, ciertamente desechó la ira de su alma, con lo que la vida en su casa cambió sensiblemente. Aceptó la presencia del soldado en su casa, y accedió a sus deseos de matrimonio. Después de aquellos nueve años de gritos y golpes indiscriminados quería verla feliz...
Les cedió su casa en Kyoto, ciudad que sabía les gustaba a ambos, y usando algunos favores que le debían en aquella ciudad le proporcionó a su yerno varios años después un trabajo más acorde con su forma de pensar y de vivir que el de profesor de kendo: le metió en la policía, donde podría seguir impartiendo justicia y protegiendo a los ciudadanos de todos aquellos que quisieran hacer caer al nuevo régimen. Todo esto, claro, con la condición de que fueran a visitarles de vez en cuando a Aizu...
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Mail Nyaar
20-8-2000
N del A:
-- Este es el fin! Bueno! Qué esperábais? Después de todo, es una historia en plan Kenshin... ^__^ Ahora en serio, decidí este final porque desde el principio ella nunca se quiso ver envuelta en la guerra, ya lo dijo, quería ser una mujer normal con un marido e hijos. Tuvo que convivir con los dos frentes, primero matando Tokugawas y luego Meijis. Y creo que debía estar un poco harta de todo aquello, no?
En fin! Aquí se acaba mi aventura del fic histórico! Me hubiera gustado no tener tantas meteduras de pata, lo he hecho lo mejor que he podido, en serio... Perdonad por mi torpeza y mi incultura en muchos aspectos, pero por mucho que he buscado incluso en la biblioteca no he encontrado nada más que lo que hay aquí escrito.
Y bueno, eso ha sido todo! Gracias por aguantar hasta el final, espero no haberos aburrido demasiado y ya sabéis, si queréis lanzarme tomates o cualquier cosa, o si necesitáis alguna explicación adicional o qué se yo, me escribís y ya'stá. Sayônara!
AH! Se me olvidaba contaros el por qué de el título! La verdad es que es una parodia de una canción de Bon Jovi, Captain Crash & the Beauty Queen from Mars ^__^
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Moe gateó hasta él y le quitó la rama partida de encima para ver que tenía varios cortes y dos heridas de bala sangraban bastante. Mirándole se dio cuenta de que había algo que le parecía raro en él, pero no sabía a qué podía deberse... Casi con miedo le puso su pequeña mano encima. Al ver que nada sucedía le agitó ligeramente hasta que al final le dejó boca arriba.
Escuchó un ruido y miró asustada a su alrededor. Gracias a los dioses entre los setos y los árboles estaban suficientemente a cubierto como para que cualquier patrulla que no pasara buscando algo no les encontrara.
"Despierta, vamos, Hajime...!" Le susurró agitándole más fuerte al ver que respiraba con normalidad. Al fin, tras un dolorido quejido el hombre a su lado comenzó a volver en sí hasta abrir los ojos.
La niña sonrió y suspiró aliviada cuando le vio mirarla "Por un momento pensé que te habías muerto..."
"Qué... Qué demonios estás haciendo aquí?" Preguntó el soldado incorporándose lentamente con una mano en la cabeza. Había tenido que darse un buen guantazo para que el suelo se moviese de esa manera, además de que sentía el cuerpo como si le hubieran dado una paliza
Moe le refirió todo lo que le había pasado, y de paso le puso también en antecedentes de cómo los patriotas habían ganado y Tokio y el resto se habían marchado del castillo
"Iban también los otros hombres?" Le preguntó en voz baja mientras cogía su espada, que había terminado un poco alejada de él
"No... Pero hice como me dijo Tokio, y manteniendo las orejas bien abiertas escuché a mi padre y a Kuro hablar sobre ellos después de todo el jaleo y me parece que les ha debido matar"
Saitou frunció el ceño a las palabras de la niña. Le parecía extraño que el kangun les hubiera ejecutado; los políticos eran hombres valiosos, sin duda los Tokugawas le hacían falta al Nuevo Gobierno por su experiencia... No tendría sentido que los mataran a menos... a menos que no hubiera sido idea del Gobierno acabar con ellos, sino del propio Takagi. Después de todo, él sería el único en sobrevivir a la batalla, y por ese motivo tendría un inmenso valor a la hora de gobernar Aizu...
El capitán se guardó estas cavilaciones para sí, pero otra cuestión dejó sus labios "Qué jaleo?"
"Cómo? No te has enterado de lo que ha pasado esta mañana? Después de que yo hablara contigo ese idiota de Kuro fue a ver a mi hermana y discutieron, y luego apareció ese hombre tan guapo de la lanza y la salvó, pero luego llegó Padre ya no sé qué más pasó..."
"El hombre de la lanza como tú dices no me contó nada..." Murmuró, pero su pensamiento había vuelto al tema anterior. Tal y como Moe había dicho, habían perdido la batalla y si los hombres que tenían que proteger estaban muertos ya no tenía nada que hacer allí. Su misión ahora era otra; buscar a su asesino y cumplir el Aku Soku Zan
Tras asegurarse de que no había ningún soldado rondando por allí se incorporó no sin tener que apoyarse en el cerezo que le había salvado la vida antes al ralentizar su caída "A partir de ahora vas a obedecer todo lo que te diga sin preguntar, de acuerdo? Es muy importante que lo hagas o si no no podré llevarte a casa"
Estaba bien pensado; la llevaría a casa porque era la hermana de Tokio y no podía dejarla en medio de un campo de batalla, y de ese modo además averiguaría el paradero de Kojuurou. No sería demasiado difícil llegar hasta allí, aunque sí casi imposible salir con vida. Seguramente su casa estaría llena de soldados...
Los ojos marrones de la niña se tornaron preocupados "Pero cómo lo vamos a hacer? Además, estás herido..."
"Eso no importa" Le respondió secamente. Su mente estaba ya trazando planes de fuga. Lo único que podían hacer era saltar el muro porque intentar salir por la puerta principal sería un suicidio. El problema era que tenía que encontrar la forma de saltar tanto...
Pasando la mano por la superficie rugosa del tronco del cerezo se le ocurrió la idea; si saltaba desde allí llegaría justo para agarrarse al muro con las manos. Luego bastaría con trepar y caer al otro lado de la calle. Sólo había dos puntos flacos en el plan; uno, que no estaba demasiado seguro de poder saltar tanto con una pierna herida y una niña encima, y dos, que no tenía ni idea si el otro lado de la tapia estaría o no lleno de soldados. Al menos no lo parecía, porque no había ruido...
"Bien, cuanto antes lo hagamos mejor --dijo en voz alta más para él que para la niña-- Súbete a mi espalda, Moe"
"Sí, pero... tienes que agacharte, eres muy alto..." Gimió ella intentando en vano llegar a su cuello saltando. El capitán sopló ligeramente e hizo lo que la cría le pedía.
Una vez arreglado este asunto, Hajime miró hacia arriba para ver a qué rama podía agarrarse, y una vez situado se colgó de ella de un salto para luego subir a pulso. Gracias a los dioses esta vez la rama aguantó.
Moe enterró la cara en su kimono cuando vio la distancia que tenían que sortear. Prefería no verlo, tenía la esperanza que de ese modo le doliera menos la caída...
El soldado flexionó las piernas sin hacer caso a las protestas de los músculos, se concentró en su destino y saltó.... yendo a agarrarse con las manos a la tapia como había previsto.
"Sube... Moe... vamos...!" La urgió sintiendo cómo sus dedos se escurrían en la tapia empapada. La niña, un poco temerosa soltó su férreo agarro en el cuello del capitán y se encaramó al muro como un gatito. Ya libre del peso de la cría, Saitou se subió también y se dejó caer rápidamente al otro lado, consciente de que allí arriba eran fáciles de descubrir. Ella entonces se tiró a sus brazos, y pronto los dos estuvieron corriendo por las calles de Aizu como alma que lleva el Diablo.
Quiso la mala suerte que al doblar una esquina se encontraran con parte del ejercito, que salió en su persecución al ver su abrigo aguamarina. De nuevo Moe acabó en los brazos del Miburo, que a pesar de estar herido corría mucho más rápido que ella. Pero su papel era muy importante de todos modos; ella conocía la ciudad mejor que él y además tenía que guiarle hasta su casa.... Pero antes era necesario que despistaran al kangun que corría tras ellos
Aprovechando que les llevaba ventaja la niña le indicó una calle que tenía muchas salidas, y Hajime se metió por una de ellas que daba a un callejón tras una casa. Allí, tras unos grandes cajones y otros tantos sacos de trigo se escondieron hasta que pasara el enemigo. La dejó en el suelo indicándola que no hiciera ruido mientras se ocupaba de intentar normalizar sus jadeos alocados. Con gesto cansado se sentó junto a su forma agachada y comprobó la herida un poco más arriba de su tobillo.
Escucharon a la marabunta de Meijis correr armando jaleo por las calles vecinas, y algunos entraron en la que estaban ellos, pero acabaron desistiendo. Después de todo no les darían paga especial por la cabeza de un roñoso Tokugawa...
Los ojos de Moe se abrieron de par en par cuando después de haber pasado todo ese tiempo en silencio observando a su compañero descubrió qué era lo que se le hacía tan raro "Hajime! Y tu coleta?"
Saitou se llevó inconscientemente una mano a la cabeza para recordar el mandoble de un patriota que no había conseguido esquivar del todo "Me la cortaron" Respondió simplemente tocando el nudo de la bandana y procediendo a desanudarla. La utilizaría a modo de torniquete para que no sangrara tanto su pierna
Se pasó una mano por la cara para quitar el agua que le chorreaba desde el pelo y finalmente se levantó "Tenemos que irnos"
A paso ligero, escondiéndose en las esquinas donde podían haber guardias, los dos fueron recorriendo las calles semidesiertas de Aizu. Si algún vecino vio su abrigo, ninguno dijo nada.
De este modo y bajo la constante guía de Moe la pareja llegó hasta la preciosa casa donde habitaba la familia Takagi. En contra de su pronóstico no había soldados en la puerta, ni en ninguna otra parte. Eso le hizo pensar que o bien estaban todos dentro o bien Kojuurou estaba completamente confiado de su victoria. Claro, cómo iba a suponer que alguno de los soldados enemigos sobreviviría e iría contra él?
Moe se puso muy contenta al ver su casa y tuvo la intención de salir corriendo hasta la puerta, pero se detuvo antes de empezar con una mirada casi de incomprensión en sus ojos marrones "Pero Hajime... No puedes quedarte en mi casa... Padre---"
"Shh. No pasará nada. Vamos" Le cortó casi con suavidad animándola a seguir adelante con un ligero empujoncito.
Cabe decir que la niña no estaba muy conforme cuando llamó a la puerta, pero todos sus temores se disiparon cuando Tokio abrió la puerta. La mujer abrió los ojos con sorpresa y quiso gritar de alegría y saltar sobre él para abrazarle, pero cerró los ojos unos momentos, respiró profundo y se contuvo. Aún así le dedicó una enorme sonrisa a la que él correspondió con una suave inclinación de cabeza
"Quién es, Tokio?!" Gritó el padre desde dentro de la casa
"Es Moe! --le gritó también-- Ha venido sola y está bien!" Luego se dirigió a él y le dijo en un susurro que tenía que marcharse porque su padre y Kuro le matarían si le encontraban allí.
El Lobo de Mibu agitó la cabeza y entonces la mujer se fijó en que no había nada ondeando por detrás "Tu pelo..." Murmuró casi con sorpresa pasando la mano por la parte de atrás de su cabeza. Entre sus dedos se colaron cortos mechones de pelo negro empapado, unos más largos que otros
"Tengo que entrar para cumplir el Aku Soku Zan" Le dijo en el mismo tono disfrutando como siempre de sus manos
"Es por lo de los otros, verdad?" Le preguntó. Después de todo ese tiempo sabía cómo funcionaban las leyes del Shinsengumi, y también sabía que si le dejaba entrar en su casa habría otra carnicería. De todos modos, tampoco podía impedir que lo hiciera...
"Moe, entra corriendo y ve a saludar a Padre. Nosotros estaremos en la cocina unos segundos hasta que vuelvas. Luego te quedarás allí y prométeme que no saldrás"
La cría asintió agitando la alta coleta en su cabeza y fue a cumplir órdenes como llevaba haciendo de un tiempo a esta parte. Siguiendo el plan los entraron y Tokio se aseguró de hacer suficiente ruido cerrando como para que ninguno sospechara nada.
Entraron en el impoluto recinto que era la cocina, y ella, a pesar de que el hombre estaba empapado, no pudo esperar más para echarse sobre él. Así estuvieron, uno en brazos del otro, todo el tiempo que Moe tardó en cumplir lo mandado. A pesar de que se soltaron inmediatamente, nada la llenó más de felicidad que verles así cuando entró.
"Ya me debes dos, Nee-chan..." Se rió entre dientes la cría dando un ligero golpecito a su hermana mientras el capitán arqueaba una ceja sin entender nada
"Me toca a mí" Dijo al final poniendo la mano en la empuñadura de su espada
"Voy contigo. Sin discusión --le dijo ella, y Saitou decidió entonces darle su espada corta como medida de precaución-- Moe, recuerda lo prometido"
Kuro y Kojuurou estaban sentados en una de las salas más grandes de la casa, la que estaba preparada y decorada para las reuniones. Estaban brindando con sake por la victoria mientras hablaban.
Escucharon ruido de pisadas acercarse y se volvieron entonces hacia la puerta "Qué quieres ahora?" Preguntó el muchacho con voz ruda
"Tienen visita, Padre" Tokio descorrió la puerta y ambos entraron en el lugar. Los dos hombres palidecieron al ver al alto Miburo en su territorio y prestos pusieron la mano en sus espadas
"Pero si es el capitán Saitou... Qué sorpresa. No pensaba que alguien como usted desertara de las batallas..." Sonrió ladino el mayor
"Desgraciadamente alguien tenía que traer a Moe a casa. Y de todos modos os debía una visita" Le contestó Saitou con fríos ojos ámbar mientras desenfundaba la nihontou. Kuro se levantó entonces presto para el combate, y le entró la risa al ver a la mujer en un lateral llevando la pareja del daisho del capitán
"Vaya, así que Tokio se ha prestado a ayudarte... Qué tierno... Quizás os dejemos morir juntos después de todo"
El Lobo sonrió ladino a su amenaza "Quizás nos planteemos esa cuestión. Pero por el momento sois vosotros los que vais a morir juntos por cometer crímenes contra el Gobierno Tokugawa"
"Por favor...! --se rió el de los ojos grises mirando al techo-- Qué Gobierno? Si eran una panda de viejos decrépitos que no sabrían llevar ni una vecindad! Créeme, estaremos mucho mejor sin ellos"
"Esos viejos decrépitos estaban bajo la protección del Shinsengumi y el que unos patriotas sedientos de poder les asesinara viola todas nuestras leyes. Como comprenderéis no tengo más remedio que mataros, aunque en este caso debo decir que me quedaré realmente a gusto cumpliendo con mi trabajo"
"Venga! Peleemos! Llevo teniéndote ganas desde que te conocí!" Rugió el comandante Meiji preparándose para el combate
Saitou se colocó en la postura de la estocada horizontal y calculó perfectamente el ángulo de la hoja y la trayectoria para atravesarle el corazón de un solo golpe. A pesar de que Kuro era un espadachín experto no pudo hacer nada contra la rapidez y la fuerza destructiva de un golpe como aquél
Con un hábil movimiento se libró del cadáver empalado, que cayó empapado en su propia sangre. Agitó la nihontou y la savia salpicó el tatami cerca del padre de Tokio "Envidioso..." Murmuró plantando un pie sobre su pecho y mirando desafiante a su próxima víctima
Takagi Kojuurou se levantó incluso con gesto cansino "Creo que me debe una pelea para ver quién es mejor profesor de kendo..." Dijo irónico el hombre desenvainando la nihontou y lanzando la funda lejos para que no le estorbara
"Espero que no se ofenda si me lo tomo un poco más en serio que todo eso" Le contestó igualmente irónico colocándose en su famosa postura.
Tokio se alejó de ellos para dejarles más margen de acción y se sentó sobre sus talones, apretando nerviosamente la wakizashi en sus manos. Estaba asustada, no podía negarlo, porque su padre era un excelente espadachín. No en vano había sido el maestro de muchos soldados del kangun antes de venir a ejercer la política a Aizu además de el suyo propio. Sabía de lo que era capaz con la espada, y también sabía como luchaba Saitou. Y tenía miedo por él.
Con un rugido el capitán se lanzó contra Kojuurou. El hombre se sorprendió de nuevo al ver la tremenda velocidad del ataque, pero se las apañó para echarse a un lado y esquivarlo. Al ir a contraatacar notó el cambió de dirección de la hoja enemiga, y esta vez no fue capaz de contrarrestarlo. La nihontou del Miburo cruzó su pecho fieramente y le hizo retroceder con un gesto de dolor pintado en su cara.
Pero Takagi-san no desfalleció. Había luchado en demasiados combates como para rendirse ahora, así que salió corriendo hacia él con la intención de romper su distancia vital, muy larga al tratarse de un estilo de lucha basado en ataques en horizontal.
Viendo esto, Saitou no tuvo más remedio que cambiar de táctica y de momento comenzar a para los mandobles del enemigo. De pronto cesó de atacar y dio un salto atrás, lo que le desconcertó. Enarcó una ceja y afianzó su espada cuando le vio correr hacia él de nuevo, esta vez muy agachado y llevando la espada con el brazo extendido a la derecha. Hajime intentó cortar su carrera trazando un arco con su nihontou, pero el mayor lo esquivó y entonces atacó.
Su brazo derecho se movió diagonalmente hacia arriba mientras que el la mano izquierda se unía a la otra muñeca para darle mayor empuje. Varias gotas de sangre le salpicaron a él y al suelo cuando cortó su carne con tal violencia
El Miburo rugió de dolor y tuvo que apoyar una rodilla en el suelo para no caerse. Entonces miró hacia arriba. Kojuurou había saltado alto y bajaba hacia el con total intención de clavarle en el suelo. Su mano se crispó en la empuñadura y como un resorte saltó usando el Gatotsu Sanshiki, el movimiento en el aire.
Resultado: otro baño de sangre, pero esta vez para el bando contrario. La katana se hundió profunda en el hombro derecho del mayor y la punta asomó por la espalda. Los dos cayeron al suelo y el capitán se apresuró a sacar su arma del enemigo para tenerle totalmente a su merced una vez que ya estaba desarmado
Se puso en pie, tambaleándose ligeramente y apoyó la punta de la hoja en el cuello del hombre en el suelo "Acabemos de una vez" Dijo con voz seca escupiendo a un lateral
"Espera... No le mates, Hajime. No se ha derramado suficiente sangre ya? --dijo Tokio acercándose a ellos dos. Antes de que ninguno pudiera decir nada continuó-- No es porque sea mi padre, lo sabéis los dos, pero he visto morir a demasiados hombres buenos en esta maldita guerra por culpa de estúpidos odios y sed de poder... Y no quiero ver más. Baja la espada, por favor" Le dijo poniendo sus manos sobre su zurda, que empuñaba el arma
Kojuurou miró a su hija con sus ojos marrones y sintió la hoja apartarse de su cuello lentamente. Le habían perdonado la vida
...He visto morir a demasiados hombres buenos en esta maldita guerra por culpa de estúpidos odios y sed de poder... Y no quiero ver más...
Saitou enfundó su katana de malas maneras "La próxima vez no tendrás tanta suerte" Le dijo con voz de acero dándose la vuelta. Tokio le tomó de un brazo y le susurró un lo siento seguido de un gracias
"Lo siento, pero me juré que no quedaría ningún Shinsengumi vivo!" Exclamó Takagi-san empuñando la nihontou con la izquierda. Antes de que Hajime pudiera siquiera darse la vuelta, la hoja hendió el aire.
Con un rasgado sonido el abrigo aguamarina con picos blancos se rajó por la espalda y cayó inerte en dos pedazos al suelo de tatami. El capitán sacó la espada dispuesto a acabarle cuando le detuvieron sus palabras
"Y ya lo he cumplido... Porque a parte de mi hija sólo veo a un profesor de kendo" El hombre se dejó caer hacia atrás de nuevo y sonrió contento como hacía nueve años que no estaba, sin importarle para nada que se estuviera desangrando por la terrible herida de su brazo. Lo más seguro era que no pudiera volver a empuñar la katana como lo hacía antes, pero eso tampoco le importaba ya, porque Tokio, una civil que se había visto obligada a convivir y a amar a dos bandos diferentes, le había abierto los ojos como su madre hizo una vez antes que ella.
Tokio sonrió ligeramente y miró al alto soldado a su lado "Será mejor que llame a un médico..."
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El 22 de septiembre Aizu se rindió al Gobierno Meiji y de ese modo todo el Japón quedó unificado bajo un mismo mando. A todo el mundo le extrañó que después de lo que había luchado por sus ideas Takagi Kojuurou, no aceptara el puesto de gobernador de la provincia de Aizu. A pesar de que le pidieron varias veces que lo hiciera, ya que necesitaban a un hombre fuerte y que conociera el terreno, el patriota se negó, no aceptando más que el puesto de consejero.
Nadie entendió su postura, pero tampoco lo hubieran hecho de haber conocido sus motivos. No comprenderían lo que sintió al escuchar las palabras de su hija. Le dijo "hombre bueno" a pesar de que hacía muchos años que había dejado de serlo. Cuando murió su esposa se rindió a lo fácil, la ira, el rencor, y se entregó por entero a su trabajo, dejando así de ser el hombre honorable y honrado que fue para convertirse en un político de lengua venenosa y actos innombrables
Escuchó en sus palabras la voz de todos los civiles del país, hartos de luchas y sangres, de muertes inútiles y de odios y rencores. Él había contribuido a crear todo aquello y la mejor forma de compensarles que se le ocurrió fue renunciar a lo que hacía años quería conseguir, de manera que a través de sus consejos pudiera ayudar a reconstruir el pueblo.
Si bien su carácter no cambió, ciertamente desechó la ira de su alma, con lo que la vida en su casa cambió sensiblemente. Aceptó la presencia del soldado en su casa, y accedió a sus deseos de matrimonio. Después de aquellos nueve años de gritos y golpes indiscriminados quería verla feliz...
Les cedió su casa en Kyoto, ciudad que sabía les gustaba a ambos, y usando algunos favores que le debían en aquella ciudad le proporcionó a su yerno varios años después un trabajo más acorde con su forma de pensar y de vivir que el de profesor de kendo: le metió en la policía, donde podría seguir impartiendo justicia y protegiendo a los ciudadanos de todos aquellos que quisieran hacer caer al nuevo régimen. Todo esto, claro, con la condición de que fueran a visitarles de vez en cuando a Aizu...
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Mail Nyaar
20-8-2000
N del A:
-- Este es el fin! Bueno! Qué esperábais? Después de todo, es una historia en plan Kenshin... ^__^ Ahora en serio, decidí este final porque desde el principio ella nunca se quiso ver envuelta en la guerra, ya lo dijo, quería ser una mujer normal con un marido e hijos. Tuvo que convivir con los dos frentes, primero matando Tokugawas y luego Meijis. Y creo que debía estar un poco harta de todo aquello, no?
En fin! Aquí se acaba mi aventura del fic histórico! Me hubiera gustado no tener tantas meteduras de pata, lo he hecho lo mejor que he podido, en serio... Perdonad por mi torpeza y mi incultura en muchos aspectos, pero por mucho que he buscado incluso en la biblioteca no he encontrado nada más que lo que hay aquí escrito.
Y bueno, eso ha sido todo! Gracias por aguantar hasta el final, espero no haberos aburrido demasiado y ya sabéis, si queréis lanzarme tomates o cualquier cosa, o si necesitáis alguna explicación adicional o qué se yo, me escribís y ya'stá. Sayônara!
AH! Se me olvidaba contaros el por qué de el título! La verdad es que es una parodia de una canción de Bon Jovi, Captain Crash & the Beauty Queen from Mars ^__^
