Capítulo 1: Soy Mamá.

Rei suspiró cuando los huevos se quemaron. Miró a sus hijos, Fuyumi, Natsuo y Touya la miraban expectantes, y sonrió resignada. La cocina seguía sin ser lo suyo, no en su antigua vida, y al parecer en ésta tampoco.

-Bueno, comeremos afuera.-aplaudió.

El día anterior se había desmayado mientras procesaba todos los recuerdos de la antigua Rei, pero ya lo había asimilado, y aprovechando que Enji estaba trabajando, aunque aún no sabía cómo, planearía cómo meter el temor de Dios en el cuerpo de ese gran bruto, sin caer en violencia doméstica de su parte.

Touya, Fuyumi y Natsuo celebraron.

-Voy por Shouto, y nos vamos.

Sonrió y caminó firme hasta la habitación de su bebé. Una sirvienta trató de detenerla, pero Rei le dio una mirada tan fría que la pobre mujer quedó tan congelada como si hubiese usado su poder. Pasó a su lado y hábilmente, con la experiencia que nunca se olvidaba, metió lo necesario en un bolso y le puso un mono blanco con nubes azules a su bebé, lo envolvió en una manta y volvió con sus otros tres niños.

-Vamos.-les dijo a sus hijos, que esperaban casi saltando sobre sí mismos.-Fuyumi, toma mi cartera.-le pidió a su niña.-Touya, ayúdame con el bolso de tu hermano-le pidió al mayor.

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Si Rei siempre tuvo un defecto enorme era que le encantaba gastar dinero. Era una suerte que su salario como heroína le hubiese dado para hacerlo y el salario de Enji también. Sonrió viendo a sus hijos untarse en los waffles, mientras cortaba pedacitos pequeños para darle de probar a Shouto, que estaba muy feliz metiendo sus manos en el sirope de maple. Cuando terminó el desayuno, con sus hijos en un subidón de azúcar, Shouto y Natsuo incluidos, se aseguró de limpiarles la cara y las manos antes de tomar un taxi rumbo a su siguiente destino: el centro comercial.

Fue directo a una tienda de niños, más concretamente a una tienda de carriolas. Necesitaba una doble para Shouto y Natsuo. Shouto solo tenía un año, Natsuo tenía tres años y aun podía meterlo en un cochecito para tener más control. Touya con ocho y Fuyumi con siete ya eran muy grandes para que funcionara la idea de meterlos en un cochecito, pero podía salirse con la suya con un par de correas anti perdida para niños.

Con un plan en mente, avanzó valientemente, encantada con todo lo que veía. Terminó comprando un cochecito doble, rojo y azul, que insistió en que le montaran ahí mismo para meter a Natsuo y a Shouto. Su bebé era un amor y no dio ni una sola queja, Natsuo estaba emocionado, echándose para adelante en la carriola, tratando de ver todo.

Luego fue turno de las pulseras de seguridad. Fuyumi y Touya tuvieron un momento tenso que casi llego a las lágrimas para decidir cuál querían, pues Fuyumi votaba por una rosa y Touya por una azul, pero al final se arreglaron con una plateada que le gusto a ambos. Sin miramientos se puso la pulsera en su mano izquierda y las otras dos, una en cada mano de sus hijos mayores. Cuando los niños notaron que la correa en sus pulseras no les permitía alejarse mucho de su mamá, se vieron profundamente traicionados, arrancando risas de Rei.

Luego se dio el lujo de ir a las tiendas de ropa. Como la Rei original de este mundo era una ama de casa no tenía ingresos propios, pero tenía una tarjeta de crédito dada por Enji que no se tentó el corazón a la hora de usar, y encontró razonable gastar cinco mil dólares en un día, aunque se contuvo comprando para no abusar. Cuando tuviera su propio sueldo de heroína podría comprar tanto como quisiera, pero hasta entonces era un poco desvergonzado abusar solo del salario de Enji.

Volvió a casa en un taxi cargada de compras y muy feliz. Enji la estaba esperando y se veía tenso como las cuerdas de un violín. La niñera le había avisado cuando Rei desapareció con los cuatro niños, su frente se fruncía y Rei lo encontró encantador. Tan tenso como siempre, su gran bruto. Sonrió tranquilamente mientras el taxista ayudaba a bajar los paquetes, abrió tranquilamente el cochecito, ignorando a su marido, mientras metía a Natsuo y a Shouto en el cochecito, y suspiró al ver a Touya y Fuyumi, que se veían tensos y algo asustados mientras tomaban un par de las bolsas más pequeñas y ligeras.

Tenía que cambiar eso, sus hijos no podían tener miedo de su padre.

-¿Te vas a quedar ahí parado como un poste o nos ayudaras con las bolsas? -le preguntó sin molestarse en voltear a mirarlo mientras comenzaba a tomar bolsas y las enganchaba en el cochecito para hacerlo más fácil.

Escuchó su gruñido y casi se le escapa la risa. Seguía siendo tan fácil molestar a esa bola de fuego con la que se casó. Se volteó resueltamente y le puso varias bolsas encima, aunque fue más como que lo enterró entre ellas: su marido era grande, podía con eso.

-Estamos en público.-le recordó con una sonrisa descarada, mientras empujaba el cochecito. Agradeció al taxista y le pagó mientras un Enji tenso entraba con la multitud de bolsas y las dejaba en el recibidor, algo extrañado. Rei nunca había salido a una juerga de compra semejante y nunca le había contestado. Su esposa era demasiado tímida.

-Voy a llevar a Shouto a dormir la siesta en su cuna, Natsuo también necesita una. Lleva a Touya y a Fujimi a cambiarse y luego pueden ver la televisión, una vez eso esté listo podemos hablar.-le indicó Rei. No le pregunto, no le pidió su opinión, solo le dijo como serían las cosas: a su esposo no podían dársele muchas opciones o se ponía bruto.

Enji casi estallo al ser ordenado como un niño más, pero en la habitación la temperatura cayo varios grados enviando escalofríos en todos.

-Ahora, Enji.-le sonrió con una sonrisa engañosamente dulce.

Enji se mordió el labio y con una mano en la espalda de cada uno de sus dos hijos mayores los empujó hacia su habitación para que se cambiaran. Tranquilamente, Rei cambio a Natsuo y a Shouto y luego los acostó en la misma cuna para que durmieran la siesta. Natsuo se enroscó alrededor de Shouto y Rei besó sus frentes con amor. Cuando salió vio que Touya y Fuyumi estaban sentados frente al televisor, mirando hacia ella, dudosos. Rei les sonrió a ambos.

-Bueno, dirige el camino.-le dijo a Enji, luego de acercarse a besar a sus dos hijos.- ¿Tu oficina o el gimnasio?-le preguntó provocativa. Podían hablar o podían pelearse, como él quisiera.

Enji caminó tensamente hacia su oficina, lejos de los niños, y nada más entrar se volvió hacia Rei con el entrecejo fruncido.

-¿Qué demonios estás haciendo?

-¿Yendo de compras con mis hijos?-preguntó sarcásticamente, sentándose en el sofá de la oficina de su esposo.

-Quedamos en que mantendríamos a Shouto separado de sus hermanos… ¡demonios, Touya casi lo quemo…

-Celos de niños.-le quitó importancia.- Shouto esta perfectamente y estaban bajo mi supervisión. Son hermanos, tienen que aprender a llevarse bien y confiar uno en el otro. Mucha culpa de los celos de Touya recae en tus hombros. Entiendo que te preocupas por nuestro hijo mayor, pero tu forma de demostrarlo apesta, solo lo haces sentir desplazado. Y ni siquiera voy a comenzar con lo desatendido que eres con Natsuo y Fuyumi.-le dijo con firmeza, levantándose sin miedo y parándose frente a su marido.-Tú decidiste, no yo, y tengo una mala noticia para ti: no estoy de acuerdo. No voy a renunciar a ninguno de mis hijos. Te quiero a mi lado, Enji.-dijo extendiendo su mano y poniéndola en la nunca de ese gran bruto, obligándolo a inclinarse hasta que sus frentes estuvieron juntas-Te amo y no quiero perderte. Por amor estuve dispuesta a hacer las cosas a tu modo, pero no funciona. No funciona para los niños, no funciona para mí y no funciona para ti. Voy a arreglar a nuestra familia, a mis hijos, y puedes estar a mi lado y hacerlo conmigo, o podemos pelearnos hasta el fin del mundo porque ni tu ni nadie me quitará a uno solo de mis bebés, ¿lo entiendes?

Su voz era firme cuando lo miró a los ojos y Enji Todoroki por primera vez en su vida quedo desconcertado. No sabía, nunca supo que Rei podría ser tan firme, que podría ser algo más que tímida. Se preguntó quién era esta mujer, a quien realmente no conocía. ¿Por cuánto tiempo Rei escondió esta parte de ella?

-No entiendes, Shouto tiene que…

-Shouto no eres tú, y tu pelea con All Might no es su problema. ¡Demonios, -lo soltó- All MIght ni te ubica, supéralo! Eres el número dos, no es el fin del mundo. Si algún día uno de nuestros hijos llega a la cima, genial, pero lo harán por ellos, no por ti. No vas a vivir tu vida a través de ellos, no es su obligación cumplir tus metas.

Las palabras fueron tan duras y directas que el fuego de Enji se encendió en contra de su voluntad. No pretendía asustar a Rei y sabía que su fuego la asustaba, por eso lo evitaba frente a ella, pero no pudo controlarlo en ese momento. Pero ella no se asustó, su esposa le dio una sonrisa torcida mientras el hielo cubría sus manos como guantes y en su cuerpo se formaba un traje corto de hielo, escarcha cayendo a su alrededor.

-No te pongas contra mí, Enji Todoroki.-le advirtió.-Siempre he estado bien con ser simplemente tu esposa, pero hay mucho más en mi de lo que puedes imaginarte.

Enji se obligó a calmarse. Le gustaba Rei, realmente lo hacía, y le tenía cariño a su esposa. Sus llamas se calmaron lentamente y el hielo y la escarcha también retrocedieron.

-No lo entiendes, Touya no puede ser un héroe, su fuego…

-Estuve ahí, se lo que dijo el médico. Nuestro hijo tiene mi resistencia al hielo pero tu poder de fuego. Un error de la genética, su cuerpo se preparó para mi don pero obtuvo el tuyo. Eso no significa que no pueda ser un héroe, simplemente significa que no puede ser un héroe como tú. Aun así él puede tener su propio camino, así que no lo puedes descartar solo porque te preocupas por él, lo estás lastimando… y se cuánto amas a Touya.-le dijo más suavemente, extendiendo de nuevo sus manos hacia el rostro de Enji.- Te amo, eres un gran héroe y un gran hombre, pero apestas como padre… y yo no he sido mejor madre, he sido demasiado débil, pero estamos a tiempo. Ambos estamos a tiempo de aprender a como ser mejores padres para nuestro hijo. Hazlo conmigo, Enji…-le suplicó, tomando su rostro y besando sus labios.-no me hagas elegir, porque entre tú y mis hijos, tú vas a perder.-le susurró con pesar, envolviendo sus brazos en él y enterrando su rostro en su pecho. Siempre le gusto lo grande que era su marido en comparación con ella, pero ella sabía que ese gran bruto era un blandengue en el interior.

Ella siempre fue la dura entre los dos.

Enji se quedó inmóvil, tenso entre sus brazos, hasta que finalmente luego de un par de minutos, cuando estaba a punto de renunciar, sus brazos se movieron, envolviéndola.

Rei sonrió suavemente. Enji seguía siendo su gran bruto.