Prólogo

Oscuridad y soledad.

Era todo por lo que Sasuke vivió rodeado. Incluso desde antes de siquiera poder notarlo.

La vida parecía en calma.

Su niñez era idónea.

Sin embargo, conspiraciones y caminos equivocados hicieron que la muerte llegara a su familia. Su hermano se había vuelto un traidor y un asesino. Volvió la espalda a su familia, a su clan, y lo abandonó como único sobreviviente en la aldea de la hoja… Desapareciendo sin dejar rastro.

El odio se volvió en la energía que necesitaba para avanzar, la venganza mantenía a su objetivo en la mira. Pronto fue consciente de que aquel camino, lleno de traumas y pesadillas, era una carga que debía transportar, a cuestas, por su propia cuenta. Amigos que lo apreciaban, maestros que intentaron apartarlo de las garras de la oscuridad… todos dejados atrás.

Se volvió un paria.

Un desertor.

Alguien sin ética y moral, dispuesto a hacer lo que fuera necesario.

Y así vagó…durante años.

El vacío creció, alimentado por logros que poco hacían para aliviar el dolor y la desesperanza. La desconfianza era su mejor aliada.

Se volvió fuerte y poderoso.

Nada se interpuso hasta lograr su cometido. Sus manos estaban bañadas con la sangre de sus enemigos. Se había vuelto un alma quebrantada, encadenada al pasado. Y todo ¿para qué?

Una vez cumplido su objetivo, la verdad había salido a la superficie, cambiando el odio por la vergüenza, aumentando la grieta en su interior y un vacío que lo consumía cada vez más.

No tenía un hogar, ni un futuro por el cual luchar.

Sabía que lo recibirían y aunque costara, lo perdonarían. Pero ya bastante daño había hecho como para siquiera intentar volver.

Era un ser perdido en la inmensidad del mundo shinobi.

Vagó por años, conociendo lugares nuevos, ayudando a reconstruir lo dejado por la guerra…Todo un llanero solitario a disposición de quienes lo necesitaran. Hasta que en una de esas noches, se alojó en el interior oscuro de una cueva. Sin esperarlo, un fuerte resplandor apareció frente a él, dejando a su disposición la imagen del otro lado, un nuevo mundo.

Un nuevo mundo para reescribirse a sí mismo.

Un mundo lleno de oportunidades.

Y así, sin más, cruzó el portal.