Los personajes de Fuego y Sangre pertenecen a George R.R. Martin. Hago uso de sus personajes con fines de entretenimiento.
N/A: Si estuviera disponible la categoría de House Of The Dragon TV lo publicaría ahí, pero esto sigue un poco más a la línea temporal mostrada en los últimos capítulos. Con Jacaerys siendo similar de edad con Aemond y teniendo una diferencia entre dos a tres años con Helaena. Este es un fic escrito por el cariño que le tuve en esa última cena con Viserys y porque estoy emocionada con el crack shipp de Jacaerys/Helaena tras su escena del baile.
Obviamente hay mucha divergencia del canon y los personajes se pueden mostrar OOC.
Ella evita soltar un grito cuando es acorralada contra el estante de la biblioteca. Observa como los libros pesados y antiguos se tambalean, pero ninguna llega a tocar el suelo. Él coloca un dedo sobre sus labios, pidiéndole que guarde silencio. Ella asiente y trata de no mirar por sobre el hombro de él.
Él es más alto desde la última vez que lo vio, su cuerpo cubre el suyo y ella siente un cosquilleo que recorre su cuerpo al tenerlo tan cerca. Las voces de los intrusos dejan de escucharse, el sonido de las cadenas desaparece y se escucha que la puerta se ha vuelto a cerrar. Quiere decirle que es seguro que se separen, pero él no se mueve, se mantienen en la misma posición.
Sus ojos violetas se encuentran con los marrones de él, hay un brillo en su mirada que la hace voltear la cabeza hacia un lado, sus mejillas se sienten calientes y se da cuenta que ha contenido la respiración. Sus dedos se colocan sobre sus mejillas y cierra los ojos al sentir como él las acaricia. El toque es suave, cuidadoso, y le gusta mucho la sensación de sus caricias. Internamente sostiene su labio inferior con sus dientes, tratando de evitar que salga un quejido de sus labios. Sus manos se sienten inquietas y comienzan a sentirse sudorosas.
El tiempo continúa pasando, pero él no hace ningún otro movimiento. Las caricias en sus mejillas no han cesado. ¿Se ha dado cuenta de la posición incómoda en la que están? No, para ella no es incómoda, pero si alguien los descubriera no dudarían en correr a decirle a su madre. Suavemente, él toma su mentón y sus miradas se vuelven a encontrar.
La biblioteca de la Fortaleza Roja fue su lugar de reunión secreto años atrás, antes de que se fueran a vivir a Rocadragón. Nadie se enteró que, por las noches, antes de cenar con su madre y hermanos en sus aposentos, solía reunirse con el primogénito de su hermana mayor. Su madre había prohibido que compartiera el tiempo con ellos, a menos que fuera durante sus lecciones de Alto Valyrio, aun en aquellos momentos eran vigilados por la guardia real. En especial de Ser Criston Cole. Él no dudaría en decirle a su madre.
Cada vez que sus hermanos contaron a su madre de alguna travesura realizada en compañía de sus sobrinos y sonreían, su madre no dudaba en tomarlos de las mejillas y recordarles que eran peligrosos, que a la primera oportunidad los matarían a todos, que eran unos bastardos y no podían ensuciarse con ellos. Ella no compartió la misma opinión, aunque la reservó para sí misma.
Los recuerdos que tiene de sus sobrinos es que son traviesos, educados y que no dudaron en obedecer a su madre. Con el paso de los años, sus hermanos fueron volviéndose distantes, Aegon comenzó a volverse cruel y vivía de la bebida; Aemond se distanciaba más y más, entrenando día y noche. Aegon, sin motivo alguno, solía empujarla por los pasillos, estirar de las trenzas de su cabello e incluso se reía cuando asesinaba a sus insectos, también solía tomar sus libros y arrancar sus notas. Su madre lo justificó diciendo que estaba borracho.
Durante el día, asistía a sus lecciones y se comportaba como una dama, su madre le daba lecciones de cómo debía de ser la conducta correcta de una reina, no le gustó cuando soñó con una corona en su cabeza. Sus sueños se volvían más oscuros y ella se permitió llorar en la soledad de los pasillos de la biblioteca. Era un lugar en el que nadie la buscaba, nadie se interesaba lo suficiente por ella, sus doncellas la evitaban si podían, asustadas de siempre verla hablando sola.
Hasta que un día, Jacaerys Velaryon se sentó al lado de ella y sin decir palabra le ofreció su hombro.
Tuvo sus dudas de aceptar su cercanía, era una oportunidad para que él pudiera lastimarla como decía su madre, pero no lo hizo. Rechazó llorar frente a él aquella noche, pero poco a poco él se volvió su persona favorita de confianza. Él le prestaba atención, la escuchaba y no la interrumpió, tampoco la juzgaba. Él empezó a preguntar con el paso de las noches sobre sus sueños, curioso de saber qué es lo que le decían sus insectos.
Se contaron lo que les gustaba y les desagrada, se prometieron que un día volarán a lomos de su dragón. Dreamfyre y Vermax.
En pequeños cofres, llevaba consigo insectos y se los regalaba, preguntando si le gustaban, ella asentía y los tomaba entre sus manos, acariciándolos con sus dedos, sintiendo el cosquilleo de estos. Aprendió a sonreír con más frecuencia a su lado. Él comenzó a ser más honesto, le contó sobre su madre, su padre y hermanos, le habló sobre sus temores y que temía que su madre se enfermara por todos los rumores que corrían sobre ellos.
Aunque más de una vez las palabras casi escaparon de sus labios, nunca las dijo. No quería perderlo por una palabra mal pronunciada. Antes de despedirse, él siempre le decía que era un secreto lo que se contaban esa noche y ella asentía con emoción. Nadie los iba a descubrir, estaban a salvo el uno con el otro.
Hasta que un día se fueron.
Ese día caminaba al lado de su madre y Ser Criston Cole, cuando escuchó a un par de criadas que habían limpiado las habitaciones de la princesa Rhaenyra, ella detuvo su caminata y comenzó a correr para llegar al puerto, escuchó a sus espaldas gritar su nombre y ordenando que se detuviera, no la obedeció y siguió corriendo.
No sirvió de nada que corriera porque llegó demasiado tarde. El barco ya había zarpado y pude ver que los dragones volaban en el cielo. Algo dentro de ella se rompió, pero no iba a llorar, no podía hacerlo porque atrajo la atención de las personas que fueron a despedir a su hermana. Su padre se había levantado de la cama para despedirlos y a su lado su abuelo lo acompañaba. Ser Criston Cole llegó a su lado y la escoltó de regreso a su madre.
En las últimas noches no había podido reunirse con Jacaerys, y no se pudieron despedir.
Visitó la biblioteca cientos de noches, esperando un día verlo ahí, con un cofre, un libro, comida, lo que fuera, pero no ocurrió. Y ella volvió a ser la misma persona rara, extraña que había sido antes de pasar las noches con él. Solo los recuerdos quedaron, volar con Dreamfyre no era lo mismo, solo a lomos de su dragón se permitió llorar.
Las cartas que escribió nunca fueron enviadas, ya que era demasiado peligroso, sobre todo ahora que su madre y abuelo comenzaban a tomar más decisiones que el mismo rey, no confiaba en los maestres ni en nadie. Ni siquiera en sus propios hermanos.
Hasta esa noche.
Su padre estaba demasiado enfermo, no se levantaba de la cama y comía muy poco, había suplicado a su madre en lágrimas que quería ver a su única hija y nietos. Su madre lo consoló y los cuervos fueron enviados y regresaron con una respuesta.
—Ahora que vuelve Rhaenyra, podemos anunciar el compromiso de Aegon y Helaena, mi amor —Escuchó que su madre le decía a su padre. No conocía el motivo, pero era como si su padre supiera de sus sentimientos y que no deseaba ser desposada con su hermano Aegon.
—Alicent, son niños —respondió él.
—Ya es una mujer, mi amor. Lo has postergado demasiado tiempo, podemos hacer el anuncio —No recibió respuesta, seguramente se quedó dormido.
La tradición era recibir a los invitados al momento de su llegada, pero fueron llamados a la habitación de su madre y a mantenerse ahí. Hasta que Daemon se aburrió y se fue a entrenar y su madre se fue a cumplir sus deberes de reina. No deseaba quedarse con Aegon, así que siguió a Aemond, pero su hermano mayor cerró la puerta antes de poder escapar.
—Nos vamos a casar —Ella frunció el ceño y lo negó—. Madre ya lo dijo, estoy ansioso de poner un bebé en ti. Te vas a comportar para que no sea otro niño raro como tú —Su mano se presionó sobre sus mejillas, causándole dolor antes de besarla por la fuerza, luego de soltarla se burló de ella.
En todos los años que pasaron, a la misma hora, en el mismo lugar, cada noche visitó la biblioteca. Camino dudosa, no queriendo que el sonido de sus pasos la delatara. No había sonreído en años, pero quiso hacerlo cuando vio la figura de Jacaerys Velaryon esperándola.
—Seis años —Fue lo primero que dijo. Su sonrisa era bonita, tuvo que admitirse—, seis años pidiéndole a los dioses que me trajeran de nuevo a este lugar.
—Son crueles si te hicieron esperar tanto —respondió—. Nunca escribiste —Era una recriminación absurda, sabiendo la situación de sus familias.
—Lo sé, las escribí, pero si las enviaba, nunca iban a llegar a tus manos —Él dio dos pasos, intentando acercarse a ella—. Aegon me contó que están comprometidos, que se casarán en menos de una luna —Levantó la mirada al escuchar el tono de su voz, no era el mismo que hace unos momentos. Estaba molesto.
—Madre lo desea.
—Debes de estar muy unida a tus hermanos ahora —El tono de enojo ahí seguía. Ella sintió una pequeña emoción.
—Sí —mintió.
—Helaena, yo… —No se percataron de que otras personas se encontraban en la biblioteca y ahora escuchaban los pasos de que alguien estaba cerca de ellos. Si los descubren, estaba segura de que no dudarían en ir a contarle a su madre.
Jacaerys la tomó de su mano y la protegió con su cuerpo, escondiéndose en una esquina. ¿Eran los maestres los que estaban ahí? ¿O el guardia de su madre? ¿Era la intención de espiarlos o porque necesitaban de algún libro que se ubicaba en ese pasillo?
Se quedaron así, hasta que los pasos desaparecieron y la puerta fue cerrada.
—No he podido ver al rey —él susurró, como si alguien más estuviera con ellos—, pero le he pedido a mi madre que hable en mi nombre y pida tu mano. Quiero que seas mi esposa —sus manos se mantuvieron en sus mejillas y sus narices se tocaron. Helaena colocó sus manos sobre sus brazos. Su corazón se aceleró al escuchar lo que había pedido.
—¿Por qué? ¿Por qué quieres casarte con un fenómeno como yo?
La reacción de él fue fruncir el ceño ante sus palabras y ella bajó la mirada hacia el suelo, un poco avergonzada. Sus pensamientos se desvanecieron al observar sus pies, eran más grandes que los de ella. ¿Los dedos de sus manos también eran más grandes? ¿Cómo sería juntar ambas manos con los dedos extendidos y luego cerrarlos? Le gustó pensar cómo sería sostener su mano y no soltarla.
Abrió los ojos sorprendida cuando sintió los labios de Jacaerys en su mejilla. Sus labios se mantuvieron ahí durante un buen tiempo, suspiro. Pudo ver una sonrisa en su rostro antes de que labios se movieran a su frente y dejó dos besos ahí. Le dio otro beso en su nariz.
El deseo de su corazón en esos momentos era que él la besara en sus labios, no quería compararlo, pero esperaba que fuera más dulce y no cruel como su hermano. Ella se inclinó hacia adelante y finalmente sus labios se unieron. Se quedaron quietos durante unos momentos, acostumbrándose a esta nueva cercanía. Las manos de Jacaerys no dejaron de sostener sus mejillas y sus labios se movieron, pidiendo permiso.
Ella lo aceptó y abrió sus labios. El beso fue suave, no exigente. Retiró sus manos de donde se sostenía y las puso encima de las suyas. Cumpliendo con lo que quería.
Había deseado durante todos esos años volver a verlo. Hablando con sus insectos y contándoles cuanto lo extrañaba, que lo necesitaba. Rezaba en el árbol de dioses, suplicando por su regreso, a los siete pidiendo que estuviera bien de salud y que no tardará mucho. Hubo días en que tuvo la desesperación de querer tomar a Dreamfyre y volar a Rocadragón para verlo, ya inventaría alguna excusa para explicar su estancia. Nunca fue lo suficiente valiente para desobedecer a su madre y cometer locuras.
Y ahora él había regresado y la estaba besando en su lugar favorito. Le admitió que quería casarse con ella y pidió permiso al rey para que pudieran casarse.
Parece un sueño, un sueño del que no desea despertar. Cuando el beso terminó, él susurró:
—No quiero volver a separarme de ti, Helaena.
