Sakura:

–¿Segura que estarás bien?– Repitió el hombre entregándome las llaves.

–Por supuesto que si– Respondí por séptima vez. Mis padre me habían "comprado"una antigua mansión luego de que declarara que no me iba a casar. Madre había estado frustrada su única hija tenía una personalidad tan apática que había alejado a todos sus pretendientes.

–"Ya verás Sakura, ser una solterona no te ayudará en nada!"– Replicó el señor Haruno al enterarse.

—"Ay mi hija. ¡Pobre de ella, mi bebé! Me muero, me muero"- Lloriqueaba Mebuki Haruno abrazada a su marido.

–Iras a la mansión del bosque everfree. Verás que volverás al día siguiente, rogando por mi perdón. vivirás allí sola y sin compañía. Verás lo que es la vida de una solterona."

Pobres idiotas...

Me habían dado justo lo que quería. Una mansión oscura, vieja y deshabitada. A mi una antisocial.

El hombre me dio las llaves de la mansión y se fue huyendo de ese lugar. Cobarde. Empecé a caminar directamente hacia la puerta. Abrí aquel portón con ese bello diseño. Si la mansión fuera de un hermoso color blanco con esta puerta de color del oro podría compararse a la de los Uzumaki.

Al abrir aquella puerta de mármol negro salieron volando varias mariposas blancas. Era taaan grande.

–Wow. Tan encantador. Para ser una mansión abandonada está muy bien cuidada. Ni un poco de polvo.– Comente mientras pasaba mi dedo por un mesón que contenía retratos.

—Que hermosos.– Pose mis dedos en el rostro del que parecía mas joven. Fije mi vista en los demás.–La belleza fue heredada de la madre–Comente algo ida. Pues como no estarlo estás personas eran muy apuestas. El de cabellera larga azabache y con esas líneas de expresión en su rostro daba un aire de sabiduría. El padre de cabellera marrón era un hombre recto y serio. La mujer se vía seria pero aquella mano que posaba en el hombro del más joven daba a entender cariño maternal. El más joven tan lindo. Ojos negros y profundos, cabellera azabache y en punta, piel blanca como la leche junto a un rostro fino.

Sentí que algo me estaba mirando y me volteé atemorizada.

–¡Ah!– Exclamé cuando sentí que algo me había rasguñado mi pierna. Era un gato de ojos rojos. Pero esté, era un gato grande y peludo.–Shu, shuu– Decía mientras le quitaba mi falda a aquel felino.

El gran gato me miró condescendiente y maulló. Luego me paso por el lado haciéndome resbalar y caer en mi trasero.

Paff

Luego escuché una risilla. Nada no había nada.

Me levante sacudiendo mi vestido en el proceso. Subí las escaleras sintiendo las miradas en mi nuca. Podía ver pequeñas mariposas volando de aquí allá, al gato atemorizando otras mariposas. Un cuervo que había estado observándome desde hace rato desde arriba de la escalera. Y esa águila de mirada penetrante que me encontré al entrar a la primera habitación.

El águila me miró justo como el gato. Yo estaba totalmente cansada como para pensar en lo que hacía así que simplemente abrí mi bocota. Aquella que utilice para alejarlos a todos de mi lado.

–Alejaos de mí, vil águila. Dejadme descansar en esta cama de algodón en paz.– El águila me escucho pero solo se hizo a un lado. Cómo diciéndome "duerme conmigo". Acepte, no iba a pelear con el animal peligroso. Me acosté a su lado con vestido azul desparramado en la cama.

Luego procedí a cerrar mis ojos.

Sasuke:

Me asegure de que la mujer estuviera completamente dormida para por fin dejar la transformación.

Ser águila, la única forma en la que puedo sentir y tocar. Los Uchihas tenemos la maldición de ser fantasmas. No sabemos cómo ocurrió solo que la madre naturaleza en vez de darnos chakra como a los Uzumaki nos dio esta maldición.

Pero siguiendo con el tema de la mujer que se encontraba en mi cama. Bella pero irrespetuosa es lo único en lo que puedo pensar.

Madre, Padre, Itachi y abuelo Madara habían entrado igual.

–Mírala, tan hermosa.– Comentó mi madre.

–Hija de Kizashi Haruno. Podría reconocer ese cabello donde sea

–Es una persona carismática puedo decir por lo poco que he visto de ella– Dedujo mi hermano Itachi.

– Es una mujer pretenciosa, me gusta molestarlas.

Mire de mal modo a mi abuelo. Por accidente mi mano llego a la mejilla de la mujer y pude sentirla. ¡En mi forma fantasma pude sentirla!

Mi familia estaban impresionados, cada uno toco la mejilla o mano de la chica dándose cuenta de que podían sentirla.

–Frío–Murmuró la mujercita al sentir el toque de los Uchiha.

– Haremos que se quede– Dije yo llamando la atención de los demás.–Siempre he querido... sentir. Ella me hace sentir. La quiero.

–Sasuke, tarde o temprano se tendrá que ir...–Explicó mi madre preocupada.

–¡Yo la quiero ahora! ¡La quiero, la quiero!– Grite haciendo que mi voz se distorsionara.

Siempre me habían dado lo que quería. Quería un microoscopio lo tendría. Quería cenar pavo, eso sería lo que cenaría. Atención la tenía. Un sirviente me miraba mal y lo desaparecían. Me sorprende el hecho de que madre se haya puesto a pensar en este momento.

–¡Sasuke! No me pongas en esta situación.

El abuelo Madara reía y puso su mano en mi cabello.

–Dejadle a la muchacha.

–¡Pero abuelo!– Exclamó Itachi que compartía la misma opinión de mi madre.

–¡PERO! ¡¿ACASO ESCUCHÉ UN PERO!?–Grito mi abuelo enojado. El odiaba que lo contradijeran y mas si era en contra de su nieto preferido – Sasuke acércate a la muchacha y bésala en los labios. Luego procederás a ponerle este anillo. Será tuya para siempre.

–Sasuke no lo hagas. Ella tiene el derecho de elegir–Abogó mi padre. No hice caso.

Me acerqué a la cama y bese los labios de la mujer. Cálidos y suaves. Al separar mis labios ella dio un suspiro. Tome el anillo de Madara y lo puse en su dedo anular.

el anillo brillo y se enganchó a su dedo . Haciendo que la chica botara un punto de sangre. La cual se convirtió en el rubí que adornaba la sortija.

La mujer ahora me pertenecia...

Continuara.