Capítulo 2

Aemond casi ronroneo, pero a pesar de sus ganas de saltar sobre la hermosa joya tan necesitada ante él, se movió lentamente. La dragona era una amenaza muy real, sobre todo en ese modo mamá dragona en que estaba con el omega. Ohh su Vhagar era más fuerte que Arrax cualquier día pero en este preciso momento lo último en la mente de Aemond era pelear, ya no quería ni el ojo, ni la vida de este precioso sobrino Fuerte, no ahora lo que quería era su cuerpo completo.

Por una vez en su vida, la vida le estaba sonriendo poniendo en bandeja de plata el verdadero premio mayor por el que todo Westeros y las ciudades libres matarían, el feo trono de hierro no era nada, solo un burdo premio de consolación, comparado al descubrimiento de un omega, un omega puro una vez más caminando por el mundo. Su par de apestosos hermanos mayores podían seguir peleando por la silla fea e incómoda, él prefería quedarse con este premio… y la mejor parte… no tuvo que hacer nada por él, la propia dragona del niño se lo estaba ofreciendo como un tributo casi.

Aemond no pudo controlar la sonrisa burlona, mientras se arrodillaba en el suelo y extendía su mano. Si el olor había sido celestial nada lo preparó para tocar la piel del omega. Lucerys cerró los ojos con abandono y total confianza mientras acurrucaba su mejilla contra su palma abierta, olfateando cerca de su muñeca uno de los puntos donde el olor alfa era más fuerte. Al omega pareció gustarle el olor por que gimió con una voz dulce, que envió escalofríos por todo Aemond. Hasta ese momento no pensó que pudiera estar más duro dentro de sus pantalones pero ese gemido del omega le demostró lo equivocado que estaba, si podía ponerse más duro.

Nunca se había dado cuenta de lo suave que era la piel de Lucerys. El omega abrió de nuevo esos ojos castaños y grande mirándolo con tanto anhelo que Aemond no pudo más que tragar saliva fuertemente.

-¡Alfa!-Era la primera palabra que decía el adolescente más allá de los gemidos y ronroneos y dios… esa voz ni siquiera era humana, esa voz suave era todo lo que estaba bien en el mundo y más.

-¡Omega!-le respondió con su voz sorprendiéndose un poco de lo ronca que sonaba, dándose cuenta que en realidad no tenía a su alfa tan controlado como le gustaba presumir. Que decirse a sí mismo que controlaba a su alfa… en ese momento no era más que una vil mentira. Fue recompensado con la sonrisa dulce y necesitada del más joven.

-¡Alfa!-Repitió Lucerys llamándolo. Oh cielos Lucerys estaba siendo tan bueno, tan manso en ese momento que Aemond no se pudo resistir a recompensarlo. Se inclinó sobre el cuerpo más pequeño y sosteniendo la pequeña barbilla reclamó esos labios carnosos que lo estaban tentando. Y la forma en que Lucerys respondió tan ansioso y tan torpe, abriendo la boca para él y sacando su pequeña lengua rosada fue simplemente perfecta. Aemond recompensó a su buen y pequeño omega, profundizando el beso, asaltando sin piedad la calidad boca de su fuerte sobrino.

El olor, oh cielos, cuando el beso se profundiza el olor de Lucerys se incrementó, toda la cueva ahora olía a una mezcla de miel quemada y sándalo porque aunque Aemond no era consciente en ese momento su olor salía en respuesta al del más joven. Los dos muy envueltos no notaban que estaban apestando toda la cueva pero Arrax y Vhagar si.

Considerando a su joven jinete seguro con el alfa que olía a familia, Arrax se levantó empujando a los dos, mientras salía muy digna de la cueva. La dragona se acerco hacia donde Vhagar se había tendido bajo la lluvia en la arena y se tendió al lado del gran dragón complacida cuando una de las enormes alas de Vhagar la cubrió de la molesta lluvia.

Aemond solo registro por un momento la salida de la dragona, una parte muy pequeña y aun racional de él pensó fugazmente que era bueno que hubiera salido, lo que le haría a su sobrino era algo bastante privado, aunque otra parte, una más grande y salvaje no le importaba sinceramente se cogería a este pequeño omega incluso sobre los mismos malditos dragones mientras cabalgaban en el cielo, el omega era suyo.

Las pequeñas manos de Lucerys eran torpes pero insistentes mientras tiraban de la ropa del rubio más alto queriéndola arrancar. Aemond olvido de inmediato a los dos dragones mientras complacía al omega, quitándose primero su capa que extendió en el suelo y luego su camisa, las manos de Lucerys no eran tímidas mientras tocaban su pecho y su abdomen sintiendo los músculos del alfa antes de ronronear satisfecho por lo que encontraba. Aemond fue aun mas rapido para quitar las prendas superiores del más joven, Lucerys no eran tan fuerte y tan duro como él, era en realidad suave, delgado y flexible y eso lo hacía perfecto, su piel inmaculada y sin mancha.

-¡Tío por favor!-el omega casi lloriqueo de necesidad. Una parte muy mínima de Lucerys sabía que este alfa era su tío, otra parte de él, esa parte que le hacía sentir que estaba aún más caliente que los fuegos de su dragón y que moriría si no calmaba ese fuego, solo sabia que este era SU alfa.

-Shhh pequeño te daré lo que quieres, se bueno para mi, Luce sube tus caderas-le susurro al oído. El pequeño fue tan obediente y sumiso cuando le obedeció facilitando el quitarle las prendas inferiores. Y puede que Aemond solo tuviera un ojo pero fue más que suficiente para devorar todo ese perfecto cuerpo ahora frente a él, empujó suavemente al chico sobre su capa mojada en el suelo y aprecio la vista de ese cuerpo completamente desnudo ante él. Era simplemente perfecto. Las manos de Lucerys se extendieron hacia él en una muda invitación que el platinado definitivamente no iba a rechazar. Se quitó sus calzas torpe pero rápidamente pateándolas a un lado y uniéndose pronto a él.

-¡Tío me duele!-lloriqueo el omega con los ojos brillantes.

-¿Donde mi hermoso y fuerte Luce dónde te duele?-le pregunto acariciando su mejilla.

-Mi vientre, siento que me estoy quemando tío Aemond-sollozo arañando los brazos de Aemond cuando se aferro a él.

-Entonces déjame apagar tu fuego pequeño Luce-le dijo Aemond besando sus labios, antes de bajar a ese cuello perfecto y blanco que lo tentaba como nada lo había tentado antes en su vida, mientras sus colmillos crecían queriendo morder, pero aun no, aun no era el momento, para evitar la tentación siguiendo descendiendo, besando el pecho plano dejando marcas de chupones en el, los pezones de Luce estaban erguidos tal vez por el frío o tal vez por la excitación, pero un pensamiento fugaz por la mente febril de Aemond no pudo evitar pensar lo tentador que serían los pectorales de su sobrino mocoso cuando se llenaran con leche para alimentar a sus crías. Siguió bajando, para cuando beso el vientre de Luce metiendo la lengua en su obligó el más pequeño era un desastre lloriqueante, las manos enredadas en los largos cabellos de Aemond mientras su cuerpo se arqueaba con desesperación.

Oh Aemond podía oler claramente el olor de la mancha de su sobrino, de esa mancha que desprende por la lubricación natural de un omega, tan fuerte, tan delicioso. Levantó uno de los pies de Lucerys llevándolo sobre sus hombres mientras besaba la cara interna de los muslos de Lucerys, tan blancos, tan tersos como todo el chiquillo.

-Por favor, por favor-lloriqueo el omega ante la tortura de no ser tocado donde su cuerpo mas lo anhelaba. y Aemond fue débil, habría más tiempo para torturarle para enseñarle paciencia, pero ahora…. ahora era el momento de complacerlo. Subió con un camino de besos por ambos muslos del chiquillo hacia el tesoro que se escondía entre las dos perfectas y redondas nalgas del omega. Ignoro por completo la polla de Lucerys, aun si la pequeña polla estaba dura, lo que realmente reclamaba su atención era el trasero de Luce.

Su trasero literalmente goteaba esa lubricación natural de los omegas que había sido hecha para llevar a los alfas a la locura. Y Cuando Aemond puso su boca ahí pudo entender por qué habría gente dispuesta a derrocar reinos enteros por este premio.

Aemond no era un mojigato ni era virgen a sus diecinueve años. Había estado con algunas chicas y con algunos chicos. Las chicas lubricaban pero nunca le había parecido un sabor fascinante, no, nada era como el sabor de Lucerys, simplemente no era un sabor que perteneciera a este mundo, era un sabor que convertiría en esclavo y adicto aun al hombre más fuerte.

Cuando introdujo su lengua dentro de Lucerys, el mas joven grito mientras se estremecía y tiraba de sus cabellos con desesperación, queriendo detener la tortura pero a la vez queriendo mucho mas de ella. Su cuerpo se estaba volviendo loco por el placer, quería mas pero a la vez sentía que no podía resistir más el placer y el fuego dentro de él. Lloriqueo desesperado.

-Tío Aemond, Tío Aemond-suplicaba como un mantra.

-Dímelo, mi dulce Luce, dime lo que quieres-dijo alejándose mientras se relamía y volvía a subir por el cuerpo de Lucerys para reclamar sus labios.

-Tu nudo, por favor necesito tu nudo-suplico con los ojos brillando de color rojo, su omega tenia el control de el, el omega sabia lo que quería y lo quería con desesperación. El ojo de Aemond también era rojo, en ese momento su alfa respondiendo al omega desesperado.

-Entonces lo tendrás-le juro besándolo mientras lo abría con sus dedos. Lucerys los tomó tan bien, apretado pero abriéndose obediente a él, la lubricación natural del omega ayudaba mucho a ello.

-Por favor, no más, no más, alfa-lloro Lucerys con lágrimas reales. Aemond sonrió divertido sabiendo lo que quería decir el omega.

-Omega caprichoso-se burló dulcemente de él, pero le dio lo que anhelaba de forma obediente, retiró sus dedos para sustituirlos por su hombría dura como el mismo acero valyrio.

Lucerys araño su espalda sin piedad, como un gato pero Aemond disfruto cada marca mientras el omega perdía su inocencia con el. La forma en que el cuerpo de Luce poco a poco se relajó luego de la penetración fue perfecta. Cuando sintió que se podía mover, por los lloriqueos anhelantes del omega, cerró sus dedos largos en las caderas del castaño y comenzó a castigarlo.

Y oh cielos él había nacido para estar aquí, estar dentro de Lucerys era todo lo que estaba bien en el mundo… y era solo suyo.

-Aemond, Aemond- Lucerys cantaba su nombre como una sirena llevándolo a la perdición. Y tal cual marinero estúpido Aemond iba más que complacido y voluntario a dicha perdición.

Tal vez fue una eternidad o tal vez fueron unos momentos, pero cuando su nudo comenzó a formarse, fue simplemente natural, Lucerys ladeo su cuello exponiéndolo para el y Aemond simplemente se dejo ir clavando sus colmillos, mordiendo, dándole su marca y enlazándose con él de la forma en que solo un alfa lo podía hacer con su omega.

ookkoo

Soy muy mala escribiendo lemon/sexo, y dado que este capitulo es literalmente el celo de Lucerys llevando a Aemond a la locura es casi un capitulo que de puro sin respeto entre esos dos, pero prometo que para el proximo mejorara cuando salgamos de la etapa del sin respeto entre estos dos.

Sobre lo de Fuerte… la verdad la broma se escucha mejor en ingles cuando lo llama Strong, que en español significa "fuerte" pero que todos sabemos que lo dice por el apellido de Harwing Strong. Hay bromas que pierden su sabor cuando se traducen.

Me disculpo por cualquier error ortográfico, soy dislexica y aunque lo revise varias veces estoy segura de que varios errores ortográficos se me escapan.

Por otro lado en el canon cuando comienza la Danza de los dragones Lucerys tiene solo trece años mientras que Aemond tiene 19. Pensé en cambiarlo para que Luce no fuera tan joven, pero seamos realistas, primero la época y mundo en que se desarrolla esta historia a los 13 ya casi se les considera hombre y segundo, esta vaina ya tiene incesto por todos lados, asi que, que mas da un par de pecaditos mas XD