Canción para un héroe herido.

Centro de investigación de las montañas Hida, Japón.

Tras dar las últimas órdenes del día a Onima y Kido, los dos subordinados que había llevado consigo para esa misión, Endeavor, el Héroe Número 2 de Japón, entró en la habitación que habían reservado para él en ese complejo de edificios y cerró la puerta con más fuerza de la necesaria. Alguien con más consideración por los demás se habría disculpado, pero a él no le importó. A Endeavor no le interesaba aparentar la fachada de héroe bonachón y afable; para esas idioteces, ya estaba él.

Al recordar a All Might, un gruñido involuntario salió de su boca, aunque Endeavor no lo notó debido a que ya era algo habitual en él, un tic que se había vuelto parte de su irascible personalidad. En cualquier caso, el hombre estaba demasiado preocupado por otra cuestión como para dedicarle a su eterno rival más allá de un pensamiento fugaz. Al retirarse el traje de héroe y convertirse nuevamente en Enji Todoroki, vio el apósito que cubría la herida que tenía en el abdomen y que en esos momentos estaba lleno de sangre; al quitarlo, comprobó que de la lesión escurría una sustancia amarillenta y espesa que tenía mal olor. Todoroki volvió a emitir un gruñido, aunque esta vez fue de preocupación, pues sabía lo suficiente de heridas de guerra para adivinar que en ésa se estaba desarrollando una infección.

– Maldita sea –bufó–, esto ya debería de estar mejor.

Él se hizo esa herida un día antes, cuando el centro de investigación al que el gobierno de Japón lo envió a proteger fue atacado por una célula de terroristas locales; fue un descuido insignificante, algo que no debió de haber pasado a mayores, pero por alguna razón que Enji no comprendía, la lesión empeoraba en vez de mejorar. Mientras intentaba curarse lo mejor que podía aplicando sus escasos conocimientos médicos, el terco hombre se negaba a admitir que lo mejor que podía hacer era buscar a alguien del personal médico de Les Bleus, la organización de salvamento francés con la que estaba trabajando en conjunto, para que le diera un tratamiento adecuado, pues Enji no toleraba a la cirujana que estaba a cargo del proyecto principal, una niña de veintidós años recién egresada que no tenía la experiencia suficiente para poseer una responsabilidad tan grande. Prueba de ello era que la muchacha se la pasaba cuestionando todas y cada una de las decisiones que tomaba Endeavor, como si tuviera el conocimiento necesario para hacerlo. Así pues, él prefería arreglárselas por su cuenta a pedirle ayuda a esa insolente e inmadura mocosa que ya aseguraba ser médica.

– Se ve peor de lo que pensé –musitó Enji mientras se miraba en el espejo. La carne alrededor de los bordes de la lesión se veía roja y brillante.

Lo cierto era que las heridas no se le infectaban gracias a su quirk, el fuego solía matar cualquier organismo vivo que osara posarse en su piel. Sin embargo, lo que Endeavor desconocía era que, así como los humanos evolucionaron para desarrollar poderes, así los microorganismos mutaron para atacar a determinados cuerpos y ser inmunes a sus quirks. De esta manera, si bien había bacterias que morían al contacto con el calor, también existían otras que crecían favorablemente en un medio cálido. Ignorante del tema, como lo era cualquiera que no fuese médico, Enji Todoroki estaba seguro de que no había microorganismo que resistiera el poder de su fuego infernal. Por supuesto, se equivocaba y mucho, a juzgar por el mal olor y el mal aspecto que tenía su lesión. Por un instante fugaz, él consideró la idea de buscar alguna enfermera u otro doctor que no fuese la inmadura y recién egresada doctora Bourgeois para que lo curara, pero su orgullo volvió a sobreponerse y se dijo que, al final de cuentas, no era para tanto y se limitó a colocarse un apósito nuevo, seguro que para el día siguiente ya estaría mucho mejor.

No sucedió como esperaba. Si bien Enji no podía presentar fiebre (pues, debido a su quirk, su temperatura corporal era superior a la de un humano que no manejase el fuego), su temperatura corporal comenzó a presentar un desequilibrio que se manifestaba en forma de sueños poco placenteros que involucraban a sus demonios secretos, demonios que, aunque Enji no lo demostrara, solían acosarlo todos los días: el que por su culpa su esposa hubiese acabado en un psiquiátrico, el desprecio indiferente al que sometió a sus hijos, los maltratos psicológicos y físicos a los que sometió al menor de ellos, pero sobre todo, la muerte de su hijo mayor, quemado hasta las cenizas, cuyo cuerpo jamás pudo encontrar. Lo cual, había que decir, también fue una consecuencia de las deplorables acciones de Enji.

– Toya –gimió entre sueños, mientras su afectada psique le mostraba imágenes de su hijo siendo consumido por sus propias ambiciones.

El incendio que acabó con la vida de Toya cobró vida en sus pesadillas y se alimentó de su arrepentimiento. Entre sueños, le pareció escuchar los gritos de su hijo en medio de las llamas, gritos que pedían su ayuda desesperada, el ruego de un niño que espera que lo salve su padre. Si bien Enji sabía que Toya no había muerto llamándolo (o eso era lo que se aferraba a creer), en su mente esto era la verdad pura y dura, las imágenes eran tan reales que el hombre no lograba diferenciar que sólo eran un sueño y no la realidad. Enji se agitó incómodo en la cama, sin poder despertar, sin estar del todo consciente de que una simple y miserable bacteria estaba haciéndolo sufrir más que cualquier villano que se hubiera enfrentado hasta ese momento. Una y otra vez, mencionó los nombres de Toya y Shoto, manifestando una vulnerabilidad que jamás había demostrado delante de otro ser vivo. Después de soñar con su familia, Enji pasó a las escenas más trágicas que como héroe le había tocado vivir hasta entonces, recordando las veces en las que falló en su intento de rescatar a quien pedía por su ayuda. Si bien él no solía tener las reacciones que sí mostraba All Might, también se sentía afectado cuando no podía salvar a una persona, aunque no lo demostrara. Por fuera, Endeavor era un héroe rudo; por dentro, era más débil de lo que deseaba admitirse a sí mismo.

– Shh, todo está bien. –Repentinamente, una voz suave le habló al oído–. Lo has hecho bien, los has salvado a todos.

Al mismo tiempo, algo suave se posó sobre su frente y después bajó por su rostro; habitualmente a Enji estas cosas le resultaban indiferentes, pero en ese momento agradeció el cambio, pues lo hizo sentir mejor. La voz continuó hablando en tono baja, de forma cadenciosa y tranquila, con un ritmo constante, como si estuviera repitiendo una plegaria, mientras esa reconfortante suavidad sin forma se distribuía por su cuerpo.

I saved the world today (Salvé al mundo hoy) … Everybody's happy now, the bad thing's gone away (Todos están felices ahora, lo malo se ha ido) …

Sus instintos de héroe intentaron hacerlo despertar, ya que Enji estaba consciente de que algo raro estaba sucediendo ahí, algo tan extraño que conseguía estar fuera de lugar en ese collage de pesadilla; aunque la voz fuera suave y gentil, igual que esas manos (sí, eso eran manos, no cabía duda), le estaba costando trabajo romper el velo del sueño y volver a la realidad. Cuando por fin consiguió hacerlo, Enji se dio cuenta de que estaba solo en su habitación y de que la puerta estaba cerrada. Por precaución, revisó cada rincón y echó un vistazo en los sitios en donde pudiera haberse escondido un intruso, pero no encontró a nadie. Incluso, abrió la puerta para echar un vistazo y sólo se topó con un corredor perfectamente iluminado, en donde no había ni un alma a esas horas de la madrugada.

"¿Habrá sido un fantasma?", pensó el hombre, aunque de inmediato desechó la idea por estúpida, él no creía en fantasmas y no era momento para que comenzara a hacerlo. Además, hasta donde sabía, los fantasmas no tenían una voz tan delicada, se limitaban a aullar con voces de ultratumba o a hacer ruidos espectrales.

Ahora que ya estaba más consciente y con la cabeza despejada, Enji recordó lo que estuvo soñando antes de que interrumpiera esa voz y concluyó que tanto ésta como sus manos invisibles también fueron parte de sus pesadillas. No fue consciente, sin embargo, de que su temperatura corporal se había estabilizado ni de que la herida le escocía menos, pero de haberlo hecho, él habría concluido que esto se debía a que su cuerpo al fin estaba eliminando al invasor.

"Por la mañana habré olvidado este episodio estúpido", pensó el hombre, ignorando deliberadamente todo lo que estuvo soñando antes de eso y que formaba parte de su subconsciente reprimido, no tenía tiempo para detenerse en esas nimiedades.

Cualquier impresión que hubiera podido tener, sin embargo, cambió a la mañana siguiente cuando Enji se dio cuenta de que el parche que cubría su herida no era el mismo que se puso antes de dormir. Negándose a la posibilidad de que alguien hubiese entrado a su dormitorio por la noche sin que se diera cuenta, Endeavor comprobó que el apósito no sólo era distinto sino que también al parecer alguien había curado la herida, pues se notaba menos enrojecida e inflamada e incluso parecía estar embadurnada con alguna pomada transparente que él claramente no tenía entre sus objetos personales. Sin embargo, era ridículo e irrisorio pensar que alguna persona cualquiera hubiera podido entrar sin que Enji se diera cuenta y, peor aún, que hubiera conseguido lavarle la herida sin despertarlo. Debía haber alguna explicación racional para eso, pero él no encontró una que lo satisficiera al cien por ciento, así que no tuvo más remedio que dejarlo pasar por el momento. Después de todo, eso sólo había ocurrido una vez y seguramente fue producto de su imaginación.

"Tan fuerte es mi subconsciente, que incluso curé mi herida estando dormido", se dijo, tras lo cual emitió un gruñido. Tenía cosas más importantes de las qué ocuparse, ¿para qué seguir insistiendo en ese punto?

A pesar de esto, Endeavor se descubrió a sí mismo mirando subrepticiamente al personal de Les Bleus, como si estuviese tratando de definir quién carajos se hubiera atrevido a entrar a sus aposentos para curarle esa maldita herida, pues no quedaba duda de que, si de verdad alguien había hecho algo semejante, tendría que haber sido un integrante de Les Bleus, ninguno de sus subordinados estaba tan loco como para atreverse a violar la privacidad de su jefe. Endeavor pensaba que, quien quiera que fuese el responsable, manifestaría culpabilidad al verlo (sobre todo si lanzaba esa mirada de desprecio que tanto lo caracterizaba), pero no encontró a nadie entre el personal francés que se sintiera perturbado por su actitud intimidante ni tampoco hubo quien mostrase culpabilidad.

– ¿Se encuentra bien, Endeavor? –preguntó la insolente cirujana que estaba a cargo del proyecto y que tanto lo sacaba de quicio, cuyo nombre de heroína era Nuit–. Hoy ha estado muy distraído.

– No estoy distraído –respondió Endeavor de inmediato, con sequedad–. Usted encárguese de lo suyo y no se meta en otros asuntos.

– No hay necesidad de ser tan maleducado –replicó Nuit, enojada–. Haga lo que quiera.

La joven se dio la media vuelta y agitó su cabello azul oscuro en el proceso, al tiempo que soltaba algunas palabras en francés en tono beligerante. Endeavor pensó que realmente no había motivos para haber contestado de esa manera, pues Nuit no había sido descortés, pero una vez más se dijo que, si querían a alguien amable, debieron haberle llamado a All Might y no a él.

– Nuit, hay algo que quiero saber –soltó Endeavor, antes de que ella se marchara–. ¿Hay alguien entre su personal cuyo quirk que le permita volverse invisible o invadir áreas cerradas?

– ¿Qué cosa? –La muchacha se giró y lo miró con extrañeza–. ¿Por qué lo pregunta?

– He escuchado que ha habido incursiones no autorizadas en las habitaciones destinadas a mi personal. –Endeavor decidió mentir a medias–. Y quiero descartar sospechosos.

– Nadie de mi personal haría algo semejante –aseguró Nuit, fijando sus ojos color uva en él–. Si quiere acusar a alguien directamente, tendrá que ser más específico.

– No estoy acusando a nadie –replicó Endeavor, con dureza–. Pero más le valdría decirle a su personal que se ande con cuidado.

Esta vez fue él quien dejó a Nuit con la palabra en la boca para darse la media vuelta y marcharse sin esperar su respuesta. La razón principal era que no quería que ella siguiera cuestionándolo y sacara más información de la debida; aún así, Endeavor fue consciente de que otra vez fue demasiado brusco y tuvo que admitir que había algo en esa joven que lo impulsaba a ser más rudo que de costumbre, algo que lo molestaba sobremanera, aunque no conseguía definir qué. Que los forzaran a trabajar juntos ya era suficiente causa para sentirse irritado, pero no justificaba del todo su comportamiento.

Nuit, cuyo nombre de civil era Azure Bourgeois, era una de las jóvenes promesas médicas con las que Les Bleus contaba entre sus filas; francesa de nacimiento, su apariencia física iba acorde con su nombre de heroína, que significa "noche" en francés: de piel pálida, con cabello azul oscuro como la medianoche y ojos del color uva que adquiere el cielo durante el crepúsculo. Además, era también muy bonita y lo usaba a su favor a través de dones de coquetería reservados a las mujeres (y también a algunos hombres) que se saben atractivas. Esto, dicho sea de paso, sulfuraba constantemente a Endeavor, quien creía que tanto flirteo no era propio de una persona seria. Así también, al parecer del hombre, Nuit era demasiado joven como para estar a cargo del proyecto de investigación que tenían en conjunto Les Bleus y el gobierno de Japón.

Les Bleus, como sabía la mayoría de los héroes profesionales a nivel mundial, era una organización francesa de rescate y salvamento que viajaba alrededor del planeta para prestar ayuda médica a heridos y enfermos. Por tanto, la mayor parte de sus investigaciones estaban enfocadas en desarrollar nuevos tratamientos que pudiesen remediar padecimientos de difícil control y curar lesiones de alto calibre. El proyecto para el que fue destinado Endeavor era uno de éstos y beneficiaría a personas que hubieran sufrido quemaduras graves, aunque también se esperaba que funcionase en heridas causadas por otros agentes físicos, como la electricidad o el frío extremo. Debido a que dicho tratamiento prometía ser algo revolucionario, el gobierno de Japón fue uno de los más interesados en colaborar con Les Bleus y les ofreció una instalación de investigación secreta y bien equipada, ubicada en las montañas Hida, para que llevaran a cabo sus protocolos de investigación. Una vez que los altos mandos nipones obtuvieron el acuerdo que buscaban con Les Bleus, pusieron a su mejor portador de un quirk de fuego, Endeavor, al frente del grupo de héroes locales que se encargarían de proteger a los doctores extranjeros de un ataque y también para que les prestara ayuda en las investigaciones a través del uso de su quirk. Por su parte, Endeavor creyó que, al tratarse de un proyecto tan importante, Les Bleus enviaría a su mejor y más experimentado médico a dirigirlo, pero en vez de eso pusieron a cargo a una joven que apenas tenía veintidós años y que estaba por concluir sus estudios, cosa que lo irritaba mucho. Saber que la razón por la que Les Bleus mandó a Nuit era porque la investigación fue idea suya (su tesis, específicamente) no habría cambiado mucho las cosas, aunque le habría dado al hombre una razón para quejarse menos.

No fue una gran sorpresa que Nuit y Endeavor se detestaran desde el primer momento en el que se vieron, pues ella era tan dada a girar órdenes como él y poseía la petulancia de alguien que cree saber cómo funciona el mundo; si bien era cierto que Azure no era una novata total pues desde niña había participado en misiones de rescate, también era verdad que le faltaba experiencia y le irritaba tratar con hombres testarudos y mal encarados. A su vez, a Endeavor le frustraba tener que vérselas con una niña que, desde el primer día, sin tapujos le dijo que el ranking de héroes era una idiotez que no se manejaba en Les Bleus y que por tanto no debía esperar que se le diera un trato especial sólo por estar en el puesto número 2 de su país.

– Un ranking de héroes es una tontería elitista de los países desarrollados –expresó Nuit, con arrogancia–. Cualquier héroe que se precie de serlo va a arriesgar su vida para salvar a los demás sin importar en qué lugar del ranking esté. Además, ¿para qué sirve esa escala realmente, para realzar el frágil ego de los héroes acomplejados?

Estas palabras hicieron que las llamas de Endeavor subieran de intensidad, mientras éste le lanzaba una mirada furiosa a su interlocutora.

– ¡ME NIEGO A TRABAJAR CON ESTA MOCOSA TAN INSOLENTE! –gritó, al tiempo en que daba la media vuelta y se alejaba con zancadas enérgicas–. ¡ENVÍEN A ALGUIEN MÁS O YO RENUNCIO!

– Y esto es lo que pasa cuando te obligan a trabajar con el número 2 –suspiró Nuit, con falsa congoja–. Estoy segura de que no tendríamos problemas si nos hubiesen mandado al número 1.

Onima y Kido respingaron por lo alto mientras Endeavor enfurecía aún más; quedaba claro que el comentario de Azure no era más que una treta y que realmente no lo estaba diciendo en serio (después de todo ella acababa de comentar que el ranking de héroes era una estupidez), pero Endeavor cayó redondo en la trampa.

– ¡No se necesita a ese imbécil para hacer bien las cosas! –Él regresó hacia el sitio en donde se encontraba Nuit y la encaró–. ¡Yo me voy a hacer cargo! ¡Empecemos ahora mismo, no me gusta perder el tiempo!

Nuit se abstuvo de hacer alguna réplica para darle la sensación de que se había salido con la suya, pero en sus ojos apareció un brillo de triunfo. Esta simple conversación le bastó y sobró a Azure Bourgeois para manipularse a Enji Todoroki y forzarlo a trabajar con ella, aun en contra de su voluntad, porque su orgullo de héroe no le permitiría dejar que alguien lo comparase con All Might y peor aún si ese alguien era extranjero. Así pues, era de esperarse que el trato entre esos dos fuera cortante e incómodo, a pesar de que ella habitualmente trataba de ser lo más profesional posible en presencia suya.

Volviendo al presente y al asunto que en ese momento lo preocupaba, Endeavor tuvo que darse por vencido en sus pesquisas y reconocer que lo más probable era que él mismo se hubiese cambiado el apósito sin darse cuenta de ello.

– Da lo mismo –gruñó él, por lo bajo–. Ya puedo concluir que esto ha sido producto de mi imaginación, es imposible que alguien entre y salga libremente de mis aposentos sin que me dé cuenta.

Ahí habría podido quedar el asunto si no fuera porque esa noche volvió a repetirse lo de la anterior: al retirar el apósito, la herida otra vez estaba enrojecida e inflamada (que Endeavor no se cuidara empeoraba la situación) y él intentó curarse lo mejor que pudo. Ni hablar de ir a buscar ayuda médica; si esa mañana la lesión ya había mejorado, seguramente se debió a que su remedio había bastado, así que hacer cualquier otra cosa sería inútil.

Al quedarse dormido, Enji volvió a tener pesadillas; si bien la mayoría ya habían desaparecido (como ésas en las que aparecían su esposa y dos de sus hijos), seguía persistiendo la que involucraba a Toya, así como las escenas en donde era incapaz de salvar a alguien. Era como si esa maldita bacteria del infierno se ensañara con su mente más que con su cuerpo y decidiera torturarlo en sueños. Sin embargo, en el punto más denso de su pesadilla, nuevamente la suave voz volvió a colarse entre sus sueños para hablarle con ternura y calidez, con el ritmo cadencioso de una plegaria dicha en voz baja.

Hey, hey, I saved the world today (Ey, ey, salvé al mundo hoy) –murmuró la voz–. Everybody's happy now, the bad thing's gone away (Todos están felices ahora, lo malo se ha ido) …

En esta ocasión, sin embargo, Enji estaba lo suficientemente consciente como para reconocer que la voz no estaba rezando, como creyó en un inicio, sino cantando. A la vez, las mismas manos suaves que comenzaron acariciándolo se detuvieron en la herida para seguramente realizar la misma magia que había hecho la noche anterior. El hombre trató de despertar y detener al intruso, quien quiera que éste fuera, pero el ritmo de su voz lo atontaba más de lo que quería admitir, ese canturreo persistente y sutil tenía sobre él el efecto de una hipnosis.

And everybody's happy now, the good thing's here to stay (Y todos están felices ahora, lo bueno está aquí para quedarse) … –continuó esa voz misteriosa.

Cuando por fin pudo abrir los ojos e incorporarse, Enji se dio cuenta de que su visitante nocturno se había marchado. Furioso, encendió las llamas de su rostro para iluminar la habitación y pudo percatarse de que, una vez más, alguien acababa de cambiarle el apósito. Sin embargo, por más que buscó en cada rincón de sus aposentos, no encontró a nadie, ni siquiera en los pasillos cercanos; quien quiera que se hubiese colado otra vez, se evaporó en el aire cual si de un espectro se tratara.

– Tengo que pensar con lógica: eso no era un fantasma –se recriminó en voz alta–. ¿PERO QUIÉN DEMONIOS SE ESTÁ ATREVIENDO A INTERRUMPIR EN MI HABITACIÓN DE NOCHE! ¡VOY A INCINERARLO EN CUANTO DESCUBRA QUIÉN ES!

Gritó tan fuerte que Onima tocó a la puerta a los pocos segundos para preguntar qué ocurría, pensando quizás que su jefe estaba teniendo dificultades con alguna cuestión. Endeavor gritó por respuesta que estaba bien y que no necesitaba de su ayuda, tras lo cual se dijo que tendría que controlarse un poco si no quería armar un escándalo. Aunque estaba ansioso por salir a reclamarle a cualquiera de los integrantes de Les Bleus que tuviera la desgracia de cruzarse en su camino, Endeavor sabía que debía mantener las relaciones diplomáticas hasta donde fuera posible, si no quería que su mal desempeño afectara su puntaje para el ranking. Desgraciadamente para él, al pensar en el ranking se acordó también de Nuit burlándose de ello y entonces volvió a enojarse.

Sobra decir que Endeavor se había tomado esto como algo personal, quizás por el hecho de que Nuit había dado en un punto sensible que él jamás aceptaría plenamente, sobre todo en la parte que afirmaba que era una escala hecha para héroes con complejos.

En cualquier caso, entre la rabia que le daba pensar en esto y el enojo que le causaba que, por segunda noche consecutiva, alguien hubiese conseguido entrar en su habitación sin que se diera cuenta, Enji no pudo conciliar el sueño en lo que quedaba de la noche y se levantó más temprano de lo habitual. Le asombró mucho encontrar a Azure ya trabajando, él no creyó que ella fuera del tipo madrugador, pero esto no evitó que se acercara a ella con mala cara, llevado por la rabia y el mal descanso.

– ¡Nuit, debes de advertirle a tu gente que, si no dejan de irrumpir en mi habitación, voy a carbonizarlos hasta que queden hechos cenizas! –soltó Endeavor, sin dar un saludo siquiera–. ¡Tienen absolutamente prohibido entrar ahí!

Bonjour (buen día), me da gusto saber que descansó bien –contestó Nuit, con sarcasmo–. ¿Y de qué demonios está usted hablando? ¡Ya le dije que mi personal sería incapaz de hacer algo así! Además, ¿qué razón tendría cualquiera de nosotros para meternos en sitios en donde no nos llaman? ¡Y no grite, lo escucho perfectamente!

– ¡Es lo que exijo saber! –exclamó Enji, sin bajar ni un poco el volumen de su voz–. ¡Sé que esto lo está haciendo uno de ustedes y exijo que estas incursiones nocturnas se detengan!

– Pues entonces hable con sus subordinados y pregúnteles qué han estado haciendo por las noches –replicó Nuit, muy digna–. Ninguno de mis compañeros desperdiciaría la noche metiéndose a cuartos ajenos dado que pasamos todo el día trabajando duramente. ¡Le convendría tener un poco más de cerebro en el cráneo y menos testosterona en el cuerpo!

Ellos se miraron a los ojos en actitud retadora; no quedaba duda de que había ahí mucha tensión acumulada, lista a estallar en cualquier momento. Sin embargo, a pesar de sentirse tan enojado, fue Endeavor y no ella quien dio un paso atrás, internamente ofuscado por la sensación desconocida que despertaba esa niña en él.

– Es la última advertencia –exclamó, antes de irse–. No voy a ser tan gentil la próxima vez.

Azure lo contempló con exasperación y después lanzó un bufido. Tratar con alguien tan irascible y testarudo como Enji Todoroki costaba una altísima dosis de paciencia y a ella se le estaba acabando la suya, si no es que se le había acabado ya.

"Si tan sólo fuera menos intransigente, sería un excelente ejemplo a seguir", pensó Nuit, quien ya había visto luchar a Endeavor y podía constatar que era muy fuerte y eficaz. "No cuestiono que es un héroe excepcional, pero como hombre es una cosa bien distinta".

Harto de la situación que se estaba presentando por la noche, Endeavor ordenó a Onima y a Kido que vigilaran a los integrantes de Les Bleus que consideró sospechosos y que le informaran de cualquier cuestión extraña que notaran en ellos. Como no especificó cuál era el problema principal, los dos subordinados batallaron para definir qué estaba buscando su jefe, aunque tantos años de trabajar bajo sus órdenes les ayudaba a comprender cómo pensaba Endeavor y qué podría ser lo que quería averiguar. Durante el día, ambos siguieron al personal francés en cada una de sus actividades, esperando hallar a los extranjeros en alguna actividad sospechosa que estuviese fuera de sus labores habituales, pero no encontraron nada que pudiera ser digno de interés para Endeavor. Éste, a su vez, tampoco se topó con algo que le orientara a saber quién estaba metiéndose a su habitación, a pesar de que puso todo su empeño en descubrirlo; lo cierto era que el personal de Les Bleus parecía ser genuinamente inocente y nadie tenía una razón para querer arriesgarse a ser carbonizado sólo por el mero gusto de curarle una herida. Esto, sin duda, tendría que ser obra de un suicida o de un masoquista, pero nadie parecía ser ninguna de las dos cosas.

"Y es el colmo que, teniendo el récord de la mayor cantidad de casos resueltos, no seas capaz de resolver este maldito misterio", se reclamó Enji a sí mismo, muy enojado.

– No hallamos algo fuera de lo común, Endeavor –anunció Onima, tras un día de pesquisas infructuosas–. El personal está demasiado ocupado con el proyecto y no parece tener cabeza para otras cosas.

– Y no hay alguien que posea el poder de atravesar paredes ni hacerse invisible –añadió Kido–. Todos sus quirks están relacionados a habilidades médicas o similares. Con excepción del de la doctora Nuit, que como ya sabe, consiste en cortar o cauterizar cualquier tipo de material.

– Sí, ya veo –gruñó Endeavor, de mal humor.

– ¿Hay otra cosa que debamos hacer? –preguntó Onima, con cautela.

– No, por el momento –negó el hombre–. Les comunicaré si cambio de parecer.

Habría sido sencillo ordenarles a Onima y a Kido que se turnaran para hacer guardia afuera de su habitación, pero Endeavor consideró que esta medida era absurda pues, ¿qué justificación podría darles para exigirles semejante cosa? ¿Que había un fantasma que se colaba a sus aposentos de noche y buscaba pillarlo con las manos en la masa? La sola idea era ridícula. Decir que podría haber una persona de carne y hueso que lograba burlar al Héroe Número 2 también quedaba fuera de consideración, esto habría sido más humillante todavía. No, cualquier cosa que se pudiera hacer, la tendría que hacer el mismo Endeavor, él y sólo él debía hacerse cargo de ese intruso y confirmar que no se estaba volviendo loco. La solución más obvia era quedarse en vela toda la noche para pescar al atrevido en cuanto abriera la puerta, pues ya le había quedado en claro a Enji que esa persona era tan sigilosa que no lo sacaba de su sueño.

Una vez que la noche se cernió sobre las instalaciones y lentamente fueron apagándose los ruidos nocturnos, Enji despidió a sus subordinados y se dedicó a esperar. A las diez de la noche, más o menos, escuchó cómo se cerraban las últimas puertas de las habitaciones del personal que se había quedado trabajando hasta tarde y pronto sólo fueron audibles el sonido de los grillos. Al estar a solas y en vigilancia permanente, Endeavor se hizo la pregunta que no había querido hacerse en todo ese tiempo: ¿Qué era exactamente lo que le irritaba de ese maldito fantasma, o lo que fuera, que se preocupaba por su salud? Él podría decir de primera intención que le sulfuraba que quisiera prestarle ayuda no deseada, pero si lo pensaba a detalle y tenía que ser sincero consigo mismo, lo que más le molestaba a Enji era lo vulnerable que se mostraba ante su visitante nocturno. Él jamás había mostrado esa debilidad ante nadie, y no se refería al hecho de estar herido sino a las palabras que musitó entre sueños y que estaban relacionadas a esa parte de su vida de la que nunca hablaba con nadie, por lo que la sola idea de que alguna persona pudiera haber sido testigo de esa vulnerabilidad era lo que a Endeavor le irritaba en verdad.

"Ni tampoco admitirás que esa canción y los cuidados de esa persona, quien quiera que sea, sí ayudan a que te sientas mejor, por el simple hecho de que alguien está siendo amable contigo…", susurró una voz en un rincón de la mente de Enji, una voz que pertenecía a una versión más joven de sí mismo y que era la que constantemente le comentaba las cosas de frente.

Como era una costumbre en él, sus recuerdos sobre Toya le llegaron sin que lo pidiera, consciente de que recordarlo todos los días era una manera de pagar sus pecados y la forma más efectiva de mantener su memoria presente. Pensar en Toya y en la manera en la que murió lo ayudaba a expiar parcialmente su falta, pero nunca aliviaría su dolor. Enji no creía que hubiese algo que pudiera calmar ese sufrimiento psicológico que había dejado una huella profunda en sí mismo y en su familia, pero tampoco era como si buscase aliviarlo, pues aceptaba que era culpable y que merecía ser castigado por ello.

"¿Por qué he de pensar en Toya en estos momentos?", se preguntó Endeavor. "No tiene relación alguna con lo que me sucede. ¿Será que lo que me está pasando libera mis peores recuerdos?". Si fuese menos terco, Enji podría admitir que le convendría hablar de eso con Nuit, que debía de tener una idea de lo que le ocurría, pero primero se dejaría matar por esa maldita bacteria antes que hablar con esa chica acerca de algo tan personal.

"Y, sin embargo, no hay motivo real para que no lo haga", se dijo el hombre, mientras se recargaba contra el respaldo de la silla en la que estaba sentado. "Aún siendo una novata, es buena en su trabajo y más responsable de lo que esperaba. Hasta el momento, se ha comportado de manera profesional y muestra compasión con todos los enfermos, sean héroes o no. No tendría por qué esperar que se burlara de mí, no es de ese tipo de persona…".

Sorprendido por el rumbo que habían tomado sus pensamientos, Enji detuvo abruptamente el hilo de los mismos y se cuestionó el por qué se había desviado hacia Nuit y sus habilidades médicas. Era cierto que ella era muy diestra en el uso de su quirk, Endeavor lo había comprobado de primera mano varios días atrás, precisamente en el ataque en donde él se hizo la herida del abdomen. Les Bleus recibió una llamada de auxilio que provenía de un pueblito cercano, misma que Nuit accedió a responder a pesar de que había una alta probabilidad de que fuese una trampa, pues no podía dejar desamparado a quien quiera que necesitara atención médica. Por vez primera, Endeavor estuvo de acuerdo con ella en algo porque no se podía ignorar una petición de ayuda, pero se puso al frente de la comitiva para repeler cualquier ataque. Y tal y como todos lo sospechaban, el grupo fue agredido por villanos locales que buscaban robar los carísimos aditamentos de vanguardia que portaban los integrantes de Les Bleus, sin importarles que en el proceso lastimaran a personas civiles.

Uno de los heridos más graves fue una niña de cinco años que perdió la pierna izquierda en una explosión. Kido sugirió usar su propio quirk para hacerla llegar lo antes posible a las instalaciones de las montañas Hida, mientras que Endeavor quería cauterizarle él mismo la herida para evitar que muriera desangrada. Nuit, por el contrario, sin titubear le pidió a Endeavor que hiciera un campo defensivo a su alrededor para poder reinsertarle la pierna a la niña, lo cual causó una pequeña discusión.

– En ese caso, la llevaremos cuanto antes a las instalaciones médicas –señaló Endeavor–. Es peligroso que la opere aquí mismo.

– Mientras más pronto haga la cirugía, mayor oportunidad de éxito tendré –insistió Nuit, sin dar su brazo a torcer–. En estos casos cada minuto cuenta y el tiempo que tardemos en llegar a la montaña podría ser esencial. Usted es lo suficientemente fuerte para protegernos a las dos, ¿por qué no hace su trabajo y me deja hacer el mío?

Endeavor iba a protestar de nuevo, pero lo detuvo la determinación que vio en los ojos de Azure. No quería fanfarronear ni llevarle la contraria, en la mirada de la joven había un auténtico deseo de ayudar y un sentimiento que, por desconocido, llamó la atención del hombre: compasión. Gruñendo por lo alto, Endeavor aceptó crear un muro de fuego alrededor de la niña y de la cirujana, mientras Kido y Onima se encargaban de proteger al resto del personal.

Fue una proeza difícil de conseguir y Nuit quedó agotada, pero a pesar del escepticismo de Endeavor, la operación resultó mejor de lo que éste esperaba. La niña todavía estaba convaleciente, pero ingresó de manera automática al protocolo de investigación y su herida estaba curándose a pasos agigantados. Con este pequeño acto, Azure demostró que estaba a la altura de la misión que traía entre manos, aunque Endeavor jamás reconocería que con esto ella se ganó su reconocimiento, así como tampoco aceptaría que en el fondo, muy en el fondo, la admiraba por poseer una cualidad que él jamás tendría.

"Ella es compasiva de una manera en la que tú nunca lo serás…".

Gracias a que su mente estaba dando saltos de un recuerdo a otro, Enji comenzó a quedarse dormido; antes de sumirse en la inconsciencia del sueño, él alcanzó a pensar que Nuit tenía la misma edad que debería de tener Toya de seguir con vida. ¿Cómo habría sido él de adulto? ¿Sería parecido a su padre o tendría cualidades distintas? ¿Se habría convertido en un héroe que fuese capaz de derrotar a All Might o estaría condenado al mismo fracaso al que se vio sometido Endeavor? De entre las brumas de su inconsciencia empezaron a surgir las llamas, unas llamas azules que se propagaron con velocidad y que consumieron cualquier otro sueño que no fuese la muerte de su hijo mayor, aunque en esta ocasión las llamas devoraban a otras personas: su esposa, sus tres hijos vivos, sus subordinados, personas civiles que no pudo salvar e inocentes que tuvieron la desgracia de toparse con él. Las llamas lo consumían todo y Enji era torturado por los gritos de la gente que había quedado envuelta por ellas.

Hey, hey, I saved the world today … –Una vez más, la voz misteriosa se estaba colando en su subconsciente–. Everybody's happy now, the bad thing's gone away…

Fue hasta ese momento que Endeavor se dio cuenta plenamente de que se había quedado dormido y de que el intruso volvió a entrar de contrabando en su habitación. Durante unos escasos segundos, él permitió que la voz le mintiera y lo confortara, disfrutando de la rara sensación de saber que alguien se preocupaba por su persona. Sin embargo, al final acabó imponiéndose su personalidad ruda e intentó incorporarse, aunque la bruma del sueño era particularmente densa y difícil de romper.

And there's a hurting thing inside, but I've got everything to hide, I'm grieving (Y hay algo que duele por dentro, pero he tenido que esconderlo todo, estoy sufriendo) … –Era como si la persona que cantaba supiera exactamente lo que él estaba sintiendo.

Esta vez, al incorporarse, Enji notó que había alguien parado junto a su cama, una persona de carne y hueso, aunque muy indefinida debido a las sombras. Él estiró una mano para atraparla, pero la figura era sorprendentemente rápida y escapó de sus manos, tras lo cual desapareció en la penumbra. Ni tardo ni perezoso, Endeavor activó sus llamas al tiempo en que se ponía en pie y salía a toda prisa de su dormitorio, para toparse nuevamente con un pasillo vacío. ¿Cómo demonios conseguía esa persona desaparecer tan rápido? Al menos ahora estaba seguro de que sí era alguien vivo y no un maldito fantasma. Endeavor estuvo a punto de ir a recorrer todas las instalaciones para encontrar al culpable y castigarlo (¿de verdad?), sin detenerse a pensar que ocasionaría un escándalo que lo dejaría muy mal parado.

– ¿Endeavor? – habló Onima a sus espaldas–. ¿Ha ocurrido algo?

El hombre se giró y vio a su subordinado parado a pocos metros detrás de él, con expresión perpleja. Esto hizo que Enji se diera cuenta de que cometería un error si se ponía a recorrer como loco las instalaciones a esas horas de la noche para perseguir a alguien que parecía haberse esfumado en el aire. Todavía así, él tuvo que echar mano de todo su autocontrol para convencerse a sí mismo de que lo mejor que podía hacer era no ir tras su acosador nocturno.

– Creí que había un intruso –respondió Endeavor, aún molesto–, aunque al parecer me he confundido.

– ¡Ah! –exclamó Onima, sorprendido de que su jefe hubiera aceptado que se había equivocado–. ¿Quiere que haga patrullaje en los alrededores?

– No –negó Endeavor–. Yo mismo lo haré, pero mantente alerta en caso necesario.

– Sí, jefe –respondió Onima.

Endeavor se dispuso entonces a recorrer los pasillos de las instalaciones, que a pesar de la hora se mantenían bien iluminados. No se asombró de no encontrar al culpable y de no ver ni a un alma, ya lo había previsto así pues lo raro sería que el intruso continuara en los alrededores, pero Enji necesitaba mantener las apariencias delante de Onima. Tras lo que consideró un tiempo prudente, el hombre volvió a su dormitorio y le informó a su subordinado que todo estaba en orden y que podía irse a descansar.

"Mañana he de averiguar quién es, aunque me tome todo el día hacerlo", se dijo Enji, tocando de manera inconsciente el nuevo parche que su intruso le había colocado. "¡Esto es ya una cuestión personal!".

Al día siguiente, hubo mucho movimiento entre el personal de Les Bleus. Cuando Endeavor quiso conocer la razón, Kido le informó que varios de los héroes que estaban al cuidado del personal francés estaban muy graves y se sospechaba que no vivirían por mucho tiempo. Según lo que se sabía, estos héroes provenían de distintas localidades de Japón, habían sido heridos en batalla y sus lesiones eran tan graves que los médicos japoneses se habían declarado incapaces de ayudarlos; debido a esto, fueron escogidos para ingresar al programa de Les Bleus y ser atendidos con su fórmula experimental. Si bien varios héroes profesionales mostraron una notoria mejoría al cabo de varias semanas de tratamiento, otros más no tuvieron tanta suerte y no respondieron adecuadamente. Al parecer, los héroes que se encontraban graves pertenecían a este último grupo y el equipo de Nuit se esforzaba por mantenerlos con vida.

– Va a ser un día bastante movido –señaló Kido–. Para ellos, al menos.

Endeavor consideró que su equipo no sería requerido, pero de cualquier manera les ordenó a Kido y a Onima que estuvieran preparados para cualquier eventualidad. Para sorpresa de los tres, al final el personal francés sí necesitó de sus servicios: alrededor del mediodía, Nuit se comunicó con Endeavor para decirle que uno de sus pacientes más delicados se había escapado y requería de su ayuda para localizarlo; ella no sabía cuándo se había ido e incluso declaró que ni siquiera comprendía cómo alguien tan grave tuvo fuerzas para levantarse de la cama y huir. Los dos ayudantes del Flame Hero escucharon cómo Endeavor increpó duramente a Nuit por haber permitido que se le perdiera uno de sus pacientes, acusándola de ser poco profesional y descuidada; sorprendentemente, la joven no hizo réplica alguna y se limitó a solicitar que se dieran tanta prisa como pudieran, actuó tan sumisamente que hasta el mismo Endeavor se asombró.

– A ningún médico debe agradarle que se le extravíe un paciente –señaló Onima, con sutileza–. Y no creo que sea algo que se desee hacer a propósito.

A manera de respuesta, Enji le lanzó a Onima una mirada desdeñosa, que casi hizo que éste se arrepintiera de haber hablado. En cualquier caso, en ese momento lo más importante era encontrar al herido, cuyo nombre de héroe era Silver Soldier. Lo que se sabía de él era que provenía de la región de Osaka, en donde resultó severamente lesionado de varios órganos internos durante el cumplimiento de su deber. Silver Soldier era uno de los pacientes más graves, que ya había sido desahuciado por los médicos de Japón, por lo que su estancia con Les Bleus era una medida desesperada para tratar de salvarlo. Que se hubiera escapado era sencillamente increíble, estaba tan lesionado que ni siquiera podía sentarse, pero algo le había dado las fuerzas que necesitaba para escapar.

Gracias al esfuerzo combinado de los héroes de la agencia del Flame Hero y el equipo de Les Bleus, Endeavor pudo encontrar a Silver Soldier en un corredor poco frecuentado, hecho un ovillo en el suelo. El hombre respiraba con dificultad y miró a Endeavor con miedo, no de él sino de lo que estaba por venir; Endeavor supo de inmediato que el héroe necesitaba consuelo, pero era incapaz de proporcionárselo y no se molestó en intentarlo. Desde su punto de vista, lo mejor que podía hacer era reportar que ya lo había hallado para que fuese atendido por los médicos.

– Nuit, he encontrado a Silver Soldier –anunció Endeavor a través de su intercomunicador–. Voy a llevarlo de regreso al área hospitalaria.

– ¡No, no lo haga! –gritó Nuit, enérgica–. No lo mueva, es un paciente muy inestable y podría dañarlo más; vamos para allá con una camilla para trasladarlo como se debe.

La joven cortó la comunicación sin esperar contestación y Enji lanzó un bufido; tenía ganas de decirle a Azure que, si quería que los demás trataran bien a sus pacientes, debería de poner más esfuerzo en cuidarlos. Sin embargo, al menos tenía que darle la razón a Onima con respecto a que seguramente Nuit no extravió el paciente a propósito.

Endeavor miró nuevamente al hombre herido y se percató de que su condición parecía empeorar rápidamente. Durante unos segundos, contempló ignorar la petición de Nuit y trasladarlo él mismo, pero en cuanto decidió acercarse, Silver Soldier lo detuvo alzando una mano.

– Estoy agonizando, lo sé –dijo, con voz entrecortada–. No quiero hacerlo rodeado de monitores y con varios tubos saliendo de mi cuerpo.

– Dígaselo a sus médicos cuando lleguen –replicó Enji, aunque accedió a dejarlo tranquilo–. Pero éste no es el mejor lugar para morir.

– Tampoco lo es en Terapia Intensiva –musitó Silver Soldier–. Sé que intentaron ayudarme, pero ya estoy más allá de cualquier auxilio posible.

Nunca era agradable ver morir a alguien, pero era peor cuando ese alguien ejercía el mismo trabajo que uno, de manera que Endeavor se quedó sin palabras y se limitó a vigilarlo, esperando que el equipo de Les Bleus no tardara mucho o llegarían a recoger un cadáver. Silver Soldier comenzó a toser sangre y Enji decidió entonces que se lo llevaría al área médica, sin importar lo que Azure hubiera dicho, pero justo cuando ya lo había tomado por un hombro para alzarlo, apareció Nuit a todo correr por el pasillo y se dejó caer ante ellos.

– No lo levante, déjeme revisarlo primero –pidió la francesa, casi sin aliento, y sacó su estetoscopio para auscultarle los pulmones y el corazón al paciente.

Endeavor emitió un gruñido mientras Nuit acababa su valoración; ella estaba muy agitada, se notaba que había echado a correr para llegar lo antes posible junto a su paciente y él tuvo que darle mérito por eso. No pasó mucho antes de que la cirujana se quitara el estetoscopio para lanzar después un suspiro apesadumbrado.

– No creo que valga la pena llevarlo de vuelta al área de Terapia Intensiva, va a morirse en el camino –determinó Nuit, en voz baja, tras lo cual se dirigió al enfermo–: Lo siento, no he podido hacer mucho por usted.

– E-está bien… al menos me… dio esperanza… –dijo Silver Soldier, esbozando apenas una sonrisa leve–. P-pero no quiero… morir rodeado por… aparatos…

– Me lo hubiera comentado antes y lo habríamos solucionado –replicó Nuit, tranquilamente–. Tiene derecho a que se le cumpla ese deseo; ahora, permita que por lo menos le haga más agradable estos últimos minutos.

Silver Soldier aceptó y Azure lo ayudó a acomodarse contra la pared del pasillo, levantando su cabeza y enderezando su pecho para permitirle respirar mejor; así mismo, le colocó una mascarilla de oxígeno portátil que no necesitaba de un tanque para funcionar. El héroe pareció estabilizarse, ya podía hablar sin que se le cortara la respiración, aunque su coloración continuó siendo grisácea y no quedaba duda de que estaba en sus últimos momentos de vida. Endeavor, por su parte, no pudo evitar notar el cambio que experimentó Nuit en ese lapso: de ser una joven intransigente y autoritaria, pasó a mostrar un trato dulce y complaciente con el héroe que se estaba muriendo delante de sus ojos; no era la primera vez que él percibía ese cambio en ella (lo hizo cuando Azure reinsertó la pierna amputada de la niña), pero continuaba llamándole la atención. Quizás, como al hombre no se le daba la compasión, sentía curiosidad cuando alguien sí la demostraba.

– Tengo miedo –musitó Silver Soldier–. No sé qué hay más allá.

– No puede ser peor que lo que hay aquí –repuso Nuit, en voz baja–. Y si aquí lo hizo bien, seguro que allá le va a ir mucho mejor.

– ¿Lo hice bien? –preguntó Silver Soldier con ansiedad–. ¿De verdad fue así?

– Por supuesto que sí –afirmó Nuit–. Salvó muchas vidas a lo largo de su carrera, debe de sentirse orgulloso.

Fue un consuelo simple al parecer de Azure, pero causó un efecto benéfico en el hombre, que sonrió débilmente.

– Nunca me casé, ni tampoco tuve hijos –manifestó el hombre, con la sombra de un arrepentimiento tardío en los ojos –. Me hace sentir bien el saber que pude hacer una diferencia, a pesar de todo… ¿Va a quedarse conmigo hasta el final, doctora?

– Hasta el final –asintió Nuit–, no voy a dejarlo solo. Los héroes que dan sus vidas para proteger a otros merecen que se les acompañe hasta su último aliento.

– ¿Podría tomarme de la mano? –pidió Silver Soldier–. Quiero sentir algo de calor humano antes de irme.

– Por supuesto –aceptó ella, al tiempo en que sujetaba la mano derecha del héroe.

En ese momento, para Endeavor quedó patente que la vida de un héroe solía ser desagradecida. Los profesionales dejaban el alma, el cuerpo y la vida en el campo de batalla y al final morían lejos de la gente, abandonados por todos y envueltos en el miedo. Sin embargo, en el caso de este héroe era diferente, pues había alguien que se esforzaba por hacerle más placentera la marcha: Nuit seguía agarrando la mano del hombre mientras le acariciaba el cabello como haría una madre con su hijo. Había tanta compasión desinteresada en ese gesto que una fibra sensible alcanzó a moverse en el corazón de piedra de Enji.

Y repentinamente, Azure comenzó a cantar y él obtuvo por fin la última pieza de su rompecabezas.

Hey, hey, I saved the world today –canturreó ella–. Everybody's happy now, the bad thin's gone away…

Aunque debió habérselo visto venir, pues pudo haberlo averiguado con sólo pensarlo un poco, Enji se sorprendió mucho cuando descubrió quién era en realidad su visitante nocturna. Ahora podía afirmar con toda seguridad que esas manos misteriosas eran de mujer y que la voz también pertenecía a una mujer. Al hombre le molestó el tener que aceptar que había sido muy obtuso por no haberlo notado antes y tuvo deseos de increpar a Azure a gritos, molesto e indignado como estaba, pero no era tan irascible ni tan tonto como para no entender que ése no era el mejor momento para hacerlo. Además, aunque Endeavor no lo reconocería, también era cierto que se sentía ligeramente cautivado por la escena que tenía ante sus ojos, así que se quedó callado mientras escuchaba a Nuit consolar al hombre que se despedía de la vida.

And everybody's happy now, the good thing's here to stay…

Silver Soldier emitió un suspiro prolongado y después dejó de respirar. Azure dejó pasar unos momentos más antes de declarar la hora de la muerte. Se hizo un silencio denso y prolongado, en el cual Endeavor y Nuit presentaron sus respetos al héroe fallecido. No pasó mucho tiempo antes de que aparecieran al fin los enfermeros con una camilla; dado que no había más por hacer, se trasladó el cuerpo a la morgue y Nuit acompañó a la comitiva para encargarse de los trámites correspondientes. No fue sino hasta mucho tiempo después cuando ella volvió a encontrarse con Endeavor en los corredores; si bien parecía que se toparon por casualidad, algo en la actitud de Enji le hizo entender a la joven que la había estado esperando.

– No vuelvas a entrar a mi habitación –reclamó Endeavor con voz dura, sin saludar siquiera.

– ¿Qué? –La recriminación tomó a Azure con la guardia baja–. ¿De qué está hablando?

– Sabes de lo que hablo –replicó él–. Eres tú quien ha estado invadiendo mi privacidad por las noches.

Fue una acusación tan directa que Nuit no pudo evitar ruborizarse hasta la raíz de su cabello azul; consciente de que se había delatado con su lenguaje corporal, no le quedó más remedio que aceptar su culpa.

– ¿Cómo sabe que fui yo? –quiso saber–. ¿Qué me delató?

– La canción –contestó Enji, secamente.

– ¡Ah! –exclamó Nuit–. Sí, es cierto, la bendita canción, no lo pensé en su momento.

– Quiero saber por qué y cómo lo lograste –exigió Endeavor, cuya mirada iracunda despertaba temor en cualquiera–. Quiero saber cómo hiciste para que no me diera cuenta de tu presencia.

– No fue cosa mía, sino de la bacteria que tenía en esa herida, es más fuerte de lo que cree –suspiró Azure–. A diferencia de los microbios comunes, éste ha evolucionado para crecer bien en presencia de calores extremos, así que su fuego no la mata y, por el contrario, le permite crecer mucho mejor. Uno de los efectos secundarios de dicha bacteria es causar alucinaciones y/o pesadillas en quien está infectado con ella, estaba usted tan perdido en sus sueños que no me habría escuchado ni aunque hubiese entrado con una motosierra.

– ¿Y cómo pudiste desaparecer tan rápido? –cuestionó Enji –. Te busqué por los alrededores y no te encontré.

– Conozco bien las instalaciones –respondió ella, enigmática–. ¿Qué más da? Necesitaba ayuda médica y es tan terco que ya sabía que no iba a solicitarla.

– ¡No es de tu incumbencia! –espetó él, furioso–. ¡No te necesito, ni a ti ni a tus tratamientos! ¡Sólo me molestas!

– ¡Claro que es de mi incumbencia! –contradijo Nuit, enojada también–. ¿Sabe en qué predicamento nos puso? ¿Cómo cree que hubiéramos quedado ante el gobierno japonés si su Héroe Número 2 se enfermaba gravemente a causa de una bacteria durante el tiempo en el que estuvo trabajando con nosotros? ¡La reputación de Les Bleus estaba en juego y ni pensar en lo que dirían sobre mi poca capacidad para resolver un problema tan sencillo! ¡No me dejó otra alternativa! Además, ésa era una bacteria peligrosa, lo pudo haber matado. –Tras decir esto, Nuit lo miró de arriba abajo y se corrigió–: Bien, quizás a usted no lo habría matado, pero sí habría enfermado seriamente.

– ¡Ése era mi problema! –insistió Endeavor.

– ¡Sí, ya sé que es tan egocéntrico que cree que sus acciones nunca perjudican a los demás! –replicó ella–. ¡Pero necesita abrir los ojos y darse cuenta de que no es así!

Algo en sus palabras afectó al hombre, pues perdió repentinamente su actitud beligerante y se quedó callado. Azure se dio cuenta de que lo había ofendido, aunque no sabía cómo, y estuvo a punto de disculparse cuando él la interrumpió.

– No vuelvas a entrar a mi habitación o no seré tan condescendiente –dijo Endeavor y se marchó sin esperar respuesta, como era su costumbre.

"¡Hombres intransigentes en donde los haya!", pensó Nuit, fastidiada. Sin embargo, aunque lamentaba reconocerlo, había comenzado a sentir compasión por él. Gracias a las palabras que Enji murmuró durante sus delirios, Azure llegó a la conclusión de que él cargaba con un sentimiento de culpa por algo terrible que había sucedido y de lo que se sentía responsable. Sin embargo, ella aceptaba que ése era un tema demasiado personal en el que no debía inmiscuirse por más que deseara hacerlo, pues además de la compasión, su corazón ya estaba experimentando un sentimiento prohibido por ese hombre tan terco y temperamental que, a pesar de todo, había demostrado ser un increíble héroe de fuego con unos grandes poderes.

"Pero es casado y mucho mayor que tú. ¿Te has vuelto loca? ¿Qué te hace pensar que siquiera va a fijarse en ti?".

Enji dejó de recibir a su visitante nocturna a partir de entonces. Durante tres días no ocurrió algo fuera de lo normal, pero él tuvo que reconocer que el tratamiento furtivo de Nuit surtió efecto, pues dejó de tener pesadillas y la herida ya estaba prácticamente curada. En esos tres días ellos casi no tuvieron contacto, como si Azure lo estuviera evadiendo, algo que a Endeavor no le parecía mal aunque en su fuero interno sentía que había actuado incorrectamente. Sin embargo, las cosas cambiaron a la cuarta noche; él estaba quedándose dormido cuando escuchó que se abría la puerta de su dormitorio y una sombra se colaba a través de ella. Enji se incorporó y encendió sus llamas; no le asombró demasiado descubrir a Azure, quien llevaba puesto un camisón ligeramente transparente.

– ¿Qué estás haciendo aquí? –bufó Enji, perturbado por la visión que tenía delante suyo–. Te advertí que si volvías a entrar, no iba a ser tan condescendiente.

– Estuve analizando tus palabras durante algunos días, algo en ellas me inquietaba –contestó Azure en voz baja; era notorio que había cambiado su manera de dirigirse a él, pues además de tutearlo ya no ponía la barrera de profesionalismo que había estado utilizando hasta entonces–. Y por fin he descubierto qué es.

– Explícate –ordenó Endeavor, a sabiendas de que debía sacarla de ahí sin tardanza.

– Dijiste que no me necesitas, pero creo que si de verdad te hubiera molestado tanto mi presencia, habrías cerrado la puerta con llave–. Nuit lo miró directamente a los ojos, en un gesto que él catalogó como de esa típica insolencia que impulsa a las mujeres jóvenes a enfrentarse a los hombres mayores–. Pero no lo hiciste y no fue un simple descuido, aunque eres demasiado terco para admitir que en realidad querías que siguiera entrando.

Endeavor sabía que tenía que ponerle un alto a esa niña irrespetuosa, cuyos ojos brillaban de deseo, pues estaba adentrándose en un terreno peligroso. Su cerebro le dictaba lo que debía hacer a continuación y le remarcaba que debía dejarle en claro a Azure que lo que sea que estuviera pensando hacer, estaba absolutamente prohibido.

– Casi tienes la edad de mi hija –se escuchó a sí mismo decir sin mucho ánimo, como si más que intentar convencerla a ella, tratara de convencerse a sí mismo.

– Pero tú no me miras con ojos de padre –replicó Nuit, sin inmutarse–. No sé por qué la edad tiene que ser un problema.

Quizás para ella no era un problema, pero Enji sí estaba consciente de todo lo que tenían en contra: la diferencia de edades, el hecho de que él no era soltero, el que estuvieran trabajando en el mismo proyecto, pero a pesar de que su pensamiento habitualmente racional estaba dispuesto a mantener la tentación a raya, había algo en la manera en la que resplandecían los ojos color uva de Azure que lo hacía querer olvidarse de todo, aunque sólo fuese por esa noche. Así pues, cuando ella se acercó para besarlo, él apagó sus llamas y no hizo el intento de detenerla. Y una vez que sus labios se tocaron, ya no hubo marcha atrás.

Mucho tiempo después, cuando esa relación prohibida concluyó de la peor manera posible, Enji habría de admitir que si Azure Bourgeois consiguió llegar a un sitio a donde nadie más ha podido llegar fue gracias a su compasión, que le alcanzó para darle ternura a alguien como él. Y unos meses más tarde, cuando ella se había convertido en un recuerdo muy oculto pero persistente, sería su voz la que haría eco en su memoria las noches en las que Enji se sentía invadido por la culpa, esa voz que entonaba la melodía que había conseguido darle paz a un héroe herido.

Fin.


Notas:

– Los personajes de Boku no Hero Academia pertenecen a Kohei Horikoshi ©.

– Azure Bourgeois / Nuit es un personaje creado por Lily de Wakabayashi. La organización Les Bleus es creación conjunta de Lily de Wakabayashi y Elieth Schneider.

– La canción que Azure canta es "I saved the world today", de Eurythmics.

– Este fic también forma parte de la historia que tengo planeada para mi OC de Boku no Hero Academia, Azure Bourgeois, y su línea temporal se ubica dos años antes de que den comienzo los hechos del manga. Además, está ligado a otro de mis fanfics, "El valor de un hombre".