La vaga idea de imposibilidad se les hacía corta. Y por mucho que quisieran sopesar la manera de poder salir de ese embrollo, no había ni un ápice de esperanza que fuera momentánea en lo más profundo de sus almas.

La ubicación en la cual se encontraban era incierta. Solo unos pocos magos habían logrado alcanzar aquel inhóspito lugar, aunque ninguno sobreviviera finalmente. En la antigüedad corría el rumor que el Templo Sagrado solo era parte de la mitología, de las historias de los cuentacuentos que viajaban cual lobos solitarios. Pero nada más lejos de la realidad.

De las rocosas estatuas apenas se podía distinguir su forma. La piedra esculpida estaba crujida, dejando que las oscuras líneas de la rotura separaran las piezas de lo que en su día fueron grandes formas dracónidas. La anaranjada lava rodeaba el gran círculo del Santuario, y las ardientes burbujas que brotaban del suelo dejaban un chorro de vapor cada vez que reventaban.

El Gran Trono se mantenía intacto. El Dios Dragón de fuego se había preocupado de que fuera así.

La desesperación tenía a los integrantes del gremio atrapados, y si tan siquiera alguno de ellos llegara a alcanzar el modo de poder vencer la batalla no dudarían en agarrarse a ello aún tratándose de un clavo ardiendo.

El grupo de Fairy Tail apenas podía tenerse en pie. Estaban agotados. Natsu maldijo para sus adentros la falta de magia en su ser, y odiaba pensar que aquello iba a ser su final. Cerró los ojos unos instantes queriendo esconder la debilidad que crecía a pasos agigantados en su mirada. Los volvió a abrir tras unos segundos, y lo que pudo ver fue incluso más esclarecedor que lo que visualizó antes de cerrarlos. O se movían o morirían allí mismo.

Gray Fullbuster no podía dejar de clavar su mirada en la incandescente llama que brotaba de la piel de aquel Dios. ¡Qué demonios se creía ese imbécil! Volteó su cuerpo ciento ochenta grados, aceptando una vez más lo que acababa de acontecer. Maldijo de nuevo.

El cuerpo de Selene yacía en el suelo apenas sin ethernano en su interior. Las largas hebras de cabello blanco cubrían parte de las heridas irreparables en su piel. Su usual kimono dejaba apenas su pecho al descubierto, y en este una estocada de la cual un camino de sangre recorría ambas partes de su tórax. Su boca entreabierta aún dejaba que sus colmillos se vieran, dejando que un tímido reguero de líquido colorado fluyera por sus labios, y sus ojos ya se mantenían cerrados.

-Las opciones que os quedaban os han abandonado, por lo que veo.

La masculina voz del Dios Dragón de fuego resonó en la zona. Su mirada afilada amenazaba sobre ellos con superioridad y omnipresencia, creando en el ambiente una presión que ahogaba. Dogramag, por su parte, se mantenía sentado en una de las puntiagudas rocas esperando ordenes de su líder.

-Esto no puede estar pasando...-Lucy se estremeció. Quería llorar, pero ni las lágrimas salían.

Por otra parte el gremio de Diabolos se encontraba luchando con los monstruos que se encontraban por los alrededores del Tempo Sagrado. Aquellos nacidos de la mismísima Tierra Oscura dispuestos a acabar con cualquier señal de vida en los alrededores del Templo.

-Podría decir que me dais pena...¡pero no es así!-Ignia rompió a carcajadas, burlándose aún más de la desventaja que asolaba al gremio de magos.

La empuñadura de la katana que blandía Erza Scarlet estaba apunto de hacerle sangrar los pliegues de la palma de su mano derecha. Era tanta la presión ejercida que ni se daba cuenta ya del dolor y el entumecimiento. La mujer de cabello colorado mantenía su mandíbula apretada de la rabia e impotencia por se incapaz de darle la vuelta a la situación, sintiendo toda la responsabilidad sobre sus hombros.

Y si todos ellos se sentían desesperanzados, la pequeña que se encontraba presenciando aquella escena ya no sopesaba otro desenlace que no fuera el más trágico de todos.

-Dónde estás...

Wendy dejó que sus fuerzas la abandonaran. Sus rodillas se clavaron con violencia en el rocoso suelo. Dolió, pero qué importaba ya. Erza la miró con lástima, así como los demás compañeros de gremio.

-Dónde estás cuando te necesito...

La mirada de la niña seguía perdida. Llevó su mano a su pecho intentando buscar una respuesta a su pregunta. Y mientras intentaba encontrarla, sus hermosos orbes empezaron a humedecerse.

-Me dijiste que estarías conmigo si te necesitaba...

Cerró las pestañas y las lágrimas brotaron sin piedad. Golpeó el suelo con sus manos y dejó que la impotencia la abrazara de nuevo.

-¡Despierta ya!

El grito inundó todo el lugar, siendo ese el ruido más potente que reinó en esos segundos.

Ignia y Dogramag se miraron sin entender nada. Pero aquella situación ya empezaba a aburrir, por lo que ya iba siendo hora de buscar más diversión y dejar que la sangre corriera en esa maldecida tierra de dragones. A partir de ahora aquel iba a ser su hogar, y ningún humano iba a osar interponerse en sus vidas. Porque ellos lo querían así. Ningún humano era capaz de convivir con los dragones, los seres más superiores que han existido.

-Bueno Fairy Tail, se os acabó el tiempo ¡Es hora de ponerle fin a esto!

Ignia bajó desde el Trono de un salto hasta quedar a unos niveles de tierra superiores al suelo dejando que el fuego acariciara su piel con cariño.

Todo iba a terminar. Ignia estaba convencido de sus pensamientos, pero de lo que el Dios Dragón no era consciente era que a veces en la vida el tablero se da la vuelta, y las cosas no son lo que parecen.

Eso pensó la persona que, sin poder contenerla, dejó que la tos seca escapara por su ensangrentada boca.

-El fin...a los a-acontecimientos...no los pones tú, Ignia...

Selene volteó su borrosa visión a la ubicación donde le parecía que se encontraba el Dios Dragón del fuego. Apenas podía mover su cuerpo, sus huesos estaban rotos, y el dolor que la aprisionaba era inexplicable. Pero era consciente de que no podía marcharse de aquel mundo, sin dar todo de ella.

-A-alguien como tú...no merece el título de Dios...

Los magos de Fairy Tail la observaban, a sabiendas de que ni la magia de curación de Wendy iba a ser capaz de revertir el delicado estado en el que se encontraba la Diosa Dragona.

Sin saber muy bien el por qué, aquellas palabras desagradaron a Ignia. Él era el ser más fuerte de aquel mundo, y con las hazañas que había vivido y hecho no cabía duda de ello.

-Deseas que...mi vida acabe...Tal vez yo también lo quiera, al fin y al cabo ya no tengo a nadie en este mundo...

Las lágrimas de Selene brotaron una vez más por sus mejillas recordando a todo aquel que perdió.

-P-pero los magos que defienden la vida de los dragones merecen otra oportunidad...

El punto de luz que empezó a brotar del dedo índice captó la atención de los presentes.

-Tú eres un dios, Ignia...pero siento curiosidad por saber si la supuesta Divinidad acabará postrando su rodilla ante un Rey...

-Deja de decir sandeces, Selene. Tu delirio sólo hace que salgan estupideces de tu boca.

-Da vergüenza que alguien como ella sea considerada una de los Dioses Dragones-Dogramag se carcajeó una vez se expresó.

La ligera sonrisa de la dragona les hacía desesperar. La iban a matar, así dejarían de escucharla de una vez por todas.

-Por el poder que me ha sido otorgado...bajo mi responsabilidad y sobre mi nombre, invoco al mundo olvidado, aquel en el que yacen las almas desgastadas...

Selene tosió la poca sangre que le quedaba atorada en la garganta. Su cuerpo dolía demasiado, pero como Diosa debía cumplir con su deber antes de abandonar aquel mundo y ascender.

-Prometo ser el alma errante que sufra los cien años de castigo...pero ahora mismo no me puedo permitir que este mundo llegue a su fin..

La luz comenzó a brillar de cada vez más, cegando la visión de los magos de Fairy Tail. El asombro que crecía en ellos al percatarse de la distorsión en el ambiente les produjo una sensación amarga en el cuerpo a la par que esperanzadora. Si la Diosa estaba dispuesta a sufrir incluso en el más allá, era porque realmente confiaba en la acción que se disponía a tomar.

-Te tomo esto prestado, pequeña-la mujer que yacía en el sueño señaló a Wendy, que sin entender nada, asintió inconscientemente. Para su asombro, una chispa estalló enfrente suya.-Yo, Selene...Diosa de la Luna, pido a los verdaderos Dioses que permitan mi invocación desde la lejanía para que puedas brindarme tu ayuda...

El crujido que atravesó la tierra del Templo Sagrado hizo temblar a todos los presentes.

-Qué diablos estás haciendo...-Ignia no cabía en su asombro. Y aún sin querer reconocerlo, un escalofrío recorrió su columna.

-¡Cuidado todos!¡El suelo puede venirse abajo!-vociferó Erza clavando su katana en la tierra para así guardar el equilibrio y no caer.

Todo ocurrió en cuestión de segundos, pero por fin la incandescente y cegadora luz desapareció. Y Selene sonrió satisfecha, no sin antes esclarecer con dificultad en su mirada el matiz escarlata que inundó su visión. Sin poder contenerlo, las cálidas lágrimas recorrieron el rostro de la dragona. Su cometido había llegado, así que finalmente dejó que el sueño eterno la hiciera suya.

"Hasta siempre, su Divinidad", pensó la mujer postrada de rodillas cerca del cuerpo sin vida de la Diosa de la Luna.

El polvo que se levantó tras el crujido de la roca se fue disipando. Y si alguno de los integrantes del gremio pensaban que lo habían visto todo, desde luego estaban equivocados.

Erza dio gracias de que su katana aún se encontraba clavada en el suelo, porque inmediatamente sus piernas empezaron a flaquear tras observar atónita la figura que mantenía sus rodillas clavadas cerca del cuerpo de Selene. Cómo podía ser posible si aquella mujer hacía meses que estaba muerta. Y sin querer reconocerlo, su corazón empezó a palpitar con fuerza.

Ese momento ofreció a la hechicera la oportunidad de despedirse de la dragona tras señalar con su dedo índice sobre la frente "Que los reyes te asistan, Selene de la Luna".

El poder mágico empezó a recorrer por el área, y desde luego no pasó desapercibido por ninguno de los presentes.

-Q-quien eres tú...-Natsu no entendía de dónde había salido la mujer que se hizo paso entre el humo. Solamente sentía un inmenso poder mágico "¿Será otro dragón...?" su olfato no fallaba casi nunca.

Y como si de un imán se tratara, la mujer de largas trenzas buscó y encontró la maga que compartía su mismo color de cabello. Sin poder remediarlo, su expresión se aflojó y deseó el perdón de la persona más importante para ella que había en ese lugar.

Erza no tenía palabras, incluso no pudo evitar entreabrir su boa del asombro. Aunque logró ponerse en pie.

-E-eileen-san...-Wendy tuvo que llevar sus manos a su boca para reprimir las ganas de gritar. Lo que no pudo contener fueron las ganas de recibir a la mujer.

Corrió sin sentir el dolor en las raspaduras de sus rodillas y, como si su cuerpo fuera lo más liviano del mundo, se abalanzó a las faldas de la Desesperación Escarlata, que no dudó en abrazar a la pequeña Dragon Slayer.

-Lo has hecho muy bien, Wendy-dijo con su voz suavizada a la par que pasaba su mano por el cabello de la niña queriendo consolarla.

Eileen dirigió su empoderada mirada hacia los integrantes del gremio. Era consciente que la mayor parte de ellos no sabían quien era ella.

-Me voy a ahorrar los detalles en explicar quien soy, pero estoy aquí por lo mismo que vosotros.

Entonces como su fuera la fiera que persigue a su presa, la Reina clavó sus intensos orbes sobre los dos Dioses que permanecían callados y preparados para atacar en cualquier momento.

Ignia no podía dejar de observarla con asombro. Aquello no era posible.

-Igneel estaría avergonzado de ti.

Aquel nombre llamó la atención de Natsu Dragneel. ¿Ella conocía a Igneel?

Los labios de la poderosa hechicera se movían dejando que sus palabras salieran sin tapujos.

-No llegaste a pensar que volveríamos a vernos, por lo último que mencionaste a mis espaldas tras la última reunión del Consejo.

Ignia temblaba por dentro. Cómo era posible que aquella mujer lo estuviera retando, ¡ni tan siquiera era una Diosa!

Dogramag analizó por el rabillo del ojo la expresión facial de su compañero. Y pudo ver el miedo en sus dilatados orbes.

-Conozco esa mirada, Ignia- Eileen dio dos pasos al frente posicionándose casi delante de la primera línea de magos- Sería bastante humillante que una humana hiciera que un Dios se postrara ante ella.

La roca de lava que se formó en una de las esquinas del lugar se partió en dos. La ira del Dios Dragón de Fuego apenas podía seguir aumentando.

-Pero verás, da la casualidad que mi poder mágico está rebosante. Mi contenedor de magia no es suficiente como para retenerlo-Eileen se llevó una mano a su rostro, y entre sus dedos se pudo vislumbrar la malévola sonrisa que cruzó por sus labios-¡Y la verdad es que no quiero contenerme, Ignia!

El suelo empezó a temblar. El aura que emanaba de la mujer hizo que los presentes casi hincaran sus rodillas de nuevo en el suelo a causa de la pesadez en el ambiente. Esa magia ahogaba.

-Lo que le has hecho a Selene no tiene perdón. Y yo no soy como estos magos de aquí, ¿sabes?

Erza conocía ese semblante. Aún recordaba las ganas de matar con las que aquella hechicera la amenazó en su día a ella y a Wendy. Quiso dar un paso y detenerla, porque si algo quería Erza era que la parte más humana de su madre por fin se hiciera presente, pero era tal el aura que la detenía que apenas podía tenerse en pie.

-¡Estás muerta!¡Eres una maldita ilusión!

Ignia dejó que las llamas se dirigieran con fuerza e ira hacia los magos de Fairy Tail.

-Los dragones se están removiendo en su tumba, Ignia...

Si no lo vio, no lo creyó.

-No mereces la compasión de nadie. Yo, Eileen Belserion, Reina de los Dragones, voy a hacer que pagues todas las faltas al honor de los dragones.

El suelo del lugar comenzó a brillar, y es que no era para menos, pues todo el Santuario estaba tatuado con círculos mágicos.

-Perdóname, Selene...prometo compartir tu dolor en el más allá, pero ahora voy a acabar esto.

Eileen dirigió una vez más su compasiva mirada hacia la mujer que yacía muerta en el suelo. Una vez más había fallado. Mantuvo su mandíbula apretada prohibiendo que ningún quejido escapara de ella. Sus colmillos salían con timidez ante el gesto.

Ante aquello, redirigió su atención hacia los dos Dioses que permanecían quietos y exudando estupor en el mismo lugar que los encontró. Sin levantar su bastón del suelo, dejó que el aura que emanaba de su piel cesara instantáneamente.

Lo que nadie se había percatado hasta el momento era de las múltiples escamas que afloraron de la tez blanca de la Desesperación Escarlata.

"¿¡Dragón!? No..." Natsu no cabía en su asombro.

-D-d...Dragon Force...-titubeó Wendy.

Pero si la pequeña maga pensaba que lo había visto todo, se quedó corta. Lejos de llevar el usual sombrero con el que se presentó por primera vez la progenitora de su amiga, esta vez era diferente.

Tras la aparición de las escamas en su blanquecina piel, el aura que se formó en la cabeza de la hechicera tomó forma de lo que parecía ser una discreta corona de luz.

-Es hora de poner fin a esta pesadilla.

FIN.

El lugar de los hechos me lo he inventado. Quería escribir relato corto y pues salió esto. Espero que os guste ^^

Sigo pensando que Eileen es un personaje místico y lleno de clase ;) En el relato no he querido explicar cómo pensé que Eileen podría regresar, pero dado que Selene puede transportar objetivos de un mundo a otro, me pareció buena idea un posible Mundo de Almas, y poder trasladar el alma de Eileen al mundo de los vivos, encantando su personalidad (la posee Wendy). Y why not darle su propio cuerpo.

Un abrazo!