[One-shot]

Dilemas de la adolescencia

—Yuichirō T. & T. Kiyo—

No, él había visto la sorpresa en Muichirō; y en ella no veía eso. Yuichirō sabía que ese orgullo del que había hablado Kiyo hace tan solo unos minutos, ya no era para él, y eso le dolió.

Disclaimer:

Kimetsu no Yaiba © Koyoharu Gotōge

Dilemas de la adolescencia © Adilay Fanficker

Advertencias: Inspirado en Kimetsu Gakuen.| Un poco de OOC.

Aclaración: Este fic participa en el FLUFFTOBER 2022 realizado por la página en Facebook: "Es de fanfics".

Día 13: Álbum fotográfico.

Notas:

Esto de hacer parejas sin sentido ya se me está haciendo costumbre XD espero que esta combinación sea de su agrado.

Saludos.


NO PLAGIEN, NO RESUBAN Y TAMPOCO TRADUZCAN SI YO NO LO HE AUTORIZADO. —Gracias.



Los gemelos Tokito eran muy unidos; ambos eran inteligentes (tal vez demasiado) y eran muy educados. Sin embargo, como cualquier otro niño, Yuichirō y Muichirō podían ser… algo traviesos.

Al final, eran unos adolescentes de 14 años y como muchos, podían discutir con sus hermanos, por muy gemelos y muy unidos que fuesen.

Hacerse bromas entre ellos empezaba siendo algo para niños. Pero poco a poco, como sus edades, sus bromas iban escalando hasta que alguno de los dos terminaba yendo a un hospital o en el interior de una caja, para ir en vuelo a otro país.

Sus "bromas" siempre terminaban poniendo de muy mal humor a su tío, que los cuidaba en lugar de su hermana menor y cuñado, que lamentablemente habían fallecido en un accidente de auto, cuando los niños tenían apenas 2 años y estaban a cargo de una niñera.

Su otro tío, Yorīchi, se había ofrecido a cuidarlos también, pero el tío Michikatsu se había negado ante esa idea pues creía que su hermano iba a consentirlos demasiado.

En fin.

De cualquier manera, nada les faltaba en casa del tío Michikatsu. Se tenían mutuamente, y con el tiempo hicieron amigos al ingresar a la Academia Kimetsu.

Los gemelos eran unos dotados intelectuales. Con edades muy cortas, avanzaron hasta secundaria y ahora con 14 años, ambos cursaban la preparatoria, ya casi la universidad.

Muichirō aplicaría el examen de ingreso a sus 15 años… y Yuichiro… bueno, él había decidido comenzar a trabajar en un comercio de comida rápida.

»¡¿Cómo que no ingresarás a la universidad?! —exclamó Michikatsu, durante la cena. Muichirō, por su lado se mostró sorprendido también ya que ni él sabía de los planes de su hermano mayor.

¿Y qué se le iba a hacer?

No porque fuesen gemelos sus caminos tenían que ser los mismos. Los tíos Yorīchi y Michikatsu eran la prueba de ello.

»¡¿Acaso eso es lo que quieres para tu futuro?! ¡¿Terminar fregando pisos en McDonald's?!

»Sí, ¿por qué no? —respondió con algo de soberbia y aburrimiento.

Los estudios no eran lo suyo; las carreras universitarias no eran de su interés, y ya bastante fastidiado estaba de las chicas y chicos en la preparatoria que querían verlo como un blanco fácil para manipular siendo él menor que ellos, como para ver qué hacía a merced de universitarios.

Muichirō era capaz de quitarse esas pestes sin problemas, pero Yuichirō estaba harto de eso.

Quería trabajar. Quería ganar su propio dinero y con el tiempo, abrir su propio negocio de comida rápida. Cocinar se le daba bien, ¿entonces por qué no hacer una carrera para convertirse en chef? Porque no quería, punto.

Tal vez estuviese cometiendo un error, pero al final, todavía tenía 14 años y no tenía ninguna prisa.

Sólo quería terminar la preparatoria y trabajar de tiempo completo. Necesitaba ganar su propio capital.

»¿Estás seguro de lo que haces, hermano? —le preguntó Muichirō poco después de que el tío Michikatsu se cansase de gritar.

»Francamente… no lo estoy del todo, pero sabes que no me gusta estudiar. He estudiado desde que tengo memoria… y ahora quiero ganar dinero.

Muichirō no compartía su idea y estaba bien; no tenía por qué hacerlo, además, Yuichirō haría cursos para no atrasarse en caso de que cambiase de opinión y terminase haciendo ese examen. Ya todo estaba calculado.

Un día más en la Academia, ambos hermanos iban en dirección a su aula cuando algunas voces los detuvieron.

—¡Hola! —exclamó un trío de niñas y un chico.

Todos iban vestidos con sus uniformes de secundaria, a diferencia de los gemelos, que usaban uniformes de preparatoria.

Muichirō saludó con cordialidad y animosidad a diferencia de Yuichirō, que estaba pensativo.

—¡¿Están listos para su gran examen de ingreso a la universidad?! —exclamó Sumi Nakahara, emocionada.

—Seguro será difícil —dijo Senjurō Rengoku.

—Estamos orgullos de ustedes, chicos —expresó Kiyo Terauchi fascinada. Borrando su sonrisa cuando vio a Yuichirō desviando la mirada.

—¡No me imagino la presión! —chilló Naho Tanaka viendo a Muichirō, quien le sonrió con calma. Ella se sonrojó un poco.

—A decir verdad, no creo que vaya a ser tan difícil —dijo el gemelo menor, siendo sincero.

—¡¿Acaso estás loco?! —exclamó Sumi, impactada al igual que Naho.

—Tienes mucha confianza en ti mismo, eso es bueno —dijo Senjurō sintiéndose feliz por él. Luego miró al gemelo mayor—. ¿Y tú qué dices, Yuichirō? ¿También estás listo para el examen?

El mencionado no habló, sólo se separó del grupo y caminó por su cuenta.

—¿Yuichirō? ¡Espera! —llamó Kiyo, siguiéndolo.

El resto se quedó atrás, esperando alguna respuesta de Muichirō.

—Él no hará el examen —dijo finalmente lo que nadie se esperó.

Un unísono "¡¿qué?!" retumbó en el patio de la Academia. Y aun estando lejos, Yuichirō pudo oírlos.

Decepción.

Era raro, pero no se sintió mal de ninguna forma cuando les habló de su decisión a su tío y a su hermano. Pero cuando Kiyo les dijo que "estaban orgullosos de ellos" porque ingresarían a la universidad siendo tan jóvenes, Yuichirō presentó su primer signo de duda ante lo que había elegido.

El timbre sonó, lo que daba a entender que las clases ya estaban por comenzar y todos los alumnos tenían que estar en sus salones, sin embargo, Muichirō hizo uso de sus prodigiosas habilidades físicas para subir a uno de los árboles y sentarse en una rama, oculto entre las hojas, por si algún maestro transitaba por ahí.

No quería ser molestado, quería pensar.

—¿Yuichirō? —la voz agitada de Kiyo lo hizo suspirar—. ¿Estás bien?

Mirándola desde arriba, consideró que sería cruel dejarla enfrentar a los maestros sola; podría tener problemas si se le veía por aquí, así que bajó lo suficiente para extenderle su mano e incitarla a subir con él.

Primero subieron su mochila, luego subió ella con algo de esfuerzo.

Cansada, Kiyo se sentó en la misma rama que él.

—¿Sabes? Creo que tienes razones para estar estresado… entrar a la universidad no es fácil, y menos… —ella misma se detuvo cuando vio a Yuichirō desviar su mirada, de las hojas, a ella—. ¿No lo harás? —musitó.

—No.

Hubo un corto silencio entre ellos. Mirando a otro lado, Kiyo comenzó a balancear sus pies de enfrente atrás, queriendo decir algo, pero era claro que no sabía qué.

Simuló que también se entretenía en otra cosa, pero Yuichirō la veía de reojo.

—¿Ahora ya no estás orgullosa de mí? —preguntó un poco estoico.

Ella lo miró de vuelta con esos lindos ojos rosas.

—No dije eso.

—Te ves decepcionada —dijo él.

—Sorprendida, en realidad.

No, él había visto la sorpresa en Muichirō; y en ella no veía eso. Yuichirō sabía que ese orgullo del que había hablado Kiyo hace tan solo unos minutos, ya no era para él, y eso le dolió.

—¿Tan malo es que no quiera ir a la universidad a los quince años? —preguntó un poco ofuscado.

—¿Qué? ¡No! Oye… —Kiyo suspiró—. Es solo que, todos creíamos que…

—¿Qué al igual que mi hermano tenía por objetivo ir a la universidad a mi edad? —preguntó cansado de que siempre la gente a su alrededor dedujese que el camino de Yuichirō iba a estar pegado al de Muichirō por toda la eternidad.

—¿Por qué me hablas así? No te he hecho nada malo —habló ella mostrándose algo temerosa.

Él tuvo que reconocer que Kiyo tenía razón.

—Lo siento. Es solo que… es molesto que la gente crea que sólo por ser gemelos, mis objetivos tengan que ser los mismos que los de Muichirō… y al revés.

—Mmm… no quise hacerte sentir eso —musitó, ahora triste.

¡Maldición! ¿Acaso no podía expresarse bien? Ahora había hecho sentir mal a una de sus amigas.

—No. No quise decir que tú… —sin saber cómo continuar, él se llevó una mano a la cara—. Lo siento, Kiyo.

Manteniéndose callados otra vez, Kiyo puso una mano sobre su hombro, dándole algo confort.

—No creo que signifique algo… pero no creo dejar de estar orgullosa de ti algún día.

Él la miró sorprendido. Verla, sonrojada, mirando a otro lado, lo puso nervioso.

—Eso significa mucho para mí —dijo sin poder detenerse. Llevando su mano hacia la de Kiyo, sintiendo mucha calidez y suavidad, no sólo física, sino también espiritual.

Ambos se dispusieron a bajar del árbol y salir de la escuela.

No era la primera vez que hacían eso; por lo regular lo hacían con sus otros amigos y Muichirō, pero dadas las circunstancias, sólo tuvieron que irse ellos dos.

Eludieron con éxito al profesor Giyū Tomioka, y salieron rápidamente, riendo mientras tomaban el autobús que los llevaría a la casa del tío Michikatsu. Una que era ya de por sí bastante grande.

—¿Tu tío no está? —preguntó Kiyo dejando sus zapatos en la entrada, luego de Yuichirō. Ambos dejaron sus mochilas en la entrada también.

—No, siempre trabaja hasta tarde. ¿Quieres comer algo?

—¡Sí! —aceptó con toda la confianza del mundo, siguiéndolo hasta la cocina.

Pasada la plática pasada, ambos chicos prepararon alimentos que luego llevarían hasta la sala donde encenderían la televisión.

En medio de su convivencia, donde ninguno tocó el tema de los estudios, ambos recibieron mensajes en sus celulares. A Kiyo la llamaron Naho, Sumi, Muichirō y Senjurō, en ese orden, y a Yuichirō también, sólo que Muichirō era el más insistente en saber qué había pasado con su hermano.

Una vez que ambos confirmaron donde estaban, los mensajes se acabaron, pero todos les aclararon que una vez que terminasen las clases, irían juntos a la casa donde vivían los gemelos.

Mientras aguardaban por ellos, Kiyo reía viendo una película de comedia, sin darse cuenta que en lugar de ir al baño como le había dicho, Yuichirō había subido hasta su alcoba donde encontró un álbum de fotos. El que compartía con su hermano.

Se sentó en su cama y lo abrió, meditando más en sobre lo que haría.

Su tío Michikatsu podría ser un perfecto estirado y tal vez estuviese afiliado a los Yakuza; sin embargo, Yuichirō podría decir que no había sido un mal tipo con su hermano y con él.

Luego, pensó en cómo había reaccionado cuando le dijo que no asistiría a la universidad… y quizás Yuichirō ya podría decir que no le gustaba decepcionarlo también.

«Creo que debería reconsiderar mi decisión» pensó serio pasando de página en página encontrándose varias fotos de su hermano y él cuando eran bebés, «aún estoy a tiempo».

Instintivamente, Yuichirō fue hasta la página donde sabía que encontraría unas fotos de sus padres, sosteniéndolos a Muichirō y él en brazos.

Esas imágenes le ayudaban a recordarlos e imaginar cómo habría sido crecer con ellos.

¿Ellos habrían respetado su decisión o se habrían sentido decepcionados también?

El hubiera no existe.

—¡Oh, aquí estás! —dijo Kiyo apareciendo de pronto al otro lado de la puerta que Yuichirō había dejado abierta—. Ya comenzaba a preocuparme, pensaba que el inodoro te había succionado o algo —se rio de propia broma, y aunque Yuichirō se rio con ella un poco, no pudo fingir que las cosas estaban bien—. ¿Qué tienes? ¿Estás desanimado?

Ella se sentó a su lado, viendo con él las fotos de sus padres.

—Parece agradables —comentó ella sin saber de quienes hablaba, y es que Muichirō y él no le habían mostrado el álbum a nadie más que a sí mismos.

Yuichirō sabía que técnicamente estaba infringiendo una norma no dictada en un papel firmado, pero no quería ser grosero con Kiyo, además, no creía que presentarle a sus padres fuese algo malo.

—Son mis padres —dijo él, sorprendiéndola.

—Oh, lo siento.

Yuichirō negó con la cabeza, diciéndole que no había nada que perdonar.

—Entonces… esos bebés…

—Sí, somos mi hermano y yo.

Ella hizo un gesto de ternura.

—Qué lindos.

Él la miró con una sonrisa y una ceja levantada.

—¡En la foto! Todos se ven lindos en la foto.

—Me pregunto si ellos…

—¿Si ellos habrían aceptado que no fueses a la universidad? —él asintió con la cabeza—. Yuichirō, ¿qué es lo que realmente quieres?

—Trabajar —dijo él, ya no tan seguro de eso.

—¿Y eso es malo?

—No —musitó—, no lo creo.

—¿Quieres trabajar en algo ilegal?

—¡No!

—¿Entonces por qué te atormentas tanto? —ambos se vieron a los ojos—. ¿Es por tu tío? ¿Por Muichirō? ¿Por nosotros? ¿O por tus padres?

—No lo sé —espetó él con fuerza; cerró el álbum de un golpe, dejándolo en el lado que no ocupaba Kiyo. Luego se tapó la cara.

—Yuichirō…

Él se acostó de espaldas sobre la cama, sin descubrirse el rostro.

—Estoy tan confundido, Kiyo.

Él no la vio, pero Kiyo alzó los hombros.

—Bienvenido a la adolescencia —musitó luego de suspirar.

Y mientras Yuichirō seguía pensando y sobre-pensando las cosas, Kiyo no se pudo resistir y se estiró para tomar el álbum en sus manos e ir pasando de páginas.

Paró en la que tenía a uno de los gemelos teniendo un aproximado de 5 años, y estaba usando una piyama de conejito blanco, con el sombrerito que llevaba orejas caídas y unas pantuflas de zanahorias anaranjadas.

—Aw, pero qué lindo conejito —se le salió decir ocasionando que Yuichirō saltase sobre sí mismo.

—¡Oye, dame eso! —exclamó enrojecido hasta las orejas, quitándole el álbum—, ¡es privado!

—¡Ay! ¿Entonces eras tú? —Kiyo se cubrió su boca con las dos manos, aguantándose la risa—. ¡Por favor, dámela!

—¡No! —gritó alarmado, alejando el álbum de ella.

Yuichirō pudo eludirla con facilidad mientras Kiyo lo perseguía, exclamando que quería su foto.

Dios, de todas las fotos, ¿por qué tuvo que ver precisamente esa? ¡¿Y por qué rayos no le mintió diciéndole que ese era Muichirō?!

—¡¿Y no quieres mejor una foto de Muichirō?! —gritó cuando estaban abajo, con una mesa separándolos.

Agitadísima, Kiyo se lo pensó.

—Mmm, conozco a alguien que podría interesarle.

—¿En serio? —Yuichirō se descolocó.

—¿Y por qué no me dejas tener una tuya? —preguntó haciendo un puchero—. ¡Ya sé! ¿Qué tal un intercambio?

—¿Intercambio?

—Yo te daré una foto mía de mi infancia y tú me das una tuya.

Bueno, Yuichirō tenía que admitir que le daba curiosidad saber cómo se habría visto Kiyo siendo más pequeña.

Pero… si una foto faltaba…

—No puedo darte una foto… quizás… ¿una copia?

—Mmm, una copia por una copia. ¿Qué dices?

—Una que no sea vergonzosa —dijo serio.

—Bien.

—¿A color? —agregó Yuichirō.

—A color.

Él se lo pensó.

—De acuerdo. Una foto tuya por una mía.

—¡Pero! Para asegurarme de que no me harás trampa, quiero que Muichirō me la dé.

—Y… ¿cómo sabrás distinguirme de Muichirō? —preguntó Yuichirō sonriendo divertido—. Podría ponerme su ropa e imitarlo.

—Mmm… no. Sé distinguirlos.

—¿Eso crees? Ni nuestro tío puede, y eso que nos cambió los pañales.

En realidad lo hizo una nana, pero Yuichirō quería divertirse un poco a costa de ella como Kiyo acababa de hacer con él hace un rato.

—Tengo un método infalible para saberlo.

Como ya habían llegado a un acuerdo, Yuichirō permitió que Kiyo se le acercase; esa pequeña curiosidad le picó fuerte en su estómago. ¿Qué haría? ¿Trataría de quitarle el álbum?

Verla acercándose demasiado a él, le puso nervioso, pero trató de no mostrarlo.

«¿Qu-qué va a hacer?» se cuestionó tartamudeando incluso en su mente.

Una vez que quedaron frente a frente, Kiyo subió sus manos, tomando su rostro, el cual se coloró bastante.

¿Un beso?

¡¿E-e-e-ella iba a be-be-besarlo?!

—Muichirō no me dejaría acercarme tanto, te lo aseguro —dijo guiñándole un ojo, soltándolo, y retirándose de vuelta a la sala—. ¡Ven! Vamos a terminar de ver la película.

Yuichirō se pegó contra los cajones de la alacena, tratando de dejar de temblar, mientras que en la sala, a pesar de haberse oído fresca y hasta coqueta, Kiyo se encontraba apretando sus manos sobre su falda, temblando también.

Ambos habían dejado algo inconcluso. O eso se dijeron cuando fueron interrumpidos por sus amigos y Muichirō, que llegaron alborotados con frituras y helado.

—¡¿Nos extrañaron?! —exclamó Sumi viendo cómo Yuichirō y Kiyo asentían secamente con sus cabezas.

—¡Haré palomitas! —dijo Senjurō siendo acompañado por Sumi, mientras Naho y Muichirō discutían sobre qué película poner.

Menos mal que antes de su llegada, Yuichirō pudo dejar el álbum de fotos en su cuarto en un inútil intento de no tener más contacto visual con Kiyo del necesario.

A veces sus miradas se encontraban y se desviaban. Y por más separados que se sentaron el uno del otro, ambos no podían evitar pensar en lo que pudo haber ocurrido, causándoles la misma sensación de querer averiguarlo.

—FIN—


¡Espero que les haya gustado y gracias por leer!


Reviews?


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