Quinto día de publicar otra historia para la actividad de Octubre Monster Fucker de la comunidad de Ilitiaforever en fb. Creo que después del primero que hice de Inuyasha, este es el segundo al que más le hago honor con lo de "Monster Fucker" juejuejue

Advertencia: por favor, tengan muy en cuenta que esta historia es Toothless x Hiccup y hay una escena sexual que implica a un dragón. Si la idea les molesta, por favor retirense, no soy amigable con comentarios despectivos. También uso un lenguaje muy vulgar en dicha escena.

Usé los nombres en inglés por pura estética.

Temas del día:

18.- Premio doble

22.- Adaptándome


1

Siendo sinceros, Hiccup siempre supo que este día llegaría. Hubo un tiempo donde la idea no le agradaba para nada. Era un niño pequeño al que le dijeron que, llegado a la edad correcta, tendría que unirse en matrimonio con alguien o quien sus padres habían elegido. Se negó y dijo que él quería casarse con alguien a quien realmente quisiera y que realmente lo quisiera a él.

Pero entonces, conoció a Toothless.

Era un dragón furia nocturna, negro como la noche con unos impresionantes ojos verde-amarillentos que siempre le veían con singular interés. También era el primogénito de la aldea de los dragones, vecina a Berk de donde Hiccup era el primogénito. La razón de unirlos en matrimonio era para unir las aldeas y traer por fin paz después de años en guerra por el territorio, los cultivos y el ganado. Cuando a un niño de siete años le dicen que su futura pareja es un dragón, hay muchas reacciones posibles. Miedo, asco, emoción. Y Hiccup sin duda se emocionó bastante. Imaginarse al lomo de un dragón cada vez que quisiera era una de las mejores ideas que podían darle y cuando se conocieron en persona, los dos apenas unas crías de sus propias razas, la conexión fue inmediata. Se volvieron los mejores amigos, completamente inseparables.

Los dos tenían la misma edad y los primeros años de amistad pensar en volar en el lomo de Toothless era imposible de imaginar dado su tamaño y fuerza. Pero eso no evitaba que ambos escaparan de sus familias y amigos y se perdieran en el bosque para corretear por todas partes con total libertad.

Así pasaron los años y, cuando ya estaban en la adolescencia, terminaron de entender que no eran sólo mejores amigos, sino también prometidos. Y, de hecho, la idea no era desagradable para ninguno de los dos, demasiado acostumbrados en estar el uno con el otro como para si quiera imaginar separarse en el futuro.

A muchos en el pueblo de Berk les chocaba la idea de un humano casado con un dragón, incluso su padre Stoik era uno de los que más en contra estaba ante la idea, pero de cierta forma era algo inevitable. Ninguno de los dos pueblos podía permitirse seguir en guerra. No era sustentable para ninguno de los dos y seguir de esa forma podría significar la aniquilación de ambos, sobre todo si un pueblo más grande y fuerte decidía atacarles. Todos tenían eso en mente, pero no evitaba la animadversión que tenían por costumbre el pueblo de Berk y el pueblo de los dragones.

Hiccup sabía que en sí el pueblo de los dragones non tenía nada en contra de los humanos, muchos de sus habitantes eran humanos que habían formado familias con algunos dragones y era gracias a ellos que habían podido llegar a un acuerdo, pues en Berk todos se negaban rotundamente a aprender draconiano.

Valka, su madre y embajadora de la paz entre los dos pueblos, era de las pocas que hablaba ese idioma, a parte del propio Hiccup que había aprendido para poder conversar con su futuro esposo.

—¿Cómo hablaré con él cuando estemos casados? —había dicho porque Stoik quiso impedir su aprendizaje.

Su madre, por toda respuesta, había reído misteriosamente.

Fue muchos años después, cuando la mujer consideró que tenía la edad y la madurez que le explicó todo.

—Cuando un dragón se uno a otra criatura que no es de su misma especie —comenzó su explicación—, son criaturas tan maravillosas que, por amor, adoptan una forma semejante a la de su pareja. Debes recordar a todos esos habitantes de la otra aldea, con cuernos, alas y colas, pero que en general parecen humanos.

—Sí. ¿No son hijos de humanos y dragones? —fue la respuesta de Hiccup.

—Oh, no corazón, puede que algunos lo sean. Pero para humanos y dragones concebir juntos es muy difícil, casi un milagro. La mayoría de ellos antes eran dragones.

—Wow, ¡no tenía idea! ¿Quiere decir que Toothless pasará por lo mismo cuando nos casemos?

Su madre volvió a pintar una sonrisa enigmática en sus labios.

—Sí, algo así.

—Pero… ¿Eso está bien? ¿Y si él no quiere dejar de ser un dragón? —preguntó preocupado. Lo que menos quería era arrebatarle su esencia a Toothless.

—Estoy segura que sus padres ya han hablado con él —tranquilizó Valka—. Pero te aconsejo que hables con él, así los dos pueden estar en sintonía.

Y eso mismo hizo. Hablaron largo y tendido sobre el futuro que los esperaba, sobre las expectativas que cada uno de sus pueblos tenían puestas en ellos y lo que realmente querían ellos dos.

—Quiero estar contigo —dijo Toothless, lamiendo su mejilla-. Y eso, de todas formas, no significa que dejaré de lado por completo mi parte de dragón. Seguiré teniendo alas y podré llevarte entre mis brazos a volar.

Hiccup no pudo evitar soltar una risa avergonzada por sus palabras, abrazando la cabeza del dragón y dejando un beso entre sus ojos.

Le gustaba mucho la sensación de sus escamas entre sus dedos, su lengua áspera y bífida lamiéndole con cariño. Esos enormes ojos verde-amarillentos que se dilataban como los de un gato y le miraban con tanto cariño todo el tiempo. Sin embargo, al mismo tiempo se preguntaba cómo sería estar entre sus brazos más humanos, sentir el calor de una piel suave y no el frío tan característico de un reptil. Tanto pensaba en ello que no podía esperar a llegar a la dichosa edad adecuada para poder casarse con su dragón.

2

Al final resulta que la "edad adecuada" es simplemente la mayoría de edad. Si por el padre de Hiccup fuera, sería nunca en realidad. Por parte de su madre, lo habría hecho desde el primer día en que se concretó el arreglo matrimonial. Por suerte, los padres de Toothless eran mucho más sensatos y fijaron la fecha para la mayoría de edad de ambos.

La ceremonia sería la más grande celebración en todos los años de ambos pueblos. La comida y la bebida circulaba en abundancia. Los festejos empezaron incluso antes de la boda, ya que, entre arreglos, decoraciones y demás menesteres, los pobladores habían olvidado sus diferencias y disfrutaban a lo grande. Hubo varias noches de hogueras mucho antes que llegara el día señalado donde se compartieron historias antiguas entre todos. De hecho, muchos pobladores llegaron al día del evento ebrios y sorprendidos porque las nupcias aún no se habían concretado.

Hiccup se encontraba en la cabaña destinada para su arreglo, removiendo entre la ropa que habían dejado sobre la cama que ahí había.

—No te veo listo, primo —dijo Snotlout, primo de Hiccup, entrando a la cabaña sin tocar y esperar ser invitado, seguido de sus amigos Fishleg y Tuffnut—. Incluso las chicas ya están listas, y eso es mucho que decir.

—Claro que no, ¿qué diablos es eso? —refunfuñó Hiccup agitando las prendas que tenía entre sus manos.

—¡Amigo! —replicó Tuffnut, asombrado—, ¿es que no lo sabes? Las bodas con los dragones son todo un ritual. Esas son las ropas oficiales que debe llevar la parte humana.

—No lo creo, mi madre me hubiera hablado de ello.

—La tía Valka ha tenido mucho con lo que lidiar, es obvio que olvidó decirte un par de cosas, ¿no es así? —dijo Snotlout codeando a Fishleg con fuerza en las costillas.

—¿Qué? ¡Ah, sí! Totalmente la escuchamos hablar de eso con mi madre.

Hiccup les dedicó una mirada incrédula a los tres, para después ver de nuevo la ropa entre sus manos.

—Te dejamos para que te cambies, ¡ya casi es hora! —se despidió Tuffnut saliendo de la cabaña, seguido por los otros dos.

Tan concentrado y desconcertado seguía Hiccup, que se perdió la risa de los tres al alejarse del lugar.

Sin embargo, unos diez minutos después, las que tocaban la puerta y entraban sin esperar respuesta, Eran Ruffnut, hermana gemela de Tuffnut y Astrid, otras de sus amigas.

—¡¿Qué diablos traes puesto!? —chilló Astrid al ver las ropas de Hiccup y Ruffnut no pudo evitar doblarse de risa, conocedora de la broma de su hermano.

—¿Qué? Los chicos dijeron que estas eran las ropas que debía llevar al estarme casando con un dragón.

Astrid estaba atónita, ignorando por completo el ataque de risa de s amiga. Hiccup llevaba un largo vestido color borgoña con diferentes bordados, los hombros un poco abultados, mangas largas y anchas. Lo que era peor, estaba arreglando una tiara plateada con adornos en esmeraldas que resaltaba en la blancura de la piel de su frente. Se veían bien, ridículamente bien, pero igualmente no podía permitir semejante barbaridad.

—Hiccup, ¿en qué maldita realidad confías en lo que ese trío de tarados o esta boba te digan? Yo traigo la ropa que debes llevar, tu madre olvido venir a dejarla —mostro las prendas que llevaba en las manos.

Al menos sus "amigos" no se habían equivocado cuando dijeron que su madre se había olvidado de algo entre todo el barullo preparando la ceremonia.

—Qué mal, este vestido sin duda favorece mis caderas.

La única respuesta que obtuvo es que Astrid le lanzara la ropa a la cabeza y saliera echa una furia de la cabaña, seguía de su amiga que en ningún momento había podido dejar de reír.

—¡Snotlout! —chilló cual banshee la chica, buscando al pequeño muchacho.

—¡Sólo fue una broma! —se defendió el moreno, posiblemente huyendo despavorido de la chica.

—Por Odín, necesito que esto se acabe ya —se lamentó Hiccup.

Había sido una semana de locos entre preparativos de último momento, cantidades astronómicas de información que tuvo que aprender por parte de su madre, los padres de Toothless y algunos pobladores de la aldea vecina. Era como si todos hubieran olvidado durante todos esos años que ese día eventualmente llegaría y dejaron todo a último minuto. Después de su unión buscarían la forma de unificar ambos pueblos y hacer uno solo. La distancia entre los dos no era tanto y el terreno entre ambos podía comenzar a aprovecharse, cosa que no habían hecho con anterioridad por las constantes guerras. En esa misma zona se había construido una nueva cabaña que sería para la pareja recién casada. De alguna forma los padres de Toothless y los de Hiccup estaban llegando a varios acuerdos para poder gobernar sus tierras hasta que sus dos hijos tuvieran la sabiduría necesaria para gobernar por ellos mismos.

Todavía eran demasiadas cosas pendientes y era tanta locura que el pobre castaño estaba enloqueciendo, y no había tenido forma de estar con su prometido porque nadie les quería permitir verse antes de la boda.

Con todo eso en la cabeza, Hiccup terminó de vestirse con las ropas que Astrid le había entregado. Su nuevo atuendo consistía en una camisa blanca con costuras de cuero en el cuello dejando a la vista parte de su pecho, un pantalón café oscuro que combinaba con un cinturón hecho también de cuero. Le habían entregado unas botas a juego con el cinturón, de cuero café oscuro, tan lustradas que brillaban al reflejo de la luz. Como último elemento tenía una capa larga y oscura que abrigaba bastante. Berk estaba en una zona donde hacía frío la mitad del año y la otra mitad también, así que la capa, hecha con piel de algún animal fue un toque perfecto.

Por supuesto la idea de llevar un vestido no le agradaba para nada, pero no iba a negar que fue una idea interesante, así que decidió dejarse la tiara. No sabía de quién era, pero si estaba ahí a lo mucho debía ser de su madre y ultimadamente era su boda, cree que entre todo el desastre merece elegir algo en todo ello.

—¡Te ves esplendido! —exclamó su madre de pronto, casi sacándole el corazón del susto.

—¡Joder! ¿Nadie sabe tocar la puerta en este lugar? —se quejó Hiccup con los nervios a flor de piel.

—Esa tiara se te ve hermosa, me alegro que decidieras ponértela por tu cuenta.

—Pensé que era tuya —respondió el chico, omitiendo la broma con el vestido.

—Lo es, fue un regalo de los padres de Toothless, pero sin duda se ve mucho mejor en ti, no creo que les moleste que la uses tú —apreció la mujer, acercándose a su hijo y peinando un mecho de su cabello con cariño—. Es hora. ¿Estás listo?

Más que listo, Hiccup estaba a punto de vomitar de los nervios, pero decidió respirar profundamente antes de dar una respuesta.

—Sí, sí lo estoy —dijo al fin, comenzando a salir del lugar con su madre a su lado.

3

Efectivamente, cuando los padres de Toothless le vieron llevar a él la tiara, inmediatamente la madre del dragón arrancó una tiara parecida que llevaba su pareja, y la puso sobre la cabeza de su hijo.

—Ahora van iguales —dijo la dragona, sonriendo encantada. Su esposo de acuerdo con ella.

Los dos chicos, por otro lado, no ponían atención a sus progenitores, perdidos en verse el uno al otro. No es como que Toothless pudiera llevar muchas ropas, al final de cuentas siendo un dragón no importaba. Pero sus padres habían puesto un par de adornos más entre sus escamas, piedras preciosas que resplandecían entre la negrura, así como una capa rojo oscuro que descansaba sobre su lomo e hizo reír un poco a Hiccup pensando en que habría combinado bastante bien con el vestido que al final decidió no usar.

—Te ves muy bien —halagó el dragón, sonriendo con esa sonrisa desdentada tan característica de su parte.

—Gracias. También te ves guapo —regresó el cumplido con una sonrisa.

—Bien chicos, iremos a nuestros lugares. Recuerden, cuando empiece la música, caminen juntos hasta el altar, luego se giran para mirarse el uno al otro y todo comenzará.

—Lo sabemos, mamá —fue Toothless el que respondió, girando un poco los ojos. Les habían repetido tantas veces el proceso en la última semana, que, si alguno de los dos olvidaba algún paso, sería ridículo.

Una vez solos, ambos respiraron profundo al mismo tiempo.

—¿Listo? —preguntó Hiccup.

—Listo —respondió su compañero, y ambos comenzaron a caminar entre la multitud de gente.

Era increíble la marea de gente que estaba congregada en el lugar. El camino al altar que generalmente debía ser de unos cuantos pasos, ahora era casi un recorrido kilométrico porque sus padres consideraban que ambos pueblos debían ver bien a sus futuros gobernantes. Dragones y humanos se congregaban con sendas sonrisas al verlos pasar.

El humano estaba terriblemente nervioso y cuando giró a mirar a su compañero, se relajó considerablemente. Toothless parecía no caber en sí de felicidad. No por la gente que los rodeaba, ya que ni siquiera parecía prestarles atención. Su mirada y todo él estaban concentrados en el final del camino, donde les esperaban la persona y el dragón que oficiarían la ceremonia, la más anciana de la aldea de Berk y el más anciano de la aldea de los dragones. La cola del dragón se agitaba de un lado al otro, cual gatito entusiasmado e Hiccup no podía creer lo emocionado que ese dragón estaba de casarse con él. Tanto así que se estaba contagiando de su entusiasmo.

Finalmente, y después de un recorrido que se les hizo eterno, llegaron frente a quienes los unirían para siempre.

Valka hizo de interprete para las palabras del anciano dragón. Hiccup esperaba de corazón que después de ese día más personas en Berk estuvieran por la labor de aprender el idioma de los dragones y la comunicación fuera más fluida entre los dos pueblos ahora que serían uno solo.

Ninguno de los dos prestó demasiada atención, más concentrados en verse fijamente el uno al otro, emocionados. Pensaba que, en cualquier otra situación, ese momento sería poco agradable. Casarte por el bien de tu pueblo con alguien a quien quizás no amabas. Pero para ellos dos era tan natural estar juntos que pensar en unirse a otro era ya impensable. Quizás algunos pudieran pensar que sus familias les metieron tanto la idea en la cabeza que al final simplemente se habían resignado, pero no era así. Al menos para Hiccup no. No había nadie más en esa aldea que lo complementara tanto como Toothless lo hacía. Su misma ansia de aventura, las travesuras que aún les gustaba hacer, aunque se supone que ya son mayores de edad y deberían estarse comportando como adultos. Sólo podían pensar en qué más cosas emocionantes había para ellos dos en el futuro, juntos.

Cuando finalmente terminaron cada uno sus votos, intercambiaron anillos, el cual Toothless tuvo que poner alrededor de su cuello con una fina cadena de plata, ya que de momento no le era posible usarla en sus patas.

—Una vez que terminen el enlace, podrás portar tu anillo con orgullo —dijo el anciano dragón.

—Pueden besar a su esposo —declaró la pequeña anciana humana.

Hiccup dejó un sonoro beso en el morro del dragón, y éste le regresó un lengüetazo algo baboso.

—Bueno, hoy sí te lavaste los dientes —dijo el chico limpiando la baba de su rostro, lo cual hizo reír a medio pueblo.

—¡Es hora de celebrar! —gritó un grupo de vikingos visiblemente ya ebrios de días anteriores.

Sin embargo, todos alrededor se unieron al entusiasmo.

4

El festejo fue largo y cansado. Bebieron y comieron hasta hartarse. Rieron entre familia y amigos, lloraron un poco también porque las bodas siempre son momentos muy emotivos. Los recién casados, sin embargo, se retiraron temprano de la fiesta. Ya era lo suficientemente vergonzoso que medio pueblo supiera qué iba a suceder esa noche en la nueva viviendo de los chicos, como para darles oportunidad de estar de chismosos.

Que los dos dudaban que alguien se atreviera a faltarles así al respecto, pero, ¿para qué arriesgarse? Con Snotlout y Tuffnut nunca se sabía.

Hiccup comenzaba a ponerse nervioso. Sólo en ese momento se le ocurrió pensar que debió hablar de eso con alguno de los cónyuges de los dragones, o a los dragones mismos. No es como si Hiccup no supiera de sexo, ¿pero saber de sexo con dragones? Es un nivel totalmente diferente que había borrado de su mente en la emoción de la boda.

Siendo sincero, no le desagradaba la idea de estar con Toothless en ninguna forma, es decir, era la única forma que conocía de él. Cuando sucediera el cambio no estaba seguro de cómo iba a reaccionar, aunque sabe que amará cada parte de él.

Pero, y volviendo a lo mismo, en ese momento hay una parte de ese dragón que definitivamente tiene que ponerse a amar y no sabe qué hacer.

—No estés nervioso —la voz de Toothless le regresó a la realidad. La cola del dragón se había enroscado en su cintura y le guiaba hasta su lado—. Yo tampoco sé muy bien qué hacer, pero estamos juntos para averiguarlo.

Tan simple como esas palabras, Hiccup se relajó y le dio razón al dragón. No tenía por qué estar nervioso o tener miedo, Toothless estaba ahí para acompañarle siempre.

5

Algo cohibido, Hiccup comenzó a quitarse la ropa lentamente. Aún sentía los nervios cosquillearle en las manos, las cuales temblaban mientras quitaba las capas de ropa que llevaba puestas. El algo que debía hacer por sí mismo ya que si Toothless le ayudaba con las garras o los dientes terminaría desgarrando tan bonitas ropas.

Una vez desnudo, volteó a ver al dragón que estaba quieto mirándolo fijamente.

—No me mires tanto —pidió el chico, tapándose la entrepierna con pudor.

—Sólo estaba pensando en que no puedo esperar el tener manos humanas para ser yo el que te desnude —fue la respuesta que obtuvo y le hizo enrojecer el cuerpo completo, haciendo que las pecas que salpicaban su rostro, sus hombros y bajaban un poco por su pecho resaltaran deliciosamente.

—Tonto —respondió con una risa nerviosa, acercándose al dragón y retirándole la capa que llevaba aun puesta, junto con los adornos incrustados en sus escamas—. Debo admitir que es agradable —dijo cuando terminó su tarea y ambos estuvieron en ambas condiciones.

No es que para Toothless fuera algo diferente a cualquier otro día, pero ahí mismo tenía a su ahora esposo totalmente desnudo frente a él y una parte de su anatomía comenzaba a despertar.

—¿Y ahora qué? —preguntó Hiccup, mirando a la enorme cama, al dragón, a él mismo y alrededor, como si buscara las respuestas en las paredes.

Era una imagen enternecedora que hizo que Toothless acercara la cabeza hasta el chico, restregándose contra su vientre, empezando a olfatear cada porción de piel que alcanzaba, buscando relajarlo. Comenzó a lamerlo lentamente, su lengua bífida se paseaba por la tierna carne hasta que poco a poco Hiccup se fue relajando y el olor de su excitación inundo las fosas nasales del dragón.

—Inclínate en la cama, dándome la espalda. Necesito prepararte de alguna forma —indicó el dragón.

Hiccup no entendía del todo, pero siguió las instrucciones. Se puso frente a la cama y se inclinó para recargar las manos sobre la superficie suave y mullida, dejando la espalda baja levantada, básicamente ofreciendo el trasero. Una nueva ola de vergüenza amenazaba con atacarle e iba a decir algo. Supuso que Toothless se dio cuenta de la situación, porque antes que pudiera abrir la poca, sintió nuevamente la lengua del dragón sobre su tierna piel. Comenzó entre sus muslos. La lengua larga se enroscaba suavemente y subía poco a poco. Acaricio detrás de los testículos del vikingo, lamiendo un poco más para alcanzar a acariciar la polla semi erecta del chico, causando un respingo en este. Pronto los gemidos y jadeos de Hiccup fueron incontrolables y cuando pensaba que no podía sentirse mejor, la escurridiza lengua comenzó a delinear el inicio de sus nalgas, luego dando un largo lametón a lo largo de la división de su culo, volver por el mismo camino y detenerse justo frente a su entrada, donde los lametones se concentraron por un buen rato.

Por un segundo, Hiccup sintió que las fuerzas le fallaban, se tambaleó sobre sus piernas y sus brazos, pero de alguna forma logró mantener el equilibrio y estabilizarse en su posición. Toothless estaba muy concentrado lamiendo con fuerza, dejando lo suficientemente húmeda su entrada para el tamaño considerable de su polla. La baba del dragón escurría un poco entre sus piernas lo que hizo preguntarle qué tan húmedo quería dejarle ese dragón. La respuesta que obtuvo no fue verbal, pues cuando pensó que el dragón al fin se alejaría, lo que sintió es ese musculo largo y poderoso intentando entrar en su cuerpo, lo cual gracias a que la lengua de por si estaba húmeda y resbaladiza, aunado a todo el trabajo previo sobre su entrada, no encontró demasiada resistencia para deslizarse dentro de Hiccup, quien tuvo que aferrarse con fuerza a las mantas en la cama.

—Joder, por Odín —jadeo el chico, sintiendo poco a poco cómo la lengua de Toothless entraba más y más en su cuerpo. Sentía las puntas de la lengua bífida juguetear en su interior, acariciando la carne sensible que se contraía con fuerza.

Es un joven sano con muchas fantasías bastante plausibles para alguien de su edad, que, por supuesto muchas de ellas han involucrado a su ahora esposo, pero ni en la más salvajes de ellas imagino algo como eso. Quizás es por no conocer demasiado de la anatomía de los dragones, no en ese sentido al menos, y su falta de conocimiento general en sus costumbres sexuales, pues siempre se sintió algo incómodo de hablar de eso con desconocidos y las personas cercanas son eso, cercanas. Ahora piensa que debió al menos incursionar un poco más en ello para estar más preparado y no ser sólo una masa gelatinosa por el placer que se dedica a gemir y suspirar por las atenciones que está recibiendo.

—¿Cómo estás? —pregunta Toothless de pronto, regresándole a la realidad. Hiccup gira un poco el rostro para verlo y le molesta esa sonrisita complacida que pintaba en sus labios de dragón al ver que tiene a su esposo al borde del placer.

—Tonta lagartija —gruñe Hiccup, recuperando un poco el aliento.

Pudo escuchar al dragón reír. Eran como pequeños gruñidos entrecortados que salían con alegría de su garganta.

—Ven, necesito tu ayuda —dijo Toothless cuando terminó de reír, subiéndose a la cama y acostándose en la enorme cama que quedaba pequeña en su enorme cuerpo—. Creo que será más fácil para ti llevar el ritmo primero.

Ahí acostado, por primera vez Hiccup pudo ver esa parte escondida de su anatomía.

Toothless tenía una abertura debajo de su abdomen, típica en los reptiles, y por ella se asomaban dos puntas de color rojo oscuro.

—¿Qué…? ¡¿Qué diablos?! —exclamó Hiccup.

—No necesitas meter los dos —dijo Toothless, con un movimiento que asemejaba el encogimiento de hombros.

—Obviamente no, ¡idiota!

De verdad lamentaba no haberse interesado más en esos temas. Imagina que a su padre le hubiera dado un infarto si llegaba a enterarse de los peculiar que podían ser los dragones en general.

Sin pensarlo mucho más, Hiccup siguió el camino del dragón hasta la cama, montando sobre su abdomen, quedando de frente. Estaba muerto de vergüenza, pero entendía perfectamente que para Toothless sería muy complicado montarlo con el tamaño de su cuerpo y siendo la primera vez, pero no evitaba que los nervios se estuvieran comiendo al joven. Sin pensar mucho más, llevó una de sus manos hasta la abertura donde se asomaban los dos penes del dragón, ya completamente erguidos. Eran gruesos, largos y húmedos, con una tonalidad rojiza-purpura y goteaban un poco de la punta.

El tamaño le intimidaba y, sin embargo, al mismo tiempo le emocionaba un poco. Levantó las caderas un poco, llevando la punta de uno de los penes hasta su entrada. Toothless movió un poco las caderas, provocando que la punta de su pene jugueteara con la entrada del chico, la cual se contraía a la expectativa de sentir algo nuevamente en su interior. Al tiempo que Hiccup dejaba caer un poco sus caderas, Toothless levantó un poco las suyas, haciendo que de un golpe entrara una buena porción del miembro del dragón. La embestida fue tan inesperada que el chico perdió el equilibrio y estuvo a punto de dar un fuerte sentón sobre la polla que tenía en el interior. Lo cual casi hace que se le salga el corazón, todavía no se sentía listo para meter más de esa longitud en su interior. Por suerte, Toothless tuvo los reflejos para delicadamente tomar la cintura de Hiccup con sus patas delanteras e impedir el suceso.

—Lo siento… gracias —susurró el chico, poniendo sus manos sobre las patas del dragón, como dándose soporte.

Fue de esa forma y poco a poco, balanceando sus caderas de lado a lado, del frente hacia atrás y sin mucha prisa que, finalmente, Hiccup pudo tener por completo en su interior uno de los penes de su dragón. Sentía pulsar entre sus piernas el otro, rozándose contra su propia polla que, a pesar del susto anterior y el leve dolor de la penetración, estaba dura y goteante. Se sentía lleno hasta lo más profundo, eras demasiadas emociones que le estaban abrumando un poco, así que inclinó el cuerpo para recostarse en el pecho de Toothless y descansar su cabeza en el pecho del dragón.

Se quedaron quietos unos momentos, las patas del dragón seguían en las caderas de Hiccup y éste intentaba normalizar su respiración para poder comenzar a moverse. Sabía que Toothless estaba siendo increíblemente paciente, sus caderas se balanceaban un poco, su polla pulsaba en su interior al igual que la que estaba restregándose junto a la de Hiccup, como si buscara satisfacerse, pero al mismo tiempo conocedor que el humano necesitaba tiempo para adaptarse.

De alguna forma en ese momento entendía cuando su madre le contó que los dragones eran criaturas increíbles que por amor se adaptaban a las criaturas con las que se estaban enlazando. No sólo Toothless era conocedor que después de esa noche perdería totalmente su forma de dragón, sino que no estaba presionando a Hiccup para aumentar el ritmo o hacer las cosas a su modo, sino que se adaptaba a sus necesidades, al tiempo que el humano necesitaba para aceptarle dentro de su cuerpo y eso le maravillaba tanto como le entristecía un poco, ya que sentía que no estaba siendo reciproco con sus sentimientos.

—¿Todo bien? —preguntó el dragón, comenzando a lamer su hombro hasta que Hiccup levantó la cabeza y pudo lamer su rostro con dulzura.

—Sí —respondió el humano, incorporándose en su lugar, volviendo a quedar sentado.

Con una decisión que no sentía completamente, comenzó a bambolear sus caderas, buscando que la polla en su interior acariciara los puntos dulces que anteriormente la lengua del dragón ya había descubierto. Una vez que lo logró, comenzó a moverse un poco más rápido, buscando que la sensación placentera se sobrepusiera a la incomodidad y el dolor.

Toothless tomó eso como señal para poderse mover con un poco más de libertad, y comenzó a bombear lentamente de adentro hacia afuera, intentando seguir el ritmo de las caderas de Hiccup.

No tardaron en perderse en el placer, aumentando el ritmo con fuerza. Toothless no podía moverse demasiado en esa posición, limitado por anatomía de dragón, pero disfrutaba ver a Hiccup subir y bajar sobre su polla, al tiempo que tomaba su propio miembro y el otro del dragón y los masajeaba al mismo tiempo. Era demasiado y tuvo que detener un poco los movimientos o terminaría demasiado rápido.

—¿Qué pasa? —cuestionó Hiccup al sentir que todo movimiento se detenía.

El dragón, como respuesta, impulso su cuerpo hasta dejar a Hiccup bajo su cuerpo. Como temía, era una posición algo incómoda al ser él más largo que el humano y que este no pudiera abarcar con sus piernas el cuerpo del dragón para darle más facilidad a las penetraciones.

—Espera —dijo el humano, moviéndose bajo su cuerpo. Con las patas Toothless sintió cómo Hiccup maniobraba bajo su cuerpo. Sacó el pene que tenía en su interior, girando su cuerpo hasta quedar en cuatro sobre la cama.

El chico no había puesto especial atención a cuál de los dos penes era el que había tenido anteriormente dentro de su cuerpo, y al final considera que no es importante si pertenecen a su esposo, así que se acomodó para que uno pudiera penetrarlo y el otro volviera a quedar entre sus piernas, estimulando su propia polla. Toothless, por el contrario, era conocedor de cada parte de su cuerpo y le gustaba sentir que el chico iba a complacer sus dos extremidades.

En cuando el dragón sintió cómo la punta de su polla topaba con la entrada del humano, se impulsó para adentrarse de golpe, arrancando todo el aire de los pulmones del chico. Fueron embestidas brutales. En esa nueva posición podía moverse con total libertad y aunque había disfrutado mucho de ver a Hiccup subir y bajar sobre su cuerpo, sus muecas demostrando el placer que se estaba proporcionando a sí mismo, tener la libertad de tenerlo a su merced en ese momento era incomparable. Todo lo que Hiccup podía hacer era resignarse a ser penetrado con fuerza, aferrado a la cama con las manos y hasta la boca para callar los gritos de placer que pugnaban por salir de su garganta.

Creyó que al estarse dejando caer anteriormente sobre esa polla la había sentido a profundidad, pero estaba muy equivocado, en ese momento Toothless no se estaba conteniendo para nada, chocaba contra la carne de sus nalgas al dejar ir cada centímetro de su anatomía en el culo del pobre chico que, sin darse cuenta, iba por el segundo orgasmo al sentir una y otra vez su próstata abusada sin parar.

Fue a la tercera vez que se corrió, dejando un pequeño charco sobre las mantas, que sintió ambas pollas pulsar con fuerza. Una agrando el charco en las mantas, el semen brotando a borbotones y estimulando hasta el cansancio la pobre polla del humano, que al mismo tiempo sentía latir el pene dentro de su cuerpo, soltando largos chorros de semen caliente en su cuerpo, el cual escurría entre sus piernas al ser demasiado.

Hiccup temió por un segundo que Toothless se dejara caer sobre su cuerpo, pues notaba que el orgasmo le había drenado todas las energías. Pero, como siempre, el dragón preveía cada una de sus preocupaciones, así que rodeo su cuerpo con sus patas traseras, sacó su polla medio flácida de su cuerpo y los giró a ambos en la cama para quedar acostados de lado, intentando recuperar la respiración.

Pasaron largos minutos donde el humano pensó que el dragón dormitaba detrás suyo, aunque de vez en cuando sentía cómo olfateaba su cuello, sus mejillas, y dejaba pequeños lametones en las porciones de piel que alcanzaba. Se preguntaba cómo sería poder besarlo sin sentir que la lengua le iba ahogar de tan grande que era.

Con esos pensamientos el sopor estaba llegando finalmente, cuando algo comenzó a restregarse contra su culo.

—¿Otra vez? —gimió Hiccup, aunque no se estaba negando.

—Otra vez —confirmó el dragón.

6

Fueron días largos. Tarde aprendió Hiccup que un dragón no se adapta a su pareja de la noche a la mañana, sino que tarda unas cuantas noches. Ya entendía por qué les habían dejado cantidades enormes de comida, cambios de mantas, ropa y mucha agua potable.

Toothless le folló sin tregua alguna, apenas deteniéndose para realizar las funciones más básicas como comer, dormir o tomar agua. A veces Hiccup despertaba con alguna de las pollas de Toothless dentro de él, el dragón abrazando su cuerpo desde atrás, moliéndose perezosamente contra su culo. No era queja, por supuesto, pero al menos esperaba que su esposo no creyera que eso iba a ser una costumbre. Tenían una vida allá afuera. Más o menos.

Para la quinta –o sexta, el tiempo es relativo- sin embargo, Hiccup despertó solo en la cama. Lo que era extraño. Su dragón siempre estaba atento a cuando despertara para asegurarse de saber si necesitaba algo. Que le hubiera dejado solo se sentía fuera de lugar.

—¿Toothless? —preguntó observando la oscuridad de la habitación. Lo cual era tonto, su dragón era tan oscuro como la noche y apenas serían visibles sus ojos si suerte tenía.

—¿Hiccup? —respondió una voz. Pero era eso, una voz. El idioma draconiano consistía mayormente en una serie de gruñidos sinfónicos que, a final de cuentas, era un idioma. Lo que él estaba escuchando eran palabras humanas.

—¿Qué…? —intentó preguntar el chico, pero fu callado por el sonido de unos pasos a su lado.

Una vela se prendió de pronto, cegándole por unos segundos. Cuando sus ojos se acostumbraron a la luz, no supo exactamente cómo reaccionar. Frente a él había un hombre alto y de músculos marcados. Su piel era ligeramente bronceada, el cabello oscuro le rozaba los hombros. Era muy atractivo, sinceramente, las enormes alas negras no le restaban ninguna belleza, ni siquiera sus largas orejas negras sobresaliendo de su cabeza. Podía perfectamente reconocer los ojos verde-amarillentos de su dragón en cualquier parte, los cuales en ese momento lo miraban con algo de duda.

—¿Soy raro? —preguntó Toothless, algo cohibido por la intensa mirada que estaba recibiendo en ese momento, y es que cuando Hiccup puso mejor atención, se dio cuenta que el otro chico estaba totalmente desnudo.

Le pareció muy interesante echarle una mirada intensa a su entrepierna, normal como la de cualquier humano en ese momento, que casi pierde el movimiento de la cola oscura que se balanceaba detrás del cuerpo del semi-dragón.

—No, yo diría que ya eres bastante normal —dijo el chico con una sonrisilla en los labios, ganándose que el más alto le lanzara una almohada en protesta.

Ambos rieron, aliviados. No sentían que las cosas fueran diferentes ahora. Toothless seguía siendo Toothless sin importar nada, sin importar que Hiccup extrañaría que tuviera dos penes, o una piel escamosa.

Las ventajas, al menos las que podía ver en ese momento, era poder abrazarse a ese cuerpo con más soltura. Sentir su calor desde una piel suave. Lo mejor de todo, pensó, era probar sus labios, sentir su lengua contra la suya. No perdieron el tiempo en besarse, bebiendo como desesperados del otro como si estuvieran calmando una sed de días. Toothless seguía siendo más grande que Hiccup, más corpulento y se abrazaba con fuerza a su cuerpo hasta embutirlo en capaz y capaz de músculos y el chico se sentía salvo en ese lugar.

Siguieron besándose por lo que parecían horas. La lengua de Toothless seguía siendo bífida, pero ya no tan grande ni tan larga, pero en cada beso le mostraba a su esposo que seguía siendo igual de ágil e inquieta, moviéndose por cada rincón de la boca del chico, probando como si en su boca se encontrara escondido uno de los mejores sabores del universo. Ahí mismo Hiccup se dio cuenta que el semi-dragón mantenía algunos colmillos. Sus afilados caninos atrapaban los labios del humano suavemente, sin llegar a dañar la piel antes de seguir bebiendo de su boca.

En algún punto se quedaron dormidos, deseosos de poder quedarse así para siempre.

7

La reacción de la gente en el pueblo, de sus amigos y familias, no fue de especial sorpresa. A final de cuentas, todos esperaban el cambio. Muchos cónyuges de dragones y los mismos dragones les hicieron un poco de burla al decirles lo rápido que habían sido, que muchos de ellos habían tomado meses en ver algún cambio en sus parejas.

No es como que hubiera un número determinado de veces que tuvieran que follar para que se diera el cambio. Tenía que ver la compatibilidad de las parejas y demás factores desconocidos. Ellos eran un caso especial al haberse visto un cambio total en pocos días, lo cual enorgullecía a ambos, pues sentían que una conexión como la suya no se repetiría en años. Por supuesto, sin menospreciar el cariño que las parejas se puedan tener.

No tomarían el cargo de jefes del pueblo aún, por supuesto, sus padres no eran tan viejos y ellos aún tenían muchísimo que aprender, pero al menos sabían en ese momento que de ahora en adelante habría paz Berk por mucho tiempo.

O eso pensaban, porque al segundo mes de casados, como si la velocidad en el cambio de Toothless fuera un augurio, llegó una noticia que haría desmayar a Stoik sin dudar.

—¡¿Qué voy a qué?!—chilló Hiccup con horror.

Había ido con la anciana de su pueblo, pues sentía un extraño bulto en el vientre. La anciana, algo desconcertada, había mandado llamar a una de las dragonas experta en medicina.

—Un huevo, pondrás un huevo —explicó la dragona—. Es muy extraño que pase, mucho más si es en la unión de dos hombres, pero ustedes han sido un milagro desde el principio. En su noche de bodas Toothless debió dejar su semilla en ti. Tu cuerpo debió almacenar una parte y provocó la creación de un huevo —la dragona palpó su vientre un poco, con cuidado—, o dos, no estoy segura. No te preocupes, no crecerán mucho dentro de ti. Pronto saldrán y deberán incubarlos unos meses hasta que estén listos para nacer.

El chico sentía que estaba a punto de entrar en pánico y desmayarse. Definitivamente debió informarse mucho más antes de su matrimonio y ahora todo le estaba cayendo de golpe. Volteó a ver a su marido, esperando encontrar la misma mueca de horror que seguramente él debía tener. Pero no, Hiccup estaba seguro que Toothless no se veía así de feliz desde su matrimonio. Su mirada parecía brillar de emoción y cuando giró a verlo, todo el miedo desapareció de sus venas.

—Gracias, Hiccup —dijo el semi-dragón, sonriendo alegre. Una enorme sonrisa con todos los dientes que le arrugaban los ojos de felicidad y le recordaba mucho a cuando aquel dragón le sonreía sin dientes.

—Cuál gracias amor, tú pusiste eso ahí, tú vas a cambiar sus pañales.

Todos en la cabaña empezaron a reír, disfrutando la calma antes de la tormenta, pues cuando sus padres supieran la noticia, no sabían qué clase de tormenta desatarían.


Bueno, y eso es, acepto lindos comentarios al respecto (:

Recomiendo cien por ciento buscar la página de Ilitiaforever en FB para ver las geniales aportaciones, así como espero se comparta esta historia que viene acompañada de unos bonitos dibujos que mandé a hacer.