Los personajes pertenecen a Takahashi Rumiko. La trama si es mía, es ficticia, no representa a nadie en particular y solo fue creada con el fin de entretener.
La siguiente historia se desarrolla en otro multiverso de la continuación del anime de Inuyasha creada por Sunrise y del manga de Takashi Shiina.
HOGAR
Luego de un baño caliente y relajante, Miroku volvía a la habitación que los aldeanos les habían asignado a él y a Inuyasha. Hace tres días le fueron a buscar por un trabajo, un akaname atormentaba aquella aldea, parecía un trabajo fácil, aún así decidió pedirle a su amigo que le acompañase.
Deslizó la puerta de la habitación y al entrar se encontró a Inuyasha aún sentado en el marco de la ventana, viendo fijamente el cielo nocturno.
—Deberías tomar un baño y relajarte.
—Estoy bien, ya me refresqué en el río.
—¿Con este frío?— suspiró, no importaba cuánto tiempo hubiese pasado, su amigo no confiaba en nuevas personas tan fácilmente—. ¿Podrías cerrar la ventana? Yo si tengo frío— pidió mientras acomodaba las cobijas de su futón, Inuyasha asintió, cerró la ventana y se sentó en el suelo, recargándose en la pared, con piernas y brazos cruzados—. Aprovechemos que tenemos un techo y un futón cálidos, hay que dormir un poco.
Por más que intentase hacer lo que Miroku le sugería, no podía, sabía que no podría conciliar el sueño por mucho que lo intentase. Sentía que algo le faltaba, necesitaba sentir a su lado a Kagome y a su pequeña Moroha.
—Debimos regresar en cuanto terminamos.
—No sé tú, pero yo tenía hambre y no quería dormir a la intemperie con este clima— estaban llegando al último mes del año y todo indicaba que sería un invierno muy frío—. Y no vamos a gastar más dinero en posadas, sabes que debemos ahorrar.
Inuyasha bufó resignado, Miroku tenía razón, su pequeña Moroha de tres años iba a necesitar un nuevo haori y zapatos para el invierno, para lo cual necesitaba dinero.
—Ya mañana regresamos luego del desayuno y estaremos en casa luego del atardecer.
—Sin desvíos.
—Directo a casa— prometió.
Mientras terminaba de recolectar las últimas raíces de jengibre, su pequeña jugaba con una pelota regalo de Kouga. Inuyasha se había ido hace tres días y no sabía cuánto más se iba a tardar, su último viaje largo había sido de dos semanas cuando había dicho que solo serían cinco días. En el camino siempre se encontraban con aldeas que necesitan ayuda, retrasando así su regreso. Se encogió al sentir el viento frío.
—Moroha, ven— la niña corrió hasta ella—. Ponte esto— tomó un pequeño haori verde—. La temperatura está bajando.
—No quiero, no tengo frío— se quejó.
—Si enfermas, papá se preocupará y no quieres eso ¿cierto?— su hija negó con la cabeza y se dejó poner el haori.
—Ya vas a necesitar otro— comentó Kagome al notar que ya le quedaba corto, su pequeñita estaba creciendo rápido.
—¿Cuándo regresa papá?
—Pronto.
—Se fue hace mucho— dijo decaída.
—Solo han pasado tres días.
—Ya quiero que regrese— sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas.
—Ven aquí— la abrazó y la hizo sentarse en su regazo—. Yo también quiero ya vuelva, pero fue a ayudar a tu tío Miroku. Cuando vuelva, jugara contigo todo lo que quieras.
—Cuando vuelva le voy a pedir que me lleve a pescar, ¡Mejor que me cuente una historia para dormir!, ¿Crees que quiera?— preguntó insegura, era algo que su papá hacía muy pocas veces.
—Por supuesto que si, no se puede negar a esta linda carita— estrechó más a Moroha en sus brazos y le besó la mejilla.
—¡Moroha!— le gritaron al unísono Kin'u y Gyokuto iban con su madre y hermano.
—Ve a jugar con ellos— le animó, así se podría distraer, su hija sonrió y corrió en dirección de sus primas.
—Se aburrían en casa y creí que podíamos venir a hacerles compañía— dijo Sango al sentarse junto a su amiga, ofreciéndole un melocotón.
—Gracias.
—¿Todo bien?— aunque la había visto sonreír en los últimos días, había notado esa mirada apagada en ella.
—Te diste cuenta— posó su mirada en el melocotón.
—Hemos sido amigas desde hace mucho.
—Es tan curioso, antes le pedía que me diese tres días para ir a mi época y que no me siguiera— sonrió internamente, ya que en el fondo se alegraba que sí la fuese a ver—. Pero ahora… no me gusta cuando se va por tanto tiempo, ahora soy yo la que quiere ir a alcanzarlo.
—Por Miroku sé que tampoco a él le gusta irse.
—Nunca se queja de ir, hasta parece ansioso por ir a una nueva lucha.
—Créeme— le tomó una mano—. No le gusta del todo, va porque es necesario, pero vuelve loco a Miroku, siempre está preocupado por ustedes, ansioso por regresar.
. . .
La noche había llegado y al terminar de acomodar el futón para dormir, Kagome fue por su hija que seguía viendo por una ventana, atenta a cada sonido y aroma, quería percibir algo que le indicase que su padre había regresado, pero nada, solo percibía el olor de los árboles, la tierra húmeda por la brisa y un búho en algún árbol.
—Moroha, hora de dormir— la cargó en brazos y cerró la ventana.
—Hoy tampoco llegó.
—Sí duermes, el tiempo pasará más rápido y cuando menos lo esperes, papá habrá vuelto— decía mientras se acomodaban en el futón.
—No la apagues— pidió inmediatamente al ver que su madre estaba por tomar la vela.
—Solo la voy a mover— le acarició con ternura su cabeza, a su pequeña no le gustaba dormir a oscuras sin su papá—. Ahora duerme— comenzó a tararear una canción de cuna y Moroha no tardó en dormirse.
. . .
Estaban a mitad de su camino de regreso, cuando unos aldeanos los interceptaron, les habían ido a buscar para pedirles su ayuda. Un demonio topo se estaba comiendo la cosecha que aún no recolectaban y era con lo que sobrevivirían al invierno.
Obviamente no pudieron negarse, el trabajo era fácil, pero no rápido, por lo que se retrasaron por varías horas, aquel demonio topo no salía de sus túneles y si usaban humo de los exterminadores, Inuyasha terminaría también aturdido. Pero finalmente lo lograron sacar y deshacerse de él.
El jefe de la villa les ofreció posada y comida, rechazaron lo primero, Miroku sabía que debían continuar con su camino, Inuyasha estaba especialmente inquieto en ese viaje.
—¿Seguirás molesto lo que nos queda de camino?— preguntó para hacer plática—. No podíamos dejarlos a su suerte.
—Lo sé… no teníamos que continuar el viaje, pudiste aceptar quedarnos— el viento frío de la madrugada había tocado su rostro, lo más probable es que su amigo tuviese frío.
—Pude hacerlo, pero yo también ya quiero estar en casa. Lo bueno de ese desvío, es que nos dieron esa rama seca que le gusta beber en té a Kagome-sama. ¿Cómo le llama ella?
—Canela— sonrió al saber que su esposa se pondría feliz por la sorpresa—. Es solo que no me gusta estar tan lejos de la aldea.
—Kagome-sama se ha vuelto muy fuerte, confía en ella.
—¡Eso lo sé! Confío en ella, me siento orgulloso de Kagome, del progreso que han tenido— explicaba con una gran sonrisa—. Pero no quiero se exponga al peligro.
—Entiendo, pero tenemos esposas que son fuertes guerreras, no podemos simplemente encerrarlas, jamás nos perdonarían.
—¿Tus hijos te han reclamado por no estar en casa?
—Un poco.
—Moroha ya me reprocha cuando tardo mucho en volver— dijo con melancolía, lo último que quería era ser un padre y compañero ausente.
—No eres el único que extraña a su familia, es normal que te sientas así, no quieres perderte ningún momento especial. Al volver procuro pasar tiempo con ellos y si puedo, suelo llevar pequeños regalos, pero eso es algo que ya haces.
Miroku vio una estrella fugaz cruzar el cielo nocturno por el horizonte y un destello de añoranza le caló en el alma, el tiempo había pasado para bien, hace años, durante su batalla contra Naraku, nunca se atrevió a imaginar que alguna vez tendría una conversación así con Inuyasha. Su amigo había crecido y madurado, convirtiéndose en un padre y esposo devoto a su familia.
—Llegamos— dijo Miroku al finalmente pasar la última colina y ver la aldea.
—No falta mucho para que amanezca— comentó Inuyasha al ver el cielo que comenzaba a ser perder su negrura y las estrellas junto con la luna, eran apenas visibles.
—Corre a casa, descansa y gracias por venir.
Inuyasha asintió y se apresuró a llegar a su hogar, al entrar sonrió al captar el aroma de su compañera y de su hija, finalmente volvía a estar en su hogar. En la entrada dejó sus dos tawara con arroz y frijoles dulces que recibió como pago, y el komebukuro que su compañera hizo para él, para guardar cosas extras. Más tarde se encargaría de guardar mejor las provisiones en la bodega. Deslizó la puerta del dormitorio y vio a Kagome despierta, viendo hacía la puerta, lo había sentido llegar.
—Estoy en casa.
—Bienvenido, ¿quieres comer algo?— preguntó mientras veía a su esposo desvestirse y ponerse su yukata para dormir.
—No, quiero descansar un rato— se acercó al futón—. Creí se despertaría en cuanto me oliera— Moroha seguía profundamente dormida.
—Estuvo jugando toda la tarde, terminó agotada.
—Mejor así, que descanse— se metió bajo las cobijas, junto a Kagome—. Lo siento, sigo frío— se disculpó al sentir como su compañera se encogía.
—Está bien, te ayudo a entrar en calor.
—Eso quisiera— soltó con picardía—. Pero Moroha está aquí.
—Pervertido— sonrió cuando un beso fue depositado en su mejilla y su mano era entrelazada con la de su esposo, dejando a ambos abrazando a Moroha.
Las orejas de Inuyasha se agitaron al escuchar un "papi", creyendoque su hija había despertado, pero no, solo soñaba con él, haciendo que todo su ser se llenase de una calidez muy agradable.
. . .
Esa mañana, se levantó de inmediato al sentir el aroma de su padre, él había regresado. Lo quiso despertar, pero no le hacía caso, su mamá le pidió que lo dejara descansar un rato más porque había llegado casi al amanecer y estaba cansado.
Pero conforme pasaba el tiempo, se hacía tarde y su papá no se levantaba, ella quería jugar. Su estómago sonó y se dio cuenta que tenía hambre, movió su nariz, lo que cocinaba su mamá olía muy bien. Dejó de lado sus juguetes y se acercó con cuidado a donde su madre cocinaba, la olla apenas si comenzaba a burbujear en el fogón.
—Mamá, yo quiero— pidió.
—Aún no está listo, pero puedes ir comiendo unos higos— puso en un tazón cuatro higos cortados en tres.
—Quiero carne.
—Sigue cruda, aún no la pongo en el caldo, se buena niña y come esto, papá los trajo— los encontró en las provisiones con las que le pagaron a su esposo.
—Quiero jugar con él— cogió el tazón y se sentó en el suelo, viendo cómo su madre terminaba de cortar unos champiñones.
—Papá está muy cansado, cuando despierte jugará contigo— miró hacía el dormitorio, le sorprendía que Inuyasha siguiera dormido, muy pocas veces lo había visto dormir tan profundo, una de esas veces fue en su época, una noche que se quedó dormido en su cama.
. . .
Destapó la arrocera y ya estaba listo el arroz, al caldo no le faltaba mucho. Iba siendo momento de que Inuyasha despertara.
—Moroha, ve a despertar a tu papá, ya es hora de comer.
—¡Ya voy!— salió corriendo directo al dormitorio.
Kagome sonrió, su hija era muy adorable, le causaba ternura verla correr con sus piernas regordetas. En cuanto la vio entrar al dormitorio, se giró de nuevo a la olla.
—¡Papi!, despierta, despierta— pedía al moverlo con ambas manos.
—Moroha— murmuró, abriendo un ojo, encontrándose con los ojos avellana de su hija y su hermosa sonrisa—. Papá aún está cansado— por más que quisiera no lograba abrir por completo sus ojos.
—¡Arriba!— ahora le empujaba con sus piernas por el costado izquierdo del torso, quería hacerlo rodar—. La comida, ven a comer. ¡Despierta!— gritó al sentarse sobre el abdomen de su padre.
—Dale cinco minutos más a papá, por favor.
. . .
Kagome probó por última vez el caldo, ya estaba listo, quitó la ola de las brazas y se giró en busca de su hija y esposo, hasta ese momento se percataba que Moroha había dejado de pedirle a su padre que se levantara.
—Moroha, ¿ya despertaste a tu papá?— al no recibir respuesta, se dirigió al dormitorio—. ¿Moroha?, ¿Inuyasha?— se llevó las manos a la boca para no gritar de emoción en cuanto los vio.
¡Eran adorables!
Moroha se había vuelto a dormir sobre el pecho de su padre y él la tenía sujeta con un brazo. Ambos dormían tranquilamente. Deseaba tener una cámara para guardar ese momento.
—Inu— le llamó, hincándose a su lado—. Ya pasa del medio día— le dio un beso en los labios—. Hora de comer— le murmuró contra su oreja, provocando que se moviera graciosamente—. ¡Hey!— exclamó por la sorpresa de ser atraída al cuerpo de su esposo, por él.
—No hagas ruido o se despertará— refiriéndose a Moroha.
—La comida se enfriará.
—Ven aquí, un rato más no hará daño.
—Pero…
—Solo un momento más— suplicó.
Kagome se acomodó junto al cuerpo de Inuyasha, no podía negarse, no había manera, también deseaba pasar ese momento con los amores de su vida.
—Te extrañamos— dijo una vez se acomodó, recostada en el pecho de Inuyasha.
—Yo a ustedes— la rodeó con su brazo libre por la cintura—. A los tres.
Kagome le miró con complicidad y se besaron, un día antes de que Inuyasha se fuera, confirmaron que esperaban otro bebé. Su familia crecería más y hasta ese momento, solo ellos y Kaede lo sabían. Tenían planeado darle la noticia a Moroha luego de que Inuyasha volviese. Tal vez lo harían ese día más tarde.
No pasó mucho tiempo para que Inuyasha sintiera como la respiración de Kagome cambiaba, sonrió al percatarse que ya se había dormido, al parecer no fue el único que no había dormido bien esos días. Estiró su mano derecha para poder jalar una manta que estaba a su lado y así poder cubrirla a ella y a Moroha.
Cerró de nuevo los ojos, aunque la comida olía realmente bien, en ese momento solo quería una cosa, descansar junto a su compañera, hija y futuro bebé.
Sabía que los días que pasaba lejos de ellas era para mantener el peligro lejos de la aldea y su familia pudiese tener una vida tranquila, sin peligros. Aún así, añoraba poder regresar y pasar momentos así, juntos.
13/10/2022
Y he aquí mi aportación a:
#Gran_Concurso_MundoFanficsIyR,
#WeLoveFicsMundoFanficsIyR,
#Por_amor_al_fandom_MundoFanficsIyR
De la Página de Facebook "Mundo_Fanfics_Inuyasha_y_Ranma" Que amablemente me invitaron a participar.
Espero que les gustase esta pequeña historia.
Akaname: Su nombre significa "Succionador de inmundicia". Se lo puede encontrar en los baños, bañeras e incluso inodoros succionando con su larga lengua cualquier desperdicio que esté a su alcance.
Tawara: un paquete grande para su almacenamiento o transporte (de arroz, papas, soja, carbón, trigo, camote, etc.)
Komebukuro: bolsa que generalmente está hecha de pequeños trozos de tela, ya sea cáñamo o algodón.
