Justo cuando estaba a punto de retirarse para poder ir a comer algo y descansar después de una compleja jornada en la planta, Valen el supervisor de una de las líneas de producción, lo había alcanzado a la salida para decirle que la línea de ensamble con la maquina nueva estaba dando fallos y que habían tenido que apagarla antes de que se comprometiera la producción completa.
La comida y el descanso tendría que esperar por ahora, el ensamblado y puesta en marcha de dicha máquina había causado de por si un retraso considerable y ahora con la maquina fuera de línea, estaban en verdaderos problemas.
Siete horas estuvo él junto con los supervisores del turno y algunos de los operadores tratando de encontrar la falla de la bendita máquina, hasta que finalmente consiguieron ponerla en línea nuevamente. Sin embargo, sabía que al día siguiente forzosamente tendría que responder a los reclamos del odioso pero sensual Coordinador de Calidad, que además era su EX, y aceptar una tonelada de acciones correctivas de su parte. Pero por ese día, había sido suficiente. Estaba harto, cansado y de muy mal humor y ya lo único que deseaba en ese momento era ir a dormir.
Era la vida de un ingeniero en este maravilloso mundo de las empresas tecnológicas, donde tienes que saber adivinar el futuro porque todo era para ayer. Y Radamanthys no solo era de los mejores en su área, también poseía una tolerancia a la frustración envidiable que, junto con su estricta disciplina, lo habían colocado en un sitio privilegiado dentro la empresa en un tiempo relativamente corto.
Salió de las instalaciones esperando que esta vez ya no tuviera que regresar a revisar ninguna otra máquina averiada y caminó hacia el estacionamiento del ala sur del gigantesco site. Sintió el impulso de apagar su teléfono, pero su inquebrantable sentido de la responsabilidad lo detuvieron en el instante en que se disponía a hacerlo. Abordó su Lexus y sincronizó su Smartphone a auto para hacer una última llamada a Valen y asegurarse que en verdad ya no habían detectado más fallos. A pesar de que las calles se hallaban desiertas en esa zona a esas horas de la noche. El precavido hombre circulaba a baja velocidad mientras terminaba de pasar listado con su subordinado.
Se detuvo en un alto y en el momento en que había finalizado la llamada, escuchó un rechinido de neumáticos, seguido por un golpe seco en la parte trasera de su vehículo que lo sacudió.
-Justo o que lo que me hacía falta-exclamó frustrado- que algún borracho venga y me choque - apagó el motor y bajó a ver el daño que el otro conductor le había ocasionado.
Se encontró con una abolladura entre el maletero y la defensa trasera, pero aunque había daño cosmético, realmente no era de consideración. Después fijó su atención hacia el otro auto, cuya defensa ahora yacía en el suelo. Se trataba de un viejo Pontiac cuyos años de gloria habían definitivamente quedad muy atrás y ahora se mostraba en una deplorable situación y no precisamente por el golpe de hacía unos minutos.
Segundos después, el enfurecido conductor del Pontiac, un tipo de más o menos su misma estatura y complexión con el cabello largo y alborotado y ataviado con ropa igual de desgastada que su auto, se bajó en actitud bastante hostil a reclamar.
¡Pero a qué clase de idiota se le ocurre frenarse de golpe!. Ve lo que le has hecho a mi auto- escupió el agresivo individuo con un marcado acento griego
¿Disculpa? ¿De golpe? ¡Había una luz roja por si no lo notaste animal! Y además venia 40 km por hora. No sabía que las calles de la ciudad se convertían en autopistas de carreras por la noche.
¿Semáforo rojo? ¿Acaso ves más coches circulando? Y además, ¿quién demonios circula a 40 km? ¿Eres retardado o qué? – el iracundo joven lo barrió de arriba abajo para después burlonamente rematar – o tan solo un Godínez asalariado que está pagando su carrito barato en mensualidades y le da miedo manejar.
Radamanthys comenzaba a perder la escasa paciencia que aún le quedaba – Si, quizás soy un simple Godínez y quizás aún estoy pagando mi coche barato. Pero con lo que yo pago una mensualidad, tú podrías cómprate 15 chatarras como esta, un guardarropa decente y un ejército de cepillos para el cabello.
La soberbia con que Radamanthys había dicho eso encendió aún más el ánimo del otro -¿Como te atreves infeliz? que traiga este auto viejo no significa que no pueda comprar otro mejor. Además tendrás que pagar el desperfecto que me causaste.
Estas, pero bien pendejo si crees que voy a cargar con la culpa por tu estupidez. Además de torpe para conducir, eres un estúpido ignorante que no sabe que el que pega, ¡paga! . Ahora resulta que es mi culpa.
Vaya, vaya, seguro eres uno más de eso muertos de hambre wannabes que no tiene ni para tragar.
Ahora si Radamanthys había tenido suficiente y de dos zancadas llegó hasta el agresivo individuo y lo tomó por la camisa – Óyeme tu, grandísimo hijo de puta, en este momento podría matarte y tirar tu cadáver en el primer puente sin ningún remordimiento, así que mejor cállate el hocico.
Jajaja pendejo de mierda, como si me dieras miedo. Ten cuidado, no se vaya a manchar tu ropita de princeso
Y sin mayor preámbulo, se fueron a los puños. Sin embargo,la igualdad en peso y estatura, parecía no inclinar la balanza hacia ninguno de los dos lados, por lo que el griego nuevamente contraatacó verbalmente, buscando provocar a su contrincante de modo que pudiera aprovechar algún fallo de su parte a su favor-
Pegas como señorita, jajaja , seguro no has cogido en semanas.
¿Acaso tienes hambre? –– Le respondió - después de lo cual logró derribar al griego. El cual, en su intento por sacarse de encima al rubio, comenzó a lanzar patadas Lo que obligo a Radamanthys a usar su propio cuerpo como barrera para así neutralizarlo. Sin embargo, sus rostros estaban peligrosamente cerca, sus ojos clavados diabólicamente el uno en el otro. Y así, sin saber cómo sucedió, pero las cosas sorpresivamente comenzaron a tomar otro rumbo y la rabia que segundos antes impulsaba a ambos hombres se transformaba en algo más violento aún… ¿deseo?. Sus manos que antes querían causar daño ahora invadían el cuerpo contrario en busca de placer.
No sabían quién había dado el primer paso, pero de pronto estaban besándose casi con la misma furia con que hacía unos segundos trataban de matarse. Embrujados, quizás, por el hechizo ardiente del deseo olvidado que ahora reclamaba su regreso, se entregaron a sus instintos y olvidaron que estaban a media calle. Solo se detuvieron cuando el sonido del claxon de otro vehículo que pasaba los hizo sobresaltase y volver a la realidad – ¡Váyanse a un motel putos! –les gritaba algún desconocido trasnochador.
Radamanthys tardó en reaccionar, pero en cuanto volvió a la realidad, soltó a su presa y trató de levantarse. Aun sin entender a bien como había llegado hasta ese punto, se giró hacia su auto, con el puño de la camisa limpió los restos de sangre y saliva de su boca. Su contrincante se levantó del piso con un poco más de dificultad -Hay un motel a 3 cuadras - mencionó mientras intentaba recuperar el aliento
Muy bien, mueve tu chatarra a la acera y vámonos.
¿Qué?, no puedo dejarlo aquí- se quejó el griego –
No mames cabrón, ¿quién se va a querer llevar eso? –respondió el guapo ingeniero con sorna.
Al diablo entonces –respondió, puso el vehículo en primera y lo comenzó a empujar por la puerta hacia la banqueta –Ayúdame no seas inútil-le gritó al otro.
El rubio comenzó a reír y se acercó a ayudarle a terminar de empujar el viejo Pontiac y así poder largarse a terminar lo que habían comenzado.
Una vez que dejaron el auto bien aparcado, Radamanthys se subió a su auto y lo echó andar. Unos segundos después se subió el griego –Ponte el cinturón – le pidió a su copiloto, quien se limitó a rodar los ojos mientras se lo abrochaba
Por cierto, me llamo Kanon – le miraba ahora con galanteo
Y yo Radamanthys – respondió con una sensual sonrisa para después pisar el acelerador hasta el fondo e ir en busca de un mejor lugar para continuar conociéndose.
FIN
