¡Hola! ¡Bienvenidos!
Esta historia esta ambientada en el comic La Promesa. Si no lo has leído o no sabes de que trata, te advierto que puede tener SPOILERS.
Lee bajo tu propio riesgo.
Avatar: El Último Maestro Aire NO me pertenece.
Aang se sientía abatido y molesto. Hacía 1 año que había finalizado la guerra, y pensaba que la paz había sido devuelta al mundo. Sin embargo, distintos disturbios habían surgido en las distintas naciones, principalmente entre el Reino Tierra y la Nación de Fuego, y ahora se planteaba ante la posibilidad de tener que asesinar a su amigo: Zuko.
Gruñó molesto. Caminaba sin rumbo, alejándose de la aldea de Yu Dao y adentrándose al bosque. Todo habría sido tan sencillo si Zuko no hubiera atentado contra el movimiento de la armonía, y permitiera que las colonias regresaran a la Nación del Fuego.
Pero sabía que tal vez el Señor del Fuego tenía razón. Si tenía razón ¿cómo iba a calmar las tensiones entre ambos reinos? Y los protestantes no ayudaban. Ni siquiera lo escuchaban. Además, estaba la supuesta solución que le indicó su vida pasada, Roku.
Matar a Zuko.
-¡No puede ser!.- gritó furioso, llevando sus manos al rostro. No venció al Señor del fuego Ozai sin tomar su vida, respetando sus principios y dejando ir la ira, incluso aprendió energía control, para que ahora llegara y asesinara a su amigo, quién para él ya era casi familia.
Suspiró. Tomó asiento en el suave césped que se encontraba bajo sus pies. Había llegado a un claro, donde asomaban los rayos de sol entre las abundantes copas de los árboles. Era un lugar relajante.
Decidió meditar sobre lo que sentía y sobre lo que debía hacer.
Cerró los ojos y empezó a respirar de manera tranquila.
Intentaba alejar sus pensamientos para liberar la mente y el espíritu, pero no podía. No podía dejar de preguntarse ¿cómo solucionar todo esto? Estaba muy molesto.
¿Cómo lo soluciono?
¿Por qué tuvo que pasar todo esto?
¿Por qué Zuko inició esto? ¿Y por qué el Rey Kuei tampoco cooperaba? Tendría que haber confiado más en sus palabras, que el Avatar lo solucionaria.
Claro, porque el Avatar tenía que solucionarlo todo.
El Avatar, el puente entre ambos mundos, el que tiene que arreglar disputas entre personas que no quieren escuchar sus palabras. Y los problemas nunca acababan. El Avatar que no puede tomarse ni un día libre porque el mundo decide no comportarse como corresponde ni por ese día. El Avatar, a quién le imponen que mate a sus amigos ante la primera disputa. Y al quién hacen prometer que lo hará.
El Avatar, el Avatar, el Avatar...
De pronto se dió cuenta. Se sentía igual que en aquellos dias en el Templo Aire del Sur, cuando le informaron que era el Avatar, y toda su vida cambió.
Abrió los ojos. Su rostro reflejaba inmensa tristeza, su labio tembló y sus ojos se humedecieron. Bajó la mirada, observando sus palmas.
La mezcla de recuerdos y pensamientos comenzaban a amarrar un nudo en la garganta del joven maestro aire.
Soy...
la pregunta del millón
Siempre la interrogación
No respondas que sí
porque sí.
Extrañaba ser un simple maestro aire. Extrañaba jugar con sus amigos en el templo, y hacer bromas con Gyatso. Extrañaba lo simple que era su vida antes de enterarse de que era el Avatar.
Recordó cómo sus amigos lo trataron diferente cuando supieron la noticia, cómo se vio excluído de su grupo porque supuestamente él ahora era más poderoso. Y cuando espió a los monjes, escuchando la decisión de alejarlo de la persona que más quería y confiaba como un padre; Gyatso, el único que lo seguía viendo cómo Aang, cómo quién era realmente.
Las lágrimas empezaron a salir, bajando por la pálida piel de sus mejillas.
¿Y qué? ¿Qué podrías tu decir?
Si yo no te voy a oír
No me entiendes
Y nunca seré lo que esperas de mí.
¿Por qué tenía que ser él el Avatar? ¿Por qué tenia que llevar tantas responsabilidades sobre sus hombros? Siempre escuchaba frases alabando al Avatar pero ¿qué tenia de bueno serlo?
Hundió su rostro entre sus brazos, apoyado en sus rodillas. Quería ocultarse del mundo. En su mente rondaba la idea de que estaba condenado a vivir una vida así, con tanta angustia y pesadez en su corazón y eso lo asustaba. Temía muchísimo que sea así.
Mordió su labio, intentando acallar los sollozos que luchaban por salir de su boca, y que finalmente ganarían la batalla.
Jamás, ya me vas a conocer
Niño y hombre puedo ser
No me uses y apartes de ti
Dominó los cuatro elementos en menos de 1 año, ganó la guerra de los 100 años, venció a Ozai, aprendió energía control, trajo paz al mundo, inició el movimiento de la armonía, viajó por las cuatro naciones ayudando a las personas que lo necesitaban. A donde lo llamaran, él asistía incluso dejando de lado lo que quería hacer, o si su cuerpo le pedía con urgencia un descanso mental y físico. Y a veces, ni siquiera se lo agradecían. No esperaba que lo pusieran en un altar, por supuesto, pero no le agradaba cómo lo trataban, como si él no fuese más que una herramienta.
Sentía que se lo debía al mundo por su ausencia pero a la vez odiaba sentirse así, odiaba tener que sentir culpa. Detestaba deberle algo a alguien.
Y ví
Como alguien aprendió,
Lo que nadie le enseñó
No me entienden, no estoy aquí
Desde que tuvo que tomar tantas responsabilidades y que ya no viajaba por el mundo con sus amigos, se sentía vacío. Tantas juntas, disturbios, rebeldes, luchas, peleas... quería solo estar en paz. A veces incluso se sentía desconectado del presente. No se sentía vivo.
Y yo solo quiero ser real
Y sentir el mundo igual que los otros, seguir siempre asi
¿Por qué yo tendria que cambiar?
Nadie más lo va a intentar
Y no entienden
Que sigo aquí
Quería poder disfrutar con sus amigos, sin preocuparse por nada más. Quería ser simplemente Aang, no el Avatar Aang. Quería ser solo un maestro aire, libre como el viento. Quería reir, bailar, jugar, descubrir cosas nuevas, sin tener que encontrarse con algo o alguien que amenace con destruirlo todo.
Él todavía era un niño de 13 años todavía... bueno 113, pero mental y fisicamente tenía 13 años.
Quería ser libre del título del Avatar, porque siendo Avatar tenía que forzarse a encontrar soluciones a problemas difíciles, teniendo cuidado de no provocar un desastre mundial con sus decisiones. Tenía que dejar todo y alejarse por días, semanas o incluso meses de sus amigos, de la diversión, de su paz y su amor.
Amor.
Dejó de llorar por un momento y calmó su sollozos. Quiso tomar aire pero tenía la nariz congestionada por el llanto.
Y tú
Ves lo que ellos nunca ven
Te daría el cien por cien
Me conoces
Y ya no hay temor
Recordó a Katara. El amor de su vida. La primera persona que vio al despertar del iceberg y de quién se enamoró en ese instante.
Katara era su todo. Aquella maestra agua había conquistado su corazón para siempre. Recordó esos ojos azules como el océano y su piel morena, suave como la seda.
Una pequeña sonrisa apareció en su rostro húmedo.
Yo...
Mostraría lo que soy
Si tú vienes donde voy
No me alcanzan
Con Katara podía ser él mismo, podía ser sólo Aang. Una sola mirada, una sola sonrisa de su amada bastaba para elevarlo hasta las nubes y sentir que todo estaría bien.
¿Que sabrán del mal y el bien?
Yo no soy lo que ven
Todo un mundo durmiendo y yo sigo soñando ¿por qué?
Sus palabras susurran mentiras que nunca creeré
Miró hacia el cielo, ya era de noche. A lo lejos, bajando la pequeña montaña en la que estaba, las luces de la aldea destacaban entre la oscuridad.
Gimió por lo bajo, la angustia volvía a su corazón.
Tembló por un segundo, la fría brisa de la noche acarició su cuerpo y no era consciente de lo cansado que estaba hasta ahora.
No quería regresar ahora. Presentía que si lo hacía, lo rodearían, presionándolo por una solución, por una decisión. Los generales de ambas naciones le gritarían lo que debería hacer, obviamente contradiciendo lo que el otro diga.
Y yo
Sólo quiero ser real
Y sentir el mundo igual
Que los otros
Por ellos, por mí
-¿Aang?.- escuchó. Esa voz. Era Katara. Limpió rápidamente las lágrimas que quedaban y dio media vuelta.
Ahí estaba ella, de pie, con respiración levemente agitada, seguramente por subir por la pequeña montaña en la que se encontraban. Tan hermosa bajo la luz de la luna.
-Katara, yo...- quiso explicarse pero unos brazos lo rodearon. Sorprendido, correspondió el abrazo.
-Aang ¿estas bien?.- se separaron un poco y Katara tomó las mejillas de su novio entre sus manos. Ambos miraban los ojos del otro.
Aang sintió como si descubrieran su alma al escuchar esa pregunta por parte de Katara.
-Sí.- dijo intentando sonreir para tranquilizarla pero su sonrisa se torció y un suave gemido de llanto salió de su boca. Los ojos volvian a humedecerse. Su rostro se desfiguró de tristeza, como el de un niño pequeño desconsolado. Katara lo miró preocupada.-...N-no.- dijo con voz quebrada.
Volvió a abrazarla con fuerza. Y lloró. No podía ocultarse ante ella, no podía guardarse nada cuando ella lo observaba con esos zafiros.
A Katara se le partió el corazón y solo acertó en acariciar a ritmo lento la espalda de su novio. Cuando Aang empezó a calmarse, dejó que él se desahogara sin romper el abrazo.
-Aang, todo estará bien.- decía sin dejar de acariciarlo.- No estás solo, me tienes aquí. Juntos encontraremos otra solución. Imagino que debe ser muy difícil para ti lidiar con esto, y lamento no poder evitarlo pero no tienes que hacerlo todo solo. Siempre contarás conmigo y jamás te dejaré, seas el Avatar o no.-
El maestro aire se separó un poco, sorprendido.
Esas palabras le quitaron todo peso de encima ¿Cómo fue tan ciego? Tenía a Katara, a su Katara, quíen le sonreía tiernamente. Y con ella, no había nada que no pudiera hacer. Siguió mirandola por unos momentos, con la boca levemente abierta. No podía creer el amor que lo desbordaba en ese preciso instante. Juraría que fue eterno.
Sonrió, y con un dedo guardó un mechón de cabello de la morena detrás de su oreja. Se acercó despacio y depositó un beso dulce, lento, lleno de felicidad.
Como un rayo, apareció en su mente algo bueno de ser el Avatar. Ahora sí tenía algo que agradecerle a los espíritus.
Gracias a que era el Avatar logró sobrevivir 100 años en aquel iceberg, y así conocer a la bella mujer que tenía entre sus brazos.
Sí...
Después de todo, ser el Avatar tenía alguna que otra ventaja.
-Fin.-
¿Qué les pareció?
Este one-shot es una idea de cómo se debe sentir Aang ante tanta presión de ser el Avatar. Después de todo, Aang es solo un niño/preadolescente que tiene que cumplir con las obligaciones y responsabilidades que, por lo general, cumplen los Avatares después de su entrenamiento (que puede durar AÑOS) antes de salir al mundo como tal. Aang solo tuvo 1 año (y un poquito menos) además que se enteró muy pronto sobre su destino. Sus antecesores lo supieron a los 16 años aproximadamente y ya para entonces, eran un poco más maduros. Podían lidiar un poco mejor con la idea... tal vez.
Bueno... se entiende ¿no?
Muchas gracias por leer hasta aquí.
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De nuevo, gracias.
¡Nos leemos hasta la próxima!
