LA ÚLTIMA VISITA
Sé que no debería estar aquí, que debería estar preparándome para lo que acontecerá mañana, pero, no podía afrontarlo sin antes visitarte una última vez.
El grifo me deja junto a la entrada, iluminada solo por el leve resplandor de Solinari y unas pocas antorchas. Noto que estoy temblando, aunque no sé si es debido al frío de la noche o al lugar en el que me encuentro. La Torre está prácticamente abandonada, apenas unos pocos soldados salvaguardan el paso y se sorprenden mucho al verme allí. Me rodean, pero no tengo miedo, ya no. Me descubro el rostro y ellos se apartan, sorprendidos. Saben que no debería encontrarme en el lugar, pero aún así me franquean el paso. Ninguno se acerca, nunca nadie se atreve a acercárseme. Nadie excepto tú. Tú fuiste la única persona capaz de penetrar en el duro caparazón de hielo en el que había envuelto mi vida, la impenetrable faz con la que me cubría cada mañana. Solo tú conseguiste traer un poco de calidez a mis ojos, solo tú lograste que cambiara mi manera de pensar, que me indujo a darme cuenta de lo equivocados que estábamos permitiendo que las cosas ocurrieran a nuestro alrededor sin inmiscuirnos nunca, como si los sucesos del mundo no pudieran tocarnos, como si no formáramos parte de él.
Creías en la paz a pesar de ser un guerrero. Creías en que los pueblos podríamos unirnos y luchar juntos contra la oscuridad. Por eso mañana haré lo que me manda el deber.
Un soldado me corta el paso según llego a la puerta donde te encuentras, sorprendido de ver a una mujer deambulando por la Torre. Yo solo espero, mientras su compañero le susurra algo al oído al bañar mi rostro la luz de las antorchas. Sonrío al ver como sus ojos aumentan de tamaño y se deshace en disculpas, como casi todos los caballeros. Tú no eras así, no solo porque no pertenecieras realmente a la orden, pues en tu corazón y en tu alma eras uno de ellos, sino porque veías el mundo de una manera diferente. Quizás fuera debido a las circunstancias en las que creciste, o quizás por los compañeros que tuviste, pero lo cierto es que no te pareces en nada a los pomposos caballeros que se ven defendiendo la Torre del Sumo Sacerdote estos días. Cuando los miro, pienso en ti, y no veo más que un reflejo de lo que debiste ver el día que nos conocimos. Sí, yo debía de ser tan pomposa como estos jóvenes, sino más. Pero a pesar de mis comentarios hacia ti y hacia los tuyos, no me abandonaste, aún no me has abandonado. Pero es hora de dejar el pasado atrás y comenzar a vivir de nuevo.
Por fin llego a mi destino, te encuentras allí tumbado, cualquiera podía pensar que solo estás dormido, pero sabemos que eso no es verdad. Nadie sabe a que es debido que tu cuerpo no se haya deteriorado lo más mínimo, pero, a quien le importa el motivo, el caso es que estás exactamente igual al día que te conocí. Una lágrima resbala por mi mejilla a pesar de que me había prometido a mi misma que no lloraría, hoy no. Pensé que ya había agotado las lágrimas pero veo que no es así.
Comienzo a hablarte, en principio en voz muy baja, pues supongo que no sería muy normal que una princesa elfa hablara ella sola ¿verdad?. Pero en fin, a quien le importa. Hoy he venido a decirte que mañana me caso querido, no por amor, pues bien sabes que mi corazón te acompaña y te acompañará siempre, pero lo hago por el bien de nuestro pueblo, para defender los ideales en los que siempre creíste, y para continuar luchando por la paz, como seguro hubieras querido que hiciera.
He de irme, llevó demasiado tiempo aquí y no quiero que noten mi ausencia. No temas, el grifo me dejara en un lugar seguro, nadie sabrá que he estado aquí, excepto los caballeros de guarda.. Pero será fácil convencerlos para que no digan nada ¿Verdad?. Una queda sonrisa aflora a mis labios mientras me inclino para darte un beso en tus fríos labios. Tras mi última muestra de afecto, me giro para partir. Que Paladine vele en tu descanso amor mío.
