Tentaciones

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Episodio 2: Lo que está después de ella.

Haruka salió del departamento muy temprano a la mañana siguiente de la exposición de arte. Había salido en ropa deportiva y había corrido hasta la pista más cercana. Era algo que no solía hacer, algo que nunca había hecho antes pues siempre había preferido correr su auto. Aquella mañana había sido distinto y ¿qué mejor manera de empezar un día diferente que haciendo algo diferente? Corrió tan rápido como pudo y tantas veces como sus piernas se lo permitieron. Cuando por fin quedó exhausta se recostó en una de las bancas de la pista y observó el cielo. A las seis de aquella misma tarde la volvería a ver. No comprendía lo que ocurría en ella con esa mujer. Sólo sabía que sus manos gritaban que querían volver a tocarla y sus labios estaban enloqueciendo por apoderarse de los de Kira. No sería mala idea si… Se levantó como impulsada por un resorte y corrió de nuevo al departamento.

Empujó la puerta con cuidado y anduvo sigilosamente por el departamento hasta llegar a la ducha. Se duchó tan rápido que el agua casi no hizo ruido al chocar con los azulejos.

- Haruka ¿qué ocurre? - preguntó Michiru frotándose los ojos y desperezándose apenas.

- ¿Ocurrir? Nada. - sonrió Haruka mientras se dirigía a la cocina.

- No sentí cuando te despertaste.

- Estabas dormida y no quise despertarte. Fui a correr un poco y ahora mismo te llevaré el desayuno a la cama. - sonrió Haruka.

Ciertamente algo inmensamente bueno había pasado entre el día anterior y la mañana del presente día pues Haruka irradiaba tal luz que habría sido difícil de decir que no estaba feliz. Era demasiado temprano como para que Michiru intentara comprender aquello, mejor decidió volver a la cama y dejar eso para después. Haruka le llevó el desayuno a la cama, tal y como el día anterior, pero esta vez permaneció parada junto a ella.

- Siéntate a mi lado Haruka. - dijo Michiru mientras tomaba un trago al café.

- Oh Michiru, lo siento. Debo salir un momento. No tardaré, disfruta tu desayuno. - dijo Haruka desapareciendo en el umbral de la puerta impidiéndole a Michiru decir algo. - ¡ah! Y no laves los platos, lo haré yo cuando vuelva. - gritó desde la entrada de la casa.

Michiru permaneció estupefacta sorbiendo el café sin comprender el repentino entusiasmo de su amada compañera.

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No había razón para esperar hasta las seis. Deseaba verla y ahora. Averiguó dónde se estaba quedando y se encontró con que estaba en un edificio de departamentos extremadamente lujosos. No había nada como aquél edificio en todo Japón. Haruka se disponía a entrar cuando un suave roce tocó su mano. Se dio media vuelta sorprendida y poniéndose en guardia. Se encontró con un hermoso par de ojos grises.

- ¡Haruka!

- ¡Kira! Yo… eh…

- Estaba impaciente por verte. - sonrió Kira haciendo desaparecer la soledad de sus ojos.

- Yo también.

Kira tomó la mano de Haruka y la dirigió al interior del edificio. Tras atravesar un hermoso recibidor atendido por un joven, llegaron al elevador. Kira miraba llena de esperanza a Haruka y ésta le devolvía el gesto con una cálida sonrisa. Haruka comenzó a sentir el sudor helado recorriendo su espalda. Se encontraba sola con aquella hermosa mujer completamente a solas dentro de aquel pequeño espacio. Kira se acercó a Haruka, se paró sobre sus puntillas y le susurró al oído.

- Te encantará mi departamento…

La tenía tan cerca… Haruka levantó su mano detrás de Kira y se disponía a aprisionar su cintura cuando las puertas del elevador se abrieron. Masculló una maldición y después siguió a Kira a través de un pasillo tapizado de color crema. Se detuvieron frente a una puerta de caoba, ricamente tallada y con el número 1070 grabada en letras doradas.

- Aquí es. - dijo Kira girando la llave en la cerradura.

El departamento gozaba de todo lujo posiblemente imaginable. Había grandes candelabros, tenía un amplio comedor. Haruka imaginó cómo sería la habitación principal, de pronto se sonrojó al imaginar cómo llegaría a ella.

- ¿Qué te parece?

- Es un departamento sumamente hermoso.

- Ven, - dijo Kira tomando la mano de Haruka - quiero mostrarte algo.

Kira la dirigió a la habitación principal donde estaba montado un intimo e improvisado estudio. Su habitación debía ser la que se encontraba a un lado, pensó Haruka. En el estudio, un lienzo descansaba sobre un tripie mientras que una mesa sostenía un grupo de pinturas, brochas y pinceles.

- Aquí es donde he estado pintando.

Haruka observó cerca de 5 cuadros diferentes recargados contra la pared.

- ¿Cuánto tiempo llevas en Japón?

- Sólo un día.

- ¿Y esos cuadros?

- Los pinte anoche. Llegué muy inspirada de la cena. - dijo guiñándole un ojo.

Haruka se sonrojó y después la siguió a través de la habitación. Kira se sentó sobre el escritorio y observó a Haruka dulcemente. Tomó las manos de Haruka y comenzó a besarlas. Sus ojos grises eran muy cálidos cuando la miraban. Haruka se inclinó hacia Kira y ésta reclinó su cuerpo hacia atrás ligeramente, haciendo quedar sus rostros uno frente al otro. Haruka soltó una de sus manos y acarició la mejilla de Kira, bajó la mirada a los labios de Kira, eran muy rojos. La chica rusa cerró sus ojos y entre abrió los labios invitando a Haruka a besarlos.

Su corazón era una locomotora y cada vez se iba transformando en un proyectil. No podía seguir esperando, se estaba consumiendo en deseo por conquistar aquella boca. Sus labios se unieron suavemente, Haruka podía sentir todo ese fuego consumiéndola, dejándola sin aire. Sus venas estaban llenas de fuego, sus manos ardían vorazmente al roce de ellas y la suave piel nívea de Kira. La chica comenzó a recostarse sobre el escritorio. Haruka se percató y decidió detenerse antes de que perdiera el control por completo.

- Esto no debe ser... lo siento.

Haruka se dio media vuelta y prácticamente corrió a la puerta principal. Kira la persiguió y la detuvo tomándola del brazo. Haruka la miró de nuevo y el deseo por tenerla la invadió otra vez y con mayor fuerza. Sus labios se apoderaron de los de Kira, los sedujo a su antojo, los manejó a voluntad. Haruka mordió dulcemente el labio inferior de Kira y luego abrió la puerta del departamento sin quitarle la vista a Kira.

- ¡¿Haruka?! – esa voz era inconfundible - ¿Qué haces aquí?

Lentamente bajó su mirada hasta la persona que la había llamado. Deseaba haber confundido la voz de aquella chica pero…

- Mi… Michiru… ¿qué haces aquí?

Su rostro se tornó rojo, su corazón latía demasiado aprisa y sus piernas comenzaron a fallarle. Haruka deseó con todo su ser que Michiru no notara lo turbada que se encontraba. El rostro de Michiru denotaba perplejidad también, no creía encontrar a Haruka en el departamento de Kira y menos con esa expresión en su rostro.

- Yo pregunté primero, Haruka Tenoh.

- Haruka vino muy amablemente a ponerse a mi disposición. - interrumpió Kira - Muchas gracias Michiru. Pensé que sería muy solitaria mi estancia en Japón y gracias a ti y a Haruka no lo será, muchas gracias.

- Michiru es una gran persona, siempre siendo cortés. Si necesitas algo Kira, puedes contar con nosotros.

Michiru no comprendía lo que estaba ocurriendo pero quedó satisfecha con la explicación recibida.

- ¿A qué venías Michiru?

- A lo mismo, pero veo que te me adelantaste. - sonrió la chica de cabello aguamarino.

La pareja se despidió y salió del departamento de la pintora rusa. Una vez en el elevador, Haruka terminó de calmarse y trató de actuar lo más normal posible. Michiru por su lado, estaba cruzada de brazos frente a las puertas del elevador.

- ¿Qué ocurre Michiru?

- ¡Qué descaro el tuyo! - le dijo sin voltear a verla. - Venir a coquetearle a su casa.

- Michiru ¿qué estás diciendo? Ja, ja, ja. No vine a eso, tú eres la única para mí.

- ¿Crees que no vi como te miraba? Eres incorregible Haruka Tenoh.

Haruka adoraba verla celosa, y lo adoraba aún mas porque después de una pequeña discusión siempre venía la tan esperada reconciliación. Se acercó a ella con cautela, pasó sus manos por delante de su vientre y la abrazó contra su cuerpo.

- ¿Que importa cómo me miraba mientras todo lo que me importe seas tu?

Michiru sonrió y después le dedicó un cuidadoso beso en la mejilla. Salieron del edificio tomadas de las manos provocando la envidia en todos aquellos que les miraban. Haruka condujo en silencio hacia el departamento, cosa que Michiru obviamente notó. Posó su mano sobre la de Haruka y al contacto, ésta retiró su mano.

- ¿Qué ocurre Haruka?

- Nada Michiru. Me asustaste.

- ¿Desde cuándo?

- ¿Desde cuándo qué?

- ¿Desde cuándo el contacto con mi mano te asusta?

- Michiru… lo siento, tengo mi mente en otras cosas. Lo siento.

Haruka tomó la mano de Michiru y le sonrió mientras aprovechaba un alto para darle un dulce beso en la mejilla. Le sonrió largamente mientras la observaba, mientras admiraba la maravillosa perfección que envolvía a aquella diosa. Un claxon la despertó de su veneración y la regresó al semáforo en el que estaba detenida.

Michiru recargó su cabeza contra el hombro de Haruka mientras el brillo de sus ojos se tornaba triste.

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Haruka le abrió la puerta del auto y le dio la mano para salir. Michiru salió del auto con ayuda de Haruka.

- ¿Dónde estamos? Creí que íbamos de regreso al departamento.

- ¿Quieres irte a encerrar al departamento en Sábado? Vamos Michiru esto será más divertido. - sonrió Haruka mientras jalaba del brazo a Michiru.

Habían llegado a un parque muy hermoso. En el centro de aquél parque había un invernadero, el más grande de la zona. Tomadas de la mano llegaron al invernadero llamando la atención a todos los paseantes y clientes del lugar. Haruka le tendió el brazo a Michiru y así entraron.

- ¿A qué vinimos Haruka?

- Es una sorpresa. - murmuró Haruka a la vez que le guiñaba el ojo.

Atravesaron el invernadero hasta llegar a la oficina del encargado. Haruka llamó a la puerta un par de veces antes de que un anciano la abriera. El encargado era aquél anciano, era un hombre muy encorvado y de aspecto jovial. Le sonrió a Haruka y le señaló una silla al centro de un cuarto poco iluminado.

- Cierra los ojos, Michiru. - susurró Haruka sentándola en la silla.

- ¿Qué tramas Haruka Tenoh?

- Shh…

Michiru escuchó un par de ruidos huecos y de pronto, silencio. Haruka tocó su hombro y supo que era hora de abrir los ojos. Sus grises pupilas se nublaron de felicidad y brincó de la silla para abrazarse a su querida Haruka. La sorpresa que había preparado era toda una pieza de arte. A decir verdad, era la copia íntegra de una pieza de arte. Montado en un cuadro yacía una copia idéntica de una de las pinturas de Michiru, pero en vez de pinturas se habían usado pétalos de flores para recrearlo. Michiru estaba muy conmovida por el gesto tan lindo.

- El joven tardó mucho en terminar esto. Las manualidades no son su fuerte, ¿verdad jovencito? - rió estrepitosamente el anciano encargado.

Michiru se abrazó más a su amada al saber que esa reproducción había sido hecha con las mismas manos que disfrutaba cada noche sobre su piel. Haruka le sonrió ampliamente dejando que el tiempo pasara por sobre de ella. Se sentía bien estando con Michiru y había olvidado, por un momento, la presencia de Kira en su mente.

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Trató de conciliar el sueño durante un rato, tomar una siesta, simplemente dormir. Le era sencillamente imposible. Rodó sobre su costado izquierdo y observó al ángel que dormía a su lado. Le daba la espalda mientras podía escuchar su respiración clara y rítmica. Su cabello aquamarino caía sobre la almohada en ondas hermosas de luces y sombras. Observó la blanca piel de Michiru mientras pasaba su mano sobre sus perfectas curvas. Su piel, tersa, la textura de una nube.

- Kira...

Su mano se apartó bruscamente del cuerpo de Michiru. ¿Qué había dicho? ¿Michiru la habría escuchado? Imposible... dormía plácidamente bajo el influjo de la hermosa noche que la cobijaba. Estaba muy asustada, no comprendía por qué había dicho el nombre de la hermosa pintora. Rodó hacia su otro costado y se cubrió con las sábanas. Debía sacar de su mente a esa chica. Cerró los ojos y descansó sus sienes en su almohada. Una figura comenzó a formarse en su mente.

- Haruka... Haruka... – la voz de una chica.

Haruka corre, al menos eso cree. La voz de la chica repite su nombre una y otra vez. Haruka sigue corriendo y de pronto una cabellera oscura ondea al viento que Haruka no puede sentir. La chica voltea y mira a Haruka directo a los ojos. Puede ver la pasión en sus ojos. Lentamente las manos de Haruka se hacen de la cintura de la chica que no es otra sino Kira. Sus bocas se unen en un beso largo, delicioso, extenso, lleno de fuego. Las manos de Kira recorren el cuerpo de Haruka dejándole al descubierto en su totalidad. Haruka, hace lo propio con el cuerpo de Kira, provocando que sus cuerpos se agiten en espasmos regulares convirtiendo dos cuerpos en uno solo. El fuego se esparce por sus labios como siguiendo un camino de pólvora carmín. Todo alrededor de ellas comienza a moverse al ritmo de sus cuerpos, un vaivén frenético que culmina en el momento en que de la garganta de Kira se escapa un grito.

Haruka despertó agitada, en parte por el grito en su sueño y por la sorpresa. Miró a su lado de nuevo y se encontró con el angelical rostro de Michiru que aún dormía. Se levantó y se dirigió a la ventana. Aquella mujer la estaba obsesionando, ya ni en sus sueños podía olvidarse de ella y sólo tenían un par de días de conocerse.

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Arriba. Abajo. Izquierda. Derecha. El pincel viajaba a alta velocidad en todas direcciones del lienzo. Los colores salpicaban su rostro pero no le importaba, continuó regando pintura sobre lo que antes fue blanco. Se detuvo a observar el cuadro. Cayó sobre sus rodillas y comenzó a llorar amargamente. Sus labios ardían y su alma también, pero estaba consciente que por mucho que se diese una aventura, Haruka permanecería con Michiru. Con aquellos besos se había dado cuenta que su corazón le pertenecía a un hombre que no le podía corresponder. Aunque... quizá... aún tenía una esperanza. Miró de reojo el cuadro y lo cubrió de negro al arrojarle un cubo de pintura que tenía a un lado. Después la luna sorprendió a Kira durmiendo plácidamente en su cama, con una amplia sonrisa en los labios.

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Sus nudillos comenzaban a tornarse rojos de tanto golpear el obstáculo frente a ellos. ¿Dónde estaría? Desistió de llamar y miró en todas direcciones, tenía ganas de verla pero al parecer no podría aquella mañana. Suspiró frente a la puerta y pasó su mano sobre el 1070. Después se dio media vuelta y anduvo hasta el elevador. Apretó el botón para llamar al elevador y esperó con las manos en los bolsillos traseros del pantalón. Se hallaba en el décimo de 50 pisos que formaban aquél edificio. El elevador tardaría un rato en llegar. Por fin las puertas del elevador se abrieron revelando una larga cabellera negra.

- ¿Kira? – preguntó Haruka.

La chica se dio media vuelta al escuchar aquella voz, sus ojos se observaban enrojecidos seguramente había estado llorando. Haruka se acercó a ella y la abrazó. Aquél día vestía una chaqueta de cuero negra por lo que Kira no había podido adivinar su pecho femenino. Siguió sollozando largo rato en sus brazos hasta que se calmó.

- ¿Qué sucede, Kira? ¿Alguien te hizo algo?

La chica sólo negaba con al cabeza mientras se limpiaba las lágrimas. Haruka estaba estupefacta ante tanta belleza. Ni siquiera Michiru era tan hermosa como aquél ángel de la pintura. Sus largos cabellos negros caían desordenadamente sobre su rostro ocultando por momentos sus hermosos ojos grises. Sus mejillas estaban cubiertas de un suave rubor que hacían ver su rostro de mármol tan delicadamente tierno que Haruka no pudo evitar depositar un beso en su mejilla.

- ¿Qué pasó?

- Haruka... es que... ya no podré verte.

El corazón de Haruka fue atravesado por una estaca hiriéndola de muerte. La miró directo a los ojos haciéndose mil preguntas, conteniendo el deseo de besarle hasta la sombra en ese instante. La tomó por los hombros y la acercó a ella tanto que estuvo a punto de darle un beso, pero todo lo que quería era escucharla de cerca, como si temiera que el viento hubiera distorsionado sus palabras convirtiéndolas en mentiras.

- ¿Qué dijiste?

- Ya no podré verte Haruka...

- ¿Por qué? ¿Qué ocurre Kira?

- Es que... me voy a ir de gira y cuando acabe la gira... regresaré a Rusia.

La desesperación de Kira era demasiada al igual que la de Haruka. Los labios de Haruka aprisionaron los de Kira fuertemente, Kira correspondió aquel beso mientras sus ojos derramaban nuevas lágrimas. Haruka se apoderó de la cintura de la chica de cabello negro, su otra mano comenzó a explorar la espalda de la chica rusa por debajo de la blusa holgada que llevaba puesta. Kira se aferró al cuello de Haruka permitiéndole explorarla hasta donde quisiera. Haruka ya no soportaba la espera por tenerla de esa manera. Un dulce violín sonó lejano y ausente, como traído por la melancolía del viento. Haruka se detuvo y miró a Kira con tristeza.

- Yo...

- Lo sé. – susurró Kira recargando su cabeza contra el hombro de Haruka – Tienes a Michiru... y no puedo competir con ella.

Con desgano se despegó de Haruka y se dio media vuelta hacia su departamento. Haruka quiso seguirla pero aquellas notas de violín la paralizaron por completo. La miró alejarse por el elegante pasillo. Miró cómo se balanceaban sus caderas de un lado al otro a caminar, Michiru no tenía una manera de caminar tan llamativa. Michiru...

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Kira se encerró en su habitación, llorando, sollozando, sufriendo por la terrible noticia de alejarse de Tokio. Sus mejillas y sus labios ardían en llamas de pasión por aquél chico de cabellos rubios y mirada aceituna que le había robado el corazón. La torturaba el hecho de imaginarse el avión al despegar mientras Haruka permanecía en tierras de oriente y a ella se la estarían llevando a Rusia, de vuelta a Europa. Se dejó caer de rodillas sobre el suelo mientras hundía cada vez mas su rostro en sus manos. No quería irse, no quería separarse de ese maravilloso chico, ese hermoso chico que había despertado en ella el sentimiento más cálido del mundo. No quería irse pero debía hacerlo...

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- ¿Haruka?

- ¿Dime?

- ¿Dónde estás?

Haruka regresó de sus pensamientos. Se sorprendió al sentir la brisa nocturna sobre su piel desnuda y se sorprendió más al ver el rostro de Michiru justo frente al de ella. Apoyó su mano izquierda sobre la almohada de Michiru y con la derecha acarició su rostro.

- Aquí mismo, Michiru.

Michiru rodó a Haruka hacia un lado y se colocó sobre ella. La miró detenidamente, besó sus mejillas con delicadeza y acarició sus hombros de manera tranquila. Haruka pudo notar tristeza en esos bellos ojos grises ocultos tras el juego de sombras que provocaban las cortinas.

- No es verdad, has estado ausente. ¿Pasa algo Haruka?

- No es nada Michiru. Un poco nerviosa por la carrera.

Haruka se incorporó quedando a la altura de Michiru. La chica de cabellos agua marinos abrazó con fuerza a su rubia amante y siguió dando pequeños besos a sus hombros.

- Dijiste que no era una carrera importante. Te conozco demasiado bien, Haruka. ¿Qué te tiene así?

- Creo que son tus ojos... quizá tu boca... – murmuró besando los labios de Michiru.

La joven respondió a aquél beso mientras Haruka recorría sus piernas con una sola mano. En la oscuridad, sus manos se volvieron náufragos perdidos en el inmenso mar de las caderas de Michiru. Sus labios comenzaron a recorrer la geografía de Michiru provocando en la violinista suaves murmullos y sollozos involuntarios.

- Haruka... tranquila...

Sus respiraciones estaban muy agitadas y seguían acelerándose al compás de sus cuerpos. Haruka estaba totalmente aferrada a su piel. Michiru comenzaba a sentir demasiada energía en los movimientos de Haruka. Sus cabellos rubios caían desordenadamente sobre su frente y ya comenzaban a pegarse a su cráneo víctimas del sudor de la princesa del viento. Ansiosa recorría una y otra vez el cuerpo de Michiru, sin olvidar ni un solo milímetro de su anatomía.

- Haruka, me estas lastimando... Haruka... Ayyy...

Haruka se olvidó por completo de todo. Sólo podía ver a aquella hermosa mujer en sus brazos, a su merced, dominada por completo bajo sus caricias y besos. Sus ojos se clavaron en aquella neblina encerrada en dos pupilas y después hundió sus dedos en su tupida cabellera negra llevando hasta sus labios los de aquella belleza. Estaba ansiosa por tenerla completamente para ella, en aquellos momentos lo único que la detenía eran las sábanas. Las apartó de un manotazo y siguió recorriendo el cuerpo de la chica frente a ella con pasión y ahínco. Comenzaba a descargar toda esa pasión reprimida de pronto sintió un par de manos sobre su pecho.

- ¡¡HARUKA!!

Aquellas manos la empujaron hacia un lado. Haruka no comprendía lo que estaba ocurriendo, la chica que hacía unos momentos sostenía en sus brazos la había arrojado a un lado y ahora estaba sentada a la orilla de la cama abrazándose a sí misma. El cabello negro que momentos atrás había acariciado se había tornado verde y era mucho mas corto. La piel de la chica no era tan blanca como hacía unos momentos. Se acercó temerosa por lo que había ocurrido, por lo que había hecho. Su mano alcanzó el hombro de aquél fantasma a la orilla de su cama, temerosa de desvanecerla como el humo, tomó valor y posó su mano sobre el hombro. En reacción, recibió un manotazo.

- ¡Aléjate!

La chica se dio vuelta con los ojos llenos de lágrimas y sus mejillas húmedas de tanto llorar. Haruka se percató que aquella chica era Michiru.

- ¿Qué te pasa Haruka?

- Yo... Mi... Michiru....

- ¿Con quién creíste que estabas? – lloró Michiru.

- Con... Michiru.. yo... este...

Estaba perpleja.

- Te desconozco Haruka...

Dicho esto se levantó envolviéndose en una sábana y dirigiéndose a la habitación de huéspedes. Haruka quedó sentada sobre la cama tratando de comprender lo que le ocurría. Nunca un momento tan placenteramente íntimo había sido perturbado por un intruso en sus mentes... hasta ese momento.

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A través del humo que despedía su taza de café observaba a esa enigmática mujer que había poseído su mente por unos instantes hacía un par de noches, estando con Michiru. La joven tenía la mirada fija en su propia taza y daba pequeños sorbos que en nada disminuían el contenido. Observó la hermosa piel de marfil que cubría toda su anatomía, el cabello negro y rizado que caía sobre sus hombros coquetamente. Nadie había dicho palabra en media hora, simplemente se habían dedicado a observar sus tazas de café.

- Haruka…

- Dime. - trataba de sonar tranquila, de sonar imperturbable.

- Yo… - Kira tomó las manos de Haruka entre las suyas y las apretó antes de continuar. - Ya no te veré…

- Lo sé… es una lástima… Mantendremos contacto y…

- ¡No, Haruka! Si me voy… quiero irme totalmente. Nada tuyo, ni nada mío. ¿Está bien?

- Como tu quieras… Kira…

Adoraba oír su nombre en los labios de ese hermoso ángel que le había sido otorgado por mandato divino para ser inspiración para sus obras y para su propia vida. Si algo admiraba en Haruka era la manera tan intensa en que vivía la vida. Sus mejillas se cubrieron de rubor y después oyó sonar su teléfono celular.

- ¿Diga? Oh… sí, está bien… Está bien. - tomó sus cosas y clavó sus ojos en los de Haruka - Debo irme, me están esperando en el departamento.

- Te acompañaré…

- No. No hace falta. Adiós, Haruka.

Se inclinó sobre su acompañante y besó dulcemente sus labios. La chica rubia permaneció inmóvil y después siguió, tan sólo con la mirada, a la pintora rusa que caminaba no sólo fuera del café, sino fuera de su vida. Suspiró y terminó de beber su café, quizá era lo mejor… pero si era así por qué su corazón palpitaba con tanto dolor que parecía que lloraba. Kira…

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Continuará…