DIABLO, EL VERDADERO GÉNESIS.
3ª parte
Misato notó como la tierra desaparecÃa a sus pies y todo lo que podÃa ver era una opacidad gris en todas direcciones.
-¿Dónde estamos Memnoch?- preguntó con cierto nervisismo.
-Tranquilizate- dijo Memnoch -es sólo que estamos llegando a nuestro destino... dentro de poco volverás a estar en suelo fijo-.
Tal y como Memnoch habÃa predicho, al cabo de unos minutos estaban los dos de pie ante lo que parecÃa un jardÃn cuidado con esmero. Allà habitaban criaturas que Misato sólo podÃa vislumbrar por los rápidos movimientos del follaje. Todas las plantas parecÃan estar en su época de fructificación y los colores de las frutas se mezclaban armoniosamente con el verde de las plantas. Con un clima templado, la ropa comenzó a estorbar a Misato y esta empezó a sudar copiosamente.
-Puedes quitarte la ropa si lo prefieres- sugirió Memnoch.
Misato se abrochó en ese momento hasta el último botón de su uniforme mientras que con la cabeza muy alta le reprochó -espero que no me hayas traÃdo hasta aquà sólo para intentar desnudarme-.
Memnoch se rio por lo bajo por un instante -no, no, tienes razón- se tranquilizó un poco y levantando el brazo dijo -bienvenida al JardÃn del Edén-.
La mujer abrió los ojos desorbitados quedándose con la boca abierta -¿qui... quieres decir que es el paraÃso? ¿de verdad?-.
-Bueno, dios lo llamaba su "jardincito"-.
Misato se acercó hasta un árbol cercano e intentó coger un extraño fruto rojo y amarillo, pero en vez de tocarlo, lo traspasó.
-¿Esto quiere decir que somos como los fantasmas?- preguntó volviéndose hacia Memnoch.
-No querida...- contestó este -lo único que pasa es que estamos fuera del tiempo, no podemos influir en nada de lo que veas; pero ven, lo que quiero mostrarte es esto...-.
Memnoch señaló un camino que discurrÃa sinuoso por entre la maraña de árboles y helechos que cubrÃan cada centÃmetro del suelo. Ambos comenzaron a andar y Misato pudo comprobar como Memnoch tenÃa un especial cuidado cuando veÃan algún animal, lo observaba como si fuera la primera vez que lo veÃa.
-¿Puedo hacerte una pregunta?- dijo esta.
Memnoch no dejó de caminar -¡claro que sÃ! te he traÃdo hasta aquà para mostrarte la verdad porque creo que habéis perdido el norte durante el camino-.
-Bien, ¿por qué miras asà a los animales? parece como si les pudieras hacer algo malo-.
Memnoch se paró por un momento, pero renaudó el camino -la verdad es que todas las cosas vivas me producen desconcierto... desde que se creo el universo, la vida es el mayor milagro- levantó un dedo -y todo sin la intervención de él, fue espontanea; como si fuera natural que la materia inorgánica se combinara para formar seres vivos-.
-Pero has dicho antes que este era el jardÃn del Edén...-.
-¡Exacto! no he dicho nada de la Tierra- Memnoch se volvió -debes comprender que existen más planetas aparte del vuestro... esto es el "JardÃn del Edén", no tiene nada que ver con ningún planeta-.
De repente, una especie de cerdo con escamas azules se cruzó en su camino haciendo que Misato diera un pequeño grito de sorpresa y se agarrara al brazo de Memnoch.
-No te preocupes, no puede hacerte nada... para él no existimos; pero mira, ya hemos llegado- dijo señalando un claro en el bosque.
Misato observó a dos personas que discutÃan acaloradamente. Una de ellas era una mujer y le resultaba extrañamente familiar. Memnoch por su parte sonreÃa mientras observaba la escena.
-¿Quienes son?- preguntó Misato.
-Son Adán y Lilith- explicó Memnoch -siempre peleaban, hasta por la cosa más insignificante, pero observales... que ya verás-.
Ambos se acercaron hasta donde estaban ellos y oyeron de que estaban hablando.
-¿Por qué no quieres hacer lo que te ordeno?- preguntaba Adán.
-¡Habrase visto! ¡¿y por qué deberÃa hacer lo que ordenas?!- respondió Lilith.
-Nuestro Señor me ha puesto a la cabeza de todas las criaturas de la creación... y todas ellas me deben obedecer-.
-Querrás decir nos ha puesto ¿no? te recuerdo que los dos somos iguales-.
-¡Que tonterÃas dices! ¡pero si eres una mujer!-.
-¿Y? no me vendrás ahora con esas bobadas de la superioridad masculina-.
Adán se engrandeció -nuestro Señor me ha dicho que en todas las criaturas, es el masculino el dominante y lo femenino lo sumiso-.
-Pues le dices a tu Señor que si quiere una oveja, que se la domestique, yo soy una persona con pensamiento propio y mis propias ideas...-.
Después de varios minutos más de discusión, Lilith se dio la vuelta y soltando un bufido se dirigió hacia el rÃo murmurando algo en voz baja mientras aplastaba un pequeño arbusto que estaba en su camino. Misato por su parte miraba absorta a Adán; su puño derecho se abrÃa y cerraba aunque ella no era consciente de ello.
La verdad es que no se parecÃa al monstruo que ella conocÃa que la arrebató a su padre. TenÃa toda la pinta de ser un hombre normal y corriente, aunque muchos de sus atributos eran bastantes mediocres.
-¿Memnoch? ¿cómo puede ese hombre convertirse en lo que mató a mi padre en el Polo Sur?- preguntó Misato.
Memnoch estaba distraÃdo viendo como Lilith desaparecÃa entre el follaje y no prestó atención a Misato hasta que esta le dio un codazo.
-¡¡Eh!! ten cuidado- dijo este -a mà también me duele si me pegan-.
-Vamos responde ¿cómo es posible que ese sea el Adán que provocó el Segundo Impacto?-.
-SÃ, es él...- la miró fijamente -ni se te ocurra intentar nada... Adán tiene diez alas, además, en este viaje no puedes hacer nada, eres una mera espectadora de lo que ocurre-.
-¿Qué es eso de las alas?- inquirió con curiosidad Misato.
-Son las jerarquÃas dentro del cielo... a más alas mayor poder para todo, para luchar, cambiar de forma, viajar en el tiempo... en fin, todo ese tipo de cosas. Para que te hagas una idea, dios tiene doce alas y Adán tiene diez, asà que comprenderás que no es muy recomendable meterse con él- .
Misato entrecerró los ojos mirando fijamente a Memnoch -¿Y cuantas alas tienes tú?-.
Memnoch se dio la vuelta visiblemente avergonzado -mmmsdfnkdjonn- murmuró.
-¿Qué?- preguntó Misato llevándose una mano a la oreja -no te he oÃdo- .
-¡Once alas!- exclamó al fin -¡tengo once alas!-.
-Entonces no tan poderoso como dios...- se quedó pensativa Misato -no eres su igual ¿verdad?-.
-¿Te quedabas dormida en clase de religión?- dijo Memnoch ya un poco mosqueado -¡yo soy el primer y más fiel arcángel que creo dios! ¡soy el más poderoso y al cual dios encargó la tarea más difÃcil, purificar las almas de las criaturas creadas por él para que puedan disfrutar de la luz del hacedor!-.
-¿Y por qué ese empeño en acabar con la raza humana? ¿no fuÃmos creados acaso a semejanza suya?-.
-Eso es una parte de lo que quiero mostrarte en este viaje- contestó Memnoch siguiendo a Lilith en su camino hacia el rÃo.
Siguieron a la compañera que dios habÃa dado a Adán como su igual y la encontraron en las orillas de un pequeño rÃo de alta montaña. En sus aguas, limpias y cristalinas, jugaban los peces entre sà como si no tuvieran preocupaciones. Lilith les observaba y unas diminutas lágrimas recorrÃan su rostro. En la orilla opuesta, unos matorrales se movieron como si fuera un animal que no quisiera dejarse ver.
Esto sorprendió a Lilith; en el JardÃn del Edén, ningún animal tenÃa miedo de nada puesto que dios se ocupaba de cada uno de ellos. Con curiosidad, la mujer se adentró en el rÃo para pasar al otro lado y ver al animal. Según se adentraba, la corriente empezaba a cobrar fuerza, y las piedras del fondo estaban resbaladizas a causa de las algas que las cubrÃan.
De repente, Lilith resbaló cayendo pesadamente en el agua. Se asustó momentaneamente por lo imprevisto del encontronazo y empezó a chapotear intentando sacar la cabeza del agua. En uno de esos chapoteos, encontró una mano que cogió fuertemente la suya. Con ese apoyó pudo ponerse en pie aunque la arena del fondo se le habÃa metido dentro de los ojos impidiéndola ver quien la habÃa ayudado.
-¡No creas que con esto te has disculpado!- exclamó mientras se frotaba los ojos.
-¿Disculpado? ¿de qué?- oyó Lilith de una voz extraña.
Lilith se limpió la arenilla de los ojos para observar quién era el que habÃa hablado. Abrió los ojos y se encontró con un hombre al que no conocÃa. Era Memnoch. Después de salir de la corriente de agua cogida de la mano de él, se volvió le preguntó -¿quién eres?-.
Memnoch hizo una reverencia ante Lilith y se presentó -soy Memnoch, el primer arcángel creado por dios-.
-¿Y qué haces aquà en el JardÃn del Edén?-.
-La verdad es que dios me encomendó la observación de la naturaleza y eso es lo que hago-.
Lilith le tocó el brazo con la punta de sus dedos -no me refiero a eso, quiero decir que qué haces con forma humana-.
-¡Oh! ¿esto?- contestó levantando los brazos y mirandolos -es que quise probar la experiencia de conocer la carne-.
-¿Y?-.
-Pues que es muy divertida- la cogió de las manos empezando a bailar a su alrededor silbando una cancioncilla.
Lilith, después del desconcierto inicial, se empezó a sentir atraÃda por la melodÃa y por las cabriolas que Memnoch ejecutaba a su alrededor. La sonrisa comenzó a brotar de sus labios y al cabo de unos momentos estaba bailando con él.
Misato estaba al lado del Memnoch con el que habÃan viajado en el tiempo y la distancia observando todo con detalle. Miró a su compañero de reojo y le preguntó -¿por qué me muestras esto? ¿qué significa que te conociera?-.
-Es en este momento cuando todos los desastres comenzaron- contestó señalando a una figura que se escondÃa entre unos árboles.
Era Adán. Espiaba como los dos estaban bailando y parecÃa de lo más furioso. Momentos antes se habÃa arrepentido, como cada vez que se peleaban, y habÃa ido a buscarla para pedirla perdón. Pero en vez de encontrarla como siempre, triste y llorosa, la vio contenta, incluso bailando con ese desconocido. Una extraña sensación le empezó a corroer por dentro; una sensación extraña que no supo asimilar ni comprender. Con una última mirada dirigida hacia Memnoch, abandonó la escena y se internó en el bosque.
Después de varias horas bailando y riendo, los dos bailarines fueron al rÃo para bañarse y refrescarse. Después de chapotear un rato, Lilith le dijo a Memnoch que era hora de irse -está anocheciendo y seguro que Adán me estara buscando- le dijo.
-Es una pena que se termine tan pronto- comentó Memnoch -¿qué te parece si mañana vamos a pasear? creo que este cuerpo va a estar muy cansado después de lo de hoy-.
Lilith se llevó un dedo a los labios y se quedó pensativa -¡de acuerdo!- exclamó -pero yo elijo el itinerario-.
-Como tú quieras- dijo Memnoch mientras salÃa del pequeño prado -pues, hasta mañana entonces-.
Cuando se hubo ido el arcángel, Lilith se puso en camino hacia donde solÃa pasar la noche con Adán. No se dio mucha prisa y fue dando un rodeo mientras el viento cálido iba secando su piel después del baño que se dio para limpiar su sudor. Llegó hasta el árbol en el cual y bajo sus ramas los dos dormÃan; sin darse cuenta canturreaba la canción que Memnoch la habÃa enseñado mientras bailaban. Adán se encontraba allà visiblemente contrariado al verla tan contenta.
-Hola Adán- saludó ella -¿te lo has pasado bien ejerciendo de rey de la creación?-.
-Os he visto junto al rÃo- contestó secamente.
-¡Ah bueno!- dijo ella mientras se acostaba de lado dando la espalda a Adán -la verdad es que me lo he pasado muy bien esta tarde-.
-¡Pero eres mi compañera!- exclamó Adán cogiéndola de un hombro y dándola la vuelta para mirarla -¡eres mi compañera! ¿entiendes?-.
Lilith se incorporó hasta quedar sentada en el mullido suelo cubierto de musgo -¡soy tu igual! ¡no te pertenezco!- gritó ya cansada de la eterna disputa.
-Eso lo veremos- murmuró Adán mientras la obligaba a tumbarse en el suelo agarrándola de las muñecas.
-¡Déjame! ¿qué crees que estás haciendo?- preguntó Lilith intentando soltarse de la presa de Adán.
-Ahora sà seré el rey de la creación- la contestó con una mirada lasciva en sus ojos.
Ella luchó por librarse del abrazo al que la tenÃa sometida Adán, pero fue inútil. Por fin se decidió a usar su poder y desplegó las diez alas con las que dios la habÃa creado. Adán fue pillado por sorpresa y no reaccionó a tiempo. Aprovechando el momento, Lilith volvió a su forma y salió huyendo hacia el bosque con la máxima rapidez que sus piernas podÃan darla.
Adán no corrió tras ella, si no que empezó a urdir un plan de venganza -soy el rey de la creación... y me perteneces- murmuró mientras andaba en dirección contraria sin dejar de mirar por donde Lilith habÃa huÃdo.
Ahora Misato estaba temblando de ira al presenciar la escena. Sus nudillos estaban blancos de la presión con la que cerraba los puños. Se giró hacia su compañero y le dirigió una dura mirada -¿Qué paso después?- murmuró -¡dÃmelo!-.
-TranquilÃzate Misato- pidio Memnoch -el tiempo ya corrÃa y lo pasado no se puede cambiar... como bien sabes. Deja que te muestre todo y después podrás hacerme cualquier pregunta que desees, pero primero debes observarlo todo-.
Misato soltó un bufido pero siguió a Memnoch, el cual seguÃa el camino por el que Lilith habÃa escapado de Adán. Ambos llegaron por fin hasta donde se encontraba esta. De rodillas y con la cabeza entre sus manos sollozaba.
-¿Lilith? ¿eres tú?- preguntó Memnoch apartando una rama de su camino.
-Memnoch...- murmuró Lilith, y ya en alto -sÃ, soy yo-.
Memnoch se acercó hasta la mujer y se arrodillo delante de ella. Alzó una mano y levantó la barbilla de esta.
-¡Estas llorando!- se sorprendió -¿qué ha pasado? ¿otra pelea con Adán?-.
Lilith se acercó a Memnoch y se puso a su lado sin dejar de hipar. Este por su parte acariciaba su oscuro pelo para tranquilizarla mientras murmuraba palabras de aliento consolándola -venga... ya pasó... todo está bien...-.
-Ha intentado... ha intentado...- comenzó a decir, pero tartamudeaba sin lograr contar nada. Memnoch se dio cuenta de lo que Adán habÃa querido hacer antes de que ella se lo explicara, asà que no la dejó continuar -bueno... estate tranquila. Mañana cuando amanezca, iré a hablar con dios para ver que se puede hacer ¿eh? ¿te parece bien?-.
Sin decir nada, Lilith asintió. Memnoch se quedó toda la noche con ella velando por sus sueños y sumido en sus propias reflexiones.
-¡Pobre mujer! -pensaba mientras observaba la belleza de Lilith -¿cómo es posible que ese Adán sea tan torpe? si en mi mano estuviera...- se sorprendió al pensar esto y agitó la cabeza como si estuviera espantando una nube de mosquitos -pero... ¡que digo! soy un arcángel, el más poderoso creado por dios... ¿qué esto que siento en mi interior? es agradable y cálido como los primeros rayos del amanecer... ¿será que algo en este cuerpo que no va bien?...-.
Poco antes del amanecer, Memnoch sopló levemente en la cara de Lilith haciendo que esta arrugara la nariz con desagrado. Volvió a soplar y por fin abrió los ojos esta. Una sonrisa la dio los buenos dÃas y Lilith también sonrió. Desde que dios la creara, Adán nunca la habÃa despertado asÃ; normalmente y desde que ella recordara, la movÃa bruscamente diciendo que le trajera algo para desayunar.
-Ven... quiero enseñarte algo antes de que vaya a la corte- la dijo cogiéndola de la mano.
Juntos fueron ascendiendo por una escarpada colina hasta lo que parecÃa un mirador natural. Desde allà se dominaba casà todo el JardÃn del Edén. Sus valles, llanuras, montañas a un lado y un gran mar al fondo.
-¿Qué es esto?- preguntó Lilith con curiosidad.
-En el comienzo del tiempo, cuando toda la materia fue creada y dios creó este jardÃn, yo estaba maravillado por todo. Asà que me vine aquà y me hice este pequeño mirador para observar y asombrarme por todo-.
La claridad de la mañana estaba anunciando la salida del sol y Lilith se acercó un poco a Memnoch ante la frescura del amanecer. El corazón del este se disparó al sentir el contacto de ella y Memnoch se quedó asombrado de lo que era capaz de sentir en ese cuerpo fÃsico. Acercó los labios hasta el oÃdo de Lilith -un fenómeno que he observado y que quiero enseñarte es el del rayo verde...-.
-¿Un rayo verde?-.
-SÃ... es un extraño fenómeno en el que los rayos del sol justo antes del amanecer o justo antes del anochecer se refractan en la superficie del mar, y si no hay ninguna nube en el firmamento, se puede observar un haz de rayos verdes...-.
-¡Debe ser precioso!- exclamó Lilith mientras juntaba su cuerpo más al de Memnoch.
Durante unos minutos, la claridad fue en aumento. En un momento dado, Memnoch avisó a Lilith -¡prepárate! es ahora-.
Desde el horizonte recortado por el mar, se podÃa vislumbrar la corona del sol a punto de salir. Lilith puso toda su atención en el punto que Memnoch señalaba y como por arte de magia, un haz de luz verde recorrió el cielo sobre sus cabezas. Duró sólo unos instantes, pero la pureza de su color se quedó grabada en la retina de la mujer.
-No... no tengo palabras... ha sido impresionante- logró decir.
-Bueno... tampoco es para tanto- explicó Memnoch; pero en su interior sentÃa algo como orgullo, no sabÃa expresarlo.
Misato también habÃa visto el rayo verde -siempre creà que se trataba de una leyenda...- murmuró.
-¿Qué dices?- se volvió Memnoch hacia ella dejando de mirar la escena.
-Desde que existe la humanidad, hay una leyenda que dice que el que sea capaz de ver el rayo verde, encontrará su amor verdadero...-.
-Esa leyenda es totalmente cierta- terminó Memnoch.
CONTINUARÃ
3ª parte
Misato notó como la tierra desaparecÃa a sus pies y todo lo que podÃa ver era una opacidad gris en todas direcciones.
-¿Dónde estamos Memnoch?- preguntó con cierto nervisismo.
-Tranquilizate- dijo Memnoch -es sólo que estamos llegando a nuestro destino... dentro de poco volverás a estar en suelo fijo-.
Tal y como Memnoch habÃa predicho, al cabo de unos minutos estaban los dos de pie ante lo que parecÃa un jardÃn cuidado con esmero. Allà habitaban criaturas que Misato sólo podÃa vislumbrar por los rápidos movimientos del follaje. Todas las plantas parecÃan estar en su época de fructificación y los colores de las frutas se mezclaban armoniosamente con el verde de las plantas. Con un clima templado, la ropa comenzó a estorbar a Misato y esta empezó a sudar copiosamente.
-Puedes quitarte la ropa si lo prefieres- sugirió Memnoch.
Misato se abrochó en ese momento hasta el último botón de su uniforme mientras que con la cabeza muy alta le reprochó -espero que no me hayas traÃdo hasta aquà sólo para intentar desnudarme-.
Memnoch se rio por lo bajo por un instante -no, no, tienes razón- se tranquilizó un poco y levantando el brazo dijo -bienvenida al JardÃn del Edén-.
La mujer abrió los ojos desorbitados quedándose con la boca abierta -¿qui... quieres decir que es el paraÃso? ¿de verdad?-.
-Bueno, dios lo llamaba su "jardincito"-.
Misato se acercó hasta un árbol cercano e intentó coger un extraño fruto rojo y amarillo, pero en vez de tocarlo, lo traspasó.
-¿Esto quiere decir que somos como los fantasmas?- preguntó volviéndose hacia Memnoch.
-No querida...- contestó este -lo único que pasa es que estamos fuera del tiempo, no podemos influir en nada de lo que veas; pero ven, lo que quiero mostrarte es esto...-.
Memnoch señaló un camino que discurrÃa sinuoso por entre la maraña de árboles y helechos que cubrÃan cada centÃmetro del suelo. Ambos comenzaron a andar y Misato pudo comprobar como Memnoch tenÃa un especial cuidado cuando veÃan algún animal, lo observaba como si fuera la primera vez que lo veÃa.
-¿Puedo hacerte una pregunta?- dijo esta.
Memnoch no dejó de caminar -¡claro que sÃ! te he traÃdo hasta aquà para mostrarte la verdad porque creo que habéis perdido el norte durante el camino-.
-Bien, ¿por qué miras asà a los animales? parece como si les pudieras hacer algo malo-.
Memnoch se paró por un momento, pero renaudó el camino -la verdad es que todas las cosas vivas me producen desconcierto... desde que se creo el universo, la vida es el mayor milagro- levantó un dedo -y todo sin la intervención de él, fue espontanea; como si fuera natural que la materia inorgánica se combinara para formar seres vivos-.
-Pero has dicho antes que este era el jardÃn del Edén...-.
-¡Exacto! no he dicho nada de la Tierra- Memnoch se volvió -debes comprender que existen más planetas aparte del vuestro... esto es el "JardÃn del Edén", no tiene nada que ver con ningún planeta-.
De repente, una especie de cerdo con escamas azules se cruzó en su camino haciendo que Misato diera un pequeño grito de sorpresa y se agarrara al brazo de Memnoch.
-No te preocupes, no puede hacerte nada... para él no existimos; pero mira, ya hemos llegado- dijo señalando un claro en el bosque.
Misato observó a dos personas que discutÃan acaloradamente. Una de ellas era una mujer y le resultaba extrañamente familiar. Memnoch por su parte sonreÃa mientras observaba la escena.
-¿Quienes son?- preguntó Misato.
-Son Adán y Lilith- explicó Memnoch -siempre peleaban, hasta por la cosa más insignificante, pero observales... que ya verás-.
Ambos se acercaron hasta donde estaban ellos y oyeron de que estaban hablando.
-¿Por qué no quieres hacer lo que te ordeno?- preguntaba Adán.
-¡Habrase visto! ¡¿y por qué deberÃa hacer lo que ordenas?!- respondió Lilith.
-Nuestro Señor me ha puesto a la cabeza de todas las criaturas de la creación... y todas ellas me deben obedecer-.
-Querrás decir nos ha puesto ¿no? te recuerdo que los dos somos iguales-.
-¡Que tonterÃas dices! ¡pero si eres una mujer!-.
-¿Y? no me vendrás ahora con esas bobadas de la superioridad masculina-.
Adán se engrandeció -nuestro Señor me ha dicho que en todas las criaturas, es el masculino el dominante y lo femenino lo sumiso-.
-Pues le dices a tu Señor que si quiere una oveja, que se la domestique, yo soy una persona con pensamiento propio y mis propias ideas...-.
Después de varios minutos más de discusión, Lilith se dio la vuelta y soltando un bufido se dirigió hacia el rÃo murmurando algo en voz baja mientras aplastaba un pequeño arbusto que estaba en su camino. Misato por su parte miraba absorta a Adán; su puño derecho se abrÃa y cerraba aunque ella no era consciente de ello.
La verdad es que no se parecÃa al monstruo que ella conocÃa que la arrebató a su padre. TenÃa toda la pinta de ser un hombre normal y corriente, aunque muchos de sus atributos eran bastantes mediocres.
-¿Memnoch? ¿cómo puede ese hombre convertirse en lo que mató a mi padre en el Polo Sur?- preguntó Misato.
Memnoch estaba distraÃdo viendo como Lilith desaparecÃa entre el follaje y no prestó atención a Misato hasta que esta le dio un codazo.
-¡¡Eh!! ten cuidado- dijo este -a mà también me duele si me pegan-.
-Vamos responde ¿cómo es posible que ese sea el Adán que provocó el Segundo Impacto?-.
-SÃ, es él...- la miró fijamente -ni se te ocurra intentar nada... Adán tiene diez alas, además, en este viaje no puedes hacer nada, eres una mera espectadora de lo que ocurre-.
-¿Qué es eso de las alas?- inquirió con curiosidad Misato.
-Son las jerarquÃas dentro del cielo... a más alas mayor poder para todo, para luchar, cambiar de forma, viajar en el tiempo... en fin, todo ese tipo de cosas. Para que te hagas una idea, dios tiene doce alas y Adán tiene diez, asà que comprenderás que no es muy recomendable meterse con él- .
Misato entrecerró los ojos mirando fijamente a Memnoch -¿Y cuantas alas tienes tú?-.
Memnoch se dio la vuelta visiblemente avergonzado -mmmsdfnkdjonn- murmuró.
-¿Qué?- preguntó Misato llevándose una mano a la oreja -no te he oÃdo- .
-¡Once alas!- exclamó al fin -¡tengo once alas!-.
-Entonces no tan poderoso como dios...- se quedó pensativa Misato -no eres su igual ¿verdad?-.
-¿Te quedabas dormida en clase de religión?- dijo Memnoch ya un poco mosqueado -¡yo soy el primer y más fiel arcángel que creo dios! ¡soy el más poderoso y al cual dios encargó la tarea más difÃcil, purificar las almas de las criaturas creadas por él para que puedan disfrutar de la luz del hacedor!-.
-¿Y por qué ese empeño en acabar con la raza humana? ¿no fuÃmos creados acaso a semejanza suya?-.
-Eso es una parte de lo que quiero mostrarte en este viaje- contestó Memnoch siguiendo a Lilith en su camino hacia el rÃo.
Siguieron a la compañera que dios habÃa dado a Adán como su igual y la encontraron en las orillas de un pequeño rÃo de alta montaña. En sus aguas, limpias y cristalinas, jugaban los peces entre sà como si no tuvieran preocupaciones. Lilith les observaba y unas diminutas lágrimas recorrÃan su rostro. En la orilla opuesta, unos matorrales se movieron como si fuera un animal que no quisiera dejarse ver.
Esto sorprendió a Lilith; en el JardÃn del Edén, ningún animal tenÃa miedo de nada puesto que dios se ocupaba de cada uno de ellos. Con curiosidad, la mujer se adentró en el rÃo para pasar al otro lado y ver al animal. Según se adentraba, la corriente empezaba a cobrar fuerza, y las piedras del fondo estaban resbaladizas a causa de las algas que las cubrÃan.
De repente, Lilith resbaló cayendo pesadamente en el agua. Se asustó momentaneamente por lo imprevisto del encontronazo y empezó a chapotear intentando sacar la cabeza del agua. En uno de esos chapoteos, encontró una mano que cogió fuertemente la suya. Con ese apoyó pudo ponerse en pie aunque la arena del fondo se le habÃa metido dentro de los ojos impidiéndola ver quien la habÃa ayudado.
-¡No creas que con esto te has disculpado!- exclamó mientras se frotaba los ojos.
-¿Disculpado? ¿de qué?- oyó Lilith de una voz extraña.
Lilith se limpió la arenilla de los ojos para observar quién era el que habÃa hablado. Abrió los ojos y se encontró con un hombre al que no conocÃa. Era Memnoch. Después de salir de la corriente de agua cogida de la mano de él, se volvió le preguntó -¿quién eres?-.
Memnoch hizo una reverencia ante Lilith y se presentó -soy Memnoch, el primer arcángel creado por dios-.
-¿Y qué haces aquà en el JardÃn del Edén?-.
-La verdad es que dios me encomendó la observación de la naturaleza y eso es lo que hago-.
Lilith le tocó el brazo con la punta de sus dedos -no me refiero a eso, quiero decir que qué haces con forma humana-.
-¡Oh! ¿esto?- contestó levantando los brazos y mirandolos -es que quise probar la experiencia de conocer la carne-.
-¿Y?-.
-Pues que es muy divertida- la cogió de las manos empezando a bailar a su alrededor silbando una cancioncilla.
Lilith, después del desconcierto inicial, se empezó a sentir atraÃda por la melodÃa y por las cabriolas que Memnoch ejecutaba a su alrededor. La sonrisa comenzó a brotar de sus labios y al cabo de unos momentos estaba bailando con él.
Misato estaba al lado del Memnoch con el que habÃan viajado en el tiempo y la distancia observando todo con detalle. Miró a su compañero de reojo y le preguntó -¿por qué me muestras esto? ¿qué significa que te conociera?-.
-Es en este momento cuando todos los desastres comenzaron- contestó señalando a una figura que se escondÃa entre unos árboles.
Era Adán. Espiaba como los dos estaban bailando y parecÃa de lo más furioso. Momentos antes se habÃa arrepentido, como cada vez que se peleaban, y habÃa ido a buscarla para pedirla perdón. Pero en vez de encontrarla como siempre, triste y llorosa, la vio contenta, incluso bailando con ese desconocido. Una extraña sensación le empezó a corroer por dentro; una sensación extraña que no supo asimilar ni comprender. Con una última mirada dirigida hacia Memnoch, abandonó la escena y se internó en el bosque.
Después de varias horas bailando y riendo, los dos bailarines fueron al rÃo para bañarse y refrescarse. Después de chapotear un rato, Lilith le dijo a Memnoch que era hora de irse -está anocheciendo y seguro que Adán me estara buscando- le dijo.
-Es una pena que se termine tan pronto- comentó Memnoch -¿qué te parece si mañana vamos a pasear? creo que este cuerpo va a estar muy cansado después de lo de hoy-.
Lilith se llevó un dedo a los labios y se quedó pensativa -¡de acuerdo!- exclamó -pero yo elijo el itinerario-.
-Como tú quieras- dijo Memnoch mientras salÃa del pequeño prado -pues, hasta mañana entonces-.
Cuando se hubo ido el arcángel, Lilith se puso en camino hacia donde solÃa pasar la noche con Adán. No se dio mucha prisa y fue dando un rodeo mientras el viento cálido iba secando su piel después del baño que se dio para limpiar su sudor. Llegó hasta el árbol en el cual y bajo sus ramas los dos dormÃan; sin darse cuenta canturreaba la canción que Memnoch la habÃa enseñado mientras bailaban. Adán se encontraba allà visiblemente contrariado al verla tan contenta.
-Hola Adán- saludó ella -¿te lo has pasado bien ejerciendo de rey de la creación?-.
-Os he visto junto al rÃo- contestó secamente.
-¡Ah bueno!- dijo ella mientras se acostaba de lado dando la espalda a Adán -la verdad es que me lo he pasado muy bien esta tarde-.
-¡Pero eres mi compañera!- exclamó Adán cogiéndola de un hombro y dándola la vuelta para mirarla -¡eres mi compañera! ¿entiendes?-.
Lilith se incorporó hasta quedar sentada en el mullido suelo cubierto de musgo -¡soy tu igual! ¡no te pertenezco!- gritó ya cansada de la eterna disputa.
-Eso lo veremos- murmuró Adán mientras la obligaba a tumbarse en el suelo agarrándola de las muñecas.
-¡Déjame! ¿qué crees que estás haciendo?- preguntó Lilith intentando soltarse de la presa de Adán.
-Ahora sà seré el rey de la creación- la contestó con una mirada lasciva en sus ojos.
Ella luchó por librarse del abrazo al que la tenÃa sometida Adán, pero fue inútil. Por fin se decidió a usar su poder y desplegó las diez alas con las que dios la habÃa creado. Adán fue pillado por sorpresa y no reaccionó a tiempo. Aprovechando el momento, Lilith volvió a su forma y salió huyendo hacia el bosque con la máxima rapidez que sus piernas podÃan darla.
Adán no corrió tras ella, si no que empezó a urdir un plan de venganza -soy el rey de la creación... y me perteneces- murmuró mientras andaba en dirección contraria sin dejar de mirar por donde Lilith habÃa huÃdo.
Ahora Misato estaba temblando de ira al presenciar la escena. Sus nudillos estaban blancos de la presión con la que cerraba los puños. Se giró hacia su compañero y le dirigió una dura mirada -¿Qué paso después?- murmuró -¡dÃmelo!-.
-TranquilÃzate Misato- pidio Memnoch -el tiempo ya corrÃa y lo pasado no se puede cambiar... como bien sabes. Deja que te muestre todo y después podrás hacerme cualquier pregunta que desees, pero primero debes observarlo todo-.
Misato soltó un bufido pero siguió a Memnoch, el cual seguÃa el camino por el que Lilith habÃa escapado de Adán. Ambos llegaron por fin hasta donde se encontraba esta. De rodillas y con la cabeza entre sus manos sollozaba.
-¿Lilith? ¿eres tú?- preguntó Memnoch apartando una rama de su camino.
-Memnoch...- murmuró Lilith, y ya en alto -sÃ, soy yo-.
Memnoch se acercó hasta la mujer y se arrodillo delante de ella. Alzó una mano y levantó la barbilla de esta.
-¡Estas llorando!- se sorprendió -¿qué ha pasado? ¿otra pelea con Adán?-.
Lilith se acercó a Memnoch y se puso a su lado sin dejar de hipar. Este por su parte acariciaba su oscuro pelo para tranquilizarla mientras murmuraba palabras de aliento consolándola -venga... ya pasó... todo está bien...-.
-Ha intentado... ha intentado...- comenzó a decir, pero tartamudeaba sin lograr contar nada. Memnoch se dio cuenta de lo que Adán habÃa querido hacer antes de que ella se lo explicara, asà que no la dejó continuar -bueno... estate tranquila. Mañana cuando amanezca, iré a hablar con dios para ver que se puede hacer ¿eh? ¿te parece bien?-.
Sin decir nada, Lilith asintió. Memnoch se quedó toda la noche con ella velando por sus sueños y sumido en sus propias reflexiones.
-¡Pobre mujer! -pensaba mientras observaba la belleza de Lilith -¿cómo es posible que ese Adán sea tan torpe? si en mi mano estuviera...- se sorprendió al pensar esto y agitó la cabeza como si estuviera espantando una nube de mosquitos -pero... ¡que digo! soy un arcángel, el más poderoso creado por dios... ¿qué esto que siento en mi interior? es agradable y cálido como los primeros rayos del amanecer... ¿será que algo en este cuerpo que no va bien?...-.
Poco antes del amanecer, Memnoch sopló levemente en la cara de Lilith haciendo que esta arrugara la nariz con desagrado. Volvió a soplar y por fin abrió los ojos esta. Una sonrisa la dio los buenos dÃas y Lilith también sonrió. Desde que dios la creara, Adán nunca la habÃa despertado asÃ; normalmente y desde que ella recordara, la movÃa bruscamente diciendo que le trajera algo para desayunar.
-Ven... quiero enseñarte algo antes de que vaya a la corte- la dijo cogiéndola de la mano.
Juntos fueron ascendiendo por una escarpada colina hasta lo que parecÃa un mirador natural. Desde allà se dominaba casà todo el JardÃn del Edén. Sus valles, llanuras, montañas a un lado y un gran mar al fondo.
-¿Qué es esto?- preguntó Lilith con curiosidad.
-En el comienzo del tiempo, cuando toda la materia fue creada y dios creó este jardÃn, yo estaba maravillado por todo. Asà que me vine aquà y me hice este pequeño mirador para observar y asombrarme por todo-.
La claridad de la mañana estaba anunciando la salida del sol y Lilith se acercó un poco a Memnoch ante la frescura del amanecer. El corazón del este se disparó al sentir el contacto de ella y Memnoch se quedó asombrado de lo que era capaz de sentir en ese cuerpo fÃsico. Acercó los labios hasta el oÃdo de Lilith -un fenómeno que he observado y que quiero enseñarte es el del rayo verde...-.
-¿Un rayo verde?-.
-SÃ... es un extraño fenómeno en el que los rayos del sol justo antes del amanecer o justo antes del anochecer se refractan en la superficie del mar, y si no hay ninguna nube en el firmamento, se puede observar un haz de rayos verdes...-.
-¡Debe ser precioso!- exclamó Lilith mientras juntaba su cuerpo más al de Memnoch.
Durante unos minutos, la claridad fue en aumento. En un momento dado, Memnoch avisó a Lilith -¡prepárate! es ahora-.
Desde el horizonte recortado por el mar, se podÃa vislumbrar la corona del sol a punto de salir. Lilith puso toda su atención en el punto que Memnoch señalaba y como por arte de magia, un haz de luz verde recorrió el cielo sobre sus cabezas. Duró sólo unos instantes, pero la pureza de su color se quedó grabada en la retina de la mujer.
-No... no tengo palabras... ha sido impresionante- logró decir.
-Bueno... tampoco es para tanto- explicó Memnoch; pero en su interior sentÃa algo como orgullo, no sabÃa expresarlo.
Misato también habÃa visto el rayo verde -siempre creà que se trataba de una leyenda...- murmuró.
-¿Qué dices?- se volvió Memnoch hacia ella dejando de mirar la escena.
-Desde que existe la humanidad, hay una leyenda que dice que el que sea capaz de ver el rayo verde, encontrará su amor verdadero...-.
-Esa leyenda es totalmente cierta- terminó Memnoch.
CONTINUARÃ
