DIABLO, EL VERDADERO GÉNESIS.
7ª Parte
Polo Sur, la Antártida, el continente helado. Misato conocÃa muy bien la zona en la que se encontraban. A lo lejos, las instalaciones de Gehrim se elevaban sobre el hielo y desafiaban el sempiterno viento antártico.
-Esta parte ya la conozco- dijo bastante seria sin dejar de mirar los edificios -podemos saltarla-.
Memnoch la puso un grueso abrigo -la realidad es del color del cristal con el que se viva. Te voy a mostrar lo que en realidad pasó-.
Sin que Misato se diera cuenta, aparecieron en el interior de una gran nave que guardaba algo enorme bajo una gran lona. A su alrededor, los técnicos se apresuraban a ajustar los sensores mientras un grupo de cientÃficos tecleaban en unos terminales en una sala que se elevaba por encima del complejo.
Una puerta se abrió y de ella salieron un hombre con el abrigo todavÃa puesto y cubierto de nieve junto con una niña cogida de la mano. La niña sonreÃa mientras sostenÃa lo que parecÃa una pequeña punta de flecha. Misato palideció al verlo.
-¿Verdad que hemos tenido suerte, papa?- exclamó la niña.
-SÃ, hija- contestó escuetamente el padre.
En ese instante, un grupo de hombres con batas blancas se acercaron con unas carpetas llenas de papeles.
-Doc. Katsuragi, ¿dónde se habÃa metido? tenemos el experimento final a punto de comenzar-.
-He salido un momento a dar un paseo con mi hija...- se intentó disculpar.
La niña perdió su sonrisa al ver a su padre disculparse, pero otra voz cortó al doc. Katsuragi -esa no es excusa. Esa niña no deberÃa estar aquÃ-.
Misato giró la cabeza para ver quién era el que habÃa dicho eso. Se trataba de Gendo Ikari. Estaba vestido para salir al exterior y en su mano derecha portaba una mochila.
-Yo debo ir al Japón y es usted el que se va a quedar a cargo en el proyecto Adán- dijo mientras se acercaba la grupo de cientÃficos que rodeaban al doc. Katsuragi y su hija.
La niña, instintivamente se puso a la espalda de su padre mientras se echaba la capucha de su abrigo hacia atrás y sujetaba frimemente la punta de flecha.
-No quiero ningún retraso en el proyecto Adán...- pasó de largo del grupo -yo vendré dentro de una semana-.
Salió por la puerta por donde antes entraran padre e hija sin volverse ni despedirse. El doc. Katsuragi se volvió hacia su hija y la cogió por los hombros.
-Ahora debes irte a tu habitación y esperarme allÃ-.
-Pero Ãbamos a ir a ver los pingüinos emperadores- se quejó esta.
-Iremos luego, te lo prometo-.
La niña se enfureció y gritó antes de dar media vuelta para irse corriendo -nunca cumples tus promesas... ¡te odio!-.
Misato estaba al lado de Memnoch observando la escena cuando una lágrima se escapó de su ojo sin que pudiera reprimirla. Memnoch se giró un poco.
-¿Qué te pasa?- preguntó.
-Esas fueron las últimas palabras que le dije a mi padre- dijo ella al tiempo que se ponÃa a llorar.
Memnoch la abrazó y la golpeó suavemente en la espalda para tranquilizarla. Misato lloró con más fuerza y se abrazó a Memnoch. Asà estuvieron hasta que ella se calmó un poco.
-¿Estás más tranquila?-.
Misato asintió con la cabeza y se separó del cuerpo de Memnoch -¡que ironÃa! consolada por el diablo...-.
Memnoch levantó las cejas en señal de asombro -bueno... eres parte de mi familia- contestó.
Un zumbido cortó la conversación de pleno y Memnoch entrecerró los ojos mientras Misato todavÃa seguÃa aferrada a él y volvÃa la cabeza.
-Ahora podrás escuchar...- se limitó a decir.
La gran lona se estaba empezando a levantar mientras murmuraba algo, Misato pareció reconocer la voz con cara de asombro.
-¡Estoy vivo!- exclamó el ser.
Cuando se terminó por levantar, pudo ver a Adán dentro de un tanque lleno de L.C.L. con todo su cuerpo lleno de cables. Adán observó a su alrededor mientras varios hombres se acercaban hasta el cristal.
-¿Quienes sois?- preguntó este.
Los hombres parecÃan no entenderle y no le hacÃan caso. Telepáticamente sondeó sus mentes dándose cuenta que eran los descendientes de Lilith. Montó en cólera cuando se dio cuenta de los propósitos de esas formas aberrantes.
-¡Queréis esclavizar al rey de la creación!- exclamó mientras empezaba a extender sus diez alas.
El laboratorio empezó temblar cuando la figura del hombre creció. Misato observó como su padre abandonaba la nave y corrÃa hacia el módulo de las habitaciones. Al tiempo que Adán alcanzaba su verdadero tamaño y destrozaba la nave, levantó un gigantesco campo A.T. acabando con todos los que estaban cerca.
-¡Acabaré con todos vosotros!- gritó que empezaba a extender sus alas con todo su poder.
Una figura etérea se apareció ante Adán. Resultaba invisible a todos excepto a este último.
-¡Hola Adán!- saludó el espÃritu -parece que vuelves a tener carne-.
-¿Memnoch?- preguntó -tus hijos son tan estúpidos como tú... mientras no era más que espÃritu, llamé a mis hijos y les advertà que en cuanto tuviera carne, vinieran para acabar con está raza despreciable. Cuando toquen mi cuerpo, toda la humanidad dejará de existir...- una sonora carcajada pudo ser oÃda incluso por los que intentaban escapar a ese infierno.
Entre el hielo y los escombros dejados, un hombre llevaba a una niña entre los brazos pesadamente. Se cae varias veces de rodillas, pero sigue adelante con determinación. La niña se queja, pero el hombre no ceja en su empeño hasta que llega a una capsula de emergencia y la deposita allÃ. Cierra el cierre de seguridad y la lanza al agua helada.
-Tus deseos no se podrán realizar- continua Memnoch con la conversación -espié las reuniones que tuvistes con tus hijos y advertà a los mios a través de profecÃas... no podrás hacer nada-.
Adán observa al arcángel mientras este desplega sus invisibles alas -¡no dejaré que acabes con ellos!-.
Adán sonrÃe ante la exclamación de Memnoch -¿acaso piensas que no sé que esos hijos tienen encerrada a su madre? esta vez no habrá nadie que les salve-. En un impulso, Adán se encoge e invierte su campo A.T. produciendo una explosión como la otra vez.
En medio de toda la desolación, una capsula de emergencia que flota a la deriva se abre. Una niña se pone en pie y observa desde la lejanÃa la tremenda explosión mientras en su corazón se abre una herida que jamás podrá cerrarse. No llora, siente que ha perdido todo sentimiento. Se vuelve a tumbar y cierra la cápsula.
Misato seguÃa agarrada al brazo de Memnoch. Ahora comprendÃa el Segundo Impacto. Fue culpa de ellos, de los hombres, los cuales estaban malditos por dios desde su creación. Memnoch la movió un poco -Ahora ya sabes todo lo que en realidad pasó desde el principio-.
El mundo desapareció y volvieron hasta el presente de Misato. Memnoch la dejó en la puerta -por favor...- comenzó a suplicar -lo único que pido es que el fruto de nuestro amor no caiga bajo el peso del odio y la venganza-.
Misato abrió la puerta como si él no hablará con ella. La cerró y se fue hasta el baño. En la casa no habÃa nadie puesto que era mediodÃa y Shinji comÃa en el instituto. Abrió el grifo de la bañera y dejó que esta se llenara. Se desnudó lentamente con el pensamiento fijo en lo que acababa de ver. Se metió dentro y dejó que su cuerpo se relajara en el agua caliente.
-Aunque me cueste la vida, no dejaré que Adán se salga con la suya- murmuró.
En la ventana de la casa, un pequeño gorrión con los ojos rojos pió y se lanzó hacia calle volando en dirección al cielo.
FIN......................................................................... .............................
7ª Parte
Polo Sur, la Antártida, el continente helado. Misato conocÃa muy bien la zona en la que se encontraban. A lo lejos, las instalaciones de Gehrim se elevaban sobre el hielo y desafiaban el sempiterno viento antártico.
-Esta parte ya la conozco- dijo bastante seria sin dejar de mirar los edificios -podemos saltarla-.
Memnoch la puso un grueso abrigo -la realidad es del color del cristal con el que se viva. Te voy a mostrar lo que en realidad pasó-.
Sin que Misato se diera cuenta, aparecieron en el interior de una gran nave que guardaba algo enorme bajo una gran lona. A su alrededor, los técnicos se apresuraban a ajustar los sensores mientras un grupo de cientÃficos tecleaban en unos terminales en una sala que se elevaba por encima del complejo.
Una puerta se abrió y de ella salieron un hombre con el abrigo todavÃa puesto y cubierto de nieve junto con una niña cogida de la mano. La niña sonreÃa mientras sostenÃa lo que parecÃa una pequeña punta de flecha. Misato palideció al verlo.
-¿Verdad que hemos tenido suerte, papa?- exclamó la niña.
-SÃ, hija- contestó escuetamente el padre.
En ese instante, un grupo de hombres con batas blancas se acercaron con unas carpetas llenas de papeles.
-Doc. Katsuragi, ¿dónde se habÃa metido? tenemos el experimento final a punto de comenzar-.
-He salido un momento a dar un paseo con mi hija...- se intentó disculpar.
La niña perdió su sonrisa al ver a su padre disculparse, pero otra voz cortó al doc. Katsuragi -esa no es excusa. Esa niña no deberÃa estar aquÃ-.
Misato giró la cabeza para ver quién era el que habÃa dicho eso. Se trataba de Gendo Ikari. Estaba vestido para salir al exterior y en su mano derecha portaba una mochila.
-Yo debo ir al Japón y es usted el que se va a quedar a cargo en el proyecto Adán- dijo mientras se acercaba la grupo de cientÃficos que rodeaban al doc. Katsuragi y su hija.
La niña, instintivamente se puso a la espalda de su padre mientras se echaba la capucha de su abrigo hacia atrás y sujetaba frimemente la punta de flecha.
-No quiero ningún retraso en el proyecto Adán...- pasó de largo del grupo -yo vendré dentro de una semana-.
Salió por la puerta por donde antes entraran padre e hija sin volverse ni despedirse. El doc. Katsuragi se volvió hacia su hija y la cogió por los hombros.
-Ahora debes irte a tu habitación y esperarme allÃ-.
-Pero Ãbamos a ir a ver los pingüinos emperadores- se quejó esta.
-Iremos luego, te lo prometo-.
La niña se enfureció y gritó antes de dar media vuelta para irse corriendo -nunca cumples tus promesas... ¡te odio!-.
Misato estaba al lado de Memnoch observando la escena cuando una lágrima se escapó de su ojo sin que pudiera reprimirla. Memnoch se giró un poco.
-¿Qué te pasa?- preguntó.
-Esas fueron las últimas palabras que le dije a mi padre- dijo ella al tiempo que se ponÃa a llorar.
Memnoch la abrazó y la golpeó suavemente en la espalda para tranquilizarla. Misato lloró con más fuerza y se abrazó a Memnoch. Asà estuvieron hasta que ella se calmó un poco.
-¿Estás más tranquila?-.
Misato asintió con la cabeza y se separó del cuerpo de Memnoch -¡que ironÃa! consolada por el diablo...-.
Memnoch levantó las cejas en señal de asombro -bueno... eres parte de mi familia- contestó.
Un zumbido cortó la conversación de pleno y Memnoch entrecerró los ojos mientras Misato todavÃa seguÃa aferrada a él y volvÃa la cabeza.
-Ahora podrás escuchar...- se limitó a decir.
La gran lona se estaba empezando a levantar mientras murmuraba algo, Misato pareció reconocer la voz con cara de asombro.
-¡Estoy vivo!- exclamó el ser.
Cuando se terminó por levantar, pudo ver a Adán dentro de un tanque lleno de L.C.L. con todo su cuerpo lleno de cables. Adán observó a su alrededor mientras varios hombres se acercaban hasta el cristal.
-¿Quienes sois?- preguntó este.
Los hombres parecÃan no entenderle y no le hacÃan caso. Telepáticamente sondeó sus mentes dándose cuenta que eran los descendientes de Lilith. Montó en cólera cuando se dio cuenta de los propósitos de esas formas aberrantes.
-¡Queréis esclavizar al rey de la creación!- exclamó mientras empezaba a extender sus diez alas.
El laboratorio empezó temblar cuando la figura del hombre creció. Misato observó como su padre abandonaba la nave y corrÃa hacia el módulo de las habitaciones. Al tiempo que Adán alcanzaba su verdadero tamaño y destrozaba la nave, levantó un gigantesco campo A.T. acabando con todos los que estaban cerca.
-¡Acabaré con todos vosotros!- gritó que empezaba a extender sus alas con todo su poder.
Una figura etérea se apareció ante Adán. Resultaba invisible a todos excepto a este último.
-¡Hola Adán!- saludó el espÃritu -parece que vuelves a tener carne-.
-¿Memnoch?- preguntó -tus hijos son tan estúpidos como tú... mientras no era más que espÃritu, llamé a mis hijos y les advertà que en cuanto tuviera carne, vinieran para acabar con está raza despreciable. Cuando toquen mi cuerpo, toda la humanidad dejará de existir...- una sonora carcajada pudo ser oÃda incluso por los que intentaban escapar a ese infierno.
Entre el hielo y los escombros dejados, un hombre llevaba a una niña entre los brazos pesadamente. Se cae varias veces de rodillas, pero sigue adelante con determinación. La niña se queja, pero el hombre no ceja en su empeño hasta que llega a una capsula de emergencia y la deposita allÃ. Cierra el cierre de seguridad y la lanza al agua helada.
-Tus deseos no se podrán realizar- continua Memnoch con la conversación -espié las reuniones que tuvistes con tus hijos y advertà a los mios a través de profecÃas... no podrás hacer nada-.
Adán observa al arcángel mientras este desplega sus invisibles alas -¡no dejaré que acabes con ellos!-.
Adán sonrÃe ante la exclamación de Memnoch -¿acaso piensas que no sé que esos hijos tienen encerrada a su madre? esta vez no habrá nadie que les salve-. En un impulso, Adán se encoge e invierte su campo A.T. produciendo una explosión como la otra vez.
En medio de toda la desolación, una capsula de emergencia que flota a la deriva se abre. Una niña se pone en pie y observa desde la lejanÃa la tremenda explosión mientras en su corazón se abre una herida que jamás podrá cerrarse. No llora, siente que ha perdido todo sentimiento. Se vuelve a tumbar y cierra la cápsula.
Misato seguÃa agarrada al brazo de Memnoch. Ahora comprendÃa el Segundo Impacto. Fue culpa de ellos, de los hombres, los cuales estaban malditos por dios desde su creación. Memnoch la movió un poco -Ahora ya sabes todo lo que en realidad pasó desde el principio-.
El mundo desapareció y volvieron hasta el presente de Misato. Memnoch la dejó en la puerta -por favor...- comenzó a suplicar -lo único que pido es que el fruto de nuestro amor no caiga bajo el peso del odio y la venganza-.
Misato abrió la puerta como si él no hablará con ella. La cerró y se fue hasta el baño. En la casa no habÃa nadie puesto que era mediodÃa y Shinji comÃa en el instituto. Abrió el grifo de la bañera y dejó que esta se llenara. Se desnudó lentamente con el pensamiento fijo en lo que acababa de ver. Se metió dentro y dejó que su cuerpo se relajara en el agua caliente.
-Aunque me cueste la vida, no dejaré que Adán se salga con la suya- murmuró.
En la ventana de la casa, un pequeño gorrión con los ojos rojos pió y se lanzó hacia calle volando en dirección al cielo.
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