--Capítulo I--
Bostezando ligeramente, y siempre bajo el paraguas, Cho andaba por las calles de Kyoto camino a la Comisaría. Entre maldiciones se subió el cuello del abrigo que llevaba cuando sopló una ráfaga de aire frío. Se había pasado casi dos días en cama después de una de sus misiones nocturnas bajo la lluvia, y lo que menos le apetecía en aquellos momentos era tener una recaída...
Y encima el maldito tiempo no dejaba de llover. Joder, las calles parecían canales, y además en muchos sitios estaban cubiertas de barro. Un paso en falso y zas, al bendito suelo. Uno podía matarse en una caída tonta de esas....
Así, gruñendo para nadie en particular, llegó a su destino. Nada más entrar escuchó un enorme revuelo de voces. Fastidiado dejó el paraguas en un rincón, junto con el de los demás, y colgó el abrigo en una percha, estirando su nuevo uniforme de policía, azul y con guantes, cruzado, como el de los otros policías rasos. No es que le gustara, para nada, pero no tenía más remedio que llevarlo. Después de todo, ERA uno de ellos....
"Cho-san! Cho-san! El comisario Buntaro-san quiere verle en su despacho!" Le comunicó un joven al que apenas se le veía tras una montaña de papeles
Genial. Seguro que ahora le explicaría a que se debía todo ese escándalo y seguro que le tocaría a él salir a la calle con el tiempo de perros que hacía para resolverlo
A grandes zancadas recorrió la distancia de la entrada hasta el susodicho despacho donde le esperaban. Antes de entrar se aseguró de que su uniforme estuviera impoluto --como Buntaro-san exigía-- y se colocó bien la nihontou que le habían dejado usar.
*Nada más que una!* Le dijo el comisario en cuanto volvió al servicio activo sólo un mes atrás. Claro que, lo que Buntaro-san no sabía era que enroscada en la cintura llevaba su querida espada flexible. El hecho de que el uniforme no fuera demasiado ajustado le proporcionaba el escondite perfecto para llevarla. Y es que sin ella... no acababa de sentirse seguro.
Con un pequeño gruñido disconforme llamó a la puerta y entró, para ver al pequeño Buntaro sentado en su mesa y hablando con un personaje asustadizo y desaliñado. Tenía los ojos saltones, y los movía nerviosamente de un lado a otro de la habitación, casi al compás de sus manos, que no parecía conseguir mantener quietas. El pelo, corto y despeinado, estaba igual de sucio o más que la ropa que llevaba y Cho se preguntó cómo Buntaro-san, con lo que le gustaba el orden y la limpieza, le permitía aparecer ante él en ese estado tan lamentable
"Por fin llega --le saludó con una ligera inclinación-- Espero que se encuentre mejor, porque tengo trabajo para usted y para Fujita. Este hombre de aquí es Fuma-san, y es testigo de los asesinatos que se llevan sucediendo de unas semanas a esta parte. Tenemos otro posible testigo presencial, pero antes de ir a buscarle terminaremos este informe"
"Cómo sabe que es el mismo asesino del que estamos hablando?"
"Facil --dijo tocándose la perilla satisfecho-- por su modo de trabajar y las heridas encontradas en el cadáver. Este hombre nos ayudará mucho en nuestra investigación" Dijo alegremente el bajito comisario tamborileando los dedos sobre la mesa
"Bien... y cómo es ese maldito asesino al que estamos buscando?"
"En cuanto que Koruwo llegue nos pondremos a trabajar"
"No esperamos a Fujita?" Preguntó el policía rubio mientras se acercaba a una estantería y miraba los lomos de unos volúmenes perfectamente colocados que parecían tener siglos de lo gastados que estaban
"Llegará en una hora, así que usted le pondrá al corriente..."
El llamado Koruwo, un hombre de mediana edad y ojos marrones que no era otro que el encargado de hacer los retratos robot, apareció unos pocos minutos después de que Cho se hubiera apoyado en una de las paredes, de modo que la descripción pudo comenzar
Fuma comenzó su relato, y los rasgos del hombre al que estaba describiendo les parecieron vagamente familiares, pero cuando Koruwo les entregó su dibujo con la cara tan blanca como el papel en que había dibujado se dieron cuenta del motivo.
La mandíbula de Cho se descolgó de su sitio normal, y el comisario Buntaro frunció el ceño perturbado, sintiendo cómo le corría un sudor frío por las sienes y más tarde por todo el cuerpo.
"Es él, no hay duda" Asintió Fuma mirando el dibujo
Según la descripción que había dado, desde luego el individuo tenía un rostro casi imposible de olvidar. Sus ojos eran pequeños, alargada la mandíbula y con una ligera barba. Tenía las facciones muy marcadas y, haciendo caso a Fuma, Koruwo le había dibujado con una sonrisa maligna que dejaba ver sus colmillos afilados en una mueca que parecía del mismísmo Diablo. Su pelo negro estaba cortado desigualmente, y tenía un peculiar flequillo cayéndole sobre los ojos que completaba el cuadro
Cho tragó saliva y miró a su superior, que manoseaba un papel nerviosamente
"Fuma-san, si le volviera a ver le reconocería?"
"Por supuesto que sí! Ese tipo parecía el demonio, maldita sea! Gracias a Dios que estaba bien escondido, si no me habría hecho pedazos como a mi amo... Pero yo le vi, vaya si le vi... perfectamente! Sonrió como en el dibujo cuando mi amo pidió clemencia, y entonces le ensartó en su espada, fue horrible!"
Fuma siguió parloteando y despotricando un rato más hasta que Cho le mandó callar bruscamente de un empujón "Cállese ya, coño! Estamos intentando pensar!!" Rugió agarrando la empuñadura de la nihontou con fuerza. Sopló, y tuvo que concentrarse para desechar los impulsos de partirle en dos allí mismo
"Koruwo, lléveselo de aquí. Dentro de una hora le volveré a llamar, Fuma-san. No se preocupe por nada, aquí estará protegido. Ah, y ... ni una palabra de esto, entienden?"
Los dos hombres asintieron y se marcharon de la habitación, dejando a los otros dos policías con el semblante muy serio.
"Esto es muy grave, Cho. Qué podemos hacer?"
"Iré a hablar con el testigo que nos falta, a ver qué nos dice"
"Márchese entonces y hable con quien sea, pero discretamente. No debe saberse una palabra de esto, entiende? No quiero ni pensar lo que pensaría la gente si se descubriera que uno de los asesinos más peligrosos de la ciudad es policía... Ah, y llévese la copia de la declaración de Fuma-san"
Cho asintió "No se preocupe, comisario... Estaré de vuelta con el informe esta tarde a más tardar...."
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Saito andaba a paso ligero hasta Comisaría. Iba bien enfundado en su abrigo oscuro y, como gracias al cielo había dejado de llover, no llevaba paraguas. A mitad de camino se detuvo unos instantes y se encendió un cigarrillo que le tendría que acompañar hasta el final del trayecto. Por suerte, la rodilla ya nno le molestaba al caminar.
Iba cazando a aquél maldito, corriendo bajo la lluvia en las calles llenas de barro cuando de pronto un hombre que salió de la nada le pegó un empujón tal que lo desequilibró y le hizo caer de mala forma al suelo. Desde luego, si no hubiera tenido tanta prisa habría cogido al gilipollas que le tiró y le habría puesto a hablar con su nihontou....
Suspiró
ligeramente al ver el edificio casi frente a él, y dio una fiera
calada que terminó con el pitillo. Aquél día tenía
todas las de ser uno bien asqueroso. No sólo porque Tokio estuviera
molesta con él por lo que le había dicho de irse con Moe,
sino también por el hecho de que el anillo hubiera salido a la luz
de nuevo en unas fechas tan próximas al día en que dejó
su casa...
La Comisaría bullía con el jaleo de todos los días, pero cuando dejó el abrigo en la percha se dio cuenta que casi de repente las cosas se habían acallado. Se giró casi con curiosidad y vio que el responsable de la secretaría se le había quedado mirando fijamente para luego volver la mirada avergonzado por haber sido descubierto
Hajime frunció ligeramente el ceño pero no le dio demasiada importancia. No al menos hasta que se dio cuenta de que otros policías se encontraban en la misma situación
"Tenéis algún problema?" Les preguntó encarándose con ellos
"No, no..." Murmuraron los policías con la cabeza gacha y concentrándose en sus quehaceres
Se preguntó
qué demonios estaba pasando allí que todos andaban tan nerviosos,
pero decidió pasar de ellos y entrar en su despacho a redactar
el informe de la noche anterior.
*********
Después de un rato de andar por las calles embarradas de Kyoto, el antiguo Juppongatana al fin divisó su objetivo. Como siempre, la calle estaba llena de gente que iba y venía de un lado a otro, entrando y saliendo de los numerosos locales de aquella zona comercial
Aunque realmente no había estado nunca en aquél sitio, algo le decía que no se diferenciaría demasiado de cualquier otro restaurante. Así, el policía entró en el Aoiya, que era un hervidero de gente desayunando a aquellas horas de la mañana.
La gente le miró con curiosidad durante unos momentos, seguramente debido a su rubio pelo de escoba. A pesar de que lo llevaba más corto que cuando era Juppongatana contrastaba con la imagen de un policía uniformado, pero pronto siguieron comiendo como si nada. No era la primera vez que veían a algún policía entrar en el local....
Se acercó a Okkon, que estaba sirviendo una mesa en esos momentos, y le preguntó por la Weasel Girl. La mujer le miró un poco desconcertada, ya que sabía quién había sido y lo que era en aquellos momentos, y le condujo a una de las separaciones dándole instrucciones de quedarse allí sentado. Aprovechando la ocasión, Cho pidió un té caliente que, evidentemente, le sirivó la propia Misao
"Qué es lo que quieres, Escoba? --preguntó la joven ninja sentándose en su mesa-- Hay mucho trabajo que hacer en el Aoiya!"
El hombre tomó un sorbo de su bebida mientras utilizaba el recipiente de cerámica para calentarse las manos "Yo también estoy trabajando, así que cuanto antes me cuentes lo que viste anoche antes podremos seguir con nuestras cosas"
"Lo que vi anoche... Ah ya --Misao frunció el ceño-- Estás aquí por lo del Psicopoli. Si lo que quiere es amenazarme por--"
"Eh, para el carro, Weasel Girl. Yo llevo ese caso y tengo que hablar con todos los testigos así que limítate a contarme lo de anoche"
**********
No había escrito las dos primeras palabras cuando el comisario Buntaro entró tras haber llamado a la puerta. El inspector levantó la vista de sus papeles y le saludó cortesmente mientras le invitaba a sentarse. No pasó por alto la expresión de su superior, y dedujo que había algún problema serio que quería comentarle. Quizás todo estuviera relacionado....
Buntaro se sentó y sopló mientras echaba un vistazo por toda la habitación. Realmente no le importaba nada lo que pudiera haber en el despacho, lo único que quería era tener un poco de tiempo para pensarse lo que iba a decir. Sí, es cierto que llevaba una hora rumiando las preguntas, incluso les había dado indicaciones a algunos de sus subordinados de más confianza sobre qué tenían que hacer en caso de que... bueno, de que sucediera algo anormal en comisaría, pero al verse sentado frente a frente bajo la presión que ejercían sus ojos ámbar...
"Quería algo, Buntaro-san?"
"Eh... Tengo que hablar con usted de algo muy importante, Fujita" Dijo nerviosamente clavando la vista en la mesa de madera
"Le agradecería que no tardara mucho en contármelo. Tengo cosas que terminar, ya sabe" Comentó casualmente agitando los papeles casi en blanco
"Espere un momento.... -- el hombre se levantó y abrió la puerta -- Por favor, Fuma-san, entre. Quiero presentarle al Sr. Inspector"
Se oyeron unos pasos al otro lado de la habitación y luego la voz de Fuma aceptando la invitación y quejándose de que llevaba vistos a no se cuántos policías ya el mismo día. Fue poner los pies dentro del despacho y quedarse helado en el sitio mirando fijamente a Hajime con los ojos más abiertos de lo normal, si es que aquello era posible
"Ah.... ah.... --gimió miserablemente cayendo de rodillas al suelo -- Por favor, no me mate! Yo no quería delatarle, lo juro! Por favor... sólo soy un miserable sirviente...." Gimoteó inclinandose lo más que pudo
El inspector miraba temblar a Fuma desconcertado, ya que no había visto a ese hombre en su vida, y luego miró a Buntaro, que tenía una expresión sombría pintada en el semblante
"Koruwo, haga el favor de llevarse a Fuma-san a su casa. Y encárgese de montar una guardia allí" Dijo Buntaro sacando la cabeza por la puerta. Pronto el policía entró, echó un vistazo de ceño fruncido a Saito y, tomando al hombre en el suelo de un brazo, lo levantó y se lo llevó de allí.
El comisario cerró la puerta y volvió a sentarse "Ese hombre era el sirviente de Yota-san, el subsecretario de la ciudad, y anoche, mientras temblaba en su escondite le vio matar a su amo"
*********
La chica gruñó ligeramente y se cruzó de brazos "No hay mucho que contar. Uno de los vecinos nos alertó de que algo estaba pasando en una de las casas del vecindario y fui a ver. Lo malo es que cuando llegué ya era demasiado tarde, porque estaba saliendo de la casa... Le tiré mis kunais para detenerle, y uno de ellos le rozó en una pierna. Entonces se dio la vuelta y nos miramos unos momentos. Casi me caí del tejado en el que estaba subida cuando vi a ese psicópata... Satisfecho?"
"Estás segura que era él?"
"Pues claro que estoy segura Escoba!!!!-- chilló ella frunciendo el ceño sobre sus ojos azules y llamando la atención de todos los comensales sobre sus personas-- Saito es inconfundible!!!!"
"Hmpf... O sea que le heriste con tus kunais.... hmm...."
"Ocurre algo?" Preguntó una voz lentamente
Cho levantó la vista para encontrarse con los ojos azules de Shinomori Aoshi, que al escuchar todo ese escándalo había decidido acercarse a ver qué sucedía con el ex-Juppongatana
"Aoshi-sama! --sonrió la cría al verle-- Qué tal el paseo?"
"Bien, Misao... --asintió levemente-- Qué es lo que hace aquí?" Le preguntó al otro hombre mientras se cruzaba de brazos lentamente
"Estaba investigando sobre cierto asunto de esta noche, pero creo que con lo que sé tengo suficiente...--se encogió de hombros y se acabó su té-- Ahora tengo que irme, pero quizás vuelva dentro de un rato.... Asegúrate de estar rondando por aqui, Weasel Girl"
Ella apretó los puños "Quieres dejar de llamarme así Escoba!!"
El policía agitó la cabeza, se levantó, y se marchó del restaurante sin hacer caso a la cría que aún seguía despotricando de él desde el interior
*********
Buntaro tomó aire para armarse de valor y le miró "Usted asesinó a los dirigentes Meiji"
"Yo no pude hacerlo --negó Saito lentamente-- Anoche estuve persiguiendo a aquél traficante de armas portugués hasta muy tarde"
"Y debo suponer que le cazó?"
"Por supuesto"
"Y seguramente cuando llegó a su casa no cojeaba, verdad?" Buntaro tamborileó con sus dedos enguantados sobre la mesa al silencio sorprendido de su subordinado
"Cuando perseguía a aquél tipo alguien me empujó y resbalé en el barro de la calle. Caí mal, eso es todo"
"Demasiadas coincidencias, no cree? Un asesinato en el mismo sector donde trabajó anoche, y un asesino igual que usted"
"Yo no los maté --Saito miró a Buntaro con gran seriedad, y el comisario agitó la cabeza-- Es la palabra de un sirviente contra la mía"
"Desgraciadamente no hay nadie que pueda corroborar su versión, Fujita. Y hasta que no se demuestre lo contrario es usted sospechoso de asesinato, por lo que le suspendo de su empleo. Estará confinado en su casa con varios guardas hasta nueva orden"
Buntaro tragó aire e instintivamente se alejó del inspector, tal era el fuego que vio brillar de pronto en sus ojos. Hajime se levanto, y por unos instantes, el hombre pensó que iba a saltar sobre él y a rebanarle el pescuezo con su nihontou, pero sus movimientos no presentaban ni un asomo de amenaza. Después se encendió un cigarro con toda la calma del mundo y, apoyándose en la mesa del escritorio, se encogió ligeramente de hombros
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Hacía ya un buen rato que Saito se había marchado, y en ese tiempo había aprovechado para recoger la casa, limpiar un poco, y tomarse un rico desayuno junto con sus tres niños. Y ahora que ya estaba sola en casa, estaba en su cuarto, poniéndose un bello kimono azul marino y arreglándose para salir.
Tal y como su marido le dijera la noche anterior, iba a pasar el día en casa de Moe, de modo que les había dicho a sus hijos que al terminar la escuela fueran directos hacia allí para comer todos juntos... Esperaba que eso le sirviera de escarmiento para la próxima vez que decidiera ser tan bocazas... Recordó entonces el resto de su conversación y el misterioso anillo, y decidió que tenía un buen tema de conversación del que hablar con su hermana...
Tras terminar de pintarse, empaquetó unas cuantas cosas, chucherías que le iba a llevar a Moe, dejó una nota en la cocina, en un lugar bien visible y, tras abrigarse bien, salió de la casa, no sin antes cojer una pequeña bolsita
Aquella misma mañana Kirei-san había estado trabajando en el jardín a pesar de la lluvia y el suelo embarrado. Las flores y las formas de los macizos de plantas lucían bellos salpicados con las gotas de agua que no habían acertado a resbalar por las hojas, y Tokio sonrió al verlo todo tan hermoso. Realmente su jardinero era todo un portento...
Decidió dar una vuelta, siempre siguiendo el sendero de piedras para no mancharse demasiado de barro las sandalias. Con el buen tiempo tenía la costumbre de pasear por entre las plantas, coger flores.... todo fuera del camino establecido, claro. Mientras caminaba observaba las flores; posiblemente cuando el suelo estuviera un poco más seco cogería algunas para hacer un ikebana...
Se detuvo junto un estanque que había en el jardín, donde tres pececillos dorados --uno de cada uno de sus hijos-- nadaban felices y ajenos a todo. Se puso en cuclillas junto al borde de piedras y empezó a darles de comer de la bolsita, estando luego un buen rato contemplando los nenúfares de la superficie y a los peces jugar entre ellos y con sus vecinos rojos y azules. De pronto un reflejo extraño en el agua la sacó de su cuasi trance. Miró hacia arriba y se encontró con el metro ochenta y tres que era su marido, de pie, junto a ella.
Tokio se enderezó rápidamente, sorprendida de verle allí a estas horas de la mañana y dio un respingo tal que casi dejó caer el paquete que llevaba entre las manos.
Su expresión era normal, pero.... había algo en sus ojos dorados que le daba miedo. Frunció ligeramente el ceño al ver que llevaba las manos atrás de la espalda. No se había fijado hasta entonces, pero tras él habían otros dos policías silenciosos que miraban el jardín. Uno de ellos llevaba su sable y una nihontou
"No querías que estuviera en casa? Pues aquí me tienes" Dijo con un gruñido ronco haciéndola tragar aire. Uno de los policías puso una mano en la espalda del hombre para hacerle andar. Tokio abrió la boca; le llevaban esposado....
La mujer contempló estupefacta cómo el policía le entraba en la casa y, cuando quiso seguirle el otro la tomó por el hombro
"Espere un momento, por favor --le dijo con voz suave, pero a la vez sin vacilar -- Fujita-san-"
"Por qué traen a mi marido esposado como si fuera un criminal??" Exclamó ella encarándose con el policía de ojos grises
"Oiga, yo sólo estoy cumpliendo órdenes..." Le respondió el hombre, más joven que ella, un poco sorprendido por la violencia de su reacción
Tokio frunció el ceño y se liberó con un ademán "Quiero que me explique ahora mismo qué está pasando aquí"
El policía le resumió el asunto en pocas palabras, dejando a la mujer sin habla durante unos instantes "Pero se han vuelto locos o qué? Gorou no es un asesino!!"
El otro hombre acudió a la puerta. Estaba colocándose en el cinturón, junto a su sable, el par de esposas "Tranquilícese. Sólo es una medida rutinaria, nada más. Es lo que se hace siempre que hay un sospechoso de asesinato --se encogió de hombros-- Nosotros estaremos aquí fuera montando guardia en la puerta"
"Como medida rutinaria, no?"
"Exactamente"
La mujer suspiró largamente y se obligó a recordar que estaban haciendo su trabajo, ni más ni menos, como haría su marido si la situación así lo requiriese. Además, podía haber sido peor, ya que después de todo le habían confinado en casa, no en una celda en comisaría. "De acuerdo, agentes, perdónenme. Hagan lo que tengan que hacer y si necesitan algo avisen"
Ambos asintieron extrañados por el súbito cambio de actitud de la mujer que en unos segundos había entrado en el edificio
"Dónde estás, Hajime?" Preguntó en voz alta dejando el paquete de ropa y su abrigo en el salón y recorriendo más tarde las otras habitaciones. Al no obtener respuesta se dirigió al único lugar donde no había mirado. Tal y como sucedía en la otra casa, una de las separaciones había sido habilitada para que se pudiera practicar kendo en ella, y estaba segura de que ahora mismo él estaba allí
Con pasos suaves sobre el tatami la mujer se dirigió hasta allí, para sorprenderse por no escuchar sonido alguno. Era algo extraño... Asomó la cabeza por la puerta, para sorprenderse aún más al ver que Saito estaba de pie en el medio de la sala con los ojos cerrados y la nihontou desenvainada
De pronto, la figura que era su marido se hizo borrosa ante sus ojos y desapareció para reaparecer a escasos centímetros de ella y clavar la punta de su espada en la pared. Ella tragó aire al ver lo cerca que había rozado la espada su cabeza.
El hombre sopló y sacó el arma de un tirón para envainarla de golpe momentos después "Ibas a marcharte, verdad?" Le preguntó con voz fría
"Iba a haber pasado el día en casa de Moe como me *aconsejaste*" Le respondió sencillamente, sin hacer caso a su tono y su mirada
"Y por qué no lo hiciste?"
"Si quieres me voy ahora mismo! -- espetó implacable frunciendo el ceño, y luego suspiró, poniendo una mano fina sobre su pecho-- Oye, yo no tengo la culpa de lo que está pasando"
"Ya lo sé" Dijo, y pasando a su lado se marchó de la habitación. O al menos, lo hubiera hecho de no ser porque ella le agarró de la camisa
"Además estoy de tu parte"
"De veras? Y cómo sabes que no soy yo el asesino?" Le preguntó con ironía sin volverse
Tokio sopló ante sus palabras y consiguió dominar su genio. Se abrazó a su cintura y dejó que su cabeza se apoyase en su formidable espalda "Bobo. Lo sé y basta. "Confía en mí", recuerdas?"
Hajime suspiró y agachó ligeramente la cabeza, avergonzado por su conducta para con la persona en la que siempre podía confiar "Lo siento"
Ella frotó sus manos suavemente contra su cuerpo "No pasa nada... --estuvo unos segundos en silencio y luego continuó-- Tengo la impresión de que el problema no es que crean que tú eres el asesino... me equivoco?"
"No. Sólo espero que el culpable no sea quien yo creo que es..." Sopló frunciendo el ceño más que de costumbre
---0oooo0---
Ajenos a lo que sucedía dentro, los dos policías charlaban quedamente sobre el trabajo que les había tocado realizar aquél día. No era nada normal el llevar esposado por las calles de Kyoto a un inspector de policía...
Estaban recreándose la vista en el espléndido jardín de la casa cuando de pronto vieron pasar por la calle a un hombre que les dejó con la boca abierta. Pronto, ambos sacaron sus sables y salieron corriendo hasta allí dándole el alto. El hombre, sin darse por aludido continuó su caminar, pero al ver que los dos policías le agarraban por los hombros decidió pararse
"No puedo creerlo, por dónde demonios ha salido??!" Exclamó uno de ellos incrédulo
"Hay algún problema, agentes?" Preguntó el moreno mientras se sacudía las manos enguantadas de encima con un ademán
"Debimos haberle dejado esposado. --gruñó el otro tras instar a la gente a que siguiera con sus actividades normales-- Andando!" Exclamó señalando hacia la casa y apuntándole con su espada
El moreno sonrió fieramente, entrecerrando sus ya de por si pequeños ojos color ámbar, y dio un salto hacia atras al mismo tiempo que desenfundaba una kodachi que llevaba escondida en la espalda
A pesar de que los dos policías se pusieron en guardia rápidamente, no pudieron hacer nada para no acabar rajados por el filo de la espada.
El hombre la sacudió para limpiarla de sangre y dio una significativo vistazo a todos los viandantes que se le habían quedado mirando. En unos momentos, la calle estaba desierta.
Evidentemente sabía que todos irían a llamar a la policía de inmediato, pero eso le daba igual. Tenía otros asuntos más interesantes a los que atender en aquellos momentos...
Mira por dónde he encontrado lo que buscaba.....
Su
mano enguantada alisó su pelo negro, cortado desigualmente, y volvió
a enfundar la kodachi mientras andaba por el jardín.
Capítulo II
