Family Affairs

--Capítulo II--





Llamaron a la puerta y Tokio, pensando que serían los policías, se apresuró a abrir. Sus ojos verde esmeralda se abrieron de par en par y se quedó literalmente sin habla al ver frente a sí a un hombre que, definitivamente, podría pasar por su marido

"Hola preciosa -dijo el recién llegado con una sonrisa de oreja a oreja empujándola a un lado para entrar en la casa. Luego cerró la puerta y tomó a la mujer sin habla por un brazo y se la llevó consigo-- Vamos, Hajime, sal de donde estás. Sé que estás aquí y tengo algo que te pertenece..." Dijo con voz profunda mientras se adentraba en el edificio

Pronto escuchó tras de sí unos pasos, y entonces volvió a sonreír "Vaya... hace mucho que no nos vemos, verdad?" Dijo el recién llegado dándose la vuelta lentamente

"Satoshi..." Dijo Hajime fríamente mientras comprobaba que Tokio estuviera bien. Sopló. A veces odiaba tener razón, y esta era una de esas veces. Si habían visto a alguien como él sin ser él mismo... Sólo quedaba una posibilidad, por mucho que la odiara, y esa posibilidad estaba justo delante de sus narices. Ahora veía claro el por qué de su presentimiento, y el por qué del anillo... Y es que las cosas nunca pasan porque sí....

El llamado Satoshi se dio la vuelta para mirarle "No me extraña que te hayan confundido conmigo, hermanito. Te saco tres años pero realmente somos muy parecidos"

"Nunca me he parecido a ti --espetó negando lo claramente evidente-- Ahora sal de mi casa"

Tokio miró a los dos hombres sin poderse creer las semejanzas que había entre ellos. No había ninguna duda, les habían confundido... Ambos tenían el pelo negro, corto, aunque sus flequillos eran en cierta forma diferentes. Satoshi era quizás un poco más alto que su hermano, también algo más corpulento y usaba una ligera barba. Pero la expresión de sus rostros era la exacta; los mismos ojos ámbar, la misma mandíbula alargada...

"Vamos, no hace falta que te pongas así conmigo. Esto es tuyo, tómalo --sonrió dando a la mujer un fiero empujón que la lanzó directa a los brazos de su marido - Ves? No tengo nada contra ella, así que será mejor que se aparte de esto... Claro que siempre puedo cambiar de opinión y tenerlo..."

Hajime gruñó a sus palabras y puso a la mujer tras él, intentando alejarla de su hermano lo más posible "Qué demonios se te ha perdido en mi casa y por qué has asesinado a todos esos políticos"

El mayor de los dos suspiró ligeramente mientras se pasaba una mano enguantada por la barba de varios días y luego se rió entre dientes "Sabes? Anoche cuando tropecé contigo no podía creer lo que estaba viendo... pensé que los del kangun habríamos acabado contigo igual que con el resto de tu jodido Shinsengumi... Claro que ya me lo dijeron esas brujas. Estaba predestinado el que algún día nos volviéramos a encontrar"

"Nunca supisteis acabar bien las cosas" Le dijo con voz fría refiriéndose al otro ejército y dándose cuenta de que quien le hizo caer la noche anterior había sido él. Seguramente estaba escapando del lugar del crimen cuando ambos chocaron a la carrera....

La mujer parpadeó sorprendida. Satoshi fue un Meiji en la guerra, cuando sus dos hermanos habían sido Tokugawas.... Eso era realmente extraño, y por un momento se preguntó a qué bando habría pertenecido su padre

"Y supongo que vosotros perdísteis la guerra por saber hacerlo, mm? --se burló ladino-- No me hagas reír, por favor. Después de todo, no estoy aquí por una broma, verdad? Aunque supongo que ya te lo imaginabas. No has encontrado algo parecido a esto hace poco, Hajime? --Satoshi metió la mano por el cuello de su abrigo y sacó una cadena de la que colgaba un anillo de plata, uno muy parecido al que Tokio encontró el día anterior. Se sonrió levemente al ver que sus facciones se endurecían más, si eso era posible-- Debí suponer que te encontraría por estas fechas, aunque no imaginé que te vería vestido de policía, menos en Kyoto. Acaso decidiste que era mejor cambiar de bando tras la guerra? Un Shinsengumi, un capitán, defendiendo el gobierno Meiji, es algo que nunca hubiera imaginado"

"Y tú qué, patriota --le contestó a su vez Saito casi escupiendo la última palabra--, si eres el primero que vas matando a los tuyos? Yo no traicioné al Shinsengumi, pero tú sí lo estás haciendo"

La sonrisa que el mayor había perpetuado en su rostro durante toda la conversación se esfumó de pronto "No consiento que alguien como tú me llame traidor, oyes? Tú eres el que traicionaste a padre para unirte al Shinsengumi con Mariko! Siempre has sido un jodido chaquetero, cambiándote de un lado a otro por pura conveniencia! Con ella te venía bien ser Tokugawa y ahora te viene mejor ser patriota, no? Me das asco!"

Tokio vio los puños de su marido tensarse para luego que uno de ellos se disparara hacia su hermano. Le agarró del oscuro abrigo y le atrajo hacia sí con fiereza "Satoshi... --siseó mientras le miraba con ojos entrecerrados-- cállate si no quieres que te entregue en Comisaría por pedacitos..."

La mujer se apretó contra la pared tras ella. Podía sentir la tensión en el ambiente y el odio que se tenían el uno al otro. Aquello no podía acabar bien... Una lucha entre hermanos... La mera idea le parecía espantosa. No podía creer que dos de la misma sangre, tan cercanos, pudieran llevarse tan mal. Mientras les contemplaba muda se preguntó qué clase de infancia habrían tenido...

"Eso significa que me quieres vivo? Para qué? --con un manotazo se liberó del agarro de su hermano. Hajime frunció el ceño mientras bajaba la mano. Satoshi llevaba algo en los guantes, algo duro...-- Acaso tus compañeros creen que eres tú quien está asesinando a los Meijis? Apostaría a que ninguno sabe que fuiste Shinsen, si no en estos momentos tu cuello estaría colgando de una horca en la plaza mayor de la ciudad... Mejor dicho, llevaría tiempo colgando " En los labios de Satoshi se dibujó una sonrisa que hizo a la mujer estremecerse

El joven Saito iba a darle un buen puñetazo en la boca como escarmiento, pero ella le agarró del brazo antes de que pudiera hacer nada "No entiendo qué problemas hay entre los dos pero Satoshi-san --respiró profundamente para mantener su determinación-- el Gobierno Meiji sólo cuelga a asesinos como usted que matan sin razón, no a soldados de la guerra civil"

De pronto Satoshi se echó a reír a carcajada limpia "Así que sólo a gente que mata sin razón? Mejor me lo pones, cuñada. Acaso Hajime nunca te ha contado por qué padre le echó de casa?"

"Eso fue un accidente" Le respondió ella frunciendo el ceño y encarándose con el otro hombre

"Accidente?--sonrió Satoshi dejando ver sus colmillos afilados-- Mientes más que hablas, hermano, no te lo han dicho nunca?"

La mujer volvió la mirada a su marido queriendo comprobar que el recién llegado mentía, pero la expresión de Hajime le preocupó ligeramente. Seguía mirando a Satoshi fríamente, las cejas frunciendo un oscuro ceño en su frente, pero sus mandíbulas estaban bien apretadas

"En cualquier caso... Tengo que acabar contigo antes de que llegue la policía. Ahora que te he encontrado no pienso dejarte escapar..."

"Por el código del Shinsengumi jamás rehuyo un combate" Le contestó lentamente, mirándole a los ojos

El otro se rió ligeramente "Mejor. Así me ahorro tener que correr tras de ti por todo Kyoto. Ahh... no sabes cuánto he soñado con hacer rodar tu cabeza con mi espada" Dio un salto atrás y se quitó el largo abrigo oscuro y la camisa marrón, tirándolos al suelo. Dos correajes cruzaban su pecho y sujetaban una espada en su espalda. Tokio admiró su cuerpo musculoso y cubierto de cicatrices que aseveraban su estancia en el ejército durante los años de transición. Su hermano debía ser bastante fuerte, quizás más que el propio Hajime. La pregunta era, sería también más diestro con la espada?

"Hm. Espero que la pierna ya no te duela, Satoshi... --sonrió ladino buscándose la merecida mirada de odio de su hermano-- Pasa el corredor y espérame en la habitación del fondo --le dijo el joven volviéndose-- Enseguida estoy contigo"

"Como prefieras --se encogió de hombros-- Supongo que no hay nada de malo en que elijas donde quieres morir..."

Los dos hombres se marcharon en direcciones opuestas, y tras unos segundos de indecisión, Tokio decidió ir tras su marido. Le encontró, tal y como esperaba, eligiendo una nihontou. La habitación donde se encontraban estaba poco decorada aún además de que faltaban gran cantidad de armas para que aquello volviera a tomar la apariencia que tenía la armería en su antigua casa. En el incendio perdieron casi todo lo que tenían, innumerables recuerdos quedaron calcinados, y también la fantástica colección de nihontous que era la envidia del antiguo Juppongattana. Cierto que alguna se había salvado con desperfectos leves, pero el resto habían quedado demasiado dañadas como para intentar siquiera arreglarlas....

El policía estaba sopesando dos armas bastante parecidas cuando ella puso una mano sobre la empuñadura de la que sostenía en la derecha. Hajime desvió sus ojos ámbar unos segundos para mirarla, y luego dejó la nihontou descartada en su correspondiente lugar, junto a la que había dejado hacía no más de unos minutos, la que normalmente utilizaba para patrullar

"Estás preparado para luchar con él? Podrás hacerlo?" Le preguntó suavemente mientras le veía comprobar que la hoja estuviera en perfectas condiciones

Hajime apretó la mano en la empuñadura de la espada, mirándola fijamente durante unos segundos mientras intentaba serenarse, consciente de que, como siempre, la presencia de su hermano mayor le perturbaba "No es la primera vez que lo hago..." Le contestó introduciendo la katana en su funda, que se encajó con un sonoro clac. Agitó ligeramente su pelo después, teniendo cuidado de no despeinarla demasiado, y ambos salieron de la habitación

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Satoshi estaba parado a un lado de la habitación, observando su reflejo en la hoja de su kodachi mientras esperaba. Vio sus ojos ámbar brillando en la espada, y se preguntó de quién los habría sacado su padre. Toda su familia los tenía de ese color, todos menos su madre, claro. Era increíble.... Mariko era quien más se parecía a ella, pero aún así sus rasgos la emparentaban claramente con ellos.

Por unos momentos estuvo pensando en el pasado, en todas las cosas que habían vivido siendo niños y adolescentes, en Yukio y en su muerte... Satoshi nunca se había llevado bien con su hermano; él era el mediano, y entre los otros dos había casi como un vínculo especial que siempre le excluía. Pocas veces jugó con ellos, buscando compañía en los otros chicos del pueblo la mayoría del tiempo, con los que intentaba siempre hacerle la vida imposible a su hermano pequeño, quien le había robado a su hermana mayor...

El día que ella se fue de casa, cuando ellos eran jóvenes adolescentes, Satoshi supo que su hermano no tenía a nadie en quien apoyarse, ya que él tenía a todos los muchachos y muchachas de su parte. Recordaba perfectamente un día que le invitaron a tomar sake con la clara intención de emborracharle, y recordaba también que....

La corredera se abrió casi sin emitir sonido alguno, pero terminó bruscamente con sus pensamientos. Con un rápido movimiento enfundó su espada y, con los puños apretados bajo sus guantes oscuros esperó a que su hermano, quien vestía los pantalones del uniforme y una camiseta negra, se colocara frente a él en la otra punta de la habitación.

Hajime llevaba la nihontou desenfundada cuando se paró frente a Satoshi. La funda la tenía la mujer apretada contra sí mientras contemplaba todo desde el marco de la puerta.

Mientras estudiaba a su hermano, con movimientos lentos y suaves el mayor se llevó una mano a la espalda y sacó de nuevo la kodachi de su funda para luego ponerse en posición de combate

A su vez, Hajime se colocó en la posición reglamentaria del Gatotsu, apuntando la hoja de la espada directamente al corazón de su hermano. Quería acabar con ello cuanto antes, acabar para siempre con su vida... Frunció el ceño. Esperaba no tener que darle demasiadas explicaciones a Tokio después de aquello.... No tenía demasiadas ganas de recordar ciertos asuntos

"Márchate Tokio" Le dijo sin violencia el policía sin quitar los ojos de su adversario

Ella, que estaba sorprendida de ver al hombre utilizando ese tipo de espada, iba a replicar, pero se dio cuenta de que no sólo lo hacía por su propia seguridad, sino porque quizás podría llegar a desconcentrarles.... Tokio sopló ligeramente y cerró la corredera que les separaría...

**********

Los minutos que siguieron fueron de total tensión. Aunque le hubiera gustado, la mujer no se quedó junto a la puerta escuchando. Sabía que cualquiera de los dos podría saber que estaba allí, así que se había marchado al salón y allí se había quedado sentada, sin moverse, sin saber que hacer, con la funda de la katana en el suelo junto a ella.

Escuchó sendos gritos de batalla, y la casa pareció estremecerse cuando entrechocaron los aceros por primera vez. Hasta el lugar no llegaban demasiados sonidos del combate, excepto cuando uno cargaba contra el otro...

Después de un rato comenzó a escuchar golpes. Golpes fuertes, muy fuertes. El suelo incluso parecía moverse bajo los impactos. Asustada, Tokio se levantó y miró en dirección donde los hombres luchaban. Se volvieron a repetir los golpes, y se encogió sobre sí misma cuando un rugido de dolor llegó hasta el salón donde estaba

Se tapó la boca con ambas manos y cerró los ojos intentando borrar el sonido de su mente. Pronto una carcajada siniestra lo reemplazó... era la voz de Satoshi....

Hajime..... Pensó angustiada, sin saber qué hacer. Estaba claro que ella no podía ayudarle a combatir por mucho que quisiera, sólo sería un estorbo... Pero no podía quedarse de brazos cruzados en el salón de la casa...

Hasta ella llegó el murmullo de sus voces, demasiado bajas para que pudiera entender lo que decían. Tokio apretó los labios hasta reducirlos a una delgada línea y, remangándose los bajos del kimono azul marino salió corriendo hacia allí

Rápidamente abrió la corredera, y sus ojos verdes analizaron la habitación rápidamente. Satoshi estaba en el fondo, con una siniestra sonrisa en el rostro. Tenía varios cortes en todo el cuerpo, empuñaba la kodachi con la derecha. Giró la cabeza, y vio a Hajime, desarmado y sujetándose el hombro derecho con fuerza.

"Hajime...!" Exclamó corriendo hacia él lo más rápido que el kimono se lo permitía

"Pero mira a quién tenemos aquí...." Dijo el mayor al darse cuenta de su presencia. Se rió entre dientes, dejando ver en su sonrisa maléfica sus colmillos lupinos.

"Márchate de aquí, Tokio, vamos!" Le dijo el policía entre dientes mientras apretaba la mano izquierda contra el otro hombro. Tenía la impresión de que no estaba roto, pero eso no significaba que le doliera menos

La mujer no le hizo ningún caso y se colocó junto a él jadeando, no del esfuerzo, sino de la ansiedad y el miedo que la atenazaban. No sabía por qué, pero aquél le parecía el combate más desigual en el que su marido hubiera luchado nunca...

Satoshi comenzó a reír a carcajadas. Cuando se hubo calmado dio un sablazo al aire y les miró divertido con esos ojos ámbar que ambos habían heredado "Qué tierno... Realmente tiene que quererte mucho tu mujercita, eh?"

"Fuera" Gruñó Hajime casi sin violencia volviéndose a mirarla. Vio en sus ojos verdes un miedo tan terrible por él que le dieron ganas de decirle que estaría bien aunque no fuera más que una falacia

"He decidido que voy a matarte a ti también, cuñada..." Se burló, con lo que consiguió una mirada llena de odio salvaje por parte de su hermano pequeño

"Nunca te han dicho que tienes la boca perfecta para partírtela?"

"No me das miedo, Hajime.... Qué me vas a hacer, eh? Siempre fui mejor que tú... Después de todo sólo eres capaz de matar muchachas indefensas...--su cara se volvió mortalmente seria, y el policía pareció acusar sus palabras-- Tuviste suerte de que tu tropa y la mía nunca se cruzaran, hermano, porque si no hace tiempo que estarías muerto... "

"Me hubiera encantado ver tu cara cuando el Shinsengumi arrasó nuestra casa..." Sonrió el otro con mala leche

"Y a mí me encantaría ver la cara de tu mujer al enterarse de la clase de hombre que eres" Se la devolvió implacable

"Él no---!!!" Comenzó Tokio a decir pero el policía la cortó

"Tokio, he dicho que te vayas!!" La gritó dándole un empujón con su mano sana. La mujer casi cayó al suelo, asustada por su enfado. Hajime no era un hombre demasiado dado a ese tipo de reacciones, no solía gritar ni demostrar su malestar.... Las palabras de Satoshi le estaban perturbando, y posiblemente por eso estaba en desventaja....

Si se quedaba allí lo único que haría sería distaerle más, y según estaban las cosas era lo único que le faltaba... "Está bien..."

El hombre tómo su katana del suelo y se colocó en la posición inicial del Gatotsu a pesar de no poder usar el brazo derecho. Satoshi por su parte enfundó la kodachi a su espalda y entrechocó sus puños, con lo que consiguió un ruido metálico proviniente del hierro que llevaban dentro

"Voy a enseñarte lo que un maestro de kempo puede hacer...!!"

Cuando escuchó estas palabras, Tokio se remangó el bajo del kimono y salió corriendo de la habitación, y más tarde, de la casa

No podrá vencer.... Luchará hasta el final pero no podrá vencerle.... Tengo que ir a la policía.... Se decía mientras corría por las calles de Kyoto lo más rápido que podía. Después de llevar unos minutos corriendo, al doblar una calle se encontró de frente con varios policías a caballo. Habían recibido el aviso de varios ciudadanos de que un hombre moreno y alto había asesinado a dos policías en una de las calles del centro, y no tuvieron que pensar mucho para imaginarse quién habría sido, de modo que fueron a buscar al ayudante del inspector allá donde el comisario Buntaro les había indicado. Fue fácil divisar su pelo rúbio entre la gente, y una vez encontrado se subió a uno de los caballos y emprendieron la marcha

Cho detuvo su caballo moteado a escasos centímetros de la mujer jadeante, quien le contó todo lo que estaba sucediendo en pocas y entrecortadas palabras.

Sin terminar de creérselo, la subió a su montura y fueron al trote hasta allí...

******

Cuando, a los cinco minutos escasos, la policía llegó al lugar, todo estaba terriblemente silencioso. El ayudante del inspector desplegó a los policías alrededor de la casa para que vigilaran cualquier movimiento extraño y detuvieran a cualquier sospechoso mientras él y la mujer estaban dentro

El policía, que conocía la casa, decidió ir primero como medida de precaución. Los dos corrieron por las separaciones silenciosas hasta que al fin llegaron al lugar donde los dos hermanos habían estado peleando. El rubio abrió rápidamente la corredera, para descubrir a un hombre alto y moreno con un fiero corte en la cara que empuñaba una kodachi con total intención de acabar con su hermano. Sus ojos ámbar les observaron durante unos segundos, y de pronto dio un salto hacia atrás, acercándose a la ventana "Volveré...." Dijo con voz ronca mientras saltaba al extrerior rompiéndola en el proceso

Pronto escucharon gritos de alto de los policías que cuidaban el jardín, y también sus gritos cuando fueron cayendo sin vida al suelo de hierba. A los pocos segundos ya no se oía nada...

Por unos momentos fueron recorriendo la habitación silenciosa con la mirada. Las paredes tenían fieras marcas de la lucha grabadas, sobre todo de los puños del mayor, y en una de ellas, en la que estaba la ventana abierta, estaba clavada la nihontou de Hajime, sin demasiadas pruebas de haber hecho correr sangre. En el suelo, bastante cerca y junto a una esquina --que estaba deteriorada debido a un fuerte impacto-- estaba él, inmóvil.

Los dos se quedaron en la puerta mirando anonadados. No querían ni pensar lo bueno que debía de ser Satoshi para haber derrotado a Saito en combate....

Tras unos segundos de estupor, Tokio corrió hasta su marido y se arrodilló junto a él. Con mano temblorosa comprobó su pulso.... Era un poco irregular, pero aún estaba vivo. Pasó una mano por su frente, revolviendo sus cabellos oscuros

"Cho-san, traiga a un médico, rápido!!"

El policía salió como del encantamiento con su exclamación, y tras asentir levemente dejó corriendo la habitación

La mujer corrió sus dedos por su rostro, dibujando sus facciones con las yemas. Tenía las mandíbulas apretadas y la sangre que había en sus labios resbalaba por su mentón. Los puños de hierro de Satoshi habían dejado también huellas visibles de su paso, no sólo en su hombro, sino en todo su cuerpo. Le contempló apenas sin respiración; no sabía muy bien qué le sucedía. A pesar de que tenía algunos cortes de espada, no podían ser la causa de su malestar.

Bajo su mano, el hombre gimió ligeramente y entreabrió los ojos unos momentos, los suficientes como para reconocer a la persona junto a él. Comenzó a incorporarse, pero ella puso una fina mano en su pecho. Saito tragó aire y abrió los ojos en un gesto de dolor involuntario para luego dejarse caer de nuevo sobre el tatami

Tokio abrió la boca y retiró rápidamente su mano "Lo... lo siento, cariño... --entre jadeos le oyó murmurar cientos de maldiciones, y ella recorrió su pelo suavemente-- Shhh.... no hables... Pronto vendrá la Esco--, Cho-san con el médico..."


Capítulo III