Toc, Toc
El ruido cesó y se escuchó un golpe seco, probablemente causado por la impresión de que un extraño se presentara en una casa a esas horas, desde luego no es que él lo fuera a tomar con mucha cortesía, ahora que lo pensaba...
De repente, se abrió la puerta dando fin a sus pensamientos. Indudablemente, se trataba de la Señora Figg, y en cuanto divisó a Harry éste pudo notar que a ella se le iluminó la cara y sonrió con alivio.
-¡Hola Harry! ¿Qué te trae por aquí?- preguntó con su tono de voz afable.
-Ehh...pues yo...estem...- ¿cuál podría ser una excusa perfecta para presentarse en casa de alguien un sábado por la noche?
-Pasa, hijo, pasa que te vas a congelar ahí afuera.
Él obedeció a lo que le dijo, ahora si que la habría hecho buena, se imaginó a la Señora Figg hablándole a él como a un loco en cuanto le explicase que el simple hecho de su "visita" era que había visto luces parpadeando...
Entró en el amplio y acogedor salón (no dejaba de tener el mismo olor insufrible a gatos, aunque un poco más moderado desde que había perdido su afición por ellos...), y cual fue su sorpresa al ver que junto a la chimenea estaba...
Pero, no, no podía ser, se pellizcó fuertemente el brazo derecho para asegurarse de que no estaba soñando, ¿era su imaginación, su sueño, o qué mas da lo que fuera, pero de verdad veía a un gran perro negro junto a la chimenea?
-¿Sirius?- susurró, incrédulo.
El perro no contestó, Harry se desilusionó mucho y se sintió estúpido por lo que acababa de hacer...De repente, pareció que el perro, quien quiera que fuese, volvió en si y empezó a mover la cola amigablemente.
Se escucharon los pasos de los tacones, que se acercaban, sin duda alguna, hacia el Salón. Entonces, Harry se dio la vuelta bruscamente para darle el encuentro a la Señora Figg. No quería alertarla más de lo que pudiese estar ya...¿Pero qué hacía, supuestamente Sirius ahí?
Dibujó una sonrisa algo nerviosa a la Señora Figg, la cual se había presentado en su salón con un plato de sus habituales galletas.
-Te veo raro, querido, siéntate, vamos...
A Harry le sorprendió bastante que lo tratará así, sobretodo, después de su intrusión a medianoche...Pero, ¿qué hacía la Señora Figg, totalmente vestida, y por decirlo así, "activa" a esas horas?
Se acomodó en uno de sillones de color rojo oscuro, entonces volvió a la realidad, las dudas le saltaban a la cabeza, y aquella escena empezaba a ser algo tensa...Así que él mismo decidió romper el silencio, anunciando:
-Eh..bueno, yo sólo...estem, creo que será mejor que me vaya cuanto antes...No debí de haber venido aquí...y menos a estas horas, debía de estar sonámbulo, lo siento...Eh...Buenas noches.
Pero dos manos por detrás le dificultaron que se incorporasen, y una voz ronca le dijo:
-¿Tan pronto te vas?
Miró hacia arriba, ¡Sirius!
-¡Y sin saludar a tu padrino!- continuó él, divertido.
-Pero...¡S-Sirius!- exclamó deshaciéndose de las manos de éste e incorporándose totalmente mirando a ambos extremos. Tanto Sirius como la Señora Figg parecían totalmente tranquilos...y felices, por decirlo de alguna manera.
-¿Qué?- preguntó el sencillamente, pasándose una mano por el pelo en tono infantil.
-¿¡Qué!? ¿...No...no ves? Ella...bueno...tú- empezó a señalarlos a ambos, sin que ninguna palabra pudiese salir de su boca para explicarlo.
-Tranquilízate, Harry- dijo la Señora Figg en tono reconfortante.
-Pero, ¿usted sabe...? Bueno...
-Arabella, creo que será mejor que se lo expliques...-sugirió Sirius, sentándose y cogiendo una de las galletas.
-¿Explicarme qué?- preguntó Harry.
-Bueno, bueno, Harry, primero tranquilízate, por favor, siéntate- ambos se sentaron- en primer lugar, te aclaro que no ha pasado nada por la transformación de Sirius, de hecho, ya lo sabía de sobra...-dijo, con una sonrisa a Sirius.
-¿Usted es una bruja?- preguntó Harry, algo más tranquilo.
-Sí- respondió en tono confidencial.
Así que eso era...Harry empezó a unir cables, ¿se encontraría ahí Sirius para protegerle, o alguna razón u ordenes provenientes de Dumbledore? Arabella...¿De qué le resultaba tan familiar ese nombre?
-Se que te va a resultar muy raro, Harry, pero yo estudié con tus padres y sus amigos en Hogwarts, fui una de sus profesoras...- hizo una pequeña pausa, y Harry levantó las cejas, mirándola incrédulo- Pero esa es otra historia, tu padrino y yo nos encontramos aquí para tratar sobre unos asuntos...Lo que te dijeron tus tíos era en parte verdad, tuve que ir a Londres a recoger a Sirius, tratando de que él fuese un perro mío que había recogido en una perrera- Sirius la miró sonriendo - Dumbledore nos dijo que este sería un buen lugar de reunión y justo ahora la habíamos terminado...Supongo que te habrán atraídos las luces de las varitas, pero no esperábamos que estuvieses despierto a estas horas- dijo mirándole enarcando las cejas.
-¿Reunión?- desde luego, pensó Harry, después de haber visto toda su vida, le resultaba muy extraño tratar de asimilar todo aquello. Se dio cuenta que ya no tenía la misma expresión de indefensa, de..."muggle". Ahora, la Señora Figg, se la veía muy seria, no había temblores en su voz, ahora se la veía como lo que era: una bruja.
-La Orden...-comenzó Sirius.
-Del Fénix...-terminó Arabella, luego ella misma continuó ante la mirada desconcertante de Harry- verás Harry esto que te voy a contar es cuidadosamente complicado, al igual que puede resultar peligroso...
-Años antes de que tú nacieras, Harry, como deberás saber, eran tiempos muy oscuros. Voldemort, (Harry se sorprendió al ver que lo llamaba por su nombre), se hallaba en la cima de su poder, todo era muy confuso, había mucho terror, incesantes guerras, y cada vez menos personas eran fiables.
Por aquella época, tus padres y sus inseparables amigos - suspiró, Harry supuso que sería en parte por la emoción, aunque prefirió no pensar en ello y seguir escuchando - yo estaba a punto de acabar de dar clases en Hogwarts, el Ministerio me había ofrecido un puesto como Aurora, y tras la opinión de Dumbledore, él pensó que lo mejor sería que me fuese a ayudar al Ministerio a raptar a muchos mortífagos e ir averiguando pistas...
Fue entonces, un lúgubre día en el que caía una pareja de magos Aurores del Ministerio, en una lucha inútil entre miles y miles de mortífagos concentrados, Susan y John Bones, cuando Dumbledore decidió reunirnos a un grupo de magos en su despacho: Yo, Sirius, Mundungus Fletcher, Severus Snape, Remus Lupin...y James y Lily Potter.
Nos habló de hacer un gran grupo, siempre unido, inseparable, que fuese capaz de aguantar y luchar...Aguantar y luchar...- repitió y en ese momento se ahogó su voz entre un leve sollozo.
Harry miró hacia el suelo pensativo, así que la "Orden del Fénix" era un grupo de los magos más poderosos, liderada por Dumbledore, y uno de sus integrantes fueron sus padres...Ahora comprendía todo, empezaba a unir piezas, el término "reunión" debió de haberse celebrado ahí mismo, aquella noche. Claro, aquel lugar era el más seguro, no pensaba que por allí hubiera algún mago más a la redonda a parte de ellos...Y ahora que Voldemort había recuperado su cuerpo ayudado por su sirviente Pettigrew, había sido la hora de entrar y recuperar de nuevo a "el antiguo grupo".
Sirius comenzó de nuevo a hablar rompiendo el silencio, aunque esta vez, su voz sonaba totalmente seria y firme:
-Harry, ahora debemos marchar, te pido que por favor no nos busques más por aquí, ya sabes, podrías llamar demasiado la atención. Recuerda que siempre podemos estar en contacto vía-lechuza y si ocurriese algo, escríbeme cuanto antes a la menor señal, ¿de acuerdo?
-Sí...-Harry no sabía mucho más que decir, parecía que por fin, las dudas se habían disipado, se sentía...vacío.
-Por cierto Harry, querido - dijo Arabella recuperando la compostura - muchas felicidades por tu cumpleaños.
Era verdad, justo en aquel momento sonó un reloj de cuco proveniente de alguna parte del salón.
-¡Felicidades! - recalcó Sirius abrazándolo.
-Gra..gracias- dijo Harry algo azorado.
-No pensarías que nos íbamos a olvidar de ti, ¿verdad?- continuó Sirius en tono amigable.
Harry le devolvió la sonrisa.
-Sirius...tenemos que irnos - cogió una maceta de donde contenía, lo que parecían ser unos polvos flú.
-Ya va, ¡tan estricta como siempre, Arabella! - se quejó Sirius - Toma Harry - le entregó un sobre bastante amarillento - esto es para ti, pero ábrelo cuando estés solo.
Se dieron un último abrazo y con ello, Harry se encaminó de nuevo hacia casa de los Dursley más extrañado que nunca.
Cuando se hubo cerciorado de que había cerrado bien la puerta de la casa, subió de nuevo a su dormitorio, exhausto, y cuando se hubo puesto el pijama y metido en la cama decidió abrir el sobre de Sirius.
Era una foto en blanco y negro (siempre con movimiento, claro está en el mundo de los magos) , y por lo que se veía era una foto de graduación...del curso de sus padres. Pudo distinguirlos en el medio, James, su padre, entre Sirius y Lily, su madre, con un gran pelo bastante rojo (a pesar de que la foto era en blanco y negro).
Se quedó mirando la foto unos dos minutos, hasta que no pudo resistir que dos lágrimas resbalaran por su rostro...
Cayó dormido en la cama, con la foto de sus padres en la mesilla de noche y con las gafas puestas; todos los acontecimientos de aquel día parecían que habían sido dispuestos a resolverles algunas dudas, pero a su vez a aumentarlas...
El ruido cesó y se escuchó un golpe seco, probablemente causado por la impresión de que un extraño se presentara en una casa a esas horas, desde luego no es que él lo fuera a tomar con mucha cortesía, ahora que lo pensaba...
De repente, se abrió la puerta dando fin a sus pensamientos. Indudablemente, se trataba de la Señora Figg, y en cuanto divisó a Harry éste pudo notar que a ella se le iluminó la cara y sonrió con alivio.
-¡Hola Harry! ¿Qué te trae por aquí?- preguntó con su tono de voz afable.
-Ehh...pues yo...estem...- ¿cuál podría ser una excusa perfecta para presentarse en casa de alguien un sábado por la noche?
-Pasa, hijo, pasa que te vas a congelar ahí afuera.
Él obedeció a lo que le dijo, ahora si que la habría hecho buena, se imaginó a la Señora Figg hablándole a él como a un loco en cuanto le explicase que el simple hecho de su "visita" era que había visto luces parpadeando...
Entró en el amplio y acogedor salón (no dejaba de tener el mismo olor insufrible a gatos, aunque un poco más moderado desde que había perdido su afición por ellos...), y cual fue su sorpresa al ver que junto a la chimenea estaba...
Pero, no, no podía ser, se pellizcó fuertemente el brazo derecho para asegurarse de que no estaba soñando, ¿era su imaginación, su sueño, o qué mas da lo que fuera, pero de verdad veía a un gran perro negro junto a la chimenea?
-¿Sirius?- susurró, incrédulo.
El perro no contestó, Harry se desilusionó mucho y se sintió estúpido por lo que acababa de hacer...De repente, pareció que el perro, quien quiera que fuese, volvió en si y empezó a mover la cola amigablemente.
Se escucharon los pasos de los tacones, que se acercaban, sin duda alguna, hacia el Salón. Entonces, Harry se dio la vuelta bruscamente para darle el encuentro a la Señora Figg. No quería alertarla más de lo que pudiese estar ya...¿Pero qué hacía, supuestamente Sirius ahí?
Dibujó una sonrisa algo nerviosa a la Señora Figg, la cual se había presentado en su salón con un plato de sus habituales galletas.
-Te veo raro, querido, siéntate, vamos...
A Harry le sorprendió bastante que lo tratará así, sobretodo, después de su intrusión a medianoche...Pero, ¿qué hacía la Señora Figg, totalmente vestida, y por decirlo así, "activa" a esas horas?
Se acomodó en uno de sillones de color rojo oscuro, entonces volvió a la realidad, las dudas le saltaban a la cabeza, y aquella escena empezaba a ser algo tensa...Así que él mismo decidió romper el silencio, anunciando:
-Eh..bueno, yo sólo...estem, creo que será mejor que me vaya cuanto antes...No debí de haber venido aquí...y menos a estas horas, debía de estar sonámbulo, lo siento...Eh...Buenas noches.
Pero dos manos por detrás le dificultaron que se incorporasen, y una voz ronca le dijo:
-¿Tan pronto te vas?
Miró hacia arriba, ¡Sirius!
-¡Y sin saludar a tu padrino!- continuó él, divertido.
-Pero...¡S-Sirius!- exclamó deshaciéndose de las manos de éste e incorporándose totalmente mirando a ambos extremos. Tanto Sirius como la Señora Figg parecían totalmente tranquilos...y felices, por decirlo de alguna manera.
-¿Qué?- preguntó el sencillamente, pasándose una mano por el pelo en tono infantil.
-¿¡Qué!? ¿...No...no ves? Ella...bueno...tú- empezó a señalarlos a ambos, sin que ninguna palabra pudiese salir de su boca para explicarlo.
-Tranquilízate, Harry- dijo la Señora Figg en tono reconfortante.
-Pero, ¿usted sabe...? Bueno...
-Arabella, creo que será mejor que se lo expliques...-sugirió Sirius, sentándose y cogiendo una de las galletas.
-¿Explicarme qué?- preguntó Harry.
-Bueno, bueno, Harry, primero tranquilízate, por favor, siéntate- ambos se sentaron- en primer lugar, te aclaro que no ha pasado nada por la transformación de Sirius, de hecho, ya lo sabía de sobra...-dijo, con una sonrisa a Sirius.
-¿Usted es una bruja?- preguntó Harry, algo más tranquilo.
-Sí- respondió en tono confidencial.
Así que eso era...Harry empezó a unir cables, ¿se encontraría ahí Sirius para protegerle, o alguna razón u ordenes provenientes de Dumbledore? Arabella...¿De qué le resultaba tan familiar ese nombre?
-Se que te va a resultar muy raro, Harry, pero yo estudié con tus padres y sus amigos en Hogwarts, fui una de sus profesoras...- hizo una pequeña pausa, y Harry levantó las cejas, mirándola incrédulo- Pero esa es otra historia, tu padrino y yo nos encontramos aquí para tratar sobre unos asuntos...Lo que te dijeron tus tíos era en parte verdad, tuve que ir a Londres a recoger a Sirius, tratando de que él fuese un perro mío que había recogido en una perrera- Sirius la miró sonriendo - Dumbledore nos dijo que este sería un buen lugar de reunión y justo ahora la habíamos terminado...Supongo que te habrán atraídos las luces de las varitas, pero no esperábamos que estuvieses despierto a estas horas- dijo mirándole enarcando las cejas.
-¿Reunión?- desde luego, pensó Harry, después de haber visto toda su vida, le resultaba muy extraño tratar de asimilar todo aquello. Se dio cuenta que ya no tenía la misma expresión de indefensa, de..."muggle". Ahora, la Señora Figg, se la veía muy seria, no había temblores en su voz, ahora se la veía como lo que era: una bruja.
-La Orden...-comenzó Sirius.
-Del Fénix...-terminó Arabella, luego ella misma continuó ante la mirada desconcertante de Harry- verás Harry esto que te voy a contar es cuidadosamente complicado, al igual que puede resultar peligroso...
-Años antes de que tú nacieras, Harry, como deberás saber, eran tiempos muy oscuros. Voldemort, (Harry se sorprendió al ver que lo llamaba por su nombre), se hallaba en la cima de su poder, todo era muy confuso, había mucho terror, incesantes guerras, y cada vez menos personas eran fiables.
Por aquella época, tus padres y sus inseparables amigos - suspiró, Harry supuso que sería en parte por la emoción, aunque prefirió no pensar en ello y seguir escuchando - yo estaba a punto de acabar de dar clases en Hogwarts, el Ministerio me había ofrecido un puesto como Aurora, y tras la opinión de Dumbledore, él pensó que lo mejor sería que me fuese a ayudar al Ministerio a raptar a muchos mortífagos e ir averiguando pistas...
Fue entonces, un lúgubre día en el que caía una pareja de magos Aurores del Ministerio, en una lucha inútil entre miles y miles de mortífagos concentrados, Susan y John Bones, cuando Dumbledore decidió reunirnos a un grupo de magos en su despacho: Yo, Sirius, Mundungus Fletcher, Severus Snape, Remus Lupin...y James y Lily Potter.
Nos habló de hacer un gran grupo, siempre unido, inseparable, que fuese capaz de aguantar y luchar...Aguantar y luchar...- repitió y en ese momento se ahogó su voz entre un leve sollozo.
Harry miró hacia el suelo pensativo, así que la "Orden del Fénix" era un grupo de los magos más poderosos, liderada por Dumbledore, y uno de sus integrantes fueron sus padres...Ahora comprendía todo, empezaba a unir piezas, el término "reunión" debió de haberse celebrado ahí mismo, aquella noche. Claro, aquel lugar era el más seguro, no pensaba que por allí hubiera algún mago más a la redonda a parte de ellos...Y ahora que Voldemort había recuperado su cuerpo ayudado por su sirviente Pettigrew, había sido la hora de entrar y recuperar de nuevo a "el antiguo grupo".
Sirius comenzó de nuevo a hablar rompiendo el silencio, aunque esta vez, su voz sonaba totalmente seria y firme:
-Harry, ahora debemos marchar, te pido que por favor no nos busques más por aquí, ya sabes, podrías llamar demasiado la atención. Recuerda que siempre podemos estar en contacto vía-lechuza y si ocurriese algo, escríbeme cuanto antes a la menor señal, ¿de acuerdo?
-Sí...-Harry no sabía mucho más que decir, parecía que por fin, las dudas se habían disipado, se sentía...vacío.
-Por cierto Harry, querido - dijo Arabella recuperando la compostura - muchas felicidades por tu cumpleaños.
Era verdad, justo en aquel momento sonó un reloj de cuco proveniente de alguna parte del salón.
-¡Felicidades! - recalcó Sirius abrazándolo.
-Gra..gracias- dijo Harry algo azorado.
-No pensarías que nos íbamos a olvidar de ti, ¿verdad?- continuó Sirius en tono amigable.
Harry le devolvió la sonrisa.
-Sirius...tenemos que irnos - cogió una maceta de donde contenía, lo que parecían ser unos polvos flú.
-Ya va, ¡tan estricta como siempre, Arabella! - se quejó Sirius - Toma Harry - le entregó un sobre bastante amarillento - esto es para ti, pero ábrelo cuando estés solo.
Se dieron un último abrazo y con ello, Harry se encaminó de nuevo hacia casa de los Dursley más extrañado que nunca.
Cuando se hubo cerciorado de que había cerrado bien la puerta de la casa, subió de nuevo a su dormitorio, exhausto, y cuando se hubo puesto el pijama y metido en la cama decidió abrir el sobre de Sirius.
Era una foto en blanco y negro (siempre con movimiento, claro está en el mundo de los magos) , y por lo que se veía era una foto de graduación...del curso de sus padres. Pudo distinguirlos en el medio, James, su padre, entre Sirius y Lily, su madre, con un gran pelo bastante rojo (a pesar de que la foto era en blanco y negro).
Se quedó mirando la foto unos dos minutos, hasta que no pudo resistir que dos lágrimas resbalaran por su rostro...
Cayó dormido en la cama, con la foto de sus padres en la mesilla de noche y con las gafas puestas; todos los acontecimientos de aquel día parecían que habían sido dispuestos a resolverles algunas dudas, pero a su vez a aumentarlas...
