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El deseo de un ángel

Por Lau

capítulo 2

Un guardián triste

La vida transcurría como de costumbre, pero Clow habí­a notado que uno de sus guardianes estaba actuando diferente. Yue habí­a estado más callado que de costumbre. Ni la jugarretas de Kerberos, ni los juegos de las pequeñas sobrinas de Clow lo habían sacado de su abatimiento, es más, pareciera que al verlas Yue se entristecía aun más.

- Clow, ¿sabes que le pasa a Yue?- había preguntado Kerberos un día en el que el guardián de la Luna le habí­a dado la espalda y se había ido sin ponerle atención.

- No lo sé, creo que tendría que ir a hablar con él- dijo Clow. Caminó hacia el sitio más alejado del jardín, donde sabí­a que le gustaba refugiarse al espíritu de largo cabello blanco y tristes ojos violetas.

Y ahí­ estaba, mirando silenciosamente a la pequeña villa, de donde provenían sonidos de fiesta y alegría. Era uno de los tantos días de fiesta que a los habitantes de Tomoeda les gustaba disfrutar.

Yue parecí­a meditar profundamente, tanto que no había reparado en la fuerte brisa otoñal, que mecía su larga cabellera y sus majestuosas alas, de las cuales ya habían volado dos blanquísimas plumas. El hechicero se habí­a acercado, y al hacerlo había sentido un aura de tristeza que llenaba el ambiente.

- ¿Qué pasa, Yue?- preguntó suavemente. Al oi­r la pregunta el pálido guardián habí­a volteado sobresaltadamente, más al ver que era su Dueño sus ojos mostraron cierta alegrí­a. Pero casi inmediatamente su rostro volvió a su impenetrabilidad acostumbrada mientras musitaba, -no es nada.

- Vamos. Sé que tienes algo. ¿No eres feliz viviendo aquí? - cuestionó Clow.

- ¡Claro que soy feliz!, y no podría serlo viviendo en cualquier otro lado. Es sólo que... - la frase murió en sus labios mientras volvía a contemplar la pequeña aldea, de donde en ese momento se oían cantos alegres y risas gozosas.

- ...Quisieras ser como ellos, ¿no es cierto?- completó Clow. Una vez más Yue se sobresaltó al oi­r la observación de su creador, pues parecía que había leído sus pensamientos; y al darse cuenta de esto un ligero rubor cubrió sus mejillas. Sin embargo, se repuso casi inmediatamente y con voz triste contestó:

- Sí­, es cierto. He sido creado para un propósito que todaví­a no conozco y que espero cumplir. Pero he vivido entre humanos desde mi creación y los he observado. He visto la complejidad de sus emociones: desde la más simple alegría hasta la más grande felicidad, su tristeza, su enojo, la amistad y sobre todo... el amor.

Todo esto he visto y me ha fascinado esa libertad de ser tan maravillosa. Y al ver todo esto he deseado... sentir esas emociones y que otros las sientan por mí -. Yue dijo esto último de manera casi imperceptible, mirando con ojos anhelantes a Clow.

- Pero todas esas emociones ya las sientes, ¿acaso no te habías dado cuenta? - observó Clow, mirando cuidadosamente al pálido guardián.

- Quizá. Pero deseo aprender más de ellas, aprender a mostrarlas como Kerberos, como tú, como todos. Pero lo que más deseo es poder mostrarme, ser un humano como todos los demás, pues en esta forma no puedo esperar mas que rechazo del mundo.

- ¿Es eso lo que más deseas?

- Sí­.

Clow suspiró. En parte él esperaba esa reacción de Yue, pero no tan pronto, no ahora. Sin embargo, él quería hacerlo feliz, y este asunto podría ser un entrenamiento perfecto para Yue, pensó, ya que él tendrí­a tan importante papel en su plan (la expresión del mago fue seria por un momento al pensar en su Plan). Al parecer no había ningún inconveniente, y Li Clow habí­a tomado una decisión.

- Bien. Si tanto lo deseas, puedes tomar la forma de una persona. No puedo transformarte totalmente en un humano, pero al menos podrís convivir con más gente - dijo después de un rato.

- ¿E-Es cierto? - preguntó maravillado Yue. No podí­a creer lo que escuchaba y querí­a estar seguro de que habí­a entendido bien.

- Así­ es. Vayamos al centro del jardí­n, para que pueda ayudarte a transformarte -. Clow miraba satisfecho la expresión asombrada del espí­ritu.

Mientras tanto habí­a obscurecido y las estrellas comenzaban a brillar bajo la luz intensa de la Luna llena.


Aquí­ esta el segundo capí­tulo. Acepto con gusto sus reseñas. Gracias!!