Un mensajito... me agarró una locura y estoy escribiendo haciéndome la poética, describiendo muchos sentimientos para los personajes. Tal vez me salga bien, o tal vez no. Si no les gusta, un review, y si les gusta, otro, jeje.

Capítulo 1: El aviso inesperado.

Harry Potter se levantó sobresaltado. Tenía las sábanas todas mojadas y revueltas. Su pijama estaba totalmente empapado. Una vez que dejó de respirar agitadamente se levantó, y agarró las sábanas en un acto de furia. Una vez por día, debía cambiar la ropa de cama, y eso le molestaba mucho.

Todo era culpa de ese sueño... ese raro sueño. Un adelanto de su vida, un sentimiento oculto... o tal vez algún mensaje que tenía en lo profundo de su mente. Había empezado cuando mató definitivamente a Voldermort, en séptimo año de Hogwarts. Al principio se levantaba sabiendo que había tenido una pesadilla, aunque no lograba retenerla en su mente. Luego, se volvió una especie de mensaje indescifrable. Su mente... inundada por un torrente de sentimientos, aunque tratando de descifrar el mensaje que en su sueño no podía ver.

Dejó las sábanas tiradas en un extremo de su habitación, para más tarde dejarlas en la pileta de su cocina. Después de darse una reconfortante ducha, se puso unos shorts y una de sus túnicas, esta vez de color verde oscuro.

Agarró sus sábanas y las dejó en la cocina, que estaba junto al comedor. Observó su ordenado, pero sucio pequeño apartamento de dos ambientes en Londres y se dijo que debería limpiarlo. Era sencillo, pero útil. Tenía una pequeña cocina, con una isla (no sé como se llamará en el país de cada uno, pero acá, en Argentina, llamamos a esto una especie de ventana –obviamente sin vidrio- muy grande que está sobre una mesada de la cocina y da al comedor o al living.) que daba hacia una mesa de madera de cuatro patas pegada contra la pared, con tres sillas, aunque se notaba que la más usada era la contraria a la pared. Lo que más luz le daba al living eran los tres sillones de cuero blanco. Tampoco quedaba mal esa chimenea de cemento blanca.

Toda la casa había sido decorada con fotos, cuadros y distintas pequeñeces, aunque lo que más llamaba la atención eran lo títulos que había en las paredes de su habitación, justo arriba del escritorio: Una Orden de Merlín de segunda clase, un Título de Auror profesional, de Jugador de quidditch de la Selección Inglesa (que debía presentar en los estadios), el de Hogwarts y, finalmente, uno de Licenciado en Ciencias Auróricas (apto también para diseñar nuevos métodos de ataque a magos tenebrosos).

Harry agarró un pote de yogur sin pulpa y se sentó a tomarlo mientras leía el diario El Profeta. Leyó que dentro de un mes empezaba el mundial de quidditch. ¿Cómo no voy a saberlo? pensó, preocupado Tengo que ir a mi jefe para pedirle que me deje libres las fechas de los partidos. Lo único bueno es que es en Inglaterra, y los entrenamientos son más tarde.

Luego de terminar el yogurt, con un fácil hechizo repulsor lo tiró en el tacho de basura. Cuando fue hacia la habitación para preparar el portafolio y marchar hacia el ministerio, se distrajo mirando los diplomas. Cualquiera que me viera diría, ¡que tipo más feliz!. Sin embargo... pensó sin embargo... me falta algo en la vida. ¿Hermione será feliz? Un segundo... ¿por qué estoy pensando en Hermione? se dijo a si mismo desconcertado. Una extraña vocecita dentro de él le contestó Por que ella no es la de siempre. En el cumpleaños de Ron hace un mes... estaba tan linda, tan dulce... y así se quedó durante un minuto, hasta se dio cuenta que se le hacía tarde y, a través de los polvos flú, llegó a su pequeña oficina compartida con Draco Malfoy en el ministerio. El hijo de Lucius dejó de lado su enemistad con Harry sólo unos meses, en séptimo año, para ayudarlo con la derrota de Voldermort, y pasarse al lado bueno. Sin embargo, se había vuelto a enemistar porque tenía celos de Harry (en una parte por tenerlo de jefe del grupo), y lo trataba horriblemente mal. Sin embargo, este último estaba tan ocupado recientemente, que nunca le hacía caso.

Rápidamente aterrizó en el despacho y se acomodó en su escritorio. Eran las ocho menos diez, así que tranquilamente acomodó todos sus informes y se sentó a redactar un informe sobre el último mortífago encontrado. A eso de las ocho y media, arribó Malfoy. Al vez a Harry, su cara adoptó una expresión de asco y miedo.

- Llegas tarde, Malfoy. –le dijo con absoluta seriedad, sin desviar la mirada del pergamino que tenía en sus manos.

- Sí lo sé, es que... –no sabía que decir Sería humillante decirle que me quedé dormido pensó con rencor Malfoy.- que... se me acabaron los polvos flú y le tuve que pedir a mi vecina.

- ¿Tu vecina no es muggle? –le preguntó Harry levantando la mirada.

- La de abajo, pero tengo una que trabaja en Las Tres Escobas –mintió.

- Por esta vez te perdonaré, pero ya es la séptima vez que pasa desde que terminaron las vacaciones. Que no vuelva a suceder.

- Esta bien –dijo entre dientes- esta bien, perfecto Potter. Ve a homenajear al Sr. Hompikns –dijo en un susurro, refieriéndose al jefe de la parte.

Harry lo escuchó, pero no lo hizo caso. Depositó el informe en una carpeta de plástico y fue a entregárselo a su jefe, aprovechando el momento para decirle lo del mundial. Luego de golpear la puerta, aguardó para que le dieran permiso a pasar.

- Adelante –dijo la voz nasal de Edward Hompikns. Cuando Harry entró, se dio cuenta que no estaba solo. Vio a una joven de largo pelo rubio ondulado y misteriosos ojos negros. Apenas vio sus ojos, sintió una sensación de que ella sabía todos sus secretos, que podía escuchar las más profundas dudas de su alma. Cuando al fin pudo articular palabra, dijo:

- Disculpe, señor, volveré más tarde. –empezó a girar para salir.

- No, Potter, no hay problema. –al ver que Harry miraba a la chica dijo -Ella es... es... Leyla, una... eh... candidata a asistente a la sección de aurores.

Al ver las miradas que su jefe intercambiaba con la muchacha, percibió que algo extraño pasaba, pero decidió no hacerle caso. – Mucho gusto, Harry Potter –dijo, sonriéndole.

Ella le devolvió la sonrisa, pero no el saludo.

- Potter, ¿qué necesitabas? –le preguntó Hompikns, rompiendo el silencio.

- Sí, yo.. –empezó Harry, desviando la mirada para verlo a los ojos- le traía el informe sobre Gertrude Loribans, el más reciente mortífago cazado por mi grupo. –dejó la carpeta sobre el escritorio- Y, le quería pedir que, bueno, usted sabe que el mundial empieza dentro de un mes, y...

- Sí, Potter, le daré los días de partido libres. Pienso que su desempeño es muy bueno, y haría lo que fuese para que salgamos tricampeones. –dijo riéndose. Harry se alegró, porque gracias a él Inglaterra había salido bicampeón.

- Gracias, Señor. Chau, Srta. Leyla. –sus ojos se posaron en los de Leyla, haciendo que Harry volviera a tener esa sensación y desviara rápidamente los ojos, para luego abandonar la habitación.

Al llegar de nuevo a su oficina, se sentó en su silla dejándose caer pesadamente. Al cubrir su cara con las manos, le volvieron, como un rápido reflejo, los misteriosos ojos de la joven, haciendo que se asustara, y alejara sus manos rápidamente. De repente, se sentía muy extraño, esa chica le producía un sentimiento raro.

- ¿Sentiste que tu cerebro empezaba funcionar, Potter? –le preguntó Malfoy, desde su escritorio, donde estaba leyendo el diario.

- Cállate Malfoy. ¿No se supone que deberías estar trabajando? Antes de la hora del almuerzo debes presentarme las estadísticas. Yo no veo que las hayas terminado. –le contestó Harry.

- Cuando lo haga es mi problema. A eso de las 12:00 te lo entrego.

En ese momento, una lechuza grande y negra entró por la ventana, y se posó en la pila de pergaminos que Harry tenía sobre el escritorio. Reconoció la letra de Hermione, e intrigado, la abrió.

Lo que leyó a continuación hizo que se le llenaran los ojos de lágrimas y se ponga pálido.