Capítulo 1: It´s a kind of magic...

Nueva York. Año 2157.

Mejor dicho, lo que queda de Nueva York, claro está. La extraña y encapuchada figura que caminaba por los restos de la 5º Avenida parecía estar en su salsa, lo cual no deja de resultar chocante. Cuando uno camina en una ciudad que anteriormente tuvo 20 millones de habitantes y ahora no pasa de la docena de desharrapados chiquillos que buscan chucherías entre las ruinas, se supone que se debe sentir al menos respeto por la masacre que allí se cometió. Bueno, no era para menos. La Gran Guerra contra los Gears se había iniciado en los Estados Unidos, y esos bichos habían hecho un buen trabajo con aquella ciudad. Era difícil andar más de 5 metros sin tener que apartarse para no pisar el esqueleto de algún infeliz caído allí, o restos de vehículos o escombros.

Dejad que os describa un Gear. Recordad la peor pesadilla que tuvisteis cuando erais jóvenes y leíais a H.P Lovecraft. Imaginad algo de unos dos metros y medio, con un número de brazos, piernas y tentáculos variable según el modelo y la generación. Dichos brazos estarán terminados en unas garras fuertes y afiladas como cuchillas. Si poseen algún tentáculo, añadid la posibilidad de que al agarraros despidan descargas de electricidad o líquido corrosivo. Añadid al conjunto una piel dura y escamosa reforzada con una cobertura de metal antibalas, algún que otro añadido gracioso como ármas láser o lanzacohetes y una inteligencia maligna creada para sembrar el caos, la destrucción y el terror allá por donde pasa.

Pues todo eso y algún detalle desagradable más es un Gear. Se supone que furon creados por ingeniería genética para hacer el soldado perfecto hace ya más de un siglo. Los genéticos se lucieron, desde luego; pero los encargados de seguridad no llegaron a su altura. 150 años más tarde, la Humanidad todavía daba caza a algunos de ellos por diversos países. La guerra que estos bichos comenzaron contra la raza humana hizo retroceder la evolución del planeta, cambió el orden de las estaciones y lanzó tanto fuego nuclear que el planeta se movió un grado sobre su eje polar. Los 5000 millones de víctimas también son reseñables, pero esta vez la humanidad se lo había ganado a pulso. Habían jugado a ser dioses y habían perdido. Ahora, el planeta era un lugar mucho más silencioso.

Pero habíamos dejado a alguien caminando por mitad de la 5º Avenida. No es que se le pudiese describir fácilmente, ya que va enfundado completamente en una túnica protectora contra la arena que le cubría completamente el rostro, el cuerpo y los brazos. Únicamente se le distinguen las botas, rojas y reforzadas, y el gran bulto que lleva a la espalda. El hecho de que algún vagabundo se meta en unas ruinas buscando cobijo ante la tormenta que se avecina no resulta extraño, pensaréis. Lo raro es que el vagabundo esté en mitad de una zona considerada "De Riesgo Mortal" y camine por mitad de la calle canturreando mientras escucha un vetusto discman.

De improviso, el extraño se paró en seco, abrió el macuto que llevaba en la espalda y se dispuso a cambiar de disco, mientras tatareaba el último tema. Pero al quitarse los auriculares se quita la capucha y gira la cabeza en dirección al este. Tiene el pelo negro y larguísimo, casi por la cintura. Sus facciones podrían parecer duras, pero cuenta con un deje de cinismo que le hace parecer ausente, casi pasota. Pero en esta ocasión ha decidido no pasar de lo que oye fugazmente. Los sonidos que escuchó cuando se quitó los cascos no eran animales disputándose un cadaver. Eran ruidos de lucha, no muy lejos de allí. Y los cadáveres estaban por llegar... Por vez primera, el extranjero sonrió.

No tarda mucho en llegar a las inmediaciones del combate, y lo que ve le deja sorprendido. Ha viajado mucho y no se sorprende fácilmente, pero la escena que atisba en la plaza cercana lo ha conseguido. No uno, sino tres Gears cazando, uno de ellos de más de 3 metros de alto, feo como él solo y blandiendo un hacha a dos manos con aspecto de estar manchada de sangre de inocentes. Los otros dos no son tan grandes, pero siguen siendo feos, y uno porta una alabarda. Un grupo que de estar bien alimentados podría liquidar sin problemas una patrulla de 20 hombres con armas de fuego o láser.

Y en medio de ellos, una mujer resistiéndo los ataques. No una mujer, una muchacha. No debe pasar de los 24 años, y no sólo continúa viva, sino que ya ha tocado a dos. Viste un kimono que parece tener cientos de años por lo viejo y raído, y su pelo largo se agita mientras esquiva con ligereza los ataques de los hambrientos Gears. Maneja una katana, esas espadas de filo curvo que se supone desaparecieron cuando el Japón se fué al garete. "No va a poder aguantarles demasiado," piensa el observador oculto tras un montón de chatarra. "No sólo está herida en varios sitios, sino que encima le falta un brazo, o se lo han dejado inútil." Pero como respondiendo a sus pensamientos, la chica se lanza hacia sus atacantes, secciona los tendones del tobillo al Gear más bajo con su espada y cuando cae lo remata en el pecho. Pero ha cometido un error fatal: la espada ha quedado incrustada en la estructúra ósea del Gear, y no puede sacarla. Y los Gears puede que sean feos, pero no son tontos: el más grande ya la ha agarrado por el cuello y le está cortando la respiración, mientras que el otro le propina un golpe en el pecho que suena fatal. Ha debido romperle varias costillas.

-Goug, ¿que piennssasss que podemosss hasser con essta pequeña putilla?Ssse ha cargado a Sssmaug y me ha cortado un tentáculo. ¿La matamosss rápido o noss divertimosss un rato con sssu cuerpo?- sisea el más grande de los gears, que la tiene agarrada por el cuello y levantada a más de un metro del suelo. El otro Gear, de piel grisácea, se acerca y comenta: -Yo tenerr hambrrre. Arrrancale un brrrazo y dámelo como aperrritivo. Mientrrras yo como, tu podrrrás divertirrrte con el rrresto. Despues de todo, ellá seguirrrá viva un rrrato despues- la cautiva hace ademán de toser, pero no posee fuerzas ni para eso. Pero sí oye lo que alguien le grita desde la otra punta de la plaza, entre la charla de los dos Gears.

-¡¡Chavala!! ¡¡¡Agacha la cabeza o acabas sin ella!!!- y casi de inmediato la muchacha ve pasar algo muy rápido girando, mientras deja una estela de llamas a su paso. No sabe que clase de proyectil puede ser, pero el objeto giratorio ha recorrido los 20 metros de la plaza en un instante, ha seccionado el brazo que la sujetaba en vilo, y se ha incrustado profundamente en el pecho del Gear de piel grisácea. Y casi inmediatamente, una sombra roja y blanca pasa fugazmente por delante de sus ojos y derriba al mutilado y enorme Gear que queda en pie de una patada circular en salto. Después de eso no llega a ver el resto del combate, ya que se desmaya por las terribles heridas que el combate le ha causado...

Cuando la herida samurai recobra el conocimiento, el dolor que le recorre el cuerpo es insoportable. Debe de tener un par de costillas rotas, y el corte que sufrió en la pierna derecha no le deja ponerse de pie. ¿Está tumbada? No lo sabe a ciencia cierta, pero se incorpora levemente, a pesar de los terribles dolores que siente en el costado. De los Gears no ve ni rastro, peró si observa una hoguera cerca de ella. Ha anochecido, debe de haber pasado mucho tiempo inconsciente. Y el extraño que parece haberla salvado se encuentra sentado frente a ella, terminado algo que parece una tajada de carne. Lleva un traje curioso. Los pantalones y las botas tiene un corte impecable, casi nuevas. Pero el resto de su indumentaria parece escogida para intentar conjuntar con las botas, y no se ha hecho un gran trabajo. Una gran placa de metal rojo protege su frente. Y la hebilla del cinturón está grabada con un extraño escudo de grifos y otros animales mitológicos. Lo poco que puede leer en ella pone Queen. A lo mejor el desconocido es homosexual...

-Caramba, no esperaba que levantases la cabeza tan pronto. Cualquiera estaría muerto en tu lugar, así que eres un hueso bien duro de roer. No te preocupes, estamos a salvo. Les he dado un buen aviso a esos bichos. Por cierto, ¿cual es tu nombre?. No es de buena educación estar sentado frente a una dama tumbada medio desnuda sin saber siquiera como se llama...

La chica hace un ademán de cubrirse con la manta que tiene encima, pero el movimiento hace que sus costillas se resientan, y sólo lo consigue a medias. -Mi.. mi nombre es Baiken. No era necesario que te metieses en mi pelea. Me las habría apañado sola. Haz el favor de marcharte, extranjero.

-No tengo ninguna duda de que habrías acabado tu solita con todos ellos, especialmente cuando perdiste la espada y te quebraron la caja torácica. Vaya, si lo sé habría seguido mi camino. Por lo menos habría cenado algo decente. La carne de Gear es demasiado correosa para mi paladar. Pero ahora estoy aquí, y la verdad es que pasar la noche junto al fuego me apetece más que ponerme a caminar de nuevo, y no creo que estés en condiciones de impedírmelo. Por cierto, esa espada que llevas es un mal bicho. Corta como una navaja de afeitar. De hecho, la única herida que me hecho hoy ha sido al recogerla. ¿De donde demonios la has sacado? Hacía décadas que no veía una igual.

-Eso no es de tu incumbencia, extranjero- contestó entre toses la muchacha. El mero hecho de hablar la dejaba sin aliento-. Haz el favor de dejarme en paz y seguir tu camino.

-Todo un prodigio de encanto social, sí señor. Mañana me largaré, si es que lo deseas, pero a estas horas de la noche puedes cantar ópera, porque a mí me va a dar igual. Además, si no duermo tengo mal despertar y la emprendo con el más cercano. Con esos Gear muertos, me temo que la más cercana eres tú- repuso el extraño. Daba la impresión de estar de picnic en vez de en mitad de una ciudad fantasma. Tranquilamente se encendió un cigarrillo (¿sin mechero?) y su expresión se hizo más seria. -Baiken ¿eh?. El puño solitario. Bonito nombre. ¿Es por tu simpatía o porque te falta el brazo izquierdo?. Apuesto a que ni siquiera es tu nombre auténtico. Me llamas extranjero, pero tienes rasgos japoneses y te paseas por mitad de la antigua Nueva York. Contando con que quedan aproximadamente mil japoneses en el mundo y están todos en China, parece que te hayas caído de un avión y todavía andes en shock. En fin, encanto. Buenas noches.

Dicho esto, el extraño echó un tronco más en el fuego y se tumbó enfrente de ella, todavía con el cigarrillo a medio consumir en la boca. -Gra.. gracias.

-Perdona, ¿decías algo?

Pero Baiken no estaba dispuesta a repetirlo. -Sí, que hablas demasiado. ¿Por qué no dices algo interesante, como por ejemplo tu nombre?

-Ay, hermana. Dios me libre de los impuestos y de los antipáticos. Mi nombre es Sol, Sol BadGuy.

-¿BadGuy? ¿Chico malo? ¿Y me acusas a mí de dar un nombre falso? Por favor...

-Cuando tú seas sincera conmigo, yo lo seré contigo. Y aunque jamás pensé que diría esto, cállate y déjame dormir o tendré que saltar encima tuya y terminar el trabajo que esos dos bichos dejaron a medias.

Baiken dió un par de respuestas mordaces, pero fué inútil. El extraño que se había identificado como Sol BadGuy ya estaba dormido, y sus ronquidos daban fé de ello a varios kilómetros a la redonda. La samurai intentó permanecer despierta y alerta, pero finalmente cayó en un sueño inquieto.

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Comentarios del autor:

Caray que episodio. Larguísimo. Presenta los dos personajes principales, el mundo actual, medio narro una pelea inconclusa y empiezo a describir ambas personalidades. Se me quejarán de que Baiken habla poco, pero en su estado tampoco es que esté para muchos trotes. Por cierto, si alguien no se ha enterado, cada capítulo lleva el nombre de una canción. Bueno, yo me voy a maquinar lo siguiente.

Kim Kapwham. 20-8-2001