Capítulo 6: The Audience is listening.

-¿Está el nene en casa?

Sol no podía evitarlo. Adoraba poner de los nervios a aquel chaval. Podía ser un genio de las computadoras, mecánica y robótica, pero se picaba muy rápidamente, y eso le encantaba. Además, ya las había pasado bastante mal teniendo que dar explicaciones de todo en el Ulysses, y su acompañante no había abierto la boca desde aquella tarde en el camarote de Johnny. De aquello hacía ya día y medio. Había intentado iniciar una conversación tres veces desde entonces, y las respuestas eran invariablemente monosílabos. Tendría que poner las cartas sobre la mesa con Baiken cuando saliesen de allí. Pero antes le corría más prisa hablar con el propietario de aquel taller. Y la máquina de anunciar visitas no parecía hacerle mucho caso.

-¿¿¿Hay alguien ahí??? Estoy buscando al nene de la casa. Díganle que suelte el joystick y salga a saludar a sus viejos amigos- a veces los contestadores automáticos necesitaban una señal sonora más audible.

-En este distinguido taller no reside nadie con el nombre de "nene". Especifique el objeto de su visita o tendré que llamar a la policía- el portero automático repitió la frase en chino, japonés e inglés. Para cuando acabó, Sol ya estaba más que harto. Menos mal que Baiken no había salido del trasto que Johnny les había prestado. El parecido más cercano a un coche estribaba en que se conducía con un volante.

-Muy bien, haremos esto: vas a decirle al cabezón de Anji Mito que nos abra la puerta o voy a coger aquella llave Palmer que guardo en el coche y voy a ensayar mis parcas habilidades en robótica con tus entrañas. ¿Capicce?- si esta vez el estímulo auditivo no había sido lo bastante intenso, que bajase Dios y le enseñase a hacerlo.

Al minuto escaso, una de las ventanas se abrió y una cabeza enmarañada y manchada de grasa apareció por ella. Tardó en identificarles medio segundo, y por la cara que puso no debían ser muy bienvenidos. Sin ninguna floritura, las puertas dobles se abrieron. Sol hizo una señal a Baiken para que se acercase y ambos atravesaron el portal.

Si uno observase la casa desde fuera, podría pensar que hay espacio de sobra para cuatro o cinco amplias habitaciones, una cocina, un par de baños y un garaje para tres o más vehículos. Desgraciadamente, Anji Mito vivía y actuaba siguiendo los dictados de sus pasiones. Y desde hacía una década, su pasión era la mecánica. Por ello su casa era un inmenso taller. Allí vivía y dormía rodeado de sus máquinas, y era inmensamente feliz. Hasta hoy.

Encontraron al hombre que venían a visitar tumbado bajo un montón de chatarra que en sus buenos tiempos debía haber sido parte del fuselaje de un avión de ala plana. Anji Mito ni se molestó en salir ni en dejar lo que estaba reparando. Simplemente se limitó a refunfuñar mientras trabajaba.

-Suelta lo que vengas a decirme y vete. Esta preciosidad me interesa bastante más que cualquier lío en el que quieras meterme esta vez. Para que no te hagas ilusiones, me niego en rotundo desde el principio- el tono de voz no era amable, pero tenía un deje de curiosidad, mezclado con un acento que Baiken no había oído en mucho tiempo. Sol tuvo que agacharse y hablarle a los pies, la única parte visible del dueño.

-Venga, ya, Anji, si sigues fingiendo esa voz te saldrá una úlcera. No me digas que todavía estás dolido por aquel asuntillo de Canadá...

-¿Asuntillo, hijo de mal madre? Me parto el culo para buscar códigos de hackeo, burlo los sistemas informáticos de tres servidores a la vez en tiempo real y te regalo en bandeja de plata una aeronave de más de kilómetro y medio de largo. ¿Y todo para que? Para que el señor BadGuy se la regale a ese tarado de pirata que tiene por amigo. Si lo llego a saber habría activado el dispositivo de autodestrucción cuando estabais dentro. Más de uno me lo habría agradecido.

Esta vez la voz sí que sonó cabreada de veras, pero siguió sin moverse de su posición. Era hora de ponerse diplomático. Y si nó, siempre podría aflojar el dispositivo que mantenía la carcasa flotando encima de Anji. Seguro que así se lo pensaría dos veces.

-Si te hace sentirte mejor, diste hogar a cerca de un centenar de huérfanos de guerra, pero eso es agua pasada. Necesito que me busques algo en la red. Aquel tema que se rumorea sobre un gear descubierto en Korea que no se carga gente. Simplemente para satisfacer mi curiosidad. Y luego quiero que me hagas un aparatejo de los tuyos.

-¿Algo más? ¿Qué tal por ejemplo si drogo a mi novia y te la meto en la cama? Total, sólo llevo tres años desarrollando un sistema de seguimiento de misiles simplemente para que reconozcan tu cara... No puedes aparecer despues de aquella jugada como si no hubiese pasado nada. Temo que mi Karma no me permite satisfacerte.

-Si no quieres buscarme eso para mí, lo comprenderé. Pero el otro asunto es importante. Además, vas a hacerle un favor a tu paisana aquí delante.

-Ya, dejame adivinar... ¿Te has encontrado a un japonés por casualidad en tus correrías y necesita de mis saberes? Conozco al 100% de los japoneses que quedan, y están aquí. Búscate un cuento mejor.

Esta vez Baiken habló. Pronunció una larga frase en japonés. No hizo falta más.

-¡¡Cooooño!! Ya salgo. Dame un minuto o esto explotará dentro de un rato. Pero salgo ¿eh?

Incrédulo, Sol giró su cabeza y miró a Baiken.

-¿Qué le has dicho?

-Que sacase su sucia jeta de ahí abajo o le iba a dar tal paliza que no podría distinguir su cara de su culo.

Sol no pudo evitar una sonrisa. No había sido muy sutil, pero bien sabía él que para separar a Anji Mito de sus trastos hacía falta un milagro o quizás dos. Demonios, le estaba costando, pero aquella chica le estaba cayendo bien.

Al minuto exacto, Anji aparecía por detrás de la carcasa, vestido únicamente con unos manchados pantalones de trabajo y unos guantes. Llevaba unas gafitas que le hacían tener eterna cara de divertido. Quizás despues de todo no era mal tipo con los de su gente. A Baiken le sorprendieron dos cosas del recién aparecido: su juventud (no aparentaba más de ventiún años) y la tremenda musculatura dorsal que poseía. Puede que fuera un ratón de garaje, pero parecía capaz de defenderse de cualquiera. Si estaba entrenado en algún arte marcial, sería temible.

-No suelo andarme con rodeos, así que vayamos al grano. Lo tuyo lo buscaré mientras tengo un rato, pero supongo que lo de la señorita aquí presente tendrá más prioridad. Por cierto, fiel a su mala educación, Sol no nos ha presentado. Bienvenida a mi humilde morada. Mi nombre es Anji Mito, mecánico de profesión y filósofo por afición- una sonrisa de oreja a oreja cruzaba su cara. Se notaba que le encantaba conocer gente nueva, especialmente si eran japoneses. Estaban muy escasos

-Baiken. Si aborrece a BadGuy, estaré encantada de concerle. Puede ahorrarse lo de señorita. Es posible que tenga el doble de edad que tú.

-Entonces tenemos más de una cosa en común. ¿Puedo saber que hace usted en tan malas compañías?- pero como siempre, Sol tuvo que interrumpir las cortesías.

-Corta el rollo, Anji. Vas a tener tiempo de hablar con ella a gusto. Quiero saber si eres capaz de hacer a Baiken un brazo robótico o algo semejante. Por si no lo has notado, esta bastante necesitada de remiendos. Y un ojo artificial también se agradecería. Me conozco a los matasanos de Zepp. Pueden lograrlo, pero le lavarían el cerebro de paso, y lamentaría perder una personalidad tan abierta y conversadora...- si esperaba darle una sorpresa, lo había conseguido. Y no iba a ser la primera de la tarde. Para lo que estaba pensando necesitaba una aliada, y pocas veces su instinto le fallaba. Baiken ocultaba casi tantas cosas como él mismo, y tardaría en desembuchar, pero debía ganar puntos antes.

-Lo del ojo lo dudo. Me faltan componentes y los nervios oculares parecen muy dañados. Pero con el brazo creo que podré hacer un buen trabajo. Por mucho que me duela decirlo, me alegro que hayas acudido a mí. Los chapuceros de Zepp habrían hecho una cagada. Le habrían dado morfina y le habrían puesto el implante en el brazo que no es. Ahora, si hace el favor de acompañarme, veremos que puedo improvisar. Tú no, Sol. Estarías tirandome pullas todo el rato, y necesito concentrarme. Mira en el equipo de música. Apuesto a que encuentras algo que te interese. ¡¡Y no toques nada más!!

Y sin más dilación, se llevó a Baiken a la zona donde Anji guardaba los aparatos de biónica. Podía tardar lo suyo, así que Sol se dirigió tranquilamente a examinar la discoteca mencionada y se puso a rebuscar. No tenía mas que mierda de gentes sin ritmo. Si esperaba que se emocionase con gentes como Prodigy o los últimos años de Metallica lo llevaba claro. No serían capaces de levantar ni a un grupo de ancianitas.

Un momento... ¿Qué era aquello?. No podía ser posible. Aquel disco estaba extinto desde el siglo pasado. Lo había buscado como pocas cosas en su vida. Y el mamón de Anji lo tenía allí cogiendo polvo. Bueno, se iban a enterar de lo que era música. Con un gesto de deleite, Sol introdujo el CD en el equipo, seleccionó la octava pista y subió el volumen al máximo.

-Maldita sea, no sé para qué hablo- rezongó Anji mientras empezaba a acoplar componentes-. Sabía que en cuanto encontrase el A Nigth in the Opera nos torturaría con él durante toda la mañana. Espero no pecar de indiscreto pero ¿de donde eres? Como ya dije, conozco a los escasos japoneses que quedan, y a tí no te había visto nunca. ¿Eres de la colonia en Beijing o de la de Seúl?

-De una islita de Okinawa- respondió Baiken con voz triste. El chico no tenía mala intención, pero hacerla recordar aquello le dolía más que todos los golpes que le habían dado el último mes.

-¡Ja!, muy bueno. Sólo que el archipielago japonés desapareció hace un siglo. No tengo grabaciones, pero el petardo nuclear debió ser de escándalo. Creo que cerca de unas diez mil veces Hiroshima. Y lo poco que quedó se lo tragó el mar cuando la Tierra se movió. Parece que los japoneses tenemos el gafe del átomo. Ahora nos tienen en reservas por el continente, esperando que forniquemos como locos y reploblemos la raza. ¿Y a dónde nos iríamos? Es de idiotas. A mí me crió una pareja occidental, ella maestra, él militar. Así conseguí largarme de la reserva. La gente que me ve se escandaliza. Incluso tengo una novia china. ¿Tú cómo te criaste? ¿fueron tus padres u otros?

-Crecí sola desde los 12 años. Y ahora ¿quieres explicarme que demonios es eso que estás instalandome?- Baiken prefería cambiar de tema. Después de todo, era un desconocido y ya sabía más detalles de ella que mucha gente que conocía desde hacía mucho tiempo.

-Vale, te explico. Esto es un soporte para que acoples lo poco que te queda de muñón en él. Esto va a dolerte un poco, pero tengo que conectar las terminaciones nerviosas. ¿Ves? Ya está. Gracias a esto, puedes controlar directamente los movimientos desde el cerebro. Actúa un poco por debajo en velocidad a lo que sería un nervio normal, pero la diferencia es de centésimas de segundo. El resto es el brazo propiamente dicho. Está construido con poliacero, y he adaptado la fuerza prensora para que sea semejante al derecho. No quiero que cuando nos despidamos me tronches la mano. Y he hecho algunos apañitos marca de la casa. Girando la muñeca bruscamente lanza un cable de 3 metros de largo con una pinza motora. Puede servirte para acercarte el mando de la tele o para enganchar por el cuello a algún indeseable. Pero no lo uses demasiado, se recalienta. Ya sé que el color no es muy humano, pero el negro intimida que dá gusto. Y ahora vayamos a bajar esa música, porque si no van a reventar los servos. Sería una pena estropear tan buen trabajo.

Cuando aparecieron de nuevo, Sol continuaba canturreando el último tema mientras se disponía a poner el disco por 5º vez. Anji tuvo que agarrar la llave inglesa y lanzársela a la cabeza para que no lo hiciese. Le erró por milímetros. Parecía en éxtasis. Si alguien le hubiese puesto un cigarro en la boca, Sol habría sido capaz de estar allí sin moverse durante días.

-Aquí tienes a mi compatriota completamente nueva. No sé donde pensáis meteros, pero mi karma me dice que mejor que siga sin saberlo. Sobre el otro asunto, en el DVD de aquella mesa encontrarás todo lo que los gobiernos de Korea, Zepp y la Orden Cruzada saben. Sus sistemas de seguridad siguen siendo un asco. Me puse a coleccionarlos para pasar el rato mientras me hacía la cena hace dos noches. Y si queréis quedaros a cenar, desde luego Baiken será bienvenida...

Sol no pareció darse cuenta de la pulla. El chico se había ganado la paga en esta ocasión. Ya le daría algo en metálico cuando volviese, si es que volvía.

-Gracias, nene, pero tenemos prisa y ya me conozco tus cenas experimentales. Seguiremos en contacto un día de estos. Y si no te importa, me llevo el CD- y acto seguido se encaminó hacia la salida.

-Oye, ¿no piensas pagarme nada por el trabajo?. Mi novia dice que nunca la llevo a ningún sitio elegante...

Sol volvio la cabeza sin dejar de caminar y señaló un bulto a su derecha. Lo había sacado del coche hacía un rato. Esperaba que le gustase. A él le dolía horrores separarse de él.

-Ahí tienes. Gracias, chaval.

Anji tardó varios minutos en ponerse a mirar cual había sido su recompensa. Cuando abrió el paquete, tuvo que ahogar una maldición.

-Cuatro miserables cartones de Winston. Cuando vuelva partiré su dura cabezota y buscaré si tiene algo de seso dentro. ¡¡¡Y lo jodido es que yo no fumo!!!

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Comentarios del autor:

El primer capítulo que dejo a medias de un dia para otro. De todas maneras, el resultado no me desagrada. Ya empiezo a echar un poco de luz sobre el pasado de Baiken. Episodio sin combates, pero a Anji no puedo dejarle así. Espero enfrentarle a alguien fuerte en próximos episodios. Supongo que estoy depresivo por el final del FFTactics. Ea, me voy a papear.

Kim Kapwham 23-8-2001