Capítulo 17: Who wants to live Forever...
-¿No vas a irte a ningún sitio?
-¿Qué pasa Badguy? ¿Quieres perderme de vista después de armar todo este barullo? ¿O acaso estás preocupado por que te deje solo? ¿Te dá miedo la oscuridad?
Touché. Baiken puede que no hablase mucho, pero cuando se ponía mordaz era la mujer más irónica que había conocido nunca. Mejor para ella. Un poco de sentido del humor no le venía mal a nadie de vez en cuando, aunque fuese a costa suya. Sol se encontraba asquerosamente aburrido tirado en mitad de aquel bosque. Había tardado casi una hora en contactar con su viejo amigo Johnny, capitán de una aeronave lo bastante rápida como para llevar a todo el grupo a los Urales antes de que fuese demasiado tarde. Tras la lógica serie de insultos que le dirigió (que esta vez se alargó casi diez minutos) accedió a llevarles. Sólo había una pequeña tanda de problemas. El principal es que la cita era para el día siguiente por la mañana, lo que le dejaba casi doce horas de inactividad absoluta. Los demás integrantes del grupo había partido a meditar si le acompañaban en una empresa tan descabellada como suicida. Sol estaba casi seguro que todos le acompañarían. Únicamente albergaba dudas respecto a Ky Kyske. El joven Caballero Cruzado. Esperaba que no le entrase la cagalera en el último momento, y su sexto sentido le decía que la joven que lo acompañaba tendría mucho que ver en su decisión. No podía culparle.
Y luego estaba Baiken, claro.
No se había movido ni un milímetro del sitio donde se había sentado al bajar del coche. Había aguantado todo el discursito que se había marcado para la posteridad con expresión inmutable. Cuando había despedido a todo el mundo, Baiken se había encendido aquella apestosa pipa japonesa y allí continuaba. Ni mucho menos tenía nada contra los fumadores, pero sí contra el tabaco que ya había superado la tercera edad. Casi cuatro horas desde entonces. Todo un récord.
-En serio, Baiken. ¿No vas a dar una vuelta y pensar un poco en lo que te estás metiendo? Es posible que ninguno volvamos vivos...
-Badguy, eres aún más obtuso de lo que creía, y ya era difícil. Si andase meditando cada acción que hago en mi particular venganza contra Kotetsu, llevaría bajo tierra más de sesenta años. He dicho que voy a ir a sacarle información a aquellos tipos sobre el hijo de puta que se cargó a mi familia, y puede que me lleve a alguno de ellos por delante. En mi opinión, otorgar un día de reflexión a todos esos boy-scouts ha sido una pérdida de tiempo estúpida. Así que encima no trates de hacerte el filósofo conmigo.
Vale, lo había intentado. Estaba segura de lo que hacía, desde luego. Y estaba en plan muy borde. En fin, a él eso le daba igual. Mejor tratar de aprovechar un poco el tiempo.
-Muy bien, abuela. Yo me voy a ver que encuentro por ahí para cenar. Si quieres seguir haciéndote la dura, que te aproveche. El arroyo cercano tiene salmones, así que si quieres hacerte sushi para rememorar viejos tiempos, tú misma. Hasta luego.
Y se dirigió a la maleza cargado con una linterna y un cuchillo montés. Quizás se había pasado, pero tampoco podía desperdiciar chistes con un público tan malo.
No andaba descaminado. Baiken se sentía colérica, cercana al ataque de rabia. No tenía claro qué era lo que le había hecho más daño. Su actitud prepotente. La mención a su pasado perdido. O quizás lo de abuela. El caso es que bien había hecho en largarse, porque si no puede que necesitasen menos plazas en el Ulysses. Uno iba a viajar sin cabeza. Puede que sin algun trozo más.
Quizás lo que más le había dolido es que Sol había dado en el clavo. Llevaba más de cien años persiguiendo una venganza que en ningún momento se había tornado realizable. Toda su infancia perdida, las incontables batallas sufridas y las heridas recibidas. Nada parecía haberla llevado más cerca de su objetivo final. Y eso la hacía sentir vacía en ocasiones. Ocasiones como aquella.
Tratando de ordenar sus pensamientos, Baiken se dirigió también a la espesura. Quería comprobar si de veras había pescado en aquellas aguas cercanas. Al menos algo de fósforo la espabilaría un poco. La semana que llevaba con Sol había sido bastante monótona en comidas, eso cuando tenían algo que llevarse a la boca. El tema a Baiken no le importaba, era imposible que muriese por inanición. Pero se preguntaba como demonios Sol mantenía esa musculada forma física con una alimentación que parecía fundamentarse exclusivamente en carne y tabaco.
Al acercarse a la orilla, oyó unos chapoteos cercanos, y prefirió ocultarse tras unos árboles. Quizás un par de ciervos habían acudido a beber antes de acostarse. No pensaba matarlos, pero tampoco asustarlos. La naturaleza virgen era una de las pocas cosas que podían llenar de paz el lastimado corazón de la joven. Desgraciadamente, el origen real del chapoteo era de todo menos bonito y bucólico.
Sol Badguy se estaba bañando. Mientras fumaba un pitillo. Era incorregible.
Le daba la espalda a su situación, así que Baiken decidió dejar el lugar lo más pronto posible. Solo faltaría que le acusase de espiarle mientras se bañaba. Aquello acabaría con su paciencia de manera fulminante, y Baiken sabía que Sol sería muy insistente con la gracia. Seguramente seguiría diciendo chistes sobre ella ante las puertas del cuertel de LaSombra, mientras una avalancha de enemigos se cernía sobre ellos. Pero algo le llamó la atención. Había algo que no le cuadraba en aquella escena, y no sabía que era.
Era sumamente extraño. Baiken recordaba el pelo de Sol como moreno negrísimo. Ahora lo tenía de una tonalidad castaño claro. ¿Se teñia? Entonces ella sería la que haría las gracias a su costa. Pero algo seguía sin encajar en la imagen. Sus hombros parecían más hinchados, su espalda más ancha. Los bíceps se resaltaban más de lo usual, y eso que ya era fornido normalmente. Y la manera de moverse era extraña también. Sol normalmente se movía con la elegancia de un elefante en una cristalería. En esta ocasión resultaba casi ¿felino?. Por lo que ella recordaba, era la primera vez que le veía desprovisto de la placa roja que protegía su frente. Bueno, también era la primera vez que le veía sin ropa, así que no se fijó en el detalle. Mejor marcharse sin hacer ruido.
Tres horas más tarde. Sol apareció de nuevo en el improvisado campamento. Llevaba encima un par de conejos, que debía haber cazado por las inmediaciones. Baiken había sacado del coche el hornillo eléctrico que Sol había mangado del taller de Anji, y calentaba su frugal cena en un cazo. No era sushi, pero un poco de caldo de pescado caliente siempre era bien recibido por sus maltratados huesos. Su acompañante no se andó con miramientos y engulló los dos conejos casi crudos de una manera que hacía parecer distinguidos a los tiburones. Eructó, se encendió otro cigarro y la miró tranquilamente.
-Oye, Baiken. Estoo... perdona si antes dije algo que pudiese haberte ofendido. Estaba cabreado. Lo siento.
-Badguy, el día que seas capaz de improvisar un pensamiento que pueda ofenderme, te felicitaré por tu inteligencia. No obstante, la preocupación demuestra un grado de madurez sorprendente en tí. Me alegras la noche. Quizás aún quede esperanza...
-Joooder, Baiken, no seas tan dura conmigo. Sólo intentaba ser simpático. ¿Tan mal te caigo?
-No lo sabes bien. Aunque si mejorases tus modales, tus costumbres, tu lenguaje y tu gusto en vestir quizás saliese algo que no diese demasiada pena. Por cierto ¿a qué demonios viene esa placa de metal en la frente? No te la quitas ni para dormir, y debe pesar al menos kilo y medio...
-¿Ésto? Es una medida de clemencia a mis enemigos, nada más.
-Estupendo. Ahora hablas como Ky.
-En serio. Tengo la cabeza más dura que el diamante, y la mala costumbre de golpear con ella a la gente que me pone nervioso. Si la protejo con una loncha de metal, hago menos daño y los combates duran más. Por eso digo que es una medida de clemencia.
-¿Tienes que ser siempre tan chulo? Seguramente irás por ahí diciendo que nadie te ha vencido y eres una máquina de matar...
Ni mucho menos. Los humanos me aburren, es verdad. A los gears me los cargo porque son desafíos más interesantes. Y sí, me ha vencido alguien. El maestro de Ky, Kliff Andersen. Aunque no sé si él lo catalogaría como victoria, porque después de la que nos atizamos ninguno pudo moverse en casi un mes.
-¿Algún asunto de robo como el de Ky?
-Qué vaaa... Estábamos en la fiesta anual de la cerveza en Berlín y quedamos finalistas en el concurso de trasegar birra. Los jueces me dieron ganador y él no estaba de acuerdo, simplemente.
-¿Y por eso peleasteis de tal manera que acabasteis los dos en un hospital por un mes entero?
-Baiken, tú tomas los combates como una lucha a muerte donde descargas todo el odio que llevas dentro. Son un camino a recorrer para finalizar con tu venganza, y a partir de ahí empezar a vivir tu vida. Yo los tomo como una diversión. A través de ellos me conozco a mí mismo, y en mitad de una lucha es cuando me siento realmente vivo. Deberías aprender un poco.
-Éso ha sido profundo. ¿Lo leíste en algún libro?
-No, lo ponía en la galleta de la suerte que compré esta mañana.
-¿Sabes? Tengo la ligera impresión que mientes más que hablas. Que ocultas cosas a todo el mundo y el que alguien pueda descubrirte el pastel te dá más miedo que lo que podamos encontrar en los Urales.
-Sí, en realidad soy el espiritu de Frank Zappa reencarnado en este cuerpazo. Cuando todo esto acabe, Ky y yo nos dedicaremos al cine y haremos una continuación de Highlander que merezca la pena de verdad. Después separaré las aguas como Moises y tomaré como propios los terrenos de Gran Bretaña. Me haré un castillo en Escocia y plantaré el resto del terreno a partes iguales entre cebada y plantas de tabaco.
-¿Nunca hablas en serio?
-A estas horas de la noche no, hermana. Mañana tendremos un jet-lag de aúpa al cruzarnos medio globo terreste, así que buenas noches...
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Comentarios del autor:
A partir de aquí empiezan las hostias de las gordas, así que iros preparando. Episodio aparentemente humorístico, pero puede leerse atentamente, porque encierra más de lo que aparenta. Para que os deís cuenta de la mala leche que gastan algunos editores, comentaré algo que le pasó a Isaac Asimov en sus comienzos. Bien es sabido que el Dr. es químico de profesión. Su editor, John Wood Cambell de devolvió un relato llamado Cronogato que pretendía publicar con una nota que escuetamente ponía "CH2C2CH2CH2SH". Para los que no estén muy puestos en química orgánica, aclararé que se trata del butil-mercaptano, la sustancia que exudan las mofetas y que les dá tan mala fama. Espero que mis lectores, si es que me queda alguno a estas alturas, sepan comprenderme mejor.
Kim Kapwham, 2001-09-17
