Capítulo 20: The KingSlayer.
Millia Rage avanzaba como una exhalación por el pasillo descendente que le había tocado. Ya reconocía aquel corredor. Era el conducto secreto que llevaba directamente hacia la sala de experimentos de Zato-One, el líder de LaSombra. Antaño había sido el lugar donde Zato entrenaba a sus hombres y ubicaba sus aposentos privados. En los últimos tiempos se había convertido en nido de los incontables experimentos de magia de su dueño. Ninguno de ellos se cruzaba en su camino en aquel instante, y esa situación extrañaba a Millia sobremanera. Aunque no quisiese reconocerlo, sabía la razón de aquella falta de ataques.
Zato la estaba esperando. Y estaba impaciente.
Súbitamente, el suelo se abrió bajo sus pies, y cayó a plomo por un túnel circular. Cuando notó que las paredes se hacían más anchas y que el tunel había desaparecido, pudo estabilizar su caída y, mediante una hábil pirueta, llegar al suelo sin hacerse daño. Rápidamente inspeccionó el terreno donde se encontraba.
Jamás en sus veinte años de estancia en LaSombra había visto esa habitación. Rectangular y sumida la mayor parte en las sombras, parecía un gigantesco ataúd. Algunas grotescas esculturas en piedra semejantes a gárgolas adornaban la habitación.El techo estaba orlado por pétreas estalactitas semjantes a lágrimas de la roca. Unos cuantos candelabros de aceite iluminaban tenuemente la estancia, arrojando sombras por doquier.
Sombras
De inmediato saltó para esquivar el ataque que le llegó desde el suelo. Un haz oscuro semejante a brea hirviente salpicó allá donde instantes antes estaban sus pies. Refugiada encima de una de las esculturas, Millia pudo ver omo su agresor surgía de entre la oscuridad reinante como si perteneciese a ellas. Una misteriosa sonrisa traicionaba su impenetrable rostro cubierto por tiras de cuero.
Zato-One. O lo que anteriormente había sido Zato.
-Bienvenida, mi querida niña. Veo que los últimos tiempos no han mermado tus habilidades. Nadie sino tú habría sido capaz de intuir mi golpe.
-Ahórrate las felicitaciones, impostor. Vengo a saldar una deuda e impedir el rito de locos que te llevas entre manos. No hay tiempo para reuniones de negocios.
-Ni mucho menos, mi querida Millia. Esta noche tenemos la tarea de reunir familias, y ya lo estamos haciendo. Tu y yo, por ejemplo. Ese idiota ninja y mi preciosa ahijada, Dizzy. Y quedan más invitados por llegar...Si, quedan más por llegar. Muy importantes.
-¿Que le has hecho a esa pobre cría, malnacido?
-Un poco de entrenamiento para que descubriera todas sus habilidades congénitas, algo de sugestión adecuada, un poco de tortura psicológica y quizá algo de control mental. Lo de siempre. Es una de mis obras maestras, ¿no crees?
-Estás enfermo, Zato...
-No, es la sociedad la que está enferma. Este mundo grita por un orden nuevo. Y vamos a proporcionárselo. Los Gears somos el paso siguiente en la evolución, es inevitable. No se puede luchar contra Darwin, querida...
-Acabando con los humanos, supongo...
-Es una consecuencia inevitable, sí. Lleváis deseándolo durante miles de años. Primero el Armagedón bíblico. Luego las glaciaciones. Más tarde las pestes y guerras mundiales. Y finalmente, nosotros. Reconocedlo: el planeta está harto de vosotros.
-¿Y qué esperas que haga? ¿Que te dé la razón? Déjate de cháchara y veamos quien queda en pie después de esto.
-Es una lástima, pensaba conservarte viva para que vieses el fin de todo lo que conoces. Dejarte para el final. Es todo un honor, ser la última de la raza humana en perecer...
Millia se hartó de las palabras de su antiguo mentor y pasó al ataque. Aquella bestia estaba fuera de sí en sus delirios de divinidad. Millia esperaba que una mandíbula rota le arreglase el habla gorgoteante que padecía. Saltó desde su puesto y cayó directamente encima de él con la pierna extendida, en una patada que habría arrancado la cabeza de muchos hombres.
Desgraciadamente, Zato no tenía nada de humano. Encajó el golpe, de acuerdo, y su cuello se dobló de manera antinatural. Pero le respondió con un tremendo derechazo en el plexo solar que la envió al suelo. Parecía que tenía la mano de piedra, tal como había notado el golpe. Más que eso, habría jurado que el puño había aumentado de tamaño al golpearla. Desde el suelo, observó como el cuello de Zato volvía a su posición habitual con un horrendo chasquido.
-Buen intento, querida. Poco práctico, pero lleno de pasión. Aprecio eso.
Millia no daba crédito a sus ojos. La oscuridad que reinaba en la sala estaba envolviendo a Zato, cubriéndole con una manta protectora que aumentaba su tamaño y la fuerza de sus golpes. Ya medía dos metros en vez de su habitual metro ochenta e iba incrementandose cada vez más. Tenía que evitar que siguiese creciendo.
Esta vez corrió hacia su adversario de frente, y divisó el informe brazo oscuro semejante a una garra acercarse a ella. En el último momento rodó sobre sí misma, pasando entre las piernas de Zato y dejando bien clavados en cada uno de los pies sendos tríos de agujas doradas. Por muy grande que fuese su maestro, ahora besaría el suelo, o cuando menos no podría moverse.
Inútiles esperanzas. El golpe que le afectó de lleno en la cabeza la mandó rodando tres metros más allá de su adversario. Mientras luchaba contra el millón de avispas que aguijoneaban su cerebro, Millia apreció que las agujas que había clavado firmemente en los pies de Zato se desprendían sin dejar marca. Ni siquiera una gota de sangre. Dios, aquello empezaba a ponerse muy negro.
-¿Pero puede saberse qué clase de demonio eres?
-La clase de demonio que va a hacerte trizas durante mucho, mucho tiempo. Tus esperanzas son vanas. Dizzy se ocupará de los inútiles de tus amigos ahí fuera. Testament ya ha elegido como presa a la chica japonesa, y después despellejará al tipo desgarbado con toda tranquilidad. Eso nos deja mucho tiempo para pasar a solas, querida.
Zato levantó sus brazos en un ademán que Millia interpretó como un acto de burla, pero inmediatamente comprendió su error. Negros zarcillos de oscuridad brotaban del suelo y la inmovilizaban de manos y pies, semejantes a tentáculos animados. Cada uno de ellos estaba asquerosamente frío, con una textura parecida a la carne muerta hace mucho tiempo. Millia no pudo evitar un grito de frustración al verse allí atrapada.
-Muy bien, querida Millia. Ya que estás cómoda, presencia el final de todo lo que conoces. Ahora abriré la celda dimensional que aprisiona a mi señor Justice. El gran error de la Humanidad es creer que su prisión es algo material. Una puerta que comunique a este mundo bastará para traerle de vuelta. Junto a él, regalaremos una nueva era de oscuridad a este mundo infecto.
Con uno de sus gestos, la pared norte se iluminó con un resplandor rojizo. Una estrella de cinco puntas aparecía dibujada en sangre sobre la pared. El pentáculo interior perdió su tonalidad oscura, y brilló igualmente, pasando por toda una escala de colores. Finalmente, se estabilizó en un azul brillante. Millia comprendió que aquel era el último sello a batir, y que Zato no era capaz de abrirlo por sí solo. Tenía que evitar que aquel loco rompiese el último sello. Tomo aire y apretó los dientes. Aquello iba a doler.
De un brusco tirón, Millia se dislocó el hombro izquierdo. Gracias a eso, pudo escurrirse de la negra tenaza que la mantenía presa. Se desprendió de los gélidos tentáculos mientras trataba de olvidar el bulto que sobresalía allí donde debería empezar su brazo. Oyó como Zato gritaba mientras una gran sacudida hacía temblar el suelo y el techo. Millia se preguntó cuál sería el origen de aquel terremoto.
-Un mero contratiempo en el salón principal, supongo. Dizzy debe de estar abusando de su generador láser. No tiene paciencia. Ya la aprenderá con el tiempo y la sugestión adecuada...Oh, querida, no deberías automutilarte de esa manera. No tan pronto.
La joven hizo caso omiso de las palabras de su mentor y aferró uno de los candelabros de aceite que iluminaban la estancia. Lo lanzó hacia la cabeza de Zato con gran velocidad, pero fué reventado en leno vuelo por uno de los zarcillos que invocaba desde el suelo. Estupendo, ahora no podía ni acercarse a su rival...
El fuego...
Allí donde el aceite se había derramado y prendido, no existían las sombras. Se retiraban como si le temiesen a las llamas. Quizás era eso lo que le hacía falta en esos momentos, reitrar las sombras de su camino. Inmediatamente, Millia empezó a derribar todos los candelabros de la estancia, vertiendo el viscoso aceite ardiente por el suelo de la estancia. En pocos instantes, prácticamente todo la habitación estaba prendida por las llamas danzantes. Únicamente había dos espacios donde el fuego no cubría el suelo, dos círculos de unos dos metros de diámetro. En una estab Zato. A quince metros, estaba Millia.
-Mi niña, no dejas de sorprenderme. Un movimiento muy hábil. Pero si crees que así vas a impedir mis movimientos, estás muy equivocada. El Amo de LaSombra está muy por encima de ello.
Las sombras cubrieron por entero el cuerpo y cabeza de Zato-One. Dos negras alas semejantes a las de un murciélago asomaron de su espalda, y el monstruoso engendro comenzó a volar. Alzóse entre las llamas como una gárgola vengativa y se elevó hasta unos diez metros de altura, mientras sobrevolaba el lugar riendo con carcajadas histéricas.
-¿Y ahora que harás, pequeña? ¿Esperar a que te nazcan alas? Por muy rápida que seas jamás lograrás alcanzarme. De un minuto a otro Dizzy aparecerá por esa puerta y con el sacrificio de su sangre Justice volverá a reinar. Y tú te abrasarás ahí abajo entre tu propia inmundicia...
Millia le gritó con todo su pulmón mientras realizaba gestos con su mano sana. Estaba trazando símbolos en el aire. Corrientes de viento empezaron a a agitar su rubio cabello.
-¡¡Maldito bicho!! ¡¡Si te hubieses molestado en socavar más la mente de Zato, sabrías que no eres el único capaz de conjurar magia!! ¡¡Yo era La Mano de LaSombra, y tenía su mismo entrenamiento!!
Millia terminó su invocación. Con la palabra adecuada, el hechizo se activaría, y después de eso que Dios la ayudase. Miró serenamente hacia la figura que oscilaba en círculos encima suya, y recordó un instante aquella última noche con Ky. Uno de los pocos momentos de los últimos años que recordaba con agrado.
Con voz firme, pronunció la última parte del conjuro.
-Sanctum eolus resquiescam in pace. ¡¡WINGER!!
La fuerza eólica que había convocado la propulsó hacia arriba en linea recta directa hacia la posición de Zato. Asemejaba un cohete banco y dorado, mientras se lanzaba con todas sus fuerzas de cabeza hacia su enemigo. El gear la sintió venir y lanzó parte de sí mismo en un intento de desviar aquel proyectil humano. El negro zarcillo abrió un profundo corte por encima de uno de los ojos de Millia. La asesina notó la sangre deslizarse por su rostro, pero no varió su trayectoria.
Impactó con tremenda fuerza en pleno pecho de Zato, y lo lanzó hacia arriba del impulso que llevaba. Aquel ataque le había cogido completamente desprevenido, pero no esperaba que su potencia fuese tan grande para enviarle a lo alto de la sala.
Zato notó como si algo estallase en su parte abdominal. Con manos temblorosas, palpó aquel bulto que había aparecido en su tronco. Estaba frío y duro. Espesas gotas de algo caliente se escurrían entre sus dedos. Cuando comprendió su situación, empezó a gritar. Se había empalado contra una de las estalactitas del techo. Cayó enfrente de la puerta dimensional parcialmente abierta, y notó como las llamas empezaban a prender en su cuerpo moribundo. Tambaleándose, se levantó mientras se apoyaba en la pared. El hueco abierto donde antes debía estar su estómago arrojaba inmundicias al suelo.
-Yo... ¿vencido?... Que inesperado giro de acontecimientos... Pero tu victoria será fútil, Millia Rage... Si hace falta sangre gear para liberar a nuestro señor... y mi niña no está presente... ¡¡¡yo otorgaré la MIA!!!
Se arrancó con su mano convertida en zarpa la tráquea y las arterias del cuello. Un chorro de oscura sangre manó de aquella herida y se vertió contra el azul brillante de la pared. Zato cayó al suelo, ya sin vida. Los símbolos rojizos empezaron a brillar con una intensidad que hacía daño a los ojos, y la última barrera empezó a flaquear. Pasó del azul intenso a uno más apagado, y de ahí al gris.
Millia miró por última vez la habitación en llamas, y sujetándose el hombro con su brazo sano, echó a correr por las escaleras ascendentes al pasillo central.
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Comentarios del autor:
Bruto ¿eh?. Me las estoy viendo jodidas para pasar la esencia del juego a palabras, especialmente los supers. Que sí, que en el juego queda muy bonico que Millia forme alas con su pelo y se tire como un cohete, pero puesto en texto queda completamente ridículo. Creedme. Si lo digo es que lo he escrito antes y lo he tenido que borrar inmediatamente porque me rompía los cristales de las gafas de horroroso. Tal como lo he tratado aquí, el super de Millia (Winger) queda bastante más aparente y lógico. De acuerdo, cronológicamente hablando escribí este episodio después que el 21, pero ha quedado perfecto. Espero que los disfrutéis por igual. Tras la paliza de esta semana, esto se corta durante una buena temporada, así que sosiego y calma. Quedan pocos episodios, pero intensos. Hasta la vista.
Kim Kapwham, pre vendimia acojonao. 2001-09-20
