1 Fan Fiction
Este es mi primer "fan fiction" (aunque no me gusta demasiado esta expresión). Quizás no es tan bueno como yo desearÃa, porque es difÃcil poner en palabras escritas lo que a uno se le pasa por la mente, pero igual espero que les guste.
La Dama de las Canciones (una historia de Amor)
De esta historia nada se dice en ningún libro, ni hay archivo alguno que la registre. Quizá fue olvidada por algún extraño motivo, pero llegó a mis oÃdos y hoy se las cuento, porque creo que es importante que se sepa.
De Lindalwen (doncella, dama musical, en Quenya) nada se cuenta, y es poco lo que se sabe, pero de no haber sido por ella, tal vez Frodo hubiera fracasado en la Misión del Anillo...
Era un dÃa de la Primavera de Lothlórien, en el año 3000 de la T.E., y por un sendero oculto entre los Mellyrn de flores doradas, se acercaba una figura envuelta en un manto gris.
Un elfo del bosque le salió al paso, y en la lengua Silvana de los elfos del bosque, le preguntó quién era y qué deseaba. La figura se quitó la capucha que la cubrÃa y reveló entonces su rostro bello y joven; su cabello era claro, aunque no dorado, y sus ojos eran oscuros y profundos. La joven conocÃa poco de la lengua de lso elfos del bosque, pero le explicó lo mejor que pudo que viajaba desde muy lejos y que desaba ver a la Dama Galadriel. El elfo, llamado Rúmil, le indicó que la siguiera, rumbo a Caras Galadhon, la ciudad. Eran tiempos donde la oscuridad aún no despertaba en el Bosque Negro, y algunos extranjeros aún eran recibidos en Lórien, y tratados con hospitalidad.
La joven no parecÃa élfica, pero era bella, y sus ojos reflejaban que no habÃa maldad en su alma. Rúmil no desconfió de ella, ya que cuando caminaba perdida, habÃa cantado canciones en la lengua de los Altos Elfos, canciones tristes y hermosas, que hablaban de los DÃas Antiguos, y también de Valinor.
Finalmente, tras recorrer por bastante tiempo el bosque, llegaron a las puertas de la ciudad, que miraban al sudoeste.
-Espera aquÃ- le dijo Rúmil a la joven- regresaré enseguida.
Ella asintió, y mientras las puertas de la Ciudad se abrÃa y el elfo entraba, ella contempló maravillada los altos árboles de flores doradas y recordó los cantos que conocÃa y que habÃa escuchado de la legendaria ciudad del Bosque de Oro, donde moraban el Señor Celebron y la Dama Galadriel. También vio los flets, las grandes plataformas construÃdas en los árboles, utilizadas como vivendas por los elfos. Estaba absorta en sus contemplaciones cuando llegó Rúmil y le dijo:
-El Señor y la Dama te recibirán ahora, tienen mucho interés en hablar contigo.
La joven siguió a Rúmil, atravesando la marvillosa ciudad. Recorrieron numerosos senderos y subieron muchas escaleras, hasta llegar a un sitio elevado donde vieron una fuente que resplandecÃa en el campo de hierbas, iluminada por antorchas de plata. Cerca de ahÃ, hacia el sur, estaba el mallorn más grande que nadie hubiera visto jamás. Su tronco gris plateado era liso y enorme, y se elevaba más allá de lo que alcanzaba la vista. De un lado del tronco colgaba una escala blanca, y al pie del árbol estaba aguardándoloes un elfo. Cruzó unas palabras con Rúmil, que ella no alcanzó a entender. El elfo que estaba al pie del árbol tocó una nota en un cuerno y le respondió otra voz desde lo alto.
-Vamos- ordenó Rúmil.
El elfo comenzó a trepar por la escala, y la joven lo siguió. Dentro de todo lo asustada que estaba, pudo observar que en el mallorn habÃan muchos flets. Al fin llegaron a una cámara ovalada, muy luminosa, que en el centro tenÃa el tronco del mallorn. En la cámara, se alzaban los orgulloso tronos de Celeborn y Galadriel, que estaban de pie para recibir a la viajera, tal como es la costumbre entre los elfos. La dama habló, y le dio la bienvendia a la joven en la Lengua Común y le preguntó de donde venÃa.
-Vengo de muy lejos, Señora, de las Tierras Mortales, más allá de los confines de este mundo, donde las Lenguas y los Tiempos son distintos- contestó ella, también el la Lengua Común
-Debes tener un nombre, imagino- dijo el Señor Celeborn
-Asà es, pero mi nombre es en la lengua de mi paÃs, y no puedo pronunciarla fuera de él.
-Lo comprenderé- dijo la Dama- pero debo darte un nombre, ya que no me agradarÃa que una huésped de la Ciudad del Bosque de Oro no pudiera ser llamada por su nombre. Te he escuchado cantar, en la lengua de los Altos Elfos, y más adelante me gustarÃa saber cómo es que la conoces, ya que ningún mortal ha pisado las tierras Sagradas de Valinor, pero ahora te llamaré Lindalwen, por tu hermosa voz, comparable a la de los Elfos del bosque.
-Es muy amable al llamarme asÃ, Señora, en verdad me siento muy honrada- dijo ella.
Y los dÃas fueron pasando el Lothlórien. Lindalwen aprendió las artes de los Elfos, y pasó muchas horas hablando con la Dama Galadriel. Le contó su origen, y cómo era que conocÃa las canciones de los elfos. En verdad se transformó, casi parecÃa una doncella élfica, de las que quedaban pocas, rescatando la gloria de los primeros dÃas, bajo las Estrellas.
Muchas veces se fue de Lórien, y volvió después, siempre a pasar una temporada en el Bosque de Oro.
Una tarde, cuando se hallaba sobre Cerin Amroth, la colina de las elanor, en compañÃa de la Dama, le comunicó su decisión de partir hacia el Oeste.
-Grandes acontecimientos se aproximan, Lindalwen- dijo la Dama- Grandes y terribles. La oscuridad está despertando y se acerca el final para los elfos en la Tierra Media. No es conveniente viajar, Lindalwen, nunca sabes lo que encontrarás. Tal vez quieras mirar en el Espejo de Galadriel.
Lo haré, pero debo reconocer que tengo miedo de lo que pueda ver- djio Lindalwen.
Asà lo hizo, y se vio a si misma en la Comarca una mañana soleada, caminando sobre una verde colina. Vio a un joven hobbit, y aunque ella sabÃa quien era, no lo dijo. Luego se vio a sà misma llorando, muy angustiada, en lo que parecÃa la Casa de Elrond, y después, el Mar.
En ese momento se interrumpió la imagen.
He mirado en el Espejo- dijo Lindalwen- y tengo más dudas que antes de mirar, pero aún asà partiré.
Si esa es tu voluntad, asà será, pero puedo ver que en este viaje verás cosas extrañas, y conocerás el Amor y el Dolor. Sólo te daré dos cosas- dijo Galadriel, y le entregó una gema blanca, engarzada en plata, que relucÃa como una estrella, y una espada élfica . â€"la piedra tiene la luz de la Estrella de Eärendil, te iluminará en los momentos de oscuridad y te protegerá del mal. Úsala sólo cuando la necesites de verdad. Por lo demás, ten la espada para enfrentarte a todos los peligros. Se llama Nimrahil. Te deseo en verdad suerte, Lindalwen, Doncella Musical, y usa la capa élfica que te dio el Señor de Lórien.
Al amanecer del dÃa siguiente, Lindalwen partió, llevando la capa élfica y la Luz de Eärednil y la espada Nimrahil como protección.
Este es mi primer "fan fiction" (aunque no me gusta demasiado esta expresión). Quizás no es tan bueno como yo desearÃa, porque es difÃcil poner en palabras escritas lo que a uno se le pasa por la mente, pero igual espero que les guste.
La Dama de las Canciones (una historia de Amor)
De esta historia nada se dice en ningún libro, ni hay archivo alguno que la registre. Quizá fue olvidada por algún extraño motivo, pero llegó a mis oÃdos y hoy se las cuento, porque creo que es importante que se sepa.
De Lindalwen (doncella, dama musical, en Quenya) nada se cuenta, y es poco lo que se sabe, pero de no haber sido por ella, tal vez Frodo hubiera fracasado en la Misión del Anillo...
Era un dÃa de la Primavera de Lothlórien, en el año 3000 de la T.E., y por un sendero oculto entre los Mellyrn de flores doradas, se acercaba una figura envuelta en un manto gris.
Un elfo del bosque le salió al paso, y en la lengua Silvana de los elfos del bosque, le preguntó quién era y qué deseaba. La figura se quitó la capucha que la cubrÃa y reveló entonces su rostro bello y joven; su cabello era claro, aunque no dorado, y sus ojos eran oscuros y profundos. La joven conocÃa poco de la lengua de lso elfos del bosque, pero le explicó lo mejor que pudo que viajaba desde muy lejos y que desaba ver a la Dama Galadriel. El elfo, llamado Rúmil, le indicó que la siguiera, rumbo a Caras Galadhon, la ciudad. Eran tiempos donde la oscuridad aún no despertaba en el Bosque Negro, y algunos extranjeros aún eran recibidos en Lórien, y tratados con hospitalidad.
La joven no parecÃa élfica, pero era bella, y sus ojos reflejaban que no habÃa maldad en su alma. Rúmil no desconfió de ella, ya que cuando caminaba perdida, habÃa cantado canciones en la lengua de los Altos Elfos, canciones tristes y hermosas, que hablaban de los DÃas Antiguos, y también de Valinor.
Finalmente, tras recorrer por bastante tiempo el bosque, llegaron a las puertas de la ciudad, que miraban al sudoeste.
-Espera aquÃ- le dijo Rúmil a la joven- regresaré enseguida.
Ella asintió, y mientras las puertas de la Ciudad se abrÃa y el elfo entraba, ella contempló maravillada los altos árboles de flores doradas y recordó los cantos que conocÃa y que habÃa escuchado de la legendaria ciudad del Bosque de Oro, donde moraban el Señor Celebron y la Dama Galadriel. También vio los flets, las grandes plataformas construÃdas en los árboles, utilizadas como vivendas por los elfos. Estaba absorta en sus contemplaciones cuando llegó Rúmil y le dijo:
-El Señor y la Dama te recibirán ahora, tienen mucho interés en hablar contigo.
La joven siguió a Rúmil, atravesando la marvillosa ciudad. Recorrieron numerosos senderos y subieron muchas escaleras, hasta llegar a un sitio elevado donde vieron una fuente que resplandecÃa en el campo de hierbas, iluminada por antorchas de plata. Cerca de ahÃ, hacia el sur, estaba el mallorn más grande que nadie hubiera visto jamás. Su tronco gris plateado era liso y enorme, y se elevaba más allá de lo que alcanzaba la vista. De un lado del tronco colgaba una escala blanca, y al pie del árbol estaba aguardándoloes un elfo. Cruzó unas palabras con Rúmil, que ella no alcanzó a entender. El elfo que estaba al pie del árbol tocó una nota en un cuerno y le respondió otra voz desde lo alto.
-Vamos- ordenó Rúmil.
El elfo comenzó a trepar por la escala, y la joven lo siguió. Dentro de todo lo asustada que estaba, pudo observar que en el mallorn habÃan muchos flets. Al fin llegaron a una cámara ovalada, muy luminosa, que en el centro tenÃa el tronco del mallorn. En la cámara, se alzaban los orgulloso tronos de Celeborn y Galadriel, que estaban de pie para recibir a la viajera, tal como es la costumbre entre los elfos. La dama habló, y le dio la bienvendia a la joven en la Lengua Común y le preguntó de donde venÃa.
-Vengo de muy lejos, Señora, de las Tierras Mortales, más allá de los confines de este mundo, donde las Lenguas y los Tiempos son distintos- contestó ella, también el la Lengua Común
-Debes tener un nombre, imagino- dijo el Señor Celeborn
-Asà es, pero mi nombre es en la lengua de mi paÃs, y no puedo pronunciarla fuera de él.
-Lo comprenderé- dijo la Dama- pero debo darte un nombre, ya que no me agradarÃa que una huésped de la Ciudad del Bosque de Oro no pudiera ser llamada por su nombre. Te he escuchado cantar, en la lengua de los Altos Elfos, y más adelante me gustarÃa saber cómo es que la conoces, ya que ningún mortal ha pisado las tierras Sagradas de Valinor, pero ahora te llamaré Lindalwen, por tu hermosa voz, comparable a la de los Elfos del bosque.
-Es muy amable al llamarme asÃ, Señora, en verdad me siento muy honrada- dijo ella.
Y los dÃas fueron pasando el Lothlórien. Lindalwen aprendió las artes de los Elfos, y pasó muchas horas hablando con la Dama Galadriel. Le contó su origen, y cómo era que conocÃa las canciones de los elfos. En verdad se transformó, casi parecÃa una doncella élfica, de las que quedaban pocas, rescatando la gloria de los primeros dÃas, bajo las Estrellas.
Muchas veces se fue de Lórien, y volvió después, siempre a pasar una temporada en el Bosque de Oro.
Una tarde, cuando se hallaba sobre Cerin Amroth, la colina de las elanor, en compañÃa de la Dama, le comunicó su decisión de partir hacia el Oeste.
-Grandes acontecimientos se aproximan, Lindalwen- dijo la Dama- Grandes y terribles. La oscuridad está despertando y se acerca el final para los elfos en la Tierra Media. No es conveniente viajar, Lindalwen, nunca sabes lo que encontrarás. Tal vez quieras mirar en el Espejo de Galadriel.
Lo haré, pero debo reconocer que tengo miedo de lo que pueda ver- djio Lindalwen.
Asà lo hizo, y se vio a si misma en la Comarca una mañana soleada, caminando sobre una verde colina. Vio a un joven hobbit, y aunque ella sabÃa quien era, no lo dijo. Luego se vio a sà misma llorando, muy angustiada, en lo que parecÃa la Casa de Elrond, y después, el Mar.
En ese momento se interrumpió la imagen.
He mirado en el Espejo- dijo Lindalwen- y tengo más dudas que antes de mirar, pero aún asà partiré.
Si esa es tu voluntad, asà será, pero puedo ver que en este viaje verás cosas extrañas, y conocerás el Amor y el Dolor. Sólo te daré dos cosas- dijo Galadriel, y le entregó una gema blanca, engarzada en plata, que relucÃa como una estrella, y una espada élfica . â€"la piedra tiene la luz de la Estrella de Eärendil, te iluminará en los momentos de oscuridad y te protegerá del mal. Úsala sólo cuando la necesites de verdad. Por lo demás, ten la espada para enfrentarte a todos los peligros. Se llama Nimrahil. Te deseo en verdad suerte, Lindalwen, Doncella Musical, y usa la capa élfica que te dio el Señor de Lórien.
Al amanecer del dÃa siguiente, Lindalwen partió, llevando la capa élfica y la Luz de Eärednil y la espada Nimrahil como protección.
