Nota de la autora: Salvo Lucy & Co., todos los personajes pertenecen a la genia de Rowling. Please, dejen review y tengan en cuenta que este es mi primer fic, así que no sean muy malos. Hasta el próximo capítulo!

1 Un intruso en Hogwarts

2 Primera Parte

El pueblo inglés de Avonlea era un lugar muy chico y de pocos habitantes. Además, estaba bastante apartado de cualquier otra aldea o ciudad. Pero lo más llamativo de Avonlea no era aquello, sino la extraña historia que se contaba sobre unas ruinas que quedaban a pocos kilómetros de allí. Estaban rodeadas por una alta valla de alambre con unos enormes carteles que advertían del peligro, sin embargo, no era esto lo que a todos les parecía raro, sino el hecho de que nadie, ni siquiera la municipalidad, supiera qué era lo que había ahí dentro. Se decía que era imposible cruzar la barrera, que cuando uno trataba atravesarla se alargaba y ensanchaba de forma "mágica". Claro que esos eran sólo rumores, lo único cierto era que nadie sabía nada y todo lo demás era puro invento. O al menos eso pensaba, en un principio, Lucy Wilson.

Lucy tenía diez años, el pelo rubio muy largo y grandes ojos claros. Su padre era una de esas personas demasiado realistas, que nunca creen nada de nada y trataba que su hija fuera lo más parecida a él como fuera posible. Pero a Lucy le solían pasar muchas cosas raras que no siempre tenían una explicación lógica y racional. Por ejemplo, un día había logrado, de alguna manera, que a una compañera de colegio le saliera pelo verde. Y otra vez había conseguido que el jarrón favorito de su mamá (al que acababa de romper) se arreglará "solo" y así varias otras cosas. Lucy no podía imaginar la razón de todo esto. Hasta esa noche.

Un día, el maestro de ella, el profesor Marston (que era de la misma opinión que el señor Wilson) decidió organizar con sus alumnos una especie de campamento al lado de estas ruinas. Así, los chicos se darían cuenta que eran todas mentiras y dejarían de inventarse historias. No los dejaron ir a todos, pero los que pudieron ir se entusiasmaron mucho, demasiado tal vez. Una de las madres se puso a llorar porque su "bebé" (de casi once años) se iba taaan lejos y taaanto tiempo. El chico le respondió que si fuera por él se iba un año entero, lo cual no la consoló mucho que digamos. Otros dijeron que sería peligroso (no se sabía si por las ruinas embrujadas o por el maestro) pero la mayoría no tuvo problemas. Un sábado de Octubre salieron en la vieja camioneta de Marston, bastante apretados y asustados. No les daba miedo pasar la noche fuera de casa, sino que el tipo manejara como un demente. Durante todo el viaje temieron por sus vidas. Consiguieron llegar sanos y ¿salvos?, aunque uno de ellos vomitó arriba de otro.

Pero lo grave no sucedió hasta la noche. Uno de los chicos (el "bebé") se cayó de un árbol y se rompió la pierna. El profesor tuvo que llevarlo al hospital del pueblo y dejó a su sobrino de dieciocho años a cargo de los demás niños. Supuestamente "El Granudo" (como le decían todos), había ido a ayudar a su tío a cuidar de sus alumnos, pero en realidad se pasó el día jugando al Gameboy. Obviamente, apenas se fueron el maestro y el herido, siguió jugando y dejó que los otros hicieran lo que quisieran.

Poco a poco, los chicos fueron acercándose hasta llegar a la alambrada con su gigantesco cartel de ¡PELIGRO! ¡NO PASAR!

Entonces uno de ellos empezó a hablar sobre lo que podía llegar a haber del otro lado. Los demás lo escuchaban, emocionados.

- No seas tonto- lo interrumpió Lucy- allá no hay nada raro, sólo son unas ruinas.

A nadie le gusta que lo traten de idiota, y menos delante de otros, así que el chico le respondió enojado que si era cierto que no había nada extraño y si era taan valiente, que cruzara la valla. Después, agregó maliciosamente:

- Seguro que no podrás ni trepar la mitad, con lo debilucha y lo enana que sos- Se rió como un estúpido.

Ella odiaba que le dijeran debilucha y enana, sobre todo si venía de alguien que no podía ni patear una pelota sin lastimarse y que apenas le llevaba unos centímetros. Así que tuvo que aceptar el reto.

- ¡No lo hagas!- le gritaron algunos- ¡Te podría pasar lo de Wolfang! (el que se había roto la pierna).

No les prestó atención, era bastante cabeza dura. Le demostraría a ese idiota de Rudolph de lo que era capaz, ¿quién se creía que era para decirle debilucha?

Comenzó a trepar. Parecía que nunca lograría llegar a la parte alta de la valla, realmente daba la sensación que se alargaba a propósito. Empezó a cansarse y le transpiraban las manos. Pero no se rendiría. Siguió adelante aunque parecían inútiles sus esfuerzos. Hasta que, para sorpresa de todos, llegó al final de la alambrada. Con cuidado pasó primero una pierna y luego la otra hacia el otro lado y comenzó a bajar. Tuvo una rara sensación, como si en vez de pasar una verja estuviera cruzando la frontera a otro mundo. Alejó semejante idea de su mente.

El descenso fue mucho más fácil, pero Lucy seguía preocupada por esa sensación. Sólo consiguió tranquilizarse cuando sus pies tocaron el piso, y no durante mucho rato. Porque cuando levantó la mirada para ver a sus amigos, a través de la cerca de alambre, lo que vio la aterró. O mejor dicho, lo que no vio. Detrás del alambre, en el lugar exacto donde antes estaban sus amigos, ahora no había nada ni nadie. Fuera de su agitada respiración, no se escuchaba ningún ruido o sonido de voces. Empezó, con desesperación, a golpear la verja y a gritar con toda la fuerza de sus pulmones.

Por más que chillara a un volumen de voz sorprendente, nadie parecía escucharla. El pánico se apoderó de ella. ¿Se habían ido todos a Avonlea? ¿La habían dejado sola? ¡¿Por qué nadie le respondía?!

De pronto, volvió a tener la extraña sensación que cuando cruzó la valla, pero con más intensidad que antes. Fue entonces cuando, de manera inexplicable, tuvo la certeza de que realmente había traspasado la barrera hacia otro mundo.

Un mundo que, al ser desconocido, podría resultar muy peligroso...

***

Harry Potter, un adolescente de quince años, conversaba animadamente con sus dos mejores amigos, Ron Weasley y Hermione Granger, en la mesa de Gryffindor. Estaban en medio del banquete en honor a Halloween, noche de brujas, una fecha muy importante para ellos, ya que eran alumnos de un colegio de magia y hechicería.

En ese momento, mientras cenaba y se reía de una broma de Ron, no podía imaginarse ni remotamente que esa noche iba a encontrarse con la misma chica que ahora golpeaba frenética la alambrada divisoria del mundo mágico del muggle...