Segunda parte

Lucy se sentó en el suelo, sin saber qué hacer. La cabeza le daba vueltas. Nunca le había pasado algo así. De repente, escuchó un ruido a sus espaldas. Se dio vuelta, pero sólo vio árboles y más árboles, o sea, un bosque. Estaba mirándolo, preguntándose qué habría escuchado, cuando vio un destello plateado. "¡Luz eléctrica!", pensó y se paró de un salto. Seguro que ahí, en el bosque, habría gente que la ayudaría a volver a su casa. En su desesperación, no pensó en lo ridícula que era esa idea y cometió uno de los peores (o mejores, quién sabe) errores de su vida: se metió en el bosque. A medida que avanzaba en la oscuridad, el resplandor se hacía más intenso, hasta que entre unos árboles encontró qué era lo que resplandecía. No era una lámpara, ni nada de eso, sino el caballo más hermoso que hubiera visto nunca. Se lo quedó mirando, embelesada.

Pero ¿era un caballo? En primer lugar, no sabía de caballos que fueran totalmente plateados, y además ¡tenía un cuerno en la frente! ¡Era un unicornio! No lo podía creer. ¡Cuando lo contara en Avonlea! Hasta que de pronto...

Un golpe violento la tiró al pasto, y algo pesado y peludo cayó arriba suyo. Trató de sacárselo de encima, pero no pudo, parecía como si se agarrara a ella. Además del forcejeo, Lucy escuchó un ruido como de pinzas. ¿¿¿Qué era esa cosa horrible??? Ahora tenía miedo más miedo que nunca. Pero así como había empezado, todo terminó, y sintió como dos manos la levantaban. Abrió los ojos y se encontró con ¿un hombre o un caballo? ¿Podía ser las dos cosas a la vez? "Eso" habló:

- No deberías estar aquí, es peligroso- Qué novedad, pensó ella- Subite que te saco de acá rápido.

Ella lo hizo y él empezó a galopar a mucha velocidad. Era peor que el auto de Marston. Por fin terminó el viaje, ya estaban fuera del terrible bosque, y se pudo bajar. Entonces, el hombre-caballo le volvió a hablar:

- Lo mejor será que vayas a pedir ayuda para volver a tu casa y que no vuelvas a entrar allí.

No hacía falta que lo dijera: ni loca volvería ahí, ni aunque le pagaran. Iba a preguntarle a quién podría pedirle ayuda, cuando se dio cuento que había desaparecido. Confundida, miró alrededor suyo para fijarse a dónde le convenía ir. Lo primero que vio fue una cabaña de madera, pero parecía estar vacía, tenía las cortinas corridas y las luces apagadas. Y lo segundo que vio... fue el enorme castillo, que la dejó helada.

Cuando se recuperó de la impresión (la verdad es que, sorprenderse por un castillo después de ver un unicornio y un hombre-caballo es algo estúpido, pensó) caminó hacia allá. Luego de subir los escalones de entrada, trató de abrir las puertas, que eran muy pesadas. Al final lo logró y entró al lugar.

Se encontró en un vestíbulo donde su casa habría podido caber entera. Las paredes estaban llenas de cuadros y retratos que parecían mirar directamente a ella. Desde algún lado llegaban voces y risas. Mientras estaba cruzando la habitación en dirección al sonido, escuchó que alguien susurraba a su espalda:

- ¿Qué hace fuera del comedor? Debería estar en el banquete, con todos los demás.

- Mirá cómo tiene la ropa ¿de dónde habrá salido?

Se dio media vuelta para ver quién decía eso, para comprobar que no había nadie allí. Que raro, pensó, ¿me lo habré imaginado? Siguió caminando, cuando volvió a escuchar las mismas voces de antes:

- No tiene puesto el uniforme, y su ropa es muy rara. ¿Seguro que es del colegio?

- Claro. No pueden entrar los muggles aquí, aunque admito que su ropa estrafalaria, pero como se viste la gente joven hoy en día...

Definitivamente, no era su imaginación. Sin embargo, otra vez lo único que encontró al darse vuelta fueron los cuadros. ¡Los cuadros! Fue entonces cuando se dio cuenta que la mujer de uno de los retratos estaba en otra posición. Eso ya era demasiado. ¿Dónde se había metido? Por fin llegó a las pesadas puertas dobles detrás de las cuales se escuchaban las voces y risas. Entreabrió una de ellas lo más silenciosamente que fue posible. Lo primero que sintió fue un fuerte olor a calabaza frita. Después, vio las cuatro largas mesas llenas de adolescentes, vestidos de manera extraña: túnicas negras y sombreros como de bruja o algo así. Estaba mirando las calabazas decoradas por Halloween y pensando que tal vez todos solamente estuvieran disfrazados, cuando escuchó que alguien lanzaba un chillido muy agudo en su oído, dejándola casi sorda:

- ¡¡¡Una alumna fuera del comedor!!! ¡Eh, Filch, acá hay alguien a quién podrías expulsar! ¡Ja,ja,ja!

Al mirar detrás suyo, se encontró con un hombrecito horrible, que parecía un duende. De repente se callaron todos, y escuchó como alguien se levantaba y caminaba hacia donde estaba ella. Sin pensarlo dos veces, comenzó a correr todo lo rápido que podía. Cada vez más lejos, se escuchaban la voz del duende y la voz de otro hombre:

- ¿Qué fue lo que viste, Peeves? ¿Adónde se fue la chica? ¿No me estarás mintiendo?

- Ah, no sé Filch. Tal vez sí te este mintiendo. Que cosa, no vi para donde fue.

- ¡Peeves! ¡¡¡#$*&%@+#$%&*+@!!!

- Yo sí la vi, señor- habló la voz del cuadro- No llevaba el uniforme. Se fue por allá, a la izquierda...

Corrió un largo rato, hasta que creyó que el tipo ya no la seguía y se sentó a descansar un poco. Se le apareció un flacucho gato gris, y Lucy, a quien le encantaban los gatos, lo llamó para acariciarlo. Pero el gato maulló y se fue. De no haber sido por el cansancio, habría creído que era una pesadilla. Entonces, volvió a escuchar al tipo:

- ¿Así que está en el pasillo de Encantamientos? No te preocupes, cariño, ya la atraparemos.

¡Socorro, el gato la había delatado! ¡Esto ya era el colmo! Volvió a pararse, y salió corriendo por otro pasillo, y luego otro. Llegó frente al retrato de una gorda con un vestido rosa. La mujer la miró fijamente y le dijo:

- Decime la contraseña, y te dejaré entrar. Si no, fuera de aquí.

Se le ocurrió una idea: si llegaba a adivinar la contraseña, podría esconderse allí. Dijo lo primero que le fue a la mente:

-¡Calabaza frita!- Aunque hasta a ella misma le pareció imposible, adivinó. El cuadro se movió a un costado, dejando ver una abertura por la cual Lucy se abalanzó. Entró en una sala circular, llena de cómodos sillones. Inmediatamente se sentó cerca del fuego, estaba muerta de cansancio. Casi se había quedado dormida, cuando escuchó pasos y voces acercándose.

- ¿Contraseña?- preguntó el retrato.

Lucy comprendió que todos esos entrarían y la descubrirían allí. Tenía que esconderse, pero ¿dónde? Encontró la escalera caracol, la subió a toda velocidad y se metió en una de las habitaciones. Adentro había cinco camas, se escondió debajo de una de ellas. Pero luego, otra vez escuchó pasos y voces en las escaleras:

- Eh, Ron, ¿qué tal si jugamos al Snap Explosivo antes de ir a la cama?

- Es una buena idea. Harry, ayudame a buscarlo, me parece que lo deje debajo de mi cama.

Y entonces la puerta se abrió, dejando entrar a dos personas, que se aproximaban lenta y peligrosamente a donde estaba ella...