Título: ARIADNA.

Por: Ariadna.

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Parte 2: NUEVA VIDA.

-¡¿QUÉ?!

-Por lo que veo Afrodita no te explicó nada.

-No, sí me dijo algo de una pelea con Artemis y que necesitaba ayuda para entrenar a unos caballeros que le estaban agradecidos…

-Pues tú eres uno de los escogidos.

- ¿Cómo? ¿Pero…?

-Sí, ya sé, en tu primera vida nunca tuviste que pelear, pero Afrodita requiere de sus más fieles servidores, a pesar de que no sean luchadores, eso es lo de menos, por eso vino a mí y me pidió que te entrenara para que sí lo fueras.

-Momento, momento. ¿Cómo es eso de la primera vida? Llevo desde hace más de una hora preguntándome cosas de las cuales nunca esperé preguntarme, y ahora, más encima, ¿tengo que luchar? ¡¿Contra una Diosa?! – pregunté desesperada.

-No lo tomes como algo tan malo, es una lucha menor, es probable incluso que no se realice si es que mi padre se entera, y, con mis entrenamientos, luchar no te será difícil, en especial con la guardia personal que tú tienes, que nunca permitirá que te pase nada malo.

-¿Guardia personal?

-Sí, el séquito de Dioniso. – me respondió como si yo ya supiera la respuesta, cosa que obviamente no sabía.

-¿Dioniso?

-En realidad no recuerdas nada de nada, es una lástima. – murmuró, desalentada frente a mi ignorancia.

-¿"Nada de nada" de qué? Por favor explícate.

-Oh, ya lo sabrás, todo a su tiempo. Lo único que necesitas saber, por ahora, es que tu verdadero nombre es Ariadna, y que bajo mi tutela no permitiré que te pase nada malo y te volverás una gran luchadora.

No dije nada al respecto, estaba demasiado ocupada tratando de asimilar toda esa palabrería. Ay, como desearía ahora haber prestado más atención en clases cuando pasaron mitología…

-Bien. Mu. – susurró, nombrando al hombre que me había traído hasta aquí. Este entró rápidamente y se inclinó ante Saori. – Mu, te presento a tu nueva alumna, Nysa.

Él se sorprendió un poco, pero no dijo nada, incluso, podría decir que sonrío, aliviado.

-Entrenará para ganar la armadura de Columba, su cuerpo en esta vida nació bajo esa constelación.

-Pero, Atenea, para Columba ya hay siete postulantes, y uno de ellos ya casi tiene ganada la armadura…

-No importa, Nysa entrenará para ella. Ah, y entrenará desde el comienzo, ya que no sabe luchar.

-Bueno… - interrumpí. – algo sé, practiqué defensa personal cuando era pequeña…

-Mejor, pero aún así será mejor empezar por lo básico. – insistió ella.

Mu se resignó y luego me miró serio.

-Mañana empieza tu entrenamiento, a las 4:00 AM en el Coliseo. – dicho eso, se retiró.

-Acompáñame, te mostraré tu nueva habitación. – dijo Saori antes de que pudiera hablar.

-¿Qué? ¿Tengo que quedarme aquí?

-Por supuesto.

-Pero…y mi casa y mi familia…

-Lo siento mucho, Nysa, pero ésta es tu nueva casa, no volverás a tu casa anterior hasta que estés lista.

-Pero…creerán que me secuestraron…

-No te preocupes, yo mandaré a alguien a informar a tu familia, ahora sígueme.

Y obedecí. Trataba de ordenar mis ideas, de pronto sabía cosas que no sabía antes, como lo del cosmos, pero casi todo era nuevo para mí, dioses, armaduras, batallas, caballeros...

-¿Quién es Dioniso? – pregunté mientras bajábamos las escaleras de las doce casas.

-Mi hermano, medio hermano para ser exactos.

-Oh…¿O sea que él también es un Dios?

-Si, el dios de la viña, el delirio místico, la fertilidad de la naturaleza, y de todo lo relacionado con la humedad y los placeres. Pero para resumir, es conocido como el Dios del Vino.

-Ah.

-¿No lo recuerdas?

-¿Debería?

-Pues, supongo que no… - dijo, no teniendo muy claro si tenía que hablarme de él o no.

-Y, en cuanto a Afrodita, ¿por qué has decidido ayudarla? De lo que me acuerdo de las clases de mitología, ambas entidades no se llevaban bien luego de la guerra de Troya.

-No soy rencorosa…además, le debía un favor…una larga historia.

-…y el favor consiste en entrenarme a mí. - finalicé.

Ella asintió.

Las doce casas estaban vacías, por lo que no tuve la oportunidad de conocer a los caballeros dorados hasta más tarde, debido a que cada uno estaba entrenando a sus discípulos o descansando. Al llegar abajo, me volví a encontrar con los chicos que estaban jugando a fútbol, y averigüé sus nombres. Jabu, Nachi, Ban, Geki, Shiryu, Hyoga, Shun y Seiya. Los primeros cuatro son santos de bronce y los otros cuatro son, hasta ahora, los mejores guardianes de Atenea, los santos divinos. Casi todos ellos también tenían alumnos, pero no se tomaban su trabajo de maestro muy en serio y siempre dejaban solos a los aspirantes que deberían vigilar.

Saori me dejó con ellos y le pidió a Shun y Hyoga que me dieran una habitación, mientras que le dijo a Shiryu que fuera a mi casa en Japón (sí, vivo, o más bien vivía, en Japón. Aunque mi país natal es Chile, en Sudamérica. Lo que pasa es que soy de una familia muy viajera, hasta el año pasado vivíamos en Francia) a avisar a mis padres sobre mí.

-Así que entrenarás con Mu, que lástima. – murmuró Hyoga.

-¿Por qué dices eso?

-Porque Mu es muy estricto, no creo que dures ni siquiera una semana con su ritmo. – me respondió.

-No la desanimes Hyoga, solo acaba de llegar.

-Yo solo la advierto…

-¿Y dónde dormiré? – pregunté, para cambiar la conversación, no quería deprimirme.

-Casi todos los aspirantes duermen en un mismo edificio, pero Saori nos dijo que te diéramos una pieza en la mansión.

-¿La mansión?

-Si, luego de que resucitaron todos los caballeros caídos y las batallas acabaron, tuvimos que construir muchos edificios para la comodidad de los 88 caballeros y los aspirantes, y un lugar para Atenea, que se quedaría permanentemente aquí. En la mansión duerme ella y algunos de nosotros, así como personas que no son caballeros, pero cumplen su función en el Santuario, como Tatsumi.

Luego de las explicaciones, llegamos a la mansión, y realmente lo era, igualita a la que tiene en la Fundación Kido en Japón, gigantesca.

Me acomodé en mi nueva pieza rápidamente, era bastante amplia comparada con la anterior (que además tenía que compartir con mi hermana gemela).

Shun y Hyoga, al verme ya cómoda, se retiraron.

Al rato me vinieron unas ganas enormes de ir al baño, salí al pasillo y no había nadie, así que me decidí por preguntar a mi vecino.

Toqué la puerta.

-Un momento… - fue la respuesta de una voz femenina.

Yo apenas podía aguantarme, así que abría la puerta sin esperar. Dentro había una chica de cabellera rubia en cuclillas buscando algo debajo de la cama, de espaldas a mí. Al sentir mi entrada se giró bruscamente.

-¡¿Quién demonios se atreve…?! ¿Huh? - fue lo único que ella articuló al darse cuenta de que no era quien ella pensaba. - ¿Ariadna?

-¿Eh? ¿Cómo sabes mi nom…? – yo misma me interrumpí, ese no era mi nombre. – Disculpa, pero mi nombre no es Ariadna. Me llamó Nysa, acabo de llegar y necesito ir al baño, pero no sé dónde está, ¿puedes ayudarme? – dije aceleradamente, aguantándome apenas las ganas.

-Ah, claro. Sigue derecho por el pasillo hacia la izquierda, es la primera puerta al doblar la esquina.

Salí corriendo en esa dirección, pero me devolví de la misma manera al acordarme de mis modales.

-Gracias, ¿cómo te llamas?

-June, santo de bronce del Camaleón.

June resultó ser una chica muy simpática. Luego de que saliera del baño me presenté formalmente y ella me explicó que la razón por la cual había reaccionado tan bruscamente cuando abrí la puerta es porque ella no traía puesta su máscara, y si yo hubiese sido un hombre, en este momento estaría muerta.

-¿Y por qué tenias tu máscara debajo de la cama?

-Es que tuve un mal día y solo se me ocurrió mandar la maldita máscara por los aires.

-Ah…

Después de una corta conversación, me acompañó a dar una vuelta y me presentó al resto de los aspirantes a caballeros (y son muchos), y a los que serían mis contrincantes por la armadura de Columba, así como a sus maestros. Conocí casi todo el Santuario en una tarde, pero no pude ver a los Santos de Oro hasta la hora de la cena.

La cena se sirve en la mansión, donde comen los santos divinos, los dorados, tres amazonas incluyendo a June, la hermana de Seiya: Seika, la "hermana" de Shiryu: Sunrei, unas chicas que antes trabajaban en un orfanato: Miho y Erii, el "protector" de Saori: Tatsumi, y Kiki, el eterno discípulo de Mu (y debo reconocer que es muuy guapo, de 20 años, 1.78 metros, y una cabellera como el fuego que llama mucho la atención). La comida estuvo bien y entablé buenas migas con la mayoría de los presentes, en especial con Milo, que resultó ser un verdadero payaso. La pasé tan bien que casi se me olvidó la situación en la que me encontraba.

En la noche, cuando ya todos se retiraban a sus cuartos, le pedí a June que me explicara un poco sobre este mundo en el que me había metido, cosa que contestó gustosa contando cada historia más asombrosa que la anterior, pero sin muchos detalles, ya que ella no estuvo ahí para verla con sus propios ojos. Luego pedí una explicación de mi situación particular.

-Ah, aunque tu caso es especial, es muy simple. Hay distintas maneras de llegar hasta aquí, la tuya fue que una diosa, Afrodita, despertó tu cosmos con el fin de que la ayudaras en una lucha y luego te mandó acá para que Atenea te entrenara.

-Sí, eso ya lo sé, pero…hey, un momento, ¿cómo sabes tú de eso si no se te lo había contado?

-Confórmate con saber que sólo lo sé. – me sonrió pícaramente (sí, ya no traía su mascara puesta, ¿o es que creen que es cómodo dormir con eso encima?).

-Jum…está bien. Pero ¿quién se supone que soy? ¿Por qué Afrodita me escogió a mí?

-Um, veamos, para hacértelo simple, solo te diré que eres la reencarnación de la princesa de Creta de la época Antigua.

-¿Una princesa? ¿Yo?

June asintió.

-¿Quiere decir que es cierto todo eso de las reencarnaciones y de la vida anterior?

-No exactamente. No cualquiera reencarna, solo los dioses y algunos de sus caballeros, aunque cualquier inmortal puede reencarnar si así lo desea. Ariadna fue un personaje especial de aquella época, tanto por su romance con el ateniense Teseo como por su casamiento con un Dios…

-¿Me casé con un Dios? – pregunté sorprendida.

-Ajá.

-¿Con quien?

-Lo siento, pero eso no sé si debo decírtelo, primero deberás cumplir con lo que viniste a hacer a la Tierra en estos tiempos para volver a estar con él.

-Oh. – murmuré, decepcionada.

-No te desanimes, ahora eso no debe de preocuparte. Mañana comienzas tu entrenamiento ¿no? Será mejor que vayas a acostarte, Mu es muy estricto y no es bueno hacerlo esperar.

Ella parecía tener razón. Le di las gracias por las aclaraciones y me retiré a mi cuarto. Pero no pude dormir mucho. Pensé en lo que me dijo June, también en lo que dijo Atenea, y Afrodita, y traté de hacer encajar todo. Me pregunté nuevamente quién sería ese Dioniso realmente, y por qué tenía su séquito protegiéndome, si es que eso era cierto, ya que no lo había visto hasta ahora. Pensé en mi familia, ¿cómo se tomarían el hecho de que me fui de la casa de manera tan repentina? De seguro la que menos se preocuparía sería mi hermana Maiya, cuando se enterara, incluso, se enojaría porque no la traje conmigo. Claro, siempre y cuando no este más pendiente de su "amigo" Mitsui, qué envidia… y yo sola en un lugar desconocido, aunque estaba rodeada de chicos guapos, eso era la parte buena… pero…

RRRRIIIIIIIIIIIINNNNGGGGGG!!!!!!!!!!!!!

La alarma sonó. Traté de pegarle con la mano para que se callara pero choqué antes con la lámpara de noche, botándola al suelo. La alarma siguió sonando.

-¡Ya cállate! – grité, y de un golpe la tiré lejos, pero ya era tarde, ella había logrado su cometido: yo ya estaba despierta.

-Maldición, pero si son casi las 4:00 de la madrugada….¿Casi las 4:00? ¡Oh, mierda!

Me levanté y corrí rápidamente al ropero para vestirme. La noche anterior Miho me había traído una máscara y unas mallas para mi entrenamiento, que comenzaba dentro de cinco minutos. Luego de vestirme, me recogí el cabello en una trenza y miré detenidamente la máscara…

¿Qué sentido tenía usar esta cosa si ya todo el mundo me había visto la cara el día anterior? Además, no tenía pensado matar a nadie por el simple hecho de verme la cara, y mi corazón ya había flechado hacía mucho tiempo… aunque él me abandonó…. Ah, pero eso es otra historia…

Salí corriendo en dirección al Coliseo.

Según me habían explicado, el desayuno se servía a las 8:00, por lo que mi nuevo maestro tenía la oportunidad de hacerme sufrir durante cuatro horas antes de poder comer algo.

Ciertamente no entendía muy bien mi propio comportamiento, pero sí sabía que no me convenía llegar tarde a mi primer entrenamiento.

A las 3:59, Mu ya estaba esperándome.

-Felicidades, no hay muchos alumnos que sean puntuales, esperaba mucho menos de ti.

Podría haberme ofendido, ya que el tono que usaba no era precisamente agradable, pero su rostro decía otra cosa, se veía muy lindo, incluso me sonrió… y luego me dio la espalda al darse cuenta de algo importante…

-Oh, no te preocupes, decidí no usar máscara. – le aclaré.

-¿Qué?

-Pues, es que no tiene sentido después de que todos me conocieran…

Mu volvió a mirarme a la cara y frunció el ceño.

-No sé si eso se puede, pero ya lo hablaremos después. Antes que nada, necesito saber algo: ¿cómo fue que lograste despertar tu cosmos sin la ayuda de Atenea?

-¿mi cosmos? Pues… no lo sé, anteayer acababa de llegar de clases y me quede dormida, y cuando desperté aparecí en un bosque y luego aquí.

-Es muy extraño. Tu cosmos no es agresivo ni combativo, y parece como si le hubiesen agregado poderes que no le pertenecen…

-¿y eso qué quiere decir?

-No lo sé. – se encogió de hombros.

Me salió una gota de sudor…

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