Hola!!! Aquí estamos otra veeez....

Hermione es una genia: Hombre, hay que innovar un poco... Yo estoy harta de leer sobre chicas enamoradas y preocupadas por lo que piensen ellos. Por una vez, será al revés.

Hermione12: Hombre, comprenderás que de vez en cuanto han de tener un poco de intimidad. Imagina la de puntos que les quitaría Snape si los pilla espiando en Las Tres Escobas...Pero vamos, de todas formas, Harry y sus amigos van a meter las narices en todo esto, don't worry...

wilbur: Aah! Casi me matas con lo de Mary Sue! Eso si me estás haciendo investigar tanto como Serena a los de su asignatura. Yaoi : "yama nashi, ochi nashi, imi nashi" ( sin resolución, sin final, sin sentido) ¿Qué, hago bien los deberes?. Siempre pensé que Utena era algo por el estilo. Sería interesante intentarlo, pero te juro que las estoy pasando moradas para liar a estos dos y no me veo capaz de hacerlo meter más romance en este fanfic. Tal vez más adelante.

Nimph: Bueno, aquí tienes lo que querías. Espero que te guste. Está tu Ginny, y alguna amiga suya. Lo de Draco... es que a mí no me acaba de convencer... así que lo dejo en tus manos.

Cali-chan: Bueno, lo mismo que a Hermione12 respecto a Harry y a los demás, y ¡gracias!

Spacey: Pues le fue de poco convertirse en Lara Croft. Menos mal que mi novio me avisó a tiempo... Es mucho más divertida así, la verdad...

Asosa76: ¡Muchas gracias! Snape siempre me ha parecido uno de los personajes más humanos de todos. La verdad es que me parece fascinante...

Resaca y bailes muggles

Hay días que es mejor quedarse en la cama, y ése era uno de ellos.  Snape abrió los ojos y volvió a cerrarlos, cegado por la escasa luz que pasaba por debajo de las cortinas de terciopelo verde. Apartó las sábanas e intentó sentarse en la cama, aún con los ojos cerrados. Empezó a arrepentirse nada más despegar la cabeza de la almohada. Notaba un dolor pulsante por todo el cráneo, como si se le estuviera hinchando la cabeza. Cuando quedó totalmente sentado, sintió como si le clavaran  un estilete en cada sien. Apretó los ojos con más fuerza, y se levantó. Un ardor amargo subió hasta su esófago, produciéndole arcadas a cada paso. De algún modo llegó hasta el baño, y tras remojarse el rostro, adquirió el valor suficiente para abrir los ojos.

El reflejo le devolvió su imagen, aunque con una mirada muy diferente a la suya.

- ¡¡¡¡¡TOOOOOONTO L'HABA!!!!!

Snape creía que no podía sentirse peor hasta que el alarido retumbó por toda su cabeza. Se tapó los oídos con las manos.

- Shhhhh...

- A MÍ NO ME CHISTES, INÚTIL – le gritó el espejo. Su expresión era la misma que Neville afrontaba en cada clase de pociones - ¿ERES CONSCIENTE DE LA INMENSA ESTUPIDEZ DE TU COMPORTAMIENTO ANOCHE?

Lo cierto era que sí, empezaba a serlo. Por su mente ya no pasaba el alegre rostro de Serena sino las miradas de complicidad que se dirigían la mayor aglomeración de cotillas en cien millas a la redonda.

- ¿Qué, empezando a asumir la realidad? – repuso el espejo, ahora utilizando el tono peligrosamente suave que Snape reservaba para Harry Potter. – Tanto tiempo perdido tratando de mantener una buen reputación como mortífago indultado a la espera del regreso de Voldemort, ¿para qué?. Regresa la versión femenina de Neville Longbottom, y todo a tomar viento.

 Snape miraba en silencio su aspecto: su tez blanca, su pelo grasiento, sus dientes amarillos.

- En el fondo lo sabías. Sabías que esa chica te traería problemas desde la primera clase que diste aquí. – ahora fue Snape el que sonrió ligeramente – No este mismo tipo de problemas, naturalmente... pero te los dio. Y te los continúa dando.

Entonces, el hombre y su reflejo adquirieron la misma expresión. No era alegre.

- Ni siquiera es hermosa. Atractiva tal vez. Pero, ¿qué sabes de ella?. Nunca habla demasiado y menos de sí misma. Podría guardar más secretos que un inefable. No la conoces en absoluto.

Ambos se quedaron en silencio durante unos minutos.

- La conoces por sus actos, es verdad. Ella confía en ti, sin más. Sólo hay otra persona que te haya dado su confianza incondicional y es Dumbledore. Y, claro, el vínculo que se formó cuando le salvaste la vida. Cuando la deuda quedó saldada por su parte creíste que se rompería, y sin embargo se fortaleció. Y sus cicatrices no pueden dejar de recordártelo.

Snape se apartó de delante del espejo y empezó a vestirse. Si eso continuaba adelante, no sólo se pondría en peligro a sí mismo, sino también a ella. Ahora mismo Serena Greenwood era su punto débil, y si Voldemort se enteraba de ello, ya no necesitaría pruebas para demostrar su traición. Ningún mortífago sería capaz de enamorarse de semejante defensora de los muggles.

Una vez vestido, se miró de nuevo en el espejo.

- Ya sabes lo que tienes que hacer – dijo su reflejo.

Snape asintió. Debía hacerlo, e iba a ser doloroso. Tal vez perdiera para siempre cualquier posibilidad – si realmente la había. Pero mejor eso a dejarla morir a manos de Voldemort.

*                     *                      *

La oportunidad se presentó rápido. Durante el recreo, Harry Potter y Draco Malfoy se pelearon. Potter había enviado a Malfoy contra un árbol con un hechizo de desarme. Quitó cuarenta puntos a Gryffindor. Criticó con dureza al chico y –lo más importante- al recuerdo de su padre. Potter estaba furioso, y parecía a punto de atacarle cuando una mano se posó sobre el hombro del muchacho.

- Márchate – dijo Serena. Potter temblaba de ira, y no parecía muy dispuesto a moverse, pero el tono frío de la profesora lo calmó. Volvió con sus amigos. – Profesor Snape, acompáñeme un momento.

Se detuvieron para pedirle a Flitwick que vigilara el patio y subieron a la sala de profesores en silencio. Serena cerró la puerta.

- Severus. Comprendo que tenga que mantener su reputación, pero me temo que lo que acaba de hacer es excesivo. No tiene derecho a insultar así el recuerdo del difunto padre de Harry. Los padres de un huérfano son sagrados.

Parecía molesta, pero no lo suficiente.

- Profesora Greenwood. El padre de Harry, del famoso y querido por todos Harry, era un gamberro confiado y presumido que murió debido a su arrogancia. No voy a permitir que ocurra lo mismo con el preferido de Dumbledore, ¿no le parece?. Y de todos modos, una profesora de tres semanas de experiencia no va a decirme a mí lo que tengo que hacer.

La joven había palidecido.

- Además, ya le dije cuando llegó lo que opinaba de su presencia aquí. Exceptuando Cuidado de Criaturas Mágicas y Astronomía, el resto de las asignaturas las aprobó por los pelos. Incluso Defensa Contra las Artes Oscuras, a pesar del escaso nivel de dificultad debido a sus incompetentes profesores. Y qué tengo que decirle de Pociones. Era aprobarla o arriesgarme a perder otra mazmorra... Si tiene que quedarse aquí por su propia seguridad, hágalo. Pero no venga a darme lecciones de cómo tratar a mis alumnos.

Las pupilas de Serena encogieron hasta quedar como puntas de alfileres. Un poco más, Severus, y ya estará.

- Sobre todo teniendo en cuenta que su irresponsabilidad con la escoba no sólo pudo haberle matado a usted. Podía haber herido gravemente a más de un alumno, incluso a su estimadísimo Potter. No tiene derecho a hablarme así.

- Pensar... que... por un momento... – susurró Serena con los dientes apretados. Cerró los puños con fuerza. En ese instante, Snape pensó le iba a golpear. Parpadeó. Abrió los ojos justo a tiempo para ver cerrarse violentamente la puerta de la sala.

Estaba solo. Se sentó en su sillón, tratando de convencerse a sí mismo de que era lo mejor. Unos minutos más tarde sonó la campana de final del recreo y él emprendió el camino de regreso a las mazmorras. Definitivamente era el mejor lugar en el que podía estar.

Cuando se dirigía a las escaleras se cruzó con Dumbledore, que iba acompañado de cinco tipos altísimos. Uno de ellos era Ian West.

- Ah, Severus... Supongo que ya habrás oído hablar de Magia Muggle, ¿no?

Snape miró a Dumbledore de hito en hito. ¿Magia Muggle? ¿El grupo de magos que tocaban música con instrumentos muggles?.

El Ministerio de Magia los tenía casi censurados: era lógico, porque en sus canciones no solían dejarlos muy bien parados, especialmente en temas de mortífagos indultados y defensa de los derechos muggles. Y encima no tenían ningún complejo en gritar el nombre de Voldemort, y no precisamente para alabarlo. A la mayor parte de la población mágica les daban miedo sus canciones. Pero entre los jóvenes tenían un gran éxito, y sonaban continuamente por las emisoras de radio piratas.

- Sí, Severus: lo que oyes. Son amigos de Serena, van a ayudarla en la primera clase de baile muggle de esta tarde. Estoy ansioso por asistir, la señora Pomfrey se ha dignado a aceptar acompañarme... Ahora mismo trataba de convencerles para que dieran un concierto aquí. ¿No sería estupendo?

Snape asintió y se despidió. Todo el camino a las mazmorras estuvo imaginándose la cantidad de howlers de padres horrorizados que iban a oírse en el colegio. Aunque probablemente no meterían tanto ruido como esos bestias.

Ya llegaba a las mazmorras cuando de repente se oyó un estruendo inmenso que hizo temblar todo el castillo. Era un sonido rítmico y con cierta cadencia, pero parecía expresar la furia en su más pura esencia. Se oyeron voces.

- ¡YA TE DIJE QUE NO UTILIZARAS EL SONORUS, REGULAS MAL EL VOLUMEN, IDIOTA! – exclamó una de las voces

- LO SIENTO, NO ME ACORDÉ... – respondió otra.

- PARECE MUY ENFADADA... Y TÚ DICIENDO QUE SE HABÍA ABLANDADO, IAN... SOLO DEBÍA QUERER SER EDUCADA AL BAILAR CON ... – la tercera voz se extinguió antes de terminar la frase.

Snape respiró aliviado. Por un pelo.

*                     *                      *

Harry, Ron y Hermione miraban horrorizados el reloj de arena que señalaba los puntos de Gryffindor. Durante toda esa mañana, Snape había quitado puntos y más puntos en todas las clases que había dado.

- Ese maldito desgraciado ... – susurraba Ron, mirando el reloj como hipnotizado.

- No puedo creerlo – comentaba Hermione – Me ha quitado puntos por hacerlo mejor de lo que debería. – Miró a Harry con los ojos muy abiertos, como en trance – Pero si las medidas estaban equivocadas en el libro...

Harry miró la mesa de los profesores. Estaba ocupada casi al completo a excepción de dos asientos. Curiosamente, Hagrid se había sentado en el sitio de Snape. Miró a la puerta.

Snape llegó por el lado derecho y Serena por el izquierdo. Sin mirarse, se giraron los dos y entraron caminando juntos por el pasillo entre las mesas. A medio recorrido, la profesora se detuvo en seco al ver las puntuaciones, quién había restado todos esos puntos y por qué. Snape continuó andando hacia la mesa de los profesores sin inmutarse. Bueno, al menos hasta que vio que las dos únicas sillas vacías estaban una al lado de la otra.

Serena apretó los puños y arrancó a caminar hacia la mesa. Vio a Snape parado. Vio las sillas. Giró sobre sus talones y salió del comedor. Sólo había dos personas en el colegio que la había visto enfadada antes y todos los alumnos se alegraron de no haber sido ellos.

*                     *                      *

A la hora de Estudios Muggles, todos los de la clase cruzaban los dedos para que a Serena se le hubiese pasado el enfado. En ese momento se oyó un tremendo portazo y la profesora entró en el aula, blanca de ira, con los dientes apretados y caminando exactamente igual que Snape en la primera clase de Pociones que tuvieron los de quinto de Gryffindor.

Más de un alumno se echó para atrás cuando se volvió hacia la clase.

Empezaron a exponer ideas sobre la última película que habían visto y a plantearse preguntas. Los Gryffindor, aunque aterrorizados, tenían que participar al máximo, para recuperar los puntos perdidos por la mañana.

Y los recuperaron. Resultaba rarísimo ver a la profesora Greenwood, que parecía a punto de echar fuego por las narices como un colacuerno húngaro, dando puntos como si los quitara. Neville no parecía capaz de recuperarse del susto después de que Serena le gritara "CORRECTO, SEÑOR LONGBOTTOM" y le diera exactamente los mismos puntos que Snape le había quitado por la mañana, por definir correctamente lo que era un ascensor. Ginny se pasó el resto de la clase dándole palmaditas en el brazo en un vano intento de sacarlo del shock.

- Sólo nos quedan trece puntos para recuperar nuestra posición en el torneo de las Casas – le susurró Ron a Harry. Éste asintió en silencio.

- ¿QUIÉN DE VOSOTROS SABE QUE DEMONIOS ES UN PULSAR?

Convendría explicar que la película de la clase anterior había sido Contact. Hermione levantó la mano como un resorte, golpeando a Ron con el codo en el proceso.

- ¡Ay! – gimió Ron, llevándose la mano a la oreja.

Hermione explicó lo que era un pulsar, de tal manera que la única palabra que entendió el resto de la clase fue "estrella".

- ¡EXCELENTE, SEÑORITA GRANGER!- rugió la profesora - ¡VEINTE PUNTOS MÁS PARA GRYFFINDOR!

 Y sonó el timbre del final de clase. Los alumnos se apresuraron a recoger sus cosas.

- ¡QUIETOS AHÍ! – la clase se quedó petrificada – LOS QUE QUIERAN APRENDER BAILES MUGGLES DEBERÁN PRESENTARSE DENTRO DE UNA HORA EN EL COMEDOR.

Gryffindors, Ravenclaws y Hufflepuffs se miraron entre sí en silencio, como replanteándose el tema. De repente se oyó una risa, al principio contenida, que fue aumentando de volumen. Todos buscaron con la mirada a la pobre desgraciada cuya vida pendía de un hilo muy fino. Hasta que se dieron cuenta de que la que se reía era la profesora.

- Perdonadme – dijo, entre carcajadas – Siento muchísimo el mal rato que os he hecho pasar. De verdad. Estaba... algo irritada, pero de todas formas no tiene justificación. Por favor, no tengáis miedo a venir. – los miró, algo más relajada. – Os juro que se me ha pasado el enfado.

Mientras salían, los alumnos iban recuperando el aire que no se habían atrevido a respirar durante la clase.

- ¿Crees que todo esto tiene algo que ver con Snape, Harry?. – comentó Ron - Quiero decir, ya estaba enfadada antes de ver el reloj... A lo mejor todo esto es por lo de la pelea de esta mañana.

- Sí, lo cual es muy extraño, teniendo en cuenta los rumores que corren por ahí – repuso Hermione.

- ¿Qué rumores? – preguntaron los dos chicos a la vez. Hermione se limitó a señalar con la cabeza a Lavender y a Parvati, que caminaban a su lado.

- Sí, sí lo que oyes – decía Lavender – He oído decir que bailaron juntos anoche en las Tres Escobas. Y que Snape le rompió la mano a un chico que quiso interrumpirlos para bailar con ella.

- ¡Qué me dices! – exclamó Parvati – ¿Te acuerdas esta mañana, en clase de Adivinación? La profesora Trewalney decía que un amor sin esperanza había nacido en el colegio...

- Sí, sí, es verdad – respondió Lavender, con los ojos muy abiertos.

Ron se volvió hacia Harry.

- Hay que ver lo que se inventa la gente... ¡Como si la profesora Greenwood tuviera tan mal gusto! – se echó a reír – Antes veré a Ginny bailando con Malfoy.

Ron había elegido un mal momento para dejar Adivinación.

*                     *                      *

Todos los alumnos de Estudios Muggles, y algunos más, se dirigieron al comedor. Las mesas estaban junto a las paredes como en el baile de Navidad del año pasado. La tarima sobre la que solía estar la mesa de los profesores estaba vacía.

Un grupo de alumnos de Slytherin, entre los que se encontraba Draco Malfoy, estaba sentado encima de una de las mesas, mirando a los que iban entrando y susurrando entre risitas mientras señalaban a algunos alumnos que se habían puesto ropas muggles para la ocasión.

Ginny entró en el comedor, acompañada de una amiga que llevaba unos vaqueros muy ceñidos y nada menos que cinco alumnos de sexto babeando tras ella. Se reunió con Neville, mientras su amiga trataba de decidir a simple vista cual de los candidatos bailaría mejor. Hermione iba con Ron, y Harry se apartó un poco del grupo. Él no se había apuntado, todavía estaba colgado por Cho, pero no había creído oportuno pedirle que fuera con él después de lo de Cedric.

- ¡QUÉ, POTTER! ¿ESTA VEZ NO HAS CONSEGUIDO PAREJA, EH? – le gritó Malfoy desde el otro extremo de la sala.

Harry se limitó a ignorarlo. No era cuestión de volver a perder los puntos que tanto valor les había supuesto recuperar.

El comedor se llenó de parejas que hablaban y reían animadamente, a excepción de cuatro chicas, que se habían apuntado pero no tenían pareja, como Eloise Midgen. Habían decidido bailar entre ellas.

Cuando el reloj de la entrada dio la primera campanada de las seis, Serena entró por la puerta que daba a la tarima. A la segunda campanada, pasó por la puerta un chico moreno, de mandíbula cuadrada y..., bueno, en general cuadrado en todos los aspectos. Ron abrió los ojos como platos. Unas cuantas chicas abrieron la boca. Tercera campanada. Un chico rubio, de pelo largo y rizado y enormes ojos azules cruza la puerta. Porcentaje de bocas abiertas entre el alumnado femenino: treinta por ciento. Cuarta campanada. Ian West pasa por la puerta. Porcentaje: cuarenta por ciento. Quinta. Entra un chico mulato, con rastas y tan cuadrado como los demás. Bocas abiertas: sesenta por ciento. Sexta: un chico delgado, de pelo liso y castaño, ojos azules y un aire a James Spader. Parecía una representación de Blancanieves y los siete enanitos, pero con cinco torres en lugar de los enanos.

- Lástima que la clase no fuera a las doce – comentó la amiga de Ginny.

- ¡Ahí va!- dijo Ron, extasiado – Magia Muggle...

Hermione le miró, sin comprender.

- El... el grupo preferido de Bill... Qué pasada... Se va a morir de envidia cuando le cuente que estuvieron aquí...

-¡Eh! ¡Eh! ¡Chicas, despertad! Estos amigos van a ayudarme en la clase. Son Alan, Alex, Ian, Jamal y Derek. – la profesora sacó un papel de su bolsillo – ¿Eloise Midgen?

La chica levantó ligeramente el brazo. Serena la miró un segundo.

- Alan, tú bailas con ella. – el chico moreno sonrió con simpatía y se dirigió al lado de la alumna, que no podía creerse su suerte.

Asignó a tres de los jóvenes a las demás chicas sin pareja y se quedó con Ian en la tarima.

- ¡Es el chico pelirrojo de Las Tres Escobas, estoy segura! – le decía Lavender a Parvati, emocionada.

Ron se volvió hacia ellas.

- ¿De verdad creéis que Snape le rompió la mano al mismísimo Ian West, el batería de Magia Muggle?. Estáis locas... – se volvió de nuevo a Hermione. – Es curioso, sólo falta un miembro del grupo... No sé como se llamaba, Bill siempre hablaba de él como arlequín. ¿Hermione?

- ¿Eh?

- ¡Se supone que tu pareja del baile soy yo!.¿Ves?,¡Si no me hubieras dado tanto la tabarra ahora estarías con uno de ellos!

- Ajá.

Ron suspiró. Menos mal que no se había hecho demasiado de rogar. Pero no era cuestión de que Hermione se diera cuenta de que a él también le apetecía.

Serena les anunció que lo primero que les enseñaría era el vals, que al fin y al cabo era el tipo de baile que más de moda estaba en la comunidad mágica. Luego aumentaremos el ritmo, añadió.

- Un, dos, tres, un, dos, tres – iba diciendo. En el caso de Ginny y Neville, era pisotón, tropezón y recuperar el equilibrio, pisotón, pisotón y tropezón, y vuelta a empezar. Uno de los pisotones fue más fuerte de lo habitual y a Ginny se le escapó una palabrota. Serena y Ian bajaron de la tarima. Se había oído por encima de la música.

Neville estaba deshaciéndose en disculpas y Ginny trataba de calmarlo saltando a la pata coja. Casi se cayó del susto cuando vio a la profesora.

- Yo... lo siento... se me escapó.

- No sé a que te refieres – respondió ella.

Serena corrigió su postura y sus pasos, mientras Ian trataba de hacer lo mismo con Neville.

- Vale, a tu pareja le está costando un poco pillar el ritmo... Pero tu tampoco te dejas llevar. Relájate un poco y déjale mandar a él. Por cierto... bailáis muy alejados. Cuanto más cerca estéis, más fácil te será saber dónde va a poner el pie.

Ginny asintió y volvió al lado de Neville. Lo cierto es que la cosa mejoró bastante, aunque le resultaba extraño bailar tan cerca de él.

De hecho, todas las parejas bailaban estupendamente, aunque algunas se despistaron un poco cuando vieron dar vueltas con ellos al profesor Dumbledore y a la señora Pomfrey.

La tarde transcurrió rápidamente, y a las ocho menos cuarto tuvieron que desalojar el comedor para poder servir la cena.

Harry vigiló atentamente a Snape y Serena. No les quedó más remedio que sentarse juntos. Serena trató de hablar con él, pero por lo visto Snape no estaba por la labor y le respondió algo que al parecer volvió a irritar a la profesora. El resto de la cena la pasaron en silencio y sin mirarse.

*                     *                      *

Eran las once de la noche. La luna iluminaba a dos figuras en el campo de quidditch. Una de ellas era blanca y transparente.

- Ya sé que es muy pesada, querida – decía Nick Casi Decapitado mientras Serena trataba de mantener en posición de guardia una descomunal espada herrumbrosa. – Pero aunque Spellbreaker sea mucho más ligera, tienes que adquirir fuerza en los brazos o te desarmarán al primer golpe.

Serena trató de dar una estocada, pero el peso de la espada hizo que girara trescientos sesenta grados por inercia antes de darse de bruces contra el suelo.

La profesora la cogió de nuevo y trató de levantarla con un súbito esfuerzo. Un esfuerzo excesivo que hizo que empezara a caminar hacia atrás con el arma colgando a su espalda y los codos apuntando al cielo estrellado.

- Por cierto, he oído decir que anoche bailaste con el profesor Snape en Hogsmeade. Enhorabuena...

Serena se puso enrojeció y blandió la espada hacia delante como si fuera un hacha. Con el impulso, ésta se le escapó de las manos y salió disparada, atravesando a Nick Casi Decapitado y clavándose en uno de los postes del campo, mientras ella volvía a probar el sabor del césped.

- Profesora Greenwood – dijo una voz – Quisiera hablar con usted ahora mismo. Es importante.

Serena se levantó y siguió a Albus Dumbledore a su despacho, arrastrando la espada hasta la entrada del castillo donde se la devolvió a la armadura que se la había prestado.

Cuando entraron, Severus Snape estaba allí. La miró sorprendido, y luego miró a Dumbledore.

Dumbledore asintió, y salió de la habitación.

- Profesora Greenwood ... Serena. – dijo él – Creo que le debo una explicación.

Ella levantó una ceja.

- No me diga.

- Verá, ayer estaba algo bebido y cometí un inmenso error...